Historia de mi autoría con personajes de CCS.
ADVERTENCIA: Nadie menor de edad debería estar leyendo en esta categoría, contendrá escenas de violencia, lenguaje mal sonante, y contenido sexual 18. Si son demasiado sensibles con esos temas mejor no lean. ES FICCIÓN SIN INTENCIÓN DE OFENDER A NADIE.
La concubina del demonio.
Capítulo 9.
—Ten, come un poco.
A Sakura aun le escurría agua del cabello y el camisón se le pegaba al cuerpo formando una capa húmeda y hermosa que dejaba ver sus bonitos contornos.
Syaoran jamás se imaginó atendiendo a esa chica, preocupándose por ella y llevándole la cena a la cama. Tuvo que asearla después de su último encuentro, y se encargaría de vestirla antes de la llegada de Himari a la mañana siguiente.
Ante los ojos de los sirvientes Sakura era su hermana, tenía que ser más cuidadoso sobre marcarle el cuerpo mientras la tomaba, si sospechaban que algo de naturaleza sexual ocurría entre ellos por las noches, pondría en riesgo la seguridad de Sakura.
—Amo, no debió molestarse —renegó Sakura, tocando el borde de la bandeja encima de sus piernas.
Syaoran sonrió un poco, acariciándole la mejilla.
—'Syaoran, no debiste molestarte' —corrigió. El recuerdo de su nombre era lo único valioso que tenía, por eso era importante escucharlo cuántas veces fuese posible viniendo de ella.
Sakura se sonrojó, apretujando con timidez su cuenco de sopa.
—Decir su nombre sin ningún honorifico se siente impropio.
—¿Impropio? Impropio es lo que hicimos durante la tarde.
Sakura se frotó los pies en la alfombra, retorciéndose de vergüenza por lo que diría a continuación.
—Mi mamá decía que los actos carnales sin estar casados es un grave pecado —Una gota de sopa tibia se resbaló del tazón, mojándole los dedos—. Yo creo que si hay amor de por medio, no lo es. Gracias por recibir mis sentimientos, Syaoran.
Syaoran sabía que romper su contacto físico con Sakura lo haría regresar a la realidad de lo que era, eso sería la cura de su remordimiento. Un antídoto que era incapaz de beber. Su rodilla tocaba el muslo de Sakura, estaban sentados en medio de la oscuridad.
Era triste verla alimentándose y moviéndose en las sombras cuando su carácter y su alma eran tan luminosos. Syaoran se llevó una mano al pecho, le dolía, su corazón que nunca antes latió, ahora le golpeaba con crueldad, reiterándole lo peligroso que era para esa mujer.
—Te quiero, Syaoran —murmuró ella, con el sonido de su respiración apurada a causa de sus nervios—. Sé que el amor de alguien como yo puede incomodar. Así que no volveré a repetirlo.
Syaoran se sostuvo la cabeza, aturdido por la resonancia de esas palabras. Más que salidas de los labios de la mujer a su lado, parecían provenir de su interior, de los registros vedados de su memoria.
'Te quiero… Syaoran.'
—Termina tu comida —farfulló huyendo de la habitación.
Sakura era una persona normal, no era una bruja, ni una vidente; no percibía atisbo de magia o poder sobrenatural en ella. Entonces, ¿por qué? ¿Por qué era capaz de devolverle sus emociones cuando la tocaba?
Syaoran descubrió con sorpresa que estaba llorando. Un par de lágrimas se escurrían por sus mejillas, burlándose de él, empujándolo a un ardiente sufrimiento.
¿Dirías lo mismo si pudieras verme, Sakura?
Durante el sexo ella le tocó la parte posterior de la cabeza, tuvo suerte de que no hubiese explorado más allá, sobre la base de sus cuernos.
Él era un demonio, no debía olvidarlo. Por primera vez, se alegró de serlo. El sentimiento de venganza lo condujo a la salida del palacio, donde su caballo lo esperaba para conducirlo a su destino.
No podía proteger a Sakura de sí mismo, pero era perfectamente capaz de hacerlo de otros. Ella era suya. Sakura nació para pertenecerle, la prueba eran sus ojos, que fueron sellados a cambio del poder de despertarlo.
Soy tu esclavo, Sakura.
Nunca se lo diría. No iba a pronunciar jamás la frase que ella soñaba con escuchar. Le demostraría lo mucho que le importaba su bienestar con sus actos. Aunque algunos, como el de esa noche, quedarían en el anonimato.
El sonido de las ruedas de una carreta aproximándose lo hizo sonreír. Se bajó del caballo, bloqueando el camino que conducía al pueblo, clavó la punta de su espada en la tierra, esperando el momento ideal para utilizarla.
El nauseabundo olor de la codicia humana se filtró en sus fosas nasales, el carruaje que se movía en las sombras, se detuvo de mala gana ante su presencia.
—¿Qué mierda? —protestó el conductor tirando la rienda de los caballos. Ellos relincharon, rehusándose a moverse.
Su acompañante se desperezó, frotándose los ojos para aclarar su visión.
—¿Qué sucede, por qué te detienes? Falta poco para el punto de encuentro.
—Un imbécil está bloqueando el camino —se puso de pie, señalando con la cabeza a la silueta de un hombre a la distancia. La luna llena les daba un poco de visibilidad sin necesidad de faroles que llamaran la atención, por eso eligieron esa fecha para el asalto—. El caballo parece fino, toma tú las riendas del coche. Sería bueno llevarlo con nosotros en caso de…
—Bien pensando, Kitagama es un hijo de puta. Lo más seguro es que intente degollarnos para no pagar por la mercancía.
—Iré a deshacerme de ese estorbo, no tardo.
La expresión de Syaoran se mantuvo inexpresiva, los humanos le temían solo a aquello que consideraban antinatural, eran tan ignorantes que etiquetaban cualquier evento inexplicable como obra del demonio. Y por el contrario, actuaban confiados frente a lo conocido y a lo que en base a sus habilidades podían superar.
Por eso, se apareció frente a ellos en su forma humana. Y gracias a eso fue menospreciado.
Syaoran asumió que ellos traían mercancía proveniente de la ciudad imperial. El pueblo aledaño al viejo hogar de Sakura, poseía uno de los mercados de esclavos más popular. Por eso decidió probar suerte en esa ruta.
Desinteresado en desgastarse, buscó en los recuerdos de ese hombre el rostro de la chica a la que intentaba vengar. Se acercó a pasos lentos a él con la punta de su espada rayando el camino de tierra.
—Lo que me faltaba —El cochero desenvainó su arma, mostrando sus dientes manchados al sonreír—. ¿A qué casa noble perteneces, eh? Regresa a practicar con tus ridículas espadas de madera si no quieres perder la cabeza.
Hacía tiempo que Syaoran no utilizaba su espada. ¿Estaría lo suficientemente afilada para partir en dos a ese gusano? Sus ojos inclementes brillaron con satisfacción cuando realizó su primer y único movimiento.
El cochero no tuvo tiempo de reconocer lo que ahí sucedió, un zumbido casi imperceptible surcó sus oídos en el instante en el que cayó de rodillas al suelo. Tardó un minuto en reconocer el calor de su sangre bajando por su cuello.
Syaoran lo observó retorciéndose casi disfrutando del espectáculo, moriría eso era seguro, pero se encargó de que la profundidad del corte no le diera un final inmediato, quería que sufriera. No le molestaba asesinar bastardos como ellos, aunque estaba haciéndole un gran favor a la humanidad deshaciéndose de esa plaga, ese día sus acciones tenían un propósito.
Estuviste tan asustada… Sakura.
Ese hombre que ahora se apretaba el cuello en un inútil intento de frenar su hemorragia, tenía en él los recuerdos de la ceguera de Sakura siendo descubierta, fue él quien instigó a todos a dirigir agresiones hacia ella.
Era basura.
El siguiente hombre vino corriendo al percatarse de la caída de su compañero y otros dos hombres armados bajaron del carruaje. Syaoran ni siquiera adoptó una posición de ataque, dejó que se le acercaran para leerles los ojos.
Movió su cabeza a un lado evadiendo el filo de una espalda, tomó al sorprendido hombre de la muñeca, apretando para desarmarlo. Le clavó su arma en el abdomen y lo usó como escudo evadiendo otro ataque. Le arrojó el cadáver inservible a su atacante, haciéndolo perder el equilibrio, moviéndose tan rápido como el viento para atravesarle el pecho con su espalda.
La sangre le salpicó el rostro cuando desincrustó su espada de las vísceras de ese inútil maleante. Esos dos no tuvieron nada que ver en el ataque de Sakura.
En cambio, el tipo que dormitaba al lado del conductor era el que tenía en su memoria el detestable escenario de Sakura suplicando por su libertad mientras le eran arrancadas sus ropas y su dignidad. El sujeto tuvo el propósito enfermo de abusar de ella si resultaba no ser virgen.
Syaoran no soportó ver cómo alguien tocaba por la fuerza a la indefensa e inocente Sakura.
—¿Quién demonios eres? —gruñó el vándalo, sosteniendo su espada con ambas manos.
Cuando Syaoran sonrió, sus ojos destellaron.
—Más adelante tendrás tu respuesta, cuando nos encontremos en el infierno.
Al hombre se le cayó la espalda de las manos, persignándose al divisar la verdadera forma de Syaoran.
—Aunque parezca contradictorio, el cielo hoy está de mi parte.
Comenzó por cortarle la maldita mano con la que tocó a Sakura. El hombre cayó sobre su espalda temblando de dolor y sosteniéndose el miembro amputado mientras gritaba.
Syaoran no sentía ningún tipo de emoción, era como si estuviese acostumbrado a blandir su arma para causar dolor.
—Creo que no estás sufriendo lo suficiente, te ayudaré a complacerme.
Le tomó el brazo y lo cortó lentamente, disfrutando el sonido de la carne y los huesos separándose del hombro.
No era solo Sakura, eran cientos de niños y mujeres que pasaron diversas torturas por parte de ese hombre, que era más parecido a una bestia que a una persona. Algunos humanos eran verdaderos demonios que ayudaban a desatar el infierno en la tierra.
Lo dejó llorando y suplicando por su vida, imitando a sus víctimas. Lo ignoró por supuesto. Arrastró al otro hombre que aún seguía con vida y les ató los pies a la parte posterior de la carreta con una cuerda.
Sus malditos rostros se despenderían de sus huesos con el arrastre de la corrida de los caballos. Tendrían una muerte agónica y humillante, no pensarían en otra cosa que no fuese su dolor antes de su deceso.
Cuando se disponía a echar andar a los caballos, algo se movió en la parte posterior del carruaje. Syaoran metió la mano en la pila de trigo, ayudando a una joven mujer a emerger de su prisión. Su boca fue silenciada con una mordaza y estaba atada de manos y pies. Con un gesto cansino la levantó, y la dejó caer al piso sin cuidado.
Las pupilas de la chica se dilataron con horror al ver la sangre y las vísceras expuestas. Un sonido agudo intentó salir de su garganta, ocultando su rostro en la tierra, cuidándose del espantoso espectáculo que la rodeaba.
Los caballos relincharon, reanudando su caminata. Ella apretó los párpados cerrados ante los gritos despavoridos de los hombres cuya carne era arrancada por las piedras del camino.
El corazón golpeó fuerte en su pecho a medida de los pasos de ese asesino se acercaban a ella. Era su fin. No había escapatoria.
Para su sorpresa, sintió la liberación de sus ataduras, sus brazos adoloridos cayeron a sus costados y sus piernas entumecidas comenzaron a reaccionar al separarse. Ese hombre la estaba dejando escapar.
Syaoran no miró a la mujer una segunda vez, fue directo a montar su caballo. Era casi medianoche, quería regresar al palacio y asegurarse de que Sakura estuviese descansando bien, antes de que a alguien se le ocurriera invocarlo.
—¡Espera! —La estúpida joven corrió para darle alcance, extendiendo los brazos enfrente del caballo para detenerlo.
Tonta.
Podía aplastarla sin ningún remordimiento.
—¿No viniste a rescatarme? No piensas dejarme en medio de la nada, ¿cierto?
La impertinente ceja alzada de la mujer hizo que Syaoran la observara con más detenimiento. Sus ojos rubíes relumbraban igual que las piedras preciosas que adornaban su cuello y su largo cabello negro. Su vestido era fino. Seguramente pertenecía a una casa noble.
—Estúpida —musitó Syaoran. La intrépida chica se ofendió por su comentario—. No me interesa tu destino, no te rescaté, simplemente estorbabas en mi objetivo y te aparté. Si vives o no, ahora depende de ti.
Tiró las riendas del caballo para que esquivara a la mujer, tenía que llegar al lado de Sakura lo antes posible.
—¡Detente! Llévame contigo, puedo pagarte el favor de la forma que quieras.
Meiling Amamiya se sonrojó al pronunciar sus palabras. Tanto ajetreo la había enloquecido. Ese hombre era hermoso. Su cabello castaño y sus ojos casi dorados eran atrayentes. Y además le debía su vida.
Syaoran no le prestó atención. ¿Quizás debería mostrarle su verdadera forma para que dejara de molestar?
Chasqueó la lengua, apurando a su caballo a camuflarse en las sombras y desaparecer en paz.
Syaoran limpió la sangre de su espada con un pañuelo antes de enfundarla en su vaina, parecía nueva, estaba decorada con una piedra onix entre la guarnición y el puño, y al estudiarla notó por primera vez que en la base de la hoja existía una silueta grabada. Parecía hecha por una mano diferente a la de sus forjadores, era una flor de cerezo.
Su corazón dio un golpe tan fuerte en su pecho que tuvo que sostenerse de la mesa para soportar ese dolor. Jadeó esperando encontrarse en otro escenario, donde siempre se veía obligado a cumplir con sus instintos demoníacos.
Sin embargo otro latido sucedió. No era esa agradable sensación que Sakura le transmitía, cuando su corazón latía por sí mismo, era molesto, porque alrededor de él existía un cascarón que le impedía expandirse.
Sus ojos fueron de vuelta al tallado del cerezo, era imposible que no lo hubiera notado antes, las líneas eran débiles y si la sangre no se hubiese hundido en sus bordes, habría ignorado su presencia.
Otro latido sobrevino, causándole un dolor tan agudo que su visión se nubló. Su conciencia fue absorbida por un instante de su pasado.
La sonrisa de una niña se mezclaba con el reflejo cegador de un espejo de agua.
Él estaba sentado a la distancia observándola con un rostro inexpresivo, mientras ella se divertía, Syaoran permanecía absorto en sus propias preocupaciones hasta que ella vino a tomarlo de la mano, invitándolo a jugar.
Su sonrisa era amable y sus ojos eran hermosos, verdes y brillantes. El nombre de esa niña era…
Sakura.
Gracias por sus comentarios, espero que siga agradandoles la historia. Como notaron, poco a poco voy introduciendo más personajes y detalles de la situación del pasado por el que Syaoran terminó ganandose ese castigo. Pobre de mi bebé, jeje. !Meiling apareció! ¿Señales de que se le formará un harén a Syaoran? Bromeo. Detesto ese género en la literatura o lo visual. Nos leemos pronto. El domingo o lunes actualizo mi otra historia.
