Billy volvió a la rutina de servir café y elaborar dibujos que fueran sumamente bonitos encima de las bebidas de los clientes. Era extraño pensar que las artes le eran tan sencillas a una persona sumamente capacitada para ejecutar a quien tuviera enfrente. Él, ya fuera con un instrumento musical o con un lienzo en blanco, podía pensar en miles de maneras de cómo convertirlos en algo digno de escuchar o ver.

Se impresionó de lo rápido que lo había contratado el dueño de la cafetería cercana al Centro Rockefeller, pero para tener mayor seguridad, decidió no llevar los documentos falsos que en la semana Edward le había dado, es más, los destruyó en cuanto tuvo la oportunidad, únicamente quedándose con una identificación que esperaba nunca tener que sacar.

Pero el dueño fue muy comprensivo cuando él le platicó su situación, una en la que un hombre llegaba a la gran ciudad y se encontraba sin nada.

"Comienzas mañana", le había dicho el dueño, y ahí estaba, pensando en otra cosa que no fueran los juicios, tanto el de Rebecca como el que él tendría pendiente en cuanto se entregara.

Se preguntaba por la ansiedad qué estaba haciendo Rebecca, cuánto tiempo le tomaría al juez determinar su inocencia ¿o no había podido determinarla? No, eso no era posible, Edward tenía un plan de acción, y por lo que él sabía de tácticas, era un plan muy sólido.

Deseaba que de alguna manera, Rebecca entrara a la cafetería donde él estaba para tener mínimo alguna noticia, así fuera acompañada de algún amigo, Edward, Chris, Jill, quien fuera, y así poder escuchar un susurro que diera a conocer su situación, especialmente porque verla en la cafetería significaría que se encontraba en libertad.

Vaya, eso fue rápido.

Rebecca y Chris Redfield entraron a una cafetería con una sonrisa de oído a oído. Los había podido distinguir, podía sentir la felicidad de la chica.

Habían ganado el juicio, eso era seguro. Él seguía en la barra, por lo que Chris, al acompañar a la médico a su asiento, fue a buscar una bebida, especialmente una dulce como eran los gustos de su amiga.

—Un café americano y un frappé de galleta oreo de esos que parecen pastel, por favor —pidió el soldado mientras miraba de espaldas al barista que les iba a atender.

De pronto, este se giró y le pudo ver el rostro.

Billy Coen… o Steve Johnson, como se había hecho llamar en el lugar.

—En 15 minutos está listo —contestó sosteniéndole la mirada. Un sorprendido y atónito Christopher le vio directamente, pero se mantuvo tranquilo.

—¿Cuánto es? —preguntó tratando de mantener normalidad, pero por dentro sentía que algo estaba realmente mal con ese encuentro fortuito.

Rebecca los vio a lo lejos en su mesa, distinguiendo a su affaire y al amigo que la ayudó en el juicio, pero se sintió impotente, no podía acercarse.

—¿Y cómo le va en su día? —preguntó Coen a Chris, intentando fingir una actitud relajada y cordial hacia el cliente —¿Va a querer crema en su café?

—No, gracias, y todo va muy bien hoy —contestó Chris, entendiendo el ritmo de la pregunta del exteniente —espero haya más días así.

Billy rápidamente recordó la conversación en clave que había tenido con una Rebecca borracha en el bar una semana antes, cuando estaban preocupados por la situación, y ahora, a una semana, todo parecía diferente. Una pequeña calma se acababa de cernir.

Pero por alguna razón, no se sentía tranquilo. Sabía que aún faltaba algo más fuerte, su propio juicio, y con eso en mente, los malos pensamientos le invadían.

No era un buen presentimiento el que tenía, y cada que volteaba a ver a su amadísima Rebecca, la sensación acrecentaba.

—Steve, pon algo de ambiente ¿quieres? —le dijo su jefe desde el otro lado de la barra, haciendo otros cafés para un par de clientes que entraron después de Redfield.

—Claro, jefe —gritó Billy mientras salía de la barra. Con los pedidos en la mano, se acercó al piano el que llevaba sin tocarse desde que llegó, de acuerdo con el dueño —aquí están los cafés —entregó antes y lo empezó a revisar.

—Gracias —cortó Chris mientras se iba a la mesa con Rebecca —¿qué está haciendo? —le preguntó a la chica mientras ella veía atenta al hombre —¿Rebecca?

—Ah, Chris —respondió la joven ya más relajada. La resolución de inocencia la había dejado más tranquila a comparación de como se encontraba por la mañana —él toca el piano.

—¿Cómo Jill? —preguntó mientras recordaba cómo fue que él intentó tocar una sonata en la Mansión Spencer, dándose cuenta de que como pianista, le iba mejor como militar.

—Mucho mejor —explicó la mujer mientras le clavaba la mirada.

Billy aún se encontraba desempolvando el instrumento musical, un elegante piano de cola con madera oscura, posiblemente de roble, y teclas de marfil. Comenzó a probarlas, notando que eran sumamente sensibles al tacto.

Una banda en otro idioma que le gustaba era Mägo de Oz, aunque no entendiera español podía cantarlo bastante bien, y sabía que muchas notas de sus canciones eran fácilmente reproducibles en el piano.

Los movimientos eran fáciles de ejecutar para él, Rebecca ya se hubiera enredado en las primeras notas, y pronto, escuchó la voz de Billy acompañando a las teclas de marfil.

Me cuenta la historia
Del mundo y detras
Me anuda en su lecho
Despide al mortal

Cumple mis deseos y mi voluntad
Esta a punto de arder

Prefiero ocultar la persona que fui
Cuando mas le pido
Mas puedo exigir

Me atrapa en su mundo no quiero escapar de
Este sueño y sentir su mal

No quiero olvidar que es el dejarme
Atrapar sin dudar
No quiero olvidar y perder
Llegar hasta aquí y volver

La carga musical, la fuerza de sus cuerdas vocales, su entrenamiento en el arte, su capacidad para retener el sonido, la proyección. Los altos que alcanzaba, los bajos que podía emular… todo desde su caja torácica.

Recuerdo que el dia acababa y no se
Sutil melodia me atrapa otra vez
No puedo escapar debo estar a su lado
Y volver a sentir
Su mal

No quiero olvidar que es el dejarme
Atrapar sin dudar
No quiero olvidar y perder
Llegar hasta aqui y volver

Rebecca se encontraba impresionada, y el resto de los comensales, quienes fueron llegando al lugar por la potencia vocal de Billy, se vieron atrapados en su talento, aplaudiendo cuando la pieza se terminó, pero Billy se envolvió en sí mismo, en su arte, sin percatarse de que al momento de tocar el piano, le estaba dando la espalda a todo por la posición de este contra la pared.

Los clientes se levantaron en aplausos cuando el hombre terminó su interpretación, y como si lo hubieran traído de un trance de vuelta a la realidad, volteó a ver de donde venían.

Rebecca quedó impresionada, tal vez más que la primera vez, y dio unos aplausos pausados por el shock de encontrar a un posible artista afamado envuelto en el cuerpo de un exmilitar a punto de ser asesinado.

—Es mejor que Jill… —admitió Chris mientras miraba al hombre con los ojos abiertos de par en par y automáticamente le daba un par de aplausos, volteó a ver a Rebecca —¿estás segura de que fue un militar?

—Totalmente —contestó la chica —lo escuché tocar una vez, pero nunca lo había escuchado cantar.

—¿Me puedes contar? —preguntó Chris curioso, —tal vez debo aprender a tocar el piano.

—Pues necesitábamos una batería, y encontramos un piano en un bar en las instalaciones de Umbrella —comenzó a contar —le dije a Billy que teníamos que buscar bien en ese lugar porque parecía la casa de los locos y que no podíamos pasar por alto nada.

—Conozco esa sensación ¿George Trevor? —preguntó con referencias, a lo que Rebecca asintió.

—Tras platicar un poco, cuando me contó lo de África y confié en él, decidimos intentar con el piano, toqué y lo hice mal. Se rió y me dijo que él se encargaba.

—¿Se abrió una puerta? —preguntó Chris mientras reía un poco.

—Se abrió una puerta. Fue impresionante.

—Entonces ese chico tiene talento no solo en lo militar.

—Tiene la licenciatura y especialidad en Ciencias militares y fue de los mejores promedios en la Marina, por si te interesa platicar con él algún día —apuntó Rebecca, y Chris lo empezó a mirar con interés.

—¡Sí, sí, muy bonita tu cancionsita, pero esto es un asalto! —gritó alguien cerca de la caja registradora del negocio.

Genial, era el primer día de trabajo de Billy, el dictamen de inocencia de Rebecca y un momento de relajación en el que tenían que celebrar de alguna manera, así fuera cada uno por su lado, y llegaba un inútil acompañado de dos personas que bloqueaban la puerta de entrada en espera de dinero y pertenencias ajenas.

"Malditos", pensó en cuanto el sujeto cerca de la caja sacó una pistola, una Beretta 9 milímetros y la disparó al techo en repetidas ocasiones.

Y Rebecca estaba ahí…

No parecía ser una zona con índice de violencia alto, por el contrario, le parecía muy tranquila, por eso había decidido trabajar y vivir cerca del sitio en lo que se calmaban las cosas para él, pero parecía que los hechos tenían que volverse en su contra cada cierto tiempo o si no, no podía vivir.

Y Rebecca estaba ahí… no dejaba de pensar en el riesgo que era que su amada se encontrara en el lugar, por lo que pensó en actuar.

El dueño levantó los brazos en cuanto el asaltante le puso el arma en la cara, y tras la orden de guardar todo el dinero y dárselo en la mochila, Billy se acercó lentamente, dejando el piano atrás de él.

Chris se había puesto en guardia en caso de que buscaran estos sujetos acercarse tanto a él, o a Rebecca o a cualquier civil cerca de ellos, mientras que Billy de manera sigilosa se colocaba cada vez más cerca del asaltante.

—¡Jefe, cuidado! —gritaron los que hacían guardia en la entrada, pero ya era tarde.

Billy se encontraba atrás de él.

El delincuente volteó a verlo y le puso el arma en la cara también, amagando a quemarropa, el exmilitar colocó los brazos de manera que los pudiera ver.

—Tú, no te hagas el valiente y ayuda al vejete a guardar el dinero —gritó el sujeto. Billy podía notarlo.

No iba a disparar contra nadie.

—¡No me estás escuchando! ¡Guarda el dinero! —le volvió a gritar, pero no le disparaba. Había acertado. Asaltante de manual.

Chris no había movido ni un solo músculo, sin embargo se encontraba listo para cualquier eventualidad o para ver en que momento el exmarine podría necesitar de su ayuda. Colocó su mano en un costado, listo para sacar el arma en cualquier momento.

—¡Que guardes el maldito dinero…!

Billy, con un movimiento rápido de la mano, logró desviar el arma de su oponente y arrebatársela como si fuera un dulce. Al mismo tiempo, fue capaz de agarrarle la muñeca y tirarlo al suelo.

Con seguridad en lo que hacía, decidió revisar el arma, le puso el seguro y se la enfundó en el pantalón, con la finalidad de no tener que usarla. Los ayudantes del asaltante se acercaron al hombre e intentaron darle algunos puñetazos, los que fueron eludidos rápidamente por el exmilitar, quedando humillados después de que este, solo con moverse un poco, hiciera que quedaran tendidos encima de la barra.

—¡Vámonos de aquí! —gritó el líder, a quien Billy le apuntó con la pistola, solo que con el seguro puesto.

—Aquí se paga la cuenta —le contestó —devuelve el dinero.

El delincuente le dio todo lo que le estaba pidiendo y procedió a escaparte del lugar con sus compañeros del crimen.

La tensión bajó en el sitio, y todos le dieron un fuerte aplauso y una ovación de pie al empleado, quien solamente tomó la decisión de devolver el dinero a la caja y ver si su jefe estaba bien.

—Sí, todo bien, Steve —le dijo —fue un gran riesgo el que corriste, pero gracias.

—Cuando quiera, jefe —le contestó mientras buscaba deshacerse del arma que había obtenido —¿necesita algo más?

—Voy a reportar lo que acaba de ocurrir a la policía, seguro los van a atrapar, vuelve a tus labores, por favor.

—Sí, jefe.

Rebecca y Chris habían visto todo lo que acababa de pasar en solo cuestión de minutos, Chris seguía impresionado, porque las habilidades del hombre eran bastante útiles.

Sentía que miraba a un potencial agente para un proyecto que nacía en su mente…

—¿Y qué te pareció, Chris? —preguntó Rebecca mientras aún sin poder procesar que estuvo en medio de un intento de robo, notaba cómo Billy la había vuelto a salvar.

No era tonta. Sentía que el actuar de Billy en parte se debía a ella, y por otro lado, a su sentido de la justicia.

—Me parece que tengo que mover algunos hilos tan pronto como sea posible —exclamó el soldado, aún impresionado por las habilidades del exteniente, quien para estar inactivo, aún tenía conocimiento físico y táctico.

Tal vez el verdadero objetivo de Hound Wolf Squad podría hacerse realidad si era conformado por personas como él…

Salieron de la cafetería apenas terminaron sus pedidos y Billy, como se encontraba en su papel tratando de mantener la calma de los demás, apenas pudo ver a Rebecca salir del sitio por el rabillo del ojo. Lamentaba no poder acercarse más, pero no quería arruinar el éxito que ella había tenido.

Tras cumplir con su trabajo, lograr mantener en calma a los comensales, devolver el dinero y seguir atendiendo la cafetería, se preparaba ya para su hora de salida, la que era antes del atardecer.

—Steve ¿puedo hablar contigo un minuto? —preguntó el dueño mientras hacía el último café de la fila.

—Claro, señor —respondió mientras se ponía una chamarra, la tarde empezaba a enfriar —¿pasa algo?

—No, solo quería darte las gracias por manejar la situación del asalto —dijo el señor —yo hubiera podido hacerlo, pero por lo que vi, no parece que seas ajeno a estas cosas —dijo con un tono de cierta familiaridad que Billy no dejó escapar, pero no se enfocó en él.

—Pues en realidad… —comenzó a decir mientras buscaba como escapar de la situación. No quería tener que dar explicaciones —alguna vez tomé clases de defensa personal.

—Sí, ya vi —contestó el señor mientras sacaba algo de dinero de la caja —en fin, quiero que tengas esto.

Billy, al ver 500 dólares en la mano de su jefe, intentó rechazarlos, pero él se negó, alegando que el trabajo que había hecho valía más de lo que creía, porque logró evitar que las cosas escalaran a algo más. Presionado, aceptó el dinero.

—Gracias, jefe. Mañana a las siete, ¿verdad?

—Claro, Bill… Steve. Cuídate.

El desliz del señor paralizó al hombre, quien decidió no tomar en serio dicha pronunciación, y se fue.