"Erin Dune"

Snape no apartó la mirada de Erin Dunne mientras ella tomaba asiento en la mesa de los profesores. Había algo en su postura y en la manera en que observaba el Gran Comedor que le resultaba inquietante. No era solo su apariencia—el cabello rubio y los ojos carmesí la hacían destacar, pero era la agudeza en su mirada, la manera en que parecía evaluar cada rincón de Hogwarts, lo que lo ponía en alerta.

La cena transcurrió en silencio, pero Snape podía sentir la tensión en el aire. Sabía que Dunne había aspirado a la posición de profesor de DCOy que, al no conseguirlo, había aceptado Herbología como un premio de consolación. Este resentimiento apenas disimulado la convertía en una presencia incómoda. Él, que había sobrevivido a la guerra, a la constante amenaza de ser descubierto como doble espía, y al dolor de perder a la única persona que había amado, no se iba a dejar intimidar por una recién llegada que pensaba que podía de alguna forma intimidar o que iba a poder relevar tan sencillo su posición en Hogwarts una vez el se fuera, la miro y penso que seria un entretenimiento durante ese año.

Terminada la cena, Snape decidió que no iba a darle a Erin Dunne la satisfacción de un enfrentamiento, pero tampoco iba a ignorar su presencia. Se levantó de la mesa con su habitual elegancia y se dirigió hacia ella.

—Profesora Dunne —dijo con su voz suave, pero cargada de significado—Espero que encuentre el invernadero de su agrado. Es un lugar fascinante que creo le sienta mejor que a la posición a la que aspiro-dijo con sorna.

Erin Dunne mantuvo su expresión calmada, pero por dentro hervía de rabia. La condescendencia en la voz de Snape, su insinuación de que ella no era digna del puesto de Defensa Contra las Artes Oscuras, era un insulto que no podía pasar por alto. Había llegado a Hogwarts con la intención de asegurarse de que los estudiantes estuvieran preparados para enfrentar el atisbo que ella sabía aún quedaba tras las paredes de Hogwarts al terminar la guerra, pero como iba a saberlo aquel mago, Erin suspiro, no estaba ahí para competir en un juego de poder con un hombre que creía que su experiencia en la guerra le daba derecho a juzgar a los demás.

—Gracias, Profesor Snape —respondió, su tono igual de suave pero con un filo cortante—. Estoy segura de que el invernadero será un reto…por ahora…confío en que usted guiará bien a los estudiantes de DCAO, después de todo usted debe de tener la experiencia-

Snape se detuvo por un instante, sus ojos oscuros escudriñando a Erin con una mezcla de irritación e intriga. Era evidente que ella estaba jugando a un juego diferente, uno en el que no muchos se atrevían a entrar con él. La insinuación en su comentario no pasó desapercibida.

—La experiencia es algo que viene con un costo, profesora Dunne —replicó Snape, su tono cuidadosamente neutral pero con un borde afilado—. Estoy seguro de que ha leído sobre mis… aportes, en las columnas del Profeta-

Erin sostuvo su mirada con una confianza que lo desconcertó. Había un destello de desafío en sus ojos carmesí, como si le estuviera lanzando una provocación silenciosa.

—El Profeta, sí… —respondió Erin con una sonrisa que no alcanzó sus ojos—. Una fuente tan… fiable para aquellos que buscan entretenimiento. Aunque debo admitir, siempre he preferido informarme de… otras maneras-

La insinuación fue clara: Erin sabía más de lo que estaba dispuesta a admitir en público. Snape, siempre astuto, notó cómo esquivaba el tema de su papel en la guerra sin negarlo ni confirmarlo.

—¿Una admiradora, entonces? —Snape dejó escapar una risa suave, cargada de sarcasmo—. Es fascinante cómo ciertos… eventos pueden convertir a algunos en figuras tan intrigantes- dijo procaz

Erin sonrió, pero no cayó en la trampa.

—Admiradora, no exactamente. Pero digamos que siempre he tenido un interés particular en las personas que saben jugar en ambos lados del tablero. Hay lecciones valiosas que aprender de… ciertas experiencias.

La indirecta era clara como el agua. Erin estaba al tanto de su pasado como espía, pero se cuidaba de no revelarlo abiertamente. Snape, por su parte, sentía que la joven profesora estaba probando hasta dónde podía llegar en su conocimiento, y eso lo ponía en alerta. Pero no iba a mostrar sus cartas tan fácilmente.

—Es bueno saber que tiene un… sentido de la curiosidad —dijo Snape con un tono que apenas escondía su sarcasmo—. Sin embargo, Hogwarts es un lugar para los hechos, no para las fantasías del Profeta.

Erin, con un aire de elegancia innata, asintió como si la conversación no le afectará en absoluto.

—Estoy de acuerdo. Los hechos son lo que realmente importa, ¿no es así? —dijo, sus ojos brillando con un destello desafiante—Pero me temo que tengo algunas responsabilidades que atender. Estoy segura de que tendremos muchas más oportunidades para… intercambiar puntos de vista, profesor Snape-

Con esa última declaración, Erin se giró con una gracia casi etérea y salió del Gran Comedor, dejando a Snape con sus pensamientos. Los demás profesores que habían estado observando la interacción desde sus lugares intercambiaron miradas sorprendidas y curiosas. No era común ver a alguien enfrentarse a Snape de esa manera y salir ileso.

McGonagall, que había estado observando la interacción con creciente interés, esbozó una pequeña sonrisa aprobatoria, admirando la manera en que Erin manejaba la situación.

Snape, por su parte, sintió una punzada de irritación mezclada con un respeto a regañadientes. No estaba acostumbrado a que lo trataran con tanta astucia, especialmente cuando él mismo era un maestro en el arte de la ironía y el sarcasmo.


Los dias habían pasado Erin evitaba a toda costa el conflicto con Snape no estaba ahí para chocar con él, sin embargo a veces era casi imposible contenerse cuando el evidemente no lo ponía sencillo, estaba en el invernadero en donde había dedicado a estar durante ese periodo tenía una meticulosa organización, terminó de alistar las últimas cosas para sus clases. Había puesto a punto las nuevas especies de plantas que había traído, preparándose para el nuevo curso, y se sentía satisfecha con el ambiente que había creado. El lugar estaba lleno de la fragancia de tierra fresca y el leve murmullo de las hojas moviéndose con la brisa.

Snape entró sin hacer ruido con su habitual actitud despectiva y una expresión de total concentración mientras se dirigía a la bodega de plantas que había estado organizando algunos frascos en una mesa cercana, lo observó con curiosidad en silencio. No podía evitar notar el aire de familiaridad y la forma en que Snape parecía no tener la menor intención de pedir permiso para tomar lo que necesitaba. Su actitud arrogante y segura de sí misma estaba a punto de encontrar una oposición inesperada.

Snape se dirigió hacia una estantería, examinando las plantas con una eficiencia que solo alguien con su experiencia podría lograr. Su intención era clara, estaba buscando ingredientes para pociones, algunas de las cuales, Erin dedujo, debían ser para contrarrestar los efectos de la mordedura de determinadas serpientes. Sabía que Snape había tenido problemas con los efectos de la mordedura de la serpiente de quien tu sabes pero no sabia que tan cierto era aquello, lo miro aun en silencio, el hombre que había tomado la responsabilidad de conseguir los ingredientes necesarios sin pedir ayuda a Poppy Pomfrey, quien sería su opción obvia.

Erin decidió que era el momento de hacerle saber que ya no podía actuar como si el invernadero le perteneciera. Con un leve resoplido, se aclaró la garganta de manera deliberada.

—Profesor Snape —dijo con una voz que no dejaba lugar a dudas sobre su propósito— Me parece que está haciendo uso de mi invernadero sin permiso-

Snape, al principio, no la reconoció, inmerso en la búsqueda de lo que necesitaba. Pero al escuchar su voz, levantó la vista y, con una mirada que era una mezcla de sorpresa y disgusto, se volvió hacia ella.

—Profesora Dunne —dijo con un tono que apenas ocultaba su irritación—Simplemente tomó algunos ingredientes, no demorare y podrá seguir con sus plantas- aseguró el minimizando lo que hacía.

Erin no se movió, manteniéndose firme en su posición mientras lo miraba con un desafío claro en sus ojos. Había notado cómo Snape había empezado a husmear entre sus pertenencias, y no iba a permitir que eso continuara sin intervenir.

—Aunque entiendo que pueda estar acostumbrado a tomar lo que necesita sin pedir permiso, debo recordarle que esta área ahora está bajo mi responsabilidad —dijo, su tono cortante pero educado—. Y si desea obtener algo, lo correcto sería solicitarlo primero-

Snape frunció el ceño ligeramente, notando el tono que usó. No estaba acostumbrado a que le hablasen así, especialmente en un lugar donde él solía moverse con completa alzó una ceja, claramente no acostumbrado a que le pidieran cuentas, y mucho menos por alguien que apenas había comenzado a trabajar en Hogwarts.

—¿Y cómo exactamente piensa hacer cumplir esta regla, profesora Dunne? —inquirió, su sarcasmo a flor de piel—. ¿Que le haga una solicitud formal para tomar unos simples ingredientes?

Erin dio un paso adelante, su postura imponente y su voz firme.

—Olvide del manuscrito si tanto le cuesta pedirlo por favor. Me parece que en Hogwarts, el respeto por el espacio y las pertenencias de los demás es esencial. Si necesita algo de este invernadero, estaré encantada de ayudarle, pero primero debe preguntar. No es solo una cuestión de protocolo, es cuestión de respeto-dijo al fin tajante

—De acuerdo, profesora Dunne —dijo Snape con una pequeña inclinación de cabeza—. Tendré en cuenta su solicitud- mencionó con hostilidad aun asi tomando un par de cosas más-

Snape se dio media vuelta para salir del invernadero, pero antes de hacerlo, lanzó una última mirada a los objetos de Erin. Su análisis rápido había confirmado que ella había estado en lugares que él mismo había visitado, y había una calidad en su equipaje que hablaba de experiencia y conocimiento en las pociones.

Mientras Snape se preparaba para salir del invernadero, Erin lo detuvo con un gesto decidido. Se acercó a él y, con un aire de autoridad, le extendió un pequeño frasco con un ingrediente que no había estado entre los que él había tomado anteriormente.

—Profesor Snape —dijo, su voz cargada de una mezcla de cortesía y desafío—. Creo que este ingrediente será más adecuado para la poción que está preparando. A veces, la calidad de los ingredientes puede marcar una gran diferencia, a la próxima solicítemelo-

Snape miró el frasco con una expresión de sorpresa, y luego levantó la vista hacia Erin. Su mirada era un curioso cruce de incredulidad e incomodidad. Finalmente, tomó el frasco con una inclinación de cabeza que, aunque breve, indicaba un reconocimiento de su gesto.

-Aprecio su… sugerencia-dijo mordaz.

Con una última mirada a Erin, Snape se dirigió hacia la salida del invernadero, con el frasco en la mano.


Snape se inclinó sobre su caldero, observando cómo la poción cambiaba de color lentamente hasta alcanzar el tono exacto que buscaba. Mientras vertía los últimos ingredientes, su mente volvió, casi sin querer, a la figura de Erin Dunne. La verdad era que el ingrediente que ella le había dado había resultado ser más efectivo de lo que esperaba. Aunque no le gustaba admitirlo, había subestimado su conocimiento.

Cortó de inmediato esos pensamientos, Tenía otras preocupaciones, como su constante lucha contra los efectos de la mordedura de Nagini. De mala gana, se dio cuenta de que tendría que ir a la enfermería para que Poppy Pomfrey le aplicara un ungüento especial en el cuello. Odiaba depender de otros pero la posición de la herida no le dejaba otra opción.

Al llegar a la enfermería, la sala estaba tranquila, con la luz suave del atardecer filtrándose por las ventanas. Poppy Pomfrey, siempre perceptiva, le dirigió una mirada que indicaba que había estado esperando su visita.

—Siéntate, Severus —dijo con un tono que no admitía discusión, mientras preparaba el ungüento—. Esto no tomará mucho tiempo.

El ambiente estaba impregnado con el aroma de pociones curativas y ungüentos, creando un entorno reconfortante y conocido para él. Mientras Snape se acomodaba en la silla para que Poppy pudiera aplicar el ungüento, ella comenzó a trabajar con movimientos precisos y cuidadosos.

—Entonces, ¿cómo va la preparación para el nuevo año? —preguntó Poppy, sus manos ocupadas pero sus ojos fijos en él con una curiosidad maliciosa—. Y, si no es indiscreción, ¿qué piensa de la nueva profesora, la profesora Dunne?-

Snape abrió los ojos y la miró con una mezcla de irritación y desinterés fingido.

—No le doy importancia —respondió con su habitual frialdad—. Es simplemente una nueva incorporación al personal, despues de que me vaya se quedara con mi puesto, solo espero que Dumbledore no se equivoque…como siempre lo hace- aseguro.

Poppy sonrió, como si hubiera esperado exactamente esa respuesta.

—Sabes, Severus, ella no es una simple profesora, que quiere quedarse con tu puesto Erin era antes aurora, Y no cualquier aurora, estuvo en Azkaban, poco antes de la caída de Voldemort me parece que tuvo problemas con alguien cercano que descubrió que era un mortífago aristócrata que ayudaba en el ministerio a Voldemort, ella sin dudarlo, lo mató, y la mandaron presa, claro al caer Voldemort, Dumbledore la ayudó a salir de ahí, pero se que la mujer tiene que estar en Hogwarts un año al menos porque algunos de tus ex colegas aun la buscan…-

Snape sintió un leve escalofrío al escuchar esa revelación. No lo había sabido, y ahora esa pieza de información añadía una nueva capa de complejidad a esa mujer. Sin embargo, no dejó que sus emociones se reflejaran en su rostro.

—una pieza de ajedrez más de Dumbledore, otro secreto más de ese viejo, que singular —dijo sarcástico, tratando de mantener su tono indiferente.

Poppy, sin embargo, no se dejó engañar. Continuó hablando mientras aplicaba la última capa de ungüento.

—Conoce a Dumbledore desde hace mucho tiempo. Le ayudó en su ausencia y durante la guerra, cuando todos estábamos luchando para mantenernos con vida. Es sorprendente que no supiéramos de ella, ni siquiera tú Severus, pero… Claro, estabas… muy ocupado con tus propios asuntos, pero tal vez ahora que tienes una nueva oportunidad de vivir, deberías prestar más atención a las personas a tu alrededor- dijo con seguridad Poppy.

Snape permaneció en silencio, absorbiendo la información. Había algo en las palabras de Poppy que le inquietaba, una verdad que no quería admitir. A lo largo de los años, se había aislado tanto en su misión y en su dolor que había dejado de ver a las personas como individuos con sus propias historias y sufrimientos.

—Gracias, Poppy —dijo finalmente, levantándose una vez que terminó con el ungüento- que platica tan particular- mencionó con un hilo de fastidio y se fue.


Al día siguiente, mientras los estudiantes se preparaban para regresar a Hogwarts, Dumbledore convocó a una reunión de los profesores para asignar las rotaciones de los turnos de guardia. Era un ritual anual, pero este año, el tema de la asignación generó un murmullo de descontento entre el personal, especialmente cuando Snape se mencionó como uno de los profesores asignados para los turnos nocturnos, tan habituado a esos turnos gracias a su misión de Potter que ya casi aseguraba que nuevamente los tendría como cada año.

Los profesores estaban en una acalorada discusión sobre cómo evitar los turnos menos deseables, evitando directamente los horarios que se cruzaban con el de Snape. Los murmullos y susurros llenaban la sala mientras cada uno expresaba su preocupación.

—No quiero el turno de la noche—decía Filus—. Es imposible para mí-aseguraba

En medio del desorden, Erin levantó la mano, llamando la atención de todos. Al principio, los demás profesores la miraron con sorpresa, ya que había preferido mantenerse al margen de tales discusiones.

—Profesor Dumbledore —dijo Erin con calma, pero con una firmeza evidente—.Si todos evitamos los turnos que incluyen la noche, estamos eludiendo al trabajo, sin problemas yo podría hacerme cargo sola..-

El murmullo en la sala disminuyó, y algunos profesores se miraron entre sí, cuestionando si tal afirmación realmente valía la pena considerar. Dumbledore, con una expresión de satisfacción en su rostro, asintió lentamente.

—Muchas gracias Erin—dijo Dumbledore, mirando a Snape con una ligera sonrisa— agradezco esa actitud más colaborativa, pero pese a saber de tu conocimiento, las guardias se hacen de dos profesores, supondré que no será un obstáculo realizarlas con Snape…-

Snape, que había estado al margen de la discusión, escuchó el comentario de Erin y se giró hacia ella. Una sonrisa sardónica apareció en sus labios mientras la miraba.

—¿Así que ahora está abogando por mis turnos, profesora Dunne? —dijo Snape, su tono cargado de ironía—. Me alegra ver que ya ha tomado su lugar en la comunidad Hogwarts con tanto entusiasmo, seguramente será una buena ayudante-

Erin no se inmutó ante el sarcasmo. Su rostro permaneció impasible mientras mantenía su postura.

—Suficiente —dijo Dumbledore, su voz tranquila pero llena de peso—. No hay lugar para discutir si Erin ya se, ofreció. Las guardias nocturnas se realizarán en equipo, como siempre ha sido. Y me parece que será muy instructivo para ambos profesores trabajar juntos durante este año-agrego al fin.

Snape apretó los labios, frustrado por haber sido interrumpido, pero también consciente de que no había nada que pudiera hacer al respecto. Dumbledore había hablado, y cuando él hablaba, incluso Snape sabía cuándo detenerse.

Con la reunión concluida, los profesores comenzaron a dispersarse. Snape, sin embargo, tenía otros planes. No tenía intención de dejar que Erin pensara que había ganado esa pequeña confrontación. La seguiría y dejaría en claro que no toleraría ninguna intromisión en su territorio.

Sin embargo, cuando estaba a punto de interceptarla en uno de los pasillos, algo lo detuvo en seco. A lo lejos, en un rincón poco iluminado del corredor, vio una figura que no esperaba ver en Hogwarts: Draco Malfoy, quien había mantenido un perfil bajo desde la caída de Voldemort y con el encarcelamiento de su padre, estaba inclinado sobre Dune, hablándole en voz baja, pero con una intensidad que no podía pasar desapercibida.

Erin, aunque visiblemente tensa, mantenía su compostura. Pero la proximidad de Draco y su postura amenazante despertaron una alarma inmediata en Snape. No podía oír lo que Draco le decía, pero el tono era suficiente para hacerle entender que no era una conversación amistosa.

Snape avanzó rápidamente, su capa ondeando tras de él como una sombra. Draco, al notar su presencia, se giró ligeramente, sus ojos fríos encontrándose con los de él. Una sonrisa venenosa apareció en el rostro del rubio.

—Severus —saludó Draco, su voz suave pero cargada de malicia—. Qué sorpresa verte por aquí, creí que estarías de retiro ya ,estaba teniendo una pequeña charla con la profesora Dune. Una conversación… educativa, podría decirse.-

Snape mantuvo su mirada fija en el rubio, evaluando la situación. Aunque sus caminos habían divergido desde la caída del Señor Tenebroso, Snape sabía que Draco seguía siendo una figura peligrosa, incluso en su aparente caída familiar en desgracia.

—Draco —respondió Snape, su voz fría como el hielo—. No recuerdo que tuvieras ninguna razón para estar en Hogwarts-

-Severus…ahora que mi padre está ocupado…, me he dado el lujo de asumir su posición en muchos de sus negocios, entre ellos el formar parte del comité de Hogwarts…así que me verás muy seguido, claro hasta que mii padre salga..-afirmo el rubio con suficiencia-

Erin observó el intercambio en silencio, sin perder la calma, pero también sin ceder un solo centímetro ante Draco. Snape notó la firmeza en su postura, y aunque no lo mostró, internamente aprobó su actitud. No era alguien que se dejaría intimidar fácilmente.

Draco hizo un ademán despreocupado, aunque sus ojos brillaban con una amenaza apenas velada.-Ademas solo estaba poniéndome al día con una vieja conocida. Pero ya que estás aquí, creo que este es un buen momento para retirarme. No quisiera causar ningún inconveniente- aseguró el rubio.

Con una última mirada a Erin, Draco se giró y se marchó por el pasillo, su andar elegante, pero con un aire de peligro latente. Snape observó cómo se alejaba antes de volver su atención a Erin.

Erin caminaba por el pasillo, sintiendo la presencia de Snape siguiéndola a corta distancia. agradecía, aunque a regañadientes, su intervención con Draco, pero ahora lo único que quería era alejarse de esa conversación incómoda. Sin embargo, Snape no parecía dispuesto a dejar el tema sin respuestas.

—¿Qué relación tienes con los Malfoy? —preguntó Snape, su tono más inquisitivo que amigable.

Erin se detuvo en seco, girándose para mirarlo con una expresión cansada, aunque mantuvo la compostura.

—¿Por qué es relevante para ti, Snape? —respondió ella, con una nota de irritación en su voz—. No todo en este castillo gira en torno a ti y tus interrogantes.

Snape, poco acostumbrado a que lo desafiaran de esa manera, no se inmutó, aunque su mirada se hizo más penetrante.

—Después de lo que vi, tengo motivos para cuestionar. Los Malfoy no son personas con quien uno simplemente "habla". Quiero saber por qué estas en su radar- aseguro desconfiado

Erin lo miró fijamente, sintiendo cómo la presión de la conversación crecía. No tenía ganas de hablar sobre su conexión con los Malfoy, pero Snape no parecía que fuera a ceder y ella sabia mas de lo que el creía.

Finalmente, soltó un suspiro, harta de la insistencia de Snape, y decidió dejar las cosas claras.

—No soy la única en este castillo con una conexión cercana a los Malfoy, Snape, por eso se de ti—dijo con frialdad, sus ojos carmesí destellando con un brillo de desdén—Pero ya que insistes tanto, te lo diré. Soy la madrina de Draco Malfoy-

Snape se quedó inmóvil, sus ojos oscuros parpadeando por un momento de incredulidad. Esa no era la respuesta que esperaba. Erin, al ver su expresión, continuó, su tono afilado.

—Sí, Narcissa y Lucius me pidieron que asumiera ese papel después de que tú rechazaste la oferta. Fue un rol que acepté porque Draco necesitaba a alguien que lo guiara y lo protegiera, especialmente durante esos tiempos oscuros-

La mente de Snape trabajaba rápidamente, recordando comentarios vagos de Narcissa y Lucius a lo largo de los años, detalles que en su momento no había considerado importantes. Nunca se había detenido a pensar en quién había ocupado el lugar que él había rechazado.

—Así que esa es la razón —murmuró Snape, casi para sí mismo, sus pensamientos alejándose brevemente de la conversación. Erin, notando que había captado su atención de una manera que no esperaba, aprovechó el momento para dejar clara su posición.

—Así que ahora que lo sabes, espero que no tengas más preguntas sobre mi relación con los Malfoy —dijo Erin con firmeza—

Snape permaneció en silencio, su mente aún procesando la revelación. Erin, sin esperar una respuesta, lo miró con una mezcla de molestia y determinación antes de darse la vuelta para marcharse.

—No todo gira en torno a ti, Severus, dedícate a alejarte esta vez... —dijo ella mientras se alejaba—. Y no todos los secretos necesitan ser desenterrados.

Snape observó cómo Erin se alejaba, sin intentar detenerla esta vez. Sus palabras resonaron en su mente, y por primera vez en mucho tiempo, Snape se encontró cuestionando algunas de sus decisiones pasadas. Erin Dunne había demostrado ser mucho más que una simple rival en Hogwarts; era una mujer con una historia profunda, una que ahora estaba entrelazada con la suya de maneras que aún no podía comprender del todo.