—¿Estás seguro de la oferta de Chris? —preguntó Rebecca de nuevo en medio de las sábanas, pero ahora con un camisón de dormir, con encaje y de color verde olivo.

—Él mismo llegó a la barra a hablarme de eso.

—Voy a hablar con él para que no te diga nada otra vez.

—¿Podrías hacerlo? —preguntó Billy, aunque normalmente no le gustaba pedir favores de ese estilo, ahora era necesario, más que nada por su estabilidad, porque si se veía teniendo un futuro tranquilo, la vida militar no le iba a dar eso que tanto buscaba.

—Claro que sí —respondió mientras le daba un beso —a mí también me importas.

—Sé que vendiendo café no llegaré tan lejos, pero…

—¿Y quién dijo que quiero que me des dinero o me mantengas? —preguntó confundida Rebecca, mientras intuía los pensamientos del hombre —gano bien como científica, si te quiero en mi vida no es por esa razón.

—Rebecca… —dijo Billy conmovido —siento que tengo que protegerte…

—Y lo has hecho desde que nos conocemos, y estoy profundamente agradecida —la intimidad en el momento hacía que las palabras de la chica sonaran más dulces de lo que ya eran, entonces ella tomó la mano vendada del hombre —pero no sigas rompiendo vasos con la mano, o a la que le va a tocar protegerte es a mí.

—Solo fueron unas cuantas puntadas, nada grave —trató de tranquilizar Billy mientras con la mano sana, le tocaba el rostro a la chica.

—Cierto, tú estás bien, ¿pero qué va a pasar con los vasos del mundo? —contestó con una risa —esos van a necesitar ser protegidos de la furia del barista Billy Coen, el terror del vidrio.

La chica fue atacada a besos por el hombre a su lado, y de repente, volvieron a tener más intimidad.


Rebecca volvía a su laboratorio. Se estaba acostumbrando a levantarse más temprano para poder llegar puntual a su trabajo en Columbia, cuando un mensaje de Alexandra, su nueva asistente -porque Anne había renunciado-, le informó que el prototipo de la vacuna contra la serie E estaría listo para ser probado en seres humanos, lo que era riesgoso, pero útil debido a las exigencias que la B.S.A.A. estaba teniendo últimamente para con los investigadores.

Era una insistencia que no había sentido antes, porque ni siquiera Chris la presionaba como laboratorista en jefe.

—Jefa ¿cómo está? La veo muy bien —señaló la joven, otra prodigio que realizaba a sus 16 años prácticas profesionales como laboratorista, desde que había llegado, Rebecca y ella habían hecho un buen equipo.

—Gracias —contestó amable, pero cortante, tratando de mantener una distancia entre su asistente y ella —¿entonces cómo van los análisis?

—Perfectos, hemos estudiado al virus, y encontré que si hacemos algunos ajustes —procedió a entrar a la pantalla e introducir algunos comandos —se puede acelerar orgánicamente el proceso de adaptación al sistema inmunológico, y tendría consecuencias bastante buenas en la materia gris.

—¿Dices que la vacuna puede fortalecer el cerebro directamente? —preguntó Rebecca, interesada en los aportes de la mente joven, porque recordaba que ella igual era una mente joven.

—En pocas palabras, sí.

Rebecca se vio alegre con los resultados, y otros estudios indicaron que, con estos avances, la vacuna podía ser administrada sin problemas y sin efectos secundarios en el cuerpo humano.

Rebecca decidió mandar un mensaje a Chris dando a conocer los resultados y que todo iba demasiado bien para el poco tiempo de análisis del nuevo virus.

"Y aparte de eso, Chris, tenemos que hablar", le dijo la chica por medio de un mensaje, citándolo en Central Park.

—¿Qué pasó, Rebecca? —preguntó Chris, la investigadora se veía ligeramente molesta —ah, ya veo, Billy 'Steve' te contó.

—Sí —contestó la chica —me dijo que le propusiste básicamente volver a usar sus habilidades.

—No tiene nada de malo, Rebecca —contestó el militar —él es un excelente elemento, y me gustaría que estuviera de mi lado en campo.

—Pero él no quiere —contestó —quiere tranquilidad.

—Claro, tranquilidad. Un hombre como Billy Coen quiere tranquilidad —dijo ligeramente burlesco —hablé con Edward acerca de sus dictámenes psicométricos.

—Ahora no quiero hablar de psicometría —contestó Rebecca secamente —quiero hablar de Billy y de lo injusto que es querer que regrese a un momento de su vida que casi lo mata.

—Pues vamos a hablar de psicometría. Billy busca dopamina constantemente, cosas de la depresión según la perito, y busca una nueva emoción fuerte, la vida en la cafetería le va a terminar por aburrir y la relación entre ustedes va a ser inestable —continuó —aunque es mejor que tu piromanía.

—¿Cómo sabes…? —preguntó Rebecca sintiendo vergüenza en sus mejillas.

—Tú fuiste la que sugirió destruir el laboratorio de la Mansión con una explosión, te divierte el fuego —señaló Chris —pero como sea. Por su depresión, él puede caer en algún problema serio y me parece sano también que lo desahogue con un trabajo que lo rete.

Rebecca se sonrojó esperando mantener la calma, porque era verdad. Recordaba en su infancia algunos episodios en los que prendía fuego a las cosas y eso le emocionaba, tanto que en unas ocasiones, incendió muebles pequeños, lo que le causó un gran placer. Y al recordar el Incidente de la Mansión, también vino a su mente el momento en el que encendió el sistema de autodestrucción. Estaba ligeramente feliz, fuera del hecho de que estaba acabando con una amenaza.

—¿Dices que se lo propones por su bienestar? ¿dices que le propones que vuelva al servicio para que esté bien a pesar de que sabemos que eso le trae traumas? —dijo confundida, Chris asintió.

Era honesto, ella lo sabía. Él quería lo mejor para su amiga, para ella, y aunque era retorcido en su cabeza, lo veía convencido de su solución.

—Tendría una identidad nueva, no lo asignaría como militar, sino como agente al estilo de Jill por su versatilidad, y sería más fácil para ti saber que va a volver sin ser perseguido —explicó —si el juicio limpia su nombre, él no tendrá la necesidad de una nueva identidad, y eso sería lo mejor, pero hay que pensar que las cosas no siempre pueden salir como uno espera.

—¿Entonces lo harás de todas maneras? —preguntó Rebecca con lágrimas en los ojos —¿lo vas a reclutar sí o sí?

Chris tragó pesado, pero se mantuvo firme.

—Sí, Rebecca. Lo haría.

—Vale, entiendo.

Rebecca se fue del parque, con molestia en los ojos, con una lágrima cruzándole por las mejillas. Chris podía entender su postura, porque si él estuviera en la misma posición, lucharía por defender a su pareja. Inmediatamente recordó que sí ha estado en un lugar muy parecido, cuando Jill desapareció y tres años después la encontró en Kijuju. Buscaba protegerla después de haberla perdido.

La situación no era igual, pero entendía su impotencia, porque al final del día, Chris tenía más poder que ella, y si quería mover los hilos para cambiar la identidad de Billy y enlistarlo con él, podía hacerlo así costara mucho trabajo.

La mujer volvió al laboratorio, despejó su mente y continuó con las aportaciones de la joven asistente, las que corrigió por algunas inconsistencias que podían comprometer la capacidad de percepción del cerebro.

Tras corregir estos fallos luego de que Alexandra se había ido, volvió a configurar la creación de una vacuna prototipo, y para su sorpresa, esa misma ya se encontraba lista en ese momento.

Con una sonrisa aún más grande, y el laboratorio a solas, guardó los avances en una caja fuerte con código y protección extrema, porque sabía que esa información era sumamente delicada, y que la B.S.A.A. la esperaba con ansias, con unas ansias que jamás había percibido en ningún momento antes.

"Ya me preocuparé por ellos más tarde", dijo con cansancio en la mente. Había fracasado totalmente con Chris, y se lamentaba por ello.

Llegó a su propio departamento, donde un mensaje desde un número desconocido la sacó de su rutina.

Billy. Sabía que era él por el tono.

"El gran día es mañana, pequeña", decía el texto, pero adivinaba la ironía.

"¿Cómo te sientes?", preguntó ella mientras tomaba un vaso de agua. El hambre se le había ido de repente.

"Mal… mañana me entregaré como Edward pidió".

Las palabras que leía rompían a Rebecca en pedazos. Sabía lo que eso implicaba, pero también sabía que si seguían paso a paso las indicaciones, el entregarse sería lo mejor.

Por la ansiedad, se fue a su sofá, encendió la televisión y al hacer zapping, encontró que no quería ver nada. Estaba molesta.

Tomó el teléfono y le marcó a Jill.

—Valentine —saludó al otro lado de la línea.

—Jill, soy Rebe —continuó —¿vienes acá a mi casa? No puedo dormir.

—Cuando termine el entrenamiento táctico voy para allá —dijo la mujer mientras colgaba el teléfono.

Ambas sabían que no podían hablar ni dar detalles en líneas conocidas, así que cumplió su palabra y al conocer a su amiga, llegó con algunas chucherías y una botella de tequila.

Tocó la puerta, la científica abrió y vio a Jill con unos pantalones de mezclilla y su típica ropa azul mientras sostenía unas bolsas.

—Pasa —pidió —Alexandra me liberó la agenda, así que no iré mañana al laboratorio.

—¿No podrías concentrarte como siempre lo has hecho? —preguntó la agente mientras abría la botella que tenía entre las manos —digo, has pasado por cosas muy duras y aún así has sabido sacar todo adelante.

—No es necesario, ya tengo listo el prototipo de la vacuna.

Jill guardó silencio, sabiendo lo que eso implicaba a nivel de seguridad, por lo que procedió a mandar un mensaje a los hombres de Chris para que enviaran a reforzar el complejo de Columbia.

—Listo —dijo Jill mientras servía las botanas en un par de platos —y dejando de lado que ya acabaste el trabajo ¿es por Billy que no podrías concentrarte?

—Sí —contestó ligeramente desconsolada —mañana se entrega, comienza todo el proceso y lo que hablé hoy con Chris me puso nerviosa…

—¿En qué momento hablaste con Chris? —preguntó la chica de azul mientras servía un caballito de tequila tanto para ella como para Rebecca, quien la miró con dudas —vamos, sabes que necesitas esto.

—En fin, hoy en la tarde lo cité en Central Park para hablar de algo que ni a Billy ni a mí nos gustó. Fue básicamente a proponerle que se uniera a la B.S.A.A. o algo así, pero que volviera al servicio sabiendo cómo están las cosas.

—¿A la B.S.A.A.? —preguntó Jill extrañada —Chris ya no quiere servir en la B.S.A.A. —confesó la castaña.

—¿Qué? —preguntó Rebecca con el caballito de tequila en la mano, pero sin tomar de él —pero sigue ahí.

—Rebecca, están pasando cosas muy extrañas. Los números de los soldados enviados no concuerdan, el caso de los Winters sigue teniendo agujeros, han fallado radicalmente en la investigación del barco Annabelle, o ya no sabemos si nos están diciendo la verdad.

—Jill, eso es muy delicado —dijo Rebecca —¿qué estás queriendo decir?

—No estoy implicando nada, solo que hay muchas irregularidades —exclamó la mujer mientras tomaba algunas botanas —el estrés es muy grande, Rebecca, y creo que Chris no está pensando muy claro en estos días.

—¿Ha pasado algo más en los días que me he ausentado de la B.S.A.A.?

—Ahora que lo dices, sí. Chris logró ingresar al Hound Wolf Squad.

—¡Jill! —Rebecca exclamó, sabiendo lo grave de dicho evento —ese escuadrón solamente hace…

—¿Misiones de alto riesgo? Lo sé, y desde que Chris ingresó, los directivos están vigilando más, no puedo hablar mucho al respecto, pero porque tampoco me dice mucho —Jill le dio un gran trago al tequila que tenía entre las manos.

—Entonces ambas estamos preocupadas por nuestros hombres —indicó Rebecca —¿y cuál crees que sea el plan de Chris?

—A estas alturas, podría hacer lo que sea —contestó con la mirada gacha —me acordé de Dylan Blake, aunque estaba loco, dijo básicamente que las organizaciones eran una mierda. Creo que Chris le ha tomado la palabra.

—¿Él piensa que la B.S.A.A. está siendo corrompida? —preguntó Rebecca, entendiendo que su compañero podría estar pasando por dolor. La organización que había fundado se había vuelto ahora en aquello que juró destruir.

—Salud —brindó Jill —por los problemas en los que nuestros hombres nos meten.

—Salud.

Brindaron y tomaron un trago a su bebida, la que hizo que Rebecca comenzara a desahogar su dolor de tener que ver a Billy en prisión por un crimen que no había cometido. Ya entrada en alcoholes, comenzó a decirle a Jill lo mucho que quería que la situación saliera bien para ellos, que él pudiera ser libre y que cumpliera su sueño de tener paz en su vida.

Jill solamente externó sus ganas de que la pesadilla con la B.S.A.A. se acabara, y que todas las cosas que estaban mal lo hicieran también. Al ser una de las fundadoras de la organización, sabía que había mucho en juego y de por medio.

—Te juro, Rebequita, que cuando me llamen como testigo, voy a hacer lo posible porque tu noviecito salga de ese problema, y voy a golpear a Chris por haber sugerido tremenda barbaridad —dijo Jill balbuceando por el alcohol —¡Salud por ellos que son unos pendejos!

—¡Salud! —exclamó una ya ebria Rebecca entre risas —y gracias, amiga, por no dejarme sola en esta noche.

—Eso nunca, pequeñita.

Tras la conversación, las dos se quedaron viendo series y comiendo las botanas para evitar seguir tomando. Rebecca odiaba la sensación de estar mareada, pero valoraba que Jill estuviera con ella dándole apoyo como la amiga que había sido para ella.

Se quedaron dormidas en el sofá al poco tiempo, porque sabían que aunque los virus en sus cuerpos las regeneraba haciéndolas ver más jóvenes, ya no podían con ciertas rutinas, lo que las llevaba al cansancio inevitablemente.

Un mensaje llegó a su teléfono, Rebecca se despertó por el pitido.

"Te quiero, Rebecca", citaba el texto, entonces ella mandó otro mensaje:

"No tienes idea de lo feliz que haces mi vida, te amo. Todo saldrá bien mañana".

Al otro lado, Billy sonrió, porque sentía que el mensaje era particularmente sincero.

"No tomes mucho ¿ok?", contestó. Sabía que ella no era tan efusiva, algo tenía que estar pasando.