27/09/2024
Gracias por sus bellísimos reviews =D
Karii Taisho, Annie Perez, Ferdy Arevalo, Cindy osorio, MegoKa, marielvalentinavazquezrodrigue, Rosa Taisho, Kayla Lynnet, Valentinehigurashi y joiscar.
Les mando miles de besos \(n3n)/
Hello! =D
Veo que a muchas les tocó el corazón el capítulo anterior =( nuestro Inuyasha bien emocionado, abriendo su kokoro, pero Kagome… Diossss *todas en coro*
¡Kagome ya se honesta por Dioooooss! =O
La siguiente semana publicaré el día 3 de Octubre =D ¿por qué? Porque cumple un año mi página de Facebook =)
Siganmeee, el link está en mi Bio. Ahí les aviso que días actualizo, o si tengo inconvenientes para subir algún capítulo. (Estoy como: "Eline H. T.")
Les dejo el capítulo de hoy =)
CONVIVIENDO CON MI EX.
Capítulo 19: Revelaciones.
Blanco. Todo lo que alcanzaba a ver era blanco. Las paredes, el suelo, el techo… ¿Dónde estaba? Miró hacia abajo y se dio cuenta de que ella misma llevaba un pantalón y una camiseta del mismo color. Frunció el ceño, ¿por qué tenía esa ropa? ¿Dónde había quedado su vestido y zapatos? Apenas hace un momento lo traía puesto, y hace unos segundos estaba con Inuyasha… ¡Inuyasha!
–¡Inuyasha! ¡¿Dónde estás?! –gritó desesperada.
Pero su voz no la obedeció. Sonaba extraña, como si sólo fuera un susurro, simple aire saliendo de ella. Volvió a gritar, usando sus manos como megáfono, pero obtuvo el mismo resultado. El miedo de desconocer su paradero incrementó dentro de ella mientras gritaba nuevamente. Nada. Sintió un nudo en la garganta, era impotencia y miedo a lo desconocido.
Corrió. No sabía hacia dónde, ni siquiera veía algún camino, pero dejó que sus pies desnudos la llevaran. ¿Dónde estaban sus zapatos? Algo en el suelo no tenía sentido, era una sensación familiar, ¿era césped? Pero no veía nada más que el color blanco. Siguió corriendo, sintiéndo la frustración en su cuerpo. ¿por qué sentía que no avanzaba?
De repente, se detuvo. Una luz, brillante y cálida, apareció a lo lejos. Era cegadora, como un reflector dorado que la hizo entrecerrar los ojos. Una silueta comenzó a formarse en medio de la nada. Un hombre con camisa blanca y pantalones negros… ¡Era Inuyasha!
–¡Inuyasha! –lo llamó de nuevo, y esta vez su voz fue audible.
Inuyasha sonrió y levantó la mano, saludándola. El alivio la invadió. No estaba sola. Inuyasha caminaba hacia ella, y todo su miedo empezaba a desaparecer. Pero entonces, una voz la interrumpió.
–¡Mami!
Esa voz la congeló. Giró bruscamente sobre sus talones y vió, a lo lejos, la figura de su hija, vestida de color rojo, corría hacia ella con los brazos abiertos. Su cara resplandecía de alegría y reía como siempre, despreocupada y escandalosa.
–¡No vengas, Moroha! ¡Mi niña, no vengas! –gritó Kagome, pero su hija no la escuchaba, sus pies seguían la misma velocidad, acercándose rápidamente.
El pánico se apoderó de Kagome. ¿Qué debía hacer? Si Moroha llegaba, Inuyasha la vería. Todo se revelaría. El secreto que tanto había protegido con ímpetu, al fin saldría a la luz.
–¡Detente!
Quiso gritar de nuevo, pero su voz volvió a ser un susurro apenas audible, incapaz de detener a su hija. El miedo la paralizó. Cuando intentó girar hacia Inuyasha para decirle que no avanzara, ya era tarde. Él estaba justo detrás de ella. Mantenía la cabeza gacha, su rostro cubierto por el flequillo.
–¡Mamiii!
Moroha llegó hasta ella y la abrazó con fuerza de la cintura. Kagome se quedó inmóvil, su respiración comenzó a acelerarse. Esto no debía estar sucediendo. Abrazó a su hija en gesto protector, rogando en su interior que Inuyasha no reaccionara tan mal. Inuyasha, quién había levantado la cabeza, la miró con sorpresa. Su mirada iba de Kagome a Moroha y viceversa, como si no pudiera creer lo que estaba viendo.
–¡Oh! Hola, señor. Mami, ¿ya lo viste? ¡Tiene mis ojos! –dijo Moroha, mirando a Inuyasha con curiosidad, completamente ajena a lo que sucedía.
Kagome sintió que el mundo se desmoronaba a su alrededor. Lo blanco se transformó en negro, incluso su atuendo, como si todo estuviera ligado a sus emociones. Ya no había vuelta atrás. No podía seguir ocultándolo. Inuyasha lo sabía… Era hora de confesar.
–Si, mi amor. Ya vi que tiene tus ojos.
–Creí que mis ojos eran únicos, tú siempre me lo has dicho… ¿Por qué ese señor tiene los mismos que yo?
–Eso tiene una razón, mi cielo –murmuró temerosa.
–¿Cuál es esa razón, mami?
–Si, Kagome, dile porque compartimos ese rasgo singular –Inuyasha apretó la mandíbula en ese instante, al igual que los puños en sus costados. Estaba molesto, lo sabía.
–Inuyasha, déjame explicarte… –su voz temblaba; Las palabras se atoraron en su garganta. Inuyasha no dijo nada al principio. Solo observaba a la pequeña–. Inuyasha… Ella es Moroha… –Kagome acarició el cabello de su hija con ternura, acomodándole los lazos de su moño–. Moroha, él es…
–Soy tu padre, –susurró Inuyasha con voz profunda, interrumpiéndola. Se acercó para separar a Moroha de Kagome con rapidez–. Y ésta mujer –la señaló con desdén–. Se encargó de ocultarlo por años… Por eso pagará por lo que hizo –tomó a Moroha de la muñeca, y caminó un par de pasos, alejándose de Kagome
–¡No, Inuyasha! – Kagome lo detuvo del hombro, él, sólo la miró con desprecio–. Todo tiene una explicación… –él forcejeo, quitando su mano con brusquedad.
–¿Explicación? ¡Ja! No me hagas reír. Has jugado conmigo todo este tiempo… ¿Crees que mereces ser escuchada?
El mundo de Kagome se derrumbó en ese momento, comenzó a llorar sin poder evitarlo. Inuyasha la empujó y ella cayó al suelo como si todo su cuerpo hubiera perdido la fuerza. Sentía las palmas contra el suelo frío, como si de repente el pasto se convirtiera en concreto. Levantó la vista y vio cómo Inuyasha se alejaba, llevándose a su hija de la mano. ¡No! ¡No podía hacerle eso! Moroha intentaba soltarse, pero él seguía caminando, sin detenerse.
–¡Mami! –gritó Moroha, sus lágrimas caían mientras intentaba regresar, el corazón de Kagome se encogió debido al sufrimiento de su hija.
–No volverás a ver a tu madre –dijo Inuyasha con voz dura. Cuando finalmente giró hacia Kagome, su mirada estaba llena de odio–. Mereces estar sola. Después de todo… –Su voz se volvió más cruel–. Solo piensas en ti misma y nadie más.
Esas palabras cortaron más profundo que cualquier herida en su vida. Kagome sintió cómo su corazón se rompía, destrozado por la dureza de sus palabras y la impotencia de no poder hacer algo. No era cierto. No lo hacía por ella. Lo hacía por Moroha…
–¡Suéltame! –gritaba Moroha, pataleando y estirando sus manos hacia Kagome–. ¡Quiero ir con mi mamá! ¡Mamá! ¡No dejes que me lleve! ¡No quiero irme!
Quiso moverse, quiso correr hacia su hija, pero su cuerpo no respondía. Ni siquiera podía levantarse; de repente notó que dos grilletes la mantenían sujeta al suelo. Tan pesados como las palabras de Inuyasha. Volvio su vista a Inuyasha, pero ya estaban muy lejos. Las siluetas de ellos desaparecieron ante sus ojos. Comenzó a gritar con desesperación. ¡Inuyasha había desaparecido con su hija! ¡No! ¿Por qué? ¡¿Por qué?!
No podía hacer eso. ¡No podía quitarle a su hija!
–¡Mentirosa!
Gritaban unas voces distorsionadas desde la lejanía. Se tapó las orejas, colocándose en pocision fetal. Pero eso no calló las voces.
–¡Egoísta!
–Kagome…
–¡Mereces estar sola!
–¡Kagome…!
–¡Sólo piensas en ti!
–¡Kag!
Reconocía esa voz…
–Inu… –murmuró entre sollozos, abrazando sus rodillas.
*
El olor a alcohol la hizo fruncir la nariz. Entreabrió los ojos lentamente y volvió a cerrarlos. Dios, había sido un sueño. Sintió cómo el alivio la dominaba. Unas manos tomaron las suyas. Al abrir los ojos por completo, lo que vio fue a un Inuyasha preocupado. De repente, las imágenes de lo que había sucedido antes de esa pesadilla volvieron a su mente, atravesándola nuevamente. La promesa que Inuyasha le había hecho… Y que ella no había respondido.
–Inuyasha…
–Deme permiso, joven Inuyasha –Yura se acercó a ella con un aparato en las manos–. Necesito checar su presión.
Inuyasha se apartó un poco, lo suficiente para que Yura se colocara a su lado.
–Extiende tu brazo, sí, así. Y ahora, por favor, trata de no hablar mientras checo tu presión arterial, ¿vale? –le colocó el esfigmomanómetro digital en el brazo y dejó que funcionara automáticamente–. Como lo sospeché, linda. Tienes tu presión arterial baja.
–¿Puede darle algún medicamento? –murmuró Inuyasha, preocupado.
–No es necesario, aunque sería de gran ayuda que tomara muchos líquidos. Mi teoría es que pudo haber sido ocasionado por deshidratación… Ya que hace mucho calor.
–Ok, entonces ya regreso.
Inuyasha salió disparado de la habitación, dejándolas solas.
–¿Es la única causa probable de mi desmayo? –preguntó Kagome.
–Hay muchas causas. Entre ellas están problemas hormonales, pérdida de sangre, falta de vitaminas y nutrientes, o… –Yura negó con la cabeza–. En tu caso, no creo que haya sido por eso… Sería muy pronto para algún síntoma.
–¿Qué?
–A veces es causado por un embarazo –se encogió de hombros.
Kagome se ruborizó, vaya, hasta Yura pensaba que ella e Inuyasha tenían intimidad. ¿Pero cómo no pensarlo? Si habían estado compartiendo habitación. Un embarazo como consecuencia… ¡Imposible! Yura tenía razón, eso era imposible, y ademas, era muy pronto para tener síntomas. Apenas hace unos días había tenido su vida sexual activa… Y sí. Habían sido descuidados, pero no había necesidad de preocuparse. Porque ella ya no podía tener hijos, se había operado hace años.
Se había sometido a una OTB después de tener a Moroha. Mientras tomaron sus datos en el hospital, le preguntaron si quería un método anticonceptivo, ya que debía esperar dos años si quería volver a embarazarse. Pero eso fue algo que pensó durante los meses de gestación de Moroha. Decidió que su pequeña hija sería la única en su vida; si llegaba a haber algún hombre que la hiciera creer en el amor conyugal, no estaba dispuesta a estar con él si no aceptaba a su hija. Moroha era el amor de su vida, y jamás dejaría que nadie la hiciera a un lado.
%
Inuyasha agarró un mechón de su cabello y lo colocó detrás de su oreja, mientras tanto, ella tomaba su vaso de agua. No pudo evitar notar que él la miraba expectante, tal vez esperando que tocara el tema de la promesa. Pero se le dificultaba hacerlo; no quería, pero era un asunto que debían tocar. Sólo que ahora tenía algo más en su mente, el recuerdo de su sueño. El horror de la reacción de Inuyasha la perturbó por completo, aunque no había sido real.
«¿Y si eso es lo que pasaría si él supiera la verdad? ». Se preguntó, sintiendo que su pecho se escogía.
¿Y si Inuyasha se llevaba lejos a Moroha? ¿Y si la condenaban a vivir en soledad? ¿Y si le prohibía ver a su pequeña? Aquello fue como una pesadilla que reflejaba sus más profundos temores, y, tal vez, su mente le advertía que no podía permitir que Inuyasha supiera la verdad. O tal vez era su conciencia, estaba jugando con ella, mostrándole las consecuencias de sus malas decisiones… de no decir la verdad.
Se sentía abrumada en esos momentos.
Mientras Inuyasha permanecía ajeno a sus pensamientos, él luchaba en su propia mente. Era imprudente preguntar sobre su promesa. Kagome no le había dicho que sí, pero tampoco le había dado una respuesta negativa. El miedo a ser rechazado nació en él, como un adolescente que se declara a su primer amor. Pero había decidido ganarse su corazón por completo; incluso si le decía «no», él volvería a intentarlo.
A partir de ahora, le mandaría rosas al trabajo, peluches y chocolates; y, si era necesario, hasta le compondría poesía. Actuaría como debía actuar un enamorado, y esta vez no cambiaría por nada. Creería en ella, no defraudaría su confianza como antes. Sabía que ese había sido un golpe muy duro para ella: la confianza. Esta vez estaba dispuesto a todo por su relación. Habían pasado diez años, ambos habían cambiado en muchos aspectos de su vida. Quizás así lo había querido el destino… Esperar a que ambos maduraran lo suficiente para al fin pertenecerse. Ya había esperado demasiado; ahora era tiempo de ser feliz con ella.
–Gracias –murmuró Kagome, dejando el vaso en la mesita, tenía la mirada perdida, tal vez procesando la promesa que le había hecho.
–No es nada, Kag –dijo Inuyasha, rodeándola con un brazo y acercándose a su cuerpo. Yura los había dejado solos; los demás permanecían preocupados en el salón de baile, pero Yura les diría que no era nada grave–. Todos se quedaron preocupados.
–Lo siento, Inu –respondió Kagome, sintiendo culpa.
Inuyasha alzó una ceja.
–¿Estás disculpándote por estar así? –tomó su mano y la llevó a los labios–. Kag, no digas tonterías. Tal vez estás así por mi culpa –alzó la vista y se aseguró de que nadie estuviera cerca–. Siento que te estresaste mucho esta semana por mí.
–No, Yura te explicó antes de irse –se encogió de hombros–. Además, no he estado tomando mucha agua; debió ser eso.
Pero no se atrevió a añadir que InuNo le había quitado el apetito y que no había comido lo suficiente en la mañana. Eso jamás se lo diría.
–No, Kag, esto fue culpa mía –dijo Inuyasha, con un tono exagerado, como si realmente se sintiera culpable, se tapó la cara con las manos.
–¡Oh, te juro que no! –le quitó las manos del rostro y lo tomó de las mejillas–. Inu, aquí hace mucho calor, y yo fui descuidada en hidratarme.
Inuyasha no pudo evitarlo más, curvó los labios con una sonrisa traviesa.
–¿Te preocupa que yo me sienta culpable, Kag? –se llevó una mano al corazón, actuando como si la culpa lo estuviera devorando.
Kagome no pudo evitar sonrojarse. Sí, eso era lo que había intentado… ¡y ahora resulta que él estaba jugando!
–¡Estabas fingiendo! –le dio un golpe juguetón en el pecho y, para agregar dramatismo, frunció el ceño y puso los brazos en jarras–. ¡No puedo creer que me hagas esto, Inuyasha!
Inuyasha soltó una risa.
–Me la debías, Kag, ¿sabes el susto que fue para mí verte desmayar? ¡Casi me muero del susto! –intentó abrazarla, pero Kagome se zafó, alejándose de él, manteniéndose enojada–. Ya, Kag, mira… ¡Ya estoy serio! –pero ella no volvió para verlo–. ¡No volveré a hacerlo, Kag! –dijo él, tratando de contener la risa. La tomó firme de la barbilla y la obligó a verle.
Kagome, no pudiendo contenerse más, comenzó a curvar una sonrisa en sus labios.
–Estamos a mano, Inu –le sacó la lengua en gesto juguetón y lo empujó, haciéndolo retroceder un poco.
–¡Ya verás, Kag! A mí nadie me saca la lengua, ni me empuja. ¡Ven aquí, pequeña grosera! –se acercó a ella y comenzó a hacerle cosquillas en las costillas.
Kagome no pudo evitar reír.
–¡No, Inu, no! –decía entre carcajadas–. ¡Inu! ¡Me vas a arruinar el peinado! –intentó excusarse para que se detuviera, pero no logró nada.
Inuyasha la recostó en el sofá y se quedó encima de ella. Las cosquillas pararon poco a poco, y él la miró con profundidad, con sus manos a cada lado de su rostro.
Inuyasha sintió que la expresión alegre de Kagome le daba mil años de vida. Se había asustado cuando la vio palidecer y desmayarse frente a él; por un momento, pensó en llevarla al hospital si era necesario. Se sintió culpable, tal vez la había presionado con su promesa y esa había sido la razón de su colapso. Pero Yura había dicho que no era por eso, se debía a su presión baja y al calor de la isla. Su alma volvió a su cuerpo cuando Yura le dio a oler alcohol con un algodón, y la vio despertar. Ahora estaba ahí, más tranquila, con las mejillas sonrosadas. Así quería verla siempre, tan viva y radiante… Y ahora que la tenía en esa posición, no pudo evitar sentir un deja-vú en ese momento... Ella había estado así antes. Hace muchos años, cuando le confesó sus sentimientos.
–Inu, esto me recuerda a… ese día –murmuró Kagome.
Inuyasha sonrió. Él también lo había pensado. Esto le traía recuerdos de cuando se sinceró con ella y le declaró sus sentimientos. Ya no tenía excusas para seguir viéndola, así que decidió arriesgarse y abrir su corazón. Y ella lo había aceptado, convirtiéndose en su novia.
–Lo sé, Kag –dijo mientras se inclinaba, rozando sus labios con los de ella–. Yo también lo recuerdo –incapaz de resistirse más, la besó con lentitud.
Kagome le correspondió al instante, rodeándolo por el cuello para acercarlo más. Ella sabía que debía disfrutar estos momentos por última vez... Cada instante contaba. Le devolvió el beso con intensidad, recordándose que los besos que le daría estaban contados, y el último sería el más doloroso de todos.
Al separarse, Inuyasha apoyó su frente contra la de ella, sonriendo suavemente.
Kagome deslizó sus dedos desde la mejilla de Inuyasha hasta su clavícula, intentando grabar cada detalle de él, como si quisiera guardarlo en su memoria para siempre. Fue entonces cuando notó la cadena en la que colgaban sus alianzas matrimoniales, y distraídamente tactó el anillo de promesa que aún llevaba en su dedo con el pulgar.
–Inu, sobre lo de hace rato...
–Shh –siseó él, antes de besarla suavemente en la frente–. No te presionaré... Kag, solo quiero que me digas una cosa –la miró a los ojos, inundado de esperanza–. Por favor, dime que lo pensarás, ¿sí?
Kagome sintió un nudo en su garganta. Inuyasha la miraba con esa calidez, confiado, como si todo fuera a estar bien. Pero no lo estaría. No para ella, había cosas que él no debía saber… Más bien, cosas que había decidido no decirle.
–Lo pensaré, Inu –murmuró esbozando una sonrisa para tranquilizarlo. Sintió el peso del sueño atormentarla.
«Perdóname por mentir».
Lo dejaría, rompería su corazón, y él jamás sabría la verdad. Jamás sabría sobre Moroha. Ese era su plan para desaparecer.
Inuyasha, ajeno a su mentira, sonrió, aliviado por su respuesta. La besó con más profundidad, sintiendo como si todo lo que los había distanciado desapareciera ante sus ojos.
–Gracias, Kag –susurró contra su cabello, cerrando los ojos, embriagándose de su aroma–. Siento que algo bueno vendrá de ahora en adelante... Que después de todo lo que hemos pasado, finalmente tendremos la oportunidad de ser felices.
Kagome sintió que el peso de esas palabras la aplastaba por dentro. Su corazón latía con rapidez, por la culpa que la consumía, como una línea de pólvora que explotaría en cualquier momento. Mientras Inuyasha veía un futuro abrirse ante sus ojos, ella solo veía que el adiós se aproximaba. Sabía que Inuyasha estaba siendo sincero, abriendo su corazón, pero ella, al final, lo que haría sería mentirle. Él confiaba en ella. Y ella había decidido no decirle la verdad… Así eran las cosas. Así las había decidido.
–Sí... –logró decir con voz baja, mientras lo rodeaba con sus brazos–. Todo estará bien, Inu.
Pero en su mente, ya había tomado una decisión. No importaba lo que sintiera ahora, no cambiaría nada. Lo dejaría, se alejaría de él, era la única manera de proteger a Moroha de un futuro incierto. Aunque le doliera cada fibra de su ser, haría lo que debía.
–Sí, así lo siento… Oye, hay algo más, algo que quiero decirte –se separaron e Inuyasha le acarició el rostro con ternura, su sonrisa positiva seguía presente, obviamente no notaba la tormenta que se vivía dentro de ella.
–¿Qué pasa?
–Te amo, Kag –susurró, su voz había sido firme y cargada de emoción, convencido de que este era el comienzo de algo. Algo que cuidaría siempre.
Se lo había dicho, y aquellas palabras hicieron eco en la cabeza de Kagome. Él la amaba, su voz y sus ojos lo expresaban… Había pensado que decírselo complicaría más las cosas, y no se había equivocado, porque ahora sentía un peso más sobre ella. Pero por lo menos, en este momento, quería ser sincera con él, decirle una verdad, en medio de tantas mentiras.
–Yo también te amo, Inu –era la única verdad aquí, y está verdad la destrozaria por dentro cada día de su vida… Porque le rompería el corazón al hombre que amaba con toda el alma.
Inuyasha volvió a besarla, mientras pensaba que había esperanza para él. Lo amaba, ¡lo amaba! Esas tres palabras lo llenaron de una inmensa felicidad, sentía que su vida retomaba el rumbo anterior. Con Kagome a su lado, sentía que podría lograr todo lo que se propusiera. Y ésta vez, haría las cosas mejor que en el pasado.
Estaban a punto de regresar a la fiesta, estaban por cruzar la puerta, pero ella detuvo a Inuyasha un segundo.
–Inu. ¿Qué diremos si nos preguntan sobre..?
–¿La "propuesta de matrimonio"? –la interrumpió él.
–Sí, todos pensarán que me propusiste matrimonio, y que yo acepté –levantó su mano, mostrándole el anillo en su dedo–. Pero…
–Ese anillo, es un símbolo de promesa –le sonrió–. Lo sé, eso es algo que tu y yo sabemos. Es algo privado.
–¿Y qué debemos contestar?
–Kag, no es necesario contestar que has aceptado mi propuesta… Solo podemos decir que lo pensaras. Pero tú y yo sabemos la verdad –le guiño un ojo–. Además, no es una mentira por completo, has prometido pensar en lo nuestro… Y si aceptas, un matrimonio es lo que sucederá al pasar el tiempo, ¿no crees, Kag?
Kagome asintió, sintiéndose más culpable. Inuyasha le besó la comisura de sus labios y entrelazó sus dedos, antes de entrar a la fiesta. Las conversaciones y la música cesaron momentáneamente, y varias miradas se dirigieron a ellos. Izayoi, Rin y Sango se acercaron rápidamente, dejando a sus parejas en la otra esquina, sus expresiones reflejaban preocupación por ella.
–Me diste un susto de muerte –Sango se acercó a ella y le tomó una mano, Kagome le dio un apretón, su amiga siempre preocupándose por ella.
–Kagome, ¡gracias a Dios! –exclamó Izayoi, abrazándola con fuerza–. ¿Estás bien? –le examinó la cara y sus facciones con amor maternal en los ojos. Kagome sonrió, era lo mismo que hacía cuando Moroha era una bebé y apenas había comenzado a dar sus primeros pasos, la asustaron sus continuas caídas.
–Todo está bien –Inuyasha intentó disipar la preocupación.
–Solo tenía la presión baja. No es nada grave. Ya me siento bien –respondió tratando de sonar más despreocupada de lo que realmente sentía. Izayoi soltó un suspiro de alivio.
–Nos asustaste –dijo Rin, tomando la mano de Kagome–. Primero todos estábamos emocionados de la propuesta de Inuyasha, y al siguiente nos asustamos con tu caída.
–Pero lo bueno es que te encuentras bien –murmuró Izayoi, alejándose un paso–. Por cierto, ya que Rin sacó el tema. ¿Has decidido qué le dirás a mi hijo?
Iba a mostrarles el anillo en su dedo. Pero Inuyasha le tomó la mano, cubriendo su dedo. Lo miró, él sonrió y contestó por ella.
–Lo pensará, después de todo, ¿cuál es la prisa?
Kagome le agradeció con la mirada, pero no pudo evitar sentir un vacío en el interior. Porque ni siquiera lo iba a pensar.
–¡Qué emoción! –exclamó Izayoi, abrazando a Inuyasha y Kagome. Ambos se sorprendieron por esa reacción, parecía que estaba convencida que pasaría–. Pero eso significa que pasará algún día… ¡Me alegra saber que ambos retomarán su relación!
–Pero… –comenzó Inuyasha, pero fue interrumpido por Rin.
–No hay prisa –Rin tomó a Izayoi del hombro y la alejó un paso de la pareja–. Dijeron que lo pensarán, creo que es mejor que no los presione…
–Pero, Rin, ¡esto ya es un avance! –les guiñó un ojo–. Algo me dice que no tardará en pensarlo, yo sé lo que te digo…
Sango no pudo evitar notar la tristeza en los ojos de su amiga, Izayoi y Rin seguían discutiendo. Pero Kagome se notaba incómoda. Sabía la verdad, y conocía lo suficiente a Kagome como para saber que se sentía atormentada en esos momentos… Porque ella no estaba reconsiderando su relación con Inuyasha. Quiso ayudar a su amiga, así que la tomó del codo.
–¿Me acompañas, amiga?
–Claro –soltó la mano de Inuyasha y se abrazó al brazo de Sango. Le alegraba tenerla cerca, le dio un apretón en agradecimiento–. Ya volvemos –dejó a ambas mujeres con Inuyasha y se alejaron.
–Me alegra que estés bien –dijo Sango, mientras pedía una bebida–. Te veo rara, ¿estás segura de que no es más que eso?
–De verdad, solo fue un momento. Estoy bien –insistió con una sonrisa, Sango vio más allá de ello.
–Kagome… –regañó alzando una ceja.
–¡Está bien! –exclamó sentándose en un taburete–. No puedo más… Estoy agotada –susurró, para que solo ella escuchara.
La tristeza de Kagome la hizo sentir lástima, le puso una mano en el hombro, intentando apoyarla en esos momentos.
–Amiga, lo sé. Tu mirada me dice lo que estás pasando… –el barman le dejó una bebida y se la acercó a Kagome, pero ella negó.
–Uno de esos, sin alcohol, por favor –le pidió al hombre y este asintió.
–¿Sin alcohol?
–No quiero beber –pero en realidad era parte de su plan. El hombre le tendió la bebida y ella le sonrió en agradecimiento.
–¿Qué pasó allá adentro?
Kagome negó mientras tomaba el vaso entre sus dedos.
–Te lo contaré al rato –giró hacia Sango y alzó el vaso–. Un brindis, mi amiga.
–¿Y por qué brindamos?
–Porque me vaya bien el día de mañana.
Sango brindó con ella y bebieron. Kagome inhaló y exhaló con lentitud, aún tenía que fingir y mentir mucho esa noche.
%
La velada transcurría tranquila; Hakudoshi y Kikyo no se acercaron a ellos. Kagome agradeció que eso no sucediera. Ahora estaba con Izayoi, quien tenía el rostro enrojecido por las bebidas que había consumido. No dejaba de hablar de «La propuesta de matrimonio». Kagome intentó no dejar que su sonrisa se desvaneciera. Izayoi daba por sentado que se casarían... Conociéndola, ya estaría pensando en la fecha más cercana, igual que en su boda anterior. Un peso más se sumó a la culpa de Kagome: iba a decepcionarla.
–Estaba pensando... –Izayoi la tomó del brazo y la llevó hacia la mesa de bocadillos–. ¿Qué tal si lo hacemos aquí, en la playa?
Kagome analizó la idea, una boda romántica. Cualquier mujer soñaría con la boda de sus sueños. Pero ella ya no podía soñar con eso.
–Sería perfecto. Inuyasha se esmeró en que construyeran este lugar.
–Eso me han dicho... –Era algo que le estrujaba el corazón.
–Linda, él dedicó años en perfeccionarla. Era una meta para él. Quizás lo tenía en mente para ustedes...
Si tan solo supiera la verdad... Aquella casa fue parte de lo que alguna vez soñó ser, la vez que la diseñó mientras tenía sueños de ser arquitecta. Pero la vida no había resultado como lo había planeado.
–Tal vez tengas razón –sonrió a medias.
–¡Sí, linda! Nosotros solemos venir a esta casa siempre en esta fecha, para celebrar el cumpleaños de Totosai y pasar tiempo en familia… Pero mi Inuyasha siempre se la pasaba encerrado en su despacho, trabajando. Desde que estás aquí con él –Izayoi le sonrió con sinceridad–, ha estado más sociable con nosotros. Solemos reunirnos pocas veces al año…
–¿En serio? –Aquello ya se lo había contado Inuyasha, pero que lo dijera Izayoi, con ese tono triste, la atravesó por completo.
–Sí, todo por el puesto en Taisho Corp. –Negó con la cabeza y suspiró–. Pensé que tendría una vida solitaria, como mi esposo…
–¿Solitaria?
–Sí. Él... Bueno, ya sabes que tuvo una esposa antes que yo –comentó incómoda.
–La mamá de Sesshomaru…
–Sí, ella venía de una familia de escasos recursos. Pidió trabajo en casa de Totosai, y fue aceptada. Mientras él estudiaba y se preparaba para Taisho Corp., Irasue se metió en su corazón. Cuando al fin estuvo al mando, le pidió a Irasue que se convirtiera en su esposa.
–¿Y luego qué pasó?
–Irasue no quedaba embarazada. Eso lo extrañó y le dio dinero suficiente para pagar estudios médicos y hospitales caros, pero no hubo resultados. Luego descubrió que todo era una farsa; le había mentido durante meses –Kagome se tensó–. Yo estuve presente cuando esa pelea sucedió. En ese entonces, yo era su simple asistente personal. InuNo se enteró de que ese dinero lo había gastado en una casa para sus padres. Pelearon y estuvieron a punto de divorciarse, y fue cuando ella le rogó otra oportunidad. Él aceptó… Hasta accedió a pagar la pension mensual.
–Eso… no lo sabía.
–Y hay más, linda –se aclaró la garganta antes de continuar–. Irasue quedó embarazada, y luego nació Sesshomaru. InuNo estaba completamente feliz, pensaba que ya tenía todo lo que deseaba… Pero para su mala suerte, Taisho Corp. tuvo problemas financieros por esa época. Entonces Irasue le pidió el divorcio, e InuNo, después de negarse, lo firmó.
Kagome no podía creer lo que escuchaba.
–InuNo quedó devastado. Irasue se fue con su hijo de apenas dos meses. Te preguntarás, ¿por qué lo abandonó? Simple: ya no pudo costearle la misma vida que antes. Ese fue el detonante de su abandono. O al menos, eso fue lo que escuché en su oficina. -hizo una mueca de desagrado-. Querida, él se deprimió bastante y comenzó a desvivirse por la empresa. Se quedaba hasta altas horas de la noche buscando maneras de levantar la compañía. Yo, que permanecía al margen, comencé a acompañarlo en esos momentos, viéndolo tan vulnerable. Entonces, cuando Sesshomaru cumplió un año, Irasue se comprometió con otro, alguien que estaba en la cima en ese momento…
Aquella revelación le ayudó a entender la actitud de InuNo: aquel odio hacia ella. Porque pensaba que era igual que Irasue, que se aprovecharía de Inuyasha. Lo había juzgado mal, pero… ahora entendía parte de su desconfianza.
–Pero deberías haberlo visto. No asistía a eventos sociales, se quedaba hasta tarde en la oficina, y solo iba de su casa al trabajo y viceversa. Todo ese tiempo estuve trabajando para él. Muchos renunciaron, pero yo permanecí. Después de un tiempo, Taisho Corp. resurgió, en un éxito tan arrasador que dejó a la competencia muy por debajo de nosotros. A eso lo llamaron "la época de oro de Taisho Corp." –suspiró, recordando–. Me sentí tan orgullosa de él... Y mis sentimientos de admiración cambiaron a algo más romántico.
–¿Y cuándo fue que te propuso matrimonio?
–Pues… Después de convertirme en su mano derecha, y de viajar juntos para cerrar contratos, me pidió que saliera con él de manera romántica –se sonrojó y aclaró la garganta. Kagome pensó que había pasado algo íntimo entre ellos, tal como sucedió con ella e Inuyasha–. Me propuso matrimonio después de salir durante meses –se llevó la mano al rostro, soñadora.
Esa parte de la historia no la conocía. Sabía que había tenido una esposa anterior, pero nunca pensó que fuera algo tan profundo.
–Y es por eso –interrumpió sus pensamientos–. que temía que mi hijo llevara la misma vida que InuNo. Pensé que volvería a hacer su vida, después de ti. Pero se mantuvo sólo durante diez años, viviendo en automático… –Suspiró y la miró intensamente–. Nunca saliste de su corazón, te siguió queriendo durante una década. Creo que eres esa pieza esencial en su vida, la que lo hace feliz. Ahora lo veo más sociable, más alegre, más...
–Señora Izayoi…
–No miento, querida –le dio unos toquecitos en la nariz–. Ahora es su momento –le tomó las manos, sonriendo con ternura–. No dudes más, y sé feliz con él.
Kagome quiso correr en ese momento. La mirada esperanzada de Izayoi la apuñaló una vez más… Si tan solo supiera lo que planeaba, no estaría tan feliz de verla en ese lugar.
–Señora Izayoi, yo…
–Shh –Izayoi la interrumpió con un gesto–. Ahí vienen InuNo y mi hijo. Por favor, no le digas a nadie lo que te conté.
Kagome asintió. Nunca investigó la historia de InuNo y su ex esposa. Ahora conocía esa parte... ¿Y si Kikyo también conocía esa historia? Tal vez había usado esa información a su favor, para decirle mentiras a InuNo sobre ella. Y había funcionado, porque ahora la odiaba.
–¿Kag? ¿Pasa algo?
–¿Eh? ¡No! Nada –parpadeó varias veces. Inuyasha tenía una mano extendida hacia ella, una clara invitación a bailar. Pero Izayoi la tomó primero.
–Este baile me lo concedes a mí –le guiñó un ojo a su hijo–. Y tú –señaló a su esposo–, ya es turno de que bailes con tu futura nuera, querido.
Sin decir más, jaló a Inuyasha del brazo y los dejaron solos. InuNo le ofreció la mano, y ella la aceptó, incómoda.
–Como pez en el agua, ¿verdad?
La voz de InuNo era suave pero cargaba frialdad en cada letra. Su mirada no abandonaba la de ella, la estaba fulminando, lo sabía. Kagome tragó hondo, intentando concentrarse en el nudo de su corbata, pero la sensación de ser observada era incómoda.
–Sólo espero que no te acostumbres a esto, –continuó con desprecio–. Recuerda nuestro acuerdo.
Kagome levantó la mirada lentamente, sus ojos buscaron los de InuNo con decisión, tenía que aguantar un poco más. Seguir fingiendo ser la mujer que él creía.
–No lo he olvidado, señor –Su voz sonó firme, a pesar del nudo en su garganta–. Sé cuál es mi lugar. Mañana me iré, y no sabrá más de mí.
La sonrisa de satisfacción de InuNo fué cruel, como si ya hubiera ganado una batalla inexistente.
–Me alegra oír eso, –dijo con un tono que le heló la sangre–. No lo olvides. Tú no perteneces aquí… Toma tu dinero y vete para siempre.
Las palabras le cayeron como un peso de mil toneladas. A pesar de su tono educado, ella podía sentir el veneno que cargaba cada frase. Le estaba dejando claro que él nunca la aceptaría como parte de su mundo. Y ella no podía contestarle que su intención no era ser aceptada.
InuNo la hizo girar una vez más, manteniendo las apariencias. Estaba disfrutando hacerla sentir incómoda. Conocía a las mujeres de su clase, nunca imaginó que una chiquilla como Kagome Higurashi podría ser una víbora, tal como las que había conocido. Su apariencia de cordero era un simple disfraz, era un astuto zorro. Buscando su estabilidad en la vida.
–Me sorprende tu ingenuidad –dijo de repente, bajando la voz–. Siempre pensé que una mujer como tu «tipo» –acentuó la palabra–, sería más astuta... Más realista.
Kagome apretó los labios, su incomodidad comenzaba a transformarse en ira, le estaba cansando su tono despectivo. Pero no podía defenderse. No aquí. No frente a todos.
–¿Realista? –repitió–. ¿Qué quiere decir?
InuNo esbozó una sonrisa.
–Que deberías saber que los cuentos de hadas no existen, –susurró mientras la giraba–. Inuyasha no es tu príncipe, que te sacará de la miseria. Y este no es tu cuento de hadas.
Sus palabras estaban teñidas de amargura, ya que él también había vivido algo similar en el pasado… Con su ex esposa. Kagome no podía evitar preguntarse si InuNo estaba recordando con ella lo que Izayoi había dicho hace un momento. Tenía miedo de que ella fuera como Irasue, que sólo quisiera sacarle dinero a Inuyasha. Era amor de padre, un amor que ella comprendía un poco. Así que no protestó.
–¿No dices nada? Vaya, que poco coraje tienes…
–Usted no me conoce, señor Taisho.
–Solo sé que eres una mujer oportunista –respondió con veneno–. Sólo espero que está vez que desaparezcas, no causes una desgracia.
Aquel comentario estaba cargado de odio inminente, ella quedó estupefacta.
–¿Perdón? No se a que se refiere…
–¡Ja! No me hagas reír. Tu sabes bien de lo que hablo –InuNo hizo una pausa, su expresión se tornó más seria y gélida–. ¿No sabes que Inuyasha se accidentó hace diez años por tu culpa? –apretó la mano de InuNo como reflejo–. Creyó verte mientras caminaba por la calle y al intentar alcanzarte, fue arrollado… Tuvo varias cirugías para poder salvarle la vida.
Kagome sintió que el mundo se le vino encima. Se detuvo un segundo, pero InuNo la obligó a moverse de nuevo. El miedo la invadió; casi pudo ver a Inuyasha en esa situación, hospitalizado, conectado a varias máquinas... ¿Por qué ella no se había enterado? Su mente comenzó a buscar una respuesta. Y entonces lo recordó, Ayame había intentado decirle algo importante de Inuyasha, pero ella se rehusó a escucharla. Todo por su miedo a un posible embarazo. Todo coincidía… Se sintió abrumada y arrepentida por no haber escuchado a Ayame, sólo se preocupó por su situación. En cambio, hizo que insistiera en que firmara el divorcio. Apretó los ojos con impotencia. Dios mío. ¿Qué demonios había hecho?
–Gracias por tu visita al hospital –dijo InuNo con desprecio y sarcasmo–. Ahí demostraste tu nivel de humanidad y amor por mi hijo…
La música terminó, e InuNo la dejó ahí, varada en sus emociones, aquella revelación la había dejado en shock. Kagome se sentía culpable, abrumada y asfixiada… No había estado ahí para Inuyasha.
Inuyasha apareció de repente ante ella. Su expresión era preocupada, lo notaba. No podía reaccionar, cuando se dio cuenta, él la acercó de sus hombros, como un gesto protector.
–¿Te dijo algo? –preguntó Inuyasha, claramente preocupado.
Kagome respiró hondo, esbozando una sonrisa. No debía preocuparlo.
–No, ¿por qué lo dices? –mintió, retomando el tono tranquilo, lo rodeó con los brazos y se recostó en su pecho para evitar que pudiera leer sus ojos.
Inuyasha frunció el ceño, su intuición le decía que su padre le había dicho algo, ya que la vió palidecer mientras bailaban. Pero no quería insistir, no después de lo sucedido. ¿Y si insistía y eso le daba otro colapso?
Kagome sintió un escalofrío al recordar lo que InuNo le había dicho sobre el accidente. Un nudo se formó en su estómago al pensar en la posibilidad de haberlo perdido. Lo abrazó con fuerza, aferrándose a él. ¿Qué hubiera pasado si Inuyasha hubiera…? ¡No! La simple idea la aterró por completo. No supo que él había estado tan cerca del peligro, que un simple error había podido costarle la vida… La había confundido con otra persona. Sintió como la culpa la consumía, en ese tiempo se dejó llevar por el enojo y la tristeza; se sentía como si lo hubiera traicionado al no estar allí cuando más lo necesitó.
Kagome sintió que se le rompía el corazón al darse cuenta de que Inuyasha había estado tan cerca de perder la vida por ella, pero ahí seguía, amándole con cada fibra de su ser, pidiéndole una oportunidad, haciéndole una promesa de amor. Y ella… Ella iba a dejarlo, lo iba a destruir. La culpa y el arrepentimiento se volvieron más pesados, asfixiantes. Iba a irse al infierno… ¿Por qué no había estado a su lado? ¿Por qué había dejado que el rencor la controlara?
Definitivamente, no merecía estar con Inuyasha.
–Kag, no me mientas. Si algo pasó, no dudes en decirmelo…
Kagome pensó con velocidad, debía darle una excusa para explicar su reacción.
–No es nada, Inu, sólo lo que me dijiste. De sus sospechas de nuestra relación…
–¡Demonios! –Inuyasha la estrechó entre sus brazos, sintiéndose responsable por haberle causado un mal rato–. Debí negarme a bailar con mi madre, pensé que mi padre ya estaba convencido de lo nuestro. Había actuado diferente últimamente… Te prometo que esto no se va a quedar así, Kag.
–No, Inu, así dejémoslo… Mejor demostremos con hechos lo nuestro –se obligó a decir, ya tenía suficiente por esa noche.
Continuará…
Pensé que él capítulo sería corto, pero me equivoqué =O bueno, aquí agregué esa parte esencial. La que todas queríamos: El reclamo de InuNo =O ¿sabían que esa parte no estaba originalmente? Es parte de lo que agregué en la edición. Espero hayan disfrutado leerlo UuU
Las leo en los comentarios =D
Psss psss (responderé los comentarios de este capítulo).
Ahora sí. ¡Nos leemos el 3 de Octubre!
