Capítulo 8
—Hola, soy Syaoran ¿Como te llamas? —la interrumpió mientras dirigía su atención a ella.
—Sakura, —dijo ella tomada por sorpresa.
—Mucho gusto. ¿Cómo te va con la danza? —preguntó el joven de tan solo doce años.
—Más o menos, —respondió. —Soy algo torpe, —añadió apenada.
—Y muy bonita, —dijo él con un ligero sonrojo. Ella sintió que se ponía como tomate.
Ellos se quedaron charlando sin saber cómo cambiarían la vida el uno del otro.
—También invite a Daisuke, —dijo Tomoyo sacando la hielera, —así tienes con quien ignorar a Syaoran.
—Se supone que para eso están ustedes y los niños, —le reproché mientras ponía frituras en la mesa —Ustedes solo quieren ver como se quema el mundo ante sus ojos.
—¿Qué te puedo decir? Fue idea de Eriol, —sonrió con complicidad.
—Eso lo explica todo, —rodeé los ojos.
Una repentina ráfaga de movimiento y chillidos anunció que pequeños ninjas se lanzaban hacia mí. El pelo negro me hizo cosquillas en las mejillas: Kaito y Hana, por supuesto. Mi abrazo, aunque entusiasta, estaba teñido de una pizca de tensión. Él estaba aqui. Al girarme, vi a Meiling enmarcada en la puerta, Kenji y Syaoran detrás. Mi corazón golpeó frenéticamente contra mis costillas, la reacción de una adolescente ridícula que desafiaba la lógica. ¿Por qué, después de todo este tiempo, seguian ahi esos sentimientos?
—Tía Sakura, —dijo Hana, —Tengo un tío nuevo. Se llama tío gruñón.
Todos reimos.
—Que no soy gruñón, —refunfuño Syaoran llegando a donde estábamos
—Bueno, eres uno de los enanos, —contesté sin mirarlo. De pequeños, yo era ligeramente mas alta que el por lo que lo molestaba de vez en cuanto. Cuando voltee él sonreía con nostalgia por la referencia.
—Hola, —me dijo suavemente.
—Hola, —respondí.
—¿Cómo has estado?
—Bien, gracias. ¿Y tú?
—Mejor ahora. Me alegra verte otra vez, —yo me sonroje. Este hombre siempre había tenido labia.
La llegada de Dai y Eriol interrumpió mi respuesta. Disculpándome, me apresuré a saludar a Dai. Su abrazo fue cálido, un familiar movimiento de mi cabello me trajo una ola de recuerdos de la infancia cuando mi hermano solia hacer eso. La emoción de Aoto y Emi fue contagiosa, encendiendo una chispa en Kaito y Hana que pronto los enredó a todos con Dai en un torbellino de caos juguetón. Los miré con una sonrisa, una punzada de nostalgia tirando de mi corazón. Meiling, con un brillo astuto en sus ojos, pico mis costillas. Poniendo los ojos en blanco juguetonamente, me volví para charlar con los demás, la calidez de la reunión se instaló en la habitación.
Hana se alejó del grupo y se acercó a nosotros. Creí que venía por mi pero me pasó de largo y fue con Syaoran.
—Tío gruñón, ¿puedes jugar con nosotros?
Una sonrisa apareció en mis labios cuando el hombre se disculpó para ir a jugar con los niños. Se acercó tranquilamente para unirse a los niños y a Dai, que ya estaban en un acalorado (pero afable) partido de fútbol. Emi, bendita sea su espíritu entusiasta, estaba decidida a contribuir a pesar de algunas patadas hilarantemente fuera de lugar. Kero, encaramado al borde de la acción, no pudo resistir un golpe juguetón a la pelota cada vez que rodaba cerca, provocando que los niños se rieran. Al verlos a todos interactuar, especialmente la forma en que Dai y Syaoran se conectaron tan fácilmente con los niños, un innegable destello de atracción se encendió dentro de mí. Había algo increíblemente atractivo en su naturaleza tranquila y su energía juguetona con los niños.
—Sakura, —dijo Eriol captando mi atención. —¿Taco de ojo?
—Callate, Eriol, —conteste.
—Syaoran estaba muy emocionado de verte, —dijo Kenji.
—Daisuke tambien, —contraataco Eriol.
—Al parecer ambos tienen club de fans, —dijo Meiling divertida. —Yo no le voy a ninguno. Uno es demasiado perfecto y el otro es mi primo. ¿Qué opinas tú, Tomoyo?
—¿De que? —pregunto Dai sentándose a mi lado.
—Gatos, —dije rápidamente. Syaoran se sentó a lado de Meiling, mirando feo a Daisuke.
—A mi me encantan, —dijo Dai, —pero tu eres alérgica, ¿no Sakura?
—Si, por eso tengo a Kero, —voltee a verlo y estaba patas arriba mientras mis sobrinos le daban masaje en la panza. Perro sinvergüenza.
—A mi no me gustan, —dijo Syaoran. —No me gusta la idea de bolas de pelo.
—Yo pienso lo mismo, —admitió Tomoyo no muy contenta de tener algo en común con Syaoran.
La tarde se disolvió en una cálida marea de conversaciones. Resultó que Syaoran se había convertido en pediatra y su naturaleza gentil se adaptaba perfectamente al cuidado de niños. También gano varios trofeos de artes marciales, su mayor pasión. Los últimos tres años parecían haber sido buenos para él. Cuando Eriol, siempre el bromista, dirigió la conversación hacia la vida amorosa de Syaoran, un toque de maldad cruzó por sus rasgos. Eriol, por supuesto, no sería Eriol a menos que usara ese momento para pincharnos a ambos, una habilidad suya bien perfeccionada (y algo irritante). Según Syaoran, hacía tiempo que no había una persona especial en su vida.
—Dai era... bueno, digamos que encontrar a alguien con quien hablar no era exactamente su prioridad. Pero últimamente, parece haber cierta persona que cautiva su atención. Debe haber algo especial en Sakura, ¿no te parece? Li? —dijo Eriol con una suave sonrisa.
Dai sonrió, sacudiendo la cabeza, ya estaba acostumbrado a las ocurrencias de Eriol. Me sonrojé muchísimo y miré furtivamente a Syaoran. Parecía extremadamente irritado. Dai me rodeó los hombros con el brazo antes de hablar.
—¿Qué puedo decir? No todos los días encuentras a alguien que acepta salir a comer hamburguesas un miércoles a las once y media.
Syaoran mantuvo su mirada en los niños que ahora estaban jugando a la mancha con Kero.
—Esa fue una linda anécdota, —dijo Tomoyo. —Cuando Sakura mencionó que sacaste la manta para extenderla en el asiento de atrás pensé que la trama se estaba poniendo muy interesante.
Syaoran se levantó de golpe y dijo que iría a ver a los niños. En ese momento a Dai le entró una mañana y se disculpó antes de alejarse. Mire a mis amigos con reproche y ellos estaban tratando muy duro el no soltar una carcajada.
—Ustedes no saben comportarse, ¿verdad?
—Vamos, Sakura, —dijo Eriol. —No nos divertíamos así desde que empezaste a salir con Yukito.
El humor cambió inmediatamente. No sabía cómo reaccionar. ¿Estaban bien las citas? Dai y yo no éramos exclusivos, pero sabía que algo en nuestra amistad era diferente. ¿No fue demasiado pronto? Sin mencionar lo que sentí cuando vi a Syaoran. Eso se sintió como una traición. Forcé una sonrisa y me levanté. Les dije que tenía que enviarle un mensaje de texto a la otra maestra de tercer grado y que necesitaba un momento. Mientras me alejaba, escuché a Meiling regañar a Eriol.
—¡¿Es en serio?! ¿Olvidaste cuánto tiempo nos llevó lograr que volviera a sonreír?
Me senté en el porche y me abracé. No fue un ataque de pánico pero necesitaba usar mi 5, 4, 3, 2, 1. Estaba en medio del número tres cuando escuché pasos.
—¿Estás bien? —preguntó Syaoran.
—Si, —respondi. —Solo necesito un momento.
—¿Traigo a tu novio? —se escuchaban los celos en su voz. Si no hubiera estado en una situación tan vulnerable le hubiera seguido el juego, pero no estaba en condición.
—Dai no es mi novio. Es mi amigo, —no estaba cien por ciento segura de esa segunda parte pero Syaoran no era la persona con la que lo quería discutir.
—No se, cualquier cosa que hayan hecho en su asiento trasero es muy reveladora, —dijo molesto.
Me levanté de golpe. Al diablo con la técnica.
—¿Quieres asumir lo peor? —gruñí prácticamente con la voz tensa por la furia. —Bien. Adelante. Pero antes de que me pintes como una especie de villano en tu cabeza, recuerda esto: tú. no. sabes. nada.
El titubeo pero no se dejó intimidar.
—¡Solo estoy tratando de ayudar! Quizás la próxima vez piense un poco más en cómo se podrían percibir sus acciones.
—Tal vez si no fueras tan rápido para juzgar, mi reputación no sería un problema, —podía sentirlo crecer dentro de mí. No era mi agujero, no era tan poderoso pero era más oscuro.
—Bueno, discúlpame. Debí medir mis palabras, —exclamó molesto.
—Ese es el problema contigo. Dices, dices, y dices y no piensas en las consecuencias de tus palabras, —tenía que detenerme pero años de rencor estaban suplicando salir de mi corazón. —Sigue con tu vida, Sakura. ¿Qué hiciste en el asiento de atrás, Sakura? Me enamoré de alguien más, Sakura. Sakura, aún te amo pero me voy a casar con ella. ¡Mientras tanto la única que sale lastimada soy yo!
Mis amigos salieron corriendo al escuchar mis gritos. Nos encontraron a ambos con la cara roja, el de la pena y yo del coraje. Kero corrió hacia mí y se puso enfrente de Syaoran, casi esperando que yo lo atacara para defenderlo. Traicionero.
—Me tengo que ir. Lo siento, chicos. Despidanme de sus hijos, —comencé a caminar a mi carro con Kero a mi lado.
—¿Quieres que te acompañe? —pregunto Dai alcanzandome.
—Esta vez no, pero gracias.
Subí a mi carro y vi las miradas preocupadas de mis amigos. Syaoran seguía parado en el mismo lugar con la cabeza abajo.
