Harry Potter pertenece a JK Rowling
Bruja Llameante
23: La Suma Inquisidora de Hogwarts.
Cuando Beatrice despertó, lo hizo con dolor de cabeza. Ella solo gimió un poco, sabiendo que no era un dolor ordinario.
Sino un dolor de "presentimiento". Una sonrisa se filtró en sus labios, mientras agradecía contar con las cortinas en cama. —Lo ha intentado. El bastardo ha intentado usar su Legeremancia de porquería y le he detenido con mi escudo Oclumántico. Sirius Orión Black: Eres un maestro magnifico.
Era la hora del desayuno, cuando la lechuza que le había llevado el periódico a Hermione derramó la jarra de leche, Pero la castaña no parecía molesta por eso, sino por lo que leyó, provocando que soltara un grito ahogado y puso el periódico sobre la mesa para enseñar a sus amigos una gran fotografía de Dolores Umbridge que lucía una amplia sonrisa en los labios y pestañeaba lentamente bajo el siguiente titular:
EL MINISTERIO EMPRENDE LA REFORMA EDUCATIVA Y NOMBRA A DOLORES UMBRIDGE PRIMERA SUMA INQUISIDORA.
Anoche el Ministerio de Magia tomó una decisión inesperada y aprobó una nueva ley con la que alcanzará un nivel de control sin precedentes sobre el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería.
«Hace tiempo que el ministro está preocupado por los sucesos ocurridos en Hogwarts. —explicó el asistente del ministro, Percy Weasley — Y el paso que acaba de dar ha sido la respuesta a la preocupación manifestada por muchos padres angustiados respecto a la orientación que está tomando el colegio, una orientación con la que no están de acuerdo.»
No es la primera vez en las últimas semanas que el ministro, Cornelius Fudge, utiliza nuevas leyes para introducir mejoras en el colegio de magos. Recientemente, el 30 de agosto, se aprobó el Decreto de Enseñanza No. 22 para asegurar que, en caso de que el actual director no pudiera nombrar a un candidato para un puesto docente, el Ministerio tuviera derecho a elegir a la persona apropiada: «Así fue como Dolores Umbridge ocupó su actual puesto como profesora en Hogwarts. —explicó Weasley anoche —Dumbledore no encontró a nadie para impartir la asignatura de Defensa Contra las Artes Oscuras… y por eso el ministro nombró a Dolores Umbridge, lo que ha constituido, por supuesto, un éxito inmediato por supuesto, un éxito inmediato porque ha revolucionado por completo el sistema de enseñanza de dicha asignatura y porque así proporciona al ministro información de primera mano sobre lo que está pasando en Hogwarts.» El Ministerio ha formalizado esta última función con la aprobación del Decreto de Enseñanza No. 23, que crea el nuevo cargo de Sumo Inquisidor de Hogwarts. «De este modo se inicia una emocionante nueva fase del plan del ministro para poner remedio a lo que algunos llaman el "descenso de nivel" de Hogwarts —explicó Weasley—. El Inquisidor tendrá poderes para supervisar a sus colegas y asegurarse de que su trabajo alcance el nivel requerido. El ministro ha ofrecido este cargo a la profesora Umbridge, además del puesto docente, y estamos encantados de anunciar que ella lo ha aceptado.»
Las nuevas medidas adoptadas por el Ministerio han recibido el entusiasta apoyo de los padres de los alumnos de Hogwarts. «Estoy mucho más tranquilo desde que sé que Dumbledore estará sometido a una evaluación justa y objetiva —declaró el señor Lucius Malfoy, de 41 años, en su mansión de Wiltshire—. Muchos padres, que queremos lo mejor para nuestros hijos, estábamos preocupados por algunas de las descabelladas decisiones que ha tomado Dumbledore en los últimos años y nos alegra saber que el Ministerio controla la situación.»
Entre esas «descabelladas decisiones» están sin duda los controvertidos nombramientos docentes, anteriormente descritos en este periódico, que incluyen al hombre lobo Remus Lupin, al semigigante Rubeus Hagrid y al engañoso exauror Ojoloco Moody.
Abundan los rumores, desde luego, de que Albus Dumbledore, antiguo jefe Supremo de la Confederación Internacional de Magos y jefe de Magos del Wizengamot, ya no está en condiciones de dirigir el prestigioso Colegio Hogwarts. «Creo que el nombramiento de la Inquisidora es un primer paso hacia la garantía de que Hogwarts tenga un director en quien todos podamos depositar nuestra confianza», afirmó una persona perteneciente al Ministerio.
Dos de los miembros de mayor antigüedad del Wizengamot, Griselda Marchbanks y Tiberius Ogden, han dimitido como protesta ante la introducción del cargo de Inquisidor de Hogwarts: «Hogwarts es un colegio, no un puesto de avanzada del despacho de Cornelius Fudge. —afirmó la señora Marchbanks—Esto no es más que otro lamentable intento de desacreditar a Albus Dumbledore.»
(En la página 17 encontrarán una detallada descripción de las presuntas vinculaciones de la señora Marchbanks con grupos subversivos de duendes.)
Hermione terminó de leer y miró a sus amigos, que estaban sentados al otro lado de la mesa. —¡Ahora ya sabemos por qué nos han puesto a esa Umbridge! ¡Fudge aprobó el Decreto de Enseñanza y nos la ha impuesto! ¡Y ahora va y le da poderes para supervisar a los otros profesores! —Hermione respiraba muy deprisa y le brillaban los ojos—. No puedo creerlo. ¡Es un escándalo!
—Ya lo sé. Pero Fudge solo quiere asegurarse de que Dumbledore no pueda sacarlo del poder… cosa que Dumbledore no intenta —coincidió Beatrice, que se miró la mano derecha, apoyada con fuerza en la mesa, y vio el débil trazo de las palabras que la profesora Umbridge le había obligado a grabarse en la piel.
Pero en la cara de Neville estaba dibujándose una sonrisa. —Me muero de ganas de ver cómo supervisan a la profesora McGonagall —dijo Neville alegremente—Umbridge va a enterarse de lo que es bueno.
—En fin, vámonos —propuso Hermione poniéndose en pie—. Si piensa supervisar la clase de Binns, será mejor que no lleguemos tarde…
—No lo hará, mi amor —dijo Beatrice, abrazándola. Hermione dejó escapar el aire que estaba conteniendo y no se percató de eso, en todo el rato de camino al salón de Historia de la Magia.
Tal y como lo predijo Beatrice, la profesora Umbridge no supervisó la clase de Historia de la Magia, que fue tan aburrida como la del lunes anterior; pero sí la encontraron en la mazmorra de Snape cuando llegaron para una clase de dos horas de Pociones. —Como veréis —dijo Snape con su queda y socarrona voz—, hoy tenemos una invitada. —señaló un oscuro rincón de la mazmorra y Beatrice vio a la profesora Umbridge sentada allí, con las hojas de pergamino cogidas con el sujetapapeles sobre las rodillas. —Hoy vamos a continuar con la solución fortificante. Encontraréis vuestras mezclas como las dejasteis en la última clase; si las preparasteis correctamente deberían haber madurado durante el fin de semana. Las instrucciones —agitó su varita— están en la pizarra. Ya podéis empezar. —la profesora Umbridge pasó la primera media hora de la clase tomando notas en su rincón. Una gran sonrisa se instaló en los labios de Beatrice, sin permitirse descuidar su poción e incluso si Snape le ponía una mala nota, ella sabía que le salió muy bien.
La profesora Umbridge acababa de levantarse—. ¡Ja! —exclamó en voz baja al ver que la profesora caminaba dando zancadas entre dos hileras de pupitres hacia Snape, que estaba inclinado sobre el caldero de Dean Thomas. —Bueno, parece que los alumnos están bastante adelantados para el curso que hacen. —comentó la profesora Umbridge con brusquedad, dirigiéndose a Snape, que estaba de espaldas —Aunque no estoy segura de que sea conveniente enseñarles a preparar una poción como la solución fortificante. Creo que el Ministerio preferiría que fuera eliminada del programa. —Snape se enderezó lentamente y se volvió para mirarla —Dígame, ¿Cuánto tiempo hace que enseña en Hogwarts? —le preguntó con la pluma apoyada en el pergamino.
—Catorce años —respondió Snape. La expresión de su rostro era insondable.
—Tengo entendido que primero solicitó el puesto de Defensa Contra las Artes Oscuras, ¿no es así? —inquirió la profesora Umbridge.
—Sí —contestó Snape con serenidad.
—Pero ¿no lo consiguió?
Snape torció el gesto y respondió: —Es obvio.
La profesora Umbridge anotó algo en sus pergaminos. —Y desde que entró en el colegio ha solicitado con regularidad el puesto de Defensa Contra las Artes Oscuras, ¿verdad?
—Sí —contestó Snape, imperturbable, sin mover apenas los labios. Parecía muy enfadado.
— ¿Tiene usted idea de por qué Dumbledore ha rechazado por sistema su solicitud? —inquirió la profesora Umbridge.
—Eso debería preguntárselo a él —dijo Snape entrecortadamente.
Oh, lo haré, lo haré —dijo la profesora Umbridge componiendo una dulce sonrisa. —Aunque no veo qué importancia puede tener eso —añadió Snape a la vez que entrecerraba sus ojos negros. —¡Oh, ya lo creo que la tiene! —replicó la profesora Umbridge—. Sí, el Ministerio quiere conocer a la perfección el… pasado de los profesores.
Y entonces se dio la vuelta, fue hacia Pansy Parkinson y empezó a interrogarla sobre las clases. Snape giró la cabeza hacia donde estaba Beatrice y se acercó a ella. Beatrice bajó rápidamente la vista hacia su poción, que estaba lista. Apagó el fuego.
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― ¡Cuidado con la rana, se te escapa! ―Alertó Hermione.
Beatrice apuntó con la varita mágica a la rana toro que iba dando saltos hacia el otro extremo de la mesa. ― ¡Accio! ―exclamó, y la rana, resignada, volvió a saltarle a la mano. La clase de Encantamientos siempre había sido una de las mejores para charlar en privado con los compañeros; generalmente había tanto movimiento y tanta actividad que no había peligro de que te oyeran.
Aquel día el aula estaba llena de ranas toro que no paraban de croar y cuervos que graznaban sin cesar, y un intenso aguacero golpeaba y hacía vibrar los cristales de las ventanas, de modo que Neville, Beatrice y Hermione podían hablar en voz baja, mientras que Hermione le indicaba al heredero Longbottom qué hacer.
—Empecé a sospechar que la profesora Umbridge te controlaba el correo cuando Filch te acusó de encargar bombas fétidas, porque me pareció una mentira ridícula —prosiguió Hermione—. En cuanto hubiera leído tu carta habría quedado claro que no las estabas encargando, o sea, que no habrías tenido ningún problema. Es como un chiste malo, ¿no te parece? Pero entonces pensé: ¿y si alguien sólo buscaba un pretexto para leer tu correo? Esa habría sido la excusa perfecta para la profesora Umbridge: le da el chivatazo a Filch, deja que él haga el trabajo sucio y que te confisque la carta. ¡Silencius! —exclamó, y la rana con la que estaba practicando su encantamiento silenciador enmudeció a medio croar y la miró llena de reproche.
— ¡Silencius! —exclamó Neville, y la rana enmudeció a medio croar y lo miró con enfado. El rubio Gryffindor miró maravillado su nueva varita, la había comprado con Ollivander, gracias a que McGonagall lo llevó. Era de madera de cerezo, pelo de cola de unicornio y medía 13 pulgadas. Era perfecta.
Beatrice suspiró, miró al cuervo ante ella, que no dejaba de graznar. — ¡Silencius! —dijo, y el enorme y desagradable cuervo que tenía delante soltó un graznido desdeñoso— ¡SILENCIUS! —repitió, y el cuervo siguió abriendo y cerrando el afilado pico, pero no emitió ningún sonido.
La pelinegra suspiró, se quitó los lentes, elevó la cabeza y abrió los ojos, enceguecidos, suspiró nuevamente. Necesitaba un descanso. Estaba estresándose demasiado. No podía darle la victoria a Umbridge.
No de nuevo.
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La profesora Umbridge estaba sentada en un rincón sosteniendo las hojas de pergamino, y al verla, lo ocurrido durante el desayuno se borró de su memoria. —"Estupendo." —murmuró Neville cuando se sentaron en los asientos que solían ocupar— "Ahora veremos cómo le dan su merecido a esa Umbridge."
La profesora McGonagall entró en el aula con aire marcial sin dar ni la más leve muestra de saber que la profesora Umbridge estaba allí. — ¡Ya basta! —exclamó, y la clase se calló de inmediato—. Señor Finnigan, haga el favor de venir a buscar los trabajos y repártalos. Señorita Brown, coja esta caja de ratones, por favor; no seas tonta, niña, no te van a hacer nada, y dale uno a cada alumno.
—Ejem, ejem. —La profesora Umbridge utilizó la misma tosecilla ridícula con que había interrumpido a Dumbledore la primera noche del curso.
La profesora McGonagall, sin embargo, la ignoró por completo. Seamus le devolvió su redacción a Beatrice, quien la cogió sin mirarlo y vio, con gran alivio, que le habían puesto una A. —Muy bien, escuchadme todos con atención. Dean Thomas, si vuelves a hacerle eso a tu ratón voy a castigarte. La mayoría de vosotros ya habéis conseguido que vuestros caracoles desaparezcan, e incluso quienes les dejasteis un poco de caparazón habéis captado lo esencial del hechizo. Hoy vamos a…
—Ejem, ejem —insistió la profesora Umbridge.
— ¿Sí? —dijo la profesora McGonagall volviéndose con las cejas tan juntas que formaban una larga y severa línea.
—Estaba preguntándome, profesora, si habría recibido usted la nota en la que le detallaba la fecha y la hora de su supervi…
—Es evidente que la he recibido, porque si no ya le habría preguntado qué está haciendo en mi aula. —la interrumpió la profesora McGonagall, y dicho eso le dio la espalda. Muchos estudiantes intercambiaron miradas de regocijo —Como iba diciendo, hoy vamos a practicar el hechizo desvanecedor con ratones, lo cual resulta mucho más difícil. Bien, el hechizo desvanecedor…
—Ejem, ejem.
—Me gustaría saber —empezó la profesora McGonagall, conteniendo su ira y volviéndose hacia la profesora Umbridge —cómo espera hacerse una idea de mis métodos de enseñanza si no para de interrumpirme. Verá, por lo general, no tolero que la gente hable cuando estoy hablando yo. —La profesora Umbridge se quedó como si acabara de recibir una bofetada. No dijo nada, pero colocó bien las hojas de pergamino que estaban cogidas con el sujetapapeles y empezó a escribir furiosamente. La profesora McGonagall, haciendo gala de una indiferencia suprema, se dirigió de nuevo a los alumnos. —Como iba diciendo, la dificultad del hechizo desvanecedor es proporcional a la complejidad del animal que queremos hacer desaparecer. El caracol, que es un invertebrado, no supone un gran desafío; el ratón, que es un mamífero, plantea un reto mucho mayor. Por lo tanto, éste no es un hechizo que podáis realizar si estáis pensando en la cena. Bien, ya conocéis el conjuro, veamos de qué sois capaces…
Dolores Umbridge no siguió a la profesora McGonagall por el aula como había hecho con la profesora Trelawney; quizá se diese cuenta de que la profesora McGonagall no lo permitiría. Cuando salían en fila del aula, Beatrice vio que la profesora Umbridge se acercaba a la mesa de la profesora McGonagall; entonces le dio un codazo a Neville, que a su vez le dio un codazo a Hermione, y los tres se quedaron rezagados adrede para escuchar. — ¿Cuánto tiempo hace que imparte clases en Hogwarts? —le preguntó la profesora Umbridge.
—En diciembre serán treinta y nueve años. —contestó la profesora McGonagall bruscamente, y cerró su bolso con brío. La profesora Umbridge anotó algo una vez más.
—Muy bien, —añadió—recibirá el resultado de su supervisión dentro de diez días. —Me muero de impaciencia. —replicó la profesora McGonagall con desprecio, y se encaminó hacia la puerta con grandes zancadas —Ustedes tres, deben de darse prisa —añadió dirigiéndose a Beatrice, Neville y Hermione. Beatrice no pudo evitar dirigirle una gran sonrisa, y habría jurado que la profesora McGonagall se la devolvía.
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Beatrice deseó golpearse la cabeza contra el Sauce Boxeador, cuando olvidó que volvería a ver a Dolores Umbridge, en la clase de Cuidado de Criaturas Mágicas, la encontraron esperándolos junto a la profesora Grubbly-Plank con sus dichosas hojas de pergamino para tomar notas. —Usted no siempre imparte esta clase, ¿verdad? —oyó Beatrice que le preguntaba a Grubbly-Plank cuando llegaron a la mesa de caballete donde los bowtruckles cautivos, que parecían un montón de ramitas vivas, escarbaban en busca de cochinillas.
—Correcto —confirmó la profesora con las manos cogidas detrás de la espalda mientras se balanceaba sobre la parte anterior de la planta del pie—. Soy la sustituta del profesor Hagrid. —Beatrice intercambió una mirada de desasosiego con sus dos amigos. Malfoy hablaba en voz baja con Crabbe y Goyle; seguro que aprovecharía aquella oportunidad para contarle patrañas sobre Hagrid a un miembro del Ministerio.
—Humm —murmuró la profesora Umbridge, bajando la voz, aunque Beatrice pudo oírla a la perfección—. El director se muestra extrañamente reacio a proporcionarme información acerca de este asunto… ¿Podría usted decirme cuál es el motivo de la prolongada excedencia del profesor Hagrid?
—Intentando convencer a los Gigantes de mantenerse neutrales —pensó Beatrice.
—Me temo que no —respondió la profesora Grubbly-Plank con toda tranquilidad —. Sé lo mismo que usted. Dumbledore me envió una lechuza preguntándome si me gustaría hacer una sustitución de dos semanas, y acepté. Es lo único que puedo decirle. Bueno…, ¿ya podemos empezar?
—Sí, por favor —respondió la profesora Umbridge tomando notas de nuevo.
En aquella clase, la profesora Umbridge adoptó una táctica diferente: se paseó entre los estudiantes formulando preguntas sobre criaturas mágicas. La mayoría supo contestar correctamente, y Beatrice se animó un poco: al menos la clase no estaba poniendo en evidencia a Hagrid. —Ya que es usted miembro temporal del cuerpo docente, y por lo tanto me imagino que tiene una perspectiva más objetiva —dijo luego la profesora Umbridge, que había regresado junto a la profesora Grubbly-Plank tras interrogar detenidamente a Dean Thomas—, dígame, ¿Qué le parece Hogwarts? ¿Considera que recibe suficiente apoyo de la dirección del colegio?
—Sí, ya lo creo. Dumbledore es un excelente director —contestó la profesora Grubbly-Plank con entusiasmo—. Sí, estoy muy contenta con su forma de llevar las cosas, muy contenta.
La profesora Umbridge adoptó una expresión de educada incredulidad, anotó algo en sus hojas y prosiguió: — ¿Y qué materia tiene previsto enseñar a esta clase durante el curso, suponiendo, por supuesto, que el profesor Hagrid no vuelva?
—Oh, estudiaremos las criaturas que suelen salir en el TIMO —respondió la profesora Grubbly-Plank—. No queda mucho por hacer. Ya han estudiado los unicornios y los escarbatos; he pensado que podríamos dedicarnos a los porlocks y a los kneazles, y asegurarnos de que saben reconocer a los crups y a los knarls…
—Sí, desde luego parece que usted sabe lo que hace —dijo la profesora Umbridge, que hizo ostentosamente una señal de visto en sus notas. A Beatrice no le gustó el énfasis que puso en la palabra «usted», y aún menos la pregunta que le formuló a continuación a Goyle—: Tengo entendido que en esta clase ha habido heridos, ¿es eso cierto? —Goyle esbozó una estúpida sonrisa y Malfoy se apresuró a contestar por él.
—Fui yo —respondió—. Me golpeó un hipogrifo.
— ¿Un hipogrifo? —se extrañó la profesora Umbridge, escribiendo frenéticamente en sus pergaminos.
—Sí, pero fue porque Malfoy es tan estúpido que no escuchó las instrucciones que le dio Hagrid —pensó Beatrice, alegrándose de mantener la calma, delante de Umbridge. Cerró los ojos, se concentró y pronto, Umbridge saltó bastante alto… algo normal, como cuando te quemas los pies… por ejemplo.
—Bueno, muchas gracias, profesora Grubbly-Plank, creo que ya tengo todo lo que necesito. Recibirá los resultados de su supervisión dentro de diez días.
—Estupendo —repuso ella, y la profesora Umbridge regresó por la ladera de césped hacia el castillo.
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— "Esa mujer es repugnante" —afirmó Hermione con un susurro, ya de nuevo en la Sala Común de Gryffindor—. "Repugnante. Cuando has entrado estaba diciéndole a Neville … que tenemos que tomar cartas en el asunto."
—Ron propuso que la envenenemos, como suele comentar Snape que hará con nosotros. —contó Neville.
—No, en serio… Tendríamos que decir algo sobre lo mala profesora que es y sobre el hecho de que con ella no vamos a aprender nada de Defensa —propuso Hermione.
—Pero ¿Qué quieres que hagamos? —le preguntó Neville con un bostezo —Es demasiado tarde, ¿no? Ya le han dado el empleo, y ahora no se va a marchar. De eso se encargará Fudge.
—Bueno —aventuró Hermione—, se me ha ocurrido… —Miró con cierto nerviosismo a Beatrice y prosiguió—: Se me ha ocurrido que a lo mejor ha llegado el momento… de que actuemos por nuestra cuenta.
— ¿De que actuemos por nuestra cuenta? —repitió recelosamente Beatrice.
—Me refiero a… aprender Defensa Contra las Artes Oscuras nosotros solos — aclaró Hermione.
— ¿Pretendes hacernos trabajar aún más? ¿No te das cuenta de que Beatrice y yo volvemos a tener los deberes atrasados y sólo llevamos dos semanas de curso?
—Pero ¡Esto es mucho más importante que los deberes! —protestó Hermione. Beatrice se aseguró de que sus ojos se vieran tan desorbitados, como los de Neville. —Se trata de prepararnos, como dijo Harry en la primera clase de Umbridge, para lo que nos espera fuera del colegio. Se trata de asegurarnos de que verdaderamente sepamos defendernos. Si no aprendemos nada durante un año…
—No podremos hacer gran cosa nosotros solos —repuso Neville con desánimo—. Sí, podemos buscar embrujos en la biblioteca e intentar practicarlos, supongo…
—No, estoy de acuerdo contigo: ya hemos superado esa etapa en la que sólo podíamos aprender cosas en los libros. —dijo Hermione —Necesitamos un profesor, un profesor de verdad que nos enseñe a usar los hechizos y nos corrija si los hacemos mal.
—Si estás pensando en Lupin… —empezó a repetir Beatrice, lo mismo que en la Línea de Tiempo pasada.
—No, no, no estoy pensando en Lupin. —dijo Hermione —Él está demasiado ocupado con la Orden, y además sólo podríamos verlo los fines de semana que fuéramos a Hogsmeade, y eso no sería suficiente.
—Entonces, ¿en quién? —preguntó Beatrice, mirándola con el entrecejo fruncido. Hermione suspiró profundamente.
— ¿No lo han captado? —se lamentó —Podrías hacerlo tú, Beatrice.
Hubo un momento de silencio. Una ligera brisa nocturna hacía crujir los cristales de las ventanas y el fuego ardía con luz parpadeante. —Podría hacer ¿qué? — ella fingió sorprenderse.
—Podrías enseñarnos Defensa Contra las Artes Oscuras.
Neville no parecía nada exasperado, y, después de reflexionar unos instantes con el entrecejo un poco fruncido, dijo: —No es mala idea.
— ¿Qué es lo que no es mala idea? —le preguntó Beatrice.
—Que nos enseñes tú.
—Pero si… —Beatrice sonrió. —Pero si yo no soy profesora. Yo no puedo…
—Beatrice, eres el mejor de nuestro curso en Defensa Contra las Artes Oscuras —le recordó Hermione.
— ¿Yo? —dijo Beatrice (una vez más) fingiendo sorpresa, mientras sonreía más abiertamente —Eso no es verdad, tú me has superado en todos los exámenes que…
—No, nena —aseguró Hermione cortante, agarrándole bruscamente del brazo, pero cuando su novia miró su propio bícep, la castaña lo soltó, para luego acariciar suavemente la mejilla de la pelinegra—. Tú me superaste en tercero, el único curso en que ambos hicimos el examen y tuvimos un profesor que sabía algo de la asignatura. Pero no estoy hablando de resultados de exámenes, Beatrice. ¡Piensa en todo lo que has hecho!
— ¿Qué quieres decir?
— ¿Sabes qué? No estoy seguro de querer que me dé clases alguien tan estúpida —le insinuó Neville con una sonrisa burlona a Hermione con una sonrisita. Beatrice sufrió un escalofrío, dándose cuenta de que ahora Neville, usaba frases que Ron había dicho en la línea de tiempo pasada.
Luego miró a Beatrice e, imitando a Goyle cuando se concentraba, dijo—: Vamos a ver… En primero salvaste la Piedra Filológica de las manos de Quien-tú-sabes…
—Se llama Piedra Filosofal. Pero no gracias a mi habilidad —explicó Beatrice—, sino porque tuve suerte.
—En segundo —lo interrumpió Neville— mataste al basilisco y destruiste a Ryddle.
—Sí, pero si no llega a ser por Fawkes…
— ¡En tercero! —prosiguió Neville, subiendo el tono de voz —Ahuyentaste a más de un centenar de Dementores de una sola vez…
—Sabes perfectamente que eso fue por suerte, sin el Gira-tiempo de Hermione, no hubiera…
— ¡El año pasado —continuó Neville ya casi a voz en grito— volviste a vencer a Quien-tú-sabes y a sus Mortífagos, matando a varios de ellos…!
— ¡¿QUIEREN USTEDES HACER EL FAVOR DE ESCUCHARME?! —saltó Beatrice casi enfadado porque Neville y Hermione lo miraban sonriendo, ninguno de los dos, prestó atención a como las llamas de la chimenea se elevaban, ganaban fuerza y se volvían violetas —Escúchenme, ¿de acuerdo? Dicho así suena fabuloso, pero lo que pasó fue que tuve suerte, yo ni siquiera sabía lo que estaba haciendo, no planeé nada, me limité a hacer lo que se me ocurría, y casi siempre conté con ayuda… —Neville y Hermione seguían sonriendo y Beatrice se puso aún más nerviosa; ni siquiera sabía con exactitud por qué estaba tan enfadada. Umbridge seguramente... o el temor de volver a ser capturados — ¡No se queden ahí sentados sonriendo como si ustedes supieran más que yo! Era yo la que estaba allí, ¿no? —dijo acaloradamente—. Yo sé lo que pasó. Y si salí bien parada de esas situaciones no fue porque supiera mucho de Defensa Contra las Artes Oscuras, sino porque…, porque recibí ayuda en el momento preciso, o porque acerté por casualidad… Pero me libré por los pelos, no tenía ni idea de lo que estaba haciendo… ¡PAREN DE REÍR! —El cuenco que contenía la solución de murtlap cayó al suelo y se rompió y Beatrice se dio cuenta de que estaba de pie, aunque no recordaba haberse levantado, sus amigos se alejaron de ella, mientras un aura de llamas violetas y negras, la envolvían. — ¡No tienen ni idea! ¡Ustedes nunca han tenido que enfrentarse a Ryddle! ¡¿Creen que basta con memorizar un puñado de hechizos y lanzárselos, como si estuviéramos en clase?! En esas circunstancias eres totalmente consciente de que no hay nada que te separe de la muerte salvo…, salvo tu propio cerebro o tus agallas o lo que sea, como si fuera posible pensar fríamente cuando sabes que estás a milésimas de segundo de que te maten, o de que te torturen, o de ver morir a tus amigos… Lo que se siente cuando uno se enfrenta a situaciones así… nunca nos lo han enseñado en las clases…
—Nosotros no queríamos decir eso, Beatrice —se excusó Neville, que contemplaba aterrado a su amiga. —no pretendíamos… Nos has interpretado mal —añadió mirando desesperado a Hermione, que estaba muy afligida.
—Beatrice —dijo ella con timidez—, ¿es que no lo ves? Por eso…, por eso precisamente te necesitamos. Necesitamos saber… có-cómo es en realidad… enfrentarse a…, enfrentarse a Vo-Voldemort. —Era la primera vez que Hermione pronunciaba el nombre de Voldemort, y fue eso más que ninguna otra cosa lo que calmó a Beatrice.
La pelinegra volteó los ojos. —Llámenlo por su auténtico nombre: Tom Sorvolo Ryddle Gaunt. —y se marchó a la habitación femenina del cuarto año.
