Hola a todos. Sé que me retrasé pero tuve algunos inconvenientes. Y aunque me he recuperado he tenido que descansar mucho para volver a las andadas. Pero puestos a esto este es un pequeño capítulo especial para sacarles una pequeña sonrisa y sin más qué decir… COMENZAMOS!
….
Capítulo 7.
Viejos recuerdos.
…
—¡Yo quiero ir! —exclamó Bridgette ante el cartel que Luka amablemente le llevó—. Hace años que no voy a un festival. Este suena divertido —dijo viendo con grandes ojos el cartel—. Habrá juegos, comida y hasta un espectáculo. ¡Quiero ir!
—¿Hablas en serio? —Félix parecía irritado por su actitud infantil, aunque la verdad era porque Luka sonreía de oreja a oreja mientras miraba a la dragona.
—Bah, ¿qué va a tener de bueno esta fiesta? —se quejó Plagg malhumorado de compartir todo con Sass—. Los humanos celebran cada cosa…
—Habrá un concurso del mejor queso —agregó Bridgette y Plagg no tardó en prenderse en sus ropas.
—¡Tenemos que ir! ¡En el nombre de todo lo sacro y puro de los quesos tenemos que iiiiiir!
—Estoy seguro que será divertido —dijo Luka que parecía divertido—. ¿Te gustaría ir conmigo? —aquella palabras hicieron que Félix se tensara en su silla.
—Pero… no puedo dejar a Félix solo —dijo mirando al rubio como si este buscase escapar.
—Oh, cierto. En ese caso, ¿por qué no lo encierras en un cuarto?
—¡Yo también voy! —gruñó Félix mirando con rabia a Luka que ladeó la cabeza.
—¿Usted? ¿Su real majestad? ¿Piensa convivir con nosotros los plebeyos? —si las miradas matasen el trovador ya estaría ardiendo en vida.
—Por supuesto, ¿no se trata de esto? —miró a Bridgette con la mandíbula tensa—. Conocer a mi pueblo me ayudará a ser mejor rey. Y qué mejor que un festival.
—Oh, pienso que es una buena idea —aceptó Bridgette contenta de que se apuntase—. Aunque voy a estarte vigilando, no quiero que trates de escapar aun cuando ya conoces el contrato.
—Tienes mi palabra escrita.
—Mmm, no lo sé —Luka le sonrió burlón—. Tal vez deberías ponerle una correa para que no se escape… ¡ugh! —Félix le dio una fuerte patada bajo la mesa.
—Ten cuidado con lo que dices, el último bufón que insultó a la familia real terminó en la horca.
—¡Félix! ¡Amenazar de muerte es malo! —le regañó Bridgette pero Félix no retiró su palabra.
…
Se dejó caer en la cama, molesto consigo mismo. Normalmente era una persona bastante controlada pero desde que estaba allí parecía que se estaba olvidando de ello. Y todo era culpa de Bridgette y de ese trovador de quinta.
—Esto es un fastidio, en verdad.
—¿Y ahora qué te traes? —le dijo Plagg que se mantenía cerca, curiosamente los había unido su aversión hacia esas dos víboras.
—Este lugar me saca de quicio, en verdad necesito salir.
—Bueno, con la condición de que no te escapes…
—No lo haré. He dado mi palabra y está ese contrato con la firma de mi madre. De no ser por ello ya habría intentado escapar de nuevo como cuando llegué —se sentó en la cama y pasó su mano por su cabello—. No entiendo cómo mamá pudo estar de acuerdo en todo esto. ¿En qué pensaba?
—Emilie tenía ideas muy locas, pero siempre funcionaban —comentó mirando a la ventana mientras comía un trozo de queso—. Me parece extraño que ninguno de los hijos haya sacado más de ella. Incluso le dije, Emilie, no te cases con ese, vas a tener hijos iguales a él y vaya que no me equivoqué.
—Espera, ¿qué estás diciendo? ¿Qué tanto conociste a mi madre?
—No lo sé, era una cría cuando me encontró. Me había peleado con Brid porque me trajo el queso incorrecto y me salí de la cueva donde vivíamos pero estaba nevando. Fue que ella me encontró —podía recordarlo, la pequeña Emilie había escuchado su hambriento estómago entre la nieve y decidió llevarlo a su casa para cuidarlo pero en medio del camino…—. Y cuando nos cayó encima una avalancha de nieve y rocas apareció Brid y ambos le salvamos la vida— aquel momento fue aterrador pero usando el fuego de la dragona combinado con su don no dejaron siquiera rastro de la montaña—. Se armó un escándalo, pero tu madre nos mantuvo ocultos en su mansión mientras tanto los humanos buscaban en los bosques. De allí es que nos conocimos.
Félix quedó fascinado al conocer el buen corazón de su madre a ayudar a ese par, sintió una suave calidez en su pecho al recordar lo bondadosa que era.
—Aunque claro, no fue de a gratis.
—¿Qué?
—Porque así como tú, ella hizo un contrato.
—¡¿Qué?! ¿Pero de qué iba ese contrato?
—Cositas sin importancia. Como que al cumplir los 15 años la lleváramos a recorrer el mundo, que al cumplir la mayoría de edad fuesen a beber una cerveza en un bar… todavía recuerdo esa noche con terror —se le erizaron los pelos ante el recuerdo y el cómo Bridgette quedó con un ojo morado—. Que le enseñásemos a pelear, cómo sería quedarse unos días en una prisión, y por ahí estaba incluido que hiciésemos desaparecer a unos molestos pretendientes.
—¿C-Cómo?
—Eso fue divertido. Tu madre estaba loca, pero me regalaba queso fino así que me caía muy bien.
La imagen de la dulce mujer que era incapaz de lastimar a una mosca se vio cambiada ante una mujer rebelde y violenta.
—Oh, también recuerdo que nos pidió hacer desaparecer a un par de rivales de amor…
—¡¿QUÉ?!
—Fue broma —Félix gruñó molesto con la sonrisa ladina de esa hada—. En fin, al final se quedó con el aburrido de tu padre que, aunque lo intentó, el pobre diablo terminaba con los nervios destrozados cuando iban de aventura. Ante eso Emilie decidió que unas relajadas vacaciones sería lo ideal.
—Un momento, entonces ¿eso quiere decir que padre conoce a Bridgette?
—Pues… sí y no —confesó Plagg—. Tu padre la conoce pero de otra manera. Uy, y no hablemos de cuando encontró a…
—¡FÉLIX! —Bridgette asomó por su puerta con una gran sonrisa—. ¿Listo para nuestra salida? —en sus manos llevaba unas prendas que le ayudarían a pasar más desapercibido. Bueno, ya preguntaría después sobre ello.
—Bridgette, ¿ya nos vamos? —preguntó Luka tomando una de sus manos y llevándola a sus labios. La dragona se sonrojó hasta sacar vapor y Félix sintió una vena hincharse.
—¿Puedo llevar una espada? —preguntó a Plagg que también miraba la escena con clara molestia.
—Seh, por si acaso.
…
El rey se sentía cansado y cada día que pasaba el estrés aumentaba y no tenía idea de qué hacer… su esposa sabría qué hacer ante esa situación pero… ella ya no estaba a su lado.
—Mi lord —Natalie le llamó a sus espaldas y él se dio la vuelta con aire cansado—. ¿Se siente bien?
—Estoy cansado, Natalie. ¿Qué has averiguado sobre lo que te pedí?
—He confirmado que el Templo ha tenido ciertos problemas dentro. Desde que la Santa apareció el Templo se ha dividido en tres facciones, uno que sirve a la Santa de forma incondicional y otro que está en contra de las decisiones que está tomando.
—¿Y el tercero?
—Neutral. Y es normal, la joven que vino por asilo dijo que algunas monjas y sacerdotes de la segunda facción han comenzado a tener una actitud extraña.
—Investiga qué es lo que quiere la Santa del reino de la princesa Marinette. Y claro, si nos conviene a nosotros.
—Entendido señor.
Natalie se marchó dejando al rey entrar a sus aposentos, allí, parado en una esquina se encontraba una vitrina cubierta que él abrió apenas llegar y sonrió. Se trataba del vestido de novia que su esposa usó el día de su boda. Un vestido de corte de sirena, con una capa traslucida y brillante que parecía hecha de estrellas, con un corte de barco al frente con gemas verdes y azules, y la tela tenía diminutos diamantes e hilo de oro blanco apenas perceptibles a la vista. Cuando la vio en aquel vestido sintió que se quedó sin aliento.
—Emilie, mejor huyamos ahora, podemos celebrar la boda en otro momento —cuando ella le escuchó lanzó una carcajada que se escuchó por toda la iglesia.
—Gabriel, ¡estás loco! ¿Sabes lo que nos harían los invitados si los dejásemos plantados?
—Al demonio los invitados, igualmente odiamos a la mayoría de ellos.
—Eso no te lo niego —admitió ella con esa sonrisa ladina—. Pero piensa en lo que los pobres decoradores, chefs y demás sirvientes han trabajado para este momento. Y ni qué decir de quien me hizo el vestido, la pobre quedó inconsciente por el cansancio.
—Tienes razón… —suspiró ofreciendo su brazo y ella lo tomó—. La persona que te hizo ese vestido tiene mi eterna gratitud —Emilie sonrió.
—Y la mía también —las puertas se abrieron y la pareja entró.
Gabriel sonrió ante el recuerdo. Nunca supo quién fue la persona que hizo el vestido, Emilie le dijo que era un secreto. Su sonrisa menguó y permaneció pensativo.
—Emilie, ojalá me pudieses mandar una señal de lo que debo hacer —posó su mano sobre el cristal, donde en el frente entre las joyas, se podía apreciar el broche de pavorreal que ella nunca se quitaba.
…
Y… espero que les haya gustado! Gracias a todos por leer. Dejen review, nada de tomatazos y sin más qué decir… UN ABRAZO! UN GUSTAZO! Y HASTA LA SIGUIENTE!
