Disclaimer 1: Fanfic sin ánimos de lucro. The Loud House es creación de Chris Savino, propiedad material de Nickelodeon Intl, y está bajo licencia de Viacom International Media y Jam Filled Entertainment.
Disclaimer 2: Los materiales referidos y/o parodiados son propiedad intelectual y material de sus respectivos creadores.
Disclaimer 3: basado en los sucesos del universo de Tierra de Sombras, de El Caballero de las Antorchas
Fiat tenebris
Bobby y Héctor
Manada de lobos
Great Lakes City, Illinois
14 de marzo de 2017
Sobre la superficie parece tranquilo y en calma.
En lo profundo, debajo, la manada de lobos acecha… ¡no, no, no!
-Joakim Broden, cantautor sueco
Carlota no tuvo el recibimiento que se esperaría en condiciones normales. Siendo Carlos quien le abrió la puerta por estar insomne debido a su natural preocupación, decidió no hacer preguntas (mismas para las que ella no estaba dispuesta a hablar todavía) y preparó algo tan simple como decir que un chico que ella conocía de la biblioteca quiso propasarse con ella.
Después de ese incidente, las cosas cambiaron, pues por el bien de todos y gracias a Carlota, para empezar, ya nadie tendría permitido salir a ningún lado sin compañía fuera del edificio. Su padre, encontrando las grabaciones de su hija y de no pocos usuarios poco antes de que las bajasen por "desinformación y delicadeza del material", decidió que lo más sensato era reportarlas como "contenido delicado" para que las autoridades del sitio las eliminarán o, de menos, las tuviera tan escondidas como para poder encontrar todo bajo los parámetros más específicos como fuese posible. Por consiguiente, y comprendiendo de inmediato que el tema de la fiesta sería muy difícil de tratar, simplemente se apegaría al plan inicial. Encubrir y mentir por seguridad.
Desde luego, y esto más por falta de iniciativa y decisión propia de Carlota, cerró su canal. En el estado presente, la recuperación requería alejarse de lo que pudiese resultar impactante. Contenidos similares al suyo incluidos. De cualquier forma, todo mundo sabía que un evento traumático podría ser algo lo suficientemente tardado como para mantener cierta discreción que la gran mayoría se tomaba en serio.
Pese al incidente -del que la familia se enteró a las pocas horas en la mañana, mismo que debió ser tomado con pinzas por Carlos para acallar cualquier sospecha-, las ordenanzas por parte de la alcaldía seguían siendo las mismas. Se reforzaría el personal del toque de queda aunque la hora límite se reduciría a la media noche, las zonas aeroportuarias se habilitarían al cien por ciento para traslado de mercancías y personal y, una vez que se confirmaron avistamientos de dinosaurios y otras criaturas consideradas extintas en la región, se hizo un fuerte llamado a reclutamientos entre los jóvenes y cualquier voluntario en general para aumentar los efectivos del Ejército y la policía. Desde luego, quienes estaban exentos eran los trabajadores de sectores de primera necesidad, y Bobby era uno debido a estar empleado en el Mercado. Sin embargo, las cosas no iban precisamente tan bien para él como se imaginaba.
Una cosa eran los turnos de hasta ocho horas que se obligaban a tomar hasta hace poco, dada la cancelación de clases hasta nuevo aviso por temas de seguridad de los estudiantes (en especial de quienes recurren al servicio de particulares, como el alumnado de la Academia César Chávez, que se vio forzado a cerrar sus puertas por falta de fluidez el mes pasado). Pero una muy diferente eran ya turnos de hasta dieciséis horas para compensar últimamente lo que, en palabras de Héctor, fue haber salido para ayudarle a Rosa con lo que ella perfectamente podía cargar sin ayuda. Sin embargo, siendo que la totalidad de clientes durante la noche eran sobre todo militares, defensas civiles y la policía, por fin al chico le quedó claro que el dinero podría ser un buen esclavo y un amo terrible. Por añadidura, que el Mercado Casagrande hubiera sido designado como un punto de abasto en el barrio en vez de la tienda de Hong, a solo unos pasos pese a estar mejor comunicada, daba testimonio de la gran preminencia del inmigrante mexicano (y por extensión, dada la ignorancia de muchos, su familia) sobre el coreano, quien vio mermadas sus ganancias de forma abrupta.
Todo ello se reflejó en Bobby. Sin estar acostumbrado a las largas jornadas ya mencionadas, en cosa de meses se vio algo cambiado. Le seguía dedicando sus ratos libres a Lori, los que todavía puede darse el lujo de tener si no estuviera ocupado entre inventarios y demás tareas o apenas tuviera al salir, pero el ritmo se incrementó en enero, cuando ya le dijeron que las dieciséis horas serían una realidad por un resfriado del abuelo. Ello solo podía resultar en un cuerpo agotado ni bien pasa el primer cuarto de jornada y un agotamiento mental bastante acusado.
Esto dejaba pensando a Ronnie Anne. Esta veía con preocupación los hechos recientes, y con la reciente noticia de que su madre estará trabajando en turnos de veinticuatro horas en el hospital la perspectiva de un rato en familia, exclusivamente Santiago, se perdió bastante para los próximos días.
Enterarse de que la escuela cerró fue un muy duro golpe. No solo perdió mucho contacto físico con Casey, Sameer y Laird por miedo de que le pudiera ocurrir algo, sino que incluso la compañía de Sid y Adelaide por momentos termina siendo algo estresante. Y el trauma que Carlota debió pasar con aquél sujeto definitivamente le deja pocas (y malas) opciones para matar el tiempo.
No quiso molestar a su padre. A estás alturas, supuso que las grandes ciudades en Perú no estaban mejor que en el resto del mundo. Quizá en Cusco, a más de trece mil pies sobre el nivel del mar, estuviera resistiendo mejor que muchas otras por la dificultad de respirar a grandes alturas y la relativa imposibilidad de dicha ciudad para poder albergar algo más grande que una llama o un ser humano por la misma razón, tenga una oportunidad, pero con la gente arremolinada en los mayores núcleos la situación se ve muy difícil.
Mirando en su escritorio a la pantalla de su laptop, ve que tiene unas buenas ojeras, producto más de preocupaciones que de insomnio. Si bien la escuela presencial se suspendió, la modalidad a distancia se había venido manejando con cierta soltura y tino, en parte porque varios profesores de las universidades cercanas se prestaron como tutores a distancia al ver estos sus contratos rescindidos por razones que no les fueron informadas.
"Esto no es bueno para ti", pensó que le diría Carlota. "Te ves muy descuidada, como un estilo de chica gótica que no nos va ni muertas". Bien podría tener algo de razón, pero eso no significaba que así fuera. Con todo, no podía dejar de reprocharse que en el desayuno apenas y comió algo. Incluso notó que los bisteces que la abuela sirvió en el desayuno le sabían algo diferente. Algo así como a pollo, pero para ser pollo la carne no estaba tan blanca como debiera estar. Tampoco no es que en casa hiciera algo, pero se sentía algo más delgada de lo debido, y el que su prima no le hiciera objeciones era, contra lo esperado, algo a lo que no se acostumbraría aunque quisiera.
Una vez prende la laptop, piensa bien sobre a quien llamar. Probó con su padre, pero la señal allá seguramente era horrible, dando por hecho que debía de estar ocupado para atenderla siquiera.
Su siguiente opción… Lincoln.
Por todas las conversaciones que ambos han sostenido en todo el tiempo desde que empezó todo, este le contó de las no pocas peripecias que ha pasado, incluyendo el desastre que fue conocer a una niña nueva de quien solo sabe que se llamaba Stella. Lo malo es que, desde el mes pasado, no había tenido mucho con qué ponerse al día.
Respirando profundamente, Ronnie Anne decide empezar un videochat.
En cuanto esté por fin le responde, lo ve como si no estuviera tan mal, pero las ojeras se veían más acusadas de lo usual, demostrando que estaba desaliñado y, en otras palabras, mal.
-Hola Ronnie Anne – dijo Lincoln animado.
-Hola Lincoln – dijo con voz cansada que mostraba un claro agotamiento.
-¿Te encuentras bien? -preguntó el chico.
- Sí. Solo que tuve que estudiar para un examen muy importante -respondió Ronnie Anne, cansada pese a que apenas iban a dar las dos.
-¿Segura? – pregunto Lincoln poco convencido.
-Era de matemáticas -respondió la latina-, y ya sabes que es una materia difícil.
-Vamos. Tu tío es un gran profesor y además las escuelas cancelaron el año escolar la semana pasada. ¿Qué ocurre?
-No me pasa nada.
-Ronnie Anne, si…
-¡Qué no me pasa nada! – grito la joven latina harta de la insistencia de su amigo, el cual se asustó por un momento hasta que esta se calmó pues agoto todas sus fuerzas en ese estallido – Perdón Lincoln. Es que, esta semana no ha sido fácil.
-¿Qué ocurrió?
-Todo -contestó la chica-. Las cosas están más difíciles ahora. La ciudad poco a poco se está volviendo en un caos. No digo que sea un infierno, pero no es la ciudad que yo conocí al llegar, obviamente tenia crímenes, accidentes serios, pandillas de gatos y demás cosas, pero ahora eso está subiendo y no para de subir.
-Cielos Ronnie. ¿Están bien? ¿No les ha pasado nada a ti o a tu familia?
-Por suerte no nos ha pasado nada -negó Ronnie Anne-. Estas últimas noches se han estado escuchando disparos, peleas de pandillas en las calles que por suerte son acabadas por la policía con rapidez, y robos a casas y negocios de electrodomésticos.
Esto fue muy duro de decir para ella. Recordar que la relativa calma que reinaba en su nuevo hogar y que no poca gente los miraba con recelo debido a su posición ahora un tanto privilegiada ya de por sí era bastante malo. Empero, no quiso contarle de algunos hechos que, aunque aislados, últimamente han estado poblando sus sueños, como la intentona de varios vecinos por atacar la casa de Laird y las recientes bancarrotas de algunos negocios cercanos.
-Que mal -dijo Lincoln, apenas encontrando palabras para ello.
-Para empeorar las cosas, mi mamá está prácticamente viviendo en el hospital esta semana y si en algún momento regresa es solo para dormir -continuó Ronnie Anne-. Antes eran casos sencillos que ella podía atender con facilidad, pero ahora son casos cada vez más serios y peligrosos. Esa gente no está ahí por tropezarse con una cascara en la calle y llegan en un estado en el que pueden lastimar a la gente sin pensarlo.
-Demonios. Siento escuchar eso y entiendo el porque te preocupa tu mamá, pero debes entender que esa es su labor y que su juramento es el de ayudar a la gente por sobre todas las cosas.
-No solo es ella -añadió desanimada Ronnie Anne-. Bobby y el abuelo también me preocupan. Desde que la gente aumento en la ciudad no hacen más que trabajar pasando incluso de la medianoche. Dicen que es porque así ganamos más, pero temo que en algún momento les pase algo -inhaló con pesadez antes de añadir-. Hasta ahora nadie ha entrado a robar, pero no creo que sea así para siempre.
-Espero que no les pase nada -externó Lincoln, incómodo-. Bobby se veía muy feliz la semana pasada contando lo bien que les iba ahora, no me imaginaba que venía un gran riesgo con eso. ¿Pero por qué no contratan seguridad?
-Mi abuelo dice que sale caro y que para eso está el bate de madera fina que Bobby tiene debajo del mostrador.
Para ella, era algo más o menos normal ver el ir y venir de la gente. Una ciudad como Great Lakes City tenía mucho que ofrecer a quien quiera que llegara, pero desde diciembre pasado todo apuntaba a que los malos días llegaron para quedarse. Ya en enero supo que balearon a la directora Valenzuela por negarse a pagar por protección a un grupo de defensa local que, a los pocos días, fue erradicado, y con los rumores que traían algunos de los recién llegados solo podía actuar con escepticismo. Pensar en ello solo le provocó noches de sueño sin mucho descanso y numerosas preocupaciones por su familia y hogar.
-¿Qué hay de ti? -preguntó Lincoln, queriendo romper la tensión- ¿Haces algo además de la escuela en casa?
-Nada -negó Ronnie Anne-. No podemos salir desde esta semana, solo a la bodega bajo supervisión de mi abuelo. Al menos ahí puedo ver a mis amigos aunque solo puedo estar en el sótano por si pasa algo.
Algo que lamentó fue saber de aquellas restricciones. Por mucho que quiera estar junto a Casey, Sameer, Laird y Nikki, la verdad es que apenas le dijeron que habría nuevas reglas, y una de ellas la afectaba directamente. No había motivos para evitar salir, pero debido a que el parque fuera usado una vez como patíbulo y lo presenció, tiene un franco miedo de que la llegasen a tomar por agitadora o, peor, por una terrorista, como quisieron hacer creer al padre de Sameer hace un mes sin tener muchas pruebas fuera de una acusación sin fundamento de un supremacista blanco que se quedó en el linchamiento del mismo.
-Desearía estar contigo en este momento –dijo Lincoln con total sinceridad, sintiendo este que sus palabras faltaban sobre todo porque ese momento no era uno en el que podía decir las cosas que sentía por ella.
-Yo también. Hubiera deseado que Bobby me llevara consigo cuando le cumplió esa promesa a tu hermana.
-Ya nos veremos en cuanto se calmen las cosas –dijo Lincoln intentando darle ánimos.
-No creo que mejoren. Creo que ya no hay vuelta atrás.
-Ronnie Anne. No digas esas cosas.
-Lo siento –dijo disculpándose por ese comentario para luego dar un largo bostezo– Lo mejor es que vaya a la cama.
-Cuidate. Te extraño mucho.
-Yo también Lincoln –dijo para luego terminar la llamada.
El sentimiento no era tan mutuo, pero igual se percibe. Lo peor es que Lincoln no era tanto un chico cualquiera. Lo que era más, es el chico más cualquiera que había conocido, aunque también es el chico que le dio su primer beso y con quién fuera su primera cita. Desastrosa y doble por culpa de Lori, pero cita al fin y al cabo.
Acostada, pensó un poco en lo dicho. No en lo que dijera Lincoln sino en cómo lo dijo. Sonaba muy afectado, y conociéndolo era más o menos difícil que algo lo dejara así de mal. Más importante todavía, no dejaría que el desánimo cunda de forma tan cínica, y sin embargo era del tipo de persona que no se dejaría vencer por las circunstancias si no era de verdad abrumado en su conjunto, estuvieran sus hermanas metidas o no.
Miró al techo un buen rato. Pensó un poco en la promesa que Lincoln le mencionó de Bobby a Lori sobre traerla a Great Lakes City y, de la nada y por principio, le parecía una idea excelente. Quizá termine aceptando a Lori como cuñada después de todo, vería cómo se llena de sobrinos y vea que el peliblanco se arrastre a los pies primero de una vecina mayor (como ha visto cuando su hermano se había enamorado de la maestra DiMartino antes de empezar a salir con la rubia). Incluso llegó a preguntarse por quién caería rendido Lincoln, por muy ilegal que sonara. ¿Georgia o Miranda, del 4-D? ¿La señora Flores? ¿La madre de Sid o Sid misma? ¿O qué tal su madre incluso? Claro… toda vez que ella decidiera aceptarlo, mortificándola por todos los años de acoso teniendo que llamarlo "papá" en algún momento y viendo que sus medios hermanos lleguen a tener cabello blanco.
Soltó una risa irónica dentro de la amargura de la hipótesis. Para empezar, María le contó que se ligó las trompas (sin rodeos, temiendo que en clase de la maestra Johnson los padres más conservadores presionaran para eliminar del curso toda mención de sexualidad). Lo cuál le parecía risible si quería ver algo así. Y por alguna explicación que le diera su madre, los chicos tendían a ser idiotas que harían lo que fuera por llamar la atención de una chica. En otras palabras, llegaban a ser unos idiotas que en tiempos como estos necesitarían de una ligera provocación para tomar ventaja. ¿El remate? Ya tiene una vaga idea de los gustos de sus vecinas, y la que más podría acercarse al gusto físico de Lincoln bien podría ser Miranda, pero ella no es precisamente de las que guste de alguien tan joven. Y entre menos hable de la señora Kernicky, mejor. Ya tiene bastante con las visitas que CJ le hace, aunque le da ciertos puntos al admitir que su primo y ella tienen bastante en común.
No pudo conciliar el sueño. Pensar en mil y un posibilidades que pudo ahorrarse le dejaron la mente hecha un manojo de nervios, por lo que decidió levantarse y salir.
-¿A dónde vas, m'ija? -preguntó Rosa, preparando algo en la cocina que definitivamente no era pollo ni pescado.
-Al sótano -bostezó Ronnie Anne, intranquila y agotada-. Cómo si tuviera otro sitio a donde ir…
-Bueno, más te vale volver para la hora de la cena.
Ante una respuesta tan desdeñosa, Rosa decidió hacer oídos sordos.
~o~
-Nos vamos a quedar hasta que la gente se vaya -ordenaba Héctor, un tanto impaciente por la expectativa que tenía por la venta del día-. Carlos vendrá a la medianoche para suplirme, y cuando yo haya descansado volveré para cubrirte.
-¿Por lo menos puedo dormir un poco? -pidió Bobby, soltando un bostezo tal que pareciera león de circo.
-¿Y dejar que el viejo Hong nos gane la venta del día? No, señor -respondió rotundo Héctor-. No le gané a ese viejo bobo la designación de centro de abasto barrial por nada.
-¿Ni siquiera una siesta?
-La media hora para comer la puedes usar como mejor se te dé, pero te recomiendo que estés pendiente por si viene un cliente -dijo Héctor, pagado de sí.
-¿Y qué vas a hacer?
-Levantar los pedidos, m'ijo. Sabes bien que el Mercado no se atiende solo.
Acto seguido, Héctor entra a la oficina y bodega y empieza a levantar los siguientes pedidos antes de dejar esa labor a los cinco minutos por una llamada urgente que, según el viejo, ya era más que necesaria, misma que le obligó a subir al departamento.
Bobby sintió eso como algo muy injusto. En cuanto vio la lista que el anciano iba a levantar, descubrió, para su consternación, que no tenía nada empezado en realidad fuera de una conversación con Vito Filiponio.
Como si el enojo inicial le diera energías salidas de solo él sabrá donde, levantó los pedidos pendientes y alzó como pudo la bodega y los pasillos. Pensó en pedirle ayuda a la tía Frida, más descansada, pero con lo ocurrido a Carlota y la niña disponibilidad del tío Carlos eso se veía muy difícil. ¿Ronnie Anne? Lo mismo, con el agravante de que su hermana jamás había trabajado de plena forma.
Una vez terminado su trabajo al rellenar los refrigeradores y no quedar encerrado por primera vez en su vida, tomó la laptop que guardaba sobre la charola de la caja registradora y abrió el navegador. No eran todavía las cuatro, hora de su acostumbrada videollamada con Lori, pero sentía que esto era importante.
-¡Osito! -saludó efusiva Lori- ¿Cómo amaneciste?
-Hola Bebé -respondió Bobby, bostezando y desganado, interrumpiendo un poco-. Pues no también como tú. Los problemas no me dejan dormir muy bien últimamente. Eso sumado a que el abuelo me hace trabajar hasta tarde.
-Lo sé -dijo Lori, mostrándose preocupada-. Anoche se quemó un depósito… o bueno, lo quemaron.
-Que mal. Es una pena cómo se comporta la gente últimamente -afirmó Bobby, sonriendo un poco, al tiempo que ve a María saludando desde la puerta con apuro por llegar-. Por suerte aquí no pasa eso, es verdad que los robos han aumentado, pero eso es solo en parte donde hay comercios grandes -añadió, recordando que el mes pasado saquearon el supermercado Hola y Compre-. Esta es una zona tranquila y todos aquí son confiables. Jamás nos harían daño.
-Me alegra oír eso, y además sé que eres alguien muy valiente y que no le temes a esos peligros.
-Tengo que darle valor a Ronnie y a mis primos. Además de que mi abuela siempre me da alguno de sus amuletos –contestó Bobby, mostrando una piedra color verde agua amarrada a una cuerda.
-Espero que literalmente funcione.
- Pues por ahora no ha pasado nada -suspiró Bobby-. Aunque le hemos pedido a mamá que deje de ir al hospital para minimizar riesgos, pero dudo que lo haga. Ella es muy dedicada.
-Que lastima -lamentó Lori-. Oye y… ¿Qué crees que pasara con nosotros?
-¿A qué te refieres? – pregunto confundido.
-Es que. Hace unos meses teníamos un plan, luego otro y ahora parece que no tenemos nada.
-Bueno Lori. En realidad la vida nunca nos dice que va a pasar en el futuro.
-Hasta que literalmente vas a un adivino y te dice todo lo que no quieres oir.
-Olvídate de eso. Como te dije, nosotros construiremos nuestro futuro y en cuanto se arregle todo volveremos al antiguo plan.
-Gracias, Osito.
-De nada. Bueno creo que será mejor si hablamos en otro momento, los clientes no tardaran en venir.
-Adiós osito.
-Adiós bebé.
El joven termino la llamada y como vio que en ese momento no había señal de algún cliente decidió descansar los ojos un rato. Se quedó dormido a los diez segundos y, en menos de quince, los ronquidos se enseñorearon del Mercado.
En sueños, Bobby tenía una bonita visión de lo que se imaginaba con Lori en algún futuro tal vez lejano. Las cosas habrían vuelto a la normalidad, tendría ya un departamento para ellos solos… aunque no supiera cocinar, y veía que ella volvía de algún torneo de golpe, no importa el lugar, para ser recibida a cuerpo de reina.
¿Cuántos serían? ¿Once, quizá? El número se le antojaba exagerado, pero por ella, lo que fuera, no importaba mucho si algunos nacían tan despistados como él o si llegaban a portarse mal. Todo un ejército de niños Loud-Santiago colmaría las más locas esperanzas de su futura esposa.
Sin darse cuenta, entró un hombre tan común que no entrañaba ningún peligro a primera vista. Si acaso, se sentiría muy incómodo de ser observado.
- Oye, amigo… amigo –dijo el recién llegado sin obtener respuesta de Bobby.
Sin respuesta, este hizo el único llamado por el que saldría del local.
.
Héctor lo sabe bastante bien. A sus años, por mucho que una persona ame su trabajo, también necesita descansar. Más cuando se tiene, concluyó para sí, nietos dedicados e hijos y nuera que hacen lo posible por mantener el legado del Mercado Casagrande a punto para lo que sea que reditúe un dinero bien ganado.
Sin importar que apenas hace una hora desayunaron, al poco rato de haber subido se tomó la libertad de aprovechar que Rosa salió por una fuga en el departamento de los Nakamura para acabar con los tamales que solo tenían un papel sin importancia encima, acomodarse lo mejor que puede en su sillón y ver el resumen de Adiós Ana, Adiós por segunda vez. Al fin y al cabo, no es ahora por sus hijos que la casa se mantiene, sino por entera y absoluta obra suya.
Por un momento, pensó en ver las noticias, actividad que siempre ve como algo antinatural por la costumbre de tener más oídos para cualquier rumor que por otra cosa. No niega que los noticieros son información pura, pero con lo que dijeran sus padres y su suegro de cómo el gobierno les veía la cara, siendo sobre todo porque él y Rosa salieron a los Estados Unidos apenas ella terminó la preparatoria y se casaron, con cualquier cosa que ocurriera. Sin embargo, el día era perfecto para holgazanear un poco y, ¿por qué no? Romper la rutina "como dice la chaviza", a como decía el meme que tan popular se había vuelto entre los latinos que suelen ver doblados los programas y telenovelas mexicanos.
"¿No es la hora del programa del bobo?", se preguntó. Y ciertamente tiene mucha razón, pues Ernesto Estrella estaba a dos horarios. Las once, justo acabando el almuerzo, y a las siete con la cena. De hecho, haciendo cuentas, ya se cumplirá una semana sin tener noticias del astrólogo. Toda una novedad, porque es la primera vez que dan una repetición sin haber estrenado nada la noche anterior.
-Bueno -dijo, dando voz a sus ideas-, ya era hora de que el bobo se tomará sus vacaciones, y espero que sean permanentes.
Sin más, dando una mordida a un muslo de pollo frito, decidió darle la vuelta a los canales hasta encontrar algo con qué distraerse.
Falcón de Fuego, no. Se siente viejo para los dibujos animados, pues sus padres le inculcaron que había edad para todo. ¿Camila? Ni en sueños, pues eso casi le cuesta su matrimonio gracias a sus nietos. ¿Una repetición del juego de los Gatos contra los Millonarios? Ni de chiste. Sin Bruno ni Vito ver el fútbol no era disfrutable aunque supieran el marcador del último partido. Documentales, una revista vespertina, dos noticiarios con más bobos, Chupacabras 4… odió que Ronnie Anne le echó a perder el final. Nada que pudiera ver.
-Hola, papá -saludó María, cansada y con manchas de sangre en el uniforme, apenas una hora más tarde.
-¿Qué te pasó, m'ija? -preguntó Héctor, con restos de torta en el regazo y un muslo de pollo frito a nada de tocar sus dientes.
-¡Es horrible! -gimoteó María- Toda la noche estuvimos de aquí para allá. ¿Tienes idea de a cuántos apuñalados tuve que suturar con amenazas? ¡A tres? -añadió sin esperar respuesta- Y de camino para acá, un desgraciado me estaba siguiendo.
-¡¿Cómo que un desgraciado?! -bramó Héctor, dejando el muslo en el balde.
-Me estaba siguiendo y me ofreció dinero como si fuera una prostituta.
-¡Prostituta! ¿Cómo eso te ven solo por tu uniforme? -dijo Héctor indignado.
-Me siguieron hasta que pude encontrar unos soldados -relató María, dejándose caer exhausta en el sofá-. Les dije lo que pasó y lo convencieron de que no me molesten.
-Al menos llegaste bien, m'ija -suspiró aliviado Héctor antes de volver a su pollo.
-Solo tengo seis horas para dormir y regresar.
-¡¿Qué?! -exclamó Héctor, sorprendido.
-Quieren que todo el personal esté disponible las veinticuatro horas. Apenas y pude pedir permiso por decirles que surgió una emergencia familiar.
-Bien, m'ija, ve y duerme un poco, María -dijo Héctor-. Lo que menos quiero es que te sobrecargues por todo ese trabajo.
Obedeciendo María se fue a su cuarto
Por suerte, María no le contó bien lo que ocurrió hacía media hora, pues los soldados que se encontró le habían sugerido que se compre un arma en cuanto pudiera, a lo que les respondió que por su empleo no lo hacía y le dieron una. Les había dicho que por su trabajo apenas y tenía tiempo para ir a casa, dormir y volver, por lo que su bolsa, extrañamente, volvió más pesada de lo usual. Pesada y peligrosa, si no es que mortal.
Estando a nada de volver a repantigarse en el sillón, escuchó un grito desde la calle que heló su sangre como nunca en la vida.
-¡Saqueo! -llamó alguien desde abajo a viva voz- ¡Saqueo!
Esas voces rompieron toda la calma que Héctor tenía planeado disfrutar.
De la nada, primero curiosos y vecinos después salieron. Unos por ver qué era lo que ocurría, otros solo por el chisme a detalle, pero los más, entre los que se contaban no pocos amigos de la familia o de los inquilinos del edificio, decidieron tomar cartas en el asunto y, como se esperaba, obtener el mayor beneficio posible.
Todo el mundo se metió corriendo en la bodega y empezó a llevarse lo que se pudiera cargar y no estuviera pegado al piso. El ruido llamo la atención de todo el edificio en especial de la familia Casagrande.
- ¿Pero que es ese ruido? –dijo Héctor, desperezándose al oír el tumulto, viendo por la ventana que su negocio de toda la vida era saqueado por amigos y desconocidos.
La reacción fue de todo menos predecible en cuanto alcanzó la entrada del edificio. El producto de décadas y años de duro trabajo, confianza y sacrificios, echados por tierra gracias al irresponsable que estaba dormido sobre su laptop… que le era arrancada en ese momento.
-¡Mi bodega! -exclamó sorprendido Héctor, entrando y sintiendo que le faltaba aire antes de girar con irá hacia su nieto- ¡Roberto! ¡¿Qué has hecho, la con…?!
El anciano se desmayó alarmando a toda su familia, que se lanzó alarmada a ayudarlo apenas se oyeron sus primeros gritos mientras que su hija daba órdenes de lo que se debía hacer. Al mismo tiempo que Bobby seguía dormido sin darse cuenta de lo que pasaba a su alrededor.
Entre golpes y maldiciones, el resto de la familia se hizo sentir como pudo, y solo cuando se escucharon las primeras sirenas fue que la multitud se dispersó. Algunas caras conocidas, como Margarita o Maybelle, ya era oficial que en cuanto Héctor escuchase lo que pasó pasarían a estar en lista negra si lo llegaba a confirmar.
Cuando la gente se hubo dispersado, Ronnie Anne entró al Mercado. Está, cansada de pasar el día sola en el sótano (Sid estaba todavía enfrascada con las guías de la escuela y sus amigos estaban en otros asuntos), se asomó apenas a la media hora de que los saqueadores dejarán todo como buitres en banquete.
Las góndolas y anaqueles se veían como el día previo a la apertura, imaginó Ronnie Anne. Vacíos, pero con la diferencia de que entonces debían de estar nuevos, relucientes. Ahora, entre manchas variadas, golpes y pedazos de la mercancía rota y de las envolturas, apenas y quedaba algo.
-¡Despierta, Bobby! -exclamó Ronnie Anne, agitando el cuerpo de su hermano.
-¿Eh? -murmuró Bobby, en sueños- Amanda… deja mi mandil en…
-¡Grandísimo idiota! -gritó la chica a la cara de su hermano, abofeteando con fuerza- ¿Qué fue lo que pasó?
-¿La qué de…?
-Bobby, ¡el Mercado!
-Está como siempre, lo… ¿ves?
Asustado, miró lo que quedaba del local. Anaqueles vacíos y fuera de lugar, lo poco que dejaron inservible regado por todo el suelo, envolturas rotas y botellas también regadas por doquier. En otras palabras, como si pasó un vendaval que se llevó todo a su paso.
-¿Qué fue lo que pasó? -preguntó desorientado Bobby.
-¡Saquearon el mercado! ¡Eso fue lo que pasó! -cuestionó Ronnie Anne, alarmada- ¿Qué rayos pasó contigo?
-¿Saquearon el…? -preguntó Bobby, incrédulo- Yo solo hablé con Lori.
-¡¿Y eso qué tiene que ver?!
-Yo solo hablé con ella y descansaba los ojos -alegó Bobby, todavía desorientado-, hasta tengo mi laptop para…
Palpando primero y luego buscando con la mirada, buscó y rebuscó por toda la caja hasta que cayó en cuenta.
-¡Nos robaron! -exclamó por fin Bobby- ¡No encuentro mi laptop!
-¡¿Apenas te diste cuenta, torpe?! -cuestionó agresiva Ronnie Anne.
-¡El abuelo me va a matar! -lamentó Bobby, encogiéndose en posición fetal sobre el mostrador- ¿Tienes idea de lo que me podría hacer si se entera?
Ronnie Anne tuvo que pensar rápido. En el mejor de los casos, Bobby tendría que pagar por todas y cada una de las cosas robadas con todo e intereses. En el peor… no se lo quiere imaginar.
Cinco minutos y al menos una breve discusión después, ambos hermanos tomaron lo que pudieron algo de lo que se salvó en la oficina y, al menos para sí, Bobby agradeció que su madre no haya vendido su auto, aunque lo haría mucho más si alguien no los hubiese visto en una posición privilegiada.
.
No podía imaginar lo que sentía en ese momento. Héctor se la había pasado dormido, o eso quiso creer. De hecho su desmayo, producto de haber comido bastante y reaccionar de forma súbita para ir y ver algo que no creería posible que pasara, lo indujo a creer que todo era un sueño derivado de lo que su suegra y los primos de Rosa llamaban, con sorna, mal del puerco.
-Ya está estable -oyó decir a María, quien suspiró aliviada-. Necesita comer más sano.
-¡Es lo que le he dicho siempre! -rezongó Carlos- Le dije que debía de dejar los lácteos y la carne cuando sufrió de esa hernia, se lo dijo el doctor…
-¿Y qué va a saber un matasanos? -alegó Rosa, a quien vio con un collar de piedras brillantes como el que le regaló a Carl en Navidad y jamás le vio puesto- Le habría mandado pastillas que solo tratan los dolores y no la enfermedad.
-Más de lo que sabes -afirmó María.
-¡Pues a ver quien te atiende cuando te pase lo mismo! ¿Quieres saber cómo te verías, m'ija?
-Se vería mejor que ahora -dijo Héctor, logrando articular y dar voz a sus ideas.
-¡Gracias a Dios por despertar, viejo -dijo aliviada Rosa.
-Era cuestión de tiempo -afirmó Carlos.
-Porque usé mi amuleto para curarle el desmayo -contradijo Rosa, necia, sosteniendo un collar de piedras variadas en sus manos.
-Tuve un sueño horrible -dijo la cabeza de la familia, quitándose una compresa de la frente-. Soñé que Bobby se quedaba solo y… y dormido, y que saqueaban mi Mercado.
-¿Le decimos o nos…? -dijo Frida, algo crítica y con el maquillaje corrido.
-Tía, Bobby se lleva tu auto -dijo inoportuno CJ, mirando por la ventana.
-Ahora no, mi cielo -dijo desdeñosa Frida-. ¿No ves que tú abuelo casi se nos muere?
-¿Y qué es todo eso de que saquearon el Mercado? -cuestionó Carl, curioso.
-Carl, ahora no… -ordenó Carlos sin éxito.
-¿Qué es saquear? -preguntó inocente CJ.
-Carl… -dijo contenida Frida.
-Lo que dicen que Bobby dejó que pasara -respondió Carl, quien empezó a limarse las uñas con una lona de cristal.
Con la cara en la frente, Frida veía cómo era que el recuento de lo sucedido antes del desmayo de su suegro le dejó a este armar el rompecabezas que era su mente, y por consiguiente le dejó en claro exactamente lo mismo.
-¿A dónde vas, papá? -preguntó María, viendo a su padre levantarse e ir por una escoba- No te puedes levantar en tu…
-¡A enseñarle a Roberto a quedarse dormido en el trabajo! ¿A dónde más? ¡Le voy a enseñar a quedarse dormido! -rugió Héctor, furioso, saliendo por la puerta del departamento 2-A.
-¡Héctor Rodrigo Casagrande Gutiérrez! -regañó Rosa- ¡Ese lenguaje no se usa en mi casa!
-¡Ya verá ese cabrón lo que pasa cuando él se duerme, pinche chamaco pendejo! -maldijo Héctor, avanzando implacable tomando una escoba en el camino.
Poco y nada pudieron hacer por contener la rabia que Héctor sentía. Ni siquiera Rosa ya podía contenerlo, pues una cosa eran sus hijos y hogar que le costaron bastante para alguien que por muchos es tenido por generoso pese a ser un tacaño, y una muy distinta la base de su sustento y eje de toda su vida. Nadie con semejante discernimiento podía atreverse a comparar uno con lo otro, ya que era el segundo lo que le ganó el primero y mucho más.
Alcanzó a entrar en el local y buscó rápido el bate de béisbol bajo el mostrador, sin encontrarlo, tras botar la escoba. Entre los restos de la mercancía encontró uno de madera de nogal, bastante más resistente que el de fresno, y salió nada más oír a Carl.
-¡Se escapa, abuelo! -gritó el niño.
-¡Ven para acá, hijo de tu chingada madre! -bramó Héctor, arrojando con toda su fuerza el bate, apenas consiguiendo golpear la cerradura de la portezuela del equipaje- ¡Ven pa'cá, pendejo!
-¡Héctor Rodrigo Casagrande Gutiérrez, basta ya! -gritó María, conteniendo por la espalda a Héctor.
-¡Suéltame, pendeja! -voceó Héctor, impotente, mientras arrastraba a su hija hasta que cayeron por tierra.
Llorando impotente, Héctor solo se dejó hacer primero por María, que le hizo ceder, y por Rosa, que se abstuvo de darle con la chancla por el dolor que le provocó ver el negocio familiar vacío y preguntándole al cielo dónde estaría la calma que le prometió Ernesto Estrella antes de lo que, pensó, debían ser sus vacaciones.
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-Eso estuvo cerca -dijo sorprendida Ronnie Anne, una vez que se logró sentar en el asiento del copiloto.
-Te dije que me quiere matar por quedarme dormido -jadeó Bobby, que no se puso siquiera el cinturón de seguridad-. Seguramente me va a ir mal si vuelvo ahora.
-¿Y a dónde pensabas ir? -preguntó Ronnie Anne, frunciendo el ceño.
-Eh…
-¿O sea que no tenías un plan?
-No, pero…
-¡Nunca piensas bajo presión! -señaló molesta la menor- ¿Y así te piensas casar con Lori?
-Lori…
-Si, a ella me refiero. ¿A quién más?
-¡Eso es! -chilló emocionado Bobby, arrollando un carro de salchichas abandonado- Iremos con los Loud y estaremos bien hasta que podamos volver, ¡eres una genio, Nie-nie!
-¡¿Estás loco?!
-Para nada, hermanita -dijo Bobby, algo afectado por la falta de sueño-. Los Loud seguro nos van a recibir y todo empezará a ir como antes…
-Ok, no estás loco. Estás demente.
-Son solo tres horas de camino -razonó Bobby-, ¿qué podría salir mal?
Las tres horas se convirtieron en cuatro, pues pasaron por dos retenes. Uno de parte de los llamados Guardianes, quienes se distinguían por su uniforme verde hoja, contrario al verde olivo más propio del ejército o el caqui de la Guardia Naxional, mientras que el segundo, en la entrada a Ann Arbour, fue de parte de estos últimos, apostada en el campus de la Estatal de Michigan.
-Buen día, señor -saludó Bobby, bostezando.
-Buen día -saludó marcial el cabecilla inmediato del grupo, un hombre aceitunado de mediana edad, mismo que ostentaba en las mangas galones que indicaban el rango de Sargento Tercero-. Por favor, bajen del auto e identifíquese. Inspección de rutina.
-¿Inspección? -preguntó Bobby, dudando.
-Es por recomendación común del gabinete de seguridad en East Lansing -señaló el sargento-. Nadie quiere más gente problemática en el estado.
-Llevamos algo de prisa, señor.
-¿Destino?
-¿Qué?
-Punto de llegada, el lugar a donde van
-Ah, si… Royal Woods, en la frontera de Canadá.
-Royal Woods…
-Tenemos amigos allá -explicó Bobby-. Nos robaron a mi hermana y a mi, y pensamos que era mejor para nosotros que fuéramos a casa de mi novia.
-¿Pensamos? -ironizó para sí Ronnie Anne.
-Solo bajen para que se realice la inspección -insistió el militar-. Carter, ve por Travis y dile que tenemos una menor -instruyó, dirigido a sus subalternos.
-¿También mi hermana? -cuestionó Bobby.
-Es por protocolo, señor -respondió el teniente-. Identificaciones, por favor…
Bobby se planteó muy seriamente si su idea fue la mejor al final. Mientras eran revisados por el personal, tanto él como Ronnie Anne se preguntaron cómo estaría su abuelo.
~o~
-¡Ya te dije que él ya no va a volver! -rugió Héctor, impasible ante las peticiones de su familia- No me discutas eso.
-Al menos deme un motivo, señor Casagrande -pidió Par, el repartidor, casi suplicando.
-Es un asunto privado, pero ya no va a volver -sentenció Héctor.
Mientras Par levantaba el pedido y la solicitud de reposición, Héctor se la pasó despotricando a diestro y siniestro. Pese a su condición y las recomendaciones de María, el resto del día se la pasó recogiendo el desastre que quedó y puso a Carl y CJ acomodar la poca mercancía que quedó después de una fuerte revisión y una aún más severa reprimenda sin motivos más allá de las pérdidas sufridas.
-¿Por lo menos puede dejar de echar culpas, señor? -pidió Par.
-¿Te estás poniendo de su lado?
-Este… no, señor, pero…
-¡Entonces deja de chingar la madre y sigue con lo tuyo!
La exigencia de Héctor fue tan contundente que, ni bien logró cerrar la puerta de su oficina, se repantigó sobre la silla a modo de trono y se sumió en una honda reflexión, como los reyes de antaño. Pero a diferencia de estos, que podían hacer y deshacer en grandes extensiones de tierra, él solo podía decirse soberano en una tienda que, acumulado entre bodega y el local propiamente dicho, apenas y son poco menos de cien metros cuadrados.
Decaído, no aceptó que nadie le hiciera compañía. No porque creyera no merecer la misma, sino porque sentía necesidad de ello. Tanto más porque, recuerda, la única vez hasta entonces que había enfurecido así fue un día que Carlos y María le llevaron pésimas calificaciones de la escuela. Ese día, recordó, María fue la única que salió afectada, pues Rosa, de ningún modo, no dejó que Carlos pasara por el cinturón.
Al caer la noche, Héctor veía desde la entrada de su oficina que había alguna que otra cara más que satisfecha entre los pocos curiosos que transitaban sobre la calle. Algunos, animados por el hambre, se llevaron una decepción al ver que el local estaba cerrado y, lo que era peor, vacío del todo. Otros, empero y estos eran mayoría, solo eran curiosos que murmuraba con cierta malicia de la desgracia ajena.
Negándose a contestar a nadie, Héctor decidió que el agonizante día fue una pérdida total. Ya estaba bajando la cortina cuando alguien llamó su atención tras él.
-Disculpe, señor… ¿Chozawrande…?
-Lo siento, ya cerramos -dijo cortante Héctor-. Y el apellido es Casagrande.
-Disculpe, no me he presentado -dijo el extraño, vistiendo un uniforme blanco que apenas y ocultaba un rostro bien afeitado con un muy cuidado acento sureño-. Clayton Mortimer Reynolds, para servirle.
-Si viene a venderme algo, lo siento. No hay dinero -respondió Héctor con impaciencia-. Los ladrones ya se llevaron todo lo que había.
-No vine tanto a venderle mis servicios como a ofrecerlos, señor -atajó el recién llegado-. Escuché por labios de una vecina suya lo que ocurrió. Terrible…
-Si se lo dijo la dueña de la estética de enfrente, pierde su tiempo -contravino Héctor-. Esa mujer no es de fiar.
-Fue una vieja, bastante conservada para su edad, quien me dijo lo ocurrido, señor.
-¿La señora Kernicky? Me sorprende que se hubiera interesado en decirle nada a nadie.
Parecía que lo hizo, pero no bromeaba. Desde que empezaron los toques de queda, Héctor intentó sacar el máximo provecho posible a cualquier chisme que pudiera serle de provecho. Ya en una ocasión comprobó que algo dicho por Miranda sobre las designaciones de centros de distribución barriales era verdad, muy por encima de un rumor de boca de Maybelle sobre unos vagos queriendo robarlo hace meses y había sido solo la pandilla de gatos que hasta el año pasado aterraba la calle.
-Dicen que la información es poder, señor Casagrande -agregó Clayton, parándose sobre el pórtico, un tanto burlesco sin perder porte-. Por suerte, ese poder que se busca no es sino otro que el de devolver tanto como sea posible el viejo orden. Que las cosas vuelvan a ser como antes en lo… posible.
-Lo siento, pero la información siempre cuesta -señaló Héctor.
-Como sea -dijo el embozado-. El punto es que, por ahora, no tendrá que preocuparse por incidentes como el de la tarde.
-¡Claro que tengo mis motivos! -exclamó Héctor, queriendo abrirse paso- Tengo un negocio que llevar, el tarado de mi nieto se quedó dormido y…
-¿Y puede saberse por qué se quedó dormido?
-¡Qué le importa!
-Vamos. No puede ser tan inoportuno no saberlo.
-¿Quiere respuestas? Bien, bobo -dijo Resuelto Héctor, cansado-. Mi nieto, mi hijo y yo quedamos de rotarnos, pero como mi hijo da clases solo nos quedamos él y yo por turnos de… unas dieciséis horas…
-No soy quien para decirlo, pero sabe que turnos así no son del todo legales. Mucho menos razonables.
-Así nos ha funcionado desde que llegó -replicó Héctor.
-Solo le diré una cosa -añadió Clayton-. El día que necesite algo o si conoce a alguien que nos sea de utilidad, contáctenos. Andamos algo escasos de personal, pero el perfil que buscamos es algo… selecto.
-Entonces ¿por qué no buscan a alguien más para molestar por aquí? Gracias, buenas noches y…
-No será alguien razonable, pero reitero. Nuestros servicios son más bien… libres de cargo el primer mes.
-¿Y no le dije ya "buenas noches"?
-O sea sin costo…
-Por fin está hablando mi idioma -sonrió burlón Héctor.
La discusión se prolongó por buena parte de la noche. Si bien los pocos negociantes con que se presumía contaban dentro de la Orden Blanca eran hombres y mujeres hábiles en su terreno, lo cierto es que era ante todo una labor meramente un acto de rutina. A ojos de cualquier crítico, la organización de la que estos dependían no serían mejores que los superhéroes como Ace Savvy o el Falcón de Fuego, pero con los tiempos que corren y, especialmente para Héctor, cualquier ayuda sería bien recibida con tal de volver a como era antes.
En cuestión de horas, no obstante que también se presentó un nuevo tratante que le presentó duras peticiones a cambio de su seguridad, el viejo logró un pequeño pero bastante ventajoso acuerdo. No pagaría por la protección ofrecida y tomada, pero habrá trato preferente en cuanto a atención. Ello bien podría granjear cierto resentimiento entre algunos vecinos, pero mientras sus beneficios se mantengan (sin caer en abusos) no hay motivo para seguir preocupado, y para cuando todo terminó, su humor estaba más ligero que al llegar las diez, momento de iniciado el toque de queda.-Creí que dormirías en tu sillón -dijo Rosa, adormilada.
-Yo nunca dije eso -alegó Héctor.
-Como sea, te dejé la cena en el refrigerador -anunció Rosa-. No es mucho de todas formas, pero guardé también para Ronalda y Bo…
En pocos segundos, Rosa se vio ignorada, pues su marido apenas oyó cena y salió tan rápido como su edad y condición se lo permitieron.
Ante sí, abriendo la puerta del refrigerador, Héctor ve que había cuatro contenedores con arroz rojo, platos encimados con milanesas y puré de papas (ya que en diciembre los viernes de torta pasaron a la historia por falta en ese momento de teleras y bolillos) y flaneras con flan de huevo. Por lo que supo desde la mañana, Carlota sigue afectada de aquella fiesta -cosa de la que le dijo Margarita en la mañana y echó por tierra la versión de Carlos-, razón por la que guardaron su cena. En cuanto a la suya, la de Bobby y la de Ronnie Anne (esta sin motivos reales para escapar, a su juicio), no quedaba de otra.
~o~
La situación de Royal Woods no ha sido muy diferente a la de otros lugares. En el trayecto a su primer hogar habían encontrado de todo para bien y mal, pues entre los retenes después de Ann Arbour las cosas entre los diversos poblados hasta llegar allí fueron algo complicadas.
Desde luego, llegando a la zona de Fern Valley, encontraron algunos patíbulos improvisados bajo olmos, robles, álamos e incluso manzanos, y en el camino rural que desemboca en la terracería cercana a la granja Hunnicut la gente, antes amable y algo reservada, ahora les dirigía miradas un tanto hoscas y gestos huraños. Algo a lo que debían de acostumbrarse, pues los tiempos y las costumbres de la gente suelen cambiar según las condiciones.
Una vez en Royal Woods, no quisieron pasar por su antigua casa. Por mucho apego que sintieran a ella, apenas y echaron un vistazo de reojo a su paso hacia la construcción y descubrieron que el abandono era notable, aunque el pasto no estaba tan crecido. Todavía más grave, algunos cuerpos colgantes de algunos árboles y postes del parque Ketcham daban al lugar un aspecto más propio de lo que cabría esperar de cualquier lugar en México (si era cierto lo que veía en los noticiarios cuando no tenía nada que hacer y estaba sola) que de su lugar de nacimiento. Algunos de los cuerpos ya estaban en los huesos, mientras que otros apenas y eran recientes, como el de una maestra que conocía, bajo cuyo cuerpo seco y con los huesos empezando a blanquear se leía un cartel con una leyenda algo escabrosa, mismo que ignoraron ante la mera vista.
Abusé de un niño por placer
Con ganas de vomitar, Bobby aceleró un poco hasta haber marcado una buena distancia.
Conforme avanzaron, Ronnie Anne veía cierta consternación por todo lo perdido. Bares, restaurantes, tiendas, algunos de esos locales habían sido saqueados o incluso vandalizados, pero en muchos de ellos había algo en común, tal y como varias cruces daban testimonio en sitios que, hecho confirmado por algunos viandantes, fueron "purificados". Caso especial, el de la iglesia de la calle Olmo, sitio donde los Santiago antes acudían por el servicio cuando su madre tenía tiempo y fuerza para llevarlos.
Adornada la sección de la calle con cruces de diseños, materiales y calidades variadas (desde meros haces de ramas atadas hasta verdaderos adornos barrocos dorados y plateados, aunque las más comunes eran de maderas varias), la vista era ante todo más intimidante de lo que cualquiera esperaría de cualquier culto cristiano. Para sí, Bobby tuvo que darle la razón a Dana, recordando lo dicho por ella en cuanto la vio.
La iglesia del reverendo Riker, antaño un sitio a donde solía prestar servicio un día al mes e iba a misa los domingos, ahora luce como uno de aquellos juegos aterradores que su madre tenía antes de venderlos por el nacimiento de su hermana. Aunque las paredes revestidas con cal seguían inmaculada como siempre, el vallado que pusieron con alambrada de púas estaba adornado con carteles y diferentes consignas escritas en estos. Mensajes como Dios odia a los gays, Cristo rey y carpintero su pasatiempo, América está Condenada y otros por el estilo resumaban un feroz odio que antes no esperaría de ninguna congregación.
-¿No es el pastor Ryker? -preguntó Ronnie Anne, viendo a un religioso con hábito celeste únicamente adornado con una cruz de madera sobre el pecho y otra, pintada sobre la tela en blanco.
-De seguro es uno de esos locos, como el de Kalamazoo -negó Bobby, mintiendo en el acto.
Horas antes, haciendo una parada para comer algo, Bobby escuchó a un imán, uno de aquellos hombres de fe en el islam, predicar exaltado un galimatías sin sentido sobre el advenimiento de las Setenta Vírgenes para quien exterminara las aberraciones y afrentas ante los ojos de Mahoma y Alá. Por mucho que sabe que Ronnie Anne es más lista que él, hace lo posible por protegerla tanto como pudiera, así fuese de gente así.
Alejándose de la creciente multitud, a Ronnie Anne no le quedó de otra que ver a algunos de sus antiguos compañeros de clase, arrastrados por sus padres, para hacer acto de presencia en la reunión que daba fe de lo que metros más adelante fue obra suya en una tienda que su hermano solía frecuentar. Lo mismo Mollie y su madre, una ferviente devota, que Lance y sus padres junto con Trent, los tres con cara de hastío, seguro que debían de desear estar en otro lado en vez de aquella iglesia.
Una vez llegados frente a la entrada del 1216 de la avenida Franklin, Bobby no esperó a que Ronnie Anne hiciera lo propio para empezar a descargar el auto de su madre.
Ronnie Anne no podía creerlo. Esa podría no ser la calle que recordaban, y sin embargo lo era. Algunas casas cambiaron el cercado por bardas algo altas o rejas rematadas con alambrada de púas, mientras que otras, simplemente, optaron por instalar sistemas de seguridad de avanzada. Unos pocos, no obstante, prefirieron dejar lo que no pudieran cargar y se fueron, como el anciano vecino de los Loud. Los menos, solo tenían sus jardines algo descuidados o de plano la hierba se enseñoreaba por doquier si no había algún animal herbívoro cerca y actuaban como si nada.
Sin pensarlo, Bobby, cargado ya con dos bolsas con latas de contenido variado, se plantó en la entrada de la casa, golpeando a la puerta con la cabeza. Diez segundos…
-¿Quién anda ahí?
La pregunta fue soltada por alguien que Bobby solo podía definir como "aterrador". Sosteniendo un rifle de asalto AR-15, un hombre viejo de cabello blanco y un espeso bigote, vestido de camisa blanca, tirantes anaranjados y pantalón vaquero, era el responsable de apuntarle con un arma por primera vez en su vida.
Ronnie Anne estaba desconcertada. Escuchó a Lincoln decir en clase que su abuelo era un hombre bastante divertido y genial. Si ese era el dichoso abuelo, pensó, distaba mucho del sujeto descrito por su mejor amigo.
-Disculpe -dijo Ronnie Anne, calmada-, ¿se encuentra Lincoln?
Como si hubiese invocado un vendaval, Ronnie Anne se arrepintió de haber hablado, pues prácticamente llamó al grueso de la familia. Mientras Leni y Luna contenían al viejo, el resto tiraban de ella y de Bobby para hacerlos entrar.
Toda vez que el auto empezó a ser descargado de sus provisiones, Bobby preguntó si podía dormir un rato en cuanto acaben, algo entendible por lo pesado que resultó ser su día. Ronnie Anne, por su parte, les dio una escueta narración de lo que pasó desde su punto de vista. Lisa y Luna incluso, como un gesto de amabilidad de su parte, se tomaron la molestia de rastrear la laptop de Bobby. La recién llegada prometió, una vez localizada por la dirección IP del aparato, que Margarita no volverá a poner un pie en la tienda. El resto de la familia, por su lado, empezaron a cavar y cimentar como pudieron unos postes que Rita tenía apilados al lado de la cochera.
Sin miramientos, Ronnie Anne esperaba echarle una mano a Luan y Lincoln con la alambrada cuando la gastada camioneta de la familia se estacionó en la vereda.
-¿Me acompañas por una jarra con chocolate caliente? -pidió Luan, algo adolorida por algunos pinchazos y cortes.
-Lo que sea mientras no vea de nuevo más alambre de púas -aceptó Ronnie Anne, dejando a Lincoln algo atareado.
Sin embargo, Luan tenía otro plan. Myrtle, la pareja de Albert, no tenía listo el chocolate. Lynn sr, por su lado, entró a la casa con una bolsa de aspecto voluminoso.
-El buen Goldname fue todo un caballero con mis nietas. Espero que tenga una buena vida en donde sea que este –oyeron decir a Albert, ni bien se acercó Lynn sr. a la puerta.
-Yo también le agradezco esa charla que tuvimos. Una pena que está literalmente ya no tenga mucha validez –dijo Lori.
-Hablando de eso hay alguien que quiere verte –dijo su padre, haciendo una seña.
De la casa salió Bobby, quien ni bien salió fue abrazado por la rubia.
-¡Bobby! -saludó amorosa Lori, saltando directo a los brazos del chico- ¡Que sorpresa!
-Tenía ganas de verte y aproveche para escaparme y venir aquí -respondió Bobby, rompiendo un poco el contacto antes de reunirse en los brazos de su novia.
-También el abuelo quería matarte por dejar que se llevaran todo –dijo su hermana menor apareciendo junto con Lincoln, que entró poco antes de que su padre saliera.
Ver a la latina causo un mayor quiebre en Lynn. Está venía algo desmotivada. Cosa sorprendente, la atleta Loud estaba un poco hinchada respecto de como Ronnie Anne la recordaba, pensando incluso que engordó un poco para su gusto.
-Hola Ronnie Anne –saludo con pocos ánimos.
-Hola Lynn -dijo Ronnie Anne, devolviendo el saludo con parquedad-. Lamento lo de tu amigo, Lincoln me dijo que dejo huella en tu familia.
Pese a que la deportista sintió unas ganas de partirle la boca en ese momento se contuvo y agradeció aquel gesto y simplemente pasó de largo y se fue a su cuarto, cargando en brazos algo pesado entre sus brazos.
Para cuando se puso el sol, el grupo confirmado por los Loud y los hermanos Santiago vio que el trabajo estaba terminado y una cerca metálica con una puerta, la cual tenía alambre de púas en su parte superior. Además de eso, Lisa instalo un sistema de seguridad basado en alarmas y en cerrojos más resistentes que los convencionales en la puerta principal.
Durante la cena, la familia atacó sin misericordia una cacerola de goulasch, mismo que -según Lincoln- había sido desterrado del menú familiar tras un pequeño pleito que se saldó con el dicho suceso poco antes de Acción de Gracias. Como bien dicen en algunos lados, las privaciones y el hambre son un buen condimento cuando se pasa por unas para evitar otras, y el tazón con el humeante guiso, al menos para Ronnie Anne, fue bastante más confortable que la hamburguesa y papas de la tarde.
Bobby no pasó desapercibido para nadie. Aunque por cortesía lo ubicaron a la derecha de la cabecera donde compartían Lynn sr. y Rita, lo cierto es que el chico estaba algo asustado por la presencia de Albert. En algún momento, más preocupado por la vigilancia a la que creía estar sometido, ignoró que Lori le echaba alguna que otra mirada bastante indiscreta para llamar su atención. Una labor nada sencilla, considerando que estaba de frente a Albert y sentado junto a Myrtle. Está de más decir que la anciana trataba de sacarle conversación por la forma melosa en que le hablaba para animar las cosas.
Ronnie Anne notó aquello. Aunque intentaba bromear un poco con Lincoln, no perdió de vista a su hermano. Algo inhibido por la presencia de Albert y el carácter meloso de Myrtle, Bobby apenas y lograba decir algo coherente si podía. El peliblanco tampoco se veía bien. Hacía unas horas habló con él y se veía en mala condición para ser él, mas una cosa era verlo a través de internet y una muy distinta es tenerlo dos dedos de frente, y el aire que resumaban era, por decirlo de forma amable, melancólico.
Una vez terminada la cena (sin postre, pues antes de que llegaran las gemelas tuvieron un fuerte altercado con Luna por una pinta de helado que terminó con Lynn), cada quien fue a atender algún asunto. Las niñas desde Lucy para abajo se enfrascaron jugando Los colonos de Gatán, mientras que Lori, Leni, Luna y Luan invitaron a los Santiago a ver una película. Lo malo, al menos por lo que explicó Lincoln, era sobre la rotación de quién elegía la primera película de la noche.
-Admítelo, hippie, ¡tu turno fue el lunes! -protestó Luan, alzando la voz y un puño.
-¡Mentiras! -respondió Luna- Lily tuvo su turno y tuvimos que tragarnos la maratón de Blarney el Dinosaurio.
-¡Ayer Lori me cedió su turno!
-Niñas, ¿pueden dejar que Bobby escoja? -preguntó Rita, más por poner orden que por convicción.
-¡Es como si Lori escogiera! -alegó Luan- A este paso me van a dar la vuelta dos veces.
-Gracias, señora Loud, pero estoy algo cansado… -respondió Bobby, ignorando la disputa.
-Si les cambio mi turno a las dos ¿se callan? -intervino Lincoln- Se supone que ayer me tocaba pero Lola se adelantó.
-Porque le cambié mi turno a Lana cuando adelantó a Lynn -respondió la menor de las gemelas, haciendo que la discusión empezara.
-¿Es un truco? -preguntó Luna.
-No, no lo hay… -declaró Lincoln sin razón aparente.
-… pero si quiere, Nie-nie puede escoger.
Todos se quedaron con la boca abierta. Las palabras de Bobby tensaron el ambiente de la sala, aunque por el rostro de la tercera y cuarta hijas de los Loud eso no podía salir bien.
Molestas por la resolución, las mayores -en especial Luna y Luan- tuvieron que ceder.
La elección de Ronnie Anne, como no podía ser, fue el estreno de Chupacabras IV: Balidos de Ultratumba. Al menos por los primeros veinte minutos, todos parecían más o menos entretenidos a su manera, e incluso Lincoln se abrazó de ella en cuanto el críptido hizo su primera y aterradora aparición al atacar al hijo de un granjero interpretado por un Wolfgang Schaeffer.
Para Lori, la tarea de preparar palomitas era algo pesada, pero prefería estar ocupada a pensar en qué algo malo pudo ser de Bobby. Buscaba estar ocupada para evitar pensar en lo que pudo haber visto al día siguiente por videochat si es que le llegaba a ocurrir cualquier cosa, obviamente si es que le dejaban tener contacto con ella. Y si había algo que antes de toda la situación actual la relajaba -omitiendo la mudanza de los Santiago-, eso era pasar tiempo de calidad con su novio. No olvidó esa loca cita de octubre pasado en la que quedó encerrado en los baños de Flip, a una semana de Acción de Gracias, o la anterior a esa en que Lincoln y Clyde se lo tomaron prestado por una hora para recorrer la casa del terror justo antes de Halloween. Tal vez si fue algo cretina con él, ya que pensó en el amigo de su hermano, pero no tenía de otra.
Escuchar los granos reventar era algo sedante, incluso distractor de la divagación que le provocó pensar en Clyde. En una casa por lo general ruidosa, ver una película podía ser una odisea para cualquiera, pero era extrañamente un escape de lo cotidiano. No por nada aquella pijamada con Clyde apenas empezado el año escolar había sido un cambio bienvenido antes de perder el control sobre su nariz… ver a Lincoln limpiar el pequeño reguero de sangre de ese día fue un premio extra antes de que intentaran cambiarlo con ayuda de Leni para que dejara de seguirla que valió muchísimo la pena.
Una vez que llevó su carga a la sala y dejó la correspondiente parte con las niñas en la planta alta -y siendo que para este punto Lisa abandonó el juego por haber sido abrumada entre las gemelas-, buscó tomar asiento en el piso cuando tuvo una idea que decidió poner en marcha de una vez.
Sabía que el señor Grouse se había ido con unos familiares. Teniendo eso muy en cuenta, convencer a Bobby de tomarse un respiro de la película sería algo más fácil con todos distraídos al estar muy metidos con la película.
-Bobby, ¿me acompañas por algo de "salsa Worcestershire"? -pidió Lori.
-¿Para qué quieres salsa? -preguntó Bobby, recibiendo una sonrisa algo atrevida.
-¿También pueden traer sal y vinagre para las papas? -pidió Lynn sr.
-Ah… si, claro -dijo Lori sin tener intenciones de llevar nada más.
Para ese punto, Ronnie Anne ya estaba cansada. Cabeceando, por momentos perdía el hilo para concentrarse un poco en lo que la rodeaba. Sonará cursi, telenovelesca incluso, pero una vez que se acostumbró a los huecos del sofá se sentía arropada. La película de todos modos era intrascendente pese a ser que se estrenó el otoño pasado, pero entre algún chiste ocasional de Luan y las reacciones de Lincoln, eso la divertía más que la película en sí.
Era algo curioso. Por momentos hubiera sido perfecto saber cómo podría abatirse al Chupacabras, pero recargando la cabeza sobre Lincoln se sentía bien. Luan no perdió detalle, pero la oportunidad de hacerle una broma a ambos no existía. No con un cuadro que a la comediante hizo pensar en cómo se verían ella y Benny, de su clase de Química Avanzada, de estar en la misma situación.
Jugarle una broma era un asunto serio para ella. Tener material de chantaje, por el otro, es un asunto diferente. Y si las cosas hubieran seguido normales incluso se podría hacer una idea de lo que podría ser. Imaginarse a ella y a Lincoln en cita doble como le pasó a su hermano con Lori y los Santiago podría ser algo bastante divertido, pero siempre queda la idea.
Sin pensarlo, y con sus padres y abuelos dormidos por un interludio en que los personajes de Catherine Bradley e Izabella Alvarez tenían una larga discusión sobre la forma de acabar con la criatura con el cura del pueblo, les tomó una foto con la cámara del teléfono y decidió guardarla para sí misma. Dentro de lo que cabía con ella, era incluso adorable que entre amigos se tengan semejante confianza, a no ser que se presente algo más.
Lori no perdió tiempo. En cuanto Bobby fue tras ella, fue directo a la puerta trasera y bajó de un salto la escalera.
-¿Qué crees que haces? -chistó Bobby.
-Pensé que querías divertirte un poco -dijo Lori, más dando una voz a sus ideas que nada.
Ni bien dicho eso, el rostro de Lori se sonrojó furioso. Con una sonrisa tensa, Bobby solo la siguió con reservas a la casa del vecino, misma que estaba vacía.
El interior seguía oliendo a viejo, sumando un poco la humedad y el polvo acumulado. No obstante, Bobby no era tan tonto como para ignorar que Lori quería algo. No solo eso, sino que quería darle algo que igual y podría haber recibido en cualquier momento si el mundo no se estuviera yendo al demonio.
-¿Vaienes, Roberto? -preguntó Lori, pronunciando mal en español para llamar su atención antes de entrar por una ventana que, sabía, se atoraba y por la cual el anciano solía soltar maldiciones a destajo.
La carrera fue corta pero llena de obstáculos apenas pasó la ventana. Aunque los muebles estaban ordenados y cubiertos por mantas blancas de lona (pues esperaba que todo esto pasara pronto), la oscuridad no dejaba mucho lugar a otra cosa que no fuera un cuadro propio de cualquier romance de los que ella tanto disfruta. Con la luz de la luna como única guía pese al velo helado que la rodeaba y formaba un halo a su alrededor, ambos trataron de hacer el menor ruido posible.
Aunque les tomó un tiempo llegar a la recámara del anciano, poco o nada les importaba ya. La idea que ella tenía era pasar juntos la noche, y si llegaba a escalar, aceptaría las consecuencias. No era de su interés, por tanto, escuchar lo que dijeran sus padres, pues siendo ya legalmente una adulta.
En cuanto la pareja alcanzó por fin la cama, ocurrió algo que Lori no contempló. Con pesadez, Bobby se dejó caer de cara contra el colchón y, acto seguido, se giró con tal de quedar de cara.
-¿De verdad…? -preguntó agitado Bobby en medio de la penumbra que dejaba ver la escasa luz de la lámpara del teléfono de Lori- ¿De verdad quieres hacerlo?
Aunque Lori no quiso dar una respuesta hablada, esta solo se quitó la ropa hasta quedar desnuda del torso. De haber un poco más de luz, no tenerla detrás y estar tan cansado pese a su iniciativa y vigor, Bobby se habría abalanzado directamente sobre un par de pezones que apenas y son más oscuros que su piel.
Retomando un poco el juego, Lori tomó la iniciativa y lamió lentamente el cuello del latino, pero algo hubo en su cabeza que en menos de un segundo le planteó una pregunta.
"¿Estás lista para ser madre?", pensó súbitamente.
Imaginó lo que podría pasar. Tenia noticias de lo que hizo el reverendo Ryker, y la posibilidad de que algo peor que ese hombre pudiera engendrar ocurriese siempre era latente. Si el Ejército y las defensas civiles caen, cabe la posibilidad de que la puritana chusma que sigue a ese loco la tachase de "mujer indecente", "ramera" y cualquier insulto posible mientras no se case. Usar a su madre como una fachada no era posible, pues entre los seguidores del clérigo había varios médicos tanto capturados como fieles adeptos, y con los historiales de Royal Woods en sus manos, de tener acceso a ellos, bien podrían tener un verdadero problema.
¿Y con quién la casarían si el niño naciera estando Bobby lejos? Chaz no era opción, pues era el exnovio de Leni. ¿Joey? Con suerte y el chico tiene amigas fuera de Becky.
También pensó en otro escenario. Si él estaba lejos y la familia la descubría, podría ser que lo tomen muy mal en distintas maneras. Las niñas seguramente se lo tomarían como un juego antes de verse comprometidas a un racionamiento más estrecho de lo que podrían imaginar. Lincoln… la noticia lo abrumaría, mientras que Lynn le echaría en cara lo irresponsable que habría sido, y Luna y Luan no dudarían en reprochar lo hipócrita que podría ser. ¿Leni? Para lo que le serviría, pues con lo despistada que es ya piensa que la cuna de Lily es una prisión de bebés. Y sus padres y abuelos no la verían precisamente con buenos ojos.
Llegó a tal grado de ansiedad ante la sola idea de imaginar la decepción de sus padres que, apenas pensó que podrían echarla o encerrarla, se separó violentamente de Bobby.
-¿Qué te pasa? -preguntó exaltado Bobby, sorprendido por la repentina reacción.
No respondió de inmediato. Alejándose de Bobby, Lori se sentó en un rincón de la cama y se encogió un poco sobre su pecho.
¿Qué pasa, Bebé? -reiteró Bobby.
-No, Bobby, no es tu culpa -dijo agitada Lori, cubriendo su casi desnudez como podía.
-¿Por qué dices que no es mi culpa?
-De verdad, Roberto, no es tu culpa -continuó Lori-. Es solo… no lo entenderías.
-Vamos, amor. Puedo entenderte.
-No, no puedes.
-¿Por qué crees que no puedo entenderte?
-¡Porque no estamos en una buena situación! ¿Si? -exclamó Lori, levantándose y olvidando lo obvio- Tengo miedo por lo que nos pueda pasar. Tengo miedo de lo que mis papás dirán si me embarque ahora…
-¿Embarazo? -dijo sorprendido Bobby- ¿De qué cosa estás hablando?
-De que puedo quedar embarazada si seguimos adelante -contestó Lori, abrumada-. ¿Qué crees que dirán todos? ¿Qué crees que dirá mi papá o mi abuelo?
-De seguro…
-Y más importante -cortó Lori-. ¿Qué harás si eso pasa?
Cómo si fuera un procesador con saturación de archivos, la mente de Bobby se congeló. Tenía la esperanza de que ambos lleguen a tener hijos, y eso habría sido lindo. Pudo ser así, pero antes de que Lori le hiciera semejante pregunta no consideró siquiera tal escenario. Él se imaginaba, en principio, como el nuevo encargado ("¿Y por qué no mejor gerente?", pensó alguna vez) del Mercado mientras que Lori estuviera yendo y viniendo entre torneos, cuidando ambos de los niños y manteniendo un hermoso hogar en algún departamento que acondicionarían a modo. También habría espacio para Ronnie Anne y quién fuera su novio, bajo sus reservas y términos, no importa si fuera Lincoln o alguno de sus amigos o quien sea que ella eligiera.
Sin obtener respuesta alguna, Lori solo se puso el top y el sostén, mientras que a Bobby el agotamiento por fin empezó a cobrar factura.
Una vez que Bobby se quedó dormido, y haciendo un recuento rápido, manejar por varias horas tras quedarse dormido en el trabajo, cargar y descargar un auto y encima una buena porción de goulasch y algunas palomitas, amén de su frustrada incursión en terrenos que ninguno de los dos exploró antes la dejarían extenuada como a Bobby le tocó. Se odió por ser una desconsiderada y, por tanto, se decidió a prepararlo para descansar mejor, quitándole la ropa hasta donde el decoro se lo podía permitir dejando al chico en bóxers y calcetines antes de hacer lo propio y quedar en interiores. Acto seguido, procedió a quitarse el pantaloncillo y se puso a revisar sus redes.
Sin novedades resaltables, Lori pasó un rato viendo lo poco que sus amigos habían publicado hasta que, por la oscuridad y la escasa luz, se decidiera por fin a apagar el teléfono y acostarse, y en ese momento los planes que tenían se alteraron por completo.
-¡AHHHHH! -oyó gritar- ¡Hijo de…! ¡Perra!
Sin perder el tiempo, Lori saltó de la cama, tirando a Bobby en el proceso y despertándole con tan poca tranquilidad como un toro en cristalería.
-¡Lalo! -exclamó Bobby en sueños, justo antes de que se oyeran pasos entrando.
-¡Hay alguien arriba! -voceó una voz desde la entrada, proveniente de alguien que a contraluz se veía atravesado por una flecha.
Sin perder tiempo, Lori terminó por despertarlo.
-¿Bebé? -preguntó Bobby- ¿Qué rayos…?
-¡Es más de uno! -secundó una segunda voz, alarmada, antes de que Bobby pudiera tomar lo primero que tuvo a mano.
El bate que Bobby tomó estaba pesado. Agitando su improvisada porra, Bobby aún no estaba muy convencido, pero en cuanto escuchó los pasos de dos hombres subiendo con prisa los escalones la idea era clara, en especial cuando, nada más llegar, Lori fue golpeada con el estruendoso impacto contra la puerta como única barrera entre ellos y los recién llegados, mismo que la mandó al suelo.
Descargando al abrir un sonoro golpe que hizo vibrar la cabeza de metal del bate, la escaramuza no tardó en volverse una suerte de batalla doméstica. Afuera de escuchaban los alaridos y maldiciones de quienes fueron alcanzados por algún proyectil, mientras que Bobby hizo lo que pudo para alejar a varios de los invasores abanicando el bate a diestra y siniestra.
Entre tanto, la víctima del primer golpe de Bobby, queriendo salir del lugar, cayó a trompicones producto de la conmoción que empezó a padecer. Lori, por su parte, tomó un tizón de la chimenea y lo terminó de rematar, cosa en que el latino tuvo a consideración buscar alguna cuerda para terminar de someter al asaltante a quien sus compinches dejaron atrás junto con lo que (por lo menos para la pareja hasta que se los confirmaron) se veía como un cadáver. Entre los golpes y maldiciones también se podían oír numerosos disparos y nuevos gritos de dolor.
La lucha fue corta pero intensa. Una vez que Albert salió con un rifle de asalto, todavía humeante, lanzando una última ronda a la camioneta en la que los saqueadores habían llegado. Para entonces, el ladrón que golpeó Bobby ya estaba atado de pies y manos, como si de un vulgar ratero en Latinoamérica se tratara.
-¿Qué rayos sucedió aquí? -bramó Albert, una vez que la camioneta tomó una buena separación entre ellos y la casa.
-No… pasó nada grave -mintió Lori.
-¿Y ese tipo es "nada"? -cuestionó Albert, acercándose y pateando el bulto que era el prisionero.
-¡Fue mi culpa, señor! -intervino Bobby, dejando caer el bate y viendo entrar a los padres de Lori.
-¡¿Qué rayos pasó aquí?! -preguntó Rita, molesta, con la bata agitada.
-Tu hija y su novio quisieron hacerse los héroes -respondió Albert, molesto-. Que te diga este pedazo de basura.
Para Lori, era raro ver que su abuelo se comportase así. De hecho, la última vez que lo hizo fue cuando Lynn nació y uno de los gatos de la tía Ruth la contagió de toxoplasmosis por exponerse mucho a la caja de arena del entonces cachorro Mittens, provocando que entre hermanos se dejaron de hablar hasta que nacieron las gemelas. Entonces y ahora, le quedaba claro, la bonachona figura de su abuelo brillaría por un mal humor el resto del día.
Una vez que llegaron las autoridades -mismas que aseguraron que el intruso ya tiene las horas contadas-, realizaron cierta limpieza y se marcharon, ambos jóvenes pasaron por una noche repleta de sermones y reprimendas para las que no estaban preparados. Algo muy suave comparado a lo que pudieran padecer si nadie se hubiera despertado por el sonido de una cerradura abriéndose.
Horas más tarde, con todos en casa cansados y desvelados, Loud y Santiago trataron de verse como si nada ante los vecinos restantes, algunos de estos quienes buscaron ir a ciudades más cercanas que no tuvieran todavía problemas tan acusados como los núcleos más pequeños. Entre los que quedaron, no había duda de que los Loud solo le hacían un favor al viejo cascarrabias que tienen por vecino, aunque no faltó quien calificó aquella acción como una mera anexión de la propiedad del señor Grouse a las tierras de los Loud sin justificación alguna.
-¿Es en serio? -cuestionó Ronnie Anne, sentada bajo el arce del patio trasero.
Lincoln no lo estaba haciendo tan mal, pero a ojos de Ronnie Anne la idea de usar arco y flecha para un ataque o defensa a distancia le parece absurdo.
Sin una diana profesional a la mano, Lincoln tuvo que improvisar con una descargada de internet, aunque la carencia de un plotter dificultó mucho las cosas. Por ello, tuvieron que recurrir a dividir en nueve partes la imagen de una y la pegaron con cinta en una tabla rectangular contra la reja que daba al vecino de la calle Washington.
-Yo se lo pedí -afirmó Lincoln.
-Y Lynn se pudo haber negado -negó Ronnie Anne con la cabeza-. ¿Por qué practicar con eso?
-Ronnie, Ronnie, Ronnie. Tan presumida como ingenua -dijo Lynn, algo desdeñosa sin perder su humor-. Escuchaste a mi abuelo hace cinco minutos y lo ignoraste por completo. Dijo que una flecha se podía recuperar y volver a usar como si nada.
-Y una bala tarda mucho en recuperarse -añadió Lincoln, disparando su primer tiro a la diana-. Más todavía rehacer el cartucho, fabricar la pólvora y…
-Si, si, lo que digas, Apestoso.
La flecha, por desgracia, terminó yéndose debajo de la diana, casi acertando a la esfera hámster de Geo y dejando aterrado al animalito.
-¡Sin gente en el patio, Geo! -voceó Lynn.
El hámster, sin reponerse del susto, hizo lo que pudo por volver a casa rodando.
-Estás como a veinte metros del blanco, Apestoso -apuntó Lynn, poniéndose tras su hermano-. Por algo tienes la mira por ahora, pero después tendrás que apuntar.
-¡Estoy usando la mira! -protestó Lincoln.
-¡Lincoln! -gritó Albert desde la ventana- ¡Deja de gritar!
-La mira es una referencia -señaló Lynn, desenfadada pese a casi quedar sorda-. La entrenadora Keck me dijo que lo intentó cuando era niña antes de ir sobre el soccer y me dio sus apuntes. Creo que hay algo llamado "parábola" o algo así. Solo apunta primero y sube o baja según se sienta el viento.
Ronnie Anne no perdía detalle tanto de la lección (por completo de nulo interés) como de las actitudes de ambos hermanos. Veía a Lynn muy cerca de Lincoln, acomodando a este como si estuviera practicando con blancos inmóviles al más puro estilo de un arquero olímpico. El chico alzaba el codo por encima de la orientación de la flecha, sujetando con los dedos índice y medio está y tensando la cuerda antes de que, en cosa de décimas de segundo, esta saliera volando para estrellarse con un poste y desviar su ruta fuera de la propiedad de los Loud, perdiéndose en el pequeño matorral tras la reja.
-¿De qué rayos te ríes? -preguntó Lynn, molesta.
-¿Tan mala eres enseñando? -preguntó Ronnie Anne, soltando una risa poco discreta.
-Es mi primera vez enseñando -alegó Lynn, avergonzada.
-No sé gran cosa -afirmó Ronnie Anne-, pero hasta yo sé que es como en los juegos de disparos.
-¿Ah, si? -retó Lynn- Quiero que le atines a esa flor moviéndote.
-¿Qué?
-Ya me oíste, Santiago -dijo Lynn, señalando un narciso trompón que Rita había plantado del lado del señor Grouse.
-No hablarás en serio -respondió incrédula la latina.
Ante eso, Lynn solo llegó sus brazos como si fuera una gallina y cacareó, pavoneándose burlesca.
-Dame acá eso -dijo Ronnie Anne, cediendo al reto.
Jamás en su vida había tenido un arco en sus manos, mucho menos disparado algo que no fueran bolitas de papel ensalivado. Tomó el arco de Lincoln -que lo había marcado con una etiqueta con la leyenda Propiedad de Lincoln A. Loud- y caminó unos pasos antes de ser detenida.
-Hacia atrás -instruyó Lynn-, a ver si eres mejor de lo que dices.
-Lynn, yo que tú no… -dijo Lincoln, convencido de poder mediar.
-¡No te metas! -replicó Ronnie Anne, cortante.
Tarde, pero la latina entendió el reto. Es exactamente lo opuesto a lo que se refería, pues pensó que la idea de que Lincoln se entrenara para disparar con un arco era que el objetivo estuviera en movimiento y no al revés como quería Lynn. Esta, algo maliciosa, ya saboreaba la frustración de lo que podría fallar, y lo peor era que ya no se podía echar atrás. No debía echarse atrás por cierto orgullo.
A punto de soltar la flecha, tropezó con un bulto que, en la caída, resultó ser Rita.
-¡Ten más cuidado, Lynn! -regañó Rita, sin darse cuenta de quien le cayó encima.
-¡No fui yo! -repuso la inculpada.
-¡Lucy, Luan, Luna…! -nombró Rita antes de voltear y darse cuenta- ¿Ronnie Anne?
Esta, aturdida por golpearse la cabeza al levantarse, ni siquiera reparó en la acusación.
Adentro, la situación distaba de ser una pequeña comedia en un panorama gris.
Después de discutir con la familia, Albert se excusó yendo a la habitación de Lincoln, primero con Lori y luego con Bobby para hablar de lo que pudo suceder la noche anterior. De más está decir que el tema lo tenía muy sorprendido y decepcionado de su mayor nieta, por lo que, nada más salió Lori con la cabeza gacha, el chico ya se podía hacer una idea.
-Siéntate -ordenó Albert, esperando una reacción de Bobby sin tenerla-. ¡Siéntate! -repitió con tono marcial.
-Si, señor…
Bobby no tenía mucho interés en la habitación de Lincoln, pero era la primera vez que entraba en ella. Ya en otras ocasiones había visto su interior, pero en esas condiciones la palabra que buscaría para definirla era diminuta. Ahora, lo único que se le ocurre pensar de ella es que parecería una sala de ejecución muy privada.
Sentándose en la cama, reparó en que el viejo tenía algunos tatuajes de la Marina. El aspecto bonachón que lo caracteriza le es ahora muy contradictorio respecto al aire que presiente de la conversación a tener ahora mismo.
-Escucha, chico -dijo Albert, afectado por el desvelo-. Entiendo que tienes buenas intenciones con mi nieta, pero me sorprende que tú y mi nieta hayan sido un par de irresponsables.
-Señor, Lori y…
-Hablarás cuando te dé permiso de hacerlo, muchacho -cortó Albert-. Ahora, me dirás qué era lo que tú y Lori querían hacer.
-S… solo queríamos p-pasar la noche -respondió nervioso Bobby-, ¡solo eso!
-Te diré que ni siquiera Rita hizo algo así cuando estaba soltera, ¡y ella no dejaba de causarme infartos antes de la universidad! -apuntó Albert, recordando con un poco de nostalgia las salidas de su hija-. Solo le conocí un par de novios a Rita, pero Lynn tuvo las agallas para venir a casa de mi hermana, alrededor de su… cuarta o quinta cita -añadió, recordando el incidente y conteniendo la risa que le provocó ver a su yerno caer encima de uno de los tazones con croquetas de los gatos.
Tragando saliva, Bobby ya se sentía aterrado. Poco le interesaba que el abuelo de Lori le contara de forma muy escueta la historia de su paternidad, aquello solo le podría significar el fin de su relación. No quiere imaginar lo que podría ser si falta a la palabra que le dio a su novia.
-Toda la noche -continuó Albert- Lynn se la pasó temblando. ¿Crees que nadie se intimidaría por ver a alguien con dos Estrellas de Plata y una Medalla por Servicios Distinguidos en la Armada? -cuestionó, sin obtener respuesta- Lynn aguantó, chico. Lo aguantó. Y cuando Lori vino al mundo, lo primero que le dije a Rita fue… ¿quieres saber lo que le dije?
-Que… ¿que su tranquilidad se fue de sabático? -preguntó tembloroso Bobby.
-No -respondió Albert-. Le dije… que esa niña era el mejor regalo de cumpleaños que me había dado. Dos meses antes, pero el mejor que me había dado, y que si llegara a conocer al chico que le rompiera el corazón si sigo vivo, lo mejor que él podría hacer es irse a México.
Palideciendo del terror, Bobby solo atinó a revolverse incómodo sobre la idea de irse si llega a rompe con Lori. Se indignaría de aquella chanza sobre México, pero sabe que hay soldados que hacen lo que sea porque todo parezca un accidente tan casual que ni de broma se le ocurriría decir nada si sobrevive por su seguridad. Quiere creer que la posibilidad ofrecida es una broma, pero entre la milicia eso puede ser solo comprar tiempo.
De la nada, confirmando sus palabras, Albert empieza a reír. Primero entre dientes y luego a grandes carcajadas, esa risa termina por destruir los nervios de Bobby.
-¡Por favor, señor! ¡Solo queríamos que nuestra primera vez solos fuera inolvidable! ¡le juro que no le iba a hacer nada malo a Lori! ¡Se lo juro por lo que más quiera! -lloró Bobby, aterrado y suplicando por su vida.
-¡Estaba jugando! -exclamó Albert, entre sus risas- ¡Solo estaba bromeando!
Planeando sus rodillas, Albert solo seguía riendo. Para Bobby, solo podría ser la señal de que enamorarse de Lori fue un error mortal.
-Solo vine a ver si… -dijo Rita sin tocar a la puerta, interrumpida por Bobby. Este, tratando de correr, terminó tropezando con uno de los juguetes de Lily-… ¿Qué le pasó a Bobby?
-Solo le estaba jugando una broma a Roberto -respondió Albert, encogiéndose de hombros.
-¿Otra vez con tu conversación sobre Lynn y yo cuando éramos novios? -preguntó Rita, arqueando una ceja.
-Hace tiempo que no me divertía así con nadie -dijo Albert, encogiéndose de hombros.
-Deberías dejar de hacer eso.
-No privarías a un viejo de un poco de diversión.
-Ay, papá…
-En fin, ¿qué querías decirnos, Rita?
-Llamó la mamá de Bobby y dijo que su abuelo quería hablar con él.
~o~
La última hora, María se tomó su tiempo para convencerlo de que los turnos en el mercado de más de doce horas eran ya algo insano, por no decir peligroso. Detesta admitir que sus razones son válidas, pero si de eso dependía su negocio no había otra opción. Ya era suficiente presión por tener que rotarse con Carlos y Bobby en turnos de dieciséis horas como para mantener un ritmo de ventas aceptable, por no decir satisfactorio.
El desayuno fue bastante parco. Dado que en su cena acabó prácticamente con cualquier sobrante y plato guardado, a Héctor se le hizo muy sencillo culpar a Lalo de la brutal tarascada de la que el refrigerador fue víctima, aduciendo que el can, al fin y al cabo en relativa hambruna, asaltó cuanto pudo antes de casi arrancarle una mano al viejo en su comilona. Una concha de vainilla (un pan de masa algo hojaldrada con una masilla de nata dulce saborizada por cubierta), un vaso de leche y unas migas norteñas (tortilla y cebolla sofritos en aceite con huevo revuelto) fueron todo lo que comió la familia, y aún así el hambre que sentía el viejo era más algo de rutina que una mera necesidad.
Sin haber saboreado nada en realidad, bajó al Mercado. Hacía un par de horas que Par trajo (de mala gana, a su parecer) una cuantiosa cantidad de mercancías para reponer lo perdido a un alto costo y se acomodó en los anaqueles, aunque la totalidad eran artículos de primera necesidad. Granos, conservas de todo tipo, medicinas, harina y la última remesa de fruta fresca que se vería en mucho tiempo -palabras del repartidor- conformaban el grueso de la carga recién llegada. A pesar de la molestia del joven por la cruda respuesta que le dieran de Bobby, este solo tuvo que hacer de cuenta que su mejor amigo no volvería, cosa que lo tiene intranquilo de todos modos.
El verdadero problema llegó cuando atendió una llamada de Larga Distancia de Michigan. Hasta donde él sabía, solo conocía de ese estado a los Loud y, cosa curiosa, fue Rita quien hizo la llamada.
-Ni creas que voy a tomar una llamada por cobrar -replicó Héctor, molesto.
-No te lo estoy pidiendo, papá -afirmó María, bostezando y preparándose a salir de vuelta al hospital-. Me tomó quince minutos escuchar a Rita y ya voy retrasada como para que salgas con tus berrinches.
-¡¿Berrinches yo?!
-Si tanto te preocupas por una tontería, será mejor que pienses en cómo puedes arreglarte con Bobby.
-¡No puedes decirme qué hacer! -reprochó Héctor.
-Solo es una llamada -reiteró María-. Es mejor que tener a Bobby de frente antes de tenerlo de frente si te hace sentir mejor.
Bufando sobre la silla de su oficina y bodega, Héctor solo reprocha que María insiste con arreglarlo, y de hecho fue ella quien recibió la llamada que hiciera Rita. Lo que pone en entredicho, a sus ojos, su propia autoridad.
-Espero que sea algo rápido -respondió Héctor, bufando en el proceso, antes de aceptar el teléfono de María-. ¿Si?
-Buenos días, Héctor -saludó Rita con un bostezo.
-¿Qué tienen de buenos? -devolvió el anciano, molesto- ¡Roberto dejó que saquearan mi tienda! -añadió con resentimiento.
-¿Qué? -preguntó Rita, fingiendo sorpresa.
-¿No sé los dijo? ¡El muy pendejo dejó que me sacaran toda la mercancía!
-¡Esa boca, Héctor! -regañó Rosa desde arriba, sin que Rita pudiera escuchar bien.
-A mi no me dijo nada de un robo -dijo Rita, manteniendo la fachada.
-¿Y qué se ha hecho Roberto? -preguntó Héctor con intención de sonar sarcástico.
-Tuvimos un pequeño incidente anoche -relataba Rita, todavía cansada al no poder dormir en la víspera-. Unos ladrones querían meterse a la casa de nuestro vecino y… bueno, Bobby estaba dentro.
-Ajá, claro -gruñó Héctor, buscando sonar hiriente-, seguro se quedó dormido en su guardia.
-¡No, nada de eso! -reclamó Rita- Él y Lori solo querían tiempo para ellos, y escucharon a alguien forzando las cerraduras en la casa del vecino.
-Eso es mucho más de lo que hizo por mi Mercado -añadió Héctor, molesto-. Puede defender tu casa y a tu familia, pero lo dejo solo un minuto, ¡y el bobo se duerme!
-¿Pues cuántas horas han dormido?
-Déjame ver… -contestó Héctor, tratando de sacar sus cuentas-… quito dos y me quedan seis, una más para comer en el trabajo a la semana y una más por las horas de nalga… cuatro horas al día.
-¿Cuatro horas? -cuestionó asombrada Rita, con curiosidad sobre eso de las horas de nalga.
-Ah, perdón, olvidé restar la media hora que le dedica a su teléfono al día -agregó Héctor, cerrando su cuenta con cierto orgullo-. Tres horas y media al día.
-Héctor, ni Bobby ni nadie de su familia son animales -dijo Rita, algo molesta-. Las quejas que recibía el doctor Feinstein de lo poco que yo dormía el año pasado para cubrir horas extras fueron muchas. Terminé por taladrar una muela de juicio en vez de extraerla cuando me dijo que me tomara unas vacaciones.
-Pues bien por ti y tu jefe -dijo Héctor-. Él lleva su negocio y yo llevo el mío como más me conviene.
-¿Y cuando pase algo peor?
La sola idea de que algo peor pudiera pasar invadió por unos cuantos segundos su mente. Imaginó que algún dinosaurio -tal cuál recordaba de las pocas películas que vio de niño como El valle de Gwangi- podría entrar y llevarse a alguien de la familia, a ladrones vaciando la tienda o incluso, por absurdo que suene en su cabeza, un funcionario de Inmigración con una orden de arresto por no haber aclarado su estado migratorio. Eso sí era algo que tendría en consideración, de no ser porque, al nacer Carlos en suelo estadounidense, él y Rosa obtuvieron en automático la nacionalidad, justo durante la administración de Nixon.
-No pienso en eso -respondió Héctor, yendo más por ignorar la idea.
-¡Pues deberías hacerlo! -recriminó Rita- La próxima vez podría tocarle a cualquiera quedarse dormido, o algo peor. ¿O qué tal su es a ti a quien le pasa?
Ese escenario jamás se le cruzó por la cabeza. Otras veces pensó que él se iría a la tumba viendo a sus nietos tener hijos, dejando el Mercado en buenas manos mientras que Rosa le lloraba en su funeral. La sola idea de que a él le pase ahora que ellos no pasan de veinte años se le antoja demasiado prematura, antinatural. Se sabe temeroso de la muerte, pero como buen mexicano lo esconde burlándose de ella sin pensar siquiera en ello porque no le ve necesidad.
-Más te vale arreglarte con Bobby -añadió Rita-. A cualquiera le pasa que… ¡Lincoln! -gritó, interrumpida por silbido que se oyó tras el sonido de vidrio roto.
-¿Me decías? -preguntó Héctor, queriendo burlarse del incidente.
-Solo habla con él -dijo Rita, molesta por lo ocurrido-. Todo pasa por una razón y eso deberías saberlo mejor que yo.
-Si, Rita -dijo Héctor, haciéndose el agraviado con un toque de desdén-, dile que quiero hablar con él de frente, por favor. Gracias por cuidarlo… un poco -añadió antes de colgar.
-¿Terminaste? -cuestionó María.
-Esto no se acaba hasta que se acaba, m'ija.
-Regreso… pasado mañana -dijo María, bostezando luego de ver que en el mensaje que le llegó tendrá guardia para reponer las horas de retraso.
Todavía estaba molesto con él. No obstante, María dijo que vería que las cosas no se salieran de control. Empero, no por nada toda una vida como tratante le ha dado tanto material como para escribir un libro con todos sus secretos que avergonzaría a cualquier egresado de cualquier escuela de negocios… si no tuviera la flojera para ello y si sus nietos no se hubieran ido de la casa.
Entendía bien de por qué Bobby se había fugado, pero Ronnie Anne era un caso muy aparte. Solo había hecho eso una vez en México, cuando siendo niño vivía en México. Sin querer, recordó, había roto la ventana de su suegra y se fugó con Rosa por doce horas sin haber desayunado y sin tiempo por el pavor que entonces le tenía a la chancla, lo que resultó en todo el pueblo buscándolos a las seis horas y siendo descubiertos a las once en un cerro, durmiendo ambos una siesta para mitigar el hambre lo mejor que pudieron pese a estar a solo dos minutos del lugar a pie.
Pero una cosa era una chiquilladas infantil y otra muy distinta, sopesó, era dejar que saquearan la tienda que con mucho esfuerzo había levantado. Y en lo que a él respecta, tendrá que enseñarle a Bobby los puntos sobre las íes.
~o~
El auto de su madre estaba más descargado que el día anterior. Era natural, pues la mitad de su carga terminó en el sótano de los Loud, y para variar el desayuno había estado excelente pese a lo frugal y racionado.
Sin embargo, la excitación de la refriega de la madrugada seguía presente en forma de alerta. Por lo que supo, Lucy y Lana estaban ya ocupadas cavando una fosa alrededor de los patios de ambas casas apenas salió a tomar aire mientras sucedía su reprimenda por parte de Albert, escuchó las ocasionales risas de Lincoln, Ronnie Anne y Lynn y, por raro que suene, una radio frente a la cochera del 1214, la del viejo Grouse. Ya para esa hora el tiempo se había vuelto un poco más agradable, aunque no lo suficiente para tomar el sol en traje de baño como Lori y Leni buscaban hacer.
Simplemente no tiene idea de qué hacer. Por un lado, pesaba la amenaza que el abuelo de los Loud estuvo a nada de dejarle caer al hacerle saber que estuvo a nada de tener algo con Lori en la cama. Por el otro, la tensa calma que domina la cuadra ahora que los chicos, de Luna a Lisa, estaban ampliando el sistema de seguridad que la décima hija Loud implementó en su hogar el día anterior. Incluso Lynn y Lincoln, pues luego de que una flecha del arco del chico rompiera una ventana y acabó clavada en la alacena Rita decidió que sus lecciones con dicha arma se pospusieran al día siguiente. Y aunque Ronnie Anne quiso ofrecerse a ayudar, esta fue rechazada por ser invitada.
Una vez acabada la instalación, Bobby se las arregló para verse con Lori en la puerta principal de la casa del vecino. Viendo como quedó la nueva cerca, bien el anciano (pensó) les daría las gracias por el servicio por poco que los Loud le agraden. Aunque electrificada, está recubierta por unos soportes de madera que, esperan, en unas semanas esté recubierto por enredaderas con espinas, con lo que esperan que se cumpla ese mantra de "no estamos encerrados contigo, sino que tú estás encerrado con nosotros".
Desde luego, entrar a la casa ya estaba prohibido, pero ello no impidió que Lori lograse burlar un poco la seguridad de esta. Sin embargo, y eso caló hondo en el humor del latino, la cara que está tenía estaba algo decaída.
-Hola, Bebé -saludó.
-Ah, hola -suspiró Lori.
Sentándose en el porche, Bobby quiso aparentar una fortaleza que en ese momento no tenía. Cabizbaja, Lori miraba a la acera.
-Mira, sobre anoche, yo… -dijo Lori, titubeante.
-No, fue mi culpa, solo que no supe cómo… iba a cambiar todo -razonó Bobby, algo confundido.
-Fue mi culpa -replicó Lori, asumiendo-. Yo te convencí de ir conmigo, te convencí de querer… bueno, tiempo para nosotros.
Lori se siente culpable. Si no fuera porque sacudió la cama y lo despertó en el proceso, cree, la historia sería otra y ambos habrían pasado un muy mal trago.
-Solo me dejé llevar -concluyó Lori, lamentándose.
-Eso es algo que hubiera hecho, si tuviera algo más de iniciativa -lamentó Bobby.
-Supongo que ya no importa lo que hagamos ahora -añadió Lori-. Literalmente lo eché a perder.
-Siempre podemos hacer que funcione -animó Bobby.
-¿Cómo? -cuestionó Lori, bajando un poco la mirada- Mamá me dijo que tú abuelo quería hablar contigo en casa y… por favor, no me hagas decirlo.
-Siempre podemos hablar -respondió animado Bobby ante la idea-. Al menos hasta que acabe todo esto.
-Bobby, no me…
Las palabras que Lori estuvo a punto de decir murieron en sus labios, pues un súbito beso de Bobby la silenció. "No me prometas nada lo que no puedes cumplir" era lo que tenía en mente y a lo que iba a dar voz, pero por mero reflejo correspondió el gesto.
-Te prometo que volveremos a vernos cuando todo esto termine, Bebé -dijo Bobby, una vez roto el contacto-. Sin dinosaurios ni cualquier otra cosa que te moleste.
-¿De verdad?
-Te prometo que volveremos a estar como antes -reiteró Bobby, abrazando y tomando desprevenida a Lori. Y sí no volvemos a la normalidad, te juro que empezaremos de una sola manera. Juntos -añadió, tomando a Lori para besarla sin resistencia alguna.
Bobby no perdió oportunidad alguna para querer llevarse por un buen tiempo el sabor de los labios de Lori. Tal vez fuera muy ingenuo para creer que las películas que solían ver juntos daban pistas del mismo, pero si había algo que le recordó el mismo, con lo que lo asociaba, era la quínoa molida que solía tomar cada mañana antes de los entrenamientos del equipo de golf.
Lori, por su parte, se sentía más viva que cualquiera de las actrices de cine que viera hace tiempo. Acaso porque lo suyo era real o porque a aquellas mujeres se les pagaba por fingir de forma convincente, lo cierto es que se sentía como si de verdad se alzase sobre una montaña, más blanca que las perlas mientras las oscuras aguas del océano engullían todo como si de una novela de fantasía se tratara.
-¿De verdad? -preguntó Lori con la ilusión que solo da una promesa de amor roto el contacto entre sus bocas.
-Te lo prometo por mi familia que así será.
-Si ya acabaron, creo que voy a vomitar -dijo Ronnie Anne tras él, asqueada.
-¿Qué haces? -cuestionó Lori, sorprendida
-Hace media hora que me tienen esperando para irnos -respondió Ronnie Anne.
-¿Dónde estabas hace media hora? -preguntó Bobby.
-Acompañé a Lincoln por algo de pizza -respondió Ronnie Anne, rascando su nuca-. Nada especial, solo como amigos.
-Claro… -dijo Lori, desconfiando un poco.
Por desgracia, la despedida fue algo que tocó a Bobby en lo anímico. Durante el viaje de regreso y los dos retenes que se encontraron no hubo mucha objeción, y a diferencia de la ida ni siquiera pararon a comer. El paisaje, aunque monótono por ser ya los últimos días del invierno, revelaba ya algunas flores que estaban en botón o en franco crecimiento.
Apenas y hablaron en el camino. En realidad, no había mucho de qué hablar, pues luego de la breve charla de Bobby con Lori y la salida de Ronnie Anne al Explodoganza Pizza-palooza de Spunkie Pigeon, ambas salpicadas con sus respectivos tintes de amargura.
Ronnie Anne no quería decirlo, pero su salida estuvo bastante movida entre saltarse la pequeña barricada en la calle Lincoln, evitar un pequeño grupo de caballos de los que ambos ignoraban si estaban sueltos o eran de aquellos que parecían una especie de perros falderos con cinco pequeñas pezuñas en vez de un casco apenas media hora, justo antes de salir.
Apenas llegaron con media hora de diferencia respecto al día anterior. Fuera de que los retenes tomaron mucho menos tiempo, el único inconveniente fue quitarle a Margarita la laptop de Bobby. Ronnie Anne la había logrado recuperar a costa de escucharla siendo azotada -y no quiere hablar de ello- por alguien en su trastienda, aunque esos golpes sonaban como si alguien golpeara masa con las manos mojadas una y otra vez, con el único inconveniente de haber perdido todos los archivos previos existentes.
A nada de entrar al edificio, CJ ya los estaba esperando.
-¡Bobby! -saludó el chico, saltando sobre el mayor.
-¡Basta, CJ! Acabamos de llegar -replicó Bobby, agotado del viaje.
-¿Cómo han estado todos? -preguntó Ronnie Anne.
-El abuelo sigue enojado con Bobby -respondió CJ, cambiando su expresión alegre por algo más problemático.
-Y más te vale que tengas una muy buena explicación para quedarte dormido, haragán -añadió Carl, confiado-. Mejor ve preparando la almohada bajo los chones, primo, porque la vas a ocupar.
-No es lo que él piensa -intervino Ronnie Anne.
-Es su palabra frente a lo que dicen las cámaras, y lo que se ve se juzga.
Rematando, Carl sacó su teléfono y reprodujo una grabación del día anterior. No la del saqueo, sino la de la mercancía que Bobby se llevó y ahora está acomodada en el sótano de los Loud.
Abatido, Bobby quiso ir escaleras arriba, cosa que Carl impidió.
-Te quiere trabajando a la de ya -añadió-. Y no esperes que te pague por los próximos meses.
-Una palabra más y te juro que… -amenazó Ronnie Anne.
-No eres muy justo con Bobby -alegó CJ.
-¿Y por qué lo dices? -dijo Carl, pulsando la pantalla- El abuelo no vio esa grabación, a menos que…
-A menos que te lo quite -dijo CJ, quitándole el aparato en el acto.
-¡Chihuahua! -maldijo Héctor, bajando la escalera.
-A menos que vea el vídeo -remató Carl.
Si el anciano estaba relajado, ahora estaba hecho una furia.
-¿Ya quieres que entre a…? -preguntó Carl.
-¡No tengo tiempo para tus boberías, Carl! -rugió Héctor- Tu papá me dijo que ya llegó Roberto.
-Si, sobre eso, él se ro… ¡Auch!
Al hablar, Ronnie Anne le soltó un puntapié y le cerró la boca.
-¡Ya dije que no tengo tiempo para que te hagas el bobo! -continuó Héctor- Suban todos y vean una película o algo.
Sin inmutarse de su nieta, Héctor salió en dirección al Mercado.
Apenas entró, vio a Bobby y a Carlos. Sentados lado a lado en el mostrador, el chico le pidió ayuda a su tío para recuperar la menos una parte de la información que tenía en su laptop.
-M'ijo, ¿nos puedes dejar solos? -dijo Héctor.
-Apenas estábamos empezando a… -protestó Carlos.
-No te lo estoy pidiendo -aseveró Héctor-. Roberto, a la bodega.
Como si no faltase más en su cuenta, la usualmente bonachona expresión en la cara de Héctor se tornó en un gesto severo, más todavía en cuanto cerró la puerta.
-¿Tienes idea del tiempo que me tomó este lugar? -cuestionó Héctor.
Bobby no respondió.
-Desde la tienda de mis papás en México me tomó más de cincuenta años -respondió Héctor, calmado-, y todo para que mi nieto más tonto dejara que se llevara todo. Más de cincuenta… años de mi vida.
-¿No es mucho tiempo? -preguntó por fin Bobby.
-Es más de lo que vivieron tu tío y tu mamá, Roberto, y no voy a dejar que nadie me arrebate lo que pensaba dejarle a mi familia -continuó Héctor, algo contundente-. Ni siquiera mis nietos.
Bajando la mirada, Bobby comprendió. Tal vez sea un negocio familiar, pero por lo ocurrido el día anterior no cabía dudas de que lo echó a perder.
-Vas a pagar todo lo que se llevó esa gente de tu sueldo -sentenció Héctor-. Carl me hizo el favor de hacerme el inventario de todo lo que se perdió después de que vino Par, así que no tendrás muchos problemas para hacerlo. ¿Te queda claro? -Bobby asintió.
-Si, abuelo -suspiró resignado Bobby.
-De entrada, sin teléfono ni tablet o laptop. No quiero que andes distraído.
-Si, abuelo… -repitió Bobby con un leve sonsonete.
-Y tus horas de trabajo serán eso, de trabajo -añadió Héctor-. Cualquier asunto que tengas tendrá que esperar a que termines.
-Si, abuelo.
-Y se acabaron las llamadas a Lori en el trabajo y después de las nueve -terminó Héctor-. El recibo de la luz nos llegó bastante caro.
-Pero…
-¡Sin peros! Ahora ve a descansar un poco. Mañana va a ser un día pesado.
Derrotado, el chico subió al departamento 2-B y fue directo a su cuarto, ignorando los llamados de Rosa para que comiera algo siquiera. Aunque este no estuviera muy decorado -más por falta de tiempo que por gusto) a diferencia de la habitación que tenía en Royal Woods, le pareció por un momento lo más cercano a un santuario en todo el mundo.
Pensando sobre sí avisarle a los Loud que acaba de llegar o dejarlo para la mañana, se tendió en la cama, aunque por un segundo le cruzó la idea de que podría no volver jamás a su lugar de nacimiento. Misma que tuvo que rechazar por su Bebé y la promesa que le hizo antes de partir.
~o~
16 de Agosto de 2024
Disculpen el retraso, pero gue por causas ajenas a mi control (ese día tocó lavandería, estuvo lloviendo y hubo un arduo trabajo de edición), pero debo admitir que este es, hasta ahora, el capítulo más reciente de los que han salido. De una idea surgida en medio de una conversación para terminar con lo que creo fue una tormenta de ideas que terminé descartando o mejorando según fuera el caso, con la ya consabida asesoría. Y en mi ya no tan humilde opinión, es el más largo, espero.
Para el principal punto de vista, la lectura obligada es Era de Cenizas. Esta cita es el lado de los Casagrande, así como el particular de Bobby de lo ocurrido ese día y noche, así como eventos inmediatamente posteriores. Para cualquier duda, con El Caballero de las Antorchas al respecto. Viejo...
Puede que hayan cosas que en esta historia, difieran de lo visto en lo ya escrito en las distintas historias del Shadowverso, pero eso es normal cuando se trabaja en base a historias de otras personas, a veces los detalles no están claros y toca improvisar, otras veces la memoria suele olvidar ciertas cosas. Así que no se molesten si ven que una cosa se ve diferente en ambos fics.
Recuerden también que siempre pueden preguntarme directamente, me gusta responder dudas sobre este universo.
Un dato curioso. La cita que hoy nos abre puertas procede de la canción Wolfpack, de la banda sueca Sabaton. Banda que últimamente se ha vuelto de cabecera al lado de Sonata Arctica, los proyectos de Luca Turilli y Helloween. Los encabezados por el señor Broden relatan numerosos hechos de armas, y el cómo se condujeron los saqueadores tanto en Great Lakes City como en Royal Woods me recordó la inquietud que rondaba entre los convoyes de cargueros en el Atlántico durante las primeras fases de la IIGM descritos en dicha canción de su álbum Primo Victoria.
Respondiendo.
Pedro Alonso Buby Huayanay Zam, ya se dijo. A pesar de ser esto un complemento, decidir sobre la canonicidad recae en El Caballero de las Antorchas. Segundo punto, Jordan chica está más bien como una suerte de ama de llaves (hasta donde recuerdo), pero es terreno que no hollaré todavía hasta tener de nuevo una idea general de lo que planeo para Lola. A ella, Lola le interesa un reverendo carajo. Y el tercer punto... no. Más que crossovers, me interesan las ambientaciones. Para rápido, te recuerdo No muevan un músculo, ambientado en los eventos posteriores a Mundo Jurásico: Reino Caído, por el aniversario de Parque Jurásico y el estreno de Mundo Jurásico: Dominio, mismo del cual ya tengo esbozada una precuela con un protagonista inverosímil en el fandom de TLH.
J0nas Nagera, pues ¿qué decir? Cuando la tormenta llega en serio, el optimista es el primero en desesperar. Sobre todo cuando se es joven. Carl, en lo personal, si es muy desesperante, y si, pero por ahora la cosa entre Santiago y Chang está estable. Lo quesoporta... Carlota. Si entendí bien el concepto de "evento canon", temo que a Carlota ya le llegó el suyo. El remedo de Big Al hizo de las suyas. Parafraseando lal doctor Hibbert, aquí entre nosotros y mis revistas de la cabecera, me alegró acabar con Ernesto Estrella, aunque me queda el mal sabor de boca de que él será de los envidiados.
Espero ya tener lista y aprobada la siguiente cita. Todavía hay un largo descenso al infierno. Por ahora...
Sigan sintonizados
Sam the Stormbringer
y
El Caballero de las Antorchas
