Capítulo 9. Destino – Parte 1

Las horas pasaron y todo en aquella casa volvía al completo silencio. ¡Se escuchó un estruendo viniendo desde la ventana! El viento nocturno arreciaba, por lo que se abrió de golpe.

- Se avecina una gran tormenta.– Advirtió el viejo hombre al percibir el olor a tierra fresca en la brisa. Toph también lo presentía, al igual que el incómodo cambio de presión en sus oídos. Ambos estaban en la sala. Hacía un día entero que los visitantes habían partido del lugar, casi exactamente después de que Zuko desapareciera. - Solo espero que Lee regrese pronto.– declaró un tanto preocupado. La maestra tierra no dijo palabra. Tan solo conservaba un ligero entrecejo marcado en su rostro, un tanto por el zumbido en sus tímpanos, y otro tanto por los hechos. - Será mejor que vayamos a descansar.– prosiguió levantándose del asiento, disimulado. Esta solamente le siguió.

A los pocos minutos…

- Buenas noches, joven Toph.-

- Buenas noches, Mushi.– Despidieron.

El viento hacía crujir la estructura de madera, pasaba la media noche. Y sin embargo, un sutil sonido diferente la despertó de su entresueño e hizo poner mayor atención a su entorno… Lo sintió llegar, bajaba sigiloso por el tejado. Esta se movió escurridiza, saliendo de su habitación y llegando al corredor antes que él lo hiciera. Descendió por completo, entrando por la ventana.

- ¿Dónde estabas? – Musitó apenas colocó un pie en el suelo.

Zuko la observó, pero simplemente pasó de largo. No quería hablar con ella.

Toph quiso omitir todo hecho e ignorar lo pasado, pero se estaba volviendo realmente molesto el que ni siquiera le dirigiera la palabra.

- ¡Zuko! – Llamó por lo bajo, perdiendo la calma. - ¡Sólo dilo! – Replicó resonando ligeramente exigente. - Puedo escuchar a tu maldita respiración, puedo sentirlo. ¡Estás molesto desde que el Avatar apareció! – Confrontó expectante.

El maestro fuego mostró una visible mueca de desagrado. ¡Siempre tenía que saberlo, ¿no es así?! Se giró hacia ella, intentando contenerse y mantener la poca paciencia que le quedaba.

- ¡No es por culpa de ese estúpido calvo! – Refutó irritado.

La maestra tierra lo "miró", con cierto toque de incredulidad marcada en su cara; esperaría a que terminara de explicarse. Zuko sólo lo entendió.

- Toph…– Bajo aún más el tono de su voz, acercándose por demás a ella para decirlo. - No voy a traicionar a mi padre.– Murmuró con algo de miedo en su voz al confesar sus palabras.

La pequeña permaneció estática. Empezando a respirar agitada en señal de estarlo evaluando… Sabía que Zuko había estado escuchando todo el tiempo desde su alcoba, a su tío y Aang hablar sobre el futuro, y que incluso al bocón de Sokka por poco se le escapan detalles de la invasión. Había sido casi un milagro que por sí solo se haya dado cuenta y decidiera dejar de hablar. Sin parecer sospechoso.

- ¿Y qué piensas hacer? – Cuestionó seria, sin perder ni un poco su expresión. El joven príncipe se vio asombrado, comprendiendo en seguida a lo que se refería.

- Aún no lo sé.– Admitió con vergüenza sus verdades.

Toph inspiró profundamente, recobrando un poco de aire en sus pulmones.

- Entonces decide.– Sugirió a tono simple.

Zuko la observó vagamente escéptico. Impresionado por su rápida toma de decisiones y cambio de opinión. La maestra tierra se dio media vuelta, yendo de regreso por el corredor. Cerró con cuidado de ser escuchados y colocó el candado en la puerta. 'Encerrándose' en su habitación.

- ¡Agh! – Bufó quejumbroso ante lo dicho... ¿En verdad era tan sencillo? Se cuestionó incordiado.

Toc, toc.

Se oyó en la puerta de entrada.

Aang se levantó presuroso del suelo con ayuda de su aire control, dejando a Momo bailotear a causa de los juegos y la esfera en miniatura de aire con que lo entretenía.

Abrió la puerta denotando una sonrisa amable, pues el día anterior habían quedado de acuerdo para entrenar. Sin embargo, no vio a nadie. ¡La tierra tembló bajo sus pies!

- ¡Como roca! – sonó fuertemente y en eso…

- ¡Ugh! – ¡Golpeó con su tierra control! Salió disparado hasta el fondo de la casa.

- Has perdido mucho de tu defensa, Pies ligeros.– Se escuchó.

- Aaaah ~ oyó el quejido de un Aang aturdido en el suelo.

- Toph, apenas y terminaron de realizar las reparaciones. ¿Podrías intentar no hacer tierra control dentro de la casa? – Solicitó Katara llegando junto a ella a la puerta. No quería ser pesada, pero en verdad hacía solo días que los maestros acabaron.

- Lamento que la tierra no sea aburrida y delicada como tu agua, Princesita.– Replicó. La maestra agua inmediatamente frunció su entrecejo. - Este elemento es difícil, y cualquiera que quiera utilizarlo deberá ejecutarlo con firmeza. ¡Como una roca! – Asintió satisfecha a sus palabras. El maestro aire se levantó del suelo al recobrar su postura y escucharlas comenzar a 'discutir'. Apresurándose a intervenir rápidamente en el suceso. No querría que se suscitara ninguna otra pelea.

- Estoy bien, Katara. Las lecciones de mi Sifu siempre son fuertes y consistentes. Así como las tuyas son versátiles y desafiantes... Es un honor que ambas me instruyan en sus controles.– Les dirigió reverencia. La morena ante esto pareció procesarlo.

- ¡Eso es, Aang! ¿Por qué no vamos a un lugar más apartado? Como el lago, ahí pueden darse de golpes con lodo y también entrenar tu agua control. Últimamente no has entrenado nada, pupilo.– Sugirió amable.

- ¡Eso me parece una gran idea! – se escuchó animoso, volteando a ver a Toph. La cual sólo se alzó simple de hombros, manteniendo los brazos cruzados. Estaba de acuerdo. Mientras pudiera usar su control contra alguien, todo marchaba bien para ella.

- Bien, iré por Appa.– El monje salió presuroso en su planeador. Llevando su silbato.

Katara y Toph se quedaron en medio de la sala. Esperando

- ¿Y cómo está Zuko? – Preguntó procurando hacer algo de plática.

- Lee.– Corrigió la más pequeña.

- ¿Lee? – se vio ligeramente desconcertada.

- Sí, es su nombre de refugiado.– Explicó simple.

- Oh.– La otra sólo le asintió. - Toph, lamento mucho que haya reaccionado así antes.-

¡Se oyó el gruñido de Appa!

- ¡Chicas, vamos! ¡No hay tiempo que perder! – resonó interrumpiendo con la charla. Llegando montado encima del inmenso animal.

La morena se vio expectante. Al igual que Toph escuchando sus palabras.

- Está bien, Katara. ¿Nos vamos? -

La susodicha se sonrió breve.

- Por supuesto.– Sentenció calma.

Salieron ambas de la casa…

- ¿Y donde está Sokka? – cuestionó al ya ir sobrevolando la ciudad.

- Él mismo se está encargando de los planes de invasión. Envió mensajes a todos los aliados posibles. En sólo unas semanas estaremos reunidos en las costas de la Nación del Fuego.– Expresó Aang muy a su pesar, pero comprometido con la causa. Toph simplemente escuchaba. - ¿Zuko a comentado algo? – regresó la pregunta, interesado por saber cuál sería el veredicto.

- No. Y me parece que tendrás que buscarte otro maestro fuego.– Replicó honesta. Aunque un tanto pensativa. El maestro aire la miró preocupado, quedando en silencio. - ¿Qué? – prosiguió. - No es fácil para él procesar tantos cambios a la vez. Hace meses todavía quería atraparte y ahora a elegido otro camino.– Explicaba seria. - Tan sólo imagina, ¿cómo te deberías de sentir al saber, que todo por lo que trabajaste fue en vano? -

- Así es como nos sentimos cada día, Toph. Cuando no hacemos nada en contra de esta guerra.– recalcó la maestra agua con penumbra en sus palabras. Absorbida en sus recuerdos; cerró sus ojos azules.

- Y lo entiendo, Katara. Mi punto es, que todo es cuestión de perspectiva... Cada quien es un héroe o un villano, dependiendo del lado a quien se le pregunte.-

Ante esto ambos maestros observaron a Toph, un tanto con pesar. Era impresionante como su amiga podía variar de ángulos aún cuando se trataba de algo tan sensible como la guerra. Resultando a veces alarmante. Continuaron su camino, sin discutir nada más.

Zuko por otra parte. Caminaba de aquí para allá, como si algo le inquietara. Pues su corazón latía fuertemente y no lograba concentrarse sirviendo las órdenes.

- ¿Hay algo que te molesta, sobrino? – Cuestionó Iroh acercándose a él a la barra. Donde simplemente esperaba por el té.

El príncipe lo observó por un momento, como decidiendo si debería contarlo…

- No logro sacarme a el Avatar de la cabeza, tío.– Confesó pese a todo. Si algo no había cambiado entre ellos, era su relación y confianza. Y ese punto de apoyo que su anciano tío siempre le proporcionaba. - Desde que hizo su aparición en nuestra casa, siento que nada a partido bien.– Reclamó un tanto quejumbroso.

El mayor inhaló profundamente al escucharlo. Preparándose para su discurso.

- Escúchame bien, sobrino. Durante toda tu vida vas a tener que elegir el camino correcto una y otra vez. Esa es la parte difícil y lo que te vuelve sabio con el tiempo. Lo que te templa.– resonó calmo, pero con severidad en sus palabras. - El que el Avatar se haya presentado en nuestro hogar como un regalo, no significa que lo sea. Lo que realmente importa es qué decides hacer con ello... Ni el Avatar, ni tu pasado, ni siquiera tu futuro es quien lo decide. Solo .– Los dorados ojos del chico parecieron alterarse. - A veces el destino puede ser un poco extraño. Pero si mantienes la mente y corazón abierto, te aseguro que te sorprenderá.– Concluyó con una tenue sonrisa, afirmándole. El muchacho con esto se vio un poco renovado. Iroh se apartaba de él, entregando la charola y regresando a la cocina. No sin antes denotar, un pequeño entrecejo; preocupado.

A causa de la nueva incertidumbre creciendo en su sobrino.

El entrenamiento fue duro, pero se basó principalmente en el arte del Ying neutral: 'Esperar y atacar'. Toph sacaba columnas de piedra de lugares distintos en el suelo que pudieran tomar por sorpresa a el calvo monje. Sin embargo, después de un rato este aspecto se volvió más sencillo para el Avatar, al enfocar bien sus sentidos. Casi como cuando solía meditar. Por lo que pronto quiso aumentar de nivel. Ambas maestras lo entrenarían al mismo tiempo, y todo parecía estar marchando bien hasta que…

- ¡Ugh! – Se oyó el quejido al recibir el golpe con la tierra. Sin querer le llegó a la maestra agua cuando el maestro aire lo esquivó; hundiéndose a sí mismo en la roca.

- ¡Ups! ¡Lo lamento! – Excusó la otra con algo de sarcasmo. La morena en cambio denotó un ligero gesto, molesta. A lo que correspondió con un látigo de agua.

- ¡Jaja! También lo lamento.– resonó con cierto tono, burla. Aang simplemente continuaba en medio de ellas. 'Posando en la zona de entrenamiento'. Toph se limpió medianamente la cara con el brazo, quitando lo mojado, para después, tomar del lodo que se había generado bajo sus pies, ¡y lanzarlo de regreso contra la maestra agua!

- Eh, ¿chicas? – replicó el Avatar confundido. - ¿No se supone que tenían que entrenarme? -

Pronto, ¡un relámpago se suscitó! Iluminando el cielo entero.

La "riña" siguió por unos cuantos minutos…

¡TRUENO!

- Chicas, creo que deberíamos parar el entrenamiento.– Sentenció nuevamente levantando la venda sobre sus ojos.

- ¡No, Aang! – refutó sin dejar de 'atacar' de regreso a la maestra tierra. Ambas ya se encontraban entre el fango. - Así puedo enseñarte unas técnicas avanzadas de dominio de agua control, que involucran la lluvia.– Declaró tomando por las manos a la más joven para que cediera. ¡Ahora el combate era cuerpo a cuerpo!

- Mm... ¿Sifu? – Preguntó escéptico a lo que veía.

- Paso. Odio el agua, especialmente en forma de lluvia.– Admitía. Sin dar ni un paso atrás.

- ¿Tienes algo en contra del agua, Toph? – En seguida se puso a la defensiva.

- No precisamente contra el agua, Katara. Pero como sabrás, soy ciega. Las precipitaciones alteran mis sentidos y la lluvia vuelve todo un poco "difícil" – Señaló sarcástica a su propio comentario.

Ante esto, la morena tan sólo paró… Evaluando el motivo de su riña. No entendía porque siempre lograba ponerse tan a la defensiva con ella.

- Lo lamento.– masculló ligeramente.

- No importa. Igual me está matando el zumbido en los oídos. Los veré luego.– Terminó su 'pelea' comenzando a caminar, quitándose de encima el lodo con un simple movimiento de manos y tierra control. También lucía incordiada. Pero otra vez era un tanto por el cambio de presión y un tanto por lo ocurrido.

- Toph, espera. Te llevaremos de regreso.– se escuchó al monje replicar.

- No.– Objetó segura. - Puedo regresar por mi misma… Adiós.– Alzó su mano en señal de despido. En realidad, lo único que quería era estar lo más lejos posible en este momento del Avatar, y de la odiosa campesina.

- Adiós, Sifu.– Tan sólo se escuchó.

Al poco la lluvia empezaba a desatarse, por lo que los relámpagos y truenos se hicieron constantes. Detonando una tormenta eléctrica.

- Tío, ¿tienes idea donde está Toph? ¿Por qué no ha regresado? – El maestro fuego comenzaba a preocuparse. Continuaba molesto, sí. Pero eso no significaba que dejara de importarle. Más, en medio de una tormenta como esta...

¡TRUENOS!

Hace tiempo que la luz de día se había desvanecido.

Las ventanas se agitaban con las vibraciones y los cuartos se iluminaban cada tanto. El príncipe no lo soportó más, tomó una túnica gruesa para poder salir.

- Sobrino, probablemente Toph se quedó en casa del Avatar. La lluvia es muy fuerte y tu podrías tomar un resfriado.– Intentó calmarlo al descifrar sus intenciones.

- Iré a buscarla.– Tomaba otra túnica. - Ella no se quedaría así porque sí.-

En medio del siguiente relámpago.

- ¡Arghh! -

¡TRUENO! Cayó cercano.

Sin embargo, la escuchó, ¡se quejaba! Salió a gran velocidad de la casa, al igual que Iroh.

- ¿Qué fue lo que pasó? – cuestionó el hombre, preocupado.

Zuko trataba divisar entre tanta bruma a causa de la fuerte lluvia, denotando un marcado entrecejo. ¡No podía ver nada!

- ¡Aagh! – se volvía a escuchar, junto a otro golpe.

- ¡Toph! – empezaba a llamarla, ¡desesperado!

- ¡Chispítas, Mushi! – replicó. A pesar de los truenos y el malestar en sus oídos, podía sentirlos. Zuko avanzó rápidamente en dirección al llamado.

¡La encontró!

Las mejillas de ambos hombres se sumieron en la vergüenza al ver la escena, a lo que el mayor tan sólo se apartó. Accionando rápido y trayendo una manta. Y Zuko, pasando saliva y superando la pena, ¡de no haber salido antes! En seguida se quitó su propia túnica para cubrirla. Toph se encontraba tirada en el suelo, con sus piernas flexionadas y cubiertas en sangre, que la misma lluvia enjuagaba… Al igual que a el piso ornamentado que marcaba la entrada. Esta se cubría parcialmente con sus manos y brazos, intentando avanzar, pero nada después de su caída fue sencillo. Se había torcido el tobillo.

El príncipe en menos de un santiamén ya se encontraba a su lado. Cargándola firmemente, pero con toda delicadeza y respeto evitando lastimarla. Toph sintió a su calor comenzar a recorrerle y a los latidos de su verdaderamente agitado corazón. Pareciendo que se saldría de su pecho a causa de la cólera.

Entró a la casa y la llevaba a la mesa, donde Iroh ya lo esperaba para atenderla. En seguida sacó un botiquín con instrumentos y gasas para poder curarla…

Pasada la conmoción, la llevaron a su cuarto. A lo que los maestros fuego propusieron hacer una guardia para cuidarla. Ella argumentó que no era necesario, pero de igual manera no hicieron caso.

- Buenas noches, señorita. Buenas noches, sobrino.-

Zuko daría la primera ronda.

Iroh se marchó y esta en seguida se dio la media vuelta; dándole la espalda para girarse hacia la pared. Lo cual le dolió medianamente en la pierna.

- No te muevas o abrirás las heridas.– Resonó levemente serio al ver su movimiento.

- No importa, de cualquier forma pronto no sentiré nada.– Replicó igual.

Eso era cierto. Tal vez a Iroh se le había pasado la mano con los ungüentos y remedios herbales. Pero ayudaron… Los segundos en silencio pasaron y entre los dos tan sólo se podía sentir la incomodidad. Ella avergonzada por saberse derrotada por la lluvia y él por haberla encontrado 'mal herida' a causa de la negligencia del calvo. Pasó saliva pesado.

- ¿Pensaste en algo de lo que te dije? – Pese a todo pronóstico, prosiguió confrontándolo por lo bajo.

- No.– Contestó rápido y conciso. Este no era el momento indicado para traer a cuentas.

Suspiró pesada y notoriamente tras esa respuesta.

- Bien, lo haremos a tu manera.– Murmuró.

El sujeto la observó fijamente… Analizándola.

- No necesito que lo hagas.– Refutó con seriedad.

La maestra permaneció callada por otros segundos.

- ¿Desde cuando? -

- Desde que dejaste en claro que pensabas que podría ser un buen maestro para el Avatar y arremeter contra mi padre.– La encaró.

Nuevamente suspiró. Sabía que tendría que explicarse. Se giraba hacia él…con lentitud.

- Zuko, yo jamás haría algo que te hiciera daño.– El maestro fuego se vio alterado ante sus palabras. - Es por eso que había pensado…en devolverle el favor a Ozai.– Masculló admitiendo sus verdades.

El joven príncipe se alarmó.

- ¡¿Eso que significa?! – exclamó exaltado

La maestra tierra tan solo cedió. Iba a declararle 'sus planes'... Aunque no sabría si se trataba por el efecto de las hierbas que Iroh le dio a beber.

- Tú sabes…– prosiguió, empezando a hablar bastante calmada. - igualar las cosas.– Hizo ademán señalando. Zuko sintió pasmarse al darse cuenta, pasando del asombro a la cólera; apuntaba a su cicatriz... Comenzaba a respirar agitado por su enojo. Toph hizo una pausa tomándose el tiempo suficiente para poder tornarse totalmente seria… Luchaba contra sus párpados y el sueño. - Zuko, nadie se mete contigo, sin tener que pagarlo conmigo.– Declaró intimidante. Cosa con la cual el maestro fuego sintió erizarse por completo; a causa de sus declaraciones... Y es que francamente, no sabría si eso le agradaba. Es decir, ¡es de su padre de quien hablaban! La maestra tierra dio otro largo y notorio suspiro. Vaciando por completo sus pulmones. Sus nublados ojos se cerraban… - Sólo piénsalo, Chispítas.-

Y al instante, se quedó dormida.

Él tan sólo se quedó ahí, procesando aturdido.

Desde los últimos eventos no se dirigían mucho la palabra, pareciendo casi como si ambos estuvieran incordiados por algo. Pero lo cierto es, que nadie podía estar seguro… O saber si había alguna razón.

- ¡Tío, ya nos vamos! – Alzó su voz al estar a punto de salir de la casa. Aguardando un poco para poder escuchar algún sonido que saliera en respuesta… Quizá solo estaba muy cansado. Pensó cerrando la puerta y poniendo el cerrojo. Hoy era día de descanso, por lo que el Dragón del Jazmín no abriría sus puertas. Sin embargo, esto no privaba a los jóvenes de realizar alguna actividad. O al menos eso es lo que había pretendido antes del 'incidente'. Se inclinó hacia la maestra tierra, a quien había dejado a la espera en el primer escalón. - Vamos.– Sonó tomándola con cuidado. Toph hizo un puchero en señal de amplio desagrado; odiaba que la trataran de esta manera. Más, si en este momento se trataba de Zuko. Pero a éstas alturas, no le quedaba otra opción.

La alzó, comenzando a caminar con ella en brazos…

Iban bastante callados. No porque no tuvieran qué decir, simplemente estaban en "paz". Pretendiendo calma. Pues el sentimiento que yacía y crecía dentro de ellos, sólo les dejaba cávidad para esto. Aunque a decir verdad, la mayoría de las veces ni siquiera tenían que dirigirse la palabra para poder estar.

- ¿Tomamos un carruaje? – Sugirió vagamente al saber que Zuko la tendría que cargar hasta la estación del tren de roca más cercano, y después caminar hasta llegar a casa de Aang.

- No hace falta. Caminaremos a allá.– Confirmó simple y serio. Realmente Toph no representaba ninguna carga para él. Al ser tan delgada, a sus músculos a penas les resultaba un esfuerzo.

La maestra tierra mostró una ligera mueca, para después, tan sólo resoplar su flequillo… No se sentía del todo a gusto. Zuko la vio hacer esto, provocándole que frunciera un poco su entrecejo. No sabría explicar porqué, pero recordó la primera vez que la cargó cuando necesitó de su ayuda (cuando huyeron de Iroh).

Hoy, tendría mucho en qué pensar.

- ¿Zuko? – Fue su única reacción al verlo ahí.

- ¿Qué tal? – respondió a consecuencia, por modales. Sonando casi con pesar.

- ¿Qué tal, Pies ligeros? – la chica se vio más animada que ellos dos juntos, con una ligera sonrisa de lado. Disimulando su enfado.

- Toph, pero ¿qué te pasó? – La cuestionó al ver su pierna y tobillo vendados. Además de que esta posaba bastante "cómoda" en los brazos del maestro fuego.

- Me caí en la ducha.– Contó simple y con desdén. Mentira.

- ¡¿Qué tú qué?! – se escuchó la molesta voz (según los oídos del maestro fuego) del guerrero. Abriendo la puerta por completo cuando se dio cuenta de que Toph había llegado.

- Lo que oíste, Cabeza de carne.– Respondió a su reacción con un sobrenombre ofensivo. - Me caí dándome una ducha.-

Sokka permaneció en una pose exagerado de incredulidad, analizándola a detalle…

- ¡JAJAJA! – ¡La risa burlón y escandaloso se hizo escuchar al instante, retumbando estrepitoso por toda la casa…! Ignorando todo hecho, comentario u objeción. - ¡ESO TE PASA POR PRETENDER SER ASEADA! – La apuntó con el dedo, limpiándose las lágrimas provocadas por su risa con la otra mano.

Sin querer Aang también comenzaba a reírse.

- ¡Oye, papanatas! – respondió apuntándolo también. - ¡Mide tus palabras! ¡Que aún en este estado podría patearte el trasero! – "amenazó".

- Sí, como sea – volvía a mover las manos desmesurado, restando importancia a lo dicho: "Estaban jugando". - Pasen par de tortolos.– Refutó simple, girándose y haciendo ademán para que entraran en la casa.

El maestro fuego denotó una mueca incomodado, alzando su única ceja con ligera confusión a causa de sus comentarios. ¿Por qué siempre que lo veía tenía que hacer esa clase de bromas? Se cuestionaba incordiado. Aang sólo extendió el brazo cediendo el paso, soltando una sonrisa simple y bobo; apenado por no haberlos hecho pasar antes, y por ver el gesto de Zuko, procesando.

Pasaron y el avatar cerró la puerta tras de sí.

- ¡Katara! – Exclamó el de la Tribu Agua a su hermana. - ¡Creo que tienes trabajo! – Intuyó la razón de su visita. Estaban ahí porque necesitaban ayuda de su agua sanadora. ¡Era obvio, fin de la discusión! Sin embargo, unos minutos pasaron antes de que la susodicha hiciera su aparición. El maestro fuego observaba la casa. Era bastante más pequeña que en donde vivían él, su tío y Toph. Pensaba… Enarcó su única ceja al verlo posarse a su lado.

- ¿Una manzana? – Ofreció el de la Tribu llevándose la suya a la boca. ¡Crujió la cáscara!

Zuko negó raro por verlo masticar de esa forma.

- No.– tan sólo añadió, repudiando.

- Uhm – Se alzó simple de hombros, ignorando su gesto.

La maestra tierra permanecía sin decir o hacer algo más en los brazos de Zuko, esperando. Hasta que Katara apareció... Este sólo le dirigió la mirada. Desde su pasada visita en el salón de té, ya no se habían vuelto a ver. La morena cambió un poco su actitud al ver a Zuko con ese rostro serio, llevando a Toph en brazos.

- Por favor.– Hizo ademán para que la colocara en una silla. Este en seguida obedeció. Dejándola con extremo cuidado de no lastimarla.

Sokka se quedó de pie, cercano; recargándose en un pilar mientras los observaba, esperando a saber cómo ocurrió.

- Toph, voy a quitar la venda de tu pierna, ¿está bien? – Especificó con voz calma, como pidiendo su permiso.

- Está bien, Princesita. Sólo hazlo.– Respondió simple y sin ganas; se recargó cruzada de brazos en el respaldo de la silla… Ya había soportado bastantes cosas antes. Pensó. El maestro fuego solo la miraba y después miraba a la maestra agua. Esperando a que acabara con esto. Katara quitó la venda con cuidado; viendo lo profunda que su cortada era, acompañada de raspones.

Los presentes se asombraron. La herida le abarcaba la mitad de la espinilla izquierda. Y de no tratarse, dejaría una amplia cicatriz.

- ¡Wow! Vaya, Toph. Eso luce doloroso.– Expresó el maestro aire. Impresionado por su nula queja; aunque esta oprimía un poco sus labios.

Pronto sacó el agua de la cantimplora, para iniciar su método de curación.

- Quizá sientas un cosquilleo.– Advirtió levemente a la chica. Esta dio un ligero asentimiento, indicándole que continuara.

Su agua empezó a destellar…

- ¿Y cómo te lo hiciste? – Cuestionó el estratega de la Tribu, mientras veía a su hermana pasar las manos por la herida.

- Ya te lo dije, me caí mientras tomaba una ducha.– Aseveró a la pregunta, con desdén.

- ¿Cómo? – La morena se vio confundida, al igual que todos. Zuko sólo la observó, y esta se alzó de hombros en respuesta a las miradas…

Katara y resto los veían, extrañados y sorprendidos. Eso no era normal. El príncipe parecía querer decir algo en protesta, pero nada salía. Era obvio que Toph por su orgullo no iba echarles en cara su descuido. Aunque una clara expresión de molestia comenzaba a dibujarse en su rostro.

- Okey.– Sentenció accediendo. Entendiendo que no querían hablar de ello.

- Es curioso.– se oyó de nueva cuenta al estratega. - Parece una cortada de batalla.– se acercó más para verla con cuidado. - Como si estuviera hecha con una especie de arma.– Concluyó.

En el instante miraron a Toph, y después miraron a Zuko, severos.

- ¿Qué insinúas, bobo? – Sonó sin perder su postura. - Esto pasó cuando se desató la tormenta.– Explicó. - Mis oídos se ponen especialmente sensibles con el cambio de presión. Por lo que se me hizo sencillo sobrellevarlo sí me metía a la ducha. El agua nubla mucho mis sentidos, ¿sabes? Después...-

- Después al salir de la bañera se resbaló con el jabón, cayendo de rodillas contra las baldosas.– Añadió, mintiendo también por ella. - Rompió la porcelana por la furia de tomarla desprevenida, y se le terminó incrustando en la pierna.– completó a lo dicho interrumpiéndola. Aunque no sabría si eso era mentira; Toph aún no le contaba como fue que pasó. La pequeña lo 'miró' sintiéndose ligeramente incordiada y avergonzada a la vez. Al igual que Zuko.

- ¡¿Y luego que pasó?! – El moreno se vio exasperado. Y un tanto alarmado por el suceso. El príncipe respiró hondo.

- Escuché el quejido y luego yo…– hizo una pausa. Evaluando como decirlo.

- Él me socorrió en el baño.– Concluyó simple. Ahora algo tintada por culpa de su relato.

Los que escuchaban parecieron procesarlo por un segundo

- ¡Aaaah! – la expresión de Sokka, articulándose por demás impresionado. - ¡Tú! – ¡Lo apuntó! - ¡Sucio maestro fuego! ¡¿No te es suficiente con llevártela?! ¡Ahora también tendrás que cargar con su vergüenza! -

Zuko lo miró ampliamente confundido; repudiando lo dicho.

- ¡¿Pero qué estás hablando?! ¡Ella estaba herida! Y sí no lo has notado, ¡estúpido de la Tribu Agua! También tiene el tobillo torcido.– Aclaró apuntando directo a su pie. Katara sólo terminó de escuchar y enseguida empezó a quitarle el segundo vendaje, no muy cuidadosa. En esta ocasión Toph sí mostró expresión de dolor y se quejó; un poco. Todos lo observaron, resaltaba inflamado con un ligero color rojizo y púrpura en la zona afectada. - ¡Lo ves! – objetó seguro. - ¿Qué debía hacer? ¡Oh, gran sabio! ¡¿Dejarla ahí para que se desangrara?! -

- ¡Pues! Pues…– titubeó. - ¡Pues nada de esto hubiera pasado si ella no se hubiera ido en primer lugar! -

- ¡¿QUÉ?! – sonó fuertemente. - ¡¿Ahora es mi culpa?! – Se sintió ofendida.

- Por favor, Toph, todos sabemos que Katara es un poco molesta.– señaló a su hermana mientras lo decía. La maestra tierra asintió un poco por lo dicho. Como dando la razón.

- ¡Ah! ¡¿Molesta por cuidar a Aang?! – resonó la ofendida.

- Siempre eres muy maternal, Katara. Después de todo la fogata andante del que lo cuidabas ya está aquí, ¡en medio de la sala! – resaltó lo obvio. Ambos maestros que escuchaban asintieron por esto.

- ¡Ja! ¡¿MATERNAL?! – sonó más fuerte. - ¡Espero digas lo mismo cuando tengas que lavar tus calcetines! – Exclamó saliendo de ahí...

¡Dio el portazo en su habitación!

Los presentes se quedaron callados.

- Bueno…– se escuchó el otro, con una ligera mueca destacando en sus labios a causa de los nervios. - Creo que Toph tendrá que sanar su tobillo de manera natural.– Masculló el monje ante el desenlace.

Ante esto todos le asintieron. Estaban de acuerdo.

- ¡COMO ROCA! – Sonaba a todo lo largo y ancho de la cuadra.

Toph quiso aprovechar su visita, pues no necesitaba (del todo) sus pies para hacer un magnífico y agresivo tierra control. Después de que Katara le hiciera curación en la pierna y ante el resultado, ella misma se aseguró de vendar bien su pie, procurando el que no se moviera. Zuko intentó socorrerla en el acto, pero lo apartó de un simple manotazo. El príncipe tan sólo bufó por respuesta.

- ¡Ahhh! – Se escuchaba al fondo de ese jardín.

¡La maestra tierra le estaba dando una paliza!

No porque no lo hubiese enseñado bien, sino porque en estos momentos en verdad necesitaba desquitar su tierra control contra alguien. Sokka y Zuko veían el espectáculo, y al poco Katara llegó a unirse a la escena. Ambos le hicieron espacio.

- Gracias.– Se oyó ligeramente por lo bajo.

Aang levantó la venda de sus ojos.

- ¡Katara! – Sonó con una amplia sonrisa.

- ¿Te dije que podías detenerte? – Replicó esa levemente voz chillona, regañándole.

- No.– denotó cabizbajo. ¡Esta le lanzó una gran roca! ¡Que afortunadamente el calvo maestro aire esquivó por los pelos! Jeje.

Katara hizo una cara de susto.

- ¡Oh, hermano! – Exclamó el moreno. - Qué bueno que yo no estoy en su lugar.– denotó gracioso, 'codeándole el costado'. Zuko sólo lo miraba extrañado. El de la Tribu Agua lo "trataba" como a su igual, pero por primera vez, concordó con algo que decía. Provocando le brotara una sutil mueca. Estaba de acuerdo.

El resto del entrenamiento siguió por más.

Por lo que pasadas algunas horas, le llevó una bebida a la maestra tierra cuando sintió que el Sol comenzaba a calentar lo suficiente sobre sus cabezas. Esta quiso replicar, pero Katara las había preparado para todos y quisieron hacer una pausa. Al terminar, Zuko otra vez la dejó ahí. Un poco incordiado, a veces simplemente no entendía porqué hacía esta clase de cosas. Pero realmente empezaba a hacer calor, ¿no? y como no podía moverse

- Gracias.– Fue todo lo que se limitó a contestar una vez este la plantó en el suelo.

El chico sólo asintió a su gesto y regresó a su lugar, debajo de ese tejado junto al los sujetos de la Tribu Agua.

Pasaron un poco más así. Aang se refrescó y ahora había tomado más serio y concentrado el entrenamiento.

- ¡Muy bien, Pies ligeros! – Sonó satisfecha al sentir su mejoría en el arte del Ying neutral.

Este sonrió complacido con su Sifu.

Zuko, quien ya se encontraba aburrido de tan sólo verlos entrenar, se recargó contra la pared, comenzando a divagar con los sucesos… Desde su conversación con Toph, sentía que algo se había volado en su mente. Pensaba en todo lo que pasaba a su alrededor y en cómo había llegado a este punto en su vida.

Cerró los ojos…

Todo comenzaba a hacer ruido en su cabeza.

Recordando…

"- Levántate y pelea, Príncipe Zuko.-

- ¡No, soy un hijo leal! -

- Aprenderás de respeto a partir del dolor.-

- ¡Aaaah! – Él siendo quemado por su padre".

Brotó tan palpable.

- Zuko – escuchó. Volviendo a abrir sus dorados, regresando al presente, enfocando mejor a quien le hablaba. La maestra agua se acercaba. - Quisiera entregarte esto.– Concluyó bajando la vista.

El príncipe se extrañó.

- ¡CÓMO ROCA! – se escuchaba al fondo.

Tomó lo que le tendía, quitándolo de sus manos… Eran cartas, ¡para Toph!

¡Se sorprendió al darse cuenta! Volteando a verla, como esperando una respuesta.

- Hace tiempo Toph recibió la primera. Imagino que no se ha comunicado con sus padres. Ni tampoco fue a verlos como había planeado.– Relató levemente consternada. Y al ver su gesto.

El príncipe simplemente negó moviendo la cabeza. Toph ni siquiera había comentado algo al respecto.

- Bien.– Asintió, entendiendo la situación. - Sé que no es de mi incumbencia, pero quizá tú puedas hablar con ella.– prosiguió tocando un poco su collar mientras lo decía. - Por la insistencia de sus cartas… Tal vez sus padres ansían poder verla.– Fue lo último que musitó, antes de levantarse de su pose en cunclillas.

El maestro fuego solo la vio dirigirse a su nuevo lugar a lado del 'chico carne', quien jugueteaba con su boomerang, lanzándolo de aquí para allá. No lo entendía, pero la noticia le caía como un balde de agua fría. Incluso sentía un hueco en el estómago acrecentarse a medida que cargaba con total claridad...

¡Se molestó! ¡Pero no sabría exactamente por qué!

Inhaló y exhaló profundamente.

Dirigiendo su vista a las cartas en sus manos, y después divisando a la maestra tierra a la distancia. Cuestionándose, por lo que debía hacer.

- ¿Qué les parece? ¡Las guerreras Kyoshi arribaron justo a tiempo! Por favor, sean bienvenidas en mi Palacio. El estratega de la Tribu Agua y el Avatar me advirtieron de su ansiada llegada y su ayuda en la estrategia contra la Nación del Fuego.– Sentenció el rey tierra con grata alegría.

Los iris avellana de la chica destellaron con la noticia, más se mantuvo serena.

- Es un honor servir con valor a su Majestad y al Reino Tierra en cualquiera de sus planes.-

Se inclinaron haciendo reverencia. Embozando una sutil mueca, malvadas.

...

Regresaron a la casa.

Había sido un día agitado con todos esos entrenamientos y noticias. Afortunadamente cuando llegaron, Iroh ya tenía preparada la cena y Toph ya se encontraba un tanto mejorada. Katara infundió todo el resto de la tarde y esfuerzo para sanarle el tobillo. Y una vez hubo terminado, la maestra tierra realmente agradeció.

Se recostaba en su cama. Repasando una vez más los sucesos y su suerte; aunque no la necesitaba… Se dijo pensativo a sí mismo, casi molesto.

"Sólo piénsalo, Chispítas"

Suspiró extenuado al recordarlo. Era obvio que no iba a poder dormir. Se levantó de la cama y se dirigió hacia el pasillo… Hacia su habitación.

Toc, toc.

Se escuchó.

- Toph – Sonó muy tenue el llamado a la puerta.

- ¿Uhm? – Replicó con su característico tono, ella ya se encontraba dormida. - Pasa.– Atendió por lo bajo al tomar más conciencia.

Este entró y cerró la puerta en seguida.

- Toph, hay algo de lo que quiero hablarte.-

La maestra tierra conservó su postura y expresión seria. Comenzando a recoger su cabello en su característico peinado alto.

- ¿Qué es? – Cuestionó simple. Aunque realmente quería escuchar lo que tenía por decir.

Se acercó a ella, sentándose a su lado en la cama. Toph permaneció en su pose, esperando por las palabras del chico.

- Toph – colocó aquellos sobres sobre la cama. - Quiero que me hables de esto.-

Percibió un sonido como de papel. Sin embargo, alzó una ceja; incrédula a lo que pedía.

- Bueno – Comenzaba a hablar por lo bajo. – quería decírtelo, pero no sabía como... Soy ciega.– declaró como si revelara una verdad oculta. Zuko a los segundos mostró una expresión de confusión y desconcierto. Para luego, suspirar derrotado ante su tonto comentario y sentido del humor.

- Son cartas.– replicó intentándolo de nuevo, manteniendo su postura.

La mirada en la joven se vio extraña.

- ¿A qué te refieres? – Cuestionó con clara confusión en su voz.

- Las cartas…– Estaba inseguro de como decirlo. - son de tus padres.– confrontó.

El rostro de la maestra tierra se descolocó por completo.

- ¡¿Estuviste hurgando en mis cosas?! – Se vio sobre exaltada y levemente impresionada.

- ¡¿Qué?! ¡Por supuesto que no! Yo sólo recibí las cartas que la maestra agua me dio.-

- ¡Esa campesina! – Sonó más frustrada.

- Entonces es cierto. ¡¿En qué estabas pensando?! -

- ¡En nada! – Replicó confundida. ¿A qué venía todo esto? - Hace tiempo me enteré de que mis padres están en la ciudad, y ellos quieren…-

- Ellos quieren reunirse contigo.– De nuevo la encaró interrumpiéndola, perdiendo la calma.

La maestra tierra frunció ligeramente su entrecejo ante su reclamo. Se cruzó de brazos. Zuko perdía cada vez más la paciencia.

- Esto es muy serio. Tus padres te buscan y tú estás aquí.-

La pequeña, sin embargo, se vio escéptica. A pesar de lo que escuchaba, no creía en ninguna de sus palabras... Permaneció por unos segundos en silencio.

- Esto es por culpa del estúpido comentario, ¿cierto? – Enfrentó molesta.

El maestro fuego se sorprendió de lo que musitaba. No creía que lo recordara. Ni eso, ni nada de su pasada charla. La miraba, parecía muy lúcida en comparación, por lo que no sabría qué contestar. Su corazón latía, ¡le ardía! Pues no sabía cómo preguntar lo siguiente. Pero tenía que saberlo, ¡debía estar seguro!

- Toph, dime. Realmente, ¿por qué estás aquí? – Cuestionó a voz profunda. Pues desde lo dicho, sentía que sus palabras no dejaban de acribillarle la cabeza.

Quedó pasmada, impresionada. ¿Desde cuando le importaban sus razones? Se cuestionó agitada. ¿Zuko lo sabía?… Y si ese fuera el caso, ¿qué es lo peor que podría pasar?

No dejaba de clavarle esa dorada mirada en espera de su respuesta. La maestra tierra oprimía sus labios con fuerza, intentando reprimirse, pero no podía. ¡No podía ganar la batalla en contra del maestro fuego que yacía frente suyo!

- Porque…– titubeó. - Porque te quiero, Zuko.– Declaró, dejándose vencer. Perdiendo casi toda la voluntad en su voz.

- ¿Qué? – Sonó sumamente confundido; perdido, replicando por instinto.

- ¡Sí! – Se vio furiosa, aturdida. Lo admitía y no sabía por qué. - ¡Te quiero! ¡Y ahora ustedes son mi hogar! ¡TÚ, IROH, YO! – Perdía la batalla en contra de sus propios sentimientos. - ¡Ahora somos una familia! – La palabra familia retumbó en los oídos del joven príncipe. Y aunque al principio sentía rabia, miedo y cólera; ahora no sabía como sentirse al respecto... - Zuko, he estado contigo desde la primera vez que me pediste ir tras el Avatar.– Argumentó segura. - Y aún quieres capturarlo, ¿no es así? -

El corazón del príncipe y sus pensamientos corrían a mil revoluciones por segundo… Procesando.

- Ya no estoy seguro.– Masculló a duras penas, con un hilo de voz. Escéptico hacia sí mismo por lo que declaraba.

- Bien. Entonces cierra los ojos.– Solicitó aparentando más calma. Zuko pasó saliva cansino, sin embargo, obedeció… Se acercó a él delicada, hasta su regazo, colocando sus diminutas y ásperas manos con cuidado sobre su rostro. Pasándolas, reconociendo cada relieve y detalle... La respiración del maestro fuego sentía profundizarse y volverse cada vez más cálida, a medida que sentía a Toph tocar lentamente la marca de su vergüenza. De su destierro… En un instante, se pausó. Abrió sus dorados con pesadez, sólo para enfocar a los perlados nublados que posaban frente a él. Como brindándole con ese movimiento, toda certeza en lo que decía. Se vio sobrecogido. Por sobre todos los eventos y sospechas, jamás se imaginó el desenlace. Permaneció estático; exhalando apenas un poco del aire contenido en sus pulmones. Toph nuevamente se acercaba, y en el acto más puro de lealtad y rebeldía, besó sobre su parpado izquierdo, como intentando así 'sanar' su cicatriz

- No importa lo que elijas, Cabeza hueca.– Se oyó menuda pese al insulto, a causa de los reverberantes y ensordecedores latidos de su propio corazón. - Estamos juntos en esto.-

Una quebrada y fugaz lágrima, brotó sin aviso del Príncipe.