Los personajes usados en este Fanfic son propiedad de su autor, yo solo poseo la historia. Espero esta historia sea de su agrado, no se olviden de comentar y compartir para llegar a más lectores.

Anissa, lo mejor de mi vida.

Prólogo

Italia, esa tierra donde los amaneceres pintan el cielo con tonos dorados y las tardes lluviosas invitan a la melancolía, era el hogar de Anissa. Con solo siete años, sus ojos verdes reflejaban una curiosidad inocente que contrastaba con la ausencia materna que envolvía su vida. Nunca había conocido a su madre, solo la conocía a través de los cuentos que su padre, Kojiro Hyuga, le narraba con amor y nostalgia.

Kojiro, un exjugador de la Juventus que lo había dado todo por su carrera y su hija, la había criado solo, volcando en ella todo lo que le quedaba de su corazón. Pero el peso del pasado lo perseguía, un pasado que él había intentado sepultar bajo sonrisas y caricias paternas.

Una tarde gris, cuando el eco de la lluvia llenaba la casa, la puerta principal resonó con una llamada inesperada. Al abrirla, Kojiro se encontró frente a un hombre imponente: alto, rubio, con ojos azules que parecían ver más allá del tiempo. Era Karl Heinz Schneider. En sus labios se dibujó una verdad que desgarró el silencio: "Vengo por mi hija."

La presencia de Karl reabrió heridas que Kojiro había enterrado hacía mucho tiempo. Recordó a Abril, la mujer que había amado como nunca antes. Ella, una joven italiana de espíritu indomable, había llegado a Japón buscando huir de un destino impuesto, de un matrimonio arreglado con un hombre al que no amaba. En ese país lejano, en los pasillos del colegio Toho, se había cruzado con Kojiro. Su amor fue rápido, explosivo, como dos fuegos que al encontrarse se consumen con intensidad. Ella, tan libre y viva; él, tan intenso y protector.

Sin embargo, su amor estaba marcado por la tragedia. Karl, el mejor amigo de Kojiro en su juventud, también había conocido a Abril y, en algún punto de ese fatídico triángulo, el amor y la traición se habían entrelazado. Abril amaba a Kojiro con toda su alma, pero Karl también había dejado una marca imborrable en su vida, y de esa encrucijada, nació Anissa.

La despedida de Abril había sido cruel y llena de incógnitas. Había dejado a Kojiro una carta breve y fría. Había desaparecido de su vida, sin más explicación que el deber. Pero ahora, con Karl de pie en la entrada de su casa, Kojiro entendía que la historia no era como él la había imaginado. El hombre que ahora afirmaba ser el verdadero padre de Anissa no solo traía verdades ocultas, sino también una tormenta de emociones que amenazaba con destruir el mundo que Kojiro había construido.

Anissa, ajena a los secretos que se cernían sobre ella, jugaba en su habitación, ajena a la tensión que se cocía en la sala de estar. Kojiro, con el rostro serio, invitó a Karl a sentarse. Tenía que escuchar la historia completa, por el bien de su hija y por el bien del amor que aún latía, a pesar de los años, por Abril.

Karl, con voz grave pero cargada de emoción, comenzó a desentrañar los hilos del pasado. Abril, atrapada entre dos amores, había tomado la decisión más difícil: abandonar a ambos, dejando a su hija en manos de quien creyó que la amaría mejor. Y aunque había muerto años atrás, su legado permanecía vivo en Anissa, en esos ojos que no solo eran el reflejo de su madre, sino el testamento de un amor que no había conocido límites.

El relato de Karl golpeó a Kojiro con la fuerza de un tsunami. Recordó cada momento con Abril, cada risa, cada susurro en la oscuridad. Pero también recordó el dolor de la traición, el vacío de su partida. Ahora, debía tomar una decisión: compartir a Anissa con Karl o luchar por mantener a la única familia que había conocido.

La lluvia arreciaba afuera, como si el cielo también compartiera el peso de ese momento decisivo. Cuando Karl terminó de hablar, el silencio se hizo denso, casi irrespirable. Ambos hombres se miraron, conscientes de que lo que estaba en juego no era solo la verdad, sino el futuro de Anissa.

Kojiro se levantó, con el corazón hecho pedazos pero con una claridad nueva en su mirada. Era tiempo de enfrentar el pasado, de aceptar que el amor, por más profundo que sea, no siempre es suficiente para salvarnos del destino.

Anissa bajó las escaleras en ese momento, atraída por la conversación que ya no podía ignorar. Sus ojos verdes, idénticos a los de Abril, se posaron en los dos hombres. Karl la miró con una mezcla de asombro y emoción contenida. Kojiro, por su parte, la tomó de la mano con suavidad.

—Anissa, quiero que conozcas a alguien —dijo con una voz firme, pero teñida de tristeza—. Este es Karl... tu otro papá.

El tiempo pareció detenerse en esa pequeña casa italiana, mientras la vida de Anissa daba un vuelco inesperado. Pero en el fondo, en el centro de todo, el amor que tanto Kojiro como Karl sentían por ella era lo único que importaba. El pasado había sido cruel, pero el futuro aún podía tejerse con hilos de esperanza.

Continuará...