Harry Potter pertenece a JK Rowling.
Bruja Llameante
Inspirado en el Fic "A Fair Life" de Rntwriter.
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05: Ropa, accesorios y llamas
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Dumbledore se encontraba en su oficina, repasando y lamentándose mentalmente en como se habían desencadenado, los eventos actuales.
Efectivamente, Dumbledore había manipulado a Crouch Sr. para liberar a Jr. irse a buscar a Tom a Albania y traerlo de regreso; lo trajo para poder asegurarse de que se realizara un ritual en específico y así, poder permitirle a Tom, que recuperara su cuerpo.
Si Tom recuperaba su cuerpo, entonces podría ser puesto en el camino, que Dumbledore quería para él y que fuera destruido por...
Dumbledore se aferró con todas sus fuerzas a su silla.
Para que fuera destruido por Beatrice Potter y así, librarlos de la oscuridad para siempre.
Saber que Beatrice, había abandonado Adivinación (junto con Neville) y que ambos se habían pasado a Runas Antiguas y que estudiaban diligentemente junto a Hermione Granger y Daphne Greengrass, causó el enfado de Albus.
La Profecía trataba sobre Beatrice y Neville, así que ambos necesitaban saber que las Profecías eran reales. Actualmente, desde el retorno de Beatrice a su género correcto, la pelinegra de ojos verdes, parecía haberse volcado hacia una nueva carrera educativa, pues McGonagall, Flitwick, el verdadero Moddy e incluso Snape, hablaban de un crecimiento en las notas y en el entusiasmo de la Heredera Potter, hacia sus estudios, cosa que los tenía a todos ellos, muy emocionados, con la responsabilidad que la pelinegra parecía estarse tomando, el año anterior a los T.I.M.O.S
En realidad, McGonagall y Madame Prince, parecían ser las más entusiasmadas, narrándole por varias horas, como Har... como Beatrice, devoraba un libro tras otro.
—He visto a las señoritas Bell, Spinnet y Johnson, dándole ciertas... lecciones a la señorita Potter. —narraba Minerva, delante de un Albus cada vez más deprimido, viendo como Beatrice Potter, se alejaba de sus planes.
Dumbledore miró con gran preocupación a su amiga, cientos de cosas aparecieron en su mente: Ron Weasley se había alejado de Beatrice Potter recientemente, al parecer, Ron jamás superó aquella etapa de "las niñas tienen piojos" y no parecía querer tener nada que ver, con dos chicas; el contrato matrimonial que él mismo había firmado entre Harry Potter y Ginny Weasley, había sido cancelado por Gringotts y rastrearon quien deseaba casar a Lady Potter, logrando descubrir que él, se había autonombrado como el Guardián Mágico de Beatrice Potter y como representante de la Casa Potter, pero todo esto era ilegal, así que los Duendes cancelaron los fondos monetarios que mensualmente eran enviados a la Cámara Weasley desde la Cámara Potter, por órdenes de Dumbledore, todos esos Galeones fueron devueltos a la Cámara Potter y ahora mismo, el Duende encargado de las Finanzas de la Casa Potter, estaba teniendo agresivas conversaciones con un muy aterrorizado Duende de Finanzas de la Casa Dumbledore, arrancándole de su Cámara privada un total de ochocientos mil novecientos quince galeones, siendo repartidos entre los Potter y los Weasley. — ¿Lecciones? —Las palabras salieron estranguladas de los labios de Albus, cuando recobró el hilo de la conversación. — ¿De qué? ¿Sobre...?
—Sobre cómo camina una dama. —dijo Minerva, sin poder evitar que una sonrisa de orgullo, escapara de sus labios, al recordar haber visto tales lecciones, desde la ventana de su oficina de Transformaciones —Las vi, indicándole a Beatrice las diferencias entre el caminar masculino y el femenino, como las mujeres balanceamos las caderas al caminar. —agarró sus propias caderas, por encima de su túnica reglamentaria como maestra. —Como debería sentarse al ingresar al Gran Comedor o en la silla del Salón de Clases. Le prestaron sus accesorios de belleza.
— ¿Accesorios de belleza? —A Dumbledore no le interesaba nada de esto, realmente. Su cabeza estaba en otro lugar, pues su Beatrice no era la destinada a derrotar a Voldemort, entonces tendría que encontrar alguna manera de que Neville lo derrotara. Pero Neville... él no era el más habilidoso a la hora de batirse en duelo, ¿Qué hacer? —Existen hechizos Transformadores para... ya sabes: Los collares, pulseras y aretes, ¿Verdad?
—Puede que existan, Albus. —aseguró Minerva —Pero para esto venía a hablarte: Llevaré hoy mismo a la Señorita Potter, donde Madame Malkin, para que le haga sus uniformes femeninos, compraremos joyas y una caja de coloretes y lápiz labial. Seré su figura de abuela, como bien quería Lily que hiciera con Beatrice, antes de que lo arruinaras todo.
Minerva y Beatrice, estuvieron fuera de Hogwarts, por casi cuatro horas.
Y cuando retornaron, una vez más, Albus Dumbledore quería derramar sus lágrimas de desesperación y frustración no contenida, cuando una Breatrice Potter, absolutamente bella, a sus escasos 14 años de edad y Campeona de Hogwarts, ingresó por las puertas del Gran Comedor, seguida de cerca por Minerva McGonagall. Albus y Minerva se conocían desde hace ya, tantísimas décadas, que podían hablarse solo con la mirada.
Beatrice tenía su muy largo cabello, recogido en dos colas a los laterales de la cabeza, sombras violeta, resaltando sus ojos, llevaba pendientes y todos notaron los collares que colgaban de su cuello y dos pulseras en cada muñeca, aparte del anillo de Lady Potter en su anular de derecho.
Albus tuvo un familiar sentimiento de hundimiento en el estómago, el cual le dijo que, de ahora en adelante, todo iría de mal en peor.
Minerva lamentaba profundamente, que Beatrice no hubiera podido disfrutar de su género biológico, por obra de alguna de las maquinaciones de Albus.
Minerva no era tonta.
Minerva no nació ayer y sabía que todo esto, se remontaba a la dichosa Profecía de Albus Dumbledore, Har... Breatrice Potter y Aquél-Que-No-Debe-Ser-Nombrado.
—Disculpen: —dijo Ludo Bagman —Sí los Campeones pueden por favor acompañarme al tercer piso de Hogwarts, salón 353 para la revisión de sus varitas mágicas... —así lo hicieron los cuatro Campeones y ni bien se retiraron, Albus escuchó claramente y sin filtro, a sus colegas profesores y a los alumnos de Hogwarts, Beauxbatons y Durmstrang, charlando sobre cuan bella se veía la Heredera Potter.
—Es alucinante, ¿no, Harry? Digo Beatrice —comentó Colin en cuanto Beatrice comenzó a buscar las escaleras, para dirigirse al tercer piso—. ¿No te parece? ¿Tú, campeón?
—Sí, realmente alucinante —repuso ella con pesadumbre, encaminándose hacia la escalinata del vestíbulo—. ¿Para qué quieren las fotos, Colin?
Él negó con la cabeza. —El torneo es algo que se realiza cada cierto tiempo, pero el último, fue en 1792, así que están emocionados por su regreso ¡Creo que para El Profeta!
—Genial —dijo Beatrice con tristeza—. Justo lo que necesito. Más publicidad.
— ¡Buena suerte! —le deseó Colin cuando llegaron.
Beatrice llamó a la puerta y entró. Era un aula bastante pequeña. Habían retirado hacia el fondo la mayoría de los pupitres para dejar un amplio espacio en el medio, pero habían juntado tres de ellos delante de la pizarra, y los habían cubierto con terciopelo. Detrás de los pupitres habían colocado cinco sillas, y Ludo Bagman se hallaba sentado en una de ellas hablando con Rita Skeeter, que llevaba una túnica de color fucsia.
Como de costumbre, Viktor Krum estaba de pie en un rincón, sin hablar con nadie.
Cedric y Fleur conversaban. Fleur parecía mucho más contenta de lo que la había visto Beatrice hasta el momento, y repetía su habitual gesto de sacudir la cabeza para que la luz arrancara reflejos a su largo pelo plateado.
Un hombre barrigudo con una enorme cámara de fotos negra que echaba un poco de humo observaba a Fleur por el rabillo del ojo.
Bagman vio de pronto a Beatrice, se levantó rápidamente y avanzó como a saltos. — ¡Ah, aquí está! ¡La campeona número cuatro! Entra, Beatrice, querida, entra... No hay de qué preocuparse: no es más que la ceremonia de comprobación de la varita. Los demás miembros del tribunal llegarán enseguida...
— ¿Comprobación de la varita? —repitió Beatrice nerviosa.
—Tenemos que comprobar que vuestras varitas se hallan en perfectas condiciones, que no dan ningún problema. Como sabes, son las herramientas más importantes con que vais a contar en las pruebas que tenéis por delante —explicó Bagman—. El experto está arriba en estos momentos, con Dumbledore. Luego habrá una pequeña sesión fotográfica. Esta es Rita Skeeter: —añadió, señalando con un gesto a la bruja de la túnica de color fucsia —Va a escribir para El Profeta un pequeño artículo sobre el Torneo.
—A lo mejor no tan pequeño, Ludo. —apuntó Rita Skeeter mirando a Beatrice —Primero: Veamos que llegue el experto y luego, si parece bien, entre foto y foto, una entrevista.
—Perfecto Rita, perfecto —dijo Ludo.
—Me pregunto si podría hablar un ratito con Harry antes de que empiece la ceremonia. —le dijo a Bagman sin apartar los ojos de la figura femenina de Harry Potter —Es la más joven de los campeones, ya sabes... Por darle un poco de gracia a la cosa.
— ¡Por supuesto! —aceptó Bagman—. Es decir, si ella no tiene inconveniente...
—Beatrice, cariño, ¿Puedes seguirme, por favor? —llamó Rita y ella resopló, mientras seguía a la mujer, lo volvieron a sacar del aula y abrieron una puerta cercana. —Es mejor no quedarse ahí con todo ese ruido —explicó—. Veamos... ¡Ah, sí, este sitio es bonito y acogedor! —Era el armario de la limpieza. La pelinegra la miró. —Entra, cielo, está muy bien. Divinamente —repitió Rita Skeeter sentándose a duras penas en un cubo vuelto boca abajo. Empujó a la jovencita para que se sentara sobre una caja de cartón y cerró la puerta, con lo que quedaron a oscuras—. Veamos... Abrió el bolso de piel de cocodrilo y sacó unas cuantas velas que encendió con un toque de la varita, y por arte de magia las dejó colgando en medio del aire para que iluminaran el armario. —¿No te importa que use una pluma a vuelapluma, Harry? Me dejará más libre para hablar...
—Preferiría que no lo hicieras, pero… ya que. —gruñó ella. ―Por cierto: Mi nombre es Beatrice.
Rita Skeeter sonrió más pronunciadamente, y Beatrice contó tres dientes de oro. Volvió a coger el bolso de piel de cocodrilo y sacó de él una pluma de color verde amarillento y un rollo de pergamino que extendió entre ellos, sobre una caja de Quitamanchas mágico multiusos de la señora Skower. Se metió en la boca el plumín de la pluma verde amarillenta, la chupó por un momento con aparente fruición y luego la puso sobre el pergamino, donde se quedó balanceándose sobre la punta, temblando ligeramente. —Probando: mi nombre es Rita Skeeter, periodista de El Profeta. —Beatrice bajó de inmediato la vista a la pluma. En cuanto Rita Skeeter empezó a hablar, la pluma se puso a escribir, deslizándose por la superficie del pergamino: «La atractiva rubia Rita Skeeter, de cuarenta y tres años, cuya despiadada pluma ha pinchado tantas reputaciones demasiado infladas...» —Divinamente —dijo Rita Skeeter una vez más. Rasgó la parte superior del pergamino, la estrujó y se la metió en el bolso. Entonces se inclinó hacia la adolescente. —Bien, Beatrice, ¿Podrías por favor contarnos, por qué has vivido todos estos años, como un varón?
Ella asintió. ―Como bien sabes: Soy la última miembro de la Casa Potter y (sin ganas de darle más motivos al Profesor Snape para odiarme) somos una casa de gran travesía política y publica en el Reino Unido, puedes sumarle mi supervivencia a la Maldición Asesina. Estas dos cosas, convencieron al profesor Dumbledore, que sería mejor para mí, vivir como un chico. ―gruñó enfadada.
―No pareces tenerle mucho cariño a Dumbledore, nena ―dijo Rita, frunciendo el ceño. Se suponía que Potter era el… bueno: La niña dorada de Dumbledore. Y haría lo que él le ordenara.
― ¿Tenerle cariño al hombre que selló la voluntad de mis padres y me llevó a vivir con dos Muggles que odian la magia y me han tratado como a un Elfo Domestico? Él fue quien me transformó en un chico. ―Repitió la pelinegra con veneno en la voz. La boca de Rita se abrió en estado de shock ―Por once años de mi vida, viví en un armario bajo las escaleras y cuando llegó mi primera carta de Hogwarts, recién allí, me trasladaron a una habitación…
―Alto ―la Vuela-Pluma se detuvo de inmediato. Rita sacó su varita, la agitó, borró todo lo escrito hasta entonces y hechizó la pluma, volviéndola dorada y la pluma reescribió lo que Beatrice contaba. Con un movimiento de cabeza, le indicó a Beatrice, que narrara su vida en casa de sus tíos y ella contó todos los maltratos: Como la obligaron a cocinar, a limpiar la casa, a lavar la ropa y plancharla, como la obligaron a tener notas bajas, solo para que Dudley tuviera las mejores notas y sobre la supuesta protección alrededor de la casa, excepto porque Beatrice sabía que no era así, debido a que Dumbledore llegó, la dejó allí en una noche fría. Contó sobre el espectro de Voldemort, el Basilisco, Sirius, el profesor Lupin y Pettigrew ― ¿Qué pasa con el tema del Torneo?
―Hay otro Mortífago en Hogwarts aparte de Snape y Karkarov. Pero no diré su nombre, porque esto saldrá en periódico. Ese sujeto, fue quien me hizo entrar al Torneo.
La puerta del armario de la limpieza volvió a abrirse. Beatrice miró hacia fuera, parpadeando ante la brillante luz. Albus Dumbledore estaba ante ellos, observándolos a ambos, allí, apretujados en el armario.
— ¡Dumbledore! —exclamó Rita Skeeter, aparentemente encantada. Pero Beatrice se dio cuenta de que la pluma y el pergamino habían desaparecido de repente de la caja de quitamanchas mágico, y los dedos como garras de Rita se apresuraban a cerrar el bolso de piel de cocodrilo. — ¿Cómo estás? —saludó ella, levantándose y tendiéndole a Dumbledore una mano grande y varonil—. Supongo que verías mi artículo del verano sobre el Congreso de la Confederación Internacional de Magos, ¿no?
—Francamente repugnante. —contestó Dumbledore, echando chispas por los ojos —Disfruté especialmente la descripción que hiciste de mi como un imbécil obsoleto.
Rita Skeeter no pareció avergonzarse lo más mínimo. — ¡Oh, Albus querido! No te lo tomes tan personal: Sólo me refería a que algunas de tus ideas son un poco anticuadas, Dumbledore, y que muchos magos de la calle...
—Me encantaría oír los razonamientos que justifican tus modales, Rita —la interrumpió Dumbledore, con una cortés inclinación y una sonrisa—, pero me temo que tendremos que dejarlo para más tarde. Está a punto de empezar la comprobación de las varitas, y no puede tener lugar si uno de los campeones está escondido en un armario de la limpieza. Muy contenta de librarse de Rita Skeeter, Beatrice se apresuró a volver al aula. Los otros campeones ya estaban sentados en sillas cerca de la puerta, y él se sentó rápidamente al lado de Cedric y observó la mesa cubierta de terciopelo, donde ya se encontraban reunidos cuatro de los cinco miembros del tribunal: el profesor Karkarov, Madame Maxime, el señor Crouch y Ludo Bagman. Rita Skeeter tomó asiento en un rincón. Beatrice vio que volvía a sacar el pergamino del bolso, lo extendía sobre la rodilla, chupaba la punta de la pluma a vuelapluma y la depositaba sobre el pergamino. —Permítanme que os presente al señor Ollivander —dijo Dumbledore, ocupando su sitio en la mesa del tribunal y dirigiéndose a los campeones—. Se encargará de comprobar vuestras varitas para asegurarse de que se hallan en buenas condiciones antes del Torneo. —Beatrice miró hacia donde señalaba Dumbledore, y dio un respingo de sorpresa al ver al anciano mago de grandes ojos claros que aguardaba en silencio al lado de la ventana.
Ya conocía al señor Ollivander. Se trataba de un fabricante de varitas mágicas al que hacía más de tres años, en el callejón Diagon, le había comprado la varita que aún poseía. —Mademoiselle Delacour, ¿le importaría a usted venir en primer lugar? —dijo el señor Ollivander, avanzando hacia el espacio vacío que había en medio del aula. Fleur Delacour fue a su encuentro y le entregó su varita. Como si fuera una batuta, el anciano mago la hizo girar entre sus largos dedos, y de ella brotaron unas chispas de color oro y rosa.
Jugando un poco con las transformaciones, Céline transformó el aire que la rodeaba, en un pañuelo y limpió la varita lo mejor que pudo.
Ollivander se acercó la varita de Fleur a los ojos y la examinó detenidamente. —Sí —murmuró—, veinticinco centímetros... rígida... palisandro... y contiene... ¡Dios mío!...
—Un pelo de la cabeza de una veela, —dijo Fleur satisfecha —una de mis abuelas.
—Sí —confirmó el señor Ollivander—, sí. Nunca he usado pelo de veela. Me parece que da como resultado unas varitas muy temperamentales. Pero a cada uno la suya, y si ésta le viene bien a usted... —Pasó los dedos por la varita, según parecía en busca de golpes o arañazos. Luego murmuró: — ¡Orchideous! —Y de la punta de la varita brotó un ramo de flores—. Bien, muy bien, está en perfectas condiciones de uso —declaró, recogiendo las flores y ofreciéndoselas a Fleur junto con la varita. —Señorita Potter —observó la varita con entusiasmo, sus ojos casi brillaban —¡Aaaah, sí! —exclamó el señor Ollivander con ojos brillantes de entusiasmo—. Sí, sí, sí. La recuerdo perfectamente. —Beatrice también se acordaba. Lo recordaba como si hubiera sido el día anterior. Cuatro veranos antes… siete en realidad, el día en que cumplía once años, había entrado con Hagrid en la tienda del señor Ollivander para comprar una varita mágica. El señor Ollivander le había tomado medidas y luego le fue entregando una serie de varitas para que las probara. Beatrice cogió y probó casi todas las varitas de la tienda, o al menos eso le pareció, hasta encontrar una que le iba bien, aquélla, que estaba hecha de acebo, medía veintiocho centímetros y contenía una única pluma de la cola de un fénix. El señor Ollivander se había quedado muy sorprendido de que a Beatrice le fuera tan bien aquella varita. «Curioso —había dicho—... muy curioso.» Y sólo cuando al fin Beatrice… Harry en aquellas épocas, le preguntó qué era lo curioso, le había explicado que la pluma de fénix de aquella varita provenía del mismo pájaro que la del interior de la varita de Tom Solvoro "lord Voldemort" Ryddle, el malvado Mestizo que jugó con su alma, se la destrozó y había matado a cientos, sino miles de personas. Pero esperaba que el señor Ollivander no les revelara a los presentes nada de aquello. Le daba la impresión de que, si lo hacía, la pluma a vuelapluma de Rita Skeeter explotaría de la emoción. ―Excelentes condiciones, puedo decirle, Señorita Potter. Acebo y Pluma de Fénix.
—Señor Diggory, ahora usted. —Fleur se volvió a su asiento, sonriendo a Cedric cuando se cruzaron. —Contiene un solo pelo de la cola de un excelente ejemplar de unicornio macho. Treinta centímetros y medio... madera de fresno... agradablemente flexible. Está en muy buenas condiciones... ¿La trata usted con regularidad?
—Le di brillo anoche —repuso Cedric con una sonrisa.
—Señor Krum —pidió Ollivander —Mmm —dijo el señor Ollivander—, ésta es una manufactura Gregorovitch, si no me equivoco. Un excelente fabricante, aunque su estilo no acaba de ser lo que yo... Sin embargo... —Levantó la varita para examinarla minuciosamente, sin parar de darle vueltas ante los ojos. —Sí... ¿Madera de carpe y fibra sensible de dragón? —le preguntó a Krum, que asintió con la cabeza—. Bastante más gruesa de lo usual... bastante rígida... veintiséis centímetros... Todas sus varitas, parecen estar en excelentes condiciones, así que supongo que pueden irse.
—Gracias a todos —dijo Dumbledore, levantándose—. Ya podéis regresar a clase. O tal vez sería más práctico ir directamente a cenar, porque falta poco para que terminen...
Pero el hombre de la cámara de fotos negra se levantó de un salto y se aclaró la garganta. — ¡LAS FOTOS, DUMBLEDORE, LAS FOTOS! —gritó Bagman—. Todos los campeones y los miembros del tribunal. ¿Qué te parece, Rita?
—Eh... sí, ésas primero —dijo Rita Skeeter, poniendo los ojos de nuevo en Cedric, quien sufrió un escalofrío. —Y luego tal vez podríamos sacar unas individuales. ―Las fotografías llevaron bastante tiempo. Dondequiera que se colocara, Madame Maxime le quitaba la luz a todo el mundo, y el fotógrafo no podía retroceder lo suficiente para que ella cupiera. Por último, se tuvo que sentar mientras los demás se quedaban de pie a su alrededor. Karkarov se empeñaba en enroscar la perilla con el dedo para que quedara más curvada.
Krum, de quien Beatrice sabía que estaba acostumbrado a aquel tipo de cosas, se escondió al fondo para quedar medio oculto.
El fotógrafo parecía querer que Fleur se pusiera delante, pero Rita Skeeter se acercó y tiró de Beatrice para destacarla. Luego insistió en que se tomaran fotos individuales de los campeones, tras lo cual por fin pudieron irse. Beatrice bajó a cenar. Vio que Hermione no estaba en el Gran Comedor, e imaginó que seguía en la enfermería por lo de los dientes.
Cenó ella sola a un extremo de la mesa, y luego volvió a la torre de Gryffindor pensando en todos los deberes extra que tendría que hacer sobre los encantamientos convocadores.
Salió en medio de la noche y se fue al extremo opuesto del Bosque Prohibido, en donde comenzó a practicar con sus llamas, mientras pensaba en métodos para enfrentar a la Dragona.
