Harry Potter pertenece a JK Rowling.

Bruja Llameante

9: Segunda Tarea

Era el día después del Baile de Navidad y tres personas en el castillo, solo quería llorar en paz y no asistir a sus deberes.

Por desgracia, uno de ellos, era el director del colegio Hogwarts y loa otros dos, eran los aliados del director... digo: Los hijos menores del matrimonio Weasley. En el Baile de Navidad, alguno de aquellos invitados políticos, descubrió que Hermione era una descendiente de la casa Dagworth-Granger y ahora tenía en sus manos, una notificación en la cual decía, que él perdíael favor de esa casa al haber intoxicado a la descendiente directa y próxima Lady Dagworth-Granger. Molly Weasley, su aliada más valiosa, le mandó un aullador, reventándole los tímpanos, al preguntarle que como se le ocurría querer casar a su preciosa Ginny con una mujer (Beatrice Potter). En tan solo el transcurso de una noche y una mañana, Dumbledore había perdido tantísimas balizas de poder, que casi podía ver en su mente, como tantas otras fuentes de poder político, pronto serían erradicadas. Albus no quería hacer nada más, que echarse a llorar.

Todos se levantaron tarde el 26 de diciembre. La sala común de Gryffindor se encontraba más silenciosa de lo que había estado últimamente, y muchos bostezos salpicaban las desganadas conversaciones. El cabello de Hermione volvía a estar tan enmarañado como siempre, y ella confesó que había empleado grandes cantidades de poción alisadora; «pero es demasiado lío para hacerlo todos los días», añadió con sensatez mientras rascaba detrás de las orejas a Crookshanks, que ronroneaba.

Ron y Seamus pusieron al tanto a las chicas, de la conversación entre Madame Maxime y Hagrid, pero ella no pareció encontrar tan sorprendente la noticia de que Hagrid era un semigigante. —Bueno, ya me lo imaginaba —dijo encogiéndose de hombros—. Sabía que no podía ser un gigante puro, porque miden unos siete metros de altura. Pero, la verdad, esa histeria con los gigantes... No creo que todos sean tan horribles. Son los mismos prejuicios que tiene la gente contra los hombres lobo. No es más que intolerancia, ¿verdad?

Daba la impresión de que a Seamus le hubiera gustado dar una respuesta mordaz, pero tal vez no quería empezar otra discusión, porque se contentó con negar con la cabeza cuando Hermione no lo veía.

Había llegado el momento de pensar en los deberes que no habían hecho durante la primera semana de vacaciones. Una vez pasado el día de Navidad, todo el mundo se sentía desinflado. Todo el mundo salvo Beatrice, que otra vez comenzaba a preocuparse y a trabajar en una forma de lidiar con la Segunda Tarea.

Beatrice comenzaba a sacar libros de muchísimos temas de la biblioteca, buscando hechizos para sumergirse bajo las aguas del Lago Negro.

Y así llegó el primer día del segundo trimestre, y Beatrice se fue a clase con el habitual peso de los libros, pergaminos y plumas.

Todavía había una gruesa capa de nieve alrededor del colegio, y las ventanas del invernadero estaban cubiertas de un vaho tan espeso que no se podía ver nada por ellas en la clase de Herbología. Con aquel tiempo nadie tenía muchas ganas de que llegara la clase de Cuidado de Criaturas Mágicas, aunque, como dijo Ron, los escregutos seguramente los harían entrar en calor, ya fuera por tener que cazarlos o porque arrojarían fuego con la suficiente intensidad para prender la cabaña de Hagrid. Sin embargo, al llegar a la cabaña de su amigo encontraron ante la puerta a una bruja anciana de pelo gris muy corto y barbilla prominente. —Daos prisa, vamos, ya hace cinco minutos que sonó la campana —les gritó al verlos acercarse a través de la nieve.

La pelinegra, tenía una triste sonrisa en los labios, al recordar cuan grosera fue ella, en du vida pasada, con la dulce ancianita. —Buenos días Señora ¿Quién es usted? —le preguntó Beatrice mirándola fijamente y asegurándose de que su tono fuera suave y no tan mordaz, como en la Línea de Tiempo anterior—. ¿Dónde está el profesor Hagrid?

—Soy la profesora Grubbly-Plank —dijo con entusiasmo—, la sustituta temporal de vuestro profesor de Cuidado de Criaturas Mágicas. Por aquí, por favor —les dijo ésta, y se encaminó a grandes pasos hacia el potrero en que tiritaban los enormes caballos de Beauxbatons. Los condujo al otro lado del potrero, donde descansaban los caballos de Beauxbatons, amontonados para protegerse del frío, y luego hacia un árbol que se alzaba en el lindero del bosque. Atado a él había un unicornio grande y muy bello. Muchas de las chicas exclamaron «¡oooooooooooooh!» al ver al unicornio. Beatrice se pasó la mano por la cara, recordando lo... desgraciada que fue y sus ácidos pensamientos.

"¡Qué hermoso!" —susurró Lavender Brown—. "¿Cómo lo atraparía? ¡Dicen que son sumamente difíciles de coger!"

—Una leyenda cuenta, que los Unicornios pueden sentir las emociones de todo aquello que los rodea. —dijo la pelinegra de ojos verdes. —Y si la profesora Grubbly-Plank, no buscaba salarios, entonces, básicamente, ella solo tuvo que guiarlos hasta aquí.

—Excelente explicación, Señorita Potter. —dijo la sonriente mujer —Diez puntos para Gryffindor. —El unicornio era de un blanco tan brillante que a su lado la nieve parecía gris. Piafaba nervioso con sus cascos dorados, alzando la cabeza rematada en un largo cuerno. — ¡Los chicos que se echen atrás! —exclamó con voz potente la profesora Grubbly-Plank, apartándolos con un brazo que le pegó a Harry en el pecho—. Los unicornios prefieren el toque femenino. Que las chicas pasen delante y se acerquen con cuidado. Vamos, despacio... —Ella y las chicas se acercaron poco a poco al unicornio, dejando a los chicos junto a la valla del potrero, observando.

En cuanto la profesora se alejó lo suficiente para no oírlos, Ron se dirigió a Seamus. —¿Qué crees que le pasa? ¿No habrá sido un escreg...?

—No, nadie lo ha atacado, Weasley, si es lo que piensas —intervino Malfoy con voz suave—. No: lo que pasa es que le da vergüenza que vean su fea carota.

— ¿Qué quieres decir? —preguntó Ron, mirándolo con repulsión. Cosa que hizo enfadar a Malfoy.

Malfoy metió la mano en un bolsillo de la túnica y sacó una página de periódico. —Aquí tienes —dijo—. No sabes cómo lamento tener que enseñártelo, Weasley. —Sonreía de satisfacción mientras Ron cogía la página, la desplegaba y la leía.

Seamus, Dean y Neville miraban por encima de su hombro. Se trataba de un artículo encabezado con una foto en la que Hagrid tenía pinta de criminal.

ELGIGANTESCOERROR DE DUMBLEDORE

Albus Dumbledore, el excéntrico director del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, nunca ha tenido miedo de contratar a gente controvertida, nos cuenta Rita Skeeter, corresponsal especial.
En septiembre de este año nombró profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras a Alastor Ojoloco Moody, el antiguo auror que, como todo el mundo sabe, es un cenizo y además se siente orgulloso de serlo; una decisión que causó gran sorpresa en el Ministerio de Magia, dado el bien conocido hábito que tiene Moody de atacar a cualquiera que haga un repentino movimiento en su presencia.

Aun así, Ojoloco Moody parece un profesor bondadoso y responsable al lado del ser parcialmente humano que ha contratado Dumbledore para impartir la clase de Cuidado de Criaturas Mágicas.

Rubeus Hagrid, que admite que fue expulsado de Hogwarts cuando cursaba tercero, ha ocupado el puesto de guardabosque del colegio desde entonces, un trabajo en el que Dumbledore lo ha puesto de forma fija.

El curso pasado, sin embargo, Hagrid utilizó su misterioso ascendiente sobre el director para obtener el cargo adicional de profesor de Cuidado de Criaturas Mágicas, por encima de muchos candidatos mejor cualificados.

Hagrid, que es un hombre enorme y de aspecto feroz, ha estado utilizando su nueva autoridad para aterrorizar a los estudiantes que tiene a su cargo con una sucesión de horripilantes criaturas.

Mientras Dumbledore hace la vista gorda, Hagrid ha conseguido lesionar a varios de sus alumnos durante una serie de clases que muchos admiten que resultan «aterrorizadoras».

«A mí me atacó un hipogrifo, y a mi amigo Vincent Crabbe le dio un terrible mordisco un gusarajo», nos confiesa Draco Malfoy, un alumno de cuarto curso. «Todos odiamos a Hagrid, pero tenemos demasiado miedo para decir nada.»

Beatrice se giró por un instante, dejando de prestar atención al Unicornio y vio a los Gryffindor, reunidos alrededor del periódico, haciendo memoria, supo exactamente de qué se trataba y suspiró y sopló una diminuta lengua de fuego, que pronto encendió en llamas azules el periódico, antes de cerrar su puño provocando que el periódico, ahora chamuscado, se hiciera una bola.

— ¿Ustedes están prestando atención, desde ahí? —La voz de la profesora Grubbly-Plank llegó hasta ellos; las chicas se arracimaban en torno al unicornio, acariciándolo. Entonces, la profesora Grubbly-Plank, comenzó a enumerar las propiedades mágicas del unicornio en aquel instante en voz alta, para que los chicos también se enteraran.

— ¡Espero que se quede esta mujer! —dijo Parvati Patil al terminar la clase, cuando todos se dirigían hacia el castillo para la comida—. Esto se parece más a lo que yo me imaginaba de Cuidado de Criaturas Mágicas: criaturas hermosas como los unicornios, no monstruos...

—Hagrid es un semigigante y a ellos, la gran mayoría de Bestias de rango XXXX o XXXXX, le son... mansas. —explicó Beatrice, asombrando a más de uno, pues eso lo desconocían. —Entonces, automáticamente, él cree que lo son también, para todos nosotros. Ese es el único maldito problema con las clases de Hagrid, Parvati, ningún otro. Pero sí: Mejor los unicornios, los Gusarajos o las Salamandras, que los... Escogrutos de Cola Explosiva.

Entraron en el Gran Comedor —Ha sido una buena clase —comentó Hermione cuando entraron en el Gran Comedor—. Yo no sabía ni la mitad de las cosas que la profesora Grubbly-Plank nos ha dicho sobre los unic... —y Beatrice colocó, delante de su novia, su (actualmente) mejor amigo (Neville) y su ex-mejor amigo (Ron), el periódico. Hermione leyó con la boca abierta. Reaccionó exactamente igual que Neville. —¿Cómo se ha podido enterar esa espantosa Skeeter? ¿Creéis que se lo diría Hagrid?

—No. —contestó Beatrice, que se abrió camino hasta la mesa de Gryffindor y se echó sobre una silla, furiosa —Ni siquiera nos lo dijo a nosotros. Supongo que le pondría de los nervios que Hagrid no quisiera decirle un montón de cosas negativas sobre mí, y se ha dedicado a hurgar para desquitarse con él.

—Tal vez lo oyó decírselo a Madame Maxime durante el baile —sugirió Hermione en voz baja.

— ¡La habríamos visto en el jardín! —objetó Neville—. Además, se supone que no puede volver a entrar en el colegio. Hagrid dijo que Dumbledore se lo había prohibido... ¿Tal vez, tiene una Capa Invisible?

—Buena teoría. —aseguró Beatrice, mientas comía con lentitud —Vengan: Toca Pociones —durante la hora de pociones, la pelinegra aprovechó, la extensa nube negra de la poción de Neville y consiguió Branquialgas, del armario de Snape.

Y a la mañana de la prueba, Beatrice llegó bellamente vestida.

Algunos dijeron que incluso parecía una diva.

Cedric, Fleur y Krum se hallaban junto a la mesa, y lo observaban acercarse.

Ludo Bagman se puso de pie y accionó el hechizo Sonorus. —Bien, todos los campeones están listos para la segunda prueba, que comenzará cuando suene el silbato. Disponen exactamente de una hora para recuperar lo que se les ha quitado. Así que, cuando cuente tres: uno... dos... ¡tres! —El silbato sonó en el aire frío y calmado. Las tribunas se convirtieron en un hervidero de gritos y aplausos. Sin pararse a mirar lo que hacían los otros campeones, Beatrice miró de reojo a los demás, mientras se sacaba del bolsillo el puñado de branquialgas, se lo metió en la boca y entró en el lago.

El agua estaba tan fría que sintió que la piel de las piernas le quemaba como si hubiera entrado en fuego. En la parte del cuerpo que aún no se le había mojado tenía carne de gallina. Medio sumergido en el agua helada y con la brisa levantándole el pelo, empezó a tiritar. Evitó mirar hacia las tribunas. La risa se hacía más fuerte, y los de Slytherin lo silbaban y abucheaban... Entonces, de repente, sintió como si le hubieran tapado la boca y la nariz con una almohada invisible. Intentó respirar, pero eso hizo que la cabeza le diera vueltas. Tenía los pulmones vacíos, y notaba un dolor agudo a ambos lados del cuello. El primer trago de agua helada fue como respirar vida.

La cabeza dejó de darle vueltas. Tomó otro trago de agua, y notó cómo pasaba suavemente por entre las branquias y le enviaba oxígeno al cerebro. Extendió las manos y se las miró: parecían verdes y fantasmales bajo el agua, y le habían nacido membranas entre los dedos. Se retorció para verse los pies desnudos: se habían alargado y también les habían salido membranas: era como si tuviera aletas. El agua ya no parecía helada. Al contrario, resultaba agradablemente fresca y muy fácil de atravesar... Beatrice nadó, asombrándose de lo lejos y rápido que lo propulsaban por el agua sus pies con aspecto de aletas, y también de lo claramente que veía, y de que no necesitara parpadear. Se había alejado tanto de la orilla que ya no veía el fondo. Se hundió en las profundidades. Al deslizarse por aquel paisaje extraño, oscuro y neblinoso, el silencio le presionaba los oídos. No veía más allá de tres metros a la redonda, de forma que, mientras nadaba velozmente, las cosas surgían de repente de la oscuridad: bosques de algas ondulantes y enmarañadas, extensas planicies de barro con piedras iluminadas por un levísimo resplandor. Bajó más y más hondo hacia las profundidades del lago, con los ojos abiertos, escudriñando, entre la misteriosa luz gris que lo rodeaba, las sombras que había más allá, donde el agua se volvía opaca.

Siguió nadando durante unos veinte minutos, hasta que llegó a unas vastas extensiones de barro negro, que enturbiaba el agua en pequeños remolinos cuando él pasaba aleteando. Luego, por fin, percibió un retazo del canto de las criaturas marinas:

Nos hemos llevado lo que más valoras, y para encontrarlo tienes una hora...

Una multitud de sirenas y tritones flotaba delante de las casas que se alineaban en lo que parecía una versión submarina de la plaza de un pueblo pintoresco. En el medio cantaba un coro de tritones y sirenas para atraer a los campeones, y tras ellos se erguía una tosca estatua que representaba a una sirena gigante tallada en una mole de piedra. Había cuatro personas ligadas con cuerdas a la cola de la sirena.

Ron estaba atado entre Hermione y Cho Chang. Había también una niña que no parecía contar más de ocho años y cuyo pelo plateado le indicó a Harry que debía de ser hermana de Fleur Delacour.

Daba la impresión de que los cuatro se hallaban sumidos en un sueño muy profundo: la cabeza les colgaba sobre los hombros, y de la boca les salía una fina hilera de burbujas.

Se acercó rápidamente a ellos, temiendo que los tritones bajaran las lanzas para atacarlo, pero no hicieron nada. Las cuerdas de algas que sujetaban a los rehenes a la estatua eran gruesas, viscosas y muy fuertes. Por una fracción de segundo, pensó en la navaja que Sirius le había regalado por Navidad y que tenía guardada en el baúl, dentro del castillo, a cuatrocientos metros de allí, donde no le podía servir de nada en absoluto.

Usó el Diffindo, cortó las cuerdas de Hermione y se la llevó, no sin antes arrojar muchos cúmulos de chispas rojas y doradas, para que los demás llegaran. Siguió subiendo, pero vio a las Sirenas atacar a Fleur y recordando lo que pasó, les arrebató las lanzas, con un Accio y luego las mandó contra ellas, asesinándolas. Fleur la miró agradecida y fue a ayudar a su hermana.
Vio a Cedric sobre el Kelpie y le arrojó las lanzas, fue como si eso hiciera moverse a Cedric, quien fue por su... persona.

A Beatrice le dieron la máxima puntuación (y puntos extra, por auxiliar a los demás competidores)

Detrás suyo, ascendieron Cedric, Fleur y al final, Krum.

Dumbledore estaba enfadado, ante todo lo ocurrido en la prueba. Se suponía que Beatrice debería de haber salvado a Ron Weasley, quien también estaba sumergido junto a los demás, no a Hermione Granger...

No a la segunda amiga, que hizo en el Expreso de Hogwarts; a quien salvó de un trol; por quien se angustió durante los acontecimientos de la Cámara de los Secretos, junto a quien fue a salvar a Ron Weasley en la Casa de los Gritos...

Dumbledore lanzó un rugido de ira, cuando encontró la lógica detrás de los actos de Beatrice y destruyó su oficina: Beatrice y Hermione eran pareja, Ron era infantil y para él, las chicas eran asquerosas, por eso mismo, ya no se juntaba con ellas y Ginny Weasley no era lesbiana...

No solo Ginny no era lesbiana, sino que el contrato matrimonial, firmado entre Molly y él, era invalidado, porque Beatrice no podía embarazar a Ginny, y sin un descendiente de sangre Potter-Weasley, para que él manipulara y se perpetuara en el poder político del Wizengamot, entonces los asientos Potter y Black, no tendrían calidad en el esquema del Bien Común.