N/A: Hola, he vuelto... como diría tu ex jajaja.
JkAlex está de vuelta, perras.
Espero les guste este capítulo donde veremos la aparición de uno de los mejores personajes de la serie. Obviamente, estoy hablando del Dragón del Oeste, el sabio Tío Iroh (Por favor, pónganse de pie para recibir a este gran hombre).
Así mismo, también prepárense para ver un poco de desarrollo de personaje por parte de Zuko y Azula. Es aquí donde la presencia e influencia de Percy comienza a generar un impacto en ambos príncipes. Así que espero les guste el capítulo, el cual es el más largo que he escrito hasta la fecha de esta historia.
Es bastante largo, justo como a ustedes les gusta...
Y sin más preámbulos... Let's fucking go!
Capítulo 13
El Dragón del Oeste
Percy
La luz de la luna en lo alto del oscuro cielo iluminaba el sinuoso sendero en medio del bosque. Las hojas de los árboles bailaban al compás dictado por el fresco viento nocturno. Y en el solitario camino de tierra, Percy pudo ver a una solitaria figura transitar por ella. Una niña. Ella era bajita y vestía una túnica verde de manga corta y pantalones a juego debajo de un chaleco beige sujeta por un cinturón ancho. Su cabello negro estaba recogido en un moño alto, sujetado por una banda en la cabeza con pompones. Largos mechones de cabello caían sobre sus ojos, ocultando parcialmente su rostro, aunque eso no parecía molestarla. En sus hombros colgaba una bolsa sujetada por una soga. Su andar era lento, pero seguro. Sus pasos casi no hacían ruido al pisar debido a que no vestía ningún tipo de calzado. Iba descalza, a excepción de un par de tobilleras.
Cuando llegó al final del camino, la niña se alzó en lo alto de una pendiente y observó como una gran multitud de personas ingresaban en un túnel iluminado a los pies de una montaña rocosa.
La niña soltó una risita entre dientes que denotaba travesura y entusiasmo.
—Es hora del espectáculo—dijo ella antes de saltar y bajar por la pendiente.
Cuando sus pies tocaron el suelo, la misma tierra pareció hundirse como si fuera arcilla para luego formar una ola que la niña la usó para descender rápidamente por la colina. En ningún momento la sonrisa abandonó su rostro.
Cuando despertó, lo primero que Percy vio fue el oscuro patio de entrenamiento ser iluminado no solo por la luz de la luna, sino también por la gama de colores del fuego control de Azula.
Al mirarla, Percy pudo ver los movimientos precisos y elegantes de Azula. Podía ver por qué todos decían que ella era una prodigio, pero también veía algo que los demás no. Y ese era el arduo esfuerzo, trabajo duro y disciplina que ella dedicaba a su entrenamiento de fuego control con la intención de dominar sus nuevas llamas azules.
Percy quedó fascinado no solo por las llamas amarillas y anaranjadas comunes, sino también leves destellos de llamas azules.
Al realizar un último movimiento de patada, las llamas azules brotaron por un instante del pie de Azula, pero luego se tornaron anaranjadas y amarillas. Ella jadeaba intensamente y el sudor recorría por su frente, pero frunció el ceño con molestia y se colocó nuevamente en una postura de fuego control.
—Es suficiente—declaró Piandao, quien había estado observando su entrenamiento.
—Aún… no hago una combustión completa—protestó Azula, jadeando.
—Pero has mejorado en comparación a hace una semana, y eso ya es un logro. El fuego control es una disciplina que requiere una gran destreza física. Y como tus llamas azules son aún más intensas que las llamas convencionales de un maestro fuego, exige una mayor fortaleza física en ti.
—Y esa es la razón por la que me has estado entrenando para fortalecer mi cuerpo.
Piandao asintió.
—Tu resistencia ha aumentado—señaló él—. La semana pasada llegaste a tu límite al atardecer. Hoy lograste llegar hasta el anochecer. Estás mejorando. Superándote a ti misma.
Azula no respondió, simplemente asintió ligeramente y soltó su postura de fuego control.
—Volveré mañana—dijo ella.
—Bien—asintió Piandao, antes de voltear a mirar a su hijo—. Percy, escolta a la princesa Azula hasta el palacio.
— ¿Tengo que hacerlo? —se quejó él, aún recostado a los pies del árbol donde se había quedado dormido.
—A menos que quieras ayudarme a preparar los muñecos y las espadas para el entrenamiento de mañana.
— ¿Sabes qué? —Percy se levantó del lugar donde había estado tomando una siesta—. Acompañar a Azula no suena tan mal.
—Bien. Ya que irás al palacio, también pregunta al príncipe Zuko si aún desea continuar con su entrenamiento, ya que se ha ausentado durante un par de semanas.
Una expresión agria adornó el rostro de Percy, recordando el último encuentro que tuvo con Zuko.
—No creo que él quiera verme ahora.
— ¿Tú y Zuko aún siguen peleados? —inquirió Azula, sonando exasperada—. Ya supérenlo.
— ¿Igual que tú, Ty Lee y Mai?
Azula lo miró con molesta, frunciendo el ceño.
—Bueno, en ese caso, ¿podría peguntárselo usted, princesa? —inquirió Piandao.
—Está bien—cedió Azula.
—Se lo agradezco—Piandao realizó una reverencia y se inclinó—. Con su permiso, Su Alteza, me retiro.
Azula agitó su mano en señal de despedida.
—Puedes irte.
Cuando Piandao pasó al lado de Percy antes de entrar a la mansión, volteó a mirar a su hijo.
—Cuida de ella, hijo.
—Creo que más bien soy yo quien necesita ser cuidado de ella.
Piandao sonrió levemente con diversión y se retiró del patio, dejando a Azula y Percy solos.
—Andando, chica fuego—dijo él, ahogando un bostezo.
—No necesito de tu escolta—dijo ella, cruzándose de brazos—. Soy perfectamente capaz de cuidarme a mí misma.
—Opino lo mismo, pero mi papá insiste en que te acompañe. Es alguien muy cauteloso.
—Su cautela es innecesaria.
—Tómalo como una señal de que se preocupa por ti.
— ¿Preocuparse por mí? —Azula resopló con escepticismo y burla—. Más bien se preocupa de la princesa de la Nación del Fuego.
—Mi papá no es así—replicó Percy con vehemencia—. Él se preocupa por todos y cada uno de sus estudiantes. Y hasta donde sé, tú te has vuelto uno de ellos.
Azula lo miró fijamente con recelo, como si quisiera ver algún indicio de mentira en sus palabras. Para Percy, era inquietante como una chica de su edad podría tener una mirada tan penetrante e intensa.
Durante el camino hacia el palacio, Percy vio como las personas se hacían a un lado para dejar pasarlos pasar. O más bien, para dejar pasar a Azula. Había incluso quienes agachaban la cabeza cuando ella pasaba a su lado.
Era extraño para Percy ver a las personas actuar con tanta reverencia hacia alguien. Durante toda su vida había vivido en un pueblo aislado en la región más externa de las Isla de Fuego. El concepto de nobleza y realeza le parecían algo tan lejano como la propia guerra. Pero ahora, ver de primera mano aquello era algo desconcertante para él. Y aún más el hecho de que, de una forma inesperada e inusual, se había relacionado con los príncipes. Aunque en estos momentos estaba peleado con el príncipe e irremediablemente ligado a la princesa como su compañero de entrenamiento.
Pero había algo más que también desconcertaba a Percy, y era la extraña mirada que tenían algunas personas al verlo. Algunos reflejaban curiosidad, recelo e incluso había quienes lo miraban con desagrado.
—Ignóralos—dijo Azula.
— ¿Eh?
—Las miradas. Te miran de esa manera porque están celosos.
—¿Por qué lo estarían?
Azua lo miró con leve indignación.
—Estás caminando junto a la princesa de la Nación del Fuego. Con alguien de la realeza. Sé agradecido.
—La humildad no es lo tuyo, ¿verdad?
Azula resopló.
—La humildad es para los plebeyos y campesinos.
Percy puso los ojos en blanco. Llegó a la conclusión de que jamás entendería el pensamiento de los nobles y mucho menos de alguien de la realeza.
—Entonces, ¿un plebeyo como yo debería de estar agradecido por el simple hecho de poder caminar a tu lado? —preguntó él.
Una sonrisa viciosa estiró de los labios de Azula.
—Deberías. Muchos harían lo que sea por tener el honor que tú tienes en este momento. Ciertamente, muchos lo han intentado, pero nadie lo ha conseguido.
Percy volteó a mirarla con curiosidad.
—Hablas como si uno tuviese que ganarse la oportunidad de estar a tu lado.
—Es exactamente así—reveló Azula—. Para poder estar en presencia de alguien de la Familia Real, de estar a su lado, debes de ser digno de ello. Ganártelo. Ya sea por tu posición social o por tus logros personales que beneficiaron a nuestro país.
Percy no pudo evitar reflexionar sobre el hecho de que la única razón por la que se había acercado a Zuko y Azula fue por su padre. Claro, su familia no pertenecía a la nobleza, pero las habilidades y hazañas de su padre eran reconocidas por toda la Nación del Fuego. Tal vez incluso por las demás naciones.
Y fueron esas mismas habilidades las que provocaron que el anterior Señor del Fuego Azulon se interesara en su padre con la intención de formar un escuadrón de élite de espadachines.
El hecho de que pudiera relacionarse con Zuko y Azula… ¿Fue debido a su padre?
—Tú te lo has ganado—declaró Azula, sorprendiendo a Percy.
— ¿Qué?
Ella le dio una leve mirada de reojo.
—Tu habilidad con la espada es inigualable para alguien de tu edad. Negarlo sería absurdo, al igual que tus logros.
— ¿Logros? ¿Qué logros? No he hecho nada por el beneficio del país.
—No sé si hablas con humildad o con estupidez. A veces es difícil diferenciarlos en ti—dijo ella—. A pesar de ser una contribución menor, ayudaste al país al matar a aquel espíritu que secuestró y asesinó a los ciudadanos de la capital. Así mismo, también demostraste tu valía al vencer a un soldado maestro fuego, graduado como el mejor de su clase y a más de treinta aspirantes a espadachines—Azula le dio una leve mirada apreciativa—. A pesar de ser un plebeyo, te has ganado el derecho de estar en mi presencia por el gran potencial que posees.
Percy arqueó una ceja.
—Entonces… básicamente estás diciendo que somos amigos porque soy bueno con la espada.
Azula se detuvo justo cuando llegaron a las puertas del palacio, el par de guardias se hicieron a un lado y se tensaron en presencia de Azula. Ella los ignoró y volteó a mirar a Percy con una mirada dura en sus ojos.
—No te hagas ilusiones, ni malinterpretes mis palabras, Perseo. Incluso si eres mi compañero de entrenamiento, un talentoso espadachín, y te hayas ganado el derecho a estar a mi lado, nosotros no somos amigos. No eres mi igual, nunca lo serás.
Percy se sintió irritado ante el tono condescendiente de Azula.
— ¿Es por eso por lo que Mai y Ty Lee ya no están contigo? —cuestionó él—. ¿Debido a que no son dignas? ¿O debido a que no se lo han ganado?
La dura mirada de Azula se volvió una penetrante. Sus fosas nasales se dilataron y las comisuras de su boca se arquearon hacia abajo. Claramente, las preguntas habían golpeado un nervio.
—Eso no es de tu incumbencia—espetó. Ella se acercó y lo tocó en el pecho con la punta de su dedo, a escasos centímetros de su punto vulnerable, haciendo que Percy se estremeciera internamente—. Yo soy una princesa, alguien de la realeza. Y tú eres solo un plebeyo. Conoce tu lugar.
Con esas últimas palabras, Azula le dio la espalda y entró al palacio, dejando a Percy parado con los dos guardias, quienes parecían mirarlo con simpatía detrás de sus máscaras faciales en forma de cráneo.
Cuando Percy volvió a la mansión, se dispuso a ir a su habitación y volver a dormir, pero cuando pasó por la pasarela exterior de la mansión, vio a su padre sentado en un cojín observando la hermosa vista al jardín trasero. Fat realmente se había lucido con el jardín. La disposición de los arbustos, las flores y las rocas a un lado del estanque por donde formaba una pequeña cascada reflejaban un paisaje armonioso y sereno. Su belleza y simplicidad hacía que uno sintiera la necesidad de sentarse y contemplarlo como Piandao lo estaba haciendo. A su lado, sobre una pequeña mesa de madera, había una jarra de cerámica. Y en sus manos sostenía una pequeña taza aplanada del cual bebía pequeños sorbos.
— ¿Papá? —llamó Percy, intrigado ante la vista de su padre bebiendo sake.
Piandao volteó a mirarlo y sonrió levemente, sus mejillas ligeramente sonrojadas por el alcohol.
—Hijo, ¿te gustaría acompañarme? —ofreció él—. Sé que aún eres menor de edad para beber, pero la compañía siempre es buena.
Percy aceptó la oferta y se sentó en el cojín extra que estaba al otro lado de la mesa. Agarró la jarra de sake y se la ofreció a su padre, quien aceptó con una sonrisa a que le llenara la pequeña taza.
—Gracias—dijo él—. Confío en que dejaste a la princesa Azula sana y salva en el palacio.
—Sí, llegó a salvo. Si te preocupa que alguien la lastime en su camino al palacio, no creo que suceda. La gente la adora y venera el lugar donde pisa.
Piandao se rio entre dientes. A pesar de haber vivido toda su vida junto a él, era inusual para Percy escuchar la risa de su padre, ya que la mayor parte del tiempo era un hombre serio y compuesto, donde pocas fueron las ocasiones donde sus emociones se expresaban tan abiertamente. ¿El efecto del alcohol, tal vez?
—Sí, los habitantes en la ciudad capital idolatran a la Familia Real—dijo él—. Hay incluso quienes piensan que su linaje fue bendecido por el mismo Agni. No. No es por ellos por quienes me preocupo de que puedan lastimar a la princesa.
Percy lo miró, confundido.
— ¿Entonces quién? —preguntó.
Piandao bebió un sorbo de su taza y guardó silencio por unos segundos antes de responder:
—Ahora que el Señor del Fuego Ozai ha ascendido al trono, sus esfuerzos en favor de la guerra han aumentado considerablemente. No sería extraño que el Reino Tierra enviara espías a la capital como ya lo ha hecho en el pasado con la intención de terminar con la vida del Señor del Fuego, pensando que de esa manera acabaría la guerra.
—Pero… si el Señor del Fuego muere, entonces Zuko tomaría su lugar. Él es ahora el legítimo heredero del trono.
Piandao volteó a mirarlo con una expresión sombría en su rostro.
—Es por eso por lo que no solo irían por el Señor del Fuego, sino también por su descendencia.
Percy sintió un frío recorrer su espalda. Claro, su relación con Zuko y Azula había sido algo incómoda últimamente, pero no les deseaban la muerte. De hecho, quería arreglar las cosas con Zuko y una parte de él quería que su relación con Azula mejorara. Pero si existía la posibilidad de que espías se infiltrarán en la ciudad con la intención de matarlos…
—Tal vez solo esté siendo paranoico, una mala costumbre que adquirí en mi época de soldado—Piandao negó con la cabeza—. Pero es mejor ser precavidos. La princesa Azula estará a salvo contigo.
— ¿Conmigo? —cuestionó Percy con escepticismo, poniendo los ojos en blanco—. Papá, solo tengo doce años. Y solo he comenzado mi entrenamiento de espadachín hace poco más de un año.
—Y has llegado más lejos de lo que yo lo he hecho en años cuando comencé mi entrenamiento a tu edad. E incluso lograste hacerle frente a un espíritu.
Percy apartó la mirada.
—Solo lo hice debido a que usé mis… otras habilidades. No debería haberlo hecho. Eso fue un error.
—Salvaste las vidas al hacerlo. Y eso nunca es un error—replicó Piandao—. Aún más cuando es la vida de aquellos a quienes aprecias. Tus amigos.
Percy resopló con burla, recordando el último encuentro que había tenido con Zuko y Azula, respectivamente.
—Azula y yo no somos amigos. Ella lo dejó perfectamente claro el día de hoy. Y Zuko y yo… no estamos en los mejores términos.
—Sí… incluso las mejores amistades son puestas a prueba en algún momento. Pero si saben con sobrellevar esa adversidad, su vínculo se volverá más fuerte que antes.
Percy se preguntó si podría arreglar las cosas con Zuko. ¿Cómo podría hacerlo? ¿Qué debería decirle?
¿Oye, perdón por golpearte en la cara porque actuabas como un idiota debido a que tu madre se ha ido?
Sí, claro, como si eso fuera a funcionar. Pero si cambiaba la palabra "idiota" …
Él negó con la cabeza y miró a su padre con curiosidad.
— ¿Alguna vez que has peleado con un amigo? —preguntó.
Piandao dio un sordo a su taza de sake y miró el jardín con una sonrisa nostálgica en su rostro.
—En más de una ocasión—dijo él—. No fue fácil ser amigo del Príncipe Heredero. Especialmente cuando nuestras maneras de ver al mundo diferían tanto. Un talentoso y joven espadachín de la clase baja siendo amigo del Príncipe Heredero de su país, ¿te suena de algo?
—Tú y el tío de Azula y Zuko, Iroh… —reconoció Percy, reconociendo el paralelismo que tenía con su padre.
Piandao asintió.
—El destino es algo irónico. Cuando fui al frente de la guerra, lo hice buscando gloria y reconocimiento. La esperanza de un mejor futuro. Los encontré, pero también encontré algo mucho más valioso.
— ¿Qué fue? —preguntó Percy, intrigado. Eran pocas las ocasiones en las que su padre hablaba de su tiempo en la guerra.
—La camaradería que solo nace en el campo de batalla cuando derramas tu sangre junto a la persona que está a tu lado. Se forma un vínculo mucho más fuerte que trasciende más allá de las posiciones sociales, las tierras de donde provenimos y la sangre que corre por nuestras venas.
—Entonces, ¿así es como se hicieron amigos tú y Iroh?
—Sí, combatimos juntos lado a lado durante años. Fue mi camarada, mi amigo, incluso llegué a considerarlo mi hermano. Y cuando tomé la decisión de abandonar el ejército… él lo tomó como si lo estuviera abandonando a él. Traicionándolo. No nos separamos en los mejores términos.
Mientras su padre hablaba, Percy casi podía sentir la aflicción brotar de él. Había dejado de beber y tenía la cabeza gacha en una expresión de profundo pesar.
Sabía que su papá había abandonado el ejército hace años, pero no sabía que aquella decisión pesaba en él hasta el día de hoy.
—Papá… ¿Por qué abandonaste el ejército? —preguntó con delicadeza—. Dijiste que fuiste a la guerra buscando gloria y reconocimiento. Incluso encontraste amigos. Entonces, ¿por qué te fuiste?
Piandao se recompuso y volvió a llenar su taza con sake. Observó fijamente su reflejo en el líquido antes de responder.
—Encontré aquello que buscaba, incluso más, sí… pero también vi el peor lado de la guerra. El peor lado del ser humano—él alzó la cabeza y observó la luna que brillaba intensamente en el cielo—. Luego de años de combatir incesantemente, descubrí que no hay esperanza en el campo de batalla. No tiene más que una indescriptible desesperación. Solo un crimen que llamamos victoria, pagado con el dolor de los derrotados—Piandao bebió toda su taza de sake de un trago y la colocó sobre la mesa—. Mientras más aprendes de la guerra, más buscas la paz. Y eso fue lo que me dispuse a buscar al abandonar el ejército. Me dispuse a buscar la paz. Pero no la paz que detiene todas las guerras y conflictos, sino la paz dentro de uno mismo. La paz interior.
— ¿La encontraste?
—No fue una búsqueda fácil. En más de una ocasión tropecé y perdí el camino, pero al final lo logré—Piandao volteó a mirar a Percy y sonrió de manera suave y entrañable—. Y lo hice cuando tú llegaste a mi vida, Percy.
Percy abrió los ojos con sorpresa y sintió una calidez extenderse por todo su cuerpo al escuchar las palabras de su padre. Se sintió querido, apreciado y amado.
—Gracias, papá… —musitó él con voz ahogada.
—No, gracias a ti, hijo mío—Piandao extendió su mano y la colocó sobre el hombro de Percy, dándole un apretón—. Es tarde. Ve a dormir. Tendrás que levantarte temprano para que vayamos a Harbor City.
— ¿Eh? ¿Por qué?
Percy reconoció que había un deje de queja infantil en su voz. No le apetecía nada tener que levantarse temprano. Nunca lo había hecho. Si fuese por él dormiría hasta el mediodía.
Una pequeña sonrisa estiró de los labios de Piandao.
—Mañana llegará a la capital un amigo muy querido que no he visto en años. Quiero estar allí para recibirlo cuando su nave toque puerto.
—Ese amigo… ¿Es el antiguo Príncipe Heredero Iroh? —preguntó Percy.
—Así es. Ahora, ve a dormir. Mañana nos espera un largo día.
Percy asintió y se levantó. Cuando estuvo a punto de irse, una ocurrencia vino a su mente y volver a mirar a su padre.
—Papá, ¿cómo fue que tú y Iroh se reconciliaron?
Hubo un destello de tristeza en los ojos de Piandao que fue tan fugaz que Percy cuestionó si fue una imaginación suya o simplemente la luz de la luna.
—Lo hicimos cuando envié una carta a Iroh luego de que su esposa, una amiga muy querida mía… falleciera. Envié una carta ofreciéndoles mis condolencias y mis sinceras disculpas por no estar allí para él. No mucho tiempo después recibí una carta suya donde aceptaba mis condolencias y disculpas. Los años en la guerra también lo habían cambiado, ampliando su visión del mundo y comprendiendo mi deseo de abandonar la guerra en busca de la iluminación. Nos hemos mantenido en contacto desde entonces, pero no nos hemos vuelto a ver en persona. Mañana será el día en que vuelva a verlo luego de casi quince años.
—Vaya… —musitó Percy, impresionado—. Eso es… mucho tiempo.
—Las amistades más fuertes son capaces de soportar grandes distancias y muchos años.
Percy se quedó reflexionando sobre esas palabras mientras iba a su habitación. Y antes de finalmente quedarse dormido en su cama, se preguntó si su relación con sus amigos se mantendría igual en el futuro. Lee, Hana, Zuko, Mai, Ty Lee y… ¿Azula?
Lo último que Percy pensó antes de quedarse dormido era en reconciliarse con Zuko.
Cuando Percy volvió a soñar, se encontró observando lo que solo podía describirse como un enorme estadio dentro de una cueva. Todo el lugar estaba iluminado por piedras incrustadas en el techo que brillaban con una intensa luz ligeramente verdosa, actuando como antorchas. En medio de la cueva se alzaba un cuadrilátero hecho de piedra, donde en medio de ella podía observarse el símbolo del Reino Tierra. Rodeando el cuadrilátero se encontraba las gradas, las cuales estaban repletas de gente que comenzaron a gritar con emoción cuando vieron a un hombre emerger de la tierra en medio del cuadrilátero y elevarse en lo alto de un pilar de tierra.
— ¡Damas y caballeros, es hora del evento principal de esta noche! —exclamó el hombre con voz atronadora, causando que el público se volviera aún más ruidoso—. ¡El siguiente combate está programado para una caída, y es por el Campeonato Indiscutible de Estruendo Tierra VI! ¡Conocen las reglas, solo hay que sacar al oponente del cuadrilátero y tú ganas!
El hombre saltó de su pilar de tierra para quedar en lo alto de una plataforma de observación a un lado del cuadrilátero y luego señalar del lado izquierdo.
—Introduciendo al retador, el hombre que fue forjado en el campo de batalla como un guerrero implacable. ¡El supersoldado, el Capitán Zeng!
Al igual que el presentador, un hombre emergió de la tierra. Vestía un uniforme militar condecorado del Reino Tierra, cubierta por una capa verde, los cuales hacían poco para cubrir sus prominentes músculos. El Capitán Zeng se llevó una mano a la cabeza donde tenía un sombrero blindado y lo alzó ligeramente, mostrando su rostro fiero surcado de cicatrices.
—Y su oponente, alguien que es la representación viviente de la Tierra Control. Él es el Campeón Indiscutible de Estruendo Tierra VI. El Grande… ¡La Piedra!
La multitud estalló en vítores cuando un pilar de tierra se elevó a un lado del cuadrilátero, presentando a un hombre alto y musculoso que vestía simples pantalones, dejando su torso completamente desnudo y mostrando un físico impresionante donde podía verse el tatuaje de un topo tejón cubriendo toda su espalda.
Sobre su hombro, La Piedra llevaba un gran cinturón que representaba su campeonato, el cual levantó con orgullo con un brazo, ocasionando que la gente vitoreara con aún más fuerza.
—Finalmente… ¡La Piedra ha regresado a Estruendo Tierra VI! —bramó él, ganándose la ovación del público.
La Piedra saltó de su pilar de tierra y aterrizó en el cuadrilátero, donde el Capitán Zeng lo esperaba. Ambos hombres se vieron cara a cara, el Capitán Zeng con una expresión seria y La Piedra con una sonrisa confiada. El público era ruidoso y aclamaban los nombres de ambos.
—Escucha bien, Capitán Zopenco—habló La Piedra—. ¿Piensas que tienes lo que se necesita para ir uno a uno contra El Grande?
La expresión del Capitán Zeng se endureció.
—Pienso que…
— ¡No importa lo que pienses! —le espetó La Piedra en la cara—. Porque no importa si fuiste forjado en el campo de batalla o en el campo de cerdos pollo de tu madre, no tienes lo que se necesita para pararte en este cuadrilátero frente a los cientos…
— ¡Y cientos! —exclamó el público.
—… De los fans de La Piedra aquí esta noche. Y todos ellos verán como La Piedra agarrará ese estúpido sombrero tuyo, ¡girará a esa perra de lado y te lo meterá directamente por tu dulce trasero! —la multitud estalló en risas y vítores al escuchar a La Piedra, quien agarró su cinturón de campeón y lo alzó en alto justo en la cara del Capitán Zeng—. ¡Si puedes oler lo que La Piedra está cocinando!
Cuando la campana que anunció el comienzo del enfrentamiento sonó, ninguno de los dos luchadores perdió el tiempo en atacar al otro. Percy observó con fascinación como los hombres removían grandes pedazos de piedra del suelo para luego arrojárselas a su oponente.
La Piedra pisó con fuerza y creó un pilar que envió al Capitán Zeng al aire, para luego volver a pisar y remover una roca del tamaño de una persona y arrojársela a su oponente. El Capitán Zeng se recompuso a tiempo y cruzó sus brazos, resistiendo el impacto de la roca para luego caer y golpear el suelo con un puño, ocasionando que todo el ring temblara y una ola de rocas se extendiera desde el lugar del impacto. La ola golpeó a La Piedra y lo envió hacia afuera del cuadrilátero, pero él logró sostenerse del borde y crear una rampa para volver a subir.
El campeón no perdió el tiempo en volver a atacar a su oponente, quien estaba de espaldas a él pensando que había ganado, y pisó con fuerza, creando una serie de pilares de piedra que se acercaban rápidamente hacia el Capitán Zeng. Cuando él volteó para observar, fue demasiado tarde, ya que los pilares lo golpearon directamente y lo enviaron fuera del cuadrilátero, aterrizando fuertemente en la parte más baja de las graderías.
El público estalló en vítores nuevamente cuando el sonido de la campana señaló el fin de la lucha. El presentador bajó de su plataforma de observación y levantó la mano de La Piedra.
— ¡Aquí está su ganador y aún Campeón Indiscutible de Estruendo Tierra VI, La Piedra!
La Piedra alzó el cinturón en señal de victoria, recibiendo la ovación de todo el público.
— ¡¿Acaso hay alguien que pueda romper la racha invicta de 119 días de reinado de La Piedra?! —cuestionó el presentador al público—. Estoy anunciado un desafío abierto. Si hay alguien en el público que tenga el suficiente valor para enfrentar al campeón, ¡que dé un paso al frente!
Al principio, todo el público quedó en silencio mientras se miraban entre ellos, como si estuvieran buscando a alguien que tuviera las agallas para enfrentarse a esa bola de músculos.
— ¡Yo lo haré! —anunció alguien.
Todos voltearon a mirar a quién habló y abrieron los ojos con incredulidad al ver a una pequeña niña crear una rampa de tierra desde las gradas al cuadrilátero.
Percy reconoció a la niña. Era la misma que había visto en su anterior sueño.
La pequeña niña se paró frente a La Piedra, quien la miraba con incredulidad.
— ¿Quién demonios eres tú? —cuestionó él.
—Soy la maestra tierra que pateará tu musculoso trasero—declaró la niña, apuntándolo al rostro—. Pero puedes llamarme La Bandida Ciega.
—Más bien la enana ciega—se burló La Piedra—. ¿Por qué mejor no vas a tu casa a dormir con tu osito ornitorrinco de peluche antes de que tu mami te regañe por estar despierta hasta tan tarde en la noche?
—Me iré a casa—asintió la niña, antes de apuntar al cinturón que sostenía La Piedra—. Y me llevaré eso conmigo para usarlo como "osito ornitorrinco de peluche". Aunque primero tendré que lavarlo para quitarle el apestoso olor rata zarigüeya de alcantarilla que tiene por tenerlo tanto tiempo contigo.
La Piedra parpadeó, desconcertado, antes de estallar a carcajadas.
— ¿Crees que tienes lo que se necesita para pararte uno a uno frente a El Grande? —cuestionó él, agitando su mano frente a la cara de la niña—. ¿Siquiera puedes ver a La Piedra?
—Oh, créeme, puede verte. Pero… ¿Puedes tú ver esto?
La niña golpeó ligeramente el suelo con su talón y un pilar de tierra se elevó abruptamente, enviando a La Piedra al aire para luego aterrizar bruscamente en el suelo del cuadrilátero. Todo el lugar quedó en absoluto silencio cuando La Piedra se levantó rápidamente con una expresión de furia.
— ¿Qué sucede? ¿Acaso no lo viste venir? —cuestionó la Bandida Ciega, llevándose la palma de su mano frente a su rostro y agitándola lado a lado con una sonrisa burlona—. ¿O no puedes verme?
La campana sonó, anunciando oficialmente el inicio del duelo y La Piedra no perdió el tiempo en atacar a su nuevo y pequeño oponente, pisando con fuerza el suelo y sacando un gran pedazo de roca que envió directamente a La Bandida Ciega.
A pesar de que una roca del doble de su tamaño iba directamente hacia ella, La Bandida Ciega permaneció imperturbable con una sonrisa confiada en su rostro. Cuando la roca estuvo a punto de golpearla, ella pisó con fuerza y levantó una mano, deteniendo la enorme roca sin moverse un solo centímetro bajo la mirada asombrada de todo el público. La Bandida Ciego luego golpeó la roca con la palma de su otra mano y la envió directamente hacia La Piedra, quien se cruzó los brazos frente a su cuerpo para protegerse. La roca se hizo pedazos con el impacto, pero La Piedra no se movió ni un centímetro.
—Jajaja—se rio él—. Necesitarás mucho más que eso para que La Piedra…
Las palabras quedaron atascadas en su boca cuando vio a un pilar de tierra ir directamente hacia él, golpeándolo en el pecho y enviándolo fuera del cuadrilátero, cayendo exactamente en el mismo lugar donde había caído el Capitán Zeng. El público quedó en completo silencio, incapaces de creer que una niña de alrededor diez años había vencido al campeón tan fácilmente.
Percy estuvo igual de sorprendido. Aquella niña había vencido a ese hombre adulto en un enfrentamiento de Tierra Control… y lo había hecho sin moverse un solo centímetro de donde había estado parada.
El presentador fue el primero en recomponerse y alzar la mano de La Bandida Ciega.
— ¡Aquí está su ganador y nuevo Campeón Indiscutible de Estruendo Tierra VI, La Bandida Ciega!
Mientras veía a aquella niña alzar el cinturón de campeonato en lo alto, recibiendo la ovación del público, Percy se preguntó si aquello era lo que un maestro tierra era capaz… ¿O era solo que aquella niña era increíblemente talentosa?
Además, ¿por qué La Bandida Ciega le resultaba tan familiar?
Al día siguiente, Percy acompañó a su padre al puerto de Harbor City a esperar la llegada del tío de Zuko y Azula, Iroh. Fat se había quedado a supervisar el entrenamiento de los discípulos, ya que tenía la suficiente experiencia siendo la mano derecha de Piandao para poder actuar como un reemplazo.
Mientras esperaba junto a su padre en el puerto, Percy miró fijamente el mar que se extendía delante de él hasta donde alcanzaba la vista. Al verlo, sintió un anhelo indescriptible con tal intensidad hasta el punto de ser casi doloroso.
Pudo sentir el fresco aire marino soplar en su rostro. El sonido de las olas golpeando la costa, junto con el olor salino que flotaba en el aire que era casi embriagador. Era como si el mar le estuviera llamando, invitándolo a adentrarse en sus aguas e ir más allá del horizonte. A diferencia de la mayoría del tiempo donde se sentía somnoliento o con hambre, el simple hecho de estar tan cerca del mar era extrañamente revitalizante y vigorizante. El mismo aire marino parecía agudizar aún más sus sentidos y lo mantenía más despierto que nunca.
¿Era debido a que era un maestro agua? Pero un maestro agua se revitalizaba con la luna. Y cuando la luna estaba en lo alto del cielo, Percy no se sentía revitalizado, se sentía con sueño.
—Oye, papá—habló Percy, llamando la atención de Piandao—. Si es que alguien de la Familia Real regresa a la capital luego de tanto tiempo, ¿por qué somos los únicos aquí?
Eso fue algo que le pareció curioso, considerando como los ciudadanos idolatraban a los miembros de la Familia Real. Pensó que habría una multitud de personas que esperaría en el puerto la llegada del ex Príncipe Heredero.
La expresión de Piandao se volvió ligeramente sombría.
—A diferencia de los demás miembros de la Familia Real, no muchos ven a Iroh con buenos ojos en estos momentos—reveló él.
— ¿Qué? ¿Por qué? Pensé que la gente idolatraba a los miembros de la Familia Real.
—Y lo hacen. Pero luego de que Iroh renunciara al asedio de Ba Sing Se al perder a su hijo en batalla, todos lo tomaron como un acto de cobardía. Todos en la Nación del Fuego pensaron que deshonró las vidas de aquellos soldados que murieron en la batalla. Y para alguien de la Nación del Fuego, el honor lo es todo. Especialmente para aquellos quienes pertenecen a la Familia Real.
Percy recordó como Zuko y Azula le habían dicho algo similar. De como aquellos quienes pertenecían a la Familia Real cargaban con las expectativas de toda la Nación del Fuego de ser el ejemplo que seguir. De ser los mejores.
Entonces, ¿qué pasaría si fallaran en eso?
Miró por los alrededores, sin ver ningún tipo de preparación o bienvenida para el ex Príncipe Heredero. No vio a Zuko, Azula u Ozai presentes para recibir a un miembro de su familia. ¿Era debido a que se avergonzaban de Iroh?
No pudo pensar mucho en eso debido a que, a lo lejos, vio una columna de humo negro que se elevaba en el cielo despejado y un buque de guerra aparecer en el horizonte sobre el mar. En poco tiempo, el barco había atravesado el golfo y se adentró a las costas de Harbor City. Al estar frente a él, Percy vio con asombro que el barco en verdad era enorme, tres veces más grande que el barco donde había llegado a la capital. También estaba ligeramente modificado. La proa estaba decorada ostentosamente con detalles en oro, al igual que la torre de mando.
El barco atracó en el puerto y una rampa descendió por estribor… Espera, ¿cómo es que él sabía lo que significaba estribor?
Percy vio a todo un escuadrón de soldados bajar por la rampa y colocarse a los lados del muelle. Estos soldados tenían uniformes ligeramente diferentes a los estándares. Era completamente rojos con detalles dorados, y la placa facial en sus casos solamente cubrían sus ojos, mientras las puntas de sus cascos eran más puntiagudas. Percy los reconoció, ellos eran la Procesión Real. Soldados maestros fuego de élite cuyo único propósito era la seguridad de los miembros de la Familia Real.
Fue entonces cuando en la cima de la rampa cuatro soldados bajaron, cargando una caja larga y ancha, envuelta en una tela blanca donde se podía ver el símbolo de la Nación del Fuego en él. Percy reconoció qué era aquella caja; un ataúd. Y detrás del ataúd, un hombre descendió por la rampa.
Era un hombre mayor, algo bajito con una complexión robusta. Su cabello castaño, junto con su barba, las cuales tenían mechones grises. Se veían algo descuidados, como si no se hubiera arreglado en meses y solo hubiera hecho lo mínimo para verse presentable. Sus pómulos ligeramente marcados señalaban que había perdido peso rápidamente en poco tiempo, aunque aún conservaba una notoria barriga, y las prominentes ojeras debajo de sus ojos señalaban que no había dormido mucho últimamente.
Percy nunca imaginó que la primera impresión que tuviera de Iroh, el ex Príncipe Heredero, sea la de un hombre viejo, cansado y miserable.
—Iroh—habló Piandao, acercándose.
Iroh levantó la mirada. Sus ojos se veían apagados y distantes, pero un atisbo de alegría brilló en ellos al ver a Piandao.
—Piandao… Ha pasado tiempo—dijo él con voz suave y una pequeña sonrisa estirando de sus labios—. Es… Es bueno volver a verte. Desearía que nuestro reencuentro fuera en mejores circunstancias.
Piandao le devolvió la sonrisa, pero esta fue ligeramente temblorosa.
—Lo mismo digo, viejo amigo.
— ¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Quince? ¿Dieciséis años?
—Dieciséis—confirmó Piandao.
—Ya veo… Ha pasado mucho tiempo—comentó Iroh, mirándolo de pies a cabeza—. Los años han sido amables contigo.
—Quisiera decir lo mismo acerca de ti.
Ambos compartieron una pequeña risa y se sonrieron mutuamente. A pesar de sonreírse y compartir una ligera broma, había un aire distante entre ellos.
Dejando de lado toda formalidad, Piandao se acercó y envolvió a Iroh en un fuerte y firme abrazo.
—Yo… Lo lamento—la voz de Piandao se escuchó ligeramente ahogada—. Lo lamento, Iroh. Por Lu Ten… por Meiying… por todo lo que pasó…
Iroh quedó sorprendido por el abrazo por unos segundos, pero luego se lo devolvió con igual de fuerza, como si se estuviera aferrando a un salvavidas en medio del océano.
—No tienes nada por lo que lamentarte, amigo mío—dijo él con voz temblorosa, como si estuviera al borde del llanto—. Ahora, luego de tantos años, finalmente puedo entenderte. Puedo entender tu anhelo por la paz—Iroh rompió el abrazo y colocó sus manos sobre el hombro de Piandao, observándolo con ojos ligeramente llorosos—. ¿Me ayudarás a encontrar mi propia paz?
Piandao parpadeó, viéndose sorprendido ante la solicitud del ex Príncipe Heredero. No obstante, sonrió de manera comprensiva y asintió.
—Por supuesto. Estaré contigo en cada paso del camino.
—Como en los viejos tiempo, ¿no? —inquirió Iroh con una pequeña sonrisa. Fue entonces cuando volteó y su mirada se posó en Percy, haciendo que él se tensara ligeramente—. Supongo que él es el muchacho del que tanto me has hablado.
—Sí, su nombre es Perseo, mi hijo—presentó Piandao, colocando una mano en su hombro—. Percy, te presento a Iroh. General del ejército del este, primogénito de Azulon, el hombre que es conocido como El Dragón del Oeste… y un viejo amigo mío.
Percy dio un paso adelante y miró al hombre que tenía delante de él. A pesar de ser hermano de Ozai, Percy no vio ni una pizca de la mirada fría y calculadora que tenía el Señor del Fuego. En su lugar, Iroh tenía expresión cansada, pero gentil.
—Es un honor conocerlo, uh… General Iroh—dijo Percy, incómodamente mientras realizaba una reverencia.
Iroh sonrió con cordialidad y devolvió el saludo.
—Por favor, no necesitas ser tan formal conmigo, mi muchacho. Puedes llamarme simplemente Iroh. Y por lo que he oído de ti, la formalidad no es lo tuyo.
Percy sintió sus mejillas y orejas calentarse. Era algo vergonzoso que un hombre tan destacado como Iroh lo reconozca por su rebeldía y falta de respeto.
—Gracias… O eso creo.
—No, gracias a ti—dijo Iroh, para sorpresa de Percy—. Por las cartas que he recibido, has sido una influencia positiva en la vida de mis sobrinos.
— ¿Yo? ¿Seguro de que hablas de mí y no de mi papá? —cuestionó Percy—. Quiero decir, es él quien ha sido un maestro para Zuko y Azula.
Iroh se vio sorprendido y volteó a mirar a Piandao.
— ¿También le has enseñado a Azula?
—Solo ha sido unas pocas semanas—respondió él—. Y ella acudió a mí en busca de un guía para dominar su fuego azul.
La sorpresa de Iroh se volvió aún más evidente.
— ¿Fuego azul? Vaya… Ciertamente, me he perdido mucho…
A Percy no le gustó la mirada llena de tristeza y arrepentimiento en los ojos de Iroh.
—Pero ahora estás aquí, ¿no? —señaló él—. Puedes estar allí para Zuko y Azula. Ser… su tío. Aún no es tarde.
Iroh miró a Percy con sorpresa, pero luego sonrió ligeramente mientras bajaba la cabeza de manera contemplativa.
—Sí… Estás en lo cierto, joven Perseo. Aún no es tarde. Nunca lo es para enmendar nuestros errores.
Una vez más, Percy se sintió desconcertado e impresionado de que Iroh sea el hermano mayor de alguien como Ozai. Ciertamente, no podía ver ningún tipo de parecido familiar.
En vista de que nadie había venido a recibir a Iroh, Piandao se ofreció en llevarlo hasta el Palacio Real. El cuerpo de Lu Ten sería transportado por la Procesión Real y lo prepararían para los ritos funerarios dignos para un miembro de la Familia Real.
Mientras Percy acompañaba a su padre y Iroh dentro del carruaje, escuchó como ellos se ponían al día, relatándose mutuamente todo lo que había sucedido en sus vidas desde que se separaron hace dieciséis años. Aunque Percy supo que ambos se abstenían de contar los aspectos más oscuros de sus vidas debido a que él estaba presente, pero él los entendió. Si fuera un adulto, tampoco le gustaría compartir sus experiencias más difíciles en presencia de un niño de doce años.
Cuando llegaron a las puertas del Palacio Real y bajaron del carruaje, los guardias se pusieron tensos al ver a Iroh e inmediatamente hicieron un saludo militar.
— ¡Ge-General Iroh! —saludó uno de ellos—. ¡N-no sabíamos que volvería, señor!
— ¡Se lo haremos saber inmediatamente al Señor del Fuego Ozai!
Iroh asintió.
—Se los agradecería.
Uno de los guardias realizó un último saludo antes de entrar al palacio e ir corriendo a anunciar la llegada de Iroh, quien se volteó para mirar a Piandao y Percy.
—Agradezco que me hayan acompañado hasta aquí. Ha sido un placer volver a verte, Piandao. Tal vez en otra ocasión podamos compartir una taza de té.
—Por supuesto—aceptó Piandao—. ¿Té de jazmín?
Iroh sonrió ligeramente.
—Me alegra que no lo hayas olvidado.
—Jamás olvidaría tu té favorito, considerando las incontables ocasiones en las que lo bebimos juntos.
—Me complace escuchar eso. Ahora… —Iroh miró al palacio que se alzaba más allá de las grandes puertas—. Debo reunirme con mi hermano.
—Puedo ir contigo—ofreció Piandao.
Iroh negó tristemente con la cabeza.
—Lo aprecio, amigo mío, pero esto es algo que debo hacer por mi cuenta.
Aunque se veía algo dudoso, Piandao asintió y colocó una mano su hombro.
—Entonces, te veré en el funeral. No te dejaré pasar solo ese momento. No más.
Iroh asintió, viéndose conmovido.
—Gracias…
Con una reverencia en señal de despedida, Piandao se dirigió al carruaje. Percy imitó las acciones de su padre, haciendo una reverencia a Iroh antes de ir al carruaje. Una vez que estuvieron dentro, Percy vio la expresión afligida en el rostro de su padre.
—Papá… ¿Estás bien? —preguntó él.
—Sí, estoy bien. Es Iroh quien me preocupa. Solo puedo imaginar el dolor que siente por su pérdida. El dolor de perder a su único hijo… Si yo te perdiera a ti… —Piandao lo miró de reojo antes de negar con la cabeza, como si no quisiera pensar en ello—. Cuando un hombre pierde a su hijo, pierde una parte de sí mismo. Esas son las consecuencias de la guerra. En tiempos de paz, los hijos entierran a sus padres. En tiempos de guerra, son los padres quienes entierran a sus hijos.
Las consecuencias de la guerra…
Al pensar en ello, Percy entendió un poco por qué su papá abandonó el ejército y su renuencia a volver a pelear en la guerra.
Durante toda su vida, la guerra siempre había sido algo distante para Percy. Algo que ocurría en el otro lado del mundo y que creyó que nunca lo alcanzaría a él o a su familia y amigos. Ahora, lo quisiera o no, la guerra parecía algo cada vez más cercano en su vida, como una tormenta que comenzaba a ser visible en el horizonte que amenazaba con arrasar todo a su paso.
Al pensar en ello, sintió su corazón apretarse con inquietud y preocupación. Temor no para sí mismo, sino por su padre. Porque sabía que, si la situación lo exigía, Piandao volvería al campo de batalla una vez más.
Ese mismo día, cuando el sol comenzó a ocultarse en el horizonte, Percy acompañó a su padre al Palacio Real donde se realizaría una ceremonia en honor al hijo de Iroh, Lu Ten, quien había muerto en batalla. Percy nunca había conocido personalmente a Lu Ten, pero él fue el primo de Zuko y Azula, sin mencionar que fue hijo de Iroh, quien a su vez es amigo cercano de su padre.
Debido a eso, Percy se encontraba vistiendo sus mejores atuendos y Fat pasó casi 30 minutos arreglando su cabello para que se viera presentable, lo que requirió de mucha paciencia y ungüento para mantenerlo en su lugar.
—Se ve como un orgulloso miembro de la nobleza, joven amo—había comentado Fat con apreciación.
Al verse al espejo, Percy tenía que admitirlo. Se veía bien. Su cabello estaba perfectamente recogido en el moño sostenido por un tocado, sin un solo cabello fuera de lugar. Y los atuendos que vestía, especialmente el haori rojo, lo hacían ver como un miembro de la alta sociedad. Hubiese querido que no fuese para un funeral.
Cuando él y su padre llegaron al gran salón donde se realizaría la ceremonia en honor a Lu Ten, Percy vio que fueron pocos quienes habían asistido. Solo los más altos miembros de la sociedad tenía el derecho de ingresar. Nobles, militares destacados y amigos cercanos. Muchos de ellos vestían elegantes atuendos y joyas que señalaban su alta posición social. Otros vestían condecoradas armaduras del ejército, denotando su alto rango militar. A pesar de no ser un noble, Piandao era, o fue, un militar destacado y un cercano amigo de Iroh, por lo que él y Percy pudieron entrar.
El salón había sido preparado previamente con flores y grandes decoraciones. Una fina alfombra roja guiaba a las personas hacia el ataúd envuelto en seda blanca donde Percy supo que se encontraba el cuerpo del hijo de Iroh. Ubicado en un altar encima del ataúd, había un gran retrato en honor al difunto miembro de la Familia Real; Lu Ten. Había dos sillas a los lados del ataúd y, sentado en una de ellas estaba Iroh, con la cabeza agachada, inmiscuido en sus pensamientos con una expresión desolada en su rostro.
Entre las personas que habían asistido, Percy logró ver a Mai acompañando de quien supuso era su familia, vistiendo elegantes ropas que, si hubiera sido en cualquier otro momento, Percy no la había reconocido. Su mirada se encontró con la de Mai y ella asintió de manera casi imperceptible en señal de saludo, pero su expresión permaneció sin ningún cambio mientras se quedaba para allí sin mover un músculo. Si ella no le hubiera asentido, Percy la hubiera hecho pasar como una muñeca de gran tamaño.
Cuando buscó con la mirada a Ty Lee, rápidamente la encontró. Él levantó la mano con la intención de saludarla, pero se detuvo y abrió los ojos con sorpresa cuando no solo vio a Ty Lee, ¡sino que también vio a otras seis chicas idénticas a ella! Él no sabía que Ty Lee tenía hermanas gemelas. Era realmente inquietante verlas, ya que se veían exactamente igual, lo único que difería en ellas eran las edades, los peinados y los atuendos que utilizaban.
No pudo pensar más sobre las hermanas idénticas de Ty Lee, o intentar descifrar cuál de ellas era su amiga, porque escuchó las palabras del sacerdote encargado de dirigir el funeral.
—Hoy es un día de gozo, pero, sobre todo, uno de luto—anunció el anciano con una voz que hizo eco por todo el salón—. El día de hoy, rendimos homenaje al regreso de Iroh, primogénito de Azulon, que en paz descanse. Y con ello, rendimos homenaje a la vida y muerte de unos de los miembros de la familia elegida por Agni; Lu Ten.
Percy observó a los miembros de la Familia Real que se encontraban entre las personas que habían asistido. Ozai no mostraban ningún tipo de expresión, su rostro parecía haber sido tallado en piedra. Zuko fruncía el ceño de manera afligida mientras miraba de reojo el ataúd donde se encontraba el cuerpo de su primo.
Quien estaba notablemente ausente era Azula. No había ninguna señal de ella en todo el salón.
—Lu Ten, Comandante de los ejércitos del este—continuó el anciano—. Guiaste a nuestro ejército por el Reino Tierra, liderándolos con sabiduría y valentía. Trayendo orgullo, honor y gloria a nuestra nación. Ahora, descansa en paz.
Una vez que el sacerdote terminó su discurso, las personas formaron una larga fila para ir a presentar sus condolencias a Iroh.
Mientras formaba una fila junto a su padre para llegar a presentar sus condolencias, Percy logró escuchar los murmullos de algunas de las personas que estaban detrás de él.
— ¿Es verdad de que él abandonó el asedio? —escuchó a uno de ellos murmurar.
—Sí—respondió otro—. Después de que su hijo fue asesinado.
—Pero eso ocurrió hace meses, ¿por qué vuelve ahora?
—Nadie lo sabe. Ha estado desaparecido desde que abandonó el asedio.
—Entonces, su hijo muere en batalla como un héroe. Y él siempre será conocido por ser un cobarde.
Percy miró de reojo a aquellas personas. Molesto por su hipocresía e insensibilidad. Claro, él reconocía que no era una persona muy respetuosa hacia las figuras de autoridad, sentía una inexplicable aversión hacia ellos, pero sí podía llegar a respetar el dolor de alguien. Especialmente el dolor que siente una persona por la pérdida de un ser querido.
Si Iroh escuchó a aquellas personas o si es que lo afectó de alguna manera, ciertamente no lo demostró. Su expresión no había cambiado desde que comenzó la ceremonia.
El primero en acercarse a hablar con Iroh fue el propio Ozai, acompañado de Zuko.
—Hermano.
Iroh levantó la vista para observarlo. Sus ojos eran vidriosos y distantes, pero se enfocaron para ver a su hermano, el nuevo Señor del Fuego, erguido frente él.
—Encuentra consuelo en que Lu Ten siempre será recordado como un campeón de la Nación del Fuego—dijo Ozai.
—Gracias, Ozai—respondió Iroh, con voz algo ahogada.
Ozai asintió y colocó una mano sobre su hombro
—Su sacrificio lo convertirá en leyenda.
Con esas últimas palabras, dio media vuelta y se retiró. Percy lo observó irse, incrédulo. ¿Eso era todo lo que le diría a su hermano con la intención de consolarlo por la muerte de su hijo? ¿Era así como los miembros de la alta sociedad consolaban a sus seres queridos?
El siguiente en dar un paso al frente para presentar sus condolencias era Zuko, quien iba vestido con elegantes atuendos de un blanco inmaculado con detalles dorados en las hombreras y en su obi.
—Tío—habló él, haciendo que Iroh levantara la mirada para verlo—. Qué gran honor, para ti y para Lu Ten, morir en servicio de la Nación del Fuego.
Zuko bajó la cabeza en señal de respeto y se dispuso a retirarse justo como su padre, pero cuando estuvo a punto de hacerlo, se detuvo. Percy vio como el rostro de Zuko se arrugó en señal de conflicto, antes de recomponerse y volver sobre sus pasos para quedar nuevamente frente a Iroh, quien alzó la vista con curiosidad al ver a su sobrino volver.
—Cuando… mis estudios no iban muy bien y Padre no estaba contento por ello, Lu Ten me dio esto—dijo Zuko, sacando de los pliegues de sus mangas una medalla hecha de oro y se la mostró a Iroh—. Él lo ganó por terminar como el primero en sus clases de formación militar. Dijo que debería de pertenecer a alguien destinado a hacer grandes cosas. Me dio fuerzas.
Zuko se arrodilló y, con sorprendente gentileza, agarró la mano de Iroh y colocó la medalla en la palma de su mano. Iroh observó la medalla con gran pesar. Sus ojos se volvieron vidriosos cuando Zuko hizo que cerrara sus dedos sobre la medalla.
—Lu Ten nunca lo necesitó—continuó Zuko, con una pequeña sonrisa estirando de sus labios—. Porque él era la persona más fuerte que conocí.
Zuko bajó la cabeza en señal de respeto nuevamente, pero esta vez no intentó retirarse, sino que se sentó en la silla a un lado de Iroh. El joven príncipe miró a su tío, sin decir nada más, ya que su solo presencia transmitía lo más importante. Que él estaba allí para su tío.
El siguiente en acercarse a Iroh fue Piandao, acompañado de Percy. Iroh levantó la mirada, revelando a una solitaria lágrima caer de su ojo, pero no hizo ningún intento de limpiarla.
—Te doy mis más sinceras condolencias, amigo mío—dijo Piandao, colocando una mano en el hombro de Iroh—. Siempre nos han dicho que el valor de la vida de una persona se mide en los logros que realizó en vida. Lu Ten realizó grandes logros en su vida… pero el verdadero valor de su vida yace en la vida de las personas que influyó, las personas que él amó—con suavidad colocó una mano sobre el pecho de Iroh—. Los lazos que compartimos con ellos nunca desaparecerán, al igual que su presencia en nuestros corazones. Del amor que sentimos por ellos. Recordándonos que las personas que amamos nunca nos abandonan por completo.
Las lágrimas cayeron por los ojos en Iroh. Sus labios estaban temblorosos, pero logró musitar con voz ahogada y quebrada.
—Gracias…
Piandao le sonrió con comprensión y se retiró, dando espacio para que Percy diera un paso adelante.
Él miró al hombre que tenía delante, sin saber qué decir. ¿Qué se supone que deberías de decir a un hombre que acabas de conocer para consolarlo por la pérdida de su hijo que nunca conociste?
—Yo… eh… nunca conocí a Lu Ten—dijo él, algo vacilante. Pero cuando vio la mirada expectante de Iroh, hizo de lado toda duda y se esforzó en ser lo más firme posible—. Pero oí historias sobre él de Zuko y Azula. Dijeron que él fue como el hermano mayor que nunca tuvieron. Que era noble, valiente y gentil. Él dejó su huella en sus corazones. Hubiera sido un verdadero honor conocer a alguien como él. Su hijo fue un gran hombre.
Percy pudo ver que no solo Iroh se vio sorprendido por sus palabras, sino también Zuko y Piandao. A decir verdad, Percy también se sorprendió a sí mismo.
Es cierto que no eran tan elocuente como su padre, ni tan sabio como él. Pero al escuchar lo que había dicho su padre sobre que el valor de una persona yace en aquellos a quienes influenció y amó en vida, Percy supo que la mejor manera de consolar a alguien por la pérdida de un ser querido era rememorar los buenos recuerdos que pasaron juntos y el valor que tuvo su vida para otros. Siempre había escuchado historias de Lu Ten que Zuko y, en raras ocasiones, Azula le decían. Que fue alguien admirable, valiente y un digno miembro de la Familia Real. Si Lu Ten fue la mitad de persona que habían dicho de él, entonces Percy supo que fue un hombre honorable.
Iroh cerró los ojos y dejó que las lágrimas cayeran por sus mejillas. Una pequeña sonrisa triste, pero a la vez conmovida estiró de sus labios.
—Gracias por tus palabras tan amables, joven Perseo.
Percy hizo una reverencia y se inclinó ante el hombre. Antes de abandonar el salón, miró a Zuko y sus ojos se encontraron. Hubo un silencio algo tenso e incómodo entre ambos. No habían hablado o encontrado desde la disputa que tuvieron hace un par de semanas, pero Percy se negaba a que eso continuara. Quería a su amigo de vuelta.
—Hey, Zuko…—habló él, decidiendo romper el silencio entre ambos.
—Ahora no es el momento, Percy—interrumpió Zuko, luchando por mantener una expresión compuesta.
Percy asintió en señal de comprensión.
—Lo sé. Por eso estaré esperando. Si quieres hablar… ya sabes dónde encontrarme.
Con su deseo expresado, Percy abandonó el salón.
Mientras el funeral seguía realizándose, Percy decidió apartarse de la aglomeración de personas y salir al jardín. Necesitaba un respiro de aquel ambiente sombrío y lúgubre. Su padre había decidido quedarse junto a Iroh, acompañándolo en su duelo. Quería compensar todos esos años que no había estado allí para su amigo, lo cual Percy pudo entender.
Y hablando de amigos…
Percy miró por los alrededores, sin encontrar ningún rastro de Zuko. Quería creer que aún estaba junto a su tío, demostrando su apoyo, pero una gran parte de él pensaba que Zuko simplemente lo estaba evitando porque no quería verlo.
Lo que sí encontró fue a Mai y Ty Lee, o quien supuso que era Ty Lee y no alguna de sus otras seis hermanas porque estaba junto a Mai, hablando con un chico que no conocía. Por el elegante y reluciente atuendo que vestía, era obviamente un noble o de una familia militar destacada. Tenía el cabello castaño recogido en un firme moño y una tez bronceada, como si pasara mucho tiempo bajo el sol.
A juzgar por las expresiones tensas y serias en los rostros de Mai y Ty Lee, junto con el ceño fruncido del chico en señal de impaciencia, era una discusión algo acalorada.
Percy se acercó a ellos para descubrir de qué estaban hablando y por qué parecía que Mai estuviera a punto de sacar sus cuchillos para practicar puntería contra ese chico, pero antes de que pudieran verlo fue arrastrado detrás de un frondoso arbusto.
— ¿Pero qué…?
—Shhh—Percy fue silenciado cuando una mano se colocó sobre su boca—. Guarda silencio o nos descubrirán.
Percy alzó la vista para ver a la persona que lo raptó y ciertamente se sorprendió a quién vio.
— ¿Azula? —susurró él, sacando la mano de su boca—. ¿Qué estás haciendo aquí?
A juzgar por su vestimenta color blanca con detalles dorados, Percy pensaría que ella estaría en el funeral de Lu Ten. En cambio, estaba aquí en el Jardín Real, escondiéndose detrás de un arbusto.
— ¿A ti qué te parece? —cuestionó ella, mirando sobre el arbusto a Ty Lee, Mai y el chico—. No quiero volver a encontrarme con Chan.
— ¿Chan? ¿Te refieres a ese chico al que Mai parece querer usar de tiro al blanco?
—Si ella lo hace, le obsequiaré un juego completo de los mejores cuchillos—Azula entrecerró los ojos con desagrado al ver a Chan.
—Es extraño que evites a alguien—señaló Percy—. Normalmente, solo les darías esa mirada tuya… sí, es misma que me estás dando ahora, y les ordenarías que se largaran antes de que le prendieses fuego.
—Y lo hice. Pero ese niño es insistente debido a que…
Ella se calló. Lo que Percy encontró extraño.
— ¿Debido a qué?
Azula apartó la mirada, frunciendo el ceño con molestia.
—Eso no es asunto tuyo.
— ¡Tú fuiste quien sacó el tema!
— ¡Shhh! —le calló ella, cubriendo su boca con su mano una vez más y obligándolo a agacharse, ya que Ty Lee, Mai y Chan miraron en su dirección.
— ¿Escucharon algo? —preguntó Ty Lee—. Se escuchó como una de las constantes discusiones que tienen Azula y Percy.
—Eso… es extrañamente específico—señaló Mai.
—Ustedes dos, dejen de intentar distraerme—dijo Chan con impaciencia—. Sé que vi a la princesa Azula venir aquí, así que dejen de meterse en mi camino.
—Ella no quiere hablar contigo—dijo Ty Lee, extendiendo los brazos como una barrera para impedirle pasar—. No está interesada en ti.
— ¿Interesada? —Chan sonrió con inocencia—. No sé de qué estás hablando. Solo quiero mostrar mis condolencias por la honorable muerte de su primo. Es de esperar que yo, siendo un alto miembro de la nobleza y el hijo del Almirante Chan que comanda la flota del norte, muestre mis respetos hacia la heroica muerte en batalla de Lu Ten hacia sus familiares.
—No te vi mostrando tus respetos al General Iroh, a Zuko o al Señor del Fuego—señaló Mai, lanzándole una mirada penetrante.
La sonrisa de Chan vaciló ligeramente, pero no desistió.
—Mi padre ya ha hecho eso. Y me encargó de mostrar mis respetos a la princesa Azula.
—Ajá. ¿Y no tiene nada que ver con el hecho de la nueva posición de Azula? —cuestionó Ty Lee, con una mirada escéptica.
Chan evadió su mirada.
—No sé de qué estás hablando—dijo él.
—No intentes engañarnos—dijo Mai, entrecerrando los ojos—. Desde que Azula ascendió a princesa, tipos como tú se han acercado a ella con la intención de ganarse su favor… y cortejarla por órdenes de sus padres.
Percy abrió los ojos con sorpresa y volteó a mirar a Azula, quien rehuyó de su mirada mientras apretaba los labios en una fina línea.
"Así que es por eso…" razonó Percy.
Ahora que lo había entendido, Percy se sentía como un verdadero tonto. Era obvio ahora que pensaba en ello. La actitud sumamente desconfiada que Azula y, en cierta medida, Zuko siempre han tenido ha sido debido a la posición que les fue impuesta desde el momento en que nacieron. Como miembros de la realeza, era obvio que los nobles se acercarían a ellos con la intención de ganarse su favor. Y ahora que ambos se habían vuelto príncipes, la atención que recibirían sería aún mayor, razón por la cual Zuko y Azula habían actuado de manera tan extraña desde entonces.
Al pensar en ello, Percy se sintió como un cretino por cómo actuó con Zuko, considerando la presión aún mayor que se le había impuesto al volverse el Príncipe Heredero. Percy debió de estar allí para él, como un amigo, apoyándolo. No golpeándolo en la cara por actuar enojado, frustrado y triste por la desaparición de su madre y su nueva posición social.
Él volteó a mirar a Azula y consideró; ¿Ella también se sentía presionada por su nueva posición?
Percy quiso abofetearse al pensar en ello. Claro que ella sentía presionada. Y sumando el hecho de que Azula había descubierto un nuevo tipo de fuego control, era de esperarse que las expectativas que todos tenían en ella fueran aún mayores hasta el punto de afectarla.
— ¿C-cortejarla? ¿Yo? —musitó Chan, viéndose indignado ante la acusación de Mai—. ¡Jamás haría una cosa tan irrespetuosa hacia alguien de la Familiar Real!
— ¿Incluso si tu padre te ordenó hacerlo? —presionó Mai—. Escuchamos la conversación que tuvieron. Tu padre te ordenó aprovecharte de esta situación para acercarte a Azula.
—Ustedes, chicos, son todos iguales—apuntó Ty Lee a Chan—. Lo único que les importa es el prestigio de su propia familia. A ninguno de ustedes les importa Azula realmente.
—Al final, solo eres como una sanguijuela garrapata. Aprovechándose de otros para vivir.
— ¿C-cómo…? —jadeó Chan con indignación, dando un paso atrás—. ¡¿Cómo se atreven a calumniarme?! ¿Quiénes se creen que son para acusarme de esa manera?
— ¡Somos las amigas de Azula! —exclamó Ty Lee con fervencia—. Y hemos estado evitando que patanes como tú intenten aprovecharse de ella.
—Aunque sigo dudando que ella necesite de nuestra ayuda—añadió Mai.
Percy sonrió al ver la demostración de amistad de Ty Lee y Mai. Volteó para observar a Azula, quien tenía una expresión conflictiva en su rostro.
—Esto es ridículo—dijo Chan—. No tengo que dar explicaciones de mis actos o intenciones a ustedes. Ahora muévanse y dejaré pasar por alto tal flagrante falta de respeto hacia mí y hacia mi familia.
—No lo haremos—dijo Ty Lee obstinadamente—. No dejaremos que te acerques a Azula solo porque buscas el prestigio para tu familia.
Chan entrecerró los ojos con molestia e impaciencia.
—Muévanse… o los obligaré.
Discretamente, Mai llevó sus manos hacia los pliegues de su túnica y sacó un par de cuchillos. A su vez, Chan adoptó una postura de fuego control. Incluso Ty Lee tomó una extraña postura de combate.
Al ver eso, Percy hizo un ademán de levantarse, pero Azula se lo impidió al agarrarlo del brazo.
— ¿Qué crees que estás haciendo? —cuestionó ella.
— ¿Qué no es obvio? Voy a evitar que comiencen a pelear—respondió Percy.
— ¿Para qué molestarse? No es asunto tuyo.
—Ty Lee y Mai son mis amigas, al igual que tuyas. Esa es toda la razón que necesito. Y hasta donde sé, ellas lo hacen para protegerte.
—No necesito que me protejan—espetó Azula con fiereza.
—Tal vez, pero no puedes evitar que tus amigos se preocupen por ti.
Azula se vio aturdida y su agarre se aflojó, situación que Percy aprovechó para levantarse.
—Okay, ya basta—dijo él, dando a conocer su presencia y acercándose a ellos.
— ¿Quién eres tú? —cuestionó Chan, sin relajar su postura y mirándolo con desconfianza.
— ¡Percy! —dijo Ty Lee, feliz de verlo.
—Hey, chicas—saludó Percy, levantando la mano—. ¿Qué hacen buscando pelea con un desconocido? Normalmente, eso es cosa mía.
Ty Lee apuntó a Chan.
— ¡Quiere cortejar a Azula!
— ¿En serio? —Percy miró a Chan—. Pues te deseo buena suerte. Admiro tu valor… o estupidez.
— ¿Qué dices? —dijo Chan, sonando ofendido y a la vez confundido.
—Amigo, cortejar a Azula sería como intentar cortejar a un dragón… un dragón que es propenso a quemar todo lo que lo irrita.
Percy juró que podía sentir la penetrante mirada de Azula en su nuca.
Ty Lee se rio entre dientes. Incluso Mai se vio ligeramente divertida por su comparación.
—Así que, ¿por qué mejor no te vas y te ahorras los problemas? —ofreció Percy.
Él pensó que convencería de Chan de desistir en sus intentos y que él se retiraría tranquilamente, pero al parecer sus palabras parecieron molestarlo más a juzgar por la manera en que frunció el ceño.
— ¿Quién te crees que eres para decirme qué hacer…? Espera, ¡lo entiendo! —Chan apuntó a Percy con un dedo de manera acusadora—. ¡Eres otro pretendiente!
Percy definitivamente no esperaba esa respuesta.
— ¿Eh?
—Ahora todo tiene sentido. ¡Eres otro pretendiente que quiere deshacerse de la competencia! Bueno, ¡pues no pasará! ¡Soy el pretendiente número uno!
—Amigo, no sé de qué demonios estás hablando. Pero si te refieres a ser el pretendiente número a ser el idiota del año, pues felicidades, ganaste. Y con honores.
— ¡No te hagas el tonto! —gruñó Chan con impaciencia.
Percy volteó a mirar a Ty Lee y Mai.
— ¿Ustedes saben de qué está hablando el idiota número uno del año?
Ty Lee y Mai negaron con la cabeza.
Sorprendentemente, alguien más respondió y aclaró sus dudas.
—Se refiere a ser un pretendiente a mi prometido.
Todos voltearon a mirar con sorpresa como Azula se acercó a ellos.
— ¡Pri-princesa Azula! —farfulló Chan—. ¡Qué coincidencia encontrarla por aquí! No tuve la oportunidad de presentarme en la ocasión anterior, mi nombre es…
—Es irrelevante quién eres—interrumpió ella con dureza—. Lo relevante es lo que intentabas hacer. Agredir a alguien dentro de los muros del Palacio Real es un grave delito. Uno que podría llevar a explicar tus acciones frente al mismísimo Señor del Fuego.
Al oír eso, Chan bajó la cabeza.
—Mis… mis más sinceras disculpas, su Alteza.
Azula asintió, complacida ante la muerta de sumisión.
—Espera—interrumpió Percy, atónito, mirando entre Azula y Chan—. ¿Este tipo es un pretendiente a ser tu… prometido? No lo tomes a mal, chica fuego, ¿pero no pusiste elegir a alguien mejor?
— ¡Oye! —se quejó Chan, indignado—. ¡¿Cómo te atreves…?!
—Silencio—ordenó Azula, dándole una mirada fulminante a Chan, quien retrocedió. Ella luego miró a Percy con molestia—. No fue decisión mía, sino de mi padre. Como princesa, una de las cosas que conlleva el puesto es tener una lista de pretendientes para, cuando cumpla dieciséis años, elegir a uno de ellos como mi prometido y… casarme con él.
—Una… ¿Lista? —inquirió Percy, confuso—. ¿Tienes una lista de pretendientes?
A regañadientes, Azula asintió.
—Por ahora, son siete. Y él es uno de ellos.
Percy abrió ligeramente la boca, atónito. Sabía que las personas de la alta sociedad tenían tradiciones y costumbres muy diferentes de las que estaba acostumbrado, pero esto era cosa de locos.
—Yo… no lo sabía—musitó Ty Lee con los ojos caídos—. No sabía que él era un pretendiente oficial a ser tu prometido. Yo solo quería evitar que otra persona interesada se acercara a ti, Azula…
Azula miró a Ty Lee y Percy pudo jurar que vio un destello de compasión brillar momentáneamente en los ojos de la princesa.
—Bueno, ahora que mi posición ha sido aclarada… —habló Chan, dando un paso hacia Azula con una sonrisa encantadora—. ¿Qué le parece si caminamos juntos, Azula?
Él intentó pasar su brazo sobre los hombros de Azula, pero antes de que pudiera hacerlo, ella manoteó su mano con fuerza con una expresión de disgusto en su rostro.
— ¿Quién te crees que eres para dirigirte a mí con tanta confianza? —la mirada que le lanzó Azula hizo que Chan se estremeciera—. Recuerda bien tu posición. Eres solo un pretendiente. Un aspirante. Puede que tengas el derecho de intentar cortejarme por el simple hecho de ser el hijo de un Almirante, pero no has hecho absolutamente nada para ganártelo. No eres siquiera digno de estar a mi lado—ella caminó para quedar frente a Mai, Ty Lee y Percy, cruzándose de brazos con una mirada altiva en su rostro—. Solo ellos lo son, no por sus familias, sino porque se lo han ganado.
Mai y Ty Lee miraron a Azula con sorpresa, Ty Lee incluso se vio conmovida por sus palabras mientras tapaba su boca con sus manos para ahogar un jadeo que escapó de su boca.
—Supongo que esa es su manera de decir que nos considera sus amigos—le susurró Percy a Mai.
Ella no respondió, pero lo miró de reojo y le dio una pequeña sonrisa de complicidad.
—No soy… ¿digno? —musitó Chan, indignado. Su indignación luego se convirtió en ira al mirar a Percy—. ¡¿Y qué me dices de él?! ¡¿Acaso él es digno de cortejarte, princesa Azula?!
Percy miró a Azula de reojo y sus ojos se encontraron antes de que ella apartara la mirada. No supo si fueron imaginaciones suyas, pero vio un leve atisbo de rubor en sus mejillas.
—No seas ridículo—rechazó ella—. Perseo ni siquiera es un noble. Es solo un plebeyo.
— ¿Un plebeyo? —Chan observó a Percy con incredulidad—. ¿Y aun así es digno de estar a tu lado? ¡¿Por qué?!
—Ya te lo he dicho, se lo ha ganado—Azula le dio a Chan una mirada desdeñosa—. A diferencia de ti, quien se esconde detrás del título de su padre, Perseo no lo hace. Lo que ha logrado, lo ha hecho por sí mismo al trabajar por ello. Eso es algo que puedo reconocer. Él es mucho más digno para cortejarme que tú.
Al escucharla, Percy volteó a mirar a Azula con sorpresa, sintiendo su rostro arder, pero ella rehuyó de su mirada y continuó mirando a Chan, agitando la mano en señal de despido.
—Retírate antes de que continúes humillándote a ti mismo.
Chan apretó los labios, pero bajó la cabeza y aceptó la orden, lanzándole una mirada molesta a Percy antes de abandonar el jardín.
Los tres quedaron en un momentáneo silencio. Percy miró de reojo a Azula, aun sintiendo un calor en sus mejillas.
—Entonces… —comenzó él, aclarándose la garganta antes de hablar con un deje de burla en su voz—. ¿Soy digno de cortejarte, princesa?
Azula le lanzó una mirada molesta y Percy pudo confirmar que sus mejillas se tiñeron de rojo antes de que ella apartara la mirada con un resoplido.
—Eres insufrible… —dijo ella—. Mai, Ty Lee, vámonos.
Azula abandonó el jardín y unos segundos después fueron seguidas por Mai y Ty Lee, quienes se despidieron de Percy con un asentimiento y agitando su mano, respectivamente.
Percy quedó solo en el jardín y decidió sentarse a la sombra del árbol junto al estanque, esperando a que Zuko llegara.
Ya había caído el anochecer para cuando el funeral había llegado a su fin. Mientras estaba sentado bajo el árbol a un lado del estanque en el Jardín Real, Percy vio como los nobles y altos militares se retiraban del palacio. Su padre había pasado junto a él a decirle que Zuko aún se encontraba junto a Iroh, por lo que decidió esperar.
No fue hasta que la luna fue claramente visible en lo alto del cielo oscuro que Zuko llegó al jardín. Percy estaba tan inmiscuido mirado a los patos tortugas en el estanque y el reflejo de la luna en el agua que no se percató de la presencia del príncipe hasta que él estuvo a su lado.
—Hey—saludó Percy.
—Hey—le devolvió Zuko el saludo de manera incómoda. Él se removió en su lugar antes de preguntar con algo de vacilación—. ¿Puedo sentarme?
—Este el jardín de tu casa, ¿no?
Zuko asintió.
—Cierto…
Él se sentó al lado de Percy y ambos observaron el estanque en un silencio algo incómodo.
— ¿Cómo está tu tío? —preguntó Percy, rompiendo el silencio.
—Pues… aún está devastado por la muerte de Lu Ten—respondió Zuko—. Tal vez nunca se recupere de ello. Solo el tiempo lo decidirá.
—Él necesitará ayuda. El apoyo de las personas cercanas a él. Como tú—Percy lo miró de reojo—. Fue muy lindo de tu parte quedarte junto a tu tío, apoyándolo en su duelo.
—Él es mi tío, mi familia, debo de estar allí para él. Apoyarlo—Zuko lo miró y sonrió levemente—. Tú lo dijiste, ¿no? La familia debe apoyarse mutuamente.
Percy no quiso decir que Ozai apenas y había dicho algunas palabras de reconocimiento por la muerte de Lu Ten y Azula ni siquiera había aparecido para demostrar su apoyo. Pero Zuko lo había hecho, y Percy se sentía orgulloso de él por ello.
—Pero el día de hoy vi que no solo es la familia quien puede llegar a apoyarte, sino también los amigos—continuó Zuko—. El maestro Piandao estuvo allí para mi tío, a pesar de que él no se lo pidió. Lo consoló y lo apoyó incondicionalmente, incluso más que su propio hermano. Al verlo a los dos de esa manera… me recordó a nosotros.
Percy volteó a mirar a Zuko con intriga, quien le devolvió la mirada con seriedad.
—Cuando mi madre desapareció, tú estuviste allí para mí, Percy. De la misma manera en la que el maestro Piandao apoyó al tío por la pérdida de su hijo, tú me apoyaste a mí por la pérdida de mi madre. Me apoyaste como si yo fuera tu familia… como si yo fuera tu hermano…
—Zuko… yo…
—Sé lo que vas a decir y no tienes que hacerlo—interrumpió suavemente—. No tienes que disculparte por lo que sucedió, Percy. Soy yo quien debe hacerlo. No fue… honorable de mi parte reaccionar como lo hice, o las palabras que te dije. Por eso, te ofrezco mis más sinceras disculpas.
Zuko giró para quedar frente a Percy y agachar la cabeza. Cualquier persona que pasara y viera la escena, le parecía inaudito. El orgulloso Príncipe Heredero de la Nación del Fuego disculpándose y agachando la cabeza ante un simple plebeyo. Una escena inaudita que no se veía muy frecuentemente, o si es que alguna vez sucedió.
—Oye, ya basta—dijo Percy, apartando la mirada con vergüenza—. No tienes que ser tan formal conmigo solo para disculparte.
—Esta es la única manera en la que sé hacerlo—dijo él antes de que sus ojos se suavizaran y bajara la mirada con tristeza—. Percy, eres el primer amigo que he tenido. Antes de conocerte, yo no tenía a nadie. Y no fue hasta que te conocí, nos hicimos amigos y… nos peleamos y nos distanciamos, que me di cuenta de lo solo que estaba… de lo solo que me sentía—él levantó la cabeza y miró a Percy con intensidad—. Eres el único que ha estado conmigo no por ser un miembro de la Familia Real, o por ser un príncipe, sino simplemente por ser… yo. Y no quiero perder eso… No quiero perderte…
Percy quedó sin palabras al escuchar a Zuko y sintió un nudo formándose en su garganta. Él no sabía, no creyó, que fuese tan importante para Zuko.
—Cielos… —dijo él—. ¿Quién eres y qué hiciste con el Zuko que conozco? Porque él no sería tan elocuente a la hora de expresarse.
Zuko levantó la cabeza con una pequeña sonrisa en su rostro.
—Recibí un par de consejos de mi tío—admitió él—. Sabe lo que es tener una discusión con un amigo cercano… y querer remediarlo.
Eso coincidía con lo que Piandao le había dicho a Percy.
Tentativamente, Percy colocó un mano sobre el hombro de Zuko.
—No me iré a ningún lado, hotman. Me quedaré a tu lado—dijo él con convicción antes de sonreír con ligera burla—. Después de todo, alguien necesita estar a tu lado para proteger tu espalda.
Los labios de Zuko se estiraron en una sonrisa conmovida, pero rápidamente se volvió una divertida cuando resopló y manoteó la mano de Percy amistosamente.
—No necesito que me protejas.
"Sí, definitivamente son hermanos" pensó Percy, habiendo escuchado exactamente las mismas palabras de Azula.
—El Jang Shi dijo lo contrario—señaló él.
—Pero suena bien eso de tenerte a mi lado—Zuko miró de reojo a Percy de manera tentativa—. Xiōngdì.
— ¿Xiōngdì?
—Significa "hermano"—aclaró Zuko.
Percy parpadeó, sorprendido, pero luego sonrió.
—Xiōngdì…—reflexionó él, para luego asentir con apreciación—. Me gusta.
Ambos quedaron en un agradable y cómodo silencio, mirando al cielo a la brillante luna con una sonrisa en sus rostros mientras una agradable brisa nocturna soplaba sobre ellos.
Percy recordaría aquella noche y la luna sería su testigo. La noche en que había conseguido algo más que un amigo, había conseguido un hermano.
Un xiōngdì.
...
..
.
¡Y eso es todo por ahora, mis queridos lectores!
Espero les haya gustado la primera aparición del Tío Iroh. Una de las mejores escenas de la serie Live Action de Avatar Netflix fue el funeral de Lu Ten. La primera vez que lo vi no me avergüenza decir que mis ojos se pusieron rojos. Fue una escena tan perfecta que me dije a mí mismo que la agregaría en mi historia.
También decidí expandir un poco más sobre la historia de Toph en su tiempo como luchadora clandestina. Los creadores de Avatar confirmaron que se inspiraron en "La Roca" para crear a La Piedra, por lo que le di la personalidad que tenía La Roca en su época de luchador en la WWE. Así mismo, también hice algo similar con Toph, haciendo paralelismo a John Cena y su famoso "You can't see me". Sin duda fue realmente divertido escribir esa parte, considerando que Toph es ciega.
Pudimos ver también un desarrollo pequeño, pero importante en Azula y Zuko. Con Azula reconociendo públicamente a Percy como alguien digno y a Zuko abriéndose ante Percy, expresando sus inquietudes y reconciliándose para luego llamarlo "Xiōngdì" que es una palabra en mandarín que se utiliza para referirse a hermanos en general, aunque también puede usarse de manera más amplia para referirse a amigos muy cercanos o camaradas, enfatizando un vínculo fraternal fuerte.
En fin, espero les haya gustado. El próximo capítulo habrá un salto de tiempo hasta el punto de inflexión en la vida de Zuko. Así es, damas y caballeros... Se viene el Agni Kai.
¿Qué sucederá? ¿Cómo reaccionará Percy y qué decisión tomará? Lo veremos en el próximo capítulo.
Y sin nada más que decir... ¡Hasta la próxima, guapos y guapas!
