Billy fue a entregarse a las autoridades en compañía de su abogado tras enterarse de que había una investigación para dar con él iniciada en 2017, y que a pesar del resultado del juicio hacia Rebecca, no se cerró, sino que fue intensificada por el abogado que fungía como fiscal, quien al no estar conforme con el resultado del juicio de la doctora Chambers, decidió enfocarse en encontrar pruebas sólidas de que el exteniente seguía con vida.

Ya no apuntaría hacia la ex S.T.A.R.S., principalmente por piedad tras revisar sus peritajes psicológicos, sino que buscaba evidencia anecdótica o de personas que hubieran trabajado con él o con quienes pudiera haber tenido contacto.

Sus padres negaron haberlo visto en años, los familiares cercanos dijeron lo mismo, y otros elementos que sirvieron y ya estaban retirados solo tenían halagos para él.

Estaba buscando por el lado incorrecto, o eso creyó hasta que un día, a las instalaciones federales del Ejército, llegó un hombre llamado Billy Coen con la finalidad de entregarse y cooperar para limpiar su nombre por el crimen de guerra contra 23 inocentes en África.

Era curioso como se había entregado voluntariamente a poco tiempo de haber declarado a la médico como inocente. Solo se le hacía curioso, una conexión extraña, pero de la que no sospechó más porque tras la primer investigación, citaron a la acusada a juicio, cosa que nadie podría controlar, así que lo vería como una desafortunada coincidencia.

Por las fechas de la desaparición de Billy Coen y por los pulcros antecedentes militares del exteniente -a excepción del hecho que buscaba limpiar- volvió a notar la misma complicación que con Rebecca: había asuntos de seguridad nacional involucrados, lo que complicaría más las cosas, y si volvía a testificar otra figura pesada como Chris Redfield, tendría las mismas posibilidades de perder como lo había hecho contra la científica.

A esto, le tenía que agregar, que él no era un abogado militar, así que sus acciones se veían seriamente limitadas al terreno civil. Se había quedado sin cartas.

Billy fue llamado a declarar tras su acusación, dando por iniciado su proceso judicial militar.

Tal como Edward le había recomendado, Billy se presentó, declaró ser inocente de los cargos y dijo que, a pesar de haber estado presente en la masacre contra los civiles en África, él no disparó y por el contrario, fue golpeado y tumbado por el líder de la misión para que no pudiera evitar la situación.

—Entiendo la seriedad de las acusaciones en mi contra y me comprometo a cooperar completamente con el proceso judicial. No tengo antecedentes de evasión de la ley y estoy dispuesto a cumplir con todas las condiciones que el tribunal considere necesarias para garantizar mi presencia en las audiencias —finalizó el acusado.

El abogado contaba con los documentos de la investigación, Edward era conocido por mover hilos y conseguir toda la información que quería, lo que facilitó el caso de Billy, además de que en cuestión de dos semanas, consiguió a los testigos más importantes, los que podían hablar bien y los que podían desacreditar al general Walker.

Tras haber vertido su declaración y probar que no estaba en afán confrontativo, sino con ganas de colaborar, aunado a sus palabras, la evidencia del trabajo actual que tenía y los peritajes que su abogado había logrado ingresar al archivo, uno de los militares que solamente conoció a Coen de lejos, pero que también tuvo buenas referencias del soldado, decidió que la idea de la prisión preventiva era exagerada.

—¿Está seguro, general? —preguntó uno de los oficiales que estaba en la zona.

—Ya me oyó, soldado —contestó —la justicia será la encargada de decidir si Coen merece la libertad, la prisión o la muerte, pero mientras tanto, la evidencia preliminar indica que no es necesario encerrarle.

—Como ordene, señor —contestó el soldado sin oponerse, entonces aseguró el tobillo de Billy con un dispositivo de geoposicionamiento —es por protocolo, para evitar una fuga, señor.

—Pero estoy colaborando —indicó Billy.

—Hubiera colaborado antes —le respondió el soldado —no es personal, solo hago mi trabajo.

—Lo sé, no te preocupes, soldado. Lo estás haciendo bien —dijo Billy mientras le dedicaba una sonrisa. El joven se extrañó con la amabilidad del exteniente, y por alguna razón lo sintió alentador.

—Si sale del estado, lo vamos a saber y se le encerrará —avisó mientras terminaba de colocar el dispositivo.

—Si no colaboré antes, es porque la pena de muerte le da miedo a cualquiera —explicó —pero vengo a reparar las cosas.

—Como diga, señor —dijo el joven soldado, sintiendo una especie de aliento en el que podría ya ser un veterano de guerra mientras pensaba humanamente en lo desesperada de su situación —y, lamento lo que está viviendo.

—Soldado, esta vida tiene sus gratificaciones, pero también sus sinsabores —le empezó a decir, sintiéndose como un anciano que compartía sus experiencias con los más chicos —tienes que prepararte para todo.

—Como diga, señor —el joven le dedicó un saludo militar. Por alguna razón, la figura de Billy Coen le generaba esa clase de empatía y respeto —yo también creo que es inocente, señor.

—Gracias por las palabras de fe. Descanse.

Salió del tribunal con Edward, quien le felicitó por aceptar tan tranquilamente el geolocalizador del tobillo.

—Me lo iban a poner sí o sí —dijo Billy con cierta resignación —después de veinte años, era obvio que les daría miedo que me desapareciera otra vez.

—Lo estás haciendo bien —explicó —tu charla con ese chico te hizo quedar mucho mejor.

—¿En serio? —preguntó extrañado. En el fondo lo estaba tratando como alguna vez quiso ser tratado al ser un novato.

—Sí, los demás en la sala vieron que lo trataste con respeto para ser de un elemento de rango bajo, tú sabes bien que pocas veces pasa eso.

—Está tratando de hacer justicia, lo respeto por eso.

—Y ellos te respetaron a ti —cerró Edward mientras se dividían —¿y qué vas a hacer?

—Ir a mi casa, seguramente —contestó Billy —y a la cafetería a seguir trabajando.

—Sabes, Chris me hizo una propuesta —comenzó a decir Edward, pero vio el ceño de Billy fruncirse por la molestia.

—Me la hizo —confesó —y no hay nada que considerar.

—¿Te contó exactamente lo que quiere?

—No, y tampoco me interesa.

—Sería libertad garantizada —continuó Edward —y no serías soldado, sino agente con misiones específicas, probablemente pocas, solo te dejo la información para que la consideres.

—Libertad a cambio de que me maten en algún momento ¿verdad? —preguntó con tono irónico —¿a cambio de perder mi paz? ¿mi estabilidad? Estoy teniendo una vida tranquila, no quiero perder todo lo que estoy logrando solo por volver al servicio.

—Es una posibilidad que no deberías despreciar. Chris entiende tu predicamento, y como lo conozco, seguramente también piensa en Rebecca, por lo que no creo que tengas muchas misiones que atender si su amiga y viróloga estrella está en juego.

—Ya dije que no.

Edward no volvió a insistir. El exmarine sabía cómo ser necio e intimidante al mismo tiempo, pero ahora tenía que pensar en el geolocalizador de su tobillo, el que se aseguraría de que él no iba a salir de la ciudad.

—Voy a ir a la cafetería —dijo Billy —ahí creo que encontramos a un testigo más.

—¿En serio? —preguntó —¿y quién es esta persona?

—Fue mi instructor de combate en las Fuerzas Armadas —comenzó a explicar —el instructor Leonard Davidson, excelente en su labor y muy respetado por saber liderar en batalla.

—¿Es reconocido?

—Lo fue. Se retiró y fundó la cafetería donde estoy trabajando, me reconoció y me dio su apoyo.

—Bueno, supongo que las buenas noticias llegan al por mayor —dijo Edward —primero lograste evitar la prisión preventiva y ahora esto, más testigos a tu favor, así lograremos limpiar tu nombre.

—¿Más testigos? —preguntó Billy sorprendido —¿quiénes más?

—Más exmarines que sirvieron bajo el mando de Walker decidieron hablar porque se enteraron de tu caso, cuando hablé con ellos dijeron que era demasiado que un inocente fuera al paredón por tipos como él.

—Me alegra que haya gente que aún esté cuerda —contestó él mientras se despedía del abogado y tomaba su camino a la cafetería.


El hombre se dirigió a la barra de café con una sonrisa, aunque leve, muy notoria para todas las personas que le veían pasar. Tomó su lugar y al momento en el que comenzó a tomar órdenes durante una jornada que parecía ser tranquila, sacó un teléfono celular y mandó un mensaje de texto.

"Querida pequeña ¿cómo va el laboratorio?", escribió el barista con la sonrisa muy marcada entre los labios. Tenía la prudencia de cambiar el número del teléfono cada semana, y en ese momento, ese número era nuevo.

Así que, al no recibir un mensaje, pensó algunas cosas, o que Rebecca estaba muy ocupada, o no reconoció el número. O ambas.

De repente recordó que la joven estaba alcoholizada cuando le mandó el último mensaje durante la noche, por lo que preparó un par de cafés calientes para llevar.

"Seguro estás dormida. Tengo una buena noticia que darte", finalizó el mensaje y volvió a sus trabajos.

Los mensajes fueron leídos al momento por Rebecca, quien tras identificar que el número desconocido era de Billy sonrió.

—Gracias, Alex, por liberarme la agenda —le dijo por teléfono a la joven asistente —recuerda leer y estudiar las anotaciones que hice de los análisis, y cuando encuentres el error, me mandas mensaje.

—Sí, jefa —exclamó la asistente al otro lado —disfrute su día libre, los resultados son gratificantes.

Colgó de inmediato y decidió salir a la calle a pesar de que tenía un dolor de cabeza que, aunque soportable, no la dejaba quieta y tampoco le permitía dormir con calma, así que con paso firme se dirigió a la cafetería donde Billy, o mejor dicho 'Steve' trabajaba, con la esperanza de poder verle.

La idea de que él hubiera sido encerrado por prisión preventiva le molestaba, la entristecía más que molestarla ¿tendría que renunciar a él? Esperaba que no, sabía que si ese mensaje era de él, entonces podía encontrarlo para que le diera únicamente buenas noticias.

Entró en la cafetería y se sentó en la barra, donde Billy la vio de lejos, la admiró a la distancia con una sonrisa ladina y su afilada mirada, como cuando la vio de frente por primera vez en el tren, pero ahora sin ninguna presión. Podía regresar en el tiempo, aislaba esa tensión que solo el aroma a muerte podía causar. Sin ella, se daba cuenta de que Rebecca resultaba genuinamente atractiva, y que siempre se había visto así, y tampoco podía evitar recordar las pocas veces que la había visto vestida de civil, notando que dentro de su propia sutileza y seriedad, había un brillo infantil particular, pero este no era lo que le gustaba, sino algo que complementaba su ser.

Se acercó con uno de los cafés que guardaba para hacer la visita, el que envolvió en una servilleta en la que escribió por ambos lados la frase "Llámame" y un guiño dibujado.

Le entregó el café sin dejar de mirarla, y cuando estuvieron frente a frente, se quedaron viendo por unos segundos, prácticamente sosteniendo los rostros con las pupilas, La científica mostró timidez, sorpresa e incluso demostró con un sonrojo el amor que le tenía al hombre enfrente de ella, quien con los ojos abiertos de par en par y una sonrisa de lado, pero con el corazón tumbando a todo lo que podía dentro de su pecho, le dirigió unas palabras:

—¿Lo quiere con azúcar, señorita? —le preguntó suavemente, la voz aterciopelada del hombre hizo que la chica sonriera y cayera de nuevo en sus encantos.

—Está muy dulce así, como me gusta —contestó la chica sonriente —gracias.

—Había un envío programado a su dirección —dijo con seguridad —iba a llevarlo hoy, pero veo que vino por él.

—No podía esperar —contestó ella, pero se quejó por un dolor de cabeza que llegó, y él, al detectar el aroma del tequila, le proporcionó una botella de agua con limón y sal, la que tomó a sorbos, sintiéndose ligeramente mejor.

—Ni yo —le contestó, mirándola con ojos brillantes. No se daba cuenta de que cada vez que la miraba, sus ojos destellaban cual fuegos artificiales —pero aquí está su café, el de siempre, y no se va a ir de aquí.

Rebecca volteó a todas partes, notó que nadie los miraba, por lo que tomó la mano del exteniente sin importarle nada.

—Gracias por estar aquí —le dijo —¿pero qué pasó?

—Nada importante, solo determinaron que no amerito prisión preventiva —susurró el militar con una gran sonrisa —solo tengo que quedarme en Nueva York hasta que sea mi juicio y me monitorean con una tobillera con geolocalizador, —comenzó a narrar —también pude aconsejar a uno de los soldados y aparentemente, según lo que Edward vio, di una buena impresión, o no sé.

La sonrisa de Billy se intensificó con cada detalle del respeto brindado de las autoridades, también dio a entender que eso era algo que lo había inspirado a seguir en el servicio durante el tiempo en el que se sintió presionado durante su juventud, y también logró hacerle ver por qué respetaba el servicio. A su criterio, era una actitud muy noble, y muy adentro de sí, llegaba a sentir que le hacía falta.

Pero al ver el rostro de Rebecca, quien mostraba una sonrisa tierna con la emoción palpable de él, retiró rápidamente cualquier idea positiva acerca de su servicio en el pasado, pero por un lado agradecía la desgracia, porque con la oscuridad llegó la luz en forma de una médico de campo que le ayudó a vivir por más tiempo del que tenía destinado en ese entonces.

—El servicio es algo que veo que te encanta —dijo Rebecca, pero sin ninguna clase de desdén —cuando hablas, me recuerdas a mí con los temas de virología.

—Viví lo que tenía que vivir y ya está —respondió Billy —si llegara a volver a la militarizada y eso en algún caso hipotético, muy hipotético debo aclarar, sería como instructor o algo así, pero nunca al servicio activo, eso una vez casi me mata.

—Te veo alegre cuando recuerdas algunas cosas —dijo la científica.

—Pero no cuando pienso en otras, y creo que es mejor mantenerme al margen de eso, aunque no lo creas, en el arte del café se encuentra cierta paz —contestó mientras le enseñaba una flor que había hecho al centro de una taza.

—La ironía es que el café acelera, y te gusta la velocidad —apuntó Rebecca con inocencia —te apoyaré en lo que sea que decidas, y si eso llegara a ser el servicio…

—No, Rebecca —le contestó mientras se llevaba a la boca otro sorbo de un té verde —eso está fuera de discusión. Esa vida casi me mata, y ahora, lo único que quiero es tranquilidad, y eso solo lo puedo sentir con…

Rebecca se volvió a llevar otro sorbo de café a los labios, realmente ella no esperaba una respuesta concisa de Coen, porque era consciente de quién era él en el poco tiempo de conocerlo, sabía que era un hombre de emociones fuertes, perspicaz, de pensamiento rápido, con altos niveles de concentración y habilidades formidables en varias áreas, y con capacidades de aprendizaje y adaptación, sin embargo era inquieto, y que Chris estaba al tanto de todo eso.

Tenía miedo de que le arrebataran a su pareja para que hiciera algo que no quería, sin embargo, reconocía la voluntad hacia la justicia que él tenía de manera innata, así que tampoco limitaría la capacidad de decisión de Billy, la que claramente iba orientada a la justicia y al honor.

Pensar en dejarlo elegir la reconfortaba, y la hacía sentir mucho más aliviada el hecho de que él lo estaba haciendo en ese momento, y de todas maneras la estaba seleccionando entre todas sus opciones.

Sonrió más.

—…Olvídalo —dijo —iba a decir una tontería.

—No dices tonterías, bueno, no todo el tiempo —remarcó juguetona —¿qué ibas a decir?

Billy respiró y con ánimos y tranquilidad, sabiendo que ella no lo iba a juzgar, finalmente se animó a decir:

—Que esa tranquilidad solo la puedo sentir contigo —concluyó —lo siento si suena muy cursi o algo así, pero es cierto.

—Está bien —respondió —me pasa lo mismo. Antes creía que mi vida en un laboratorio era lo ideal, pero muchas cosas pueden pasar, y no siempre es el sitio más tranquilo o seguro —su mirada se perdió entre los recuerdos.

Aquel bar, durante las vacaciones de Leon, cuando Glenn Arias se la llevó, para después disfrazarla de novia y obligarla a revivir una boda que no era suya únicamente por su aspecto físico.

—A veces un laboratorio puede ser el peor lugar para estar —concluyó mientras se llevaba a la boca otro trago de su bebida para la resaca.

—¿Hay algo que no me has contado? —preguntó Billy preocupado por el aspecto de Rebecca, la mirada perdida, y una lágrima casi corriéndole por el pómulo —¿quién fue? —preguntó molesto.

—Se llamaba Glenn Arias —explicó —por suerte Chris logró matarlo, pero ese maldito traficante antes de eso me secuestró, me disfrazó de novia, me infectó y pretendió casarme con él por la fuerza.

—¿Hace cuánto pasó? —preguntó Billy, pensando por un lado que había sido horrible lo que le había pasado, pero aliviado de que el sujeto ya hubiera muerto, sin embargo podía entender el dolor de Rebecca al verla a los ojos.

—Ya van cuatro años en Chicago, en fin, no importa —intentó sepultar sus emociones.

—Sí importa —dijo Billy —algunas heridas nunca se cierran. Que bueno que Chris logró detenerlo.

—Chris y Leon —apuntó Rebecca —también estuvo ahí.

—Les tengo que agradecer —respondió —gracias a ese par estás conmigo, viva, y te prometo que conmigo nadie te va a poner la mano encima.

—De todos ellos, tú fuiste el primero en rescatarme —recordó Rebecca —y eres con el que más estoy agradecida, especialmente porque volviste.

—Ya termina mi turno en unos 10 minutos ¿nos vamos?

—¿Esa cosa en el tobillo no te causa problemas?

—Solo vigilan que no salga de la ciudad, no creo que les interese con quien voy a dormir.

—¿Me vas a llevar a dormir esta noche? —preguntó alegre.

—Esta y todas las que sigan —completó —cuando nos separamos en Arklay, creí que nunca saldría de esa pesadilla y tuve muchos arrepentimientos, entre ellos el de dejarte ir sola a esa mansión. Me alegra como no tienes idea que estés aquí, y por eso te propongo que vengas conmigo.

—Billy… —contestó Rebecca sorprendida —pero tu juicio.

—¡Al diablo con eso! —dijo mientras señalaba la servilleta que le dio —podré tener problemas por estar interactuando contigo, pero no quiero que los tengas tú por hablar conmigo —se la dio entre las manos —Steve te dio su número, Steve te pidió salir un par de veces, Steve quiere tener una relación contigo. Yo podré correr el riesgo que sea, pero esta es tu coartada ¿ok?

Rebecca vio la servilleta con la frase 'Llámame' y el número telefónico escritos, sabiendo lo que podía significar, pero la tomó y la guardó.

—Está bien, entonces veré a 'Steve' esta noche y pasaré la noche con 'Steve', para que después pueda pasar la noche con Billy ¿ok?

—Ok.

Pasaron los 10 minutos, y entonces, ella se salió para subir a su automóvil e ir a su casa, esperando la noche como una joven colegiala que se enamora por primera vez.

Cierto, ese era su primer enamoramiento.