Capítulo 5. Brechas y veredas. – Parte 1

El resto de los días y viajes, se basaron en ir de un lugar a otro.

Sin darse cuenta, el destino tenía jugarretas muy despiadadas, pues durante todo ese tiempo, se pasaron recorriendo los mismos lugares. Como sin querer encontrarse, lo hacían. Aunque por cuestiones del mismo destino, no coincidían en lo absoluto.

- Ustedes ya eligieron a donde ir.– Expresaba el de la Tribu Agua. - Y como ustedes decidieron la última vez, yo elijo ir… ¡A la biblioteca! -

Fue lo último que escuchó antes de emprender su siguiente viaje en el bisonte alrededor del desierto; acompañados de un sujeto llamado Zei o algo así. Un antropólogo obsesivo de Ba Sing Se. Como sea. Pensaba yendo abrazada de la montura de Appa, resoplando ligeramente su flequillo a causa del calor que desprendía la arena incluso al volar, y por el aburrimiento de ir a un lugar en el que prácticamente no tendría nada para hacer.

- ¡Ahí está! – ¡Exclamó! Y una vez más, como si pudieran creerle, cayeron en su broma liberando un poco de reproche. - Esa será mi sensación cuando ustedes la vean.– Replicó con sarcasmo y sin importancia, pasando su mano frente a su rostro. Denotando más lo obvio.

Cuando pudieron hallar dicha construcción. Decidió que lo mejor sería quedarse afuera, no sin antes escuchar.

- ¡¿Tienes algo en contra de las bibliotecas?! – Sonó una Katara ligeramente molesta.

- He tenido libros en mis manos, pero como sabrás, los libros no se leen solos.– Refutó con la misma molestia y desdén en sus palabras.

- Oh, lo lamento.– Tan sólo excusó.

Al tiempo después de su desdichada lección.

- ¡Uh, ah, agh! – Su tío se quejaba…

- Creo que deberíamos acampar.– Sugirió al notar que no paraba de hacerlo.

- No te detengas por mi, Príncipe Zuko. Son mis ancianos pies, solo necesito descansar un par de minutos.– Se sentó sobre una roca para reposar hasta que.

¡Crack!

- ¡¿Ahora que sucede?! – El joven se vió fastidiado.

- Coronel Mongke, que gusto verlo.– Resonó su tío.

- ¿Ya lo conocías? – No entendía ni porqué se sorprendía. Pensaba.

- Él y sus Rinos Komodo no sólo son caza recompensas, también son un muy interesante grupo vocal.– Explicó.

- No venimos aquí para dar una demostración, ¡queremos sus cabezas! – Exclamó aquel recio hombre.

Zuko solo aguardaba a que hiciera el primer movimiento.

- ¿Qué tal si primero tomamos una humeante taza de té? – Propuso con superioridad, pretendiendo calma.

En cuanto salió el ataque, el joven maestro fuego no dudó en contraatacar; haciendo claro uso de su control y no teniendo ni un poco de misericordia contra aquellos hombres quienes lo provocaban. Tanta fue su ferocidad y precisión con movimientos predictivos, que su propio tío se vió impresionado.

- ¡ARGHH! – Se escuchó al dar el último golpe en contra del arquero yuyan que formaba parte del grupo de matones.

- Príncipe Zuko, ¡es suficiente! – Lo detuvo de su siguiente movimiento antes de que decidiera rematarlo. El joven solo lo miró desafiante, y el viejo maestro le sostuvo la misma mirada. El Príncipe se calmó. Ya por experiencia… No volvería a retar a su tío de esa manera… Lo dejó en paz.

...

Al sentir como aquella antigua construcción comenzaba a hundirse, la maestra tierra tuvo que hacer una dolorosa y determinada elección:

"Salvar al trío de idiotas o salvar al bisonte".

Era obvia la decisión que tomaría.

- Lo siento, Appa.– Fue lo ultimó que la chica pudo replicar. Pues su arena control no era nada bueno, por lo que no podría 'ver' con precisión para procurar defenderse. Los bandidos traficantes que los atacaban tenían la ventaja contra ella, y después de lo pasado, correspondería al equipo con sacrificio y lealtad, dándoles prioridad a que salieran.

Sin embargo, Aang no lo tomó de esta manera.

- No puedo ver nada, el edificio se hundía y ustedes todavía no regresaban…– Procuraba explicarse.

- ¡A TI NUNCA TE IMPORTÓ APPA! – Oyó al monje reclamarle.

Sus palabras dolieron. Sabía que eso era exactamente lo que todos pensarían de ella; y después de lo que vivió con Zuko, aunque quisiera enmendar sus acciones, quedaría ante ellos… Como una traidora.

Se lamentó… ¡Pero no por ellos, si no por ella! ¡Por ser idiota! ¡¿Qué caso tendría intentarlo?!

El dúo de maestros llegó al mismo oasis en el desierto en el que estuvieron hace algunas horas atrás. Y también, los sujetos tras la pista de la Bandida Ciega.

- Sí, una pequeña con esa descripción pasó por aquí, pero no recuerdo hacia donde se dirigía... Tal vez si me dieran un incentivo.-

- ¡Si con incentivo te refieres a que te romperé los dedos! – Amenazó Xin Fu. Dueño del Estruendo Tierra VI.

- Calma.– Espetó el maestro Yu. - Quizá no nos iremos con las manos vacías.– Enseñó el panfleto con los perfiles.

Adentro de aquel bar.

- No entiendo cómo un juego de Pai Sho podría ayudarnos.– Replicaba molesto.

- Sobrino, siempre intenté decirte, que el Pai Sho es más que un juego.– Se escuchaba a su viejo tío con ese característico tono de voz calmo; seguro de lo que hacía.

- Tranquilízate, Aang. Sabes que Toph hizo todo lo que pudo.– Intervino la maestra agua, procurando ser un poco más comprensiva.

- ¿Y qué sentido tiene? Sin Appa no podremos salir de aquí.– Se expresó estúpidamente el estratega de la Tribu.

- ¡Eso es lo único que les importa! – De nuevo el Avatar explotó. Abrió su planeador, ¡saliendo en ese salto alto!, para ir en busca de su peludo amigo.

Katara lo vió irse, reflejando una expresión en su cara; consternada.

- Vamos, somos los únicos que sabemos del eclipse. Hay que llevar esta noticia a Ba Sing Se.– Alentó al equipo restante para que avanzarán, comenzando a caminar por el desierto.

Afortunadamente, la pelea en el bar de mala muerte se pudo evitar. Después de todo, la partida de su tío sí dio frutos. Procesaba los hechos; empezando a dormitar mientras aguardaba.

- ¡Tío, ¿qué pasó?! – Se sobresaltó al sentir como salía de aquella "junta" con el loto blanco.

- Tuvimos suerte y apoyo de la hermandad.– Contestó el viejo maestro haciendo reverencia al otro anciano, quien los había llevado a esconderse en un vivero.

- Es un honor el poder ayudar a tan respetable y alto miembro del loto blanco.– Sentenció el otro correspondiendo a la reverencia.

- Hay unos tipos que están buscándolos afuera. Tal parece los vieron entrar aquí.– Advirtió un joven a los miembros de aquella particular y peculiar hermandad. - ¡Tomen!, estos son unos pasaportes que los llevarán a la gran muralla.-

A Zuko para nada le agradaba la idea de inmiscuirse más en una vida como refugiados. Pero a éstas alturas, no tenían otra opción.

...

Las cosas tampoco parecieron mejorar mucho de lado del equipo Avatar, pues a pesar de que la maestra tierra le ayudó a Aang a dar con el paradero del secuestrador de Appa, este continuó descargando su frustración, provocándole incluso entrar en el mismo Estado Avatar.

¡Aire y arena salía por todas partes!

La maestra agua… Lo abrazó, aún en medio de ese torbellino.

Las lágrimas amargas inundadas de tristeza corrieron por las mejillas del arrepentido monje.

A Toph le dolió. Pies ligeros era afortunado de poder contar con un apoyo como ese, cuando en los momentos de mayor confusión y oscuridad se encontrara. Se sintió melancólica.

A los días después.

- Quién diría que algún día volvería al lugar de mi mayor tragedia militar. ¡Y como turista! – Su tío lanzó una vil y cruel broma hacia su desgracia. Pero la enfrentaba con una enorme y boba sonrisa.

Arrugó su entrecejo visiblemente molesto. No entendía como podía tomarlo tan normal; ellos ahora formaban parte de los cobardes, al esconderse de su propia Nación en el flanco enemigo.

- ¡Uagh! Estoy harto de la comida podrida.– Expresó ante su suerte. Pues desde que Toph partió, todo regresaba a ser como antes. Siendo errantes en el Reino Tierra, y teniendo problemas como estos al ser fugitivos. Cosa que solo lo hacía sentirse aún más molesto con todo.

- Dicen que el capitán de este barco come como un rey mientras el resto de los pasajeros pasamos hambre.-

Desvió un poco la mirada al escucharlo. Observándolo de reojo. Era un muchacho alto, más o menos de su edad. De cabello despeinado y cejas extrañas; se dirigía a él.

- ¿Cómo que clase de rey? – Preguntó su tío, captando su atención.

- Como uno gordo y feliz.– Contestó aquel sujeto. - Me llamo Jet. Y ellos son mi grupo de libertadores, Long Shot y Smellerbee. ¿Qué dices, nos ayudas a liberar esa comida? Luces como alguien que lucha por lo que quiere.– Intentó persuadirlo.

El maestro fuego lo pensó por un momento, observando su plato lleno con comida rancia… ¡Lanzó el plato lejos, con furia! Se volteó a él dando un ligero asentimiento. ¡Lo haría!

Esperaron a que la noche cayera para llevar a cabo la tarea. Se movían sigilosos y avanzaban con gran precisión hacia su objetivo. Aparentemente, él y el individuo poseían artes espadachines en común; ambos manejaban espadas duales y disfrutaban de hacer cosas furtivas a expensas de los demás, "para procurar a los suyos".

Volviéndolos, dos tipos peligrosos por su clase de comportamiento solapado. Una pequeña mueca brotó al ver logrado su plan y obtener su recompensa. ¡Habían liberado la comida!

Una vez se encontraron disfrutando el botín.

- ¿Qué los lleva a Ba Sing Se? – Cuestionó el curioso sujeto. Iroh procuró ser él quien contestara. Zuko se limitaba a escuchar.

- He estado ahí antes… Cuando era otro hombre.– Expresó con algo de pesar en sus palabras.

- Yo también solía ser otro hombre. Es por eso que voy ahí, porque mis colegas y yo queremos empezar otra vida.-

- No hay nada de malo en buscar redención para nosotros mismos. Siempre he creído, que todos merecemos segundas oportunidades.– Expresó con sabiduría.

- ¿Qué tal compañeros refugiados? – Se oyó la voz de un particular hombre y su esposa en cinta.

Corrieron con mucha suerte para salir de su travesía en el desierto, llegando a un paraje. Después, se dirigieron en compañía al Puerto Luna, lugar oculto donde se citaban los refugiados para poder ingresar a la Gran Muralla… Arribando solo por días atrás del peculiar dúo de maestros que ya zarpaban en barco; Iroh y Zuko.

- Quisiera cuatro boletos para Ba Sing Se.– solicitó el calvo.

- Pasaporte.– Espetó aquella áspera mujer.

- Normalmente no suelo recurrir a esto. Pero soy el Avatar.– la mujer le dio una vista de rápida de manera despectiva, de pies a calva cabeza.

- Eres el número cuarenta que dice ser el Avatar. Y tu atuendo no luce tan convincente.– El monje solo dio un vistazo a los aludidos, notándose admirado del trabajo; ahora sin tener nada más que decir.

Toph, sin embargo;

- Déjame esto a mí.– se acercó a donde atendía la agria señora. - Mi nombre es Toph Beifong, y como verá, soy ciega.– La mujer se vió impresionada al observar el sello dorado del jabalí volador, que la pequeña le extendía.

- ¡Oh, será un honor ayudar a cualquier miembro de la familia Beifong! – Dirigió reverencia hacia la maestra.

- Se lo agradezco. Necesito seis boletos. Uno para mí, y el resto son para mis sirvientes.– Expresó.

En la lista estaban incluidos la pareja de refugiados. Quienes amablemente les ofrecieron comida después de salir de su desafortunada aventura y les indicaron el camino hacia el puerto. No se lo pidieron, pero ella los quiso ayudar…

Suponía aún se sentía mal por el incidente.

La mujer lo pensó por un momento. Volviendo a mirarla, y al papel.

- Por lo general no se puede otorgar más de un boleto, pero este documento es tan oficial… Supongo que vale cada uno de ellos.– selló todos los pasajes solicitados por la pequeña. De nuevo agradeció y entregó los boletos a sus compañeros.

Esperaron su turno para ingresar y partir en el siguiente barco. De repente;

- ¡Oye, tú! Boletos y pasaporte.– se escuchó a una tipa que se acercaba a Sokka.

- ¿Hay algún problema? – replicó este.

- Claro que sí, tengo un problema contigo. De seguro eres un tipo sarcástico que cree ser muy divertido.– Declaró.

- ¿Nos conocemos? – se escuchó confundido.

- ¡Quizá recuerdes esto! – Y sin más, besó su mejilla.

- ¡Suki! ~ se oyó en el instante.

- ¡Que gusto verte, Sokka! – se vió muy animada. - ¡Hola, chicos! – saludó al resto del equipo, aunque por obvias razones, ella y la maestra tierra no se conocían.

Todo ese encuentro les provocó una felicidad momentánea. Pues poniéndose al día, nuevamente salió el tema de Appa.

- No se preocupen, estoy bien.– sentenció Aang. Volteando a ver ligeramente a Toph, quien arrugó su entrecejo. Sabía que estaba mintiendo.

Al poco fue su turno de arribar esa nave. La guerrera Kyoshi simplemente los despidió…

- Muchas gracias, Avatar. Y muchas gracias, linda.– Sonó amable la embarazada.

- Un placer.– Ya solo declaró la joven. Quedándose un poco más allá. Desde que retomaron el tema de su desventura, había quedado bastante pensativa. Se recargó en el barandal de madera.

A la par, un maestro fuego también posaba en el barandal… Observaba el horizonte. Escuchó pasos viniendo detrás.

- He visto tu cicatriz, y pude notar quien eres…- Zuko se tensó medianamente, pero antes de actuar, esperaría su acusación. Quizá algo de la maestra tierra se le había quedado después de todo. - Eres un peleador. Alguien que resiste a esta guerra. Como nosotros. Únete a nuestro grupo de libertadores; y juntos, podríamos lograr grandes cosas.-

Este simplemente lo pensó, invadiéndolo la amargura y trayendo a cuentas su recuerdo.

"En la guerra no hay una brecha, Príncipe Zuko… Y hasta que no decidas cual es tu camino, no podrás mezclarlo con ningún otro."

- Resulta… Que he aprendido a sobrellevar las situaciones solo.– Tan sólo abrió su boca, para rechazar la oferta del muchacho.

En pleno viaje en el crucero, la señora que los acompañaba dio a luz a una hermosa niña. Trayendo consigo una atmósfera de paz y unidad. Ya que Katara personalmente socorrió a la susodicha, involucrando a todo el equipo, brindando bienestar a la pareja. El monje no pudo evitar sentirse conmovido frente al suceso, ya que la bebé denotaba salud y rebosaba de alegría, poniendo una sonrisa extensa en el rostro de sus padres, a pesar de la situación en la que se encontraban. Un nacimiento en medio de la guerra, es como un nuevo comienzo. Pensaba.

- Esperanza.– masculló la mujer con su pequeña en brazos. - Quiero que nuestra bebé se llame así.-

- Es un hermoso nombre.– Completó la morena.

Pronto el Avatar solicitó salir de la habitación que el capitán de su barco les proporcionó para que se aliviara.

- Lo lamento, chicos. Ya no quiero que nunca más tengan que volver a verme de esta manera.– Admitió aún dolido con su pérdida. - Dejé que la ira y la amargura me invadieran, y demostré un pésimo comportamiento hacia ustedes… Gracias por ser tan pacientes conmigo.-

- No te preocupes, Aang, nosotros siempre estaremos aquí para apoyarte.– Volvía a declarar la maestra agua, quien lo abrazaba.

- Así es, calvito. Estamos juntos en esto.– Recalcó el otro de la Tribu. También acercándose a abrazarlo. Todos lo abrazaban, todos menos… - ¿Verdad, Toph? – Cuestionó el guerrero al percibir como ella no se acercaba. Solo se quedaba más allá de ellos, oscilante.

- Toph, por favor, disculpame. No debí haberte tratado así.– Volvía a sonar el maestro aire.

Esta no se vió muy convencida. Sin embargo, también se acercó a abrazarle.

Al llegar a Ba Sing Se, se despidieron de aquel matrimonio. Y se encontraron, con una civilización dividida. La maestra tierra lo sabía, esta era como cualquier otra ciudad en el Reino Tierra. Llena de muros, imposiciones y banalidades. Bufó decepcionada, presenciando todo ese recorrido.

- Aquí es donde vivirán.– Indicó esa tal Joo Dee, al llegar a su nueva "casa". - Como podrán notar, está situada en el sector medio. ¡Oh!, y hay buenas noticias.– Dijo tomando un pergamino que se encontraba en el buzón de la casa. - La entrevista del rey Kuei con el Avatar, será dentro de un mes. ¡Vaya!, eso es más pronto de lo habitual.– Sonrió exageradamente.

Todos se quedaron impresionados.

- ¡En un mes! – Sonó exaltado y levemente molesto el chico agua.

- ¡Así es! Si necesitan algo más o si quieren que les dé un recorrido por la ciudad, no duden en pedírmelo.– Replicó "amablemente".

- ¡¿Hay una guerra haya afuera y usted quiere dar recorridos?! – La encaró el joven de la Tribu.

- No hay guerra en Ba Sing Se.– Expresó de nueva cuenta con esa sonrisa fingida.

- ¿Eh? – Se vió confundido.

- Bien, sino necesitan nada más… Me voy.– La mujer hizo reverencia y se fue en el mismo carruaje donde los había traído.

- ¡¿Qué demonios le pasa a esta gente?! Tenemos información de vital importancia y a todos parece no importarles.– Se cuestionaba y expresaba a sí mismo, y a los demás del equipo.

- Están influenciados.– Objetó la maestra tierra, como sin importancia, haciendo reconocimiento de toda aquella estructura que ahora sería su "hogar".

- ¿A qué te refieres? – Volvió a cuestionar.

- Es igual en cada gran ciudad. La gente está influenciada por quien tiene el poder. Es por eso que odio la burocracia.– Expresó con una leve queja.

Aang en particular no decía mucho, ya estaba un poco más renovado por el secuestro de Appa, pero aun así se sentía vacío. Y aunque hubo querido disculparse con Toph, esta simplemente denotó un ligero asentimiento; dando como terminada y aceptada su disculpa.

- ¿Tú crees que esta gente lo esté? – Volvía a preguntar curioso.

- Toda la gente lo está.– Le dijo levemente molesta. - Bien, tenemos un mes de estancia en esta horrible ciudad. Iré a echar un vistazo.-

A pesar del cambio, no se sentía a gusto, pues sabía que de alguna forma de no encontrar a Appa, sería a ella a quien culparían de por vida.

- ¿A dónde vas, Toph? – La cuestionó levemente incomodada la maestra agua.

- ¿No me oíste? Iré a dar un reconocimiento a la zona.– Contestó levemente irritada.

¡Cerró la puerta con fuerza!

Katara dio un breve respingo, de verdad que todos lo intentaban. Pensó tan solo dejando que se marchara.

Suspiró profundamente en cuanto salió de la casa.

No se encontraba nada segura de lo que hacía o hacia dónde iba. Pero tenía que admitir, que se preocupaba; y mucho. Lo siguiente que haría, ¡sería buscar por sí misma a Appa! Pensó notándose más que decidida.

- ¿No es fabuloso, sobrino? Mañana mismo empezamos con nuestro nuevo trabajo.– Sentenció un "Mushi" muy gustoso.

El joven maestro sólo asintió un poco. Al parecer su tío había conseguido trabajo para los dos, en una vieja pocilga que se hacía llamar: "casa de té". Pensaba molesto. Sin embargo, con el pasar de los días, El Gran Dragón del Oeste hizo revivir todo aquel lugar con sus famosas recetas e infusiones. El lugar se llenaba y los clientes se maravillaban con cada nueva implementación en el menú. Adquiriendo cada vez más renombre.

- ¡Son maestros fuego! ¡Yo vi al viejo calentando su té! – Se escuchaba acusando aquel molesto muchacho al que anteriormente había ayudado.

- Trabajan en una casa de té.– Inquirió un tipo.

- ¡No, él lo hizo con su fuego control! – Insistía.

- Jet, estás obsesionado. Por favor, solo déjalos.– Smellerbee luchaba por hacerlo entrar en razón; incluyendo Long Shot.

- Si no van a creerme, entonces lo demostraré.-

Inmediatamente comenzaba a atacar a su tío. Y Zuko no dudó ni por un segundo él defenderse y defenderlo. Generando todo un espectáculo en medio de esa diminuta tienda.

¡Las espadas chocaban y los jóvenes daban piruetas!, ¡destacando todavía más sus habilidades espadachines! La gente hacía ovación a "Lee", aunque era obvio no tenían ni la más mínima idea de a quién verdaderamente alentaban… Al final, los Dai Li aprendieron al joven no maestro de cabello despeinado.

- ¡No, suéltenme! ¡Yo tengo razón! ¡SON MAESTROS FUEGO! – Se lo llevaron; y el resto de sus compañeros tan sólo pudieron presenciar el suceso con pena.

Llegó por sí sola a un viejo establo, haciendo uso de situaciones encubierto y escuchando conversaciones por ahí. Tal parece algo del maestro fuego se quedó en ella. Pues incluso imitaba sus movimientos al desplazarse. Ahí, un hombre de ya avanzada edad le informó que hasta hace días habían traído animales exóticos y que se encontraban en exposición en el zoológico de la ciudad. Luego regresó a su "escondite".

- Toph, ¿en dónde estuviste? – Cuestionó un guerrero y una maestra agua preocupados.

- Aang, alístate.– No contestó a ellos.

- ¿Qué? – se vió confundido.

- Lo que oíste, alístate. Tengo una pista sobre Appa, ¿quieres ayudar o no? – replicó un tanto exasperada.

- ¡Por su puesto! – El maestro aire en seguida tomó su planeador, su silbato y corrió tras de ella. Los hermanos tan sólo se miraron confundidos.

Al llegar ahí.

- ¿Puedes detectar algo? – Cuestionó intrigado también caminando de puntillas, recorriendo todo ese parque.

- No, parece que el viejo logró mentirme.– Eso sólo lo volvía más sospechoso, toda esta ciudad estaba muy mal. Pensaba meticulosa. Aang se vió admirado.

- En serio, Toph, ¿dónde estuviste? – Preguntó al escuchar semejantes cosas.

- Eso no importa, tenemos que encontrar a Appa. Vámonos, buscaremos en otra parte.– El maestro aire la observó muy determinada.

- Está bien, pero aún hay algo que debo hacer.-

Acto seguido, el hábido monje hizo uso de su silbato. Liberando a la par con la maestra tierra a las criaturas, dirigiéndose a gran velocidad para darles un lugar respetable en dónde poder vivir en mejores condiciones.

¡Y lo lograron! Hicieron de contrabando una reserva. En donde los animales pudieron estar al aire libre.

- Tío, hay alguien en la mesa de la esquina que no deja de observarnos.– Declaró en voz baja, sonando un tanto paranoico. - Creo que sabe que somos maestros fuego.– El chico no quedó muy confiado después del altercado.

El Dragón del Oeste se vio levemente sorprendido y luego comprendió "a quién o a qué" se refería.

- Disculpa.– Llamó aquella "espía".

Volteó confundido.

- ¿Te gustaría salir mañana conmigo? – El joven se mostró visiblemente incómodo y sorprendido, sin dar respuesta.

- Será un placer.– Contestó "el viejo Mushi" con voz pícaro y amable.

- ¡Estupendo! – Sonó alegre la chica. - Te veo mañana a las ocho.-

Se fue gustosa del lugar…

El Príncipe se vio ampliamente exaltado, soltando su bandeja con tazas de té y llevando a su tío para la zona detrás de la cocina.

- ¿A dónde van? – Cuestionó el dueño del local.

- ¡Tomaremos un descanso! – Sonó irritado y grosero. Saliendo de todas formas pese a la pregunta.

El dueño ya no se atrevió a cuestionar más...

Una vez estuvieron afuera.

- ¡¿Se puede saber qué haces?! – Reclamó un príncipe sumamente quejumbroso tratando de hablar bajo.

- ¿Qué? – Replicó bobamente el viejo maestro. Haciendo exasperar más a su sobrino.

- ¡¿Tú qué crees?! – ¡Luchaba contra todas sus ganas de explotar! - ¡¿Por qué le dijiste que sí a la chica?! -

- ¿Qué hay de malo en eso, sobrino? ¿Es linda no lo crees? – Volvía a sonar queriendo hacerse el bobo.

- ¡¿Esa es tu respuesta?! – Murmuraba furioso con su ceño más que fruncido. - Si mal no recuerdo, fuiste tú quien dijo que no podría mezclar ningún camino, ¡a no ser que eligiera el mío! – Recalcó.

El viejo maestro lo entendió, Zuko le estaba reclamando su estupidez, por su pasada estupidez… La de haber alejado a Toph.

Iroh lo sintió.

- Sé a lo que te refieres.– Esta vez, volvía a ser él. - Sé que sigues molesto por lo que hice.– Los dorados ojos del Príncipe se sorprendieron ligeramente, aunque era obvio que le estaba reclamando por lo de Toph… No quitó su ceño fruncido. El viejo continuó. - Pero quizás este sea un buen inicio para los dos. Estamos intentando llevar una nueva vida aquí en Ba Sing Se.– Sentenció queriendo sonar sabio. - Quizá esta sea una buena oportunidad para ti. Una linda chica te invitó a salir, eso requiere de mucho valor. No deberías menospreciarla, mucho menos antes de siquiera darte la oportunidad de conocerla.– Iroh lo decía, además de intentando que entendiera, con la intención de que su sobrino finalmente se viera renovado de su pasado. Era egoísta, pero nada le gustaría más que verlo de nueva cuenta sonreír, y comportarse como un adolescente… Un adolescente que se enamora y es feliz.

Este lo pensó, todavía sin dejar de fruncir su ceño o soltar sus oprimidos labios.

Frente a esto, el viejo maestro supo que lo estaba considerando, ese era el "poder" que él tenía sobre su sobrino… Continuó con su plan.

- Sabes, los chicos de tu edad hacen éstas cosas; salen, van a citas, y conocen lugares en compañía de otros adolescentes. Aún si no te gustara tu cita, podrías distraerte un poco.– Declaró como su último recurso, pues sabía que su vida ya no sería más como la de un joven Príncipe de guerra.

Zuko mantenía un leve rostro de confusión, pero después de todo, si podía zafarse de su tío y la "casa de té", entonces aceptaría.

Al día siguiente.

- Tío…– Sonó un joven ligeramente avergonzado. - ¿Qué es lo que se hace en las citas? -

Iroh se vió sorprendido y conmovido, por tal acto de nobleza en su sobrino al preguntar.

- Sabes, sobrino.– Comenzó a hablar el pícaro maestro con su conocimiento. - Hace tiempo que este viejo no va a citas, pero en mis mejores años, yo era todo un galán.– Declaró muy seguro. - Las bases de las citas siguen siendo las mismas, solo tienes que ser atento, hablar de las cosas que te gustan y hacer algún comentario sobre su apariencia o alguna virtud, algo que la caracterice y la haga sentir halagada.– Señaló.

- Eso es lo que no entiendo, tío.– Replicó un chico confundido de nueva cuenta. - ¿Cómo puedes mostrarte tan seguro con las damas? -

- Es cuestión de actitud, Príncipe Zuko, ¡lo llevas en la sangre! – Sentenció un muy orgulloso maestro fuego.

- ¡Shh!, cállate, te van a oír.– Masculló un irritado y alarmado joven. Sintiéndose nervioso.

- Lo lamento.– Se excusó un poco con una gran sonrisa. - Y no tienes de que preocuparte, sobrino. Cuando encuentres a la indicada, lo sabrás.-

Con esto, el joven maestro denotó un gesto de pensador analítico… ¡No tenía ni idea de lo que su tío le estaba diciendo!

- Cuando le gustas a una dama, habrá pequeñas señales.– Continuaba "el conquistador" - Como pequeñas risillas.– el chico pensó en Toph. - Miradas que no entenderás, pero conectan con las tuyas.– Toph otra vez. - Detalles minúsculos con los que te hará sentir mejor, como un alago o palabras que tú mismo sabes no son normales de decir.– De nuevo Toph. - Hay chicas más pícaras a las que les gusta sentir que tienen el control, poniéndote en situaciones incómodas.– ¡Ugh! se molestó un poco esta vez. - Pero a pesar de ello, muchas veces esto es justo lo que se necesita para romper el hielo y reforzar el vínculo.– Eso último hizo al Príncipe Zuko dar un ligero respingo de desagrado. ¡¿Por qué demonios en cada una de las señales pensaba en Toph?!... Siguió. - Lo único que debes hacer para corresponderle a las damas, es ser gentil, generoso y detallista.– El viejo comenzaba a tomar un peine… - El porte ya lo tienes, sobrino. Por lo que todo lo demás será pan comido.– Sonó muy seguro peinando a su "pequeño".

- ¿Estás seguro que esto se ve bien? – Cuestionó el chico al terminar de ver su cabello peinado por en medio, frente al espejo.

- Le gustará, créeme.– Sentenció su orgulloso tío al ver terminada su creación.

El joven maestro dio un bufido, para por fin decidirse a salir.

- Espera, sobrino.– Tomó algo de la mesa. - ¡Toma! – Lo puso en su mano. - Es un cupón de descuento para tu amiga, eso le dará un buen detalle.-

El chico solo se encogió de hombros dando un largo y pesado suspiro… "Estaba listo".

...

- ¡Vaya! – Se sorprendió la chica al darse cuenta del peinado que lo acompañaba.

Extendió su mano divertida y deshizo su "creación".

- A mi tío le tomó veinte minutos arreglarlo.– Contestó en protesta.

- Se ve mejor así. Ven.– La chica en seguida lo haló por ahí para llevarlo en dirección a un restaurante.

El Príncipe se incomodó, pero le siguió la pista.

Una vez estuvieron ahí.

- Dime, Lee, ¿qué te gusta hacer por diversión? – Preguntó animosa.

- Nada.– Respondió simple, jugando con los dedos de sus manos.

No es como que mintiese. Desde que tenía memoria, todo lo hacía por obligación y deberes, él no era un príncipe de holgazanear con actividades contra producentes. Y su contraste de vida actual con la anterior, le dejaba mucha cávidad a no saber qué hacer y concentrarse sólo en "servir té".

La chica "Jin" según se había presentado, dio un gran bocado a su plato de comida... Zuko la observó.

- Comes mucho para ser una chica.– Fue lo único que se le ocurrió decir como "cumplido".

- Oh.– La joven se vió levemente confundida... ¿Eso fue un halago? Lo dejó pasar.

- ¿Y qué hacían antes de venir aquí? – Cuestionó después de todo.

- ¿Te refieres a mi vida pasada? – El Príncipe se sintió ligeramente nervioso.

- Sí.– Replicó prestando atención.

- Formábamos parte de un acto de circo.– Mintió.

- ¿En serio? ¡Me encantan los circos! – Añadió la chica. - ¿Qué acto presentabas? No, déjame adivinar… - Hablaba y se contradecía rápidamente. - ¿Malabarismo? -

- Sí.– Volvió a mentir. Estúpidamente.

- ¡Haz algo de eso! – Se vio ampliamente emocionada. - ¡Toma! – Le pasó los recipientes que en la mesa desfilaban.

No tuvo más opción que hacer aquello que la chica le exigía… ¡Aunque había sido una mentira estúpida! Pensó arrepintiéndose en el acto. Terminó lleno de comida y demás cosas, se excusó diciendo que estaba un poco "oxidado". Se limpió lo mejor que pudo, a lo que ella solo dio unas cuantas risillas divertida. Cosa, que lo pudo sacar de sus irritados pensamientos. Cumpliéndose ya dos de las cosas que su tío mencionó. Reírse y ponerlo en situaciones incomodas. Pensaba.

Tan pronto como hubieron terminado su cena, la chica lo haló de nueva cuenta para mostrarle un lugar que según Jin, sería muy excitante.

Cuando hubieron llegado ahí.

- No puede ser, la fuente está apagada…– Se lamentó un poco de su suerte.

"Lo único que debes hacer para corresponderle a las damas, es ser gentil, generoso y detallista."

Sonaron los consejos de su tío.

Se lo pensó un poco antes de hacerlo.

- Cierra los ojos.– Solicitó con voz un tanto suave.

A lo que la joven obedeció casi al instante. El maestro fuego observó cauteloso su alrededor, tenía que ser cuidadoso, pero… ¡lo hizo!, encendió cada una de las lámparas con rapidez y suma destreza.

- Ya puedes abrirlos.– Se oyó otra vez.

Jin prontamente quedó maravillada.

- ¿Qué pasó? ¿Acaso tú? – Lo cuestionó un poco, pero lo dejó pasar pronto… El detalle le gustó mucho.

El Príncipe no dijo nada, solo se concentró en admirar por él mismo las luces; mostrando una pequeña mueca satisfecho.

La chica se le acercó peligrosamente.

- T-tengo algo para ti.– Interrumpió de inmediato a su acto. - Es un cupón de descuento que te manda mi tío. Dice que eres su mejor clienta.– Admitió con algo de pena, apartando su mirada.

Jin se sonrió por el gesto, pero ella quería algo más…

- Yo también tengo algo para ti…– Sentenció la joven. - Cierra los ojos.-

Zuko se vió levemente incomodado, pero aceptó devolviéndole su pasada obediencia.

Se acercó…y con un tierno y fugaz beso…rosó sus labios.

Casi inconscientemente, regresó con la misma pureza y delicadeza aquel beso.

"- ¡Aléjate de ella, Azula! -

- ¡No te la llevarás! -

- ¡SUÉLTALO!… ¡Suéltalo! Me iré con el Avatar.-"

¡ESO ÚLTIMO GOLPEÓ SU CABEZA!

¡Abrió los ojos con desesperación!

Su corazón se agitaba sintiendo otra vez el agarre bajo el que su tío lo había sometido… Incluso pudo ver las mejillas de Toph cubiertas en lágrimas.

- ¿Qué ocurre? – Cuestionó al ver su reacción.

Por un momento quedó pasmado… Procesándolo.

- Es complicado.– Admitió casi con un hilo de voz.

Comenzó a apartarse de ella; se dio la media vuelta y empezaba a trotar.

La dejó ahí…

Llegó agitado al lugar. Abrió la puerta rápidamente; entró y corrió a ocultarse. Escondiéndose en su habitación.

Iroh lo observó extrañado. ¿Qué podría significar?

Tocó la puerta del cuarto, esperando escuchar algún ruido…

- ¿Qué tal tu cita, sobrino? – Cuestionó dudando de hacerlo al no percibir nada.

Esperó unos segundos más antes de decidirse a abrir la puerta.

- Agradable.– Mintió a medias.

No querría que lo cuestionara con sermones innecesarios. ¡No lo entendería! Pensó molesto, volviendo a cerrar la puerta.

El viejo maestro simplemente dio un largo suspiro… Quizá su sobrino necesitaba tiempo para adaptarse a los cambios. Pensó yéndose a la cocina por una taza de té.

Lo escuchó marcharse a la cocina tras esa puerta.

¡Estúpidos consejos!, ¡no habían hecho nada más que revolverle la mente! Pensaba quejumbroso.

Caminaba de un lado al otro por la habitación, sintiendo el calor en su cuerpo. Comenzó a quitarse la ropa con molestia, dando rápidos movimientos con desagrado.

Su primer beso fue…con Jin. Se dijo mientras se recostaba en el futón, aturdido y nervioso, quizá hasta molesto. Pero no sabía exactamente con qué o porqué. La chica no le desagradaba, incluso se podía decir que le resultaba agradable. Un tanto impertinente, casi tan impertinente como… ¡¿Qué acaso era cosa de las chicas del Reino Tierra?! ¡Impertinentes, molestas, ruidosas!

- ¡Arrgghh! – Gruñó oprimiendo sus manos contra su rostro.

No tenía remedio, ¡era un idiota!, un idiota por haber aceptado y por creer que "una chica", solucionaría su vida. ¡Lo único que él necesitaba era capturar a El Avatar!, ¡necesitaba recobrar su honor! ¡No estupideces que hacen los adolescentes! ¡Su tío estaba equivocado en todo! ¡Él tenía la culpa de todo! Se recostó de lado pensando furioso; hasta que se quedó dormido.

- ¡Tenemos los afiches de Appa! – Llegaron a la casa, dando noticias de buenas nuevas a los que se quedaron esperando.

Después de su aventura en el zoológico. Toph y Aang tuvieron la fantástica idea, de hacer afiches para dar con el paradero más rápido. La verdadera intención de la maestra tierra, era presenciar cualquier clase de atentado o turbación en los barrios que recorría. Alguna sospecha que le ayudara en su búsqueda por el enorme animal.

- ¡¿Qué?! Me pasé toda la mañana trabajando en el retrato de Appa.– Replicó el chico con los absurdos dibujos del bisonte en mano.

- Sokka, la flecha de Appa tiene que estar en su cabeza.– Sonó extrañado el monje.

- ¡Está en su cabeza! – Sonó quejumbroso y ofendido. Las risas de los presentes no tardaron en sonar.

- Yo creo que es idéntico.– Denotó con claro sarcasmo.

- Oh, gracias, Toph…– Cayó en la broma. Demostrando un gesto arrepentido y con reproche en cuanto lo entendió.

- ¡Jajaja! – La joven se vió divertida.

- ¿Te parece divertido? – Renegó el chico agua.

"- ¡¿Te parece divertido?! -

- ¡Mucho! - "

Su risa se esfumó.

El resto del grupo la observaron extrañados. Toph no había contestado a eso y encima se calló de golpe. Dejándola con una mísera mueca seria.

- Ahh…– Sonó dudoso el joven de la Tribu Agua. - ¿Toph? -

Su llamado la sacó de sus recuerdos.

- ¿Qué es lo que quieres? – Se sacó así misma disimulando.

- Nada.– Prefirió ignorarlo.

- ¡Vamos! Tenemos afiches que pegar.– Sentenció gustoso y animoso el maestro aire.

Se pasaron todo el día vagando por las calles de Ba Sing Se.

Pegando anuncios aquí y allá, Katara se fue por su parte, y Aang hizo uso de su planeador. Sokka se llevó a Toph consigo, no sin antes quejarse de que ella podía hacerlo sola y pegar un afiche al revés… Ya no protestó después de esto.

Katara pronto dio con un antiguo "ex conocido", que inmediatamente la hizo enfurecer. Sin embargo, todo aquello resultaba sumamente extraño, según Toph, ese tal Jet no mentía sobre sus recuerdos; pero esto solo lo volvía más sospechoso, hasta que mencionó algo sobre un tal Lago Laogai.

- ¿Qué ese no fue el lugar a donde fue Joo Dee? – Mencionó el moreno estratega al recordarlo.

¡Ahora tenían una pista!

- ¿Y quién es la chica? – Sonó la voz familiar a sus espaldas.

¡Zuko abrió los ojos con sorpresa! Casi provocando que la charola que llevaba en manos se le cayera.

- Cuidado, sobrino.– Se oyó al fondo de la cocina. El príncipe giró a encarar a aquella voz.

- No hay chica.– La voz se escuchó por lo bajo, levemente irritado; inclinándose para recoger más de las tazas sobre las mesas.

- Hola, joven Jin.– Saludó el viejo de la cocina, trayendo una nueva orden.

El joven se tensó al escucharlo salir.

- ¡Hola, señor Mushi! ~ Contestó alegremente acercándose a corresponder el saludo.

- ¿Vienes a ver a mi sobrino? – Preguntó animoso.

Zuko a espaldas de la chica hacia gestos de: "¡CORTA CON ESO DE INMEDIATO!" moviendo sus manos y negando con la cabeza.

- Eso creo.– La chica volteó a verlo, a lo cual él rápidamente dejó de hacer sus ademanes, disimulando pasar su mano sobre su nuca.

- Bien, ¿por qué no van atrás? Lee puede tomar un descanso.– Sentenció amablemente.

- Gracias.– Se vió contenta siguiendo la dirección que Iroh le indicaba.

El Príncipe solo le lanzó una amplia mirada de odio y repudio por desobedecerlo e ignorar sus peticiones. A lo que Iroh solo le lanzó una boba y enorme sonrisa.

Estando afuera, no le quedó más remedio que enfrentarla. Sintiéndose visiblemente nervioso e inquieto.

- ¿Y bien? ¿Cómo es ella? – Lo cuestionó con calma y atenta.

Zuko la miró extrañado, ¿por qué una chica querría saber de otra chica? Las mujeres son extrañas. Se dijo pensativo.

- Chicos, aquí les dejo un poco de té y galletas de cortesía.– Sonó pícaro.

El joven le lanzó otra mirada fulminante.

- Gracias, señor Mushi.– Replicó amablemente.

Iroh simplemente volvió a retirarse, no sin antes alzarle ambas cejas a Zuko… El joven maestro dio un fuerte y largo suspiro.

- Debe ser especial.– Retomó su conversación. Este de nueva cuenta la miró extrañado.

- ¿Por qué lo dices? – La cuestionó a voz baja.

- Te fuiste sin decir nada más.– Se vió levemente avergonzada. - Supuse que debía ser especial, como para que ni siquiera hayas ido a buscarme después.-

Se reprochó un poco a él mismo por sus acciones, pero era obvio que no lo haría. No iba a buscarla después de eso.

- Creo que lo es.– Se limitó a contestarle. Por lo menos podía ser franco.

- ¡Vaya! – Jin le sonrió un poco. - No creí que un hombre fuera capaz de admitirlo.-

El maestro fuego pasó algo de saliva, apenado y asintiendo ligeramente.

- ¿Y cómo es? – Jin seguía verdaderamente interesada.

Zuko volvía a pasar saliva, no estaba seguro de querer o de saber qué contestarle. Pero por la mirada que poseía la chica, era obvio que no iba a detenerse hasta que confesara. Se lo pensó un poco más.

- … Bajita – Fue lo único que se le ocurrió al recordar a Toph.

Los ojos de Jin se vieron sorprendidos. ¿Realmente esa era su respuesta?

- ¿Algo más? – Sonaba curiosa y extraña.

- Molesta.– miraba al suelo sin un punto fijo. - Muy molesta…– Comenzaba a sentir como su corazón le palpitaba acelerado y a sus manos empezarle a sudar.

- ¿Ah, sí? – Eso sonó dudoso por parte de la chica. - ¿Y entonces qué es lo que te gusta de ella? – Estaba impresionada de las vagas y pobres descripciones de Lee. El Príncipe se sentía cada vez más hostigado con sus preguntas. - Una razón muy buena debe de haber.– Continuaba preguntando… - ¿No lo crees?... ¿Lee? – Lo llamó al ver su gesto.

- ¡NO ME GUSTA!, ¿SÍ?! – Explotó.

La joven lo miró impresionada.

El chico se levantó de su lugar, para empezar una caminata de aquí a allá. Iba a confesar…

- ES LA MEJOR MAESTRA TIERRA QUE CONOZCO, PERO ES LA VERSIÓN MINIATURA DE LA MALDAD. NUNCA LOGRA DECIR O HACER ALGO BUENO, ¡Y DE PRONTO!, SE VA Y TOMA DECISIONES POR SÍ SOLA SIN IMPORTARLE LO QUE IMPLIQUE.– Movía sus manos histérico, tratando de explicarse. - ¡IRRITANTE, GROSERA, MOLESTA, RUIDOSA! – Oprimió sus manos y boca antes de soltar lo último. Perdiendo toda la fuerza en su voz… - La vi partir hace un mes atrás, y aún siento como si estuviera conmigo… Haciendo sus estúpidas bromas, riendo como desquiciada de cosas que ni ella misma sabría porque son graciosas.– Esto ya ni siquiera lo decía para Jin; era como estarse expresando los hechos a sí mismo. Movía un poco la cabeza como negándose la realidad de sus desventuras. - Ella solía hacerle frente al mundo, como nadie más podría.-

Jin estaba impresionada. Era obvio que Lee estaba pasando aún por un duelo… Un extraño duelo. Uno que ni siquiera él mismo entendía que tanto.

- … yo – Se oyó queriendo decir algo, logrando sacar a Zuko de sus cavilaciones.

- No, no hace falta.– Replicó sin voltear a verla, tocándose el pecho con fastidio. Estaba hastiado de sentirse así todo el tiempo; y que no hubiera cosa que lo calmara. Estaba harto de reprocharse y de su actitud condescendiente hacia una persona… Que sabía quizá jamás volvería a ver.

- Lee…– Lo llamó a voz baja. - No comprendo exactamente que pasó entre tú y esa maestra.– El Príncipe soltó una fugaz y amarga mueca con enojo al escucharla. - Pero podrías intentar despejar tu mente, tú sabes, salir…– Comenzaba a proponerle sus ideas con algo de pena. - darte la oportunidad.-

El maestro fuego otra vez volteó a verla; eso era exactamente lo que su tío le había recomendado que hiciera.

- Jin…– Intentó decir algo. Pues por primera vez, sintió poder verla de manera distinta.

La chica se acercaba, como intentando besarle… Sin embargo, un sonido le hizo levantar su dorada mirada.

Tomó de aquel papel que le caía justo en las manos.

- ¿Has visto a este bisonte? -

Sus ojos se abrieron por demás con asombro. Dejando a su rostro descolocado de la impresión, perdiendo de vista casi al instante a lo primero que atendía.

La dejó ahí; subiendo de prisa hacia el techo de la casa dónde servían el té… Su mirada se llenó de esperanza al divisar de la basta vista, procesando una idea.

¡Y ya sabría qué hacer! Se vió determinado. Tomando de nueva cuenta, todo el furor y deseo, arraigado en su joven corazón.