Hola queridos lectores, se que aun no se animan a dejar un pequeño comentario, pero seguire abierta, ac continuación les dejo este capitulo que al final los llenara de una sopresa si han estado esperando, que culmine al fin lo que ambos personajes llevan arrastrando desde el carruaje e incluso un poco antes.
la banda sonora recomenda es la siguiente:
Keane- SomewhereOnly we know
Weast Coast -Lana del Rey
Encuentros inesperados
Snape había pasado el día evitando a Erin con una determinación que pocos en Hogwarts podrían igualar. Caminaba rápidamente por los pasillos, desviando la mirada cuando la veía a lo lejos, y se encerraba en su despacho en cuanto percibía su presencia cercana. Cada encuentro fortuito se convertía en una excusa para aumentar la distancia entre ellos, su deseo de evitarla era palpable.
Erin, por su parte, intentaba parecer indiferente, pero la lejanía impuesta por Snape no pasaba desapercibida. A pesar de su esfuerzo por mantenerse distante, no podía evitar notar el desdén que él demostraba, especialmente en los momentos en que se cruzaban las miradas. Incluso durante las clases compartidas con los aprendices, la incomodidad era evidente. Snape trataba de mantener su distancia con comentarios ácidos y gestos cortantes, pero sus acciones solo reforzaban la sensación de tensión en el aire.
Lo que nadie sabía era que, detrás de esa fachada de indiferencia, Snape estaba internamente confundido. Luchaba con sentimientos y pensamientos que no podía comprender ni manejar adecuadamente. La imagen de Erin Dune lo perturbaba profundamente, y su incapacidad para descifrar sus emociones lo llevaba a una lucha interna que lo dejaba más desorientado y frustrado de lo que estaba dispuesto a admitir.
A pesar de la distancia que Snape había impuesto, había algo que no concordaba en su comportamiento. Aunque él se esforzaba por evitar cualquier interacción directa con Erin, de alguna manera se encontraba cruzándose con ella con una frecuencia inesperada. Mientras Erin se dedicaba a cuidar a Lucas, observando al niño con una preocupación silenciosa, Snape la observaba desde la distancia, analizando cada uno de sus movimientos con una intensidad casi imperceptible.
El pequeño Lucas, entrenado para estar alerta ante cualquier situación, notó esta dinámica con curiosidad. A sus ojos, la constante vigilancia de Snape hacia su madre parecía un juego divertido,ya que pocas personas eran capaz de escabullirse a su madre. casi como si hubiera un patrón en su comportamiento que no encajaba con la animosidad que él había estado demostrando. Mientras Erin estaba absorta en sus cuidados a la distancia, Snape se mantenía en las sombras, sus ojos fijos en ella, tratando de descifrar lo que estaba ocurriendo en su interior.
Para cualquiera que los observase de lejos, la interacción entre ellos podría parecer accidental o incluso banal. Sin embargo, para Lucas, la dinámica que rodeaba a los adultos era evidente, y su instinto le decía que había algo que no podía comprender, con la inocencia de creer que aquello solo era un juego.
Por otro lado Snape, no podía evitar la sensación incómoda que le provocaba algo de ese niñ niño lo observo en algunas ocasiones con una curiosidad, notandolo enseguida . Snape trataba de ignorarlo, pero no podía sacudirse la incomodidad cada vez que veía esos ojos rojos que tanto le recordaban a Dune y al verlo mas detenidamente también a alguien más…
Finalmente, durante casi el fin del dia antes de irse con Lucius, Snape fue a la enfermería donde yacía Poppy Pomfrey y el niño, que estaba sentado en una silla con un par de galletas, Snape lo miro con una ceja levantad después se dirigió a Poppy y le solicitó un filtro para dormir, y aunque el perfectamente sabía que aquel tonico solo lo dormiría, hasta el otro dia esperando que al despertar no tuviera mas dolor, seria mejor que decirle a la bruja habia está teniendo un crecientemente dolor de cabeza, sabiendo que lo mandaría a reposar,ya que esto bien podría ser el veneno de Nagini reactivadose, asi que la bruja sin ser consciente de esto, penso que solo seria producto de la falta de sueño por las guardias, asi que asintio y fue en busca del filtro, el niño, sin preámbulo, lo miró fijamente y le preguntó con una voz inocente pero decidida
—¿Por qué sigues a mi mamá, pero no le hablas? ¿Acaso están jugando a algo? —indago Lucas, estirándose para ofrecerle una galleta con la inocencia propia de su edad.
Snape se detuvo en seco, sorprendido por la agudeza del niño. Para la mayoría, la sola presencia de Snape era suficiente para inspirar miedo o, al menos, mantener una respetuosa distancia. Incluso entre sus colegas, su forma de ser lo convertía en una figura que muchos preferían evitar. Pero aquel niño, lejos de intimidarse, lo miraba con una curiosidad desarmante, como si intentara descifrar un enigma.
—No estoy siguiendo a nadie —replicó Snape fríamente, intentando sonar indiferente, aunque sintió un nudo en el estómago al hacerlo negando la galleta.
Lucas lo observó con una expresión pensativa, no del todo convencido, y Snape sintió un remolino de emociones que hacía años no experimentaba. Había algo en la presencia tranquila del niño que lo hacía sentir vulnerable, expuesto de una manera que no comprendía. Antes de que pudiera decir algo más, una voz familiar interrumpió sus pensamientos.
— Aqui tienes Severus —dijo Poppy Pomfrey con una sonrisa traviesa, el mago tomo el filtro, pero justo cuando estaba por irse, justo llego un estudiante de Quidditch, cubierto de barro y quejándose de una lesión, Poppy de inmediato al verlo esgrimo- cuidalo-expreso
Snape giró para protestar, señalando su reloj como excusa pero Poppy no le dio oportunidad. Con la eficiencia que la caracterizaba, ya estaba atendiendo al estudiante herido.
—¿Qué? Pero yo… —Snape balbuceó, claramente incómodo con la situación. Su primer instinto fue buscar a sus aprendices.
Con una mirada de advertencia, se dirigió hacia Luna y Neville, quienes estaban cambiando vendajes a unos chicos que habían sufrido un accidente en Pociones. Sin embargo, antes de que pudiera dar instrucciones, Poppy lo detuvo con una mirada que decía más que mil palabras.
—Ellos están ocupados, Severus —dijo con un tono que no admitía discusión, dejando en claro que el cuidado de Lucas recaía completamente en él
Snape soltó una maldición entre dientes, irritado por los gritos del estudiante que resonaban en la enfermería. De repente, sintió una pequeña mano aferrarse a la suya, sorprendiendo tanto a Neville y Luna como a él. Al mirar hacia abajo, encontró a Lucas mirándolo con una expresión tranquila.
—Nana Poppy dijo que no debería ver cuando cura a sus pacientes. ¿Podemos salir afuera? —preguntó el niño con naturalidad.
Snape se tensó visiblemente, incómodo ante el contacto. —Eres lo suficientemente grande para caminar sin ir de la mano —respondió con frialdad, tratando de soltar la mano del pequeño.
Pero Lucas, sin dejar de sostenerlo, replicó cortésmente. —Pero el castillo es lo suficientemente grande para que me pierda. Si eso pasa, mi mamá se enojará.
Snape no pudo evitar sentirse atrapado por la lógica sencilla del niño. A regañadientes, permitió que la pequeña mano permaneciera en la suya, sintiendo una mezcla de irritación y una emoción indescifrable que lo descolocaba. Mientras caminaban hacia la salida de la enfermería, el profesor no dejaba de pensar en cómo ese simple gesto le recordaba a Erin, aunque no lograba entender por qué le afectaba tanto.
Neville y Luna, quienes estaban ayudando a Poppy con otros estudiantes, miraban asombrados la escena. No podían creer lo que veían: el temido Severus Snape, normalmente tan severo y distante, permitiendo que un niño pequeño lo tomara de la mano sin arrancársela de un tirón. La imagen los dejó desconcertados y algo perplejos.
Intentando deshacerse del niño, Snape habló con tono firme. —Deberías quedarte con Poppy. Puedes esperar aquí mirando hacia otro lado —dijo, soltándose de la mano de Lucas con la esperanza de que eso terminara la conversación.
Pero Lucas, con una calma que desarmaba a Snape, insistió. —Parece que ella puede tardar. ¿Me puede dar su hora? —preguntó con sencillez.
Snape frunció el ceño, y le indico la hora pero antes de que pudiera replicar, Lucas lo miró con una seriedad que lo dejó sin palabras. —Mi mamá dijo que a esta hora me llevarían a mi cuarto, para que la viera antes de que se fuera a hacer guardia. ¿Podrías llevarme tú? —pidió pacientemente.
El mago se quedó en silencio por un momento, sorprendido por la firmeza tranquila del niño. Con un suspiro profundo y un gesto de fastidio, extendió su mano, incómodo. —Tómate de la manga —indicó, intentando evitar otro contacto directo.
Lucas, que había negado con la cabeza momentos antes, estiró los brazos hacia Snape con un bostezo adorable, claramente pidiendo ser cargado. Snape frunció el ceño, sacudiendo la cabeza con firmeza.
—No te cargaré —le dijo con severidad, intentando mantener su compostura.
Sin embargo, mientras avanzaban, Snape notó cómo el paso de Lucas se hacía cada vez más lento y vacilante. El niño, cansado tras ser llevado de un extremo del castillo al otro, empezaba a perder fuerzas. La mera idea de llegar tarde exasperaba a Snape, quien finalmente, con un suspiro de resignación, se inclinó y levantó a Lucas en sus brazos. El niño se acomodó torpemente en su hombro, murmurando un pequeño "gracias" con una voz somnolienta.
Mientras caminaban, Poppy, que ya se había desocupado y estaba a punto de intervenir, se detuvo al ver la escena. Desde su escondite, observó a Snape cargando al pequeño Lucas, y una sonrisa de satisfacción se dibujó en su rostro. Decidió no interrumpir, prefiriendo dejar que la escena se desarrollara por sí sola.
Al llegar a los aposentos de Erin, Snape tocó la puerta, sintiendo una incomodidad que no solía experimentar; era la primera vez que cargaba a un niño, y la sensación era extrañamente desconcertante. Desde el interior, se escuchó la voz de Erin.
—Está abierto, Poppy, entra —dijo ella, distraída y ocupada en algo.
Snape, sin decir una palabra, empujó la puerta y entró. Erin, concentrada en lo que estaba haciendo,terminado de ajustar su ropa Snape, con su mirada afilada y crítica, observó cada detalle de Erin mientras ella estaba de espaldas, sin darse cuenta de que él la observaba, aquello le permitía estudiar la forma en que la bruja ajustaba su ropa con una precisión casi mecánica. Los pantalones resaltaban la esbelta figura de Erin, y la blusa, ajustada a su cuerpo. Qué patético eres, se reprendió en silencio, sintiendo la incomodidad crecer en su interior al darse cuenta de que había estado contemplándola más.
Erin, terminaba de ponerse un abrigo lista para irse a hacer las guardias . Sin embargo, cuando finalmente levantó la vista y vio a Snape cargando a Lucas en brazos, se congeló en su lugar, completamente sorprendida. La bruja parpadeó, mientras Snape mantenía su expresión seria, incapaz de evitar sentir una extraña mezcla de incomodidad y satisfacción al ver la reacción de Erin. En ese instante, aunque ninguno de los dos lo diría en voz alta, se sintió una conexión silenciosa
—¿Snape? —susurró Erin, incapaz de ocultar la sorpresa en su voz mientras sus ojos oscilaban entre él y su hijo. Un sonrojo se extendió por su rostro mientras un pensamiento la atravesaba: ¿cuánto tiempo llevaba viéndola?
Snape, con un tono sarcástico, respondió—: ¿Así que, además de ser tu niñera, ahora también esperas que cuide a tu descendencia? —dijo, con una chispa lasciva en su mirada.
Erin lo miró, todavía confundida y sorprendida por la escena.—Lo dejé con Poppy, no entiendo cómo... —comenzó a decir.
Snape la interrumpió, su voz cargada de ironía.—Poppy decidió abandonarme para atender a un imbécil que se estrelló con su escoba —dijo, visiblemente irritado.
Erin, al darse cuenta de que Snape aún sostenía a Lucas en brazos, se apresuró a tomar a su hijo, pero al hacerlo, sus brazos rozaron los de Snape. Aquel contacto, pequeño pero significativo, encendió algo profundo dentro de ella. La cercanía entre ambos, un instante fugaz, hizo que sus miradas se encontraran y se quedaran atrapadas la una en la otra. En esos breves segundos, como si ese simple roce hubiera derrumbado las barreras que ambos mantenían cuidadosamente. Erin sintió una sorprendente e inesperada satisfacción al ver que, por fin, él no se apartaba de su presencia.
Erin dejó a Lucas en su cama, le dio un tierno beso en la frente y lo arropó con cariño. Snape observó el gesto desde la puerta, y una sensación desconocida, una especie de cosquilleo, se formó en su interior. Era algo que no podía identificar de inmediato, pero que lo inquietaba sutilmente.
Miró su reloj con una expresión de ligera impaciencia, tratando de ocultar su intriga y el desasosiego que sentía. Erin, notando su gesto y el cambio en su actitud, comentó con una sonrisa —¿Tienes prisa por tu cita de esta noche, Severus? —
Snape rodó los ojos, respondiendo con desdén.—No me gusta la impuntualidad-
Erin, aún jugando, insinuó—Debes estar ansioso por ir con Narcisa, un poco de desestres te caería bien..-
Pero el aire se cortó de golpe cuando Snape la miró directamente y respondió, sin rodeos—No voy a ver a Narcisa iré a ver a Lucius Malfoy-
Cuando Snape mencionó el nombre de Lucius, el ambiente en la habitación cambió de inmediato. Erin se quedó quieta por un momento, pero sus ojos reflejaron un brillo rojo más opaco e intenso, una señal clara de que su paciencia estaba al límite. Con cuidado, acomodó a Lucas en su cama, sus manos temblando ligeramente por la tensión acumulada.
-No te detengo mas Snape te puedes ir- dijo Erin con una voz que parecía controlada, aunque el frío en sus palabras era inconfundible y mas que una invitación aquello parecia una exigencia- por cierto si vas a ver a tu amigo de cama compartida, te agradecería que no hables de mí o de cualquier cosa relacionada conmigo con ese imbécil.- Sonrió de una manera que no alcanzó sus ojos y añadió con un toque de sarcasmo lo que Ron noches antes dijo-y parece que es cierto ,las serpientes no cambian-
Snape estaba a punto de responder, pero en ese instante, Poppy Pomfrey tocó la puerta. La entrada de Poppy aligeró momentáneamente la atmósfera, pero solo hasta que notó la tensión palpable entre los dos. La enfermera, que esperaba encontrar una escena singular, quedó sorprendida por el ambiente cargado. Erin aprovechó su presencia para hacerle una advertencia.
-Poppy- dijo Erin, sin apartar la vista de Lucas, - te pido por todo lo que quieras,que evites darle molestias al profesor Snape con asuntos que no le competen.-En el peor de los casos—Su tono era firme, dejando claro que lo decía en serio. -Sirius se ofreció a ayudarme… él puede manejarlo..-aseguro al fin
Poppy, captando la indirecta, se dio cuenta de que había algo más profundo en juego, algo que Snape había dicho o hecho que había molestado a Erin. Sin embargo, la enfermera se limitó a asentir y sonreír, sintiendo que no era su lugar intervenir más allá de lo necesario.
Snape se sintió irritado al escuchar cómo Erin, con una calma que parecía ensayada, dejaba claro que prefería que Sirius Black cuidara de su hijo antes que él. La idea de ser relegado en favor de Black lo enfurecía, y la mención de que Erin consideraba a Black más digno de confianza solo intensificó su frustración.
Erin, consciente de la tensión en el ambiente, intentó suavizar la situación. -Agradezco su ayuda, Snape, y lamento haberte causado molestias,- dijo con un tono más conciliador. -Me aseguraré de que sea la última vez. Ahora sé bien dónde están tus intereses.-
Snape apretó los puños, luchando por contener la mezcla de ira y confusión que bullía en su interior. La frialdad con la que Erin lo trataba y la insinuación de que no podía confiar en él lo dejaron profundamente perturbado. Sin embargo, en lugar de confrontarla, inclinó la cabeza en un gesto de aparente aceptación y se dirigió a la salía, sus pensamientos estaban en caos, las palabras de Erin resonando en su mente, pasó a su despacho, dejo ahi el filtro que le dio Poppy, acto seguido se encaminó al ministerio de magia.
Snape llegó puntual a la cita en el Ministerio de Magia, donde Lucius Malfoy seguía detenido antes de ser enviado a Azkaban. Al entrar, fue recibido por una Narcisa Malfoy visiblemente agotada, quien corrió a abrazarlo apenas lo vio llegar. Aunque respondió a su abrazo, lo hizo de manera tajante y rígida, sin dejarse llevar por la cercanía que Narcisa intentaba establecer. Sabía que su presencia allí tenía un propósito.
Cuando entraron en la celda, Snape apenas reconoció al hombre que una vez había sido Lucius Malfoy. Estaba desganado, con la mirada perdida, un fantasma de lo que había sido. Sin embargo, al verlo, Lucius esbozó una sonrisa. -El héroe ha encontrado tiempo para verme-dijo con desdén, su voz teñida de sarcasmo.
Snape, sintiéndose turbado por el comentario, mantuvo su tono frío. -Hola, Lucius-
Lucius negó lentamente con la cabeza, su sonrisa desvaneciéndose al darse cuenta de que Snape no estaba dispuesto a jugar su juego.
-Asi querido amigo, dime¿ Dune ya esta en el castillo?-indago con una voz tajante
Severus esbozo una sonrisa fría, ahí estaba el típico Lucius que al pronunciar el nombre de una persona que le desagrada se llenaba de soberbia desagrado como si con el hecho de emularlo pudiera enfrascar con ello su desprecio.-¿para eso me haz hablado Lucius? para entablar una platica sobre la madrina de Draco-
—No —respondió Lucius, su tono más serio—. No te llamé para hablar de su relación con Draco, sino para saber algo mucho más importante. —Se inclinó un poco más hacia adelante, su voz apenas un susurro—. Quiero saber si Dune ya te conto porque me tiene en esta maldita celda-
Snape, sin cambiar su postura, levantó una ceja, mostrando un interés moderado.
—La única razón por la que estoy aquí, Lucius, es para asegurarme de que Dune no se convertirá en un obstáculo —replicó, su voz cargada de fastidio—. Quiero que este año termine y poder alejarme de todo lo relacionado con el pasado. Si ella tiene alguna intención de interferir, dímelo ahora-
Lucius soltó una risa amarga y se acomodó en su asiento, el eco de sus palabras llenando el espacio con una tensión palpable.
—Has cambiado, Severus. ¿Es el hechizo de Dune con los renegados lo que te ha transformado? —dijo con un sarcasmo que destilaba veneno—. Pensé que habías sido tú quien pidió clemencia por mí, para que me cambiaran de estancia. —Lucius mostró los moretones que cubrían su cuerpo, como una prueba tangible de su sufrimiento.
Snape miró los moretones con una mezcla de cautela y frialdad.—No fui yo —respondió con voz baja pero firme.
—Qué raro… contestando a tu pregunta, claro que puede interponerse en tu retiro—siseó Lucius, su desconfianza evidente en cada palabra. Sus ojos, afilados como cuchillas, se clavaron en Snape,—. Puede que no me creas, Severus, pero siempre te consideré mi amigo… y por eso —Lucius se inclinó hacia adelante, acercándose lo suficiente como para que Snape pudiera ver el brillo febril en sus ojos— quizás deberías tener cuidado con… Bellatrix.
El nombre fue pronunciado como un susurro. Snape apenas reaccionó, su expresión impenetrable como una máscara.
—Sé que aún no han encontrado rastro de ella —continuó Lucius, su voz volviéndose más tajante—. Aunque la mujerzuela de Weasley cree que la mató, yo no estoy tan seguro. Cissy tiene paranoia y pesadillas con ella todo el tiempo. Teme por Draco… y yo sé que tú cuidas de mi hijo. Por eso, te pongo en advertencia. Sabes que desde aquí no puedo hacer nada… gracias a esa maldita de Dune…-
Snape no pudo evitar una leve inclinación de la cabeza, su curiosidad despertada por la intensidad de las palabras de Lucius.
—si estuviera viva..¿Por qué tendría Bellatrix sería una amenaza para Draco? —preguntó Snape, su tono neutro pero su mirada inquisitiva.
Lucius sonrió sobriamente, viendo la falta de comprensión en el hombre,Snape a pesar de su naturaleza distante, no pudo evitar sentir una leve lastima por el hombre que tenía frente a él. Después de tantos años, habían compartido más de lo que le gustaría admitir. Las decisiones equivocadas, las alianzas rotas, y ahora, el peso de las consecuencias, miraba la sombra de lo que una vez el rubio fue. Aunque Snape sabía que no podía permitir que ese sentimiento nublara su juicio, una parte de él reconocía que, en otro tiempo, Lucius había sido alguien cercano, un aliado en un mundo lleno de sombras, pero hoy solo era un eslabón más a su libertad.
El silencio que siguió fue denso, cargado de una tensión palpable. Snape lo miró fijamente, intentando descifrar qué tanto de lo que decía era verdad y cuánto era simplemente manipulación. Pero había una cosa clara si Bellatrix estaba viva, no era un asunto para tomar a la ligera.
—Por mucho que quisiera ayudar a tu hijo, sé que en este momento no tengo el mismo impacto , cómo la mujer que te mantiene aquí —dijo Snape finalmente
Lucius, al escuchar eso, levantó la mirada con sorpresa. —Dune es un Auror y es una maldita que querrá acabar conmigo con todo lo que amo—murmuró, su tono lleno de desesperación y frustración—. Draco tiene que alejarse de ella, no dudo que lo usará para ponerlo en mi contra e incluso testificar… —dijo el mago, mirando al vacío como si esperara que el suelo se tragara su angustia.
Snape suspiró profundamente, visiblemente exasperado. —Después de pedirle que se volviera un Mortífago, no creo que tenga la mejor imagen de ti en este momento, Lucius. Deberías aprovechar la cercanía de tu hijo y la influencia que tiene en Dune para pedirle clemencia —dijo Severus, tratando de calmar a Lucius con un tono razonable.
Snape, a punto de irse, pensando que era todo un plan para Luicius, para sacarle información y ayudarlo notó que Lucius vacilaba, su rostro una máscara de desesperación contenida. Finalmente, Lucius suspiró, exasperado.
—Bella buscará a Draco para cobrar mi error por lo de Rabastan —confesó al fin.
Snape se detuvo, con una ceja levantada, esperando a que Lucius continuara. La tensión en el aire era palpable, aquello no solo era una confesión que se, negaba a decir en juicio, había algo mas…
Lucius con un temblor en la voz comenzó a hablar—Sabes que antes de que Voldemort perdiera por primera vez contra Potter, Bellatrix estaba completamente desquiciada tras la muerte de Rodolphus, tenia delirios decía que teníamos que darle un heredero al Señor Tenebroso. No hablo de los Horrocruxes, sino de un hijo con sangre maldita, algo como un injerto… Bella trató de lograrlo, pero cada hijo que tenían moría. Luego, cuando supo que Cissy estaba embarazada de Draco, pensó que él podría recibir ese honor, recibir una pequeña dosis de la sangre del Señor Tenebroso. Claro que me opuse; no podía permitirlo, Draco es mi único hijo. Entonces yo le propuse a Rabastan que lo hiciera, que buscara a la bastarda de los Dune y que con el primer hijo que le diera, se lo arrebatara para entregarlo al señor tenebroso, pensamos que la niña seria facil de encamar y claro bastante fertil…
Lucius continuó, su voz temblando de angustia. —sin embargo con la inesperada muerte de Voldemort, incluso Bella ayudó a Rabastan. El plan era sencillo: hacer creer que él la capturó y luego entregarse con Ojo Loco para ganarse su confianza. Pero, después de que Bella fue a Azkaban, el tiempo pasó y Bella empezó a preguntar constantemente por él. Entonces supe que el plan había fallado y Rabastan la había traicionado. El infeliz se enamoró… Dejé de visitar a Bella. una temporada porque cada día estaba más inestable, y mas cuando nacio Draco pidiendo que ocupara el negué le dije que buscaría a Rabastan, pero él se escondió bajo el brazo de Ojo Loco y pasaron años el bastardo entregaba a varios de nosotros era difícil acercarse sin saber si me entregaría, rapidamente con su poder adquisitivo y renombre ahora como un hombre redimido se coloco bien en el ministerio, y llevo a su mujerzuela. Cuando finalmente pude hablar con él, mintiéndole y diciéndole que yo también buscaba redención, crei que me habia creido, el infeliz me dijo que estaba feliz de abandonar los planes de venganza de Rodolphus para estar con Dune, despues de eso hablamos con Bella, ella menciono que talvez seria buena idea mantener a ambos cerca, asi que ,los acercamos con la intención de poder reclutar ambos, pero la maldita moral y ética de Dune fue inquebrantable . Entonces supe que Bella me estaba castigando, y cualquier cosa que pasara me culparía…No me dio otra opción y al ver a Rabastan renuente a volver... Comencé a usar el hechizo de Imperius contra Rabastan, pero la maldición no tenía todo el efecto, lo se porque el maldito de Rabastan llevaba una bitácora, ya que no confiaba del todo en mí, desde que conoció a Dune…
Snape, que ya conocía esa parte de la historia por lo que le había contado a Dumbledore y Moody para advertir a Dune, comentó con frialdad —Por si no lo sabes, Dune sospechó siempre de Rabastan, y por eso no quiso quedarse embarazada. Así que fracasó. Creo que ella sabía que tú lo manipulabas…, ya sea con ese hechizo o con otras cosas, y la bitácora de la que hablas es probablemente la única prueba que tiene.
-No tiene esa maldita bitácora…tiene otras cosa…-Lucius, su voz cargada de desesperación— Al ver que el efecto del imperius, no tenía el efecto necesario, logre llevarlo con Bella, para que esta pudiera acabar con él en la celda y quedar a mano…Fue complicado. Hice muchos tratos para permitirle a Rabastan ver a Bellatrix en Azkaban. Solo sé que, no salió como esperaba, Rabastan al parecer hizo un trato con ella, y comenzó a formular otra tónico con residuos de Voldemort.-Lucius se removió incómodo
Snape se quedó en silencio, procesando las palabras de Lucius. La frialdad en su mirada se intensificó, pero había algo más oculto detrás de esos ojos oscuros: una chispa de celos que le resultaba insoportable. La idea de que Rabastan, por más manipulaciones que Lucius hubiera llevado a cabo, había estado dispuesto a arriesgar todo por Erin le provocaba una incomodidad profunda. ¿Había tenido Rabastan el valor que él mismo no había tenido en su juventud? La sola idea lo irritaba.
—Así que Rabastan decidió arriesgarlo todo—murmuró Snape con amargura, sus palabras llenas de una tensión apenas contenida—. Creía que en ese tiempo controlabas la situación, Lucius-dijo con mofa.
—Snape, no lo entiendes—respondió Lucius, su voz titubeante—. Rabastan no era fácil de manejar. Bella… Bella lo torció de formas que ni yo había anticipado. Y Erin… ella siempre tuvo esa habilidad de ver a través de las mentiras, de sospechar incluso cuando parecía confiar..-
Snape sintió cómo la rabia hervía dentro de él. Erin había estado en el centro de todo esto, siendo manipulada, traicionada, y, sin embargo, seguía en pie, fuerte, protegiendo lo que más le importaba.
Lucius contino, pero noto que Snape estaba ligeramente tenso -El lapso de edad para recibir la fórmula era de trece años, así que Draco estaba casi fuera de tendría que conseguir otro niño. Pero el imbécil hizo una fórmula lo suficientemente fuerte para tener un efecto duradero, incluso después de los trece años, y esta se la entregaría a Bella. Había negociado con ella para salvar a Dune y su futura familia .Supe que Draco sería la primera opción para probar la formula..No podía permitirlo…-
Snape permaneció en silencio por un momento, su mente trabajando a una velocidad vertiginosa mientras trataba de asimilar toda la información. Sabía que Bella nunca lo había respetado, siempre había habido un abismo entre ellos debido a su linaje. Por lo que excluirlo de ese plan no era raro para él.
—¿Y le pusiste por eso la trampa a Rabastan? —indagó Snape, su interés claramente despertado.
Lucius,continuó—Le mentí a Bella le dije que Rabastan había fallado con el tónico y que pretendía huir y yo presionaba a Rabastan para que lograra hacer el tónico, le dije que yo se lo daria a Bella y el podría huir que yo me encargaría, el estaba incomodo constantemente, la maldición no funcionaba y lo desestabilizaba y más sabiendo que su querida prometida sabia un poco lo que hacia, y yo queria el tónico para que pudiera negociar yo con Bella,. Por lo que una noche antes de todo, le pedí a Rabastan que me diera la fórmula, pero la estúpida de Dune se enteró antes y lo resguardo, Rabastan ya era un eslabón débil. Le ofrecí mi ayuda para salir de la situación juntos, le ofrecí un trago, pero le había puesto una poción que usamos para manipular a los ministros, seria mi ultima oportunidad. No era tan efectiva como el Imperius, pero este ya le causaba paranoia y agresividad, Dune. nunca supo para que era el tonico, Rabastan era un pocionista increíble, tanto o más que tú en esa época, y por lastima es la única prueba que tiene a la que sometí a Rabastan, y unas cartas donde le preguntaba cómo iba el proceso… y le solicitaba que lo acabara pronto, para que pudiera ser libre…-aseguró.
Snape escuchaba con atención, sus ojos oscuros fijos en Lucius,Aunque mantenía su habitual semblante calmado internamente estaba luchando con una tormenta de emociones que no podía ignorar. La revelación de que, de alguna manera, había participado indirectamente en el sufrimiento de Erin, aunque fuera sin intención, lo golpeó con una intensidad que no había anticipado.
La idea de que Lucius había manipulado a Rabastan, y que Erin había sufrido como resultado, le provocaba un malestar profundo. Sabía que Erin era fuerte, pero eso no disminuía el peso de lo que había ocurrido. ¿Cómo podría ella perdonarlo, incluso si su participación había sido accidental?
Lucius hizo una pausa, mirando a Snape con más cautela—Planeé todo; le dije que hablaría con Dune,la cual una vez muerta, seria sencillo, tomar el tonico, destruirlo y luego Rabastan al darse cuenta de lo que hizo, estaba débil y si sobrevivía a lo que ojo loco le haria . Asi que como parte del plan le di una ubicación falsa de un grupo que pretendía secuestrar a Potter, que seria su tributo como con lo de Bella para redimirse con Dune, pero mientras no pasara solo tenía que mostrarse frío e indiferente, como cualquier Mortífago, le di una última pocion de manipulación, con una tan fácil matara Dune. Sin embargo jamás pensé que Dune lo mataria…despues trate de buscar a Dune, pero esta vez fue directamente para amenazarme, la iba a cazar después de eso, pero se esfumó de la faz de la tierra junto con el tónico -
Snape sintió una oleada de furia recorrer su cuerpo al escuchar las palabras de Lucius. La frialdad con la que hablaba de los planes para manipular y asesinarla. Era como si Lucius estuviera hablando de una simple tarea, algo trivial que no merecía más que una mención ó el puño con fuerza, sintiendo cómo sus uñas se clavaban en la palma de su mano. La tensión en el aire era palpable, y el silencio que siguió a las palabras de Lucius fue tan denso que parecía que el tiempo mismo se había detenido.
Finalmente, Snape habló, su voz baja y llena de un veneno que apenas podía contener.
Snape frunció el ceño, procesando la información. Sabía que Lucius estaba atrapado en el producto de su propia porquería, pero también entendía que la preocupación de Lucius por Draco era genuina.-¿Y ahora a que le temes Lucius? crees que Dune presionara a Draco para que declares en tu propia contra-
—No, ni siquiera tengo miedo de declarar que si manipule a Rabastan, pero Dune presentó el tónico como evidencia y me presionaran para saber para qué era, si digo lo que se, se que esa información, del tónico, llegara a oidos de muchos de los seguidores de Voldemort que siguen libres, y si Bella se entera, hara todo para robar el tónico y luego irá tras Draco para hacerme pagar…y tener una parte de lo que siempre quiso…una parte de voldemort para ella…-
La mente de Snape era un torbellino de pensamientos mientras procesaba la información que acababa de recibir. Su primer instinto fue buscar una solución para proteger su propio pellejo, pero en lo profundo de su conciencia, sabía que no podía ignorar las implicaciones más amplias de lo que acababa de descubrir. La existencia del hijo de Erin, desconocida para Lucius y para la mayoría, representaba un peligro potencial, para sus fines, una carta que tenía que jugarse, para no darle una ventaja al rubio, especialmente si Bella llegaba a enterarse.
Snape intentó convencerse de que su preocupación estaba motivada únicamente por su propia supervivencia. Lucius, por supuesto, no era tan imbécil, si Lucius se negaba a testificar sobre el tónico y las manipulaciones, las cosas podrían complicarse rápidamente, porque entonces le hablarian a el y de no hablar, presionarian a Lucius hasta que confesara y estaba seguro que lo arrastaria con el, por otro lado cuando se enterara del hijo de Dune veria la forma para negociar con Bella cuya reacción sería impredecible, por decir lo menos Se decía a sí mismo que todo esto lo hacía por su propia seguridad, que estaba protegiendo sus intereses. Pero en el fondo, sabía que había algo más, lejos que Dune fuera un pase directo a Azkaban…
Snape se mantuvo firme, mirando a Lucius con una expresión impenetrable. Sabía que cada palabra tenía que ser medida con precisión
—Lucius —repitió Snape, su voz baja pero cargada de una determinación inquebrantable—. Primero, necesito que me des la bitácora de Rabastan.
Lucius lo miró con un brillo de ansiedad en sus ojos, sus pensamientos claramente divididos entre la desconfianza y la desesperación.
—¿La bitácora? —repitió Lucius, con una mezcla de incredulidad y temor—. ¿Qué planeas hacer con ella?
Snape dio un paso hacia adelante, inclinando ligeramente la cabeza, su mirada clavada en la de Lucius.
Lucius frunció el ceño, masticando la propuesta de Snape en su mente. Su rostro mostraba una mezcla de duda y desesperación, pero, finalmente, asintió, aunque con reticencia.
—Eso no te librará de la cárcel, Lucius —continuó Snape, su tono ahora más sombrío—, pero al menos podrás redimirte con Draco. No tendrás que vivir con la carga de haberlo puesto en peligro por culpa de tus propios errores.
Lucius se quedó en silencio, procesando lo que acababa de escuchar. —¿Por qué harías esto? —preguntó Lucius finalmente, su voz llena de sospecha—. ¿Por qué me ayudarías ahora si? ¿Qué es lo que realmente quieres, Severus?
Snape mantuvo su compostura, sabiendo que una respuesta calculada era esencial en ese momento.
—Porque yo no tengo que pagar la culpa de tus errores o Draco.. —mintió Snape con suavidad, una mentira que contenía una parte de verdad. Pero en lo más profundo, Snape sabía que había otra razón. Una razón que se negaba a admitir plenamente
Lucius en voz baja—. Te daré la bitácora. Pero te advierto, si esto sale mal...
—No saldrá mal —lo interrumpió Snape con firmeza—. Me aseguraré de ello.
Con esas palabras, la decisión estaba tomada. Snape sabía que estaba caminando sobre una cuerda floja, pero por primera vez en mucho tiempo, sentía que tenía un propósito claro. Y aunque intentaba convencerse de que todo esto era solo para su propia seguridad, sabía que había algo más profundo, algo que lo conectaba irremediablemente con Dune.
-Sin embargo…debo advertirte que, está sellada con sangre. Solo la sangre de Rabastan o un Lestrange puede abrirla, solo la pude leer una vez con la sangre fresca de Rabastan-
Snape asintió, procesando toda la información que Lucius le había proporcionado. El sello de sangre complicaba las cosas, pero no lo disuadió; al contrario, lo hizo aún más determinado a seguir adelante. Sabía que replicar la sangre de Rabastan no sería fácil, pero contaba con los conocimientos y habilidades necesarias para hacerlo. Sin embargo, la prioridad era asegurarse de que Dune estuviera dispuesta a cooperar.
—Me encargaré de eso —repitió Snape con una firmeza que no dejaba lugar a dudas—. Pero antes debo hablar con Dune. La bitácora es crucial para nuestro plan, y debo asegurarme de que ella esté dispuesta a destruir cualquier rastro del tónico-
—Las coordenadas —dijo Lucius, haciéndolo anotar una clave—. La bitácora está escondida en un lugar seguro, uno que Rabastan solía utilizar para guardar sus pertenencias. No puedo garantizar que esté en las mejores condiciones, pero es el único lugar que pensé que sería seguro-
Snape anoto las coordenadas y guardó cuidadosamente en su túnica y se volvió hacia Lucius con una mirada de determinación mente ya enfocada en la siguiente fase del plan. Tendría que abordar a Dune con cautela, medir cada palabra y cada acción, sabiendo que cualquier error podría costarles mucho más de lo que estaban dispuestos a perder. Pero por alguna razón, la idea de enfrentarse a Dune no lo llenaba de la misma frialdad calculadora que solía acompañarlo en situaciones peligrosas
Erin Dune se encontraba en un constante estado de agitación. A lo largo del día, su mente había sido un torbellino de pensamientos mientras intentaba enfocarse en sus clases y, al mismo tiempo, vigilaba a Lucas desde la distancia. Aunque sabía que Poppy, Minerva y los demás profesores de Hogwarts eran más que capaces de cuidar de él, la inquietud seguía latente. Era la primera vez que, aparte de Pierre o Mody, cuidaba de su hijo. La sensación de miedo la envolvía, especialmente cuando veía a Severus observando a Lucas con una intensidad que no podía ignorar. Erin sabía que Severus no era ningún tonto, y temía que en cualquier momento, él descubriera la verdad: que Lucas era hijo de Rabastan Lestrange.
Trató de calmarse, recordándose que no había evidencia concreta que Severus pudiera utilizar para llegar a esa conclusión, pero sus pensamientos seguían regresando a Lucas. La preocupación de que su hijo sufriera por las acciones de su padre la carcomía por dentro. Erin se había prometido a sí misma limpiar el nombre de Rabastan, al menos en parte, para proteger a Lucas del dolor que vendría al conocer la verdad sobre su padre.
Sin embargo, en un momento de vulnerabilidad, algo cambió dentro de ella cuando vio a Severus cargando a Lucas, quien se había quedado dormido en sus brazos. La expresión habitual de Severus era sobria, casi indiferente, pero ver esa imagen despertó algo profundo en su interior. Su corazón se aceleró, y por un instante, Erin se permitió imaginar una realidad diferente, donde la tensión y la desconfianza hacia el no existian.
Pero la realidad no tardó en devolverla a su estado de alerta. Severus, sin percibir el efecto que su gesto había tenido en Erin, arruinó el momento al mencionar con frialdad que iría a visitar a Lucius Malfoy al Ministerio, donde aún permanecía preso. La desconfianza que Erin ya sentía hacia Severus se intensificó de inmediato. La idea de que Severus pudiera compartir cualquier información sobre Lucas con Lucius le provocaba escalofríos.
Erin, atrapada en un torbellino de emociones y pensamientos contradictorios, había caído de nuevo en un hábito que había abandonado hace años: fumar. Sentía una mezcla de disgusto y alivio mientras el humo llenaba sus pulmones, ofreciendo una calma desagradable pero efectiva. Se encontraba en su última ronda del día, caminando por los pasillos de Hogwarts en un intento de despejar su mente, sin darse cuenta de que estaba pasando frente al despacho de Severus Snape.
La impaciencia y el fastidio se acumulaban dentro de ella. No podía soportar la idea de que Severus hubiera hablado con Lucius Malfoy, ese rubio manipulador. La idea de que Snape, alguien a quien había empezado a ver con otros ojos, pudiera estar conspirando con Lucius para incriminar a Rabastan la enfureció. Erin sabía que Lucius era capaz de cualquier cosa para proteger su propia imagen y la de su familia, sabia que a menos que tuviera un testigo, seria difícil probar algo, un par de notas de una tónico que no sabia cual era su uso que hizo Rabastan, acompañado de las especificaciones de Bellatrix y un fragmento de hoja que mencionaba que Lucius le pedía que le entregara la pócima una vez lista para que fuera libre, era lo único que tenía, a ciencia cierta paracia todo incluso un plan trazado.
Snape salió de la celda con un seco adiós que esperaba que fuera el último, y el peso de la conversación con Lucius lo acompañó mientras se alejaba. A medida que se dirigía de regreso al castillo, su mente estaba en un torbellino de pensamientos confusos. El dolor de cabeza que lo atormentaba desde la mañana parecía reflejar la tumultuosa mezcla de emociones que sentía: frustración, desconfianza, y una ansiedad creciente sobre cómo manejar la situación con Dune.
Erin suspiró profundamente, dejando que el humo escapara lentamente de sus labios. Su mente se llenaba de pensamientos oscuros, de resentimientos acumulados y miedos que no podía controlar. En ese momento, no sabía si preferiría que Severus hubiera decidido pasar la noche entre los brazos de Narcisa Malfoy en lugar de estar con Lucius.
Pero esa fantasía solo la llenaba de más amargura. A pesar de todo, no podía dejar de pensar en la imagen de Severus cargando a Lucas, un gesto que había hecho tambalear. Se odiaba a sí misma por no saber con sinceridad que despertaba en ella aquel mago.
Erin apagó el cigarrillo con un gesto brusco, aplastándolo bajo su zapato. Respiró hondo una vez más, llenándose de la determinación que necesitaba para proteger a Lucas, sin embargo a lo lejos noto a un recién llegado Severus Snape desperto su inquietud.
Al llegar al castillo cada paso que daba era una lucha, sus músculos tensos y su mente nublada por el fastidio de lo facil que se había complicado todo. El veneno que había estado latente en su sistema, un residuo de Nagini , parecía volver a cobrar vida, exacerbado por la tensión y la preocupación. Aunque el veneno ya no estaba por completo en su cuerpo, sus efectos secundarios seguían afectándolo, especialmente bajo estrés intenso.
Snape sintió que su cabeza daba mil vueltas, un dolor agudo y persistente lo martilleaba, como si su cerebro estuviera atrapado en una tormenta incesante. Cada pensamiento se volvía confuso, cada intento de planear su siguiente movimiento se veía envuelto en nubes de malestar. La necesidad de hablar con Dune y la dificultad de que ella no confiara en lo que él tenía que decir, él lo inquietaban.
A medida que Snape avanzaba hacia su despacho, cada paso se hacía más pesado, como si el peso de las revelaciones y de sus propios pensamientos lo aplastara. Un dolor de cabeza punzante se asentaba en su sien, creciendo con cada latido de su corazón. Sabía que necesitaba algo para aliviar el malestar, quizá un remedio o una poción, pero la mezcla de agotamiento y tensión lo mantenía atrapado en su propia mente, incapaz de enfocarse en algo tan simple como la curación.
Su rostro pálido, marcado por las sombras bajo sus ojos, reflejaba el tormento interno que lo estaba consumiendo. Los pensamientos de Rabastan y su devoción ciega por Bellatrix, y ahora el sacrificio de Dune por ese mortífago, giraban en su cabeza, creando un torbellino de confusión y resentimiento.
Dune, con su obstinada disposición a arriesgarlo todo por Rabastan, le parecía, en ese momento, una idiota. ¿Cómo podía una bruja tan poderosa y astuta ser tan irremediablemente leal a un hombre que no merecía su protección? Snape no podía evitar comparar esa devoción con su propia historia, con la sombra de Lily que lo había seguido durante años.
¿Habría sido Lily tan valiente como Dune, dispuesta a sacrificar todo por alguien que amaba, incluso si esa persona no lo merecía? ¿Habría él hecho lo mismo por Lily antes de que la mataran, si hubiera tenido la oportunidad? Había pasado dieciocho años cuidando de su memoria, de la promesa que había hecho, y al mismo tiempo culpándose por no haber sido capaz de salvarla. Era enfermizo replantear todo ahora, enfrentar esas emociones que había tratado de enterrar.
Y sin embargo, no podía dejar de pensar en Dune, en cómo esa bruja que se había cruzado en su vida estaba removiendo todo aquello que él había creído tener bajo control. La idea de que ella pudo sacrificar todo por alguien más, como él lo habría hecho por Lily, lo inquietaba profundamente. Porque, en el fondo, sabía que su devoción por Lily había sido tan ciega como la de Dune por Rabastan, y eso lo aterrorizaba.
Cuando finalmente llegó a la puerta de su despacho, se encontró con Dune, que estaba de guardia cerca. Su presencia era como una pieza de rompecabezas que encajaba en la tormentosa trama de su mente.
El rostro de Dune estaba serio y atento, como siempre, pero en esa ocasión había algo más, una tensión sutil que parecía reflejarse en su postura. Al ver la expresión de Snape, sus ojos recorrieron rápidamente su rostro, captando cada detalle de su agotamiento. La palidez, las sombras bajo los ojos, la rigidez de su mandíbula; eran señales que Erin no pudo ignorar. Aunque su voz resonaba como un eco lejano en la mente de Snape, su mirada era penetrante, llena de una preocupación que ella misma no podía ocultar del todo.
—Snape —dijo Erin, con un tono que intentaba ser neutral pero que no lograba disimular del todo la inquietud—, ¿estás bien?
La pregunta, simple pero cargada de significado, atravesó la barrera de la mente de Snape, obligándolo a detenerse y mirarla directamente. Por un momento, su silencio fue la única respuesta que ella recibió, mientras él intentaba organizar el caos en su mente. Finalmente, habló, su voz baja y rasposa.
—No deberias estar en tu guardia, ta falta aún una hora —respondió, intentando mantener su habitual distancia, pero la falta de fuerza en sus palabras delataba su agotamiento.
Por un instante, los dos se quedaron en silencio, mirándose fijamente, no la había engañado,y el era vulnerable con ella . Snape exhaló lentamente era una pequeña rendición, un reconocimiento tácito de que, tal vez, en ese momento, la presencia de Dune era lo que necesitaba, aunque no lo quisiera admitir.
—Solo necesito… algo para el dolor —murmuró, su voz cargada de agotamiento y frustración.
Erinlo observó con una mezcla de preocupación y desconfianza, sabiendo que su relación con él estaba tensa, pero también comprendiendo la gravedad de la situación, al verlo así
—Voy a buscar algo para ti —dijo Dune, sin esperar una respuesta y moviéndose rápidamente hacia el interior del despacho.
Snape apenas tuvo fuerzas para mantener la compostura mientras Erin se alejaba hacia el interior del despacho. Sus palabras, simples y cargadas de una determinación silenciosa, resonaban en su mente: "Voy a buscar algo para ti." No era una solicitud, sino una afirmación, una decisión tomada sin esperar su consentimiento. En otro momento, su orgullo hubiera rechazado cualquier gesto de ayuda, pero en ese instante, el agotamiento lo superaba.
Se apoyó en la puerta, cerrando los ojos por un momento, intentando calmar el dolor que martilleaba en su cabeza. Pero la sensación de incapacidad lo invadía con cada latido, como si la presencia de Dune lo desarmara de una manera que lo irritaba profundamente. Era inevitable, pensó, que Dune se hubiera convertido en un punto de fricción en su vida, alguien que constantemente desafiaba sus límites, lo forzaba a confrontar partes de sí mismo que preferiría mantener enterradas.
Esa bruja, con su fortaleza, su tenacidad, y su habilidad para leerlo de una manera que otros no podían, se había convertido en una constante que no podía evitar. Snape sabía que su relación con ella estaba marcada por una tensión casi tangible, un tira y afloja en el que ambos participaban sin querer reconocer lo que realmente subyacía en esos intercambios.
Mientras esperaba, una oleada de pensamientos lo asaltó, comparaciones inevitables con el pasado, con Lily. ¿Sería que Dune era tan valiente como ella? ¿Que su disposición a arriesgarlo todo por alguien la convertía en alguien a quien admirar, o simplemente en una insensata? Snape no podía evitar preguntarse si él, en algún rincón oscuro de su alma, también habría sido capaz de hacer lo mismo, de dejar todo atrás por alguien que amaba, antes de que el destino le arrebatara esa oportunidad.
Erin rebuscó en un cajón, pero no encontró nada que le pareciera útil. Con un gesto de frustración, giró sobre sus talones para encarar a Snape, quien se había movido lentamente hacia el interior del despacho, finalmente tomando asiento en su silla habitual.
Erin rebuscó en un cajón con creciente frustración, su búsqueda resultando infructuosa. Finalmente, giró sobre sus talones para enfrentarse a Snape, quien, lentamente, se había movido hacia el interior del despacho y se había acomodado en su silla habitual.
—Está en el segundo cajón, a la derecha —dijo Snape con un tono seco, señalando vagamente el escritorio.
Erin se acercó al cajón indicado y lo abrió, encontrando un frasco con el filtro que había solicitado a Poppy. Lo sostuvo en su mano un momento, su expresión cambiando a una mezcla de frustración y desdén.
—Esto no va a calmar el dolor, solo te va a dormir —comentó con desdén, volviendo la mirada hacia Snape.
Snape la observó con una mezcla de fastidio y cansancio.
—Si no confías en mis remedios, Dune, ¿qué sugieres entonces? —replicó con un tono cortante.
Erin lo ignoró y comenzó a buscar entre las pociones que había traído consigo. Finalmente, encontró dos frascos con ingredientes específicos. Vertió su contenido en un pequeño recipiente y lo mezcló con rapidez, creando un brebaje oscuro y espeso.
—Tómalo —ordenó Erin, extendiendo el recipiente hacia Snape.
Snape la miró con desconfianza, levantando una ceja.
—¿Pretendes envenenarme, Dune? —preguntó con sarcasmo, aunque la duda en su voz era evidente.
Erin rodó los ojos con exasperación.
—Si realmente quisiera envenenarte, Snape, ya estarías muerto. Ahora, ¿vas a tomar esto por las buenas o tendré que amarrarte para obligarte? —replicó, su tono cargado de impaciencia y determinación.
Snape la miró fijamente durante unos segundos, evaluando su expresión. Había algo en la forma en que Erin lo desafiaba que lo irritaba profundamente, pero también había una ímpetu en sus acciones que no podía ignorar. Con un suspiro resignado, tomó el recipiente de sus manos.
—Por el bien de nuestra paz momentánea, Dune —dijo antes de beber el remedio que ella había preparado. El sabor era amargo, pero el efecto fue casi inmediato. Aunque no lo admitiría, el dolor que lo había estado atormentando comenzó a disminuir.
Erin lo observó en silencio, sus ojos rojos intensos fijos en él. Se acercó con cautela, sosteniendo su varita con firmeza. Snape, instintivamente, deslizó su propia varita, pero Erin lo detuvo al atrapar su antebrazo.
—Tranquilo, no voy a matarte… aún —dijo Erin, su tono cargado de determinación. Con un movimiento suave, conjuró una luz tenue que iluminó el rostro de Snape. Con delicadeza, tomó su rostro entre sus manos, levantando su barbilla ligeramente para examinar sus ojos, buscando cualquier signo de malestar o complicación.
Snape resopló con irritación, apartando la mirada brevemente antes de fijar sus ojos oscuros en los de Erin, que brillaban intensamente.
—¿De eso se trata esto, Dune? ¿Te has asignado a ti misma el papel de mi enfermera personal? ¿Y yo, en compensación, debería convertirme en tu niñera ocasional? Aunque, según recuerdo, prefieres que lo cuide el perro de Black—soltó Snape con una mezcla de sarcasmo y amargura.
Erin rodó los ojos—Necesito a alguien en quien confiar…—respondió con seriedad, dejando a un lado el tono irritado—. Y con tu amistad con Lucius Malfoy…, eso me resulta... complicado. No es fácil cuando siento que estás en dos mundos, uno de los cuales no puedo ni quiero entender…una vez ya confie en un hombre así y no terminó bien…-
Las palabras de Erin hicieron eco en lo más profundo de Snape. La ironía de que ella cuestionara su confianza en este momento, justo cuando él estaba a punto de revelar la verdad sobre su conversación con Lucius, no se le escapaba. Sabía que, después de esa revelación, Erin no tendría otra opción más que confiar en él, pero había algo en su interior que se rebelaba contra esa idea. No quería que su confianza fuera forzada por la falta de alternativas; deseaba que fuera genuina.
Quizás era el agotamiento, el brebaje que ella le había preparado, o la sensación que necesitaba confirmar la razón por la que se metia de nuevo en un asunto que lo llevaría al límite, impulsado por un impulso inexplicable, Snape hizo algo que no había anticipado. Mientras Erin se preparaba para alejarse, verificando que todo estuviera en orden, él la detuvo. Sus dedos fríos se posaron sobre su rostro, forzándola a mirarlo directamente. La firmeza de su toque la hizo detenerse en seco, y sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, por un momento pensó que Snape la besaría, pero en lugar de acercar sus labios a los de ella, giró su rostro suavemente y la olió, recorriendo su mejilla hasta su cabello.
El aroma a tabaco impregnaba el cabello y la piel de Erin, un olor que contrastaba con la intensidad del momento. El gesto de Snape, inesperado y profundamente personal, había mezclado curiosidad con algo más que Erin no podía identificar. La cercanía se volvía casi insoportable, envolviéndola en ese calor familiar e incómodo que sentía cada vez que él la tocaba.
—Severus... —susurró Erin, su voz temblando mientras las palabras se le atoraban en la garganta. No estaba segura si pedía que él se detuviera o que continuara. Sin embargo, en un esfuerzo por mantener algo de cordura, se apartó bruscamente del mago.
—No puedes permitirte estresarte demasiado, Severus —dijo Erin, su voz cargada de preocupación y autoridad—. Aunque el veneno de Nagini no esté activo ahora, aún no ha salido completamente de tu cuerpo. El estrés podría reactivarlo, no para matarte, pero sí para paralizarte. Todavía te faltan al menos cinco meses para estar completamente recuperado. Pero cuando te vayas de Hogwarts, estarás perfecto, Erin decidió ignorar completamente el gesto de Snape, decidida a no ceder ante su juego de presa y depredador. Se mantenía firme en su decisión de no entrar en ese juego.
—El fumar no es un hábito que te vaya a ayudar, Dune, habiendo otras formas de liberar tu bendito carácter y estrés —dijo Snape con tono desaprobador—. Y si McGonagall te pilla fumando... por Merlín, que nos ampare de esa bruja conservadora... Eso, entre otras cosas impúdicas que considera McGonagall...
Su comentario estaba cargado de cinismo, y Erin tragó saliva, sintiendo un nudo en la garganta. Sabía exactamente a qué se refería. Sus ojos brillaron con un tono rojo carmesí que contrastaba con sus mejillas mientras trataba de mantener la compostura.
—Si te refieres a lo que pasó en el carruaje, ya me quedó claro que no volverá a pasar... —respondió Erin, intentando mantener la calma a pesar de la tensión.
Snape se puso de pie, observándola con una mezcla de diversión y algo más en su mirada. Notaba cómo ella intentaba mantener una distancia física, la misma que había marcado por la mañana. Sin embargo, él también sentía que algo en ella despertaba en él acciones completamente innecesarias y carentes de lógica, justo como en ese instante. Su mirada se mantenía fija en ella, mientras se debatía entre la lógica y la atracción que sentía, lo que solo aumentaba la complejidad de la situación.
Sin pensarlo más, se acercó a ella con paso decidido sin decir una palabra más, Erin lo miro confundida a punto de desenfundar su varita, para dejarle claro que no era esa clase de mujer, pero se quedo pasmada con la varita en mano
.Antes de que Erin pudiera reaccionar, Snape la tomó en sus brazos con una fuerza inesperada, levantándola del suelo y la depositó sobre el ruido de frascos y pergaminos cayendo al suelo pasó desapercibido para ambos con una firmeza que le hizo perder el aliento. Sin darle tiempo para procesar lo que estaba sucediendo, Snape se inclinó sobre ella y, en un impulso desmedido, cubrió sus labios con los de ella en un beso cargado de intensidad.
Sus labios reclamaron los de ella en un arrebato que mezclaba deseo y necesidad se quedó sin aliento, mientras los labios de Snape la consumían, la lengua de Snape exploró sin esperar consentimiento y Erin, atrapada entre el deseo de corresponder y la urgencia de detenerse, sentía cómo sus manos, que al principio estaban rígidas, se aferraban instintivamente a los hombros de Snape, atrapada entre el deseo de responder y la necesidad de detenerlo ella sabía que debía resistirse, pero su cuerpo traicionaba su mente, respondiendo al contacto con una urgencia que la desconcertaba, que parecía ceder a la necesidad de respuesta.
Snape la mancilló con sus labios, sus manos, con la misma ansía que en el carruaje, recorrían su cuerpo con un propósito dominante, ahora más evidente sobre el escritorio que crujía bajo el peso de sus movimientos. Con una firmeza implacable, sus dedos se aferraron a su cuello y su cintura, marcando su dominio, pero esta vez, en una posición más dominante clavo su mano en su cuello, su cintura. Erin sentía esa necesidad de llenarse con sus labios, de rendirse completamente al momento, deseando olvidar cualquier pensamiento racional. El impulso que la movía era visceral, una mezcla abrumadora de deseo y desesperación que parecía consumir cada pensamiento, dejándola atrapada en una vorágine de sensaciones que no podía ni quería controlar.
Snape la impulso, sobre su escritorio, quedando encima de ella con una urgencia que ella no podía identificar pero que la arrastraba hacia él. Con cada roce y cada presión, Erin hundio sus manos en el denso cabello de Snape, tirando de él con un fervor que reflejaba su propio deseo. Su cuerpo se arqueó contra el de él, buscando más de ese contacto que la envolvía completamente.
La mesa crujía bajo ellos, sus movimientos llenaban el despacho con una mezcla de sonidos y sensaciones que, a pesar de ser caóticas, resultaban profundamente satisfactorias cediendo a los impulsos de sus caricias, No era el producto de una noche en donde el influjo del alcohol justificara sus acciones, sino el resultado de dos adultos entregándose a un impulso innegable. Sin entender aún del todo la razón detrás de sus acciones, permitían que sus cuerpos se descubrieran con una devoción ardiente, explorando cada rincón del otro con una intensidad que superaba cualquier explicación racional.
Snape, descendió con determinación dejó viajar su mano de su cuello hasta llegar a sus seno, aquel tacto impulsó la fricción entre sus caderas, Erin ahogó un gemido al sentir un bulto acrecentado en la entrepierna del mago, con un movimiento preciso de su varita, aseguró la puerta y la cerró con un chasquido decidido ese acto era una señal inequívoca de que no había lugar para intrusos, un gesto que afirmaba el carácter privado y exclusivo de lo que estaba por suceder. La cerradura mágica se activó con un leve resplandor, asegurando que el despacho permaneciera a salvo de cualquier posible interrupción. Erin, al dejar caer la varita al suelo, sintió el peso de la decisión que acababa de tomar, una decisión que marcaba el límite entre lo superficial y lo íntimo, entre la razón y el deseo.
Snape consciente de los sonidos que ambos estaban entonando,mientras cuerpos bailaban todavía en esa danza incierta de cuerpos rozándose por encimas de su ropa, se separó de Erin, sus ojos aún clavados en los de ella con una intensidad que parecía atravesar cualquier barrera de razón.
Con un gesto rápido, lanzó un hechizo insonificador,el hechizo garantizaba que sus gemidos y susurros no pudieran ser escuchados fuera de esas cuatro paredes y con un gesto inesperado y sin una razón aparente, Snape dejó caer también su varita al suelo. La decisión parecía desafiar toda lógica: para un mago, desarmarse de su varita era el acto más profundo de vulnerabilidad. La varita, símbolo de su poder y control, mismo al que estaba dispuesto a ceder.
Erin, sintiendo el peso de aquel gesto tomó el rostro de Snape con una firmeza decidida y lo besó, después guió sus manos, hacia su cuerpo como una invitación silenciosa para seguir explorando lo que había comenzado.
Severus…— susurró Erin contra sus labios, su voz temblando con un deseo crudo y desesperado— hazme tuya…
Las palabras, cargadas de un impulso que ninguno de los dos podía negar, actuaron como un detonante para Snape. Nunca había escuchado a ninguna de las mujeres con las que había estado decir algo tan directo, tan intenso Snape con devoción renovada y con una maestria que descoloco a Erin, dejo viajar su mano hacia su entrepierna desabrocho rápidamente el botón de su pantalón y bajó su cierre, introduciendo lentamente su mano que al contacto,provocó que Erin se retorciera, al sentir su mano fría pero que una vez se coló entre sus piernas comenzó a calentarse y aun mas cuando este introdujo uno de sus dedos-Severus….-emitió Erin
Aquel siseo, pronunciando su nombre, de esa manera, género que Snape se desinhibiera ,por completo, supo que si estaba en posición de parar aquello antes de aquel sonido emitido de sus labios, ahora ya no era una opción, necesitaba mas, quería mas, reclamar a Erin Dune como suya en ese lugar en ese espacio.
Erin por su parte bajo lentamente su mano desde su pectoral hasta llegar a la envergadura de su cierre rozando desmedidamente la longitud de Snape, al sentir la calidez de su mano, lo hizo emitir un sonido ahogado, clavando sus labios al cuello de Erin para ahogarlo y después Introdujo un segundo dedo, en su interior, Erin se sostuvo de la madera del escritorio crispo su mano deteniéndose, al sentir el tercer dedo en su interior mientras vibraba con la intensidad de su paredes contrayéndose, tratando de recuperar el control, del que el mago buscaba despojarla, hábilmente dirigió sus manos a su pantalón, quito la hebilla y con otro movimiento, desabotono y bajo el cierre, Snape se reprocho por reaccionar tan visceral ante el tacto,Erin cruzó su mirada una vez más de continuar con los de Snape, sus ojos se conectaron profundamente, con un deseo anticipado de lo que iba a ocurrir, sin despegar la mirada Erin liberó su longitud.
Erin comenzó a acariciar su envergadura,al compás que Snape la complacia manualmente. sus gemidos procaces delataban la urgencia de concretar el acto-Hazlo… Severus…hazlo -esgrimo Erin casi como una demanda ahogada, Snape perdido en el éxtasis que delataba en su envergadura, en su propio deseo, no espero más, y complació su demanda, complació su necesidad de estar dentro de ella.
Por un instante que pareció una eternidad, el solo acto de estar dentro de ella, sentir como se contraia, fue suficiente, el gemido de ambos los consumió, Erin se aferró a su espalda, con un calor abrasador, Snape estrujo los bordes del escritorio, para sostenerse, sentia su cuerpo vibrar, supo que el escritorio no sería suficiente, para continuar aquello, la cargó nuevamente, sin permitir que se escapara de su interior, Erin lo besaba en el cuello, mientras la deposita en el suelo, apenas sus cuepos tocaron el suelo, emulo la primera embestida, la segunda, la tercera, sus cuerpos reaccionaban tan deleitosamente bien juntos, que aquel vaivén, en cada zancada se volvia mas intenso, cada roce incrementaba el fuego que los consumía. La fricción, cada vez más desenfrenada, no solo alimentaba el deseo sino que parecía querer borrar cualquier barrera que pudiera haber existido entre ellos.
Por prolongados minutos, se fundieron en ese vaivén animal, sus cuerpos respondiendo con una intensidad primitiva. desgarrando con saciedad animal sus ropas, en cada, movimiento. Los alaridos que escapaban de sus labios, cada uno más impropio que el anterior, seguido por el eco de sus cuerpos chocando contra el frío y duro piso de piedra. Cada impacto enviaba ondas de dolor que, en cualquier otra circunstancia, habrían sido insoportables, pero ahora eran irrelevantes, eclipsados por el fuego que ardía en sus venas. El crujido de sus huesos al golpear el suelo se mezclaba con los alaridos que escapaban de sus labios, cada uno más impropio que el anterior, acompañados de gemidos profusos, entrecortados.
El sonido de su piel chocando, húmeda y caliente, reverberaba dentro del despacho cerrado, creando una sinfonía cruda de placer y necesidad que llenaba cada rincón del espacio confinado. Las gotas de sudor se deslizaban por sus cuerpos entrelazados, mezclándose y reflejando la tenue luz que iluminaba la habitación, acentuando cada curva y contorno con un brillo etéreo. La humedad del ambiente se hacía palpable, envolviéndolos en una atmósfera densa y cargada que intensificaba cada sensación y cada latido acelerado de sus corazones.
El hechizo insonorizador que Snape había conjurado mantenía el exterior en un silencio absoluto, creando un contraste marcado con los sonidos profundos que llenaban el interior del despacho. Sus respiraciones pesadas y jadeantes se entrelazaban con sus murmullos no fuera por la magia que aislaba aquel momento, los ecos de sus cuerpos y gritos habrían atravesado los muros de piedra, despertando a cualquiera que se encontrara en las proximidades.
El aire estaba cargado de una energía eléctrica, casi tangible, mientras continuaban moviéndose al unísono, guiados por una conexión que desafiaba toda lógica y comprensió y que en cada beso de Snape ardía sobre la piel de Erin, como si su boca estuviera envuelta en llamas invisibles que dejaban una huella imborrable en su cuerpo. Sus labios se movían con una mezcla de urgencia y devoción, explorando cada rincón de su piel con una intensidad que la hacía temblar. Cada contacto era una chispa que encendía algo más profundo, algo que ella no podía definir pero que no podía ignorar.
El sudor que antes caía en gotas ahora se asentaba en una fina capa sobre la piel de ambos, aumentando la sensación de calor y humedad que los envolvía. A medida que Snape descendía con sus besos, dejando un rastro ardiente desde su cuello hasta su clavícula, Erin sentía como si su piel estuviera siendo marcada por cada caricia. Los besos no eran suaves, sino cargados de una pasión que parecía arder con cada segundo que pasaba, como si él estuviera decidido a reclamar cada centímetro de su ser.
Con cada beso, Snape demostraba una conciencia absoluta de su efecto sobre ella. Su boca se movía con precisión, alternando entre besos intensos que la hacían jadear y otros más suaves que le arrancaban suspiros de placer. Erin sentía cómo su piel se erizaba bajo sus labios, como si cada beso despertara una nueva ola de deseo que la arrastraba más y más hacia él, hasta que no quedaba nada más que la necesidad compartida que los consumía.
Snape a punto de su propio climax, mientras sus embestidas se volvian mas rapidez y con una fuerza que se contrastaba con las contracciones de Erin, clavando sus manos en su espalada atravesando, los vestigios de lo que quedaba de su camisa, Snape contemplaba complacido extasiado de gozar, la vista que le dibujaba Erin arqueadose al punto de llegar a su éxtasis, temblando por el vigor de sus cuerpos,
Al punto de encontrar el orgasmo de ella, se encontro en el shock que le provocó al sentir el suyo, Erin terminó, ahogando un gemido animal contra el hombro de Snape, reparo en el hecho de lo mediocres, pobres que habían sido todos sus intercambios anteriores. Se dio cuenta de que ninguna de sus amantes, ni siquiera aquellas que en fuego del calor se habían fundido con él con fervor, lo había hecho sentir el calor de un orgasmo, ni se había aferrado a él con tal intensidad, como Erin, los erráticos movimientos de cadera que apuraban su final y tras dos embestidas adicionales, sintió fluir su semen con tal violencia que sintió como si al eyacular, sintiera, que una parte de su alma lo abandonaba, se dejo caer a un lado de ella.
Durante un buen rato, ninguno pudo reaccionar ni recordar su propio nombre. Toda su conciencia estaba anulada por las olas decrecientes del placer, que se extendían como una marea implacable. A pesar de que ambos lo habían clamado pocos instantes antes, ahora todo parecía irreal y distante. Aquello había sido irracional, salvaje, incomprensible, sagaz e inesperado.
Por un breve instante, el universo pareció detenerse, concediéndoles un momento de absoluto deleite en su propio mundo privado. El despacho, previamente lleno de sonidos y movimiento frenético, ahora estaba envuelto en un silencio profundo, interrumpido solo por sus respiraciones entrecortadas. Ambos respiraban con dificultad, el aire llenando sus pulmones de forma irregular, mientras el sudor de sus cuerpos formaba una película ligera en la fría superficie de la piedra.
Temblaban, cada uno aún marcado por la intensidad de lo vivido, incapaces de coordinar sus movimientos o siquiera moverse con fluidez. El mundo exterior parecía haberse desvanecido, y solo quedaba el eco residual de su encuentro en el espacio que compartían, un lugar donde el tiempo se había detenido para dar paso a su propia realidad, efímera y envolvente.
A medida que la calma se asentaba, el peso de sus acciones se hizo evidente. Severus, aún jadeante y con la respiración entrecortada, miró a Erin con una mezcla de asombro y vulnerabilidad. Su rostro estaba marcado por la intensidad de lo sucedido, y sus ojos, usualmente tan implacables, reflejaban una sorpresa y un desconcierto se sentía corrompido, atrapado en una marea de sentimientos contradictorios. Por primera vez en su vida, se había dejado llevar completamente, consumido por una pasión que apenas entendía. Miraba a Erin con devoción, sus labios hinchados y rojos, el sudor que aún perlaba su piel, y su cabello alborotado, apenas cubierto por lo que quedaba de su ropa, sacudido hasta lo más profundo de su ser. Su necesidad de pensar en el bien mayor, que normalmente lo guiaba, había sido suplantado por una necesidad de egoísmo dejado sin palabras o acciones
El silencio que siguió estaba cargado de una tensión ambivalente. Por un lado, había una profunda satisfacción y una conexión tan intensa que parecía trascender el tiempo y el espacio. La sensación de haber compartido algo tan visceral y profundo se mantenía en el aire, como un eco persistente que parecía hacer temblar las paredes del despacho.
Por otro lado, una ola de incertidumbre y preocupación comenzó a crecer, envolviendo a ambos en su complejidad. La intensidad del momento había dejado una marca indeleble, y ahora, en medio del silencio, el peso de lo vivido se hacía cada vez más palpable. El espacio que compartían parecía estar cargado de una nueva forma de tensión, una que desafiaba las emociones y las decisiones que vendrían.
Aún sofocada por el calor del encuentro, Erin sentía un deseo incontenible de besar a Snape, pero no con la misma intensidad de deseo carnal. En lugar de eso, ansiaba ofrecerle un beso visceral y con ello , una realidad se hizo especialmente clara, si lo que habían compartido solo hubiera sido un acto de pasión sin más, como en cualquier otra ocasión que ella se había encontrado, con colegas, amantes pasajeros o deslices producto de su propia naturalez, se hubiera levantado e ido sin más, ella habría podido dejarlo atrás con relativa facilidad. Pero al observar a Severus, un terror sutil y penetrante comenzó a aflorar en su interior. No era solo una necesidad física la que se había saciado; había algo más profundo y perturbador en juego.
El terror que la invadía no se limitaba a la intensidad del momento, sino a la posibilidad de que tal vez sentía sentimientos encontrados por ese hombre. Era algo que nunca había anticipado, una realidad que desafiaba su percepción de sí misma
Erin se sentía atrapada entre el deseo de explorar lo que había emergido y el miedo de lo que eso podría significar y no solo para ella . La conexión que había sentido era demasiado fuerte para ser ignorada, pero también demasiado compleja para ser comprendida de inmediato. El pensamiento de enfrentar esos sentimientos y las posibles repercusiones de una relación más profunda la hizo reponerse de golpe. Erin sabía que necesitaba tiempo para procesar esta nueva dimensión. Era como si el momento que acababan de compartir hubiera desenterrado un vínculo emocional que ella había creído erradicado hace mucho, una dimensión de su ser que había intentado mantener bajo control tras todos estos años.
Mientras Erin se apoyaba en el escritorio para poder vestirse, aún temblorosa y con las piernas ligeramente vacilantes, Snape la contemplaba en silencio y al levantarse, notó con horror las marcas visibles que había dejado en el cuello de Erin. Las huellas de su pasión compartida, ahora transformadas en marcas moradas y rojas.
El estrago físico era evidente; el dolor que sentían era casi tan penetrante como la vergüenza que los envolvía cuando ambos repararon en las secuelas marcadas en su piel, sintió una ola de incomodidad. Erin se acercó a Snape sin mirarlo a los ojos, observando las marcas que había dejado en el. Sus ojos se posaron en el abdomen de Snape, marcado por las marcas de sus besos y uñas. Su espalda también delataba huellas de su desenfreno, que subían hasta su cuello El contraste entre las marcas de la serpiente y los besos de ella.
Erin ajustó rápidamente su ropa, sus movimientos apurados reflejando su preocupación y el apremio del momento. Al ver la hora en su reloj, se dio cuenta con horror de que había perdido mucho tiempo y debía haber ido a ver a Poppy para cuidar de Lucas hacía media hora. Su preocupación por su hijo y la urgencia de su situación la impulsaron a apresurarse.
Erin le dio a Snape una última mirada, una mirada cargada de silencio y de una resolución tácita, como si con ella decidieran guardar y enterrar lo que había sucedido. Con movimientos rápidos, tomó su varita del suelo y se dirigió hacia la salida, dejando atrás el despacho que ahora estaba impregnado con el eco de sus acciones.
Se apresuró a un baño cercano, buscando refugio y una forma de calmar su mente agitada. En un gesto casi automático, sacó un cigarro de su paquete y lo encendió, inhalando profundamente mientras el humo se mezclaba con la tensión que la envolvía. Cada bocanada parecía un intento de ahogar la confusión y el tumulto interno que sentía, mientras el tiempo se arrastraba en su desesperada carrera para llegar con Lucas.
Al entrar al cuarto, Erin intentó moverse en silencio, pero el crujido de la puerta rompió la quietud y despertó a Poppy Pomfrey. La enfermera se incorporó rápidamente, con los ojos llenos de preocupación al ver a Erin.
—¿Erin? —preguntó Poppy, su voz teñida de inquietud mientras la miraba de arriba abajo, captando cada pequeño detalle.
Erin intentó calmarse, disimulando su agitación, pero la mirada penetrante de Poppy la hizo sentirse expuesta, vulnerable. La enfermera la observó en silencio, su análisis agudo e inquebrantable. Finalmente, Poppy habló, su tono cargado de una seriedad que golpeó a Erin como una sentencia.
—Sé lo que está pasando —dijo Poppy, sus palabras llenas de una certeza que desarmó a Erin por completo.
El corazón de Erin dio un vuelco. El pánico la invadió, temiendo que Poppy hubiera descubierto lo que realmente había ocurrido. Su mente corría en círculos, buscando desesperadamente una salida, una explicación que pudiera dar sin revelar demasiado. Sentía cómo el aire se le escapaba, presa del miedo de que Poppy conociera la verdad. Sin embargo, cuando Poppy continuó hablando, su tono se suavizó, y lo que dijo la sorprendió.
—Erin, es en serio. El olor a tabaco es evidente... deberías considerar dejar ese hábito perjudicial —dijo Poppy, su voz ahora cargada de preocupación y reproche.
El alivio que sintió Erin fue inmediato y profundo, aunque mezclado con una frustración por no haber identificado antes lo que Poppy insinuaba. Aún atrapada en el miedo a ser descubierta, se obligó a reaccionar y a mantener la compostura.
Aun abrumada por lo que había sucedido momentos antes, Erin sintió una ola de alivio al darse cuenta de que Poppy no sabía nada más. Pero la expresión de la enfermera, genuinamente preocupada, la hizo sentirse expuesta y vulnerable, como si, a pesar de todo, una parte de ella hubiera sido descubierta.
—Gracias, Poppy, de verdad. Ahora ve a descansar, yo me encargo —dijo, despidiéndola con una amabilidad apresurada.
Poppy asintió, aún algo preocupada, pero respetó la petición de Erin y se retiró. En cuanto la puerta se cerró detrás de la enfermera, Erin sintió cómo la tensión la abandonaba de golpe. Se desplomó en el suelo, su cuerpo temblando con el peso de lo que acababa de vivir. Había tenido una de las mejores noches de su vida, el sexo había sido apasionado y liberador, pero todo lo que podía sentir ahora era una aplastante culpa.
Se abrazó a sí misma, tratando de encontrar consuelo en la soledad de la habitación. El abrigo que llevaba cubría parte de su cuerpo, pero ocultar el resto sería más difícil. Se mordió el labio, su mirada fija en los moretones que comenzaban a oscurecer su cuello, recordándole lo que había pasado y las consecuencias de dejarse llevar. Mientras meditaba sobre lo ocurrido, una sensación de pesadez se instaló en su pecho.
Sabía que tendría que enfrentarse a lo que había sucedido, y a los sentimientos que despertaba en ella, pero en ese momento, todo lo que podía hacer era intentar recomponerse antes de que la culpa la consumiera por completo.
