Harry Potter pertenece a JK Rowling.

Bruja Llameante

14: Los Mortífagos.

Desde la seguridad de estar en Hogwarts, pero, gracias a su hechizo para escuchar, Albus se enfadó con Beatrice, por tratar a Voldemort de una manera tan informal.

Se enfadó con ella, por esta información que tuvo, luego de su renacimiento, la cual la envolvía en una capa de seguridad. Tanta así, que incluso se creía con ventaja, delante de Lord Voldemort: El descendiente de Slytherin, el (parcialmente) inmortal y líder del ejercito Mortífago.

Era verdad que, por sí mismos, los Mortífagos no valían mucho. Pero con Voldemort a la cabeza, todos ellos pudieron poner de rodillas a un país entero en los 80, mientras combatían casi 40 Aurores a 1.

Ahora, se concentró en ver y escuchar lo que pasaría. Este iba a ser un momento importante, en la vida de Beatrice: El cómo respondería, delante de la amenaza de los Mortífagos, especialmente, después de no demostrar temor, ante Voldemort y decirle su autentico nombre y su ascendencia, directo a la cara. Frunció el ceño, ante la aparente prepotencia de Beatrice, para tratar a Voldemort de esa forma y deseó, que ni Voldemort, ni los Mortífagos, pudieran hacer nada en contra de la jovencita.

Él la necesitaba, para llevar a cabo la Profecía, después de todo.

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Voldemort observó con desconcierto a Beatrice, con sus rojos ojos, pues no era quien él esperaba para su resurrección, sino a Harry Potter.

—Señor... —rogó con voz ahogada—, señor... usted me prometió... me prometió...

—Levanta el brazo —dijo Voldemort con desgana.

— ¡Ah, señor... gracias, señor...! —Alargó el muñón ensangrentado, pero Voldemort volvió a reírse.

— ¡El otro brazo, Colagusano!

—Amo, por favor... por favor... —Voldemort se inclinó hacia él y tiró de su brazo izquierdo. Le retiró la manga por encima del codo, y Beatrice vio algo en la piel, algo como un tatuaje de color rojo intenso: una calavera con una serpiente que le salía de la boca, la misma imagen que había aparecido en el cielo en los Mundiales de Quidditch: la Marca Tenebrosa.

Voldemort la examinó cuidadosamente, sin hacer caso del llanto incontrolable de Colagusano. —Ha retornado —dijo con voz suave—. Todos se habrán dado cuenta... y ahora veremos... ahora sabremos... —Apretó con su largo índice blanco la marca del brazo de Colagusano, el cual dejó escapar un nuevo alarido. Voldemort retiró los dedos de la marca de Colagusano, y Beatrice vio que se había vuelto de un negro azabache. Con expresión de cruel satisfacción, Voldemort se irguió, echó atrás la cabeza y contempló el oscuro cementerio. — "Al notarlo, ¿cuántos tendrán el valor de regresar?" —susurró, fijando en las estrellas sus brillantes ojos rojos—. ¿Y cuántos serán lo bastante locos para no hacerlo? —Comenzó a pasear de un lado a otro ante Beatrice y Colagusano, barriendo el cementerio con los ojos sin cesar. Después de un minuto volvió a mirar a Beatrice, y una cruel sonrisa torció su rostro de serpiente. —Estás sobre los restos de mi difunto padre, jovencita —dijo con un suave siseo—. Era muggle y además idiota... A mi padre lo maté yo, y ya ves lo útil que me ha sido después de muerto. ¿Ves la casa de la colina? En ella vivió mi padre. Mi madre, una bruja que vivía en la aldea, se enamoró de él. Pero mi padre la abandonó cuando supo lo que era ella: no le gustaba la magia. La abandonó y se marchó con sus padres muggles antes incluso de que yo naciera y ella murió dándome a luz, así que me crié en un orfanato muggle... pero juré encontrarlo... Me vengué de él, de este loco que me dio su nombre, Tom Ryddle. Lo que son las cosas: yo reviviendo mi historia familiar... —dijo en voz baja—. Vaya, me estoy volviendo sentimental... ¡Pero mira! Ahí vuelve mi verdadera familia... —El aire se llenó repentinamente de ruido de capas. Por entre las tumbas, detrás del tejo, en cada rincón umbrío, se aparecían magos, todos encapuchados y con máscara. Mientras tanto, Beatrice, había estado repitiendo mentalmente, el mismo encantamiento de fuego. Se liberaría de sus cuerdas y luego contraatacaría. Tan pronto, como Voldemort terminara de hablarles a los Mortífagos. Ella puso los ojos en blanco, mientras que uno a uno, se iban acercando lenta, cautamente, como si apenas pudieran dar crédito a sus ojos.

Voldemort permaneció en silencio, aguardando a que llegaran junto a él. Entonces uno de los mortífagos cayó de rodillas, se arrastró hacia Voldemort y le besó el bajo de la negra túnica. — "Señor... señor..." —susurró. Los mortífagos que estaban tras él hicieron lo mismo. Todos se le fueron acercando de rodillas, y le besaron la túnica antes de retroceder y levantarse para formar un círculo silencioso en torno a la tumba de Tom Ryddle, de forma que Beatrice, Voldemort y Colagusano, que yacía en el suelo sollozando y retorciéndose, quedaron en el centro. Dejaban huecos en el círculo, como si esperaran que apareciera más gente.

Voldemort, sin embargo, no parecía aguardar a nadie más. Miró a su alrededor los rostros encapuchados y, aunque no había viento, un ligero temblor recorrió el círculo, haciendo crujir las túnicas. —Bienvenidos, mortífagos —dijo Voldemort en voz baja—. Trece años... trece años han pasado desde la última vez que nos encontramos. Pero seguís acudiendo a mi llamada como si fuera ayer... ¡Eso quiere decir que seguimos unidos por la Marca Tenebrosa!, ¿no es así? —Echó atrás su terrible cabeza y aspiró, abriendo los agujeros de la nariz, que tenían forma de rendijas. —Huelo a culpa. —dijo— Hay un hedor a culpa en el ambiente. —Un segundo temblor recorrió el círculo, como si cada uno de sus integrantes sintiera la tentación de retroceder, pero no se atreviera. —Todos ustedes se ven tan sanos y salvos, con sus poderes mágicos intactos... ¡qué apariciones tan rápidas!... y me pregunto: ¿Por qué este grupo de magos no vino en ayuda de su señor, al que juraron lealtad eterna? —nadie habló. Nadie se movió salvo Colagusano, que no dejaba de sollozar por su brazo sangrante. — "Y me respondo —susurró Voldemort—: debieron de pensar que yo estaría acabado, que me había ido. Volvieron ante mis enemigos, adujeron que habían actuado por inocencia, por ignorancia, por encantamiento... Y entonces me pregunto a mí mismo: ¿Cómo pudieron creer que no volvería? ¿Cómo pudieron creerlo ellos, que sabían las precauciones que yo había tomado, tiempo atrás, para preservarme de la muerte? ¿Cómo pudieron creerlo ellos, que habían sido testigos de mi poder, en los tiempos en que era más poderoso que ningún otro mago vivo? Y me respondo: quizá creyeron que existía alguien aún más fuerte, alguien capaz de derrotar incluso a lord Voldemort. Tal vez ahora son fieles a ese alguien... ¿tal vez a ese paladín de la gente común, de los Sangre Sucia y de los Muggles, Albus Dumbledore?" —A la mención del nombre de Dumbledore, los integrantes del círculo se agitaron, y algunos negaron con la cabeza o murmuraron algo. Voldemort no les hizo caso. —Me resulta decepcionante. Lo confieso, me siento decepcionado...

Uno de los hombres avanzó hacia Voldemort, rompiendo el círculo. Temblando de pies a cabeza, cayó a sus pies. — ¡AMO! —gritó—. ¡PERDÓNEME, SEÑOR! ¡PERDÓNENOS A TODOS!

Voldemort rompió a reír. Levantó la varita. — ¡Crucio! —El mortífago que estaba en el suelo se retorció y gritó. Beatrice pensó que los aullidos llegarían a las casas vecinas.

Ahora —Pensó Beatrice para sí misma, mientras recordaba los sueños en donde su madre la visitaba y le daba algunos hechizos de fuego. — ¡Geysivlossi: Draconian Breath! (Erupción: Aliento Draconiano) —En donde estaban parados los Mortífagos, el suelo comenzó a temblar y el fuego violeta, surgió desde las entrañas de la tierra, quemando a diez Mortífagos y sus llamas también alcanzaron a la otra decena, quienes se movieron rápidamente, junto a Voldemort y Pettigrew. El olor a quemado, no se les pasó por alto y vieron a Beatrice liberarse y sonreírles, mientras desenfundaba su varita.

Pettigrew cayó al suelo y fue jalado por algo invisible: Un Encantamiento de Convocación, aterrorizando a los Mortífagos sobrevivientes, quienes todavía no entendían quién había hecho eso.

— ¡AURORES DEL MINISTERIO! —Rugió la voz de Madame Bones, seguida por una docena de Aurores y el propio Dumbledore — ¡QUE NADIE SE MUEVA!

Beatrice ahora estaba liberada (literalmente) y disparó una esfera de fuego violeta contra Ryddle, quien se protegió con el Protego, pero el fuego era más poderoso que eso, así que lo desvió. Pero la pelinegra le enseñaba una sonrisa depredadora al líder Mortífago, ella extendió sus brazos, como si fuera a abrazar al Mago Oscuro, mientras que, en un parpadeo, se formaba una medialuna en fuego violeta, que iba contra Ryddle, quien levantó un nuevo escudo. La pelinegra colocó los brazos a cada lado y formó rápidamente látigos de fuego violeta, con los cuales asaltó nuevamente al Mago Tenebroso, quien la miraba enfurecido, detrás del escudo.

Tom S. Ryddle miraba con una furia que solo estaba ascendiendo, a la chica desconocida, la cual lanzaba poderoso golpes de fuego violeta, contra su escudo de Protego, que apenas y resistía. Él tenía que enviar más magia al escudo, para que los golpes de la preadolescente, no lo derribaran. La chica se iba acercando más a él y, en consecuencia, él tenía que alejarse. Vio entonces, con una colera que solo ascendía, como sus Mortífagos eran arrestados y entre todos ellos, estaba Sirius Black, sosteniendo a un Peter Pettigrew desmayado y atado.

Los Aurores se unieron y lo atacaron con todo su poder, destruyendo su escudo, él se elevó en el aire y desapareció en la oscuridad de la noche.

—Beatrice, ¿Te encuentras bien? —Preguntaron Sirius y Dumbledore.

—Agotada mágicamente, pero… voy a estar bien. —aseguró la pelinegra, levantando nuevamente la varita mágica —Accio: Anillo Gaunt —en segundos, el anillo llegó flotando; Dumbledore veía horrorizado el anillo, ahora sabía que Beatrice tenía información que no debería de saber: Sobre los Horrocruxes y sobre la Profecía ¿Cuántos Horrocruxes había encontrado hasta el momento? ¿Cómo sabía lo que eran? ¿Cómo descubrió siquiera el primero de ellos…? En la Cámara de los Secretos ¿Y si el Horrocrux de Tom Ryddle en la Cámara de los Secretos, dijo más de lo que debería? Si aquel era el caso, entonces Beatrice le había estado ocultando información a él, Albus Dumbledore, líder de la luz y eso él no podía permitirlo —quien pueda usar el Fyendfire o un encantamiento que lo destruya por completo... que por favor lo… —el fuego anaranjado envolvió el anillo, un grito escapó de él y se vio el diminuto rostro de Voldemort, hecho de humo.

Los Aurores tomaron los cadáveres carbonizados y usaron hechizos sobre ellos, para que sus rostros fueran reconocibles, para que todos supieran que los Mortífagos seguían activos y luego se Desaparecieron con Beatrice Potter, de vuelta a Hogwarts.

Y se armó el Pandemónium.