Historia de mi autoría con personajes de CCS.

ADVERTENCIA: Nadie menor de edad debería estar leyendo en esta categoría, contendrá escenas de violencia, lenguaje mal sonante, y contenido sexual 18. Si son demasiado sensibles con esos temas mejor no lean. ES FICCIÓN SIN INTENCIÓN DE OFENDER A NADIE.


La concubina del demonio.

Capítulo 8.


—Despierta, Sakura.

Sakura se quejó frotándose el rostro contra la cama, un vago dolor en la cabeza le impedía abrir los párpados. Quiso moverse, fracasando a causa de la debilidad que la invadía. Y eso la hizo asustarse.

Rápidamente dirigió sus manos a palpar la superficie en la que dormía, temiendo encontrarse de nuevo en la cruel y lastimera plataforma de madera de aquella choza en ruinas. Fue entonces que unas manos gentiles la acogieron, ayudándola a sentarse.

—Amo… —susurró con gran alivio, aferrándose a los brazos de piel suave y músculos tensos que la sostenían. Sakura siguió el recorrido de una vena con sus dedos, sorprendida de lo diferente que era la textura del cuerpo de un hombre en comparación a ella—. No fue un sueño, usted está aquí, es real.

Syaoran la besó en los labios cediendo otra vez a su obsesión por esa chica. Era casi imposible alejarse de ella, una de sus manos fue a enredarse con su largo cabello perfumado, empujándola más cerca de él, facilitando la entrada de su lengua en esa pequeña y dulce boca.

El ruido que la garganta de Sakura liberó le erizó la piel, se estaba quemando, necesitaba poseerla de nuevo. Sus labios se deslizaron a su cuello, dónde fue capaz de sentir la vibración de los gemidos de ella a medida que la marcaba con sus dientes.

La observó un breve instante notando sus mejillas rubicundas y el contorno inflamado de sus labios, quería que cada centímetro de ella tuviera su nombre. Sus pezones inmaduros florecieron en su boca, sus senos se desbordaban de sus manos al masajearlos, eran tan grandes y bonitos que era difícil pasar de esa parte de su cuerpo para llegar a la siguiente.

—¿Te gusta esto?

Syaoran estaba tan excitado que hablar le resultaba difícil; escuchar la confirmación de Sakura era urgente para él, porque en ese momento, era un simple hombre tratando de complacer a una hermosa mujer.

Sakura abrió las piernas, dándole acceso a su punto sensible. Él tocó algo que la hizo estremecer, un hormigueo se expandió en su ser en menos de un segundo, las lágrimas repuntaron en sus ojos por esa fricción delirante, al tiempo que sus dedos entraron en ella. Era demasiado, no lo soportaba, quería llorar, una angustia asfixiante se acumulaba en su vientre.

—Sakura, dilo —Syaoran pellizcó el centro de sus nervios, haciéndola gritar. Adoraba el cambio de ambiente en su habitación, después de años de estar sumergida en un críptico silencio, ahora rebosaba con los ruidos excitados de ellos dos—. ¿Te gusta?

Sakura ni siquiera se percató de que estaba de nuevo recostada sobre su espalda hasta que echó la cabeza hacia atrás, cerrando sus ojos con fuerza. Le gustaba todo, sus besos, sus caricias y la desesperación en la que estaba sometiéndola.

—Si te gusta, y quieres repetirlo, deberás mantener esto en secreto.

Syaoran se lamió los labios, notando que la humedad de ella iba en aumento. Olía tan bien, iba a comérsela… después de atender sus otras prioridades.

La noche estaba cayendo, y él necesitaba estar con Sakura el mayor tiempo posible. Antes que alguien rompiera la apasionante conexión que crearon.

—¿Vas a portarte bien? ¿Serás una buena chica?

Eres casi un ángel, Sakura. Tal parece que recibí mi castigo por ensuciarte antes de conocerte.

—Lo que sea… —gimió Sakura con voz apremiante—. Haré lo que sea para estar siempre con usted.

Syaoran la premió por su buen comportamiento, transportándola a otro mundo con tan solo el movimiento de sus dedos. El calor en ella era insoportable cuando él volvió a besarle los pechos sin dejar de tocarla en su zona húmeda.

Sakura actuó de manera descarada atrapando la cabeza de Syaoran para acercarlo más a ella, los dientes de él rasparon la piel sensible e irritada de sus pezones, tirando de ellos, haciendo que no pudiera contenerse más.

Ese nudo que apretaba su vientre bajo se desató, acalambrándole los pies y mojándole la entrepierna. Los dedos de su amo se retiraron, siendo sustituidos por ese algo que se deslizaba con fuerza en ella.

Sakura alzó la cadera, exigiéndole caricias más profundas. Syaoran sonrió, tomándose su tiempo, tocándola solo con la punta de su miembro.

La hizo desesperar tanto, que Sakura buscó tomarlo con la mano. La dejó hacerlo, mirando con satisfacción cómo ella se impresionó al sostenerlo. Lo apretó, saciando su curiosidad.

Syaoran le mordió la oreja, jadeando por las torpes caricias que recibía.

—Puedes hacer algo más que tocarlo —susurró, tomando el control de la mano de Sakura, haciéndola suspirar de la sorpresa—. Las puertas de mi habitación estarán abiertas siempre para ti. ¿Vendrás a buscarme?

Sí. Di que sí. Ya no puedo… estar sin ti, Sakura.

—Cada día, mientras tenga vida —juró ella.

«Le gusto. Él quiere que regrese.»

A Syaoran le dolió su respuesta. Lo olvidó. Se olvidó de que Sakura era solo un segundo de su eternidad. Su reloj solo caminaba refugiándose en ella, y luego, cuando todo acababa, se congelaba de nuevo, devolviéndolo a su miserable realidad.

La rabia lo cegó, qué sentido tenía grabarse el rostro y la pasión de esa mujer que terminaría dejándolo en un momento determinado. En un impulso, la giró sobre su vientre y le alzó la cadera, entrando en ella sin más preámbulos.

Sakura era tan dócil que no se quejó, se amoldó a él, disimulando la incomodidad que aún le generaba su intrusión. No era para menos, ella había perdido su virginidad hace pocas horas, y si estuviese en su forma demoníaca franca, causarle dolor habría sido divertido, pero ella lo debilitaba tanto que incluso deseaba ser considerado.

Todos los sentimientos que Sakura le transmitía dictaban que quería complacerlo, estaba dispuesta a hacerlo… ella quería permanecer a su lado a como diera lugar.

Syaoran se retiró despacio, volviendo a entrar con cuidado. Lo mojada que ella estaba facilitaba su tarea.

—Me gusta tanto esta parte de ti —murmuró él, sosteniendo con firmeza la cadera de Sakura.

—Amo… —sollozó ella, relajando finalmente su espalda.

«Es el primer elogio que me da. Quiero más, que piense todo el día en mí. Solo en mí.»

Syaoran comenzó a disfrutar del espectáculo de sus carnes tocándose, nunca una visión similar fue tan placentera para él. La intimidad de Sakura lo apretaba de una forma deliciosa, se aferraba a él, calentándolo, incitándolo a regresar cuántas veces fuera posible.

Gruñó percibiendo el revoloteo de sus corazones, los ruidos de vertiginoso placer le saturaban los oídos y la piel le picaba por el enérgico envite de sus caderas. No quería terminar, estaba haciendo su máximo esfuerzo por contenerse, no quería que ese arcoíris de sensaciones lo abandonara.

El cuerpo de Sakura perdió su tono después de coronar su placer, Syaoran la sostuvo, escuchándose a sí mismo gemir como nunca antes, entró tantas veces en ella y con tanta vehemencia que acabó agotado.

Era maravilloso.

Se tumbó junto a ella, acomodándola sobre su pecho. Con una enorme sonrisa, le limpió el sudor de la frente y le cepillo el cabello con los dedos.

—Pronto te acostumbrarás a esto —le consoló él, besándole la mano.

El corazón de Sakura se emocionó, él estaba hablando con ella. Estaba prometiéndole que iba a mantenerla a su lado. Se atrevió a darle un beso en la mejilla, ocultando su rostro rojo y brillante por la intensidad de su encuentro.

—¿Le parezco bonita, mi señor? —susurró la pregunta contra su piel, en un intento por opacar la impertinencia de su pregunta.

La expectativa por la respuesta no ayudó a normalizar su respiración, mientras que su piel estaba perlada de sudor, la de su amo estaba solo tibia, y respiraba con menos dificultad que ella, pese a que fue Syaoran quien hizo todo el esfuerzo.

Él sonrió, moviéndose para acariciar uno de los muslos de ella.

Eres tan dulce y tan tonta, Sakura.

Te hago daño, ¿no lo ves?

Yo no te salvé. Tú lo hiciste, tú me salvaste. Me lo has dado todo y a pesar de eso, no puedo quererte de la misma forma.

—¿Qué harás si lo niego? ¿Irás a pedirle opinión al mugriento cochero?

Sakura alzó la cabeza con deseos de mirarlo. A veces era inevitable no intentar ajustar sus ojos a algo que jamás podrían mostrarle. La angustia invadió sus sentidos, sus labios temblaron, recordando la inesperada declaración de Yue.

—Amo yo le prometo que entre Yue y yo no…

—Maldita sea —masculló Syaoran, esbozando una sonrisa irónica. Se sentó en la cama, alejándose de Sakura—. A él lo llamas por su nombre, mientras te niegas a usar el mío por más que insista en repetírtelo.

Sakura se incorporó, en momentos así, odiaba su discapacidad. Sentirse desorientada estando en apuros era de lo peor.

—Lo lamento —lloriqueó, el colchón ya no se hundía delante de ella y eso significaba que su amo se había levantado—. Entienda que Yue y yo somos como iguales, unos pobres bastardos que tienen suerte de estar vivos. En cambio usted es tan diferente.

Sakura se puso de pie con cuidado, tratando de decidir hacia dónde dirigirse.

—¿Has soñado con él como lo haces conmigo?

Syaoran se moría por saberlo. Si bien él era capaz de influenciar los sueños húmedos de las mujeres, Sakura no identificaba rostros, pudiera ser que en una de esas noches, el recuerdo de Yue interfiera en la mente de Sakura, y eso lo asqueaba. La posibilidad de haber sentido el placer de ella por otro hombre lo enfermaba. Cuando el que la poseía tan salvaje e insistentemente era él.

—No, le juro que no.

Ella caminó a tientas, logrando sostenerse de uno de los pilares del dosel de la cama. Sus ojos muertos lucían afligidos, sin reflejar culpabilidad.

¿Eres inocente? ¿De verdad te has entregado solo a mí?

—Entonces, explica de dónde viene su absurdo amor por ti. ¿Le has permitido tocarte?

Sakura se sobresaltó cuando Syaoran le agarró el mentón, levantándole el rostro hacia él.

—Perdóneme —lloró ella. A Syaoran le dolió el quiebre de su voz y las lágrimas sinceras que brotaron de sus ojos. Detestaba no ser capaz de ver a través de ellos, dependía solo de la sinceridad o hipocresía del corazón de Sakura—. Le mentí, otros hombres vieron mi cuerpo desnudo antes que usted. Sin embargo Yue no está entre ellos.

Syaoran se dio cuenta de que él nunca había conversado con Sakura acerca de su pasado. Tragó con dificultad, suavizando su agarre, la hizo sentarse en la cama, acariciándole los brazos para mitigar su llanto.

Él era un demonio de todos modos, estaba lejos de ser perfecto y siempre terminaría dominado por sus sensaciones negativas. Sakura sufriría mucho a su lado.

—Los hombres que me capturaron para venderme como esclava me quitaron la ropa y… me tocaron para saber si yo aún era virgen —Sakura se cubrió el rostro, no deseaba molestar a Syaoran con su llanto, sin embargo recordar tal humillación la quebrantó—. Después de eso fui exhibida en el mercado como un animal hasta que descubrieron el daño de mis ojos.

»Fui arrastrada a la plaza principal donde la gente me gritaba y me arrojaban toda clase de cosas. Mi mamá me reconoció y logró convencer a esos hombres de llevarnos al bosque. Las trampas que ella construyó con sus manos para protegerme me salvaron la vida. Pero luego cuando me perdí en el bosque y me ví condenada a morir por segunda vez, lo conocí, amo.

Syaoran tenía una sola ambición, ser humano. Lo cual era contradictorio porque en realidad odiaba por completo a la raza humana. Los animales eran más sensatos que ellos. Menos crueles y nada malintencionados.

—Puedo ir y matarlos a todos —ofreció Syaoran, poniendo el cabello de Sakura atrás de sus orejas—. Tomaré venganza por ti, por lo que le hicieron a tu madre.

Sakura negó.

—Todo fue culpa mía. Mi desobediencia mató a mi mamá. Yo no tenía permiso de salir de casa y lo hice —confesó cabizbaja—. Ni siquiera merecía otra oportunidad de vivir. No merezco estar aquí con usted.

—Eres tonta —Syaoran no era bueno. No era compasivo, su naturaleza le impedía serlo. E incluso, a costa de ello, buscó en su interior la manera de aliviar las cargas de esa mujer—. Lo que te hicieron por la fuerza, no tiene cabida aquí. Lo que me interesa es saber lo que has hecho por voluntad propia. Dime si has deseado que ese bastardo te toque así.

Syaoran exigió yendo a acariciarle uno de sus pezones con el pulgar, mientras que su boca fue a besar sus labios. Sakura todavía lloraba, se quedó quieta, solo aceptando el cariño que él quisiera darle.

—No, amo, se lo juro. Le prometí que sería suya, así ha sido desde la noche que lo conocí y así será hasta el día de mi muerte.

Syaoran la abrazó.

—No vuelvas a hablar de tu muerte, no delante de mí.

No lo soporto.