N/A: He vuelto, mucho más antes de lo que esperaba. Aunque no creo que eso les moleste a ustedes.

¿Saben? No planee que últimamente los capítulos fueron tan largos. Tenía en mente que solo fueran de alrededor 5.000 palabras por capítulo, pero estos últimos capítulos han rondado alrededor de 10.000 palabras, al igual que este. Mi intención no es que sea así, simplemente me dejo llevar y agrego más cosas de las que tenía en mente. Supongo que, desde cierto punto, no está mal, ya que agrega profundidad a la historia. Pero, por otro lado, es un inconveniente, ya que me lleva más tiempo terminar el capítulo.

En fin, este capítulo es un suceso muy importante en el canon y quería esforzarme en plasmarlo correctamente, junto con los cambios que yo agrego. Espero les guste.

Y sin más preámbulos... Let's go!


Capítulo 11

Pérdida

Zuko

3 meses después

Con un gruñido de esfuerzo, Zuko saltó y dio dos patadas en el aire, enviando dos bolas de fuego hacia adelante, las cuales fueron rápidamente disipadas por su oponente, quien sin perder el tiempo corrió hacia él con la intención de convertir el enfrentamiento en un combate cercano. Zuko envió bolas de fuego con la intención de detener su avance, pero simplemente fueron evadidas. Golpeó hacia adelante con ambos puños y envió una poderosa ráfaga de fuego, el cual cegó por unos instantes su campo de visión. Cuando las llamas se detuvieron, su oponente había desaparecido.

— ¡Zuko, sobre ti!

El grito de advertencia hizo que mirara hacia arriba para ver a su oponente en el aire, descendiendo con la intención de dar un golpe certero. Pero fue interceptado por una poderosa ráfaga de fuego que lo obligó a cubrirse y lo envió a varios metros, pero pudo recuperarse a tiempo en el aire y aterrizar sobre el suelo.

—Eres descuidado, Zuzu—regañó Azula, colocándose a su lado y adoptando una postura de fuego control—. Nunca pierdas de vista a tu oponente.

Zuko jadeaba por la falta de aire, pero se colocó al lado de su hermana y ambos miraron fijamente al oponente con el que habían estado peleando por los últimos diez minutos, quien adoptó su propia y única postura de combate.

— ¡Vamos, chicos! ¡Pueden hacerlo! —animaba Ty Lee, manteniéndose a una distancia segura—. Vamos, Mai, tú también anímalos.

A pesar de verse algo tímida y reacia al hacerlo, Mai puso ambas manos a los lados de su boca.

—Es… ¡Esfuércense!

—Oigan, ¿y quién me anima a mí? —se quejó Percy, volteando a mirarlas y relajando su postura.

— ¡Una apertura! —exclamó Azula, dando una patada en el aire y enviando una gran bola de fuego en dirección a Percy.

— ¡Oh, mierda!

Percy balanceó su espada con fuerza, disipando la bola de fuego de Azula, pero en ese momento Zuko envió otra bola de fuego, obligando a Percy a evadirlo. Azula se acercó y comenzó a realizar una serie de ataques a corta distancia usando fuego control. En lugar de envidar andadas de fuego, sus puños y pies se encendieron en llamas con cada golpe que realizaba, buscando encestar un golpe certero.

Percy hizo un gran trabajo en evadirlos y detener los ataques con el lado plano de su espada, pero cuando Zuko se sumó al ataque, rápidamente se vio abrumado y tuvo que retroceder, aunque ambos hermanos siguieron presionando, mostrando un buen trabajo en equipo.

Zuko realizó un barrido de pies con fuego control, obligando a Percy a saltar para evadirlo, pero Azula estaba allí esperando. Ella saltó y realizó un complicado movimiento, girando en el aire como una rueda mientras el fuego se concentraba en sus pies, ardiendo cada vez más con mayor intensidad antes de patear hacia adelante con ambos pies, enviando una potente ráfaga de fuego que golpeó a Percy y lo envió a estrellarse contra la pared con un quejido de dolor.

— ¡Muy bien! —celebró Zuko, feliz de finalmente haber derribado a Percy.

—No te confíes, Zuko—advirtió Azula, sin bajar la guardia—. Por más que odie admitirlo, si algo como esto fuera suficiente para vencerlo, no tendríamos que trabajar juntos para tener una oportunidad con él.

La precaución de Azula fue correcta, ya que Percy volvió a levantarse. Su ropa humeaba por el calor de las llamas, pero él se veía ileso. Miró una de las mangas de su ropa y vio que se estaba quemando, lo que lo hizo fruncir el ceño con molestia.

— ¡¿En serio?! ¡Otra vez?! —gruñó él, apagando las llamas al palmearlas con su mano desnuda—. ¿Qué tienes ustedes maestros fuego contra la ropa? ¿Acaso son alérgicos a ellas?

—No es nuestra culpa que utilices ropas tan… inflamables—comentó Azula, con una sonrisa burlona en su rostro.

—Primero tuve que dejar de usar mangas largas y usar mangas cortas. ¿Qué sigue? ¿Utilizar ropas sin mangas?

Azula puso los ojos en blanco ante sus quejas.

—Si lo hicieras, te verías como lo que eres realmente; un plebeyo. Ahora, ¿vas a seguir quejándote o vamos a pelear?

Percy gruñó con molestia antes de adoptar una vez más su postura de pelea.

—Veremos quién se queja cuando este plebeyo vuelva a patear tu trasero real.

Azula entrecerró los ojos con irritación y se preparó para continuar con el duelo.

Zuko también se preparó para pelear, pero cuando vio quién entró a la habitación, dejó caer su postura.

— ¡Mamá!

—Oh, veo que otra vez están entrenando con Percy—comentó ella—. ¿Qué tal si se toman un pequeño descanso?

—Aquellos quienes se relajan demasiado no están destinados a progresar, madre—señaló Azula, sin apartar la vista de Percy.

— ¿Ni siquiera para una pequeña pausa para comer?

Detrás de Ursa, unos sirvientes traían varias cajas. Ella tomó una de ellas y la destapó, mostrando distintos bocadillos.

—Okay, pausa para almorzar—dijo Percy, bajando su espada y yendo hacia Ursa, donde todos comenzaron a reunirse.

— ¡Oye! ¿¡Y nuestro duelo?! —reclamó Azula.

—Después continuaré pateando tu trasero, chica fuego. Ahora, tengo hambre.

Azula refunfuñó por lo bajo, pero se acercó para comer el almuerzo que su madre había traído.

Zuko se rio entre dientes al ver a su hermana. Sabía que ella no lo admitiría, pero la manera en la que comió los onigiris que su madre había traído demostraba que estaba hambrienta.

Percy terminó de comer el onigiri que tenía entre manos e inmediatamente fue a por el último que quedaba, pero Azula rápidamente se adelantó y se lo robó.

— ¡Oye! ¡Eso era mío! —le recriminó él.

—Estás en el Palacio Real, lo que significa que todo lo que está aquí es mío—dijo Azula, sonriéndole con desdén—. Eso incluye la comida.

—Ten, Percy, puedes comer el mío—dijo Ty Lee amablemente, ofreciéndole su porción de onigiri—. No estoy tan hambrienta.

—Gracias, Ty Lee—dijo Percy, aceptando con gusto el onigiri—. Al menos alguien es amable aquí.

Azula simplemente resopló y apartó la mirada. Desde que Percy se había vuelto su compañero de entrenamiento hace 3 meses, su relación se había basado en, básicamente, hostigar constantemente al otro. Para Zuko, era tan divertido como exasperante verlos.

Ursa soltó una pequeña risa divertida al verlos.

—Zuko, Azula, tengo algo para ustedes—dijo ella, sacando de la manga de su ropa un pergamino—. Su tío Iroh les mandó una carta desde el frente de ataque.

— ¡¿El tío Iroh?! —preguntó Zuko, emocionado.

Había pasado tiempo desde la última vez que había sabido algo de su querido tío. Zuko lo extrañaba. La mayoría de las veces su tío se encontraba demasiado ocupado en el frente de la guerra, liderando al ejército de la Nación del Fuego, por lo que las ocasiones en las que lo veía eran escasas y no por mucho tiempo. La última vez que lo había visto, fue hace casi nueve meses, donde él, junto con su hijo Lu Ten, habían comenzado una invasión hacia la capital del Reino Tierra, Ba Sing Se, con el objetivo de poner fin a la guerra.

A pesar de no poder visitarlos, su tío se mantenía en contacto con cartas y, en muchas de ellas, les enviaba regalos.

— ¿Deberíamos irnos? —preguntó Mai, insegura—. Es una carta del príncipe Iroh para sus sobrinos. No sería correcto que lo escuchemos.

—No importa—dijo Azula—. Tío nunca dice nada serio en sus cartas.

Ursa desenrolló el pergamino que tenía en sus manos y comenzó a leer. Zuko y Azula se pusieron a su lado para ver lo que su tío les había escrito.

Queridos Zuko y Azula. Ha pasado tiempo desde mi última carta, y me disculpo por ello. El frente de la guerra exige mi tiempo completo. Ahora que finalmente hemos logrado traspasar al muro exterior, nuestros esfuerzos deben de ser aún mayores para finalmente conquistar la capital del Reino Tierra

—Si el tío Iroh logra conquistar Ba Sing Se, ¿significa que la guerra finalmente terminará y podrá volver? —preguntó Zuko, esperanzado.

—No seas ingenuo, Zuzu—dijo Azula—. Incluso si tío logra conquistar la ciudad, habrá rebeldes quienes se opongan al nuevo régimen impuesto por la Nación del Fuego. Por lo que tendrá que quedarse a quemar hasta el suelo cualquier insurgencia que realicen esos campesinos. Eso es lo que debería hacer un verdadero General.

—Si la ciudad es tan colosal como su muro, Ba Sing Se debe ser algo impresionante—continuó leyendo Ursa—. Espero que algún día puedan verla… si es que no la destruimos por completo antes

Zuko y Azula rieron el escuchar eso. Su tío tenía un extraño, pero divertido sentido del humor.

—A pesar de estar al otro lado del mundo, aún me mantengo informado de lo que sucede en nuestro hogar. Un querido amigo se ha mantenido en contacto conmigo y, gracias a él, supe que Zuko había comenzado a entrenarse en el arte de la espada bajo su tutela. Escúchalo y aprende de él, Zuko. Su sabiduría solo puede compararse con su habilidad con la espada

—Supongo que se refiere a mi papá—comentó Percy, sonriendo con orgullo al ver que el Príncipe Heredero de la Nación del Fuego tenía en alta estima su padre.

Por ahora, espero que disfruten sus regalos—los sirvientes que estaban detrás de Ursa dieron un paso adelante, sosteniendo dos cajas—. Para Zuko, un par de espadas dao que pertenecían a un Capitán del ejército del Reino Tierra. Un fiero espadachín que luchó con valentía y honor hasta el final. Que sus espadas te impulsen a seguir sus valores.

Zuko desenvainó las espadas y vio su rostro reflejado en la hoja, las cuales se veían afiladas y peligrosas. Él balanceó las espadas un par de veces, sintiendo su peso y el firme agarre que tenía la empuñadura. Las espadas estaban hechas para un adulto, por lo que se sentían algo grandes para él.

—Wow, se ven geniales—dijo Ty Lee, mirando con fascinación las espadas.

—Y peligrosas—añadió Mai.

—No está mal—comentó Percy, mirando detenidamente la hoja—. Aunque papá puede forjar una mejor.

Zuko le apuntó con una de las espadas.

—Tal vez debería probarlas contigo—desafió él con una sonrisa.

Percy simplemente hizo a un lado la hoja con un dedo.

—Tal vez en un par de años, cuando crezcas y esas espadas no sean demasiado grandes para ti—respondió él con una sonrisa burlona.

Zuko frunció el ceño con molestia y balanceó las espadas hacia Percy, pero él las esquivó con facilidad y se colocó detrás de Ursa, quien se rio con diversión antes de terminar de leer la carta de Iroh.

—Y para Azula, una daga de perla que pertenecía al General que se rindió cuando traspasamos el muro. Aprecia el grabado y la excelencia del artesano que la hizo

Azula agarró la daga que estaba sobre una caja que sostenía uno de los sirvientes y la desenfundó, observando el grabado que había en la hoja.

—"Nunca te rindas sin dar pelea." —leyó ella, antes de resoplar con diversión—. Irónico, considerando que el General al que pertenecía se rindió.

Mai y Ty Lee se acercaron para ver la daga. Mai parecía especialmente fascinada al verla.

—Vaya, es hermoso—comentó Mai.

—He visto mejores—dijo Azula, mirando con desinterés la daga—. Pero es un buen trofeo de guerra.

—Amigo, ¿es normal que esté tan asustado de tu hermana sosteniendo un objeto afilado y puntiagudo? —le preguntó Percy a Zuko en un susurro.

—Créeme, a mí también me aterra—dijo Zuko.

Si había algo más aterrador que Azula sonriendo con malicia, era a Azula sonriendo con malicia mientras sostenía una afilada daga.


Un par de días después, Zuko caminó por los pasillos del palacio, casi corriendo. Sus lecciones se habían extendido, una vez más, por lo que estaba atrasado en ir a sus lecciones con el maestro Piandao… una vez más.

"Percy debe estar esperándome en el jardín" pensó él "Probablemente tomando una siesta"

En su afán de no querer perder más tiempo, tomó un pequeño desvío, un atajo que pasaba por la oficina de su padre. No queriendo perturbarlo, Zuko disminuyó el paso para caminar en silencio. Cuando pasó frente a la puerta, vio que estaba ligeramente abierta.

— ¿…Han logrado confirmar la identidad de este hombre? —escuchó la voz de su padre filtrarse por el hueco de la puerta.

—Sí, señor—respondió otro hombre—. La información que nos ha proporcionado ciertamente avala su historia. Es fidedigno. Su identidad y la influencia que posee sobre la ciudad.

—Bien. ¿Algo que podamos utilizar para tener una ventaja sobre él?

—Los espías me informaron de que no tiene a nadie. Ni familia, ni amigos. Mantiene su distancia de todos.

—Un movimiento sabio, pero inconveniente para nosotros… —la voz de Ozai reflejaba una ligera frustración.

—Si me permite, su alteza… —había una ligera vacilación en su voz—. Involucrarse con este hombre es peligroso. Y una gran apuesta.

—Sé de sobra eso. Pero si no actúo ahora, será demasiado tarde.

Hubo un breve momento de silencio antes de que Ozai volviera a hablar.

—Muy bien. Háganlo. Pero deben actuar con la mayor discreción. Si este hombre muestra cualquier indicio de traición al ejecutar el plan, deben eliminarlo.

—Sí, señor.

—Y capitán… Sin testigos.

—… Sí, señor.

Los sonidos de pasos alertaron a Zuko de que el hombre se acercaba a la puerta. Sabiendo que no sería bueno que supieran que habían escuchado a escondidas, Zuko se escabulló sin hacer ruido detrás de una de las cortinas que adornaban las paredes. Una vez oculto, hizo a un lado la cortina lo suficiente para poder ver al hombre que había estado hablando con su padre. Era un soldado y, a juzgar por las medallas en su armadura, un capitán condecorado.

El hombre miró por los pasillos un par de veces, verificando que no hubiera nadie. Y cuando su mirada se posó en la cortina donde Zuko estaba escondido, él sintió su corazón detenerse y un frío en sus venas, pensando que lo había descubierto. Pero el hombre apartó la mirada y caminó por el pasillo, sin percatarse de su presencia.

Zuko soltó el aire que no sabía que estaba conteniendo y salió detrás de la cortina. Siendo lo más silencioso posible, rápidamente abandonó el lugar, sintiendo que había escuchado algo que no debería.


Cuando llegó al jardín, efectivamente, vio a Percy durmiendo a la sombra del árbol al lado del estanque. Pero no estaba solo. Sobre él se cernían Azula, Mai y Ty Lee, quienes se reían en voz baja mientras usaban un pincel con tinta para escribir en la cara de Percy, quien estaba imperturbable de su siesta.

— ¿Qué creen que están haciendo? —preguntó Zuko, acercándose a ellos.

— ¿Qué no es obvio, Zuzu? —inquirió Azula, con una sonrisa burlona—. Nos estamos divirtiendo.

—Sí—concordó Ty Lee—. Míralo y dime si no es divertido.

Zuko miró al dormido Percy y no pudo evitar el bufido de diversión que escapó de su boca. Su amigo tenía un ridículo bigote pintado, junto con unos enormes ojos falsos y una perilla. Eso, junto con los listones en su cabello, solo lo hacían ver más ridículo.

—Está bien, lo admito. Es divertido—concedió él.

Ver aquello solo era un recordatorio más de que no debía de bajar la guardia en presencia de Azula o sus amigas. Y cuando Percy vea su reflejo, será un recordatorio para él.


Durante todo el camino hasta la mansión de Piandao, Percy estuvo refunfuñando sobre lo molesta que podían llegar a ser las chicas. Había visto su reflejo en el estanque al despertarse y se había lavado la cara mientras Azula, Mai y Ty Lee se reían de él y huían.

—Veremos quién ríe cuando, misteriosamente, aparezca una babosa de mar en su cabello esta noche—murmuraba él.

Zuko no sabía que Percy era alguien vengativo o capaz de guardar rencor. Siempre lo veía como un vago desinteresado.

—Percy, no te invité a quedarte esta noche en el palacio para que puedas hacerle una travesura a mi hermana—dijo Zuko.

Percy volteó a mirarlo y arqueó una ceja.

— ¿No me digas que no quieres vengarte de Azula después de todas las veces en las que ella se metió contigo?

Zuko lo consideró, rememorando todas las veces en las que Azula se burló de él o fue víctima de sus bromas pesadas.

—Está bien. Hazlo. Y cuenta conmigo.

Cuando llegaron a la mansión, vio que los discípulos de Piandao ya estaban entrenando fervientemente. Enfrentándose en duelos bajo la atenta mirada de Piandao.

— ¡Perseo, pelea conmigo!

Ambos vieron a Qiang acercarse a ellos con paso decidido. Detrás de él, Ming y Xiuying lo acompañaban. Y a juzgar por la expresión en sus rostros, ellos también querían desafiar al hijo de Piandao.

Percy suspiró y se acercó a ellos.

—Bien—gruñó él, desenvainando su espada—. Necesitaba a alguien con quien desquitarme. Y ustedes tres serán perfectos.

Mientras Percy se enfrascó en un duelo de tres contra uno, Zuko se acercó a Piandao y se inclinó ante él a la vez que hacía una reverencia.

—Maestro. Estoy listo para mi lección de hoy.

—Bienvenido, joven Zuko—asintió Piandao en señal de reconocimiento—. Has llegado en el momento perfecto. Estamos organizando una serie de combates de entrenamiento uno a uno. De esa manera podré observar que tanto han avanzado y en qué deben enfocarse para continuar mejorando… Pero al parecer, hay quienes ya comenzaron.

Él miró al duelo de tres contra uno que se desarrollaba a un lado del campo. Percy no solo era capaz de seguir el ritmo de enfrentarse a tres personas al mismo tiempo, sino que también se veía lo suficientemente relajado para burlarse activamente de ellos.

—Vamos, chicos, Fat es mucho más rápido que ustedes. ¡Y tiene veinte kilos de lastre en su estómago!

Zuko no sabía si Percy se burlaba intencionalmente de sus oponentes para irritarlos y volverlos descuidados o solo lo hacía porque era un idiota.

—Bien, comencemos—declaró Piandao—. ¿Hay alguien que desee ser el primero?

Zuko dio un paso adelante, ansioso por comenzar. Los demás discípulos se vieron inseguros al verlo. A pesar de no entrenar activamente como un espadachín como ellos, Zuko había demostrado tener una habilidad notable con sus espadas dao. Y cuando las combinaba con su fuego control, solo lo hacía aún más letal.

—Yo lo haré—dijo uno de los discípulos, dando un paso adelante.

Zuko lo miró e inmediatamente lo reconoció. Era Mifune, del pueblo de Jang Hui. Era un chico con cabello negro andrajoso. Tenía ojos dorados, como la gran mayoría de los ciudadanos de la Nación del Fuego. Su piel ligeramente bronceada daba a entender de que había pasado muchas horas expuesta al sol.

—Oye, chico, ¿estás seguro? —preguntó otro de los discípulos—. Zuko es uno de los mejores de nosotros. No por nada le decimos el "décimo tercer discípulo".

Zuko no lo demostró, pero se sintió orgulloso de esa declaración. Ser considerado como uno de los mejores y también uno de ellos, lo hacía sentir reconocido. Había entrenado intensamente estos últimos meses para ser reconocido como un orgulloso discípulo del maestro Piandao. Y, gracias a la ayuda de Percy, había aprendido mucho.

—Lo sé—asintió Mifune, viéndose decidido—. El único que ha vencido a Zuko es Perseo. Pero necesito saber qué tanto he mejorado.

De todos los doce discípulos, Mifune era el más joven de ellos, con tan solo doce años. A diferencia de los demás, Mifune era el único discípulo que provenía de la región más externa de las Islas de Fuego, lo que lo convertía en alguien de una clase social muy baja. Eso se hizo evidente cuando, el día de las pruebas, se había presentado descalzo, vistiendo nada más que unos pantalones andrajosos y dejando su torso completamente expuesto, donde había visto los signos de desnutrición junto con una enorme macha que cubría todo su hombro izquierdo.

Muchos se alejaron de él como si tuviera algún tipo de enfermedad. Pero, a pesar de su carencia de bienes y su apariencia algo decrépita, Mifune había demostrado el potencial para convertirse en un gran espadachín cuando se enfrentó a Percy en un duelo y, a pesar de haber perdido, logró impresionar a Piandao.

Zuko y Mifune se pararon uno frente al otro y, al unísono, desenvainaron sus espadas, colocándose en sus respectivas posturas de combate. Zuko las sus espadas dao que le había regalado su tío, buscando acostumbrarse a ellas, mientras que Mifune empuñaba una espada jian. Ambos estudiaron la postura del otro, buscando una abertura.

— ¡Comiencen!

Zuko fue el primero en atacar, fiero y certero como el elemento que controlaba. Sus espadas dao chocaron con la espada de Mifune, quien se mantuvo firme con cada golpe.

—No olviden su juego de pies—señaló Piandao—. Si se quedan firmes, rápidamente se verán abrumados por sus oponentes.

Zuko y Mifune siguieron el consejo de su maestro. Incorporando un juego de pies a sus ataques, dándole mayores opciones a la hora de atacar y defender. Zuko utilizó la ventaja que tenía al empuñar dos espadas, mientras bloqueaba la espada de su oponente con una, atacaba con otra. Pero Mifune demostró tener buenos reflejos al esquivar los ataques y liberar su espada, pasando a la ofensiva.

Los ataques de Mifune eran rápidos, pero carecían de fuerza para obligarlo a retroceder. Tal vez sea porque tenía experiencia en entrenar con Percy, quien tenía una velocidad, fuerza y agilidad que no parecían ser naturales, pero Zuko logró interceptar los ataques de su oponente o desviarlos utilizando una sola espada con relativa facilidad.

Cuando Mifune levantó su espada con la intención de dejarla caer con fuerza, Zuko lo bloqueó con una de sus espadas y lo mantuvo firme, dejando una apertura clara en su oponente que aprovechó para cortar con su otra espada en el muslo. El corte superficial hizo que Mifune cayera sobre una rodilla. Rápidamente, intentó levantarse, pero cuando alzó la vista vio que Zuko había colocado sus espadas dao de manera cruzada sobre su cuello.

—Es suficiente—sentenció Piandao.

Zuko retiró sus espadas y, con un movimiento fluido que había practicado decenas de veces, las envainó en la funda que estaba atado a su espalda. Le tendió la mano a Mifune con la intención de ayudarlo y él lo aceptó, irguiéndose para luego envainar su espada en la funda que tenía atada en su espalda.

—Respeto—dijo Piandao, recordándoles que no solo entrenaban las habilidades de combate de un guerrero, sino también los valores de uno.

Zuko miró a Mifune y se inclinó a la vez que realizaba una reverencia. Una señal de respeto hacia su oponente. En el campo de batalla, no había nobles o plebeyos, realeza o campesinos. Solo dos personas enfrentándose. Una de las muchas enseñanzas de su maestro.

—Fue un honor ser tu compañero de entrenamiento—dijo Zuko, inclinándose y realizando una reverencia.

Mifune imitó su acción.

—El honor fue mío.

—Bien—asintió Piandao en señal de aprobación—. Ambos han mejorado mucho. Zuko, utilizas bien las ventajas de empuñar espadas duales, pero tu juego de pies aún requiere trabajo. Si logras mejorarlo, tus opciones tanto al atacar como defender serán aún mayores. Mifune, eres rápido y certero, pero tus golpes carecen de fuerza debido a tu desequilibrado centro de gravedad. Debes corregir eso.

Mifune miró Piandao con inquietud.

— ¿El campo de palos? —inquirió él con nerviosismo.

Piandao asintió, viéndose impasible e inflexible.

—El campo de palos.

Zuko se estremeció. "El campo de palos", como ellos lo llamaban, era un área del patio donde habían enterrado en el suelo seis troncos de árboles cortados. Cada tronco tenía alrededor de un metro de altura y el diámetro suficiente para que solo pudieran pasarte sobre ellos con un pie. El entrenamiento consistía en pararse sobre los troncos y que dos compañeros lo golpearan en las piernas con palos de bambú con el objetivo de desequilibrarlos y hacerlos caer. El objetivo de este entrenamiento era mejorar el equilibro, la percepción de tu entorno y esquivar los ataques del enemigo, o caería y te golpearías con bastante fuerza.

Zuko aún recordaba las ocasiones en las que había caído y golpeado con fuerza. Lo ayudó enormemente con su equilibrio, sí, pero también se había ganado una buena cantidad de moretones.

Incluso había quienes estaban lo bastante locos como para batirse en duelo en el campo de palos. Y con locos, Zuko se refería principalmente a Percy, ya que fue él quien ideó ese entrenamiento.

Y hablando de ese loco…

Un cuerpo se estrelló con fuerza y derrapó por el suelo, deteniéndose donde todos los discípulos estaban reunidos. Rápidamente, lo identificaron como Qiang, con algunos golpes y cortes en su cuerpo y ropas.

—Ups… ¡Lo siento! ¡Mi culpa! —dijo Percy, acercándose a Qiang y agarrándolo por las piernas—. Permítanme limpiar la basura.

—Perseo… bastardo… —gruñó Qiang con los dientes apretados y una mueca de dolor en su rostro.

Percy puso los ojos en blanco mientras comenzaba a arrastrarlo por el suelo.

—Sí, sí. Ese soy yo. Perseo, el bastardo. Y tú eres Qiang, el imbécil.

Percy arrastró a su oponente caído y lo arrojó junto a Ming y Xiuying, quienes se veían igual de heridos mientras estaban desplomados en el suelo.

—De acuerdo… —Percy se sacudió el polvo de las manos antes de voltear a mirar a los discípulos—. ¿Quién sigue?

Inmediatamente, todos los discípulos dieron un paso atrás, dejando a Zuko delante de ellos.

— ¡Hey! —les reprochó él.

—Lo siento, Zuko—dijo uno de ellos—. Perseo es el mejor de nosotros. No queremos volver a enfrentarlo. Al menos, no hasta que seamos mejores espadachines.

—Cobardes—masculló Zuko antes de dar un paso adelante.

—Bien, Hotman—asintió Percy, girando su espada con un movimiento de muñeca—. Veamos qué tan bueno te has vuelto empuñando esas espadas que te regaló tu tío.

Zuko desenvainó sus espadas dao y se colocó en posición. Tal vez no podría vencer a Percy, pero no huiría de un combate. Él no era un cobarde.

Aunque cuando vio a Percy sonreír de una manera casi depredadora mientras adoptaba su Postura de Fuego, su determinación flaqueó. ¿Cómo era posible que un niño no maestro de solo doce años tuviera una presencia tan imponente e intimidante?

— ¿Listos? —preguntó Piandao, recibiendo un asentimiento de ambos—. ¡Comiencen!

Al unísono, Zuko y Percy se abalanzaron hacia adelante. Sus espadas chocaron con un fuerte estruendo. La sonrisa emocionada en sus rostros era idéntica cuando, una vez más, se batieron en un duelo.


—Maldito Percy… —gruñó Zuko, sosteniéndose el costado con dolor.

Había pasado una semana desde su duelo, pero Zuko aún sentía las dolencias en el lugar donde Percy lo golpeó con su espada.

— ¿Dejarías de quejarte? —dijo Azula sin apartar la mirada del tablero de Pai Sho que estaba delante de ella, aunque la molestia era evidente en su rostro—. Me desconcentras.

—Sí, a mí también—concordó Percy.

Azula volteó a mirarlo y arqueó una ceja.

— ¿Te he dicho que pares?

—Azula, he estado tocando por más de diez minutos.

—Y seguirás tocando hasta que diga que pares. Ese fue el acuerdo a cambio de no despertarte cuando salga el sol para un entrenamiento matutino las ocasiones en las que te quedas a dormir en el palacio.

—Ya estoy arrepintiéndome de quedarme a dormir esta noche.

—Sigue tocando—ordenó Azula—. Al menos de esa manera, algo agradable saldrá de tu boca en lugar de tu palabrería que no hace más que irritarme.

Percy la miró con ojos entrecerrados.

—Lo hago solo porque tu mamá me lo pidió, no por ti.

—De nuevo, palabrería irritante. Sigue tocando, plebeyo.

Percy puso los ojos en blanco con exasperación, pero se llevó su flauta a sus labios y nuevamente comenzó a tocar una suave y relajante melodía que llenó el jardín del Palacio Real mientras Azula y su mamá continuaba con su juego de Pai Sho.

—Azula, sé amable—reprendió Ursa, aunque la sonrisa que tenía en su rostro demostraba que encontraba diversión en la situación.

Azula simplemente resopló y movió una ficha de Pai Sho con una sonrisa victoriosa. Ursa se sorprendió y miró fijamente la mesa, buscando una salida de la situación en la que su hija la acorraló.

A Zuko nunca le pareció interesante el Pai Sho. Era demasiado complejo, demasiado intrincado. Su tío y su mamá habían intentado enseñarle en el pasado, pero ni siquiera había comprendido la totalidad de las reglas más básicas, de qué significaba cada ficha y cómo se movían.

Azula, en cambio, había estado interesada en el Pai Sho al ser un juego de mucha estrategia y suerte. Cosas que ella afirmaba poseer. Pero Zuko sabía la verdad. La única razón por la que Azula había mostrado interés en aprender a jugar fue porque su mamá se ofreció en enseñarle y jugar ocasionalmente. Tal y como lo estaban haciendo ahora.

Los minutos trascurrieron en un agradable ambiente proporcionado por la melodía que tocaba Percy mientras Azula y Ursa estaban inmiscuidas en su juego de Pai Sho. Luego de que Azula hiciera un movimiento que puso aún más en aprietos a Ursa, un sirviente se acercó a ellos y se inclinó sobre una rodilla, tendiéndole un pergamino enrollado. Las palabras no fueron necesarias. Cuando el sirviente cumplió su cometido, se levantó y se fue.

Zuko, Azula y Percy, quien dejó de tocar, observaron con curiosidad como Ursa desenrolló el pergamino y, luego de leerlo por unos segundos, una expresión de sorpresa adornó su rostro. Sus labios comenzaron a temblar y sus ojos se empañaron con lágrimas que luego cayeron por sus mejillas.

— ¿Mamá…? —preguntó Zuko, preocupado al ver a su madre llorar—. ¿Qué sucede?

—Es Iroh… Él… perdió a su hijo—reveló ella, con voz casi quebrada mientras se limpiaba sus lágrimas—. Su primo, Lu Ten, no sobrevivió a la batalla.

Zuko abrió los ojos en estado de shock, incapaz de creer lo que su madre le decía. Incluso Azula se vio sorprendida.

—Lu Ten… ¿murió? —farfulló él—. Eso… ¡Eso es imposible! ¡El primo Lu Ten es uno de los maestros fuego más poderoso de la Nación del Fuego! Él… ¡Él no pudo haber muerto!

—Luego de romper el muro exterior, Lu Ten y su escuadrón fueron embocados por un grupo de maestros tierra élite—explicó Ursa con pesar—. Él luchó valiente y honorablemente, pero… sucumbió a sus heridas.

Zuko aún no podía creerlo. No podía creer que Lu Ten, alguien que para él siempre fue la imagen de la fuerza y la grandeza, alguien que siempre admiró y deseó ser como él, haya muerto. Parecía inconcebible.

— ¿Qué hay del tío Iroh? —preguntó Zuko, temiendo por su tío—. ¿Él está bien?

—Iroh… él está bien. Pero luego de haber traspasado la muralla exterior y recibir la noticia del fallecimiento de Lu Ten, ordenó la retirada inmediata.

— ¡¿Qué?! —estalló Azula, conmocionada—. ¡¿El tío abandonó el asedio a Ba Sing Se que duró seiscientos días?! ¡¿Luego de finalmente traspasar la muralla exterior?! ¡Él debería de haberse quedado a pelear y hacer añicos Ba Sing Se!

—Desconozco el razonamiento de Iroh al decidir retirarse—Ursa suspiró con tristeza—. Pero no puedo culparlo por querer hacerlo luego de perder a su único hijo.

—Entonces no comprendes cómo debería de actuar un verdadero General—replicó Azula con fiereza—. Y si Lu Ten murió en batalla, ¡entonces es una razón más para que el tío Iroh reduzca Ba Sing Se a cenizas! ¡Esos campesinos se lo merecen por quitarle la vida a alguien de la Familia Real de la Nación del Fuego! —luego agregó en voz baja—. Eso es lo que yo haría…

Azula se levantó y abandonó el jardín, dejando a Zuko, Ursa y Percy desconcertado por sus últimas palabras.


Había pasado una semana desde la noticia de la muerte de Lu Ten y Zuko pudo evitar sentirse decaído por ello. ¿Cómo no lo haría? Su primo, la persona a la que admiraba y aspiraba ser… se había ido. Para Zuko, Lu Ten siempre fue la imagen de cómo debería de ser alguien de la Familia Real. Honorable, valiente, grandioso y admirable.

Y ahora, estaba muerto. Asesinado en batalla.

Mientras estaba en el jardín, intentó distraerse enfrentándose a Percy en un amistoso duelo de espadas, pero su mente no estaba en ello. Razón por la cual sus movimientos eran toscos y descuidados. En más de una ocasión sus propias espadas chocaron entre sí debido a sus descoordinados balanceos. Y Percy aprovechó cada uno de esos fallos para golpearlo o tirarlo al suelo.

Cuando perdió su equilibrio al realizar un incorrecto juego de pies, Percy entró en su guardia y, con movimiento fluido, lo desarmó rápidamente para luego hacerlo tropezar y caer al suelo sobre su trasero. Cuando intentó levantarse, no pudo hacerlo debido a que la espada de Percy estaba a escasos centímetros de su cuello.

—No estás concentrado—señaló él, retirando su espada y ofreciéndole una mano.

Zuko lo aceptó y se puso de pie, sacudiendo el polvo de su ropa.

—Incluso si estuviera concentrado, no habría diferencia—comentó Azula jugando con su nueva daga que le había regalado el tío Iroh. Lanzándola en el aire y luego atrapándola—. Parece ser que, en lugar de mejorar tus habilidades, las estás empeorando, Zuzu. De nada ha servido para ti ser instruido por el mejor espadachín de nuestra nación estos últimos meses.

Zuko frunció el ceño con molestia y apretó con fuerza la empuñadura de sus espadas.

— ¡Enfréntame en un duelo de espadas si estás tan segura! —desafió él.

Azula simplemente puso los ojos en blanco.

—Yo no empuño una espada, tonto—una sonrisa maliciosa estiró de sus labios—. Pero estaría más que feliz de aceptar tu desafío si aceptas pelear conmigo usando tus espadas y yo mi fuego control.

Zuko se desinfló, ya no sintiéndose tan seguro. Incluso Percy tenía dificultades al enfrentarse a Azula. Incluso si él siempre ganaba, sus encuentros terminaban con la ropa de Percy chamuscada. Y eso que él era el mejor espadachín de su edad.

Por suerte para él, no tuvo que declinar el desafío cuando su madre se acercó a ellos.

—Zuko, Azula—llamó ella—. Su padre solicitó una audiencia con el Señor del Fuego Azulon. Vayan a vestirse.

Zuko no pudo evitar estremecerse un poco. Su abuelo, el Señor del Fuego Azulon, a pesar de ser un hombre anciano, era un hombre bastante imponente. Las ocasiones en las que se había reunido con él eran pocas, extraño considerando que eran familia que vivían en el mismo lugar, pero todas esas veces recordaba que le dificultaba sostenerle la mirada y siempre hacía un gran esfuerzo en no tartamudear o vacilar al hablar. Esperaba que esta ocasión fuera diferente.


— ¿Y cómo fue que el bisabuelo Sozin logró ganar la Batalla de Han Tui? —preguntó Ozai a sus dos hijos.

—El bisabuelo ganó… porque… —habló Zuko, vacilando en responder.

Quería creer que era debido a estar frente a la imponente presencia de su abuelo, el Señor del Fuego Azulon, pero él sabía que era debido a que no recordaba la respuesta a la pregunta que había hecho su padre. Tampoco ayudaba en nada la intensa y fría mirada que le dirigió su abuelo cuando habló.

—Porque aunque su ejército estaba en desventaja, él calculó sus ventajas—respondió por él Azula, con voz segura y firme—. El viento corría hacia el enemigo y había sequía. Las defensas del enemigo fueron quemadas como a pasto seco en un minuto.

A Zuko le inquietó la sonrisa complacida que tuvo su hermana al responder. No sabía si era porque recordó perfectamente sus lecciones de historia o por la estrategia que había usado su bisabuelo Sozin para ganar la batalla. Pero conociendo a Azula, lo más probable es que fuera lo segundo.

—Correcto, querida—elogió Ozai—. Ahora, ¿puedes mostrarle al abuelo los movimientos nuevos que has aprendido?

Azula asintió y se irguió de su posición sentada. Cuando estuvo frente al Señor del Fuego Azulon, quien se elevaba sobre ellos sentado en su trono detrás de un muro de llamas, Azula se puso firme y luego comenzó a realizar los intrincados movimientos del fuego control, arrojando llamaradas de fuego de tamaño considerable. A Zuko le molestaba admitirlo, pero la forma de Azula era perfecta. Observó anonadado como cada uno de sus movimientos reflejaba la perfectamente las ilustraciones en los pergaminos de fuego control.

Con un grito de esfuerzo, Azula saltó en el aire y dio varias vueltas antes de arrojar sus pies hacia adelante, enviando una poderosa llamarada de fuego de sus pies que disipó las llamas del muro de fuego que estaban delante del Señor del Fuego Azulon. Azula terminó cayendo sobre una rodilla frente al abuelo, con una sonrisa orgullosa en su rostro.

Zuko conocía ese movimiento. Era el mismo que Azula había usado en su último duelo contra Percy. Al verlo, supo que Azula lo había dominado.

—Ella es una verdadera prodigio—señaló Ozai, viéndose complacido ante la demostración de Azula—. Justo al igual que su abuelo por quien fue nombrada.

Azula luego volvió a sentarse al lado de Zuko en una posición de seiza y le lanzó una sonrisa altiva.

—Nunca me superarás—le susurró ella.

Su sonrisa, y sobre todo sus palabras, no hizo más que irritarlo enormemente.

No queriendo quedarse atrás de su hermana, Zuko se levantó y se paró frente a su abuelo.

—Quisiera mostrar lo que he estado aprendiendo—dijo él aireadamente.

Cuando se colocó en una posición de fuego control, pudo sentir la penetrante mirada no solo de su abuelo, sino también de su padre a sus espaldas. Se sentía rígido y enormemente inseguro, pero aun así realizó los katas del fuego control, logrando producir llamas, pero no estaban ni cercan de los grandes y fuertes que eran en comparación a su hermana. Apretando los dientes con frustración, Zuko saltó en el aire e intentó imitar el movimiento que había hecho Azula, pero no tuvo el suficiente control de su cuerpo y cayó sobre su espalda con su quejido de dolor.

—Yo… fallé… —musitó él, sintiendo como la vergüenza ardía en su corazón ante tal patética muestra de fuego control.

—No, me encantó observarte—consoló su madre, acercándose rápidamente a él para ayudarlo a ponerse de pie—. Así eres tú, Zuko. Alguien que sigue luchando, aunque no sea fácil. Y eso es lo más admirable de ti.

Zuko sintió las lágrimas acumularse en sus ojos ante las palabras de su madre. A pesar de haber fracaso, a pesar de haber hecho el ridículo frente al hombre más poderoso de su nación y del mundo entero, su madre aún creía en él.

— ¿Es esto lo que has estado aprendiendo? —cuestionó Azulon, con voz profunda y severa—. Muéstrame lo que en verdad has aprendido.

— ¿Abuelo? —preguntó Zuko, confundido.

—Sé que has estado bajo la tutela de Piandao estos últimos meses. Enséñame lo que has aprendido de ese hombre.

—Yo… no tengo mis espadas conmigo, abuelo… Las dejé en mi habitación.

— ¡Guardia! —bramó Azulon, con una voz atronadora que desmentía su edad.

De manera casi inmediata, un guardia perteneciente a la Procesión Real atravesó la cortina de la entrada y se acercó a Azulon. Cayó sobre una rodilla y permaneció en silencio, esperando sus órdenes.

—Trae las espadas de Zuko—ordenó Azulon—. Están en su habitación.

El guardia no respondió. Simplemente se levantó y salió del Salón del Trono.

—Padre—habló Ozai—. ¿Por qué deseas ver las habilidades que mi hijo ha aprendido bajo la tutela de Piandao?

La voz de su padre reflejaba confusión. Zuko compartía esa confusión. ¿Por qué el Señor del Fuego desea ver sus habilidades con la espada?

—Deberías saberlo, Príncipe Ozai—dijo Azulon—. Hace meses, te acercaste a mí con la intención de formar un selecto grupo de espadachines bajo la tutela de Piandao. Ahora, deseo ver con mis propios ojos que tan lejos han llegado estos discípulos. Y por lo que sé, Zuko es uno de los más destacados.

Zuko abrió los ojos con sorpresa, sintiendo su corazón arder con regocijo al ser reconocido por su abuelo.

Fue entonces cuando el guardia volvió, cargando las espadas dao de Zuko que su tío le había regalado. Una vez que Zuko las tuvo en sus manos, se paró frente a su abuelo, quien cruzó sus dedos frente a su rostro y lo miró expectante.

Sintiendo los nervios arremolinarse en su estómago, Zuko tragó con fuerza e hizo acopio de toda la determinación que tenía, impulsada por el elogio y las expectativas de su abuelo.

Dio un profundo respiro antes de comenzar a realizar los mismos movimientos con los que se hacía familiarizado estos últimos meses bajo la atenta mirada de Piandao y perfeccionado por los constantes enfrentamientos con Percy. Sus espadas dao, a pesar de sentirse algo pesadas por su tamaño diseñado para un adulto, se balancearon con gracia y certeza en una danza hipnotizante, pero letal. Decidiendo demostrar lo que realmente había aprendido, Zuko se concentró en agregar llamas a las hojas de las espadas y, inmediatamente, estas se prendieron con las llamas de su fuego control. Con cada balanceo de sus espadas, llamas emergían de la hoja que actuaban como un punto focal para concentrar sus llamas y luego arrojarlas con fuerza.

Toda su concentración estuvo en seguir las instrucciones que había aprendido del maestro Piandao. En balancear correctamente ambas espadas a la vez que se movía utilizando un juego de pies.

Su demostración terminó con balancear con fuerza sus espadas, formando una X que envió dos líneas de fuego hacia el muro de llamas del Señor del Fuego, disipándolas momentáneamente.

Con un movimiento fluido, Zuko envainó sus espadas en la funda de su espada y se inclinó sobre una rodilla ante su abuelo.

—Puedo ver que Piandao te ha enseñado bien—comentó Azulon—. No es de sorprender que seas de sus mejores estudiantes.

Zuko hizo todo lo posible por no sonreír y mantener una expresión solemne.

—Tus palabras me llenan de orgullo, abuelo.

—En el futuro, cuando el entrenamiento de los discípulos de Piandao haya concluido y sean introducidos al ejército, ellos necesitarán alguien que los lidere. Ese serás tú.

Zuko abrió los ojos, conmocionado. Y no fue el único. Su hermana y sus padres se vieron igual de sorprendidos.

— ¿Y-yo? —farfulló Zuko—. Pero abuelo, solo tengo catorce años.

—Irrelevante. Tu tío Iroh comenzó su carrera militar a los quince años. Y ha liderado exitosamente a equipos de élite como los Arqueros Yuyan y los Rinocerontes Rudos en numerosas ocasiones. Cuando este grupo de espadachines de élite culminen su entrenamiento y sea hora de mostrar su valía en el campo de batalla, ¿quién mejor para liderarlos sino un miembro de la Familia Real?

—Yo… siempre pensé que sería Percy quien lideraría a los discípulos de Piandao.

Azulon arqueó levemente una ceja.

— ¿Percy?

—Perseo, el hijo de Piandao—aclaró rápidamente Zuko—. Es un espadachín muy talentoso. Fue capaz de vencer, uno detrás de otro, a más de los 30 candidatos a ser discípulos de Piandao… incluyéndome. Su habilidad con la espada es… incomparable.

—Ah, sí. He oído de él de los soldados—reflexionó Azulon—. Fue capaz de matar a un espíritu. Una hazaña notable para un niño no-maestro—él le dio una mirada penetrante—. Dime, Zuko, ¿ustedes dos son cercanos?

—Nosotros… somos amigos.

— ¿Y crees que este chico está interesado en unirse al ejército y servir a la Nación del Fuego?

—No—respondió Zuko inmediatamente—. Conozco a Percy… eh, Perseo. Es un holgazán, desinteresado e impertinente. No encajará en el ejército de ninguna manera.

—Ya veo. Tal vez solo necesite el incentivo adecuado…

— ¿Abuelo?

Azulon hizo un gesto de despido con su mano.

—Váyanse. Esta audiencia ha terminado. Tengo otros asuntos más importantes que atender.

Zuko quiso preguntar más. Especialmente si se trataba sobre su amigo, pero obedeció la orden de su abuelo. Inclinó la cabeza antes de levantarse y salir del Salón del Trono, acompañado de Azula y Ursa.

Pero Ozai se mantuvo de rodillas frente a Azulon.

—Padre, solicito tener una charla en privado contigo—habló él.

Azulon entrecerró los ojos en su dirección.

—Que sea rápido.

Zuko decidió abandonar el Salón del Trono en ese momento. Pero cuando estuvo a punto de salir, Azula lo agarró de la muñeca con fuerza y lo arrastró detrás de las cortinas que adornaban las paredes.

—Oye—protestó él—. ¿Qué estás…?

—Shh—le cayó Azula, mirando entre las rendijas de las cortinas—. Cállate y escucha.

En contra de su mejor juicio, Zuko hizo caso a su hermana y ambos miraron entre las rendijas de las cortinas para ver a su padre manteniéndose en su posición de seiza.

—Padre—habló Ozai de manera solemne—. Te habrás dado cuenta, como yo, de que con la trágica muerte de Lu Ten, la descendencia de Iroh se acabó. Después de la muerte de su hijo, mi hermano abandonó el asedio a Ba Sing Se y abandonó al ejército, decidiendo vagar por el Reino Tierra. ¿Quién sabe cuándo regresará a casa?

Zuko abrió los ojos con sorpresa. ¿Su tío se había ido? ¿Por qué? ¿Por qué no vuelve a casa? ¿Por qué decidió vagar por el Reino Tierra en lugar de venir aquí con su familia a llorar la pérdida de su hijo?

No pudo pensar en eso cuando vio a su padre levantarse de su posición sentada y acercarse a su abuelo.

— ¡Pero yo sigo aquí, padre! ¡Y mis hijos están vivos!

—Déjate de tu diatriba contra Iroh y dime de una vez lo que quieres—dijo Azulon con impaciencia.

—Padre, revoca el derecho de nacimiento de Iroh—solicitó Ozai, inclinándose sobre una rodilla frente a Azulon—. Yo soy tu humilde servidor, para servirte a ti y a nuestra nación. Elígeme.

— ¿Cómo te atreves a sugerir que traicione a Iroh? ¡Mi primogénito! ¡Cuándo acaba de sufrir la pérdida de su único y amado hijo! —estalló Azulon, su indignación solo superada por su furia—. Iroh ha ofrecido todo de él a nuestra nación. Ha ganado batallas y conquistado ciudades en el Reino Tierra, enalteciendo el nombre de la Familia Real y la Nación del Fuego. Ganándose legítimamente el reconocimiento del mundo como "El Dragón del Oeste". Pero tú… tú que has vivido toda tu vida dentro de los lujosos muros de este palacio, ¿qué sabrías sobre el sacrificio y la pérdida?

—Padre… —intentó protestar Ozai.

— ¡Silencio! Creo que Iroh ha sufrido lo suficiente, pero tú… ¡Aún no empiezas a sufrir tu castigo!

Sintiéndose incapaz de seguir observando, Zuko rápidamente se apartó de las cortinas y salió de la Sala del Trono con pavor. Casi podía sentir el calor de las llamas que respondían a la implacable ira de su abuelo.

Azula, en cambio, se quedó observando con detenimiento.


Aquella noche, cuando Zuko fue a su habitación con la intención de dormir, encontró a Percy durmiendo plácidamente en el suelo sobre un futón. A pesar de que había habitaciones de sobra para que pasara la noche, él prefirió dormir en la habitación de Zuko.

A pesar de sus dudas iniciales, Zuko lo permitió y se alegró de hacerlo. Cuando Percy se quedaba a dormir, charlaban durante horas hasta quedarse dormidos. Percy le contaba las mismas historias que su papá le había contado sobre espíritus antes de dormir.

—Percy, despierta—dijo Zuko, empujándolo con la pierna.

— ¿Uh? —musitó él adormilado, se irguió hasta quedar sentado y se frotó un ojo—. ¿Qué ocurre? Quiero seguir durmiendo. A menos que ya sea la hora del desayuno.

Zuko puso los ojos en blanco. Percy casi siempre pensaba en dormir o en comer.

—Acaba de anochecer.

—Entonces buenas noches.

Percy volvió a acostarse y se tapó con la sábana con la intención de volver a dormir.

— ¡No, no te duermas! —fijo Zuko, sacudiéndolo de los hombros para evitar que volviera a dormirse—. Necesito decirte algo. Mi abuelo quiere que te unas al ejército.

Eso pareció captar el interés de Percy.

— ¿Qué? ¿El Señor del Fuego quiere que me una al ejército?

—Más bien interesado en que te unas, considerando tus habilidades como espadachín. Tal vez… Tal vez quiera que formes parte del grupo de espadachines de élite que el maestro Piandao está entrenando. Y… que yo los lidere.

— ¿Tú? ¿Liderarlos? —Percy alzó una ceja—. No te ofendas, Hotman, pero dudo que puedas hacerlo.

— ¿Qué? ¡¿Por qué no?! —estalló Zuko, indignado.

Percy simplemente se encogió de hombros.

—Ellos te respetan solamente por tu posición. Por lo tanto, no te respetan realmente.

— ¿Y qué sabrías tú acerca del respeto? —cuestionó una tercera voz.

Zuko y Percy voltearon para ver a Azula recostada contra el marco de la puerta.

—Lo suficiente como para saber que el respeto es algo que se gana—respondió Percy—. Y no algo que se exige, como todos ustedes de la Familia Real les encanta exigir solo por ser de la realeza.

Azula entrecerró los ojos en su dirección.

—Un plebeyo que tú, que ha vivido toda su vida en un pueblucho en la parte más alejada de las Islas de Fuego, no sabe nada acerca de cómo se rige la Nación del Fuego. Cuando un miembro de la Familia Real exige algo, y sobre todo el Señor del Fuego, tú no lo cuestionas. Lo cumples. Y esa es la razón por la cual Zuko morirá.

— ¡¿Qué?! —exclamó Percy, abriendo los ojos con incredulidad.

Zuko, en cambio, simplemente se burló del burdo intento de su hermana de molestarlo.

—No le creas. Solo está tratando de molestarme como siempre—dijo él antes de lanzarle una mirada molesta a su hermana—. Azula siempre miente.

Azula se encogió de hombros con una sonrisa burlona.

—Bien. No me creas. Pero cuando tú huiste asustado como un pato tortuga del Salón del Trono, yo me quedé a escuchar todo. El abuelo dijo que el castigo de papá debe ser igual al crimen—ella entró en la habitación y se sentó en el borde de la cama mientras imitaba la grave voz de Azulon—. "Conocerás la pena de perder a un primogénito, sacrificando a tu propio hijo"

—Mentira—rechazó Zuko inmediatamente, frunciendo el ceño.

A pesar de rechazar las palabras de Azula, sintió una creciente inquietud en su corazón.

—Espera, él no puede ordenar eso, ¿o sí? —cuestionó Percy, alarmado—. Quiero decir, ¡es su propio nieto!

Azula volvió a encogerse de hombros. En ningún momento su sonrisa abandonó su rostro.

—Como dije. Cuando el Señor del Fuego exige algo, tú lo cumples sin cuestionar. Su palabra es la ley absoluta. Ir en contra de ella es considerada la más alta traición.

Percy frunció el ceño de manera conflictiva.

—Solo digo esto por tu propio bien, hermano—dijo Azula, mirando a Zuko—. ¡Oh, ya sé! Si decides huir, tal vez una linda familia del Reino Tierra te adopte.

— ¡Ya basta! —espetó Zuko, mirando a su hermana con molestia—. ¡Es mentira! Papá nunca me haría algo así.

— ¿Papá nunca te haría que cosa? —cuestionó alguien más.

Los tres voltearon a ver a Ursa parada en la puerta de Zuko. Tenía una expresión seria en su rostro, lo cual era extraño para Zuko. Su madre siempre había tenido una expresión amable.

— ¿Qué está pasando aquí? —preguntó Ursa, entrando en la habitación.

—No lo sé—se excusó Azula rápidamente.

A juzgar por la manera en la que Ursa entrecerró los ojos, no pareció aceptar la explicación de su hija.

—Tenemos que hablar—ordenó ella, agarrando a Azula por el brazo y arrastrándola fuera de la habitación.

—Zuko… —habló Percy, mirándolo con inseguridad—. ¿Crees que lo que dijo Azula…?

—No es verdad—sentenció Zuko con firmeza—. Azula siempre miente.

Sí… Azula siempre miente. Zuko estaba convencido de ello.


Esa noche, mientras estaba acostado con la intención de dormir, la mente de Zuko estaba en el limbo entre la vigilia y el sueño. Podía sentir la fresca brisa nocturna que se filtraba por su ventana abierta, pero también podía ver diferentes imágenes destellar detrás de sus párpados cerrados, los indicios de un sueño que no llegaban.

Fue entonces cuando algo más sobre estimuló su sentido del tacto. Una sensación cálida y suave tocar su mejilla. Al abrir levemente los ojos y ver a través de la oscura habitación levemente iluminada por la luz de la luna, Zuko pudo ver a una figura inclinada sobre su cama e inmediatamente reconoció a su madre.

— ¿Mamá…? ¿Qué sucede? —habló él, sonando adormilado mientras miraba a los alrededores, y se percató de que su madre estaba parada sobre el futón vacío de Percy—. ¿Qué pasa? ¿Dónde está Percy?

—Zuko, debo hablarte. Por favor, amado hijo mío, escúchame atentamente—dijo ella en un tono urgente que su mente adormilada apenas captó—. Todo lo que he hecho ha sido para protegerte.

Ella lo abrazó con fuerza. Zuko siempre había sido abrazado por su madre. Y todas esas ocasiones fueron abrazos amorosos y cariños. Pero este… este se sintió diferente. El abrazo de su madre reflejaba amor, sí, pero también desesperación. Como si se aferrara a él con miedo de nunca volver a hacerlo.

Ella lo apartó del abrazo para mirarlo directamente a los ojos.

—Recuerda esto, Zuko. No importa cuánto cambien las cosas, nunca olvides quién eres.

Zuko solo pudo asentir, sintiendo como el sueño se apoderaba finalmente de él.

Lo último que vio antes de caer dormido fue la sonrisa de su madre antes de que ella se colocara una capucha y abandonara su habitación.


Al día siguiente, cuando Zuko despertó con los primeros rayos del sol que entraban por su ventana, se percató de que el futón de Percy estaba cuidadosamente doblado en una esquina. Miró por la habitación buscando a su amigo, pero no lo encontró. Aunque algo más lo inquietó cuando finalmente despertó.

— ¿Mamá? —llamó él, con creciente preocupación—. ¡Mamá!

Zuko se levantó rápidamente de su cama y salió corriendo de su habitación, buscando a su madre.

¿Lo de anoche fue un sueño o fue real? Se sentía real, lo que solo aumentó aún más la preocupación de Zuko porque las palabras que le había dicho su madre… sonaban a palabras de despedida.

Él corrió por todo el palacio, buscando a su madre y llamándola, pero no la encontró.

Cuando llegó a una de las numerosas salas de espera que había en el palacio, Zuko vio a Azula sentada en uno de los sofás, inmersa en sus pensamientos mientras miraba la daga que su tío Iroh le había regalado.

— ¿Azula? —habló él, inseguro—. ¿Dónde está mamá?

—Nadie lo sabe—respondió ella sin apartar la mirada de la daga—. Ella… no ha sido vista después de que fue a mi habitación y…

Ella negó con la cabeza, como si quisiera apartar algo de su mente.

— ¿Azula?

—No importa. De cualquier manera, nadie ha visto a mamá desde anoche cuando… el abuelo falleció.

Zuko abrió los ojos con conmoción.

— ¿Qué…? No… No puede ser. ¡Estás mintiendo! ¡Sobre todo! ¡Como siempre lo haces!

Azula volteó a mirarlo con un fuerte ceño fruncido en su rostro, lo que inquietó a Zuko. Era la primera vez que su hermana lo miraba de esa forma.

—Cree lo que quieras. Es tu culpa si eres demasiado terco para aceptar la verdad.

Azula luego se levantó y abandonó el salón, dejando a Zuko desconcertado por su arrebato.

Pero no se quedó en pensar en ello. Estaba convencido de que Azula estaba mintiendo, como siempre, y se dispuso a buscar por todo el palacio a su madre. Decidió ir al lugar favorito de su madre, el lugar donde siempre la encontraba. Pero cuando llegó al jardín, no la vio a ella, sino a su padre. Él estaba parado mirando fijamente el estanque de los patos tortuga, aunque ninguno de los pequeños animales se acercó a él buscando comida como siempre hacían cuando alguien se acercaba al estanque.

— ¿Padre? —preguntó él con urgencia—. ¿Dónde está mamá? ¿Y es cierto lo del abuelo?

Pero su padre mantuvo la vista fija en el estanque, sin voltearlo a mirarlo. Ni siquiera respondió a su pregunta. Ozai simplemente permaneció en silencio, dándole la espalda.

Ante el silencio de su padre, Zuko temió la peor. Y lo peor que podía pensar en este momento era que, a pesar de sus negativas de creerlo en un principio, Azula había dicho la verdad.


Ese mismo día, al atardecer, todos los ciudadanos de Hari Bulkan se habían reunido en la Plaza Real para una ceremonia que se realizó en honor al ahora fallecido Señor del Fuego Azulon. Todos vestían túnicas rojas, sosteniendo estandartes con telas del mismo color, mientras estaban parados a los pies de las escaleras donde, en lo alto de ella, se encontraba un ornamentado ataúd de oro que contenía el cuerpo de Azulon.

A un lado del ataúd, Zuko se encontraba parado vistiendo las ropas ceremoniales de duelo de su nación, las cuales eran de un blanco puro con bordes dorados en las hombreras y el obi.

Él estaba inmiscuido en sus pensamientos, sintiéndose abrumado por todo. Pero aún pudo escuchar el discurso pronunciado por uno de los Sabios del Fuego, los sacerdotes espirituales de la Nación del Fuego.

—Azulon, Señor del Fuego de nuestra nación por 23 años. Fuiste nuestro líder temerario en la Batalla de Garsai. Un conquistador sin igual de las provincias de Hu Xin. Fuiste padre de Iroh. Padre de Ozai. Esposo de Ilah, que en paz descanse. Abuelo de Lu Ten, que en paz descanse. Abuelo de Zuko y Azula.

El sabio terminó su discurso y fue hacia el ornamentado ataúd de Azulon y retiró el tocado del Señor del Fuego, el cual tenía forma de la insignia de la Nación del Fuego, pero tenía cinco puntas y estaba hecha completamente de oro.

—Ahora, debes descansar—continuó el Sabio del Fuego, mientras otros dos sabios prendían fuego al ataúd de Azulon como dicta la tradición—. Como fue tu deseo antes de morir, serás sucedido por tu segundo hijo.

El sabio alzó en alto el tocado antes de colocarlo en el moño de la cabeza de Ozai. Y con esa acción, un nuevo Señor del Fuego había se había alzado.

— ¡Viva el Señor del Fuego Ozai!

Todos los presentes se inclinaron ante Ozai. Se inclinaron ante su nuevo gobernante.

Mientras Zuko estaba inclinado sobre ambas rodillas y las manos en el suelo, alzó la cabeza para ver a su padre erguido de manera orgullosa frente a la gran multitud que se inclinaban ante él.

A su lado, Azula también estaba inclinada, pero ella no veía a su padre. Su vista estaba clavada en el piso, un profundo ceño fruncido adornaba su rostro mientras parecía inmiscuida en sus pensamientos.

Zuko no podía culparla. Después de todo, en menos de 24 horas su abuelo había muerto, su madre había desaparecido y ellos se habían convertido en príncipes de su nación.

Ahora, como primogénito de Ozai, él se había convertido en el príncipe heredero de la Nación del Fuego.

...

..

.


¡Y eso es todo por ahora, mis queridos lectores!

¿Qué les pareció?

Hubo unos pequeños cambios en comparación al canon.

En primer lugar, Zuko recibió un par de espadas dao de Iroh en lugar de una daga, siendo este el regalo de Azula. Un detalle que tendrá importancia más adelante.

Segundo, la relación más cercana de hermanos que desarrollaron Zuko y Azula, incluso llegando a entrenar juntos. A diferencia del canon donde solo consistía en Azula hostigando a Zuko. A su vez, también una relación un poco más cercana de Azula con su madre, incluso llegando a jugar Pai Sho juntas.

Tercero, Azulon se vio interesado en el entrenamiento de Zuko bajo la tutela de Piandao. Como expresé en el pasado, Azulon reconoce la habilidad de Piandao porque lo vio de primera mano mientras combatía en la guerra. Y lo reconoce como el mejor espadachín de su nación, razón por la cual aceptó la formación de un grupo de élite bajo su tutela. Obviamente, tendrá curiosidad en ver que tan buenos se estaban volviendo sus discípulo. Y Zuko es uno de los mejores, como lo demostró. Así mismo, también se vio interesado en Percy. ¿Y cómo no? Como él lo ve, Percy es el hijo del mejor espadachín de la Nación del Fuego. Demostró tener una habilidad sin igual para alguien de su edad y fue capaz de matar a su espíritu siendo un "no-maestro". Es normal que sienta intriga por alguien así.

Cuarto, la reacción de Azula a la desaparición de Ursa y también el hecho de que Percy no estaba presente. Nuevamente, detalles que tendrán más importancia en el futuro.

En fin, espero les haya gustado.

Y para aquellos interesados, pueden escribirme o dejarme un comentario sobre un OC que quieran introducir en la historia. Dicho OC formará parte del escuadrón de élite de espadachines de Piandao, quienes tendrán su propio papel importante más adelante en la historia. Hasta ahora, hay cuatro de ellos; Qiang, Ming, Xiuying y Mifune. Son doce espadachines, por lo que aún hay espacio para 8 más. Si tienes una idea sobre un personaje, ya sea apariencia, parentesco con alguien canon de Avatar, o incluso una pequeña historia, no dudes en expresarla. Y si me agrada, lo agregaré como parte del escuadrón. Ellos serán como las "Guerreras Kyoshi" de la Nación del Fuego. Aún no he decidido un nombre para este escuadrón, por lo que también pueden dar ideas. Los estaré leyendo.

Y sin nada más que decir... ¡Hasta la próxima, guapos y guapas!