Disclaimer 1: Fanfic sin ánimos de lucro. The Loud House es creación de Chris Savino, propiedad material de Nickelodeon Intl, y está bajo licencia de Viacom International Media y Jam Filled Entertainment.

Disclaimer 2: Los materiales referidos y/o parodiados son propiedad intelectual y material de sus respectivos creadores.

Disclaimer 3: basado en los sucesos del universo de Tierra de Sombras, de El Caballero de las Antorchas

Fiat tenebris

Familia Casagrande

Las últimas horas de libertad

Extremo sur del lago Michigan

27 de noviembre de 2016

7:30 AM

La sala de los Casagrande

No volveré al hogar que un día dejé

Mil caminos andaré

Entre sombras de la oscuridad

Un día estrellas brillarán

En la bruma dónde no hay luz

Acabará, todo tiene un fin

-Del libreto de El Señor de los Anillos: El Retorno del Rey

Para muchos antes de la radio, la televisión, incluso de los periódicos producidos en masa, todo cuanto se sabía era por rumores, bandos y comunicados que, bien o mal, suelen manipularse. Todavía los medios masivos se manipulan, ya sea para perturbar y distraer al pueblo con asuntos que les son más cercanos como corrupción en el gobierno o algún muerto para una nota sensacionalista, para darles ciertas informaciones que desean (o no) escuchar o, más en común, simplemente evadirse de la realidad.

Internet vino a simplificar y complicar las cosas. Simplificar en el sentido de que la información de otros lugares ahora llega más rápido que con cualquier otro medio siempre que no pase por filtros. Complicar en la forma en que estas noticias, a menudo, no son siempre de fiar.

Esto, para cualquier persona en el mundo, es un alivio. Lo que tardaba meses en llegar por correo o minutos de una larga explicación por teléfono (a riesgo de escuchas indeseables de la Agencia de Seguridad Nacional), ahora llega en cosa de segundos. Poder estudiar a su antojo, experimentar, comunicarse entre uno y el resto de su esfera, sin importar demasiado los resultados, era siempre un lujo inalcanzable, pero ahora es una evidente necesidad de todos los días, y es de un valor incalculable que es paradójico que no se le haya concedido importancia real.

Hoy, una familia como millones en el mundo estaba dispuesta a empezar de nuevo con su día. Algunos integrantes con ánimo más resuelto que otros, pues el breve descanso de sus actividades y trabajos por las pasadas fiestas ya se había consumido y deberían de alistarse a volver a la normalidad, no así otros que ven una rutina inacabable.

Mucha gente, ellos incluidos, suelen tomarse el lunes después de Acción de Gracias como el último día de vacaciones por las fiestas que conmemoraban el banquete de agradecimiento a Dios por la primera gran cosecha de los puritanos llegados en el Mayflower. Eso siempre es mal visto por las escuelas en todo el país, pero ¿a quién no le gusta la idea de un Ciber Lunes holgazaneando en casa o perdiendo el tiempo en un centro comercial? Después de todo, los Casagrande apenas pudieron volver a casa el día anterior, luego del desastre inicial que fue la primera cena con Lori y Bobby como pareja, soterrando la mayoría de las disputas entre sus integrantes. Solo Carl, ensimismado a la vuelta, echaba un poco de menos molestar a Lola todo el feriado, provocando que los chicos durmieran algo amontonados en la sala usando los ataúdes de Lucy, mientras que Carlota compartía con Leni y Ronnie Anne lo hacía con Luan, mandando a Luna con las mayores.

La calma de esos primeros minutos del día siempre es rota, y no podía ser más fácil aceptarlo, por los inquilinos del segundo piso de un edificio junto al paso elevado del subterráneo. Por lo general, la primera en levantarse es la cabeza de la familia, pero este domingo el turno fue de una de las integrantes más jóvenes.

-¡Ya me voy! -dijo Ronnie Anne, saliendo veloz sobre su patineta- ¡Desayuno fuera!

-¡Nada de eso, Ronalda! -secundó Rosa, la cabeza de la familia Casagrande- ¡Ahora regresa y levanta el desastre que hiciste!

-¡Ese fue Carl! -acusó la chica, dejando atrás la acera sobre la calle Rivera.

Ignorando los gritos de su abuela por el rastro que ambos dejaron, y muy a pesar de que fuera una apuesta de su primo, el plan del día de Ronnie Anne era simple. Verse en la casa de Nikki con ella, Sameer, Casey y un chico que entró apenas y le recordó un poco a Liam y a Lincoln, comer una salchicha con Bruno y, si era posible, ir al parque de patinaje cerca de la escuela.

Veía, como todas las mañanas, la habitual actividad de la boyante Great Lakes City. A su paso, veía a Margarita barrer su entrada y al viejo Hong, de la tienda rival, acomodando las cajas que llegaban a su entrada. Notó cómo Miranda regresaba de pasear a Ninja, su San Bernardo, y a la pandilla de gatos a la espera de cualquier oportunidad para hacer de las suyas. Todo ello, y algunas cosas más, aderezan su vida en una ciudad que, hasta hace mes y medio más o menos, podía ser solo el sueño de alguien que jamás en su vida ha salido del campo.

Un par de vueltas a la cuadra para calentar, un par de ollies sobre la acera sin estorbar a los paseantes de las primeras horas… y una paloma bastante maltratada y tuerta en el camino, Sancho, le hace caer al suelo.

Rodando unos metros, Ronnie Anne lanzó algunos insultos al aire a la bandada de palomas que la hicieron accidentarse. Sentía un dolor ligero en la cadera, pero nada que no hubiera experimentado antes.

-Genial, otro moretón -maldijo para sí.

-Pues eso no te pasaría si desayunaras primero, jovencita -dijo tras ella la voz de su abuela.

En silencio, Ronnie Anne siguió a su abuela al interior del edificio.

Apenas se sentó a la mesa, está más atenta al video que el tío Carlos estaba viendo en si teléfono que en comer un menudo de muy mala gana. No podía escucharlo, pero el titular en el cintillo de la transmisión era tomado en cuanto saltó la imagen.

Dra. Carol Linnaeus fallece en incendio

-Ay, ¡por Dios! -exclamó Carlos, tomado por sorpresa y desconectando sus audífonos.

-¡Carlos! -regaña Rosa, golpeando la mano de su hijo con una cuchara de madera- ¿Qué te he dicho de ver el celular cuando comemos?

-Papá tiene el televisor con el resumen del partido de los Gatos -respondió adolorido el catedrático- Era esto o leer el periódico, y es de última hora.

Mostrando la pantalla, Rosa no se contuvo y le quitó el aparato.

-Les he dicho a todos que apaguen el celular cuando comen -continuó Rosa, guardando el teléfono y tomando la cacerola con el menudo, sirviendo una porción extra para su hijo-. ¿Qué tal si se les cae al menudo o a la comida?

Como si estuvieran al pendiente del regaño, Frida y sus hijos mayores guardaron sus teléfonos, al mismo tiempo que María entraba al departamento, cansada pero extrañamente excitada.

-Papá, cámbiale al canal 6 -dijo la recién llegada, dejando sus cosas en el suelo.

-¿Para qué, m'ija? -preguntó desdeñoso Héctor al limpiarse el bigote- No vi el partido ayer.

-Esto es más importante que el fútbol.

-Para eso están los noticieros -eructó el viejo-, y sabes que aquí no los vemos. Si queremos enterarnos de las noticias, que sea a la antigua, ¡por los chismes!

Sin miramientos, María le arrebata el control a su padre y cambió el canal. Ronnie Anne se percata de que el titular era exactamente el mismo que en el teléfono de Carlos, al lado de la fotografía de una mujer de aspecto reservado, cabello castaño y cara ovalada que bien pudo tener unos cincuenta años sin las plastas de maquillaje.

-La explosión -exponía Katherine Mulligan fuera de foco, enlazada al noticiero de Great Lakes City a la par que eran transmitidas tomas aéreas y a nivel de suelo del lugar siniestrado- cobró la vida, además de la doctora Carol Linnaeus, de al menos seis internos de los Laboratorios Incógnito, sitio donde se realizaban investigaciones que atentaban contra la dignidad humana. Linnaeus, quien se desempeñaba como directora del departamento de investigación aeroespacial de dichos laboratorios, pudo ser la causante del incidente al encontrarse fragmentos de un explosivo que probablemente sería utilizado en un experimento de simulación de una excavación en la luna. Las autoridades ya están trabajando en… -se cortó la señal, pues la pantalla se apagó.

-Es lo que estaba viendo -externó Carlos, volteando sobre su silla-. Ella y yo trabajamos en una tesis sobre la capacidad extremófila de los tardígrados y sus aplicaciones a la genética humana.

-¿Dónde dices que la conociste? -cuestionó Carlota, interesada más en el chisme que en otra cosa antes de que Frida le pusiera una concha de vainilla en la boca.

-¿Por qué no vas por más atole, mi cielo -ordenó Frida sin ser obedecida antes de preguntar celosa- ¿No era esa tu primer crush?

-Claro que no -dijo Carlos-. Ella y yo jamás congeniamos, pero admito que sus ideas eran bastante interesantes.

-No nos aburras con tus cosas de nerds, papá -pidió Carl, molesto porque tenía que beberse el caldo y sin trozos de estómago de res que echarle a Lalo, el perro de la familia-, ¡no queremos pensar hoy en la escuela!

-¿Y por qué cosa de nerds crees que recibí mi maestría, Carl? -regaña Carlos, más con cierta dulzura que su madre, antes de volver a su charla inicial-. Apenas y teníamos comunicación, pero solo era para consultarme cosas con las que teníamos problemas.

-Claro -dijo Cj con ingenuidad al tiempo que dibujaba una cara pícara.

-Ah, la voy a echar de menos -suspiró el catedrático, volviendo al desayuno.

Todos ellos desconocen, sin embargo, que más allá de la muerte de una científica un tanto reluctante, las cosas estaban por cambiar.

Primero, en el curso de la semana, y de forma intempestiva, se presentó una familia en el edificio, una pareja chino-americana con dos niñas, que al final de la tarde hicieron buenas migas con los Casagrande. Esto vino a ser, por ahora, un cambio más que positivo.

Ya todos veían lo que los nuevos inquilinos del edificio podrían hacer con ellos. Idas al zoológico o al subterráneo, a patinar o incluso a descansar de sus rutinas. Carlota ya se empezaba a frotar las manos, no sin cierta codicia, del dinero a ganar por su eventual trabajo de niñera, así como Carl de las posibles estafas que podría hacer, sim contsr el bonus de ganarse la confianza del señor Chang, operador del subterráneo de la ciudad. Incluso Carlos ya se veía discutiendo de ciertos principios de los trenes, aunque siempre quedaba saber si tendría un interés en la aeronáutica y, ¿por qué no? Convencerlo de pilotar un P-47 algún día.

Para resumirlo, los Chang pusieron una mejor oferta sobre la mesa del señor Scully, el casero, que otra familia tuvo… amén de los desastres que acontecieron en el ínterin. Y el hecho de que Sid se quedó con sus padres para arreglar su ahora habitación le dejó a Ronnie Anne tiempo para darle la noticia al resto. Empezando por Lincoln.

-¿Una chica nueva en el edificio? -preguntó Lincoln, ya siendo lunes, con los Chang arreglando todavía el departamento y un nuevo día por delante.

-Si -confirmó Ronnie Anne-, y lo mejor, es que su mamá ya está trabajando en el zoológico.

-Tal vez vaya a conocerla la siguiente semana -dijo Lincoln, animado-. La semana que viene mamá tiene una conferencia a la que debe asistir, cosas del trabajo.

-¿Conocer a quién? -preguntó retadora Lori, usando un bastón selfie tras su hermano y con una expresión de pocos amigos en la cara

-¡Más te vale no engañar a tu novia con esa novata, amigo! -voceó Luan a través del Señor Cocos fuera de foco.

-¡Ojalá que sea fea! -secundó Lori- No, no era para ti, Bubu Osito…

-¿Quieren dejar de meterse en esto? -exigió Ronnie Anne, apenas prestando atención al camino- Esto es privado.

-No en esta casa -sentenció Lucy, pasando tras el chico con un burrito-. Esto es tuyo, a ti te dieron mis huevos a la diabla.

-Queremos todo el chisme, Lincoln -interrumpió Lola, pasando de inmediato de una expresión melosa a una de rabia incontenible- ¡Y más le vale a tu novia que le diga a esa rata que tiene por primo que me regrese el dinero que…!

-Chicas, ¡por favor! -gruñó Lincoln, haciendo que Lola y Lori se retiraran, no sin antes recibir de lleno un pastel de crema en la cara- Bleh, crema de higo.

-No puede ser tan malo -comentó Ronnie Anne, evitando apenas una coladera y golpeando algo duro con el borde de su patineta.

-¡Fíjate por donde vas, frijolera! -insultó un obrero afroamericano que salía de la misma coladera.

-¿Recuerdas la cacerola de calamares con col que papá preparaba antes de que se fueran?

-¿Eso era lo que apestaba? -preguntó retórica la chica.

-¡Lincoln! -voceó la madre de este, Rita, desde la planta baja- ¡Apúrate si no quieres llegar tarde con los McBride!

-¡No olvides tu desayuno! -secundó divertido Lynn sr, lanzando un waffle a la pantalla de la laptop y poniendo fin abrupto a la conversación.

-Te huelo luego, perdedor -sonrió Ronnie Anne.

Sencillamente no puede definir su relación con Lincoln. Cuando se lo proponía, era un verdadero dolor en el trasero que golpeaba sin pensar, pero una vez que reculaba o lograba hacerle ver el error en sus ideas previas era difícil no prestarle atención. Y lo que es más curioso, los Loud parecían aceptarla después de aquel bochornoso incidente a principios del año escolar, justo antes del asunto del huevo de la clase de la maestra Johnson.

Lo segundo, no tardaría en llegar. Para cuándo Ronnie Anne pudo salir por fin, luego de avanzar su tarea de la escuela y cubrir a Bobby media hora en el Mercado, se encontró en el parque de parque de patinaje con Casey, Nikki y Sameer. Estos atendían a un chico de traje azul y cabello rojizo muy rizado, Laird, quien había caído de bruces sin saber siquiera frenar de una patineta de aspecto costoso. El recibimiento no fue menos efusivo, pero lo cierto fue que Sid cayó en gracia de los chicos. Así, al poco rato ya el grupo estaba comiendo sendos Especiales de la ciudad con tanta familiaridad que parecían un grupo unido de toda la vida.

-Aburrido -señaló Casey en cuanto Sid les contó que su padre fue empleado del mes en el subterráneo de la ciudad diez meses seguidos.

-Es más interesante que la papa de Sameer con forma de Alisa -minimizó Ronnie Anne.

-¡Oye! -exclamó indignado el aludido- ¡Me costó mucho trabajo encontrarla!

-Alisa… -dijo riendo Laird, sonando un poco como retrasado con una carcajada inusualmente nasal-… ¿quién es?

-Se los dije -replicó Sameer-, es más aburrido que yo.

-¡No me gustó tu comentario, Sameer! -dijo Laird, algo molesto- Además, por si no lo han notado, no he tenido accidentes en tres días.

-Claro, Señor Scruffle -ironizó Casey, terminando su bocadillo.

-¡No es mi culpa! Nadie aquí duerme con un animal de peluche -dijo Laird, defensivo.

-Lo que digas -dijo condescendiente Ronnie Anne, olvidando que la noche anterior le presumió a Sid a Osito, un oso de peluche que su padre le envió en una ocasión desde Chiclayo.

-¿Y qué tal la nueva? -preguntó Nikki, interesada más en cómo sería tratar con Sid.

-Es algo…

Cómo si el silencio fuese roto por una rama quebrándose bajo pies, el murmullo lejano de motores y de pies en marcha cortó la conversación. Aunque no estuvieran haciendo nada malo, ni siquiera cuestionable, eso fue motivo suficiente para que dejarán cualquier cosa que estuvieran haciendo.

.

-¡Regresen a sus casas! -voceó una oficial de la policía con aspecto de apenas haber salido de la academia- ¡No se resistan, o el encierro será más difícil!

-¡Oblíganos, perro! -respondió altanera Cindy Tran, aquella adolescente castaña blanca que no bajaba a Carlota de ser una arribista, adoptando una postura agresiva.

-No está a discusión -secundó un oficial afroamericano más veterano, sometiendo con un giro a la influencer contra la pared.

-¡Soy ciudadana americana! -escupió Cindy, prepotente- ¡Pago mis impuestos! ¡Yo pago su sueldo!

-Por gente como ustedes el país no avanza -dijo un hipster, alzando su latte deslactosado y dirigiéndose a los militares.

-No está a discusión -dijo el segundo oficial, a nada de sofocar a su presa-. ¡Ahora muévanse!

Apenas la liberaron del agarre, Cindy estaba jadeando, agobiada por la falta de oxígeno y el dolor que su sumisión provocó. Carlota, no tan ajena al incidente, no solo se preocupaba de por qué el ejército estaba tomando las calles. Se suponía que ese tipo de tareas eran competencia de la alcaldía o algo por el estilo, no de la policía, y más importante todavía. No tenían los oficiales el antecedente ni el derecho de usar exceso de fuerza.

La cafetería donde se encontraba es una de las más céntricas de la metrópoli, frecuentada sobre todo por influencers juveniles y hipsters que, la verdad sea dicha, encuentran más atractivo el trabajo del barista de turno y las esculturas hechas con la espuma de leche que la bebida y la comida mismas. Una amarga paradoja, pues es el día de su primer aniversario y se verá obligada a cerrar.

-¡Esto no es justo, oficial! -protestó Carlota, aferrada a su lugar en la fila.

-¿Por qué quieren encerrarnos? -preguntó Mia, la amiga árabe de esta, que hoy vestía un chándal verde y su acostumbrado hijab y khafri blancos.

-Solo servicios indispensables -gazmoñeó un oficial condecorado de tez rubicunda, molesto-. Los demás, se cierran.

-¡Esto es indispensable! -espetó Carlota, conteniendo las ganas de irse sobre el primer oficial que la contradiga.

-Solo personal de servicios médicos, mecánicos, alimenticios y comunicaciones. Los demás -ordenó el condecorado-, a casa.

-¿Qué demonios se creen? -cuestionó Carlota, furiosa, mientras ella y el resto de los clientes en espera eran sacados a empujones del local.

Sin respuesta, Carlota y Mia se separaron y cada quien fue a casa.

En el trayecto (a pie, pues los autobuses y el subterráneo estaban tan saturados como si fuera la hora pico del tránsito), Carlota se percató de que algo no andaba bien. Lo mismo su restaurante vegetariano favorito que la tienda Hola y Compra estaban en situaciones propias de una película de desastres. Uno, cerrado, el otro con gente vaciando los anaqueles y en frenético andar con brazos, cestos y aun carros hasta el tope de mercancías.

-¿Qué está pasando? -preguntó Carlota, jaloneando a Georgia, del departamento 4-D, enfundada en su perenne suéter azul.

-¿No viste las noticias? -respondió Georgia, con su acostumbrado suéter abierto en azul pastel y faldón y llevando a duras penas tres bolsas con víveres varios- Hay toque de queda.

-¿Cómo que toque de queda?

-Miranda lo vio en el programa de Jim Sparkletooth -respondió Georgia, calmada-. Órdenes de la alcaldía, salió apenas hace media hora.

-¡Eso debió salir en internet! -dijo vehemente Carlota, vibrando su teléfono al mismo tiempo- ¿Toque de queda por contingencia mayor? ¿Cómo que toque de queda? -repitió su pregunta.

La duda la carcome. Carlota no entiende cómo es que puede suceder algo así de la nada. Lo más parecido que había vivido habían sido los meses de cuarentena, recordaba, de esa epidemia de gripe porcina de 2009, tiempo en que su madre estaba esperando a Carl y ella pasaba todavía por usar frenos. Pero eso distaba de una cuarentena médica. No había visto información alguna en lo que caminaba a casa, ignorando por completo a varios autos que estuvieron a nada de aplastarla en su camino.

Incómoda como la situación le dejaba estar, continúo su andar hasta llegar a la calle Rivera. Allí, llegando justo frente a la estética de Margarita, y por ende a casa, veía que todo ya estaba cerrado.

.

Estando apurado por la agitación, de la nada empezó a llegar la gente, buscando comprar como si del Viernes Negro se tratara.

Para cuando dieron las tres, los clientes empezaron a llegar en cantidad. Primero con cierta incredulidad en la cara, luego con una extrema urgencia. Así, a las siete los anaqueles estaban a medio vaciar, con el urgente llamado de las autoridades a que todo mundo volviera a casa. Debido al llamado a un toque de queda, la población operó conforme dictaba un común denominador. Cada quien por su cuenta, un naciente caos previo a un orden totalmente nuevo y una orden que solo trae un descontento general, mismo que a las nueve se hizo acallar hacia fuera.

-¡No me empuje! ¿No ve que ya soy abuelo? -protestó Héctor, siendo empujado por una oficial.

-Lo siento mucho, señor -dijo disculpándose la susodicha, de aspecto árabe y descubierta pese a ello-. Son órdenes de la alcaldía.

-¿Por qué nos hacen volver? -preguntó Bobby- Es nuestro edificio.

-Repito que son órdenes de arriba, señor Casagrande -reiteró la oficial, ignorando al chico-. Y la verdad, no tenemos información. Solo entre a su casa y descanse.

-Pero no me parece justo.

-Mire niño -dijo la oficial, tornando a un tono brusco-. Yo no hago las leyes, las hago cumplir. Y si no te parece, puedes acompañarme a la estación por desacato.

-Pero…

-¡No se hable más! -tronó la oficial- Ahora entre y haga que el anciano…

-¡Oiga! -objetó Héctor, haciéndose el indignado.

-… entre a su casa, coma algo y pueda descansar antes de que cambie de opinión. Capisci?

-¿No podemos solo…?

-Capisci? -cuestionó la oficial, dejando escuchar un chasquido que sonaba a reproche.

Resignado, Bobby tuvo que obedecer, cerrando la puerta del edificio.

Tal descanso no llegaría. Entrando primero Carlota a la hora, Ronnie Anne con apuros y acompañada de un robusto oficial de la policía y luego María con un vaso de café en mano, y luego de los reproches a la preadolescente, la charla entre los mayores se puso algo tensa.

Obviamente, ni Carlota, a la postre en sus diecisiete años, podía contar con la plena confianza de los mayores para discutir el asunto que tenía a los mayores (y a Bobby, siendo encargado y segundo al mando del Mercado) en ascuas.

-¡Mueve tus enormes pompis! -exigió Carl, impaciente por escuchar con un viejo estetoscopio de María.

-¡Quita tú tu cara! -respondió Carlota, molesta de que Carl prácticamente metiera mano.

-¿Quieren callarse? ¡No dejan oír bien! -intervino Ronnie Anne, chistando a sus primos.

-Mis papás suenan muy preocupados -cortó CJ, sin poder escuchar bien pero con desasosiego en su voz.

-¿Y qué dicen? -preguntó Carl.

-No dejan escuchar…

-¿Y si se callan todos? -pidió Carlota.

En cuanto se abrió la puerta, los hermanos Casagrande y Ronnie Anne cayeron de bruces, siendo CJ y Ronnie Anne quienes se llevaron la peor parte. Carlota cayó con el codo golpeando a su hermano inmediato y cargando su peso contra su prima, mientras que Carl alcanzó sin querer a meter mano bajo la falda de su hermana y con la cabeza golpeando un pecho envuelto en morado.

-¿Qué hacen tras la puerta, m'ija? -preguntó Frida, con un tono poco propio de ella.

-Nosotros somos los que hacemos las preguntas -respondió Carl, molesto-. ¿De qué hablan sin nosotros?

-¡Carl! -reprochó Ronnie Anne, levantándose y dándole al chico un leve rodillazo en el abdomen para levantarse.

-Es cosa de adultos -negó Rosa, sosteniendo en sus manos una serie de collares hechos con cuentas de colores variados-. Ahora pónganse estos.

Poniendo contra la voluntad de sus nietos, Rosa les hizo ponerse los dichos collares de cuarzos variados, amatista y citrino.

-Abuela, definitivamente no me queda la amatista -negó Carlota con un ligero desdén, ya de pie-. No va con mi vestido.

-No se trata de que te quede o te guste, ¡úsalo y punto! -dijo contundente Rosa-. Son para alejar la mala suerte.

-Lo que su abuela quiere decir es que tenemos que quedarnos un buen tiempo en la casa -dijo Héctor, paternal-. Me enteré por Vito que oyó de Miranda que seguro fue una enfermedad de los chinos…

-Papá, te recuerdo que tenemos vecinos chinos arriba -espetó Carlos, conciliador.

-¡No hay problema! -minimizó Stanley desde el piso de arriba- ¡Pasa todo el tiempo!

-El punto es que solo saldremos si es necesario -continuó Héctor-. Ya llamamos a emergencias y solo nos pasaron a esa voz grabada con sandeces para los bobos.

-¿Y hasta cuándo estaremos encerrados? -preguntó inocente CJ.

-Cuando lo digan las autoridades, CJ -respondió Carlos, confiado-. Nadie ha sabido explicarme qué fue lo que pasó, pero seguramente el tiempo se pasará volando.

Tranquilos, los Casagrande más jóvenes se volcaron a sus asuntos, celebrando que la escuela se suspendería por tiempo indefinido. Empero, mientras salían y Carlota dudaba de seguir con una transmisión que tenía planeada, Bobby la tomó por el hombro y la llevó a su habitación.

-Tenemos que hablar.

"Tenemos que hablar". Frase universalmente temida porque, de forma ineludible, los temas a tocar son serios. Ninguna bagatela que dejara espacio a dudas que permanecerían de todas formas sin alguna respuesta inmediata.

La habitación de Bobby no estaba muy decorada. De un color verde bastante apagado, el tapizado era deprimente, a diferencia de sus decoraciones. Algún juguete aquí y allá, el estuche de su guitarra y chucherías varias de distintos colores hacían ver qué el ocupante, por muy atolondrado que fuera, seguía teniendo tanto el alma de un niño como el espíritu de una persona dispuesta a un trato jocoso. Sin embargo, el aspecto de este no reflejaba en nada lo que era.

-¿Qué tanto escucharon? -preguntó Bobby.

-Nada -mintió Carlota.

-Nadie se pone detrás de una puerta y no escucha nada. ¿Qué oyeron? -reiteró Bobby.

-No alcancé a oír nada -insistió Carlota-. Carl quería escuchar y terminó por tirarnos a todos. De todos modos, ¿qué tenía de interesante ese chismorreo para que no me dejaran escuchar?

-Cosas del abuelo -dijo Bobby a la defensiva, pues fue decisión de Héctor (respaldada de mala gana por Rosa) que Carlota se mantuviera al margen por a idea de ser un tema del que no tiene mucho interés-, pero creo que mi mamá sospecha algo.

-No me digas… -apuntó irónica Carlota.

-Dijo que oyó a alguien.

-¿Y qué les dijo?

-No lo sé muy bien -respondió Bobby, sentándose en su cama y tomando una tablet que se compró apenas la semana pasada-. Dijo que oyó al director con la jefa de enfermería decirle que puede ser algo serio. Algo de que podrían comprar todo el equipo e insumos posibles, pero que por ahora el personal se olvide de pensar en vacaciones.

-Eso no suena tan mal.

-Lo es cuando mamá pidió apenas sus vacaciones para Navidad.

En las siguientes horas, la idea del encierro permeó en Carlota como si fuera agua en un suelo poroso. No le dejaba dormir, pues estar confinados en casa era una pésima forma en que podría pasar su tiempo. Había tanto que ver, comprar, conocer… y solo porque a algunos "bobos bien vestidos", como a su abuelo se le daba en llamar a los políticos, se les ocurre de buenas a primeras todo para que pudieran beneficiarse de todo ello mientras el ciudadano la pasa mal, no le parece nada justo. Y lo peor, a esa gente parecía no importarle nada que no fuera lo que mejor saben hacer según el mexicano. Robar cuanto se pueda en año electoral.

.

-¿Crees que todo se arregle en unos días?

La pregunta de Sid está bien justificada. Vestida en su pijama, confirmada por una blusa de manga larga celeste y un pantalón largo celeste con lunares blancos, está bastante contrariada por lo sucedido.

Cuando los regresaron a casa, ella y los demás chicos hicieron el intento por preguntar sobre el motivo. Sin embargo, a diferencia de los oficiales que conminaron a Carlota y a Bobby y Héctor a volver, el que hizo lo propio con ellos fue mucho más brusco e intransigente. Estuvo a nada de golpear a Sameer y a Laird, pero entre los jaloneos Nikki se llevó la peor parte cuando los subieron a una patrulla. A ambas también les tocó lo suyo, pero no pasó de un susto y un par de moretones que -según el reporte que le dieron a Rosa y a los Chang- fueron producto de golpearse contra el duro asiento trasero.

Sid se las arregló para colar a Ronnie Anne a su habitación. Dado que el departamento 2-A se encuentra debajo del suyo y sus piezas encima una de la otra, costó trabajo no hacer ruido. Estuvieron a nada de ser descubiertas por una ronda de la policía, de no ser porque a Sergio se le ocurrió hacer una salida a una fiesta con las aves del barrio.

-Sabes tanto como yo -dijo pensativa Ronnie Anne, preocupada por el rumbo de su día.

-¿Y si nada vuelve a ser como antes? -preguntó Sid, nerviosa en su optimismo que hace las veces de esperanza.

-No creo que sea el fin del mundo -respondió Ronnie Anne-. Lo dirían en las noticias y en internet.

-No le digas a nadie, pero… mamá dijo que cerraron el zoológico en la tarde a mitad de su show -dijo Sid, como si el anuncio le cayera de un balde de agua helada.

-¿Y qué tal?

-Dijo que fue un día pesado -confirmó Sid-. La policía le dijo al personal que fueran mañana y…

-¡Sid! -llamó la voz de Adelaide tras la puerta, abriéndose y revelando a esta en un mameluco rosa- Papá me dijo que te dijera que me ayudarás a probarle unos trajes a Nico.

Para confirmar la supuestamente orden, Adelaide hizo entrar a un mono de pelaje rojo vestido como si fuese un dandy de la Inglaterra Georgiana, cosa que le arrancó una risa a Sid y a Ronnie Anne, quienes vieron rota la tensión en la que se sentían.

-Papá nunca diría eso -dijo Sid.

-¿Y cómo sabes eso? -cuestionó Adelaide.

-¡Papá! ¿Podemos vestir a Nico? -voceó Sid.

-Ya pasan de las diez -respondió Becca, quien sostenía a un perezoso en brazos y entraba a la habitación-. Cariño, ¿qué fue lo que discutimos?

-¿No alimentar a los animales después de las doce? -preguntó inocente Adelaide.

-Le preguntaba a Sid, pero si, también -dijo Becca antes de volver a su primogénita.

-¿K-pop con audífonos a partir de las nueve? -preguntó Sid fingiendo inocencia.

-Invitados -respondió Becca, reafirmando su posición-. No podemos meter a nadie después de las seis. Fue la regla del señor Scully.

-¡Por favor! -dijo suplicante Sid- ¡Solo está vez!

-Bien, solo será por esta vez, pero debes avisar antes de poder recibir a nadie -suspiró resignada Becca, impotente ante los ojos de cachorro que sus hijas le ponen cuando suplican-. Además, llamó la señorita Galiano y dijo que el próximo lunes pueden volver a clases.

Sorprendidas, las chicas

El resto de la noche lo pasaron entre algún juego ya más propio de adolescentes y bailando al son de 12 Is Midnight que preocupándose de lo que pudiera venir. En su inocencia, confiaban que toda esta contingencia pasará rápido como en 2009, deseando que algo similar jamás ocurriese. Y para sí, mucha gente en el mundo deseaba exactamente lo mismo, sin saber que los días de la sociedad como la conocen están contados.

~o~

4 de julio de 2024

Celebración de la firma del Acta de Independencia de los Estados Unidos de América

Una de las ventajas con las que cuento al haber visto de cabo a rabo la serie (no, la película no la pienso contar, denle las gracias a mi aversión a quienes glorifican la cultura narco como Kate del Castillo) es que el abanico de personajes con que contaba la serie lo puedo usar a guisa, y a los que tuvieron una participación meramente incidental, como con Carol, Maggie, Hugh, igual les puedo dar un desarrollo basado en las posibles condiciones y en lo visto.

Viviendo no solo en una zona considerada como popular de la capital mexicana sino en la más grande del continente, puedo hacerme una idea de lo que es el caos social y las posibles medidas que podría tomar un gobierno como el actual o (cosa que nos atañe), una administración anterior, y la psicología social (la rama dedicada a las conductas de masas) me puede ayudar aunque no esté titulado, ayudar tanto como la invaluable ayuda de El Caballero de las Antorchas. Con toda la data proporcionada por él es que esto ya va llegando.

Es curioso. El plan era subirlo hace exactamente una semana, pero hubo complicaciones. Lo que si resulta gracioso... la fecha de hoy. ¿Qué mejor día para subirlo que en el aniversario del segundo mayor mito fundacional de los Estados Unidos? Y lo mejor, siendo resaca del primer día en cuestión. ¿O esperarían algo así de crudo en la resaca de su fiesta nacional? Mexicanos, especialmente los del centro y costa sur, por favor no me respondan, que todavía tengo secuelas del 19/9 parte 2.

Contestando de mi parte...

Pedro Alonso Buby Huayanay Zam, yo no diría que es un AU, sino más bien, y tengan esto todos por seguro, es más bien una situación de "Mientras tanto, en..." de lo que pasaría en el hogar de los Casagrande. Se entiende que el incesto puede no ser del agrado de algunos lectores, viejo, pero para comprender mejor la situación global es menester tocar esos temas cuando haya que tratarlos. Cuando llegue el momento, te avisamos. Capisci?

Formalmente, el show acaba de empezar, y la inevitable rueda que nos acercará a lo visto la cita pasada y la primera mitad del último interludio al cierre de esta velada empezó a girar. Citando a Alastor de El Hotel Hazbin, el juego comienza. Ahora...

Sigan sintonizados

Sam the Stormbringer y

El Caballero de las Antorchas