Hola a todos! He aquí el siguiente capítulo de esta pequeña historia. Jeje, las cosas pronto comenzarán a ponerse interesantes. Ya puestos… COMENZAMOS!

….

Capítulo 3.

Un poco de ayuda.

Los jardines del palacio real eran tan amplios que uno tardaría días en recorrerlos por completo. Sin embargo, para la princesa Marinette eran el lugar ideal para relajarse.

—Ma… Marinette, ¿podemos parar de una buena vez? —suplicó Alya que le seguía de cerca intentando recobrar el aliento—. Ya me están doliendo los pies.

—Alya, apenas hemos pasados los jardines de flores.

—¿Y cuántos kilómetros crees que son? Chica, para ser una princesa nunca te estás quieta.

—Nop, ya sabes que eso de estar en fiestas de té chismorreando no es lo mío —declaró con orgullo. Marinette era muy distinta a otras jóvenes de su edad que estaban obsesionadas con las fiestas de té, los vestidos, las joyas, los chismes de la sociedad y los bailes. Ella quería recorrer el mundo y ayudar a su reino—. Además, si necesito saber algo, tú eres experta en la materia.

—¿Me estás llamando cotilla? —preguntó con falsa ofensa.

—Jamás, pero debes admitir que es desconcertante que llegues a saber primero todo lo que ocurre antes que los nobles. Y eso me recuerda, ¿sabes algo sobre el asunto del secuestro del príncipe?

—Si te refieres a si alguien ha podido rescatar a ese amargado. Nop.

—Alya… no debes hablar así, menos a un príncipe —le reprendió—. Alguien podría escucharte.

—¡Ay, por favor Marinette! —alzó sus manos al cielo—. Ustedes dos no pegaban para nada. Es más, me alegra mucho que esto pasara. No te veo en un matrimonio infeliz con alguien como él.

—Mi hermano no es mal partido —apareció de repente Adrien detrás de los árboles asustando a las dos jóvenes—. Sólo que todavía no encuentra a su damisela. Mi lady —hizo una reverencia a Marinette.

—Príncipe —ella respondió la reverencia y Adrien alzó una ceja.

—¿Príncipe? ¿No dirás MI príncipe encantador? —Marinette rodó los ojos.

—Sabes que no puedo. Mucho menos cuando alguien puede escuchar —hizo un gesto a Alya para que les diese espacio y la morena así lo hizo, más que nada para poder acercarse al caballero de Adrien, Nino.

—Hola guapo, ¿me extrañaste?

—L-Lady Alya, e-es un gusto volver a verle —respondió el pobre caballero con las mejillas coloradas. Adrien y Marinette rieron al verles y se alejaron para darles su espacio.

—¿Cómo está Félix? —preguntó Marinette a Adrien que llevó su mano a su pecho.

—Auch, ¿por qué preguntas primero por Félix? Debemos aprovechar el tiempo ahora que podemos…

—Adrien —ella le sonrió y alzó su ceja con esa mirada de "No me vengas con esa" que a él le encantaba.

—Vale, vale. Lo siento, es que me pone un poquito…

—¿Celoso? —completo ella acercándose a él con una sonrisa y él sonrió con un leve sonrojo.

—Sí… no lo niego —sus labios estaban a punto de rozarse pero no era el momento, aún no—. Mi hermano está bien, como siempre, Bridgette lo cuida mejor de lo que se merece. Espero que estando allá pueda reconsiderar muchas cosas de su vida… porque si sigue con eso de la boda contigo juro que no dudaré en armar una revolución para… —ni siquiera completó la frase ya que Marinette le jaló de su camisa y le besó por largo tiempo hasta que se quedaron sin aire.

—Ni lo digas de broma —le soltó viéndole trastabillar y caer sentado al pasto.

—Mari… —tenía esa sonrisa de bobo que a ella le encantaba y detrás escuchó las risas y burlas de Alya y Nino. Sin embargo, un ruido se hizo presente a la distancia que captó la atención de todos y al asomarse por los árboles vieron a la distancia varios carruajes dirigirse al palacio, uno en especial pintado en rosado con relieves dorados y jalado por media docena de caballos blancos.

—No puede ser —Alya masticó las palabras con desagrado y Nino entrecerró los ojos.

—¿En verdad vino hasta acá? Vaya que es persistente.

—Pensé que tardaría semanas en venir —reconoció Adrien y Marinette suspiró.

—Bueno, tal parece que la princesa Chloe no espera a nada ni a nadie.

Desde su charla en la bóveda, Félix había estado buscando por todas la razón por la cual Bridgette había aceptado secuestrarlo. Habían pasado días de eso y no tenía la respuesta que buscaba.

—Félix, la comida está casi lista —le llamó desde la cocina.

—Bridgette, ¿en serio no me vas a decir la razón? —le preguntó desesperado mesando su cabello—. Llevo días, semanas en esta búsqueda y no me das ni una sola pista de lo que estoy buscando.

—No te diré, y sólo llevas tres días. Tienes que buscarlo por ti mismo —le señaló con el cucharón—. Además, nunca había visto la casa tan ordenada. ¡Buen trabajo! —admitió con gusto. Si bien Félix estaba revolviendo sus cosas, acomodaba todo de forma impresionante. La verdad, es que no pensaba que tuviera tanto espacio en la torre—. Me encanta como acomodaste los muebles.

—No lo estoy haciendo porque quiero. Simplemente no soporto el desorden —respondió molesto y Bridgette se acercó a él tomándole del rostro.

—Y te agradezco por todo lo que has hecho. Ah, pero no vayas al piso de Plagg. Él añeja sus quesos allí y el olor podría desmayarte. Por cierto, tienes visitas.

—¿Visitas?

Al llegar al comedor se llevó la gran sorpresa de ver a sus dos amigos, Allan y Claude sentados y comiendo.

—¡Viejo, hola!

—Bueno verte, Félix.

—Chicos… —se sintió conmovido y esperanzado al verlos—. No lo puedo creer, acaso ustedes vinieron a…

—Si crees que vinimos a rescatarte, lo siento mucho —interrumpió Claude—. En realidad estamos de acuerdo con tu hermano.

—¡¿QUÉ?!

—A ver, a ver, a sentarse que la comida se enfriará —Bridgette le empujó hasta la mesa donde tenía ya los platos listos. No conocía la mayoría de los platillos, pero ella le explicó que muchas de sus recetas venían de los países del oriente donde estuvo muchos años. Eran extraños pero muy ricos.

Tras calmarse gracias a la sazón de Bridgette intentó de nuevo dialogar con ese par.

—A ver… ¿me están diciendo que están de acuerdo con mi hermano en todo este loco plan? ¿Por qué? —a pesar de intentarlo, podía verse con claridad una vena en su cuello. Allan dejó de momento la cuchara, siendo el único que podía hablar con su amigo al no tener la boca llena.

—Bueno, cuando nos enteramos de todo esto pensamos que Adrien debía estar loco. Y créeme, estuve a punto de venir para liberarte pero… pienso que esto podría servirte de lección.

—¿Lección para qué?

—Hombre, pues un cambio de corazón. Te urge —respondió Claude tras tragar el arroz y el tofu sazonado.

—¿Disculpa?

—Mira Fél… —comenzó Allan intentando tener el mayor tacto posible—. Eres alguien muy inteligente y bastante capaz para tomar el trono. Pero… no te veo como un buen rey —confesó notando la sorpresa en el rostro del rubio—. Eres demasiado desinteresado a lo que respecta a otros. Te falta empatía.

—¿Qué quieres decir?

—Te mueves bien en las altas esferas, pero descuidas al resto. La gente necesita un rey en el cual pueda apoyarse y confiar.

—Necesito moverme en las altas esferas de la sociedad para mantener control en el reino. Tú sabes cómo funciona esto.

—Vale, vale, pero Félix, un reino no sólo lo conforman los ricos y la milicia. También están otros sectores demasiados descuidados y hay quienes necesitan una mano o ayuda para salir adelante.

—Hago lo mejor que puedo para mantener mi reino a salvo. No he hecho nada malo.

—¿Recuerdas el incidente de la biblioteca? —le preguntó Claude señalándole con la cuchara—. Le prendiste fuego al edificio porque pensaste que albergaba al grupo de ladrones que, te recuerdo, se escondían en la taberna al otro lado de la calle —el príncipe se cruzó de brazos.

—Le di a la dueña una compensación por las molestias causadas.

—¿Pero te disculpaste? —le preguntó Claude de forma acusadora—. Nooooo, seguiste como si nada. Poco después de eso encontré que la pobre chica vendiendo los pocos libros que le quedaban en la calle. Porque lo que le diste no era suficiente para levantar un nuevo edificio y desde entonces vivía en un cuarto alquilado con varios artistas porque la biblioteca también era su casa.

—Pobre chica —dijo Bridgette triste—. No me puedo imaginar perder tu trabajo y tu hogar al mismo tiempo.

Félix se removió incómodo en su asiento, por alguna razón no podía soportar esa mirada triste en Bridgette.

—Al menos intenta salir adelante nuevamente, algo que muchos deberían hacer, y dado el caso bien pudo haber ido al palacio y explicar su situación.

—¿Sabes lo que dicen del palacio? —le preguntó Allan con aire serio—. Dicen que cualquiera que vaya a pedir algo se le corta la cabeza.

Cerró la boca ante sus palabras. Una parte, sorprendido por la mala imagen que tenía la gente del palacio y por otra porque le molestaba tener que admitir sus errores. Sus amigos tenían razón, mucha razón, y eso le hizo perder el apetito.

—Igualmente… la gente debe trabajar duro para mejorar. No es del todo mi culpa —sus amigos suspiraron rendidos ante su actitud.

—Mira que eres cabeza hueca —gruñó Claude y Allan hizo una leve mueca de resignación.

Después de comer los acompañó a la salida con Bridgette de cerca y dándoles su espacio, algo que agradecía mucho.

—Claude… —suspiró mirando por un momento el cielo del atardecer antes de mirarle a la cara—. Voy a regresar, y cuando eso pase voy a asumir responsabilidad y ayudar a crear de nuevo el edificio. Mientras tanto, ¿podrías ayudar a esa joven? Te lo pagaré después.

—Pero si ya la está ayudando señaló —Allan con una sonrisa burlona—. Apenas se enteró de todo la llevó a su mansión para que se hiciera cargo de su biblioteca y desde entonces no para, nunca lo había visto leer un libro hasta ahora. Incluso la llama en sueños "Jul… —Claude le tapó la boca con un leve sonrojo en sus mejillas.

—¡Y ya nos tenemos que ir! ¡Gracias por todo Brid! ¡Nos vemos, Félix! ¡Pórtate bien y piensa en lo que te dijimos! —empujó a Allan ignorando la expresión juiciosa de Félix.

—Tienes muy buenos amigos —le dijo Bridgette con una leve sonrisa—. Sabes, siempre he pensado que la gente debe trabajar duro para tener una buena vida.

—Concuerdo. Yo siempre he trabajado duro.

—Y eso es de admirar, pero muchas veces algunas personas necesitan de un poco de ayuda o pequeño empujón para salir adelante.

—¿Y sino aprovechan la ayuda?

—Entonces ya es su problema. No puedes salvarlos a todos aunque así lo quieras, pero quien de verdad la aprovecha la oportunidad estará por siempre agradecido y habrás hecho un leal amigo que también te apoyará. Así es como funciona un reino, o eso creo.

Félix bajó la mirada, reflexionando en sus palabras y en la gentileza escondidas en ellas. Bridgette esperaba que reflexionara, no sólo por el bien de su reino sino también por su propio bien. Tras unos instantes ella decidió rendirse.

—Está en la punta.

—¿Qué cosa?

—Lo que buscas está en la punta de la torre, en la parte más alta dentro de un cofre pequeño. Voy a tomar una pequeña siesta antes de preparar la cena —bostezó y se encaminó de regreso a su torre aunque Félix ya estaba corriendo de vuelta.

La punta parecía más un viejo ático, repleto de cajas y bolsas apolilladas. De verdad quería limpiar ese desastre pero primero lo primero. Tras una hora entera entre el polvo y arañas por fin encontró ese pequeño cofre. Lo abrió y lo que encontró allí lo dejó confundido.

—¿Qué es esto? —un viejo pergamino estaba enrollado, lo sacó y retiró el lazo que tenía para leer su contenido. Y con eso sus ojos se abrieron como platos y palideció en el acto—. ¡¿QUÉ ES ESTOOOOOOOO?!

Su grito fue tal que hizo eco hasta el bosque.

…..

Y… espero que les haya gustado! ¿Qué es ese papel? Lo averiguarán en el siguiente capítulo! Y sin más qué decir… UN ABRAZO! UN GUSTAZO! Y HASTA LA SIGUIENTE!