Capítulo VI: Resultados Contraproducentes.
Usualmente los lunes por la mañana eran la pesadilla de todo estudiante normal. No se conoce persona alguna que pueda confirmar las palabras de los maestros que aseguran que el lunes era el mejor día para iniciar nuevamente una semana de actividades llenas de energía.
Desde la perspectiva de un estudiante era todo lo contrario. El lunes era el peor día de la semana. ¡Debía serlo! Sin embargo, esta vez... no era así.
Y, ese era un factor que extrañaba aún más a Shinobu Kocho.
Los pasillos escolares eran igual de bulliciosos como de costumbre y, de la misma manera, cientos de babosos se callaban al verla pasar. Pero, por extraño que le pareciera, ese día no le molestaba tanto como de costumbre o, mejor dicho, era mucho más fácil ignorarlos.
Y no sólo eso, también parecía como si el aire fuera un poco más puro y el sol estuviese en su punto. Presente, pero, sin el calor que hacía transpirar a las personas.
¿Extraño? Sí. ¿Le importaba? Muy poco.
A lo mejor era porque oficialmente tenía diecisiete años y ya era un significativo año más madura que los demás. O tal vez porque la fiesta de fin de trimestre se acercaba y eso hacía pasar los días más rápidamente. Ya había rechazado como a diez chicos que le propusieron ser sus acompañantes.
O tal vez…
–¡Shinobu!
Gritaron a lo lejos sacándola de sus cavilaciones, logrando captar su atención y haciendo que volteara para encontrarse con una atolondrada joven de cabellos rosados que se dirigía hacia ella.
–Mitsuri, hola. –Saludó la aludida con una gran sonrisa.
Acto que sorprendió a Mitsuri en sobre manera, puesto que nunca en el tiempo que lleva conociendo a Shinobu la había visto sonreír así luego de un cumpleaños. Ni siquiera cuando estuvo con Douma, periodo en el cual podría clasificarse fácilmente como una de las etapas más felices de su amiga.
–¿Mitsuri? –Shinobu repitió el nombre de su amiga al verla perpleja. –¿Pasó algo? ¿Tu abuela empeoró? –Cuestionó con preocupación.
–¿La abuela? –Preguntó la aludida sorprendida.
–Sí, tu abuela. –Habló como si fuera obvio. –¿Está mejor?
¡La mentira! Por un momento lo había olvidado.
–Eh, si, está… mejor. –Contestó un poco nerviosa. –A fin de cuentas, sólo se había resfriado. Pero ya sabes cómo son las viejitas, de todo arman drama. –Procuró sonar lo más animada posible. –Lamento no haber estado contigo en tu cumpleaños.
–Tranquila, no es su obligación o algo por el estilo. –Explicó sinceramente.
–¡Sí lo es! –Exclamó Mitsuri ofendida. –¡Somos tus amigos y debíamos…!
–Mitsuri. –Shinobu interrumpió a la exaltada de su amiga que de inmediato volteó a verla. –Gracias. –Dijo sonriendo fugazmente. –Por preocuparte por mí.
Y por un momento volvió a ver la radiante faceta de Shinobu Kocho que pocos conocen, porque, aunque no lo aparente y resulte difícil de creer, la joven selectiva y estirada no era más que un disfraz que ocultaba a la generosa naturaleza de Shinobu.
La misma que podría ser muy glamorosa y refinada, pero a su vez no podía dejar de preocuparse y comprender a sus amigos.
–Lo pasé bien, después de todo. –Comentó Shinobu recordando los momentos vividos en la piscina con añoro. –Pasé toda la noche viendo películas con Kanao, pero antes de eso… Pasó otra cosa. –Dijo lo último esbozando una sincera sonrisa.
Fue por una milésima de segundos que su semblante se mantuvo así. Sin embargo, eso bastó para alegrar a Mitsuri, puesto que, aunque ellos han tratado de hacerla sentir de lo mejor posible siempre que están con ella, ninguno de ellos había logrado tener ese efecto y hacerla sonreír de esa manera.
–¡Ey! ¿Cómo es eso? –Preguntó Mitsuri cambiando de tema.
–Ven. –Le hizo señas de que se acercara y Mitsuri así lo hizo. –Pues verás, es… Un secreto.
Dicho lo cual, Shinobu se alejó dirigiéndose a la entrada de su salón para esperar a que Mitsuri la alcanzara. Una vez que lo hizo, ambas visualizaron a un lado de la puerta a Zenitsu que terminaba de platicar con Nezuko.
–Viéndolos ahora, hacen bonita pareja. –Exclamó Mitsuri con aires soñadores.
–Ahora, antes y después. –Contestó Shinobu. –Siempre harán bonita pareja.
Ambas compartieron una risilla cómplice conforme veían como Rui se acercaba a la "parejita" para empezar con su retórica matutina sobre su amor por Nezuko, la actuada sobreprotección de Zenitsu, Tanjiro saliendo molesto y el rostro avergonzado de Nezuko.
–Vamos. –Anunció Shinobu. –Antes de que Rui intente pegarle a Zenitsu y termine hiriéndose a sí mismo.
Mitsuri la observó adelantarse animadamente, confirmando su teoría cada vez más. Shinobu estaba feliz, se había cruzado con algo bueno o tal vez… alguien.
Sea como o quien sea.
Le agradecía haberle recordado a Shinobu como sonreír, aunque sea un poco.
La sala de profesores, su oasis personal.
El único lugar en el que se puede dar el lujo de descasar del pesado estrés que significa el ser inspectora de aquel colegio. Lugar en el cual puede sentarse tranquilamente a beber una taza de café con la seguridad de que ningún malcriado alumno se acercará a interrumpir su paz, donde puede sentarse y leer sus novelas románticas sin ser perturbada o interrumpida. En fin, su rinconcito de paz.
"Bu-buena su-su-suerte A-Agatsuma"
Se escuchó una sonora carcajada por toda la sala, una risa escandalosa, estridente y muy, extremadamente molesta.
Aoi inhaló y exhaló por repetidas ocasiones, tratando de calmarse, de sumirse en su concentración al punto de perderse en el tiempo espacio y así poder ignorar a la molesta persona con la que se encontraba compartiendo su rinconcito de armonía.
"Bu-buena su-su-suerte A-Agatsuma".
Se volvió a escuchar el sonido de la grabación acompañada de la carcajada masculina.
¿Qué había hecho para que Dios se cargara en su contra de esa manera? Si iba a la iglesia todos los domingos, daba limosna, y se sabía de principio a fin el rosario y todos los misterios, gozosos, gloriosos, dolorosos y luminosos. Entonces, ¿Por qué parecía que estaba confabulando en su contra al poner a Inosuke Hashibira a cada metro de ella? ¿Qué no tenía suficiente con los desobedientes mocosos que creían que ya porque el trimestre se acababa podrían hacer lo que quisieran?
¡Incluso en su oasis!, ¡SU lugar especial!
–Ay... –Suspiró Inosuke. –No me canso de oírlo. -Comentó, sabiendo perfectamente que la estirada inspectora se hallaba a pocos metros de distancia y colocando intencionalmente la grabación que hizo aquel día de aquellas palabras. –Tal vez lo ponga como tono de llamadas o mejor aún, mensajes. –Dijo, lo suficientemente alto para que lo escuchara y, ¿por qué no? Provocarla un poco.
La peliazul bufó molesta procurando ignorar la molestia presencia cerca de ella.
–"Tú eres la mente superior, él la mente inferior", "las mentes inferiores NUNCA sobrepasarán a las superiores". –Se repetía en sus pensamientos la mujer.
–Ahora sí, una siesta no me caería nada mal. –Murmuró derrotado acomodándose en el sofá.
Aoi abrió los ojos desmesuradamente cuando lo vio subir los zapatos al blanco sofá, ensuciándolo sin consideración. Su oasis, empezaba a caerse a pedazos.
–¡Baje los pies en este preciso instante, profesor Hashibira! –Chilló, lo más alto que pudo, como si con ese grito se escapara todo su estrés causado por el joven.
El mismo que literalmente saltó del sofá y se quedó de pie más recto que una regla.
–¿Qué?
¡Y todavía tenía el descaro de preguntar!
–¡¿Qué cree que hace en este lugar? –Exclamó molesta.
–Es la sala de profesores, ¿cierto? –Preguntó con ironía. –Por si no lo notaste, yo soy uno de ellos.
–Exacto, es una sala de profesores. –Aoi parecía calmarse. –¡No tu departamento!
–¿Mi departamento? –Preguntó el aludido, confundido y mirando a su alrededor.
–¡Sí! –Exclamó furiosa señalando la caja de pizza sobre la mesilla de té, la misma que estaba rodeada por tres latas de soda, corrección, cuatro, porque una yacía en el piso manchando la hermosa alfombra color marfil que ella personalmente se había tomado la molestia de comprar. –¡Ni siquiera la cafetería después del descanso queda así!
–Exageras, Aoi. –Aseguró el joven conforme se dirigía a tomar un libro de la estantería. –Además, un poquito de desorden no es tan malo.
–No, claro que no. –Bufó sarcástica. –Menuda sorpresa, nunca hubiera imaginado que sabías leer. –Se quiso burlar, pero el libro que sacó Inosuke la indignó. –¿Qué es eso? –Cuestionó entre dientes.
–¿Esto? –Preguntó curioso. –Es la "Shonen Jump" de este mes. –Contestó el joven despreocupado.
–¿Qué hace un manga en el librero de los profesores?
–Supuse que me regañarías si me encontrabas leyéndolo en clases. –Concluyó con desinterés.
–¡Deshazte de eso en este mismo instante! –Ordenó la peliazul molesta.
–¡Qué! –Exclamó el joven estupefacto. –No señor o señora, como sea. Pero no. –Sentenció decidido. –¿Sabes cuán difícil es conseguir esta belleza cuando se está desarrollando la guerra contra Kaido?
–¿Guerra contra Kaido?
–Y no solo eso, sino que también Izo se ha reencontrado con su hermano Kiku y ahora pelearan en el bando de Luffy para derrotar a Kaido. –Explicó como si se tratara de la fórmula para curar el cáncer.
–Pero, se supone que Izo es nakama de Marco, y Marco había dicho que no formaría parte de la alianza de Luffy.
–Sí, pero ya no. Y también cabe mencionar que apareció la hija de Kaido, Yamato, y ahora ella también ayudará a Luffy porque le recuerda a Ace.
–¡¿Kaido tiene una hija?! Oh por Dios, ¿y si es una traidora?
–No lo creo. –Dijo después de meditarlo. –Ella parece muy dispuesta a seguir con la voluntad de Ace, además de… –Inosuke iba a seguir con su explicación antes de caer en cuenta con algo. –¿Te gusta One Piece?
Demonios.
–No. –Negó rápidamente la acusación.
–Pues yo creo que sí. –Una malévola sonrisa se coló en su rostro. –Otaku.
Abrió los ojos desmesuradamente, esas palabras… Ya las había oído antes, hace mucho tiempo y de otra persona.
Una persona que por mucho tiempo fue lo más importante de su vida.
–¡Largo, Hashibira! –Explotó. No aguantó sentirse más vulnerable, no soportaba ver esa burlesca sonrisa en ese estúpido rostro, el cual poco a poco comenzaba a deformarse y a tomar otra forma. A parecerse a otra persona.
Fue como un deja vú.
Inosuke quería refutarle, puesto que hacerla rabiar era algo que le resultaba bastante gracioso, no por ser mala persona, sino, porque la recta peliazul parecía demasiado amargada y parecía que al menos cuando rabiaba por algo su semblante cambiaba un poco.
Pero, cuando quiso seguir molestándola, no se encontró con ese par de ojos azules centellantes de furia. En su lugar, ese par de ojos brillaban, como si estuviera a punto de… ¿llorar?
–Aoi…
–¡Vete! –Quería que se largara y si era posible que no se le volviera a cruzar por delante nunca.
Por alguna extraña razón, hizo caso al pedido de la joven inspectora. Tal vez porque sintió culpa al notar que se estaba pasando de la raya. Desechó la idea casi tan rápido como la pensó, él no era del tipo de personas que huían cuando cometían un error. Al contrario, los enfrentaba y, es más, trataba de enmendarlos con la frente en alto.
Lo que lo hizo retroceder fue ver como una persona extremadamente fuerte estaba a punto de desmoronarse frente a sus ojos a causa de sus palabras y él no sabía qué hacer o decir para detenerla.
Ella por su lado no creía que la vida pudiera jugarle de esa manera dos veces.
–Despreciable… –Murmuró Aoi a la vez que con rabia secaba una rebelde lágrima de su mejilla.
Para él, en cambio, fue como ver una montaña venirse abajo.
Ambos estaban impactados por lo que acababan de ver del otro.
La primera parte del día se había pasado relativamente rápido, por lo que ahora los seis amigos se encontraban en la cafetería a punto de tomar su almuerzo.
–Hola. –Saludaron Nezuko y Kanao que llegaron al mismo tiempo colocando su bandeja de comida sobre la mesa.
–¿Por qué apenas? –Cuestionó Mitsuri devorando su emparedado.
–Apenas pudimos terminar nuestro examen de cívica. Himejima-sensei ahora sí se puso muy estricto. –Contestó Nezuko sentándose a un lado de Zenitsu. – ¿Y ustedes porque salieron tan pronto?
–El profesor de biología simplemente dejó las instrucciones en la pizarra y se fue a una "junta escolar". –Contestó Zenitsu.
–¿Dónde creen que haya ido el profesor Yamada? –Mitsuri preguntó queriendo sacar un tema de conversación.
–Es probable que la "junta escolar" haya sido en la enfermería. –Shinobu acotó información. –Siempre que voy por pastillas para los cólicos está ahí.
–Shinobu, siempre tienes cólicos en las clases de Inosuke. –Nezuko se burló cayendo en cuenta de las palabras dichas por su amiga.
–Es una suerte que sea hombre y no caiga en cuenta de que siempre estás "indispuesta" –Añadió Mitsuri.
–No es mi culpa. –Se justificó la aludida con seriedad. –Inosuke no nos tiene consideración. Es más, parece que apropósito nos hace trabajar más fuerte. –Se quejó Shinobu. –Además, tú estás molesta porque a ti no te creyó dos veces seguidas.
–¡Es porque yo no armo un drama shakesperiano por un cólico ficticio! –Se defendió Mitsuri. –Nezuko hasta llora por ellos.
–¡Pero siempre han sido verdades! –Se defendió la aludida ruborizada. –Y Kanao es la única que me entiende porque también pasa por lo mismo. –Agregó haciendo que Kanao también se ruborizara.
–¿Podrían ser tan amables de dejar de hablar sobre sus "periodos"? –Se quejó Zenitsu –Sean reales o ficticios no es algo que un chico quiere escuchar, ¿verdad Tanjiro?
–Vamos Zenitsu, no tiene nada de malo. –Habló Tanjiro en defensa de sus amigas. –Es lo más natural del mundo.
–Lo siento Zenitsu. –Se disculpó Nezuko.
–Nah, no me quejaba de ti. Apenas y hablaste. –La tranquilizó acariciándole sus cabellos fraternalmente. –Pero ellas. –Señaló a Mitsuri y a Shinobu. –Estuvieron a punto de dar información que no necesito saber si quieren que sigamos siendo amigos.
–¿Por qué los hombres se pondrán así cuando se habla de nuestros días? –Farfulló molesta Mitsuri tomando aire para iniciar su retórica.
–Aquí vamos de nuevo… –Zenitsu rodó los ojos fijándolos específicamente en cierto mesa que estaba frente a ellos. –Oye, ¿tienes el número de Sasaki?
–No, ¿por qué? –Preguntó Nezuko confundida. Zenitsu nunca le había prestado atención a Sasaki.
–Se ve bien sin lentes, podría pasar el rato con ella. –Comentó vagamente el rubio.
–Pero ella no… –Quiso decirle "ella no merece que la tomes en cuenta siquiera", más se mantuvo callada. –Entonces ve ahora que sus amigas la dejaron sola. –Ella no tenía ningún derecho de decirle con quien coquetear o con quien no.
–Tienes razón. –Fue la resolución del rubio con una gran sonrisa. –Ya vuelvo.
Nezuko se quedó en su lugar observando de lejos cómo su mejor amigo se marchaba a coquetear con otras. ¿Qué no tenía suficiente con las docenas de chicas que iban y se le ponían en charola de plata para que las lleve al baile? No.
Es que si se trataba de chicas a Zenitsu nunca le bastaba. Dolía verlo. Sin embargo, era inevitable hacerlo. Tendría que ir haciéndose a la idea de que Zenitsu nunca la verá de otra manera.
–Sólo porque a ellos no les pasa, es algo anormal. Si no menstruáramos, no ovuláramos, y si no ovuláramos no se reproduciría la especie. –Terminó su cátedra con éxito. –Ustedes los hombres que no saben lo que es retorcerse del dolor por un cólico o parir un bebé. Al menos deberían tener más consideraciones con nosotras.
–Mitsuri, Zenitsu ya no está. –Tanjiro sacó a su amiga de su apasionado discurso para que viera al rubio
El mismo que se encontraba sentado dos mesas más adelante de la suya hablando animadamente con una chica de su salón. Sasaki Jun si no se equivoca.
–Y es por eso por lo que las mujeres estamos un paso por encima de los hombres… Sin ofender Tanjiro, tú sí eres un caballero. –Concluyó Mitsuri y se desplomó en su asiento cruzada de brazos.
–Gracias, supongo. –Dijo un poco apenado. –Iré por un jugo, ahora vuelvo. –Anunció mientras se ponía de pie.
–En serio Nezuko, no sé qué le ves a Zenitsu. –Farfulló con desdén Mitsuri aprovechando que Tanjiro se había ido. –O sea, es atractivo y buen amigo. Pero como novio… –Se persigno. –Dios nos libre.
–Mitsuri. –Shinobu trató de parar a su amiga puesto que Nezuko ya se encontraba con la cabeza gacha. Sin embargo, sus esfuerzos fueron inútiles.
–Es la verdad. Nezuko es muy guapa y trae a más de uno loco por ella, pero ella no ve nada que vaya más allá de Zenitsu.
Era verdad, Nezuko sabía todos los amoríos que había tenido su mejor amigo, sabía de primera mano que nunca toma en serio a sus parejas y que sus relaciones terminan máximas dos semanas después de haber compartido la cama. Desde el punto de vista femenino, ella debería sentirse indignada y molesta, cómo Mitsuri.
Sin embargo, cual fiel tonta enamorada, trata de sacarle el lado bueno al asunto recalcando el hecho de que Zenitsu nunca era o sería así con ella.
–Zenitsu es un chico después de todo. –Shinobu trató de mediar el asunto puesto que estaba claro que Nezuko no podría soportar mucho más las duras verdades de Mitsuri.
–Supongo que el único que se salva es Tanjiro. –Concluyó Mitsuri.
–¿Yo qué? –Cuestionó el recién llegado con su jugo en mano.
–Que nos alegra que hayas terminado con Akane. Esa relación ya no era tan sana. –Intervino Nezuko.
Esas palabras hicieron que Tanjiro se sumiera en sus pensamientos. Tal vez las cosas no terminaron muy bien entre ambos, pero por lo menos le agradecía los buenos momentos que pasaron juntos.
Recordó que era un tema que aún no tocaba con sus amigas, solo con Zenitsu, por lo que consideró que ya era el momento de hacerlo.
–Pues Akane…
–¡Tanjiro-senpai! –Se escuchó una chillona voz acercándose a su mesa haciendo que Kanao se tensara al reconocerla.
–Hola Katsumi. –Saludó cortésmente el pelirrojo. No parecía haberle molestado la abrupta interrupción. –¿En qué te puedo ayudar?
–Veras, me dejaron una tarea muy complicada y creí que tú podrías ayudarme… ¿Puedes…? –Dijo eso ultimo tomando las manos de Tanjiro en forma de súplica.
–Sí, de acuerdo. ¿Te parece si…?
–¡Perfecto! Que sea ahora mismo. ¡No hay tiempo que perder, andando! –Le interrumpió y sin previo aviso lo tomó del brazo llevándoselo a la fuerza como la vez pasada.
–¿Eh…? –A Tanjiro a penas le había dado tiempo de reaccionar. –¡Chicas lo siento, nos vemos después! –Se despidió Tanjiro antes de desaparecer de la vista de sus amigas.
Por otra parte, Nezuko, Shinobu y Mitsuri tuvieron que parpadear dos veces para asimilar lo que acababa de pasar. ¿Pero qué demonios…? Y como si se hubieran puesto de acuerdo, las tres voltearon a ver a Kanao para encontrar una respuesta. La misma que se encontraba con la cabeza agachada.
–Ella es Katsumi Suzuki, es una chica de primer año a la que Tanjiro le da asesorías de historia. –Se apresuró a hablar al sentir la mirada de sus amigas sobre ella. –La conocí el viernes.
–Pero que chica tan maleducada. –Bufó molesta Shinobu. –¿A caso no se dio cuenta de que estábamos en medio de una conversación? Ni siquiera tuvo la decencia de saludar.
–¡Y tan insoportable! –Se quejó Mitsuri. –Esa voz tan chillona y esa fingida inocencia… Me daban ganas de vomitar.
–Kanao… –Llamó Nezuko a su amiga al ver que seguía cabizbaja. –¿Hay algo más?
–Creo que pasaron todo el fin de semana juntos. Puede que en un futuro se terminen gustando. –Respondió tratando de sonar casual.
–¡Agh…!
Se quejaron Shinobu y Mitsuri al mismo tiempo. La primera golpeando su mano contra su frente y la segunda azotando su cabeza sobre la mesa.
–Kanao, no debes de estar hablando en serio. –Habló Shinobu viéndola con un poco de reproche.
–¡Exacto! Tú y Nezuko son las más lindas de segundo año. No te sientas intimidada por ella.
Kanao simplemente desvió su mirada a otro lado. Tampoco le agradaba la chica, pero tampoco se podía cerrar a la posibilidad de que algún día Tanjiro se enamore de otra persona. Y Katsumi no podría ser la excepción.
–Kanao, ¿por qué no me dijiste nada? –Interrogó Shinobu a su hermana al ver que no tenía intenciones de hablar.
–No creí que fuera necesario. Pero solo es una amiga, o eso quiero pensar.
–Bueno, pues es una amiga muy entrometida. –Se quejó Nezuko dejando de lado sus pesares. –Kanao, no lo tomes a mal, pero parece que ella quiere apartarlo de nosotras, o más específicamente… De ti.
–¡Pienso lo mismo! –Apoyó Mitsuri. –Y no podemos dejar que eso suceda.
–Pero a él no parece importarle dejarme a un lado para irse con ella. Eso sucedió la última vez. –Confesó lo que sucedió el viernes en la tarde. –Pero la verdad es que no debería importarme. –Concluyó recordando como le dejó en claro que solo deberían quedar como amigos.
–¡Es que todos los chicos son iguales! –Explotó Mitsuri molesta. –Zenitsu es un mujeriego sin remedio, Douma que parecía tan buena persona no fue una excepción y ahora también Tanjiro se le suma a pesar de terminar hace poco con Akane. En vez de ser descendientes del mono se debería investigar un poco más y darse cuenta de que en realidad vienen de los perros.
Luego de tanto hablar, Mitsuri cayó en cuenta del silencio incómodo que se formó a su alrededor. Shinobu decidió mirar su celular, Nezuko apuntaba garabatos en su cuaderno y Kanao solo jugaba con su coleta. En medio de su rabia y coraje, había pulverizado moralmente a sus tres mejores amigas. Sabía que Shinobu era por orgullo, pero Nezuko y Kanao estaban enamoradas, y era ahora cuando notaba cuan duras fueron sus palabras.
–Chicas, no se pongan así. –Trató de sonar amena. Sin embargo, no obtuvo resultados favorables. –Voy por unas bebidas. –Huyó del lugar de los hechos en busca de un poco de azúcar que les devuelva el ánimo a sus desmoralizadas amigas.
Empezaría a hablar de cualquier tontería y las haría reír. Sí eso haría.
Pero sus planes fueron interrumpidos por algo que chocó con ella haciéndola caer y derramar las latas de té que había comprado.
–Que daño… –Masculló dolorida sobándose sus glúteos. –¿Quién diablos…?
Cuando alzó la vista se encontró con la última persona con la que hubiera querido encontrarse. Tan estoico e impasible como siempre, Obanai Iguro yacía delante de ella.
–Ah, eres tú. –Comentó sin sentimiento en su voz. Haciendo gala del código de caballerosidad, extendió su mano para ayudarla a incorporarse.
Mitsuri respondió el gesto por inercia aún avergonzada por cómo se había comportado en la casa del chico, pero, sobre todo, muy confundida al respecto.
–Lo siento. –Se disculpó sin saber exactamente de qué lo hacía.
El joven pasó de largo sin responderle o si quiera regresarla a ver, indignando a Mitsuri. Eso no se quedaría así.
–¡He dicho lo siento! –Lo enfrentó decidida.
Iguro se detuvo y sin regresarla a ver, contesto:
–Por tu propio bien… –Empezó a decir con un tono tan frío que hubiera congelado al infierno sin mucho esfuerzo. –Nunca más vuelvas a entrometerte en mi camino.
Y caminando por el pasillo, se iba otra reacción causada por sus inoportunos comentarios.
Lo sentía, por todos a los que sus palabras habían herido.
Había que ver lo rápido que pasaba el tiempo. Ya iba a ser un mes de su cumpleaños, un mes desde que Zenitsu había empezado a pretender a la sin gracia de Jun, un mes desde que Nezuko suspiraba más a menudo, un mes desde que Tanjiro se había alejado más de ellos por la insoportable de Katsumi, un mes desde que Kanao lucía más apagada y Mitsuri estaba extrañamente decaída.
Un mes desde que ella no puede pensar con claridad.
Mitsuri se había encargado de recordarle a Douma cuando ella ni siquiera lo había pensado. Y eso era precisamente lo que le asustaba.
No por el hecho de que quisiera recordar a Douma, sino, porque después de lo ocurrido con su profesor el día de su cumpleaños, se había sentido tan feliz que por algunos días se olvidó de todos sus problemas.
Incluso de su plan para herir en el orgullo al idiota de Douma, y eso no estaba bien.
Le daba rabia saber que perdía el tiempo pensando en aquellas cosas en vez de estar preocupada por visitar las casas de modas y encontrar un vestido para el baile del fin del trimestre, el cual estaba a escasas dos semanas. Diablos, ni siquiera se había hecho ese peinado que aconsejaba la Seventeen para ver que tal le quedaba. Aunque cuando se trataba de ella, hasta las pijamas la hacían ver hermosa.
Porque, al fijar la vista al frente y ver cómo el motivo de su repentina y efímera alegría impartía su clase, la hacía perderse. Sentía como si pudiera estar así, viéndolo nada más, por mucho tiempo.
Y lo estaba haciendo, por lo que rápidamente apartó la mirada para luego suspirar y se concentró en las extrañas nubes que se formaban en el cielo.
Tenían forma de mariposa.
La campana que indicaba el final de la jornada diaria había sonado hace ya quince minutos, y él adrede se había quedado en el salón de último año por la curiosidad de saber cuándo una de sus estudiantes se daría cuenta de que el día había terminado.
Pero parecía no tener intenciones siquiera de moverse.
Que extraña muchacha.
Se dio cuenta que la mayor parte de su hora de clase la joven pasó en otro mundo, mirando a la ventana como si fuera el más excitante programa de televisión. Por un momento, posó su vista al frente, pocos segundos después suspiró y continuó observando el paisaje por la ventana y desde ese entonces no se ha movido.
Giyuu la miró detenidamente. No se había movido en más de quince minutos, ¿estará bien?
Una extraña preocupación se adueñó de él y rápidamente se dirigió al lugar de Shinobu para encontrarla con su rostro recargado en su mano y estaba…
Profundamente dormida.
No pudo contener la risa, apenas y evitó que se convirtiera en una carcajada. Y él que se había preocupado para nada.
Admite que le extrañó que la siempre enérgica Mitsuri se retirara cabizbaja del salón seguida por Zenitsu que extrañamente no salió en espera de Nezuko, sino que iba con otra chica del salón, a Tanjiro ya la esperaba una chica afuera, mientras que Kanao y Nezuko ni siquiera pasaron a asomarse al salón, y luego Kocho que no se movía de su lugar.
–Shinobu…
Aprovechó la soledad en la que se encontraban para llamarla por su nombre. Después de todo, ese era un lujo que no se podía permitir muy a menudo, sin embargo, sentía que necesitaba hacerlo para ver si de esa manera le entraba en la cabeza la diferencia entre ambas.
Shinobu era su estudiante y Alice fue su esposa y el amor de su vida.
Nunca se imaginó que la encontraría durmiendo incómoda, pero pacíficamente frente a él.
Más porque desde hace un mes que se comporta de manera extraña. Los primeros días luego de su cumpleaños estuvo especialmente feliz y entusiasmada.
Pero, de repente, un día entró a su clase nuevamente con un semblante de amargura y contradicción, cómo si algo la molestara y se interpusiera entre la alegría que despedía días atrás.
No le gustaba verla así, apenas y le dirigía una mirada. Prefería verla animada y sonriéndole.
Corrigió sus pensamientos rápidamente. Quiso decir, sonriendo, no necesariamente a él nada más, sino a todo, como hace unas semanas atrás.
No es que estuviera pendiente de ella, al menos no cómo algo más que una de sus estudiantes. Sólo que era difícil ignorarla cuando sabía de su vida familiar conflictiva, cuando sabía lo frágil y delicada que era.
Empatía, eso sentía por ella al poder entender cómo se sentía. Pero, si pensaba como el adulto que era, se daría cuenta de que no se fijaría tanto en ella por mera empatía.
Al mismo tiempo que como el adulto que era no podía estar pensando en esas cosas.
Otro suspiro captó su atención y al fijarse en la pelimorada pudo ver como arrugaba la nariz, lucía adorable.
Dios, era increíble el parecido que tenía la pequeña con su difunta esposa. Viéndola así, pudiendo apreciar los detalles de su rostro. La forma de sus ojos, sus largas pestañas, nariz pequeña y remilgada y su boca… pequeña, delicada.
Apetitosa.
Adorable y apetitosa, estaba seguro de que esa combinación podría volver loco a cualquiera, él incluido.
Sacudió la cabeza echando a volar esa clase de pensamientos. Ella era Kocho, Shinobu Kocho SU alumna. No su mujer, ella no era Alice.
Aunque, en más de una ocasión puede a ver a su esposa en el cuerpo de la joven.
Sin duda era hermosa.
Un repentino deseo que creyó extinto dentro de él volvió a relucir. Quería tocarla, ni siquiera eso, sólo quería acariciar su mejilla y darse cuenta de que ella no era Alice.
Y así lo hizo, cuando su fría y tosca mano entró en contacto con la suave piel de la joven, no podía creer lo suave y cálida que era.
–Profesor… –Por un momento su semblante se relajó y una diminuta sonrisa se dibujó en su rostro; la misma que desapareció por un momento y su rostro se contrajo en señal de molestia. –Douma…
Estaba soñando, y sonrió cuando nombró la palabra ¿Profesor? ¿Cuál? Y más importante, ¿quién era ese tal Douma por quien fruncía el ceño?
El móvil de la chica timbró y esta a su vez empezó a despertarse sorprendiendo al pelinegro que se quedó con la mano estirada a la par que un ligero rubor apareció en sus mejillas al haber sido descubierto en el acto. Pensó rápido y apoyó su codo en la mesa y su quijada en la palma de su mano en señal de aburrimiento.
–Estúpidas cadenas. –Farfulló Shinobu con una voz de niña mimada que hizo reír a Giyuu.
Dicha risa llamó su atención y cuando fijó su púrpura mirada en los ojos azules de su profesor, un tinte rojo escarlata subió desde sus pies a sus mejillas.
–¡Profesor Tomioka!
Exclamó sumamente avergonzada, no supo cuando se durmió. A lo mejor se refregó los ojos inconscientemente y su rímel había dejado una estela oscura en su rostro. ¡Necesitaba un espejo en ese preciso instante!
Pero, no lo tenía a la mano por lo que debería aplicar el poco ortodoxo plan B: Cubrir su rostro torpemente con sus pequeñas manos.
–¿Kocho? ¿Qué ocurre?
El profesor observaba atónito cada una de las reacciones de la joven, primero divertido, pero luego un poco preocupado. ¿Qué le pasaba?
–Es… –No le podía decir que se avergonzaba de que la viera fatal y recién levantada. Tenía que pensar en una excusa y pronto. –¡Una pestaña! –¿Acaso había excusa más tonta que esa? –Me ha entrado una en el ojo. –Dijo a la par que se incorporaba. –Lamento haberme dormido en clases y haberle hecho perder su tiempo, prometo que no volverá a pasar. Ahora, con su permiso, voy a quitarme ésta molesta pestaña.
Caminó pasando de largo a su maestro, suspirando de alivio puesto que una vez fuera del salón podría correr al sanitario y retocar su maquillaje o acomodar lo que no estuviera en su lugar. Sólo un poco más y lo lograría.
–No seas tonta.
Giyuu se levantó tras su estudiante cuando la escuchó querer marcharse con las manos cubriéndole la cara. ¡Eso sería una locura, los baños estaban bajando al segundo piso!
–Te lastimarás si vas por ahí con las manos cubriéndote la cara. –Explicó a la par que se colocaba frente a ella y retiraba las manos del rostro de la joven.
–Profesor…
¿Acaso su profesor se preocupaba por ella?
Giyuu observó la confusión marcada en su rostro, simplemente adorable. Tenía que alejar esos pensamientos de su mente. Claro, que sería mucho más fácil si ella cambiaba de expresión.
–O en su defecto podrías atropellar y causar la muerte de algún otro pobre cristiano. –Ironía, eso serviría. Kocho empezaba a fruncir el ceño. –A ver, quita las manos. –Pidió a pesar de que él mismo terminó por realizar la acción. – ¿Cuál ojo molesta?
–El… –Estaba cerca, muy cerca. –Derecho.
La diferencia de estaturas ayudaba a mantener las distancias, aunque a su vez daba paso a que el profesor acercara su rostro al de la joven, dándole a la misma el privilegio de degustarse ante la buena vista y la perfección de su rostro. Su nariz respingada, sus maduras facciones, el tono azul de sus ojos, sus labios finos formando una perfecta "o" a la par que inhalaba un poco de aire para luego soplarlo delicadamente sobre su ojo.
Su aliento fue la gota que derramó el vaso. Fresco, mentolado y con un ligero rastro de nicotina… ¡No puede ser! Sus orejas le quemaban. ¡Ardían! Y, si así se sentían sus orejas, significaba que su rostro ya se encontraba totalmente rojo y él…
–No veo nada, ¿está mejor?
¡No era justo que él estuviera tan tranquilo mientras ella había alcanzado el tono rojo carmesí en sus mejillas!
–Sí. –Afirmó rápidamente, exteriorizando su frustración a través de un ligero golpe que alejaba la mano del profesor de su rostro. –Gracias y lo siento, ¡De nuevo!
Sin decir nada más, la joven emprendió marcha a la salida del salón. Completamente roja y soltando maldiciones por doquier, era una suerte que para esas horas ya no haya nadie en el instituto.
Giyuu, por su parte, se tuvo que limitar a verla por el gran ventanal del salón. Se iba a paso rápido desapareciendo tras los muros que separaban el instituto de la calle peatonal. Instintivamente regresó a ver su mano, aquella que la joven alejó bruscamente. ¿Por qué?
Él sólo trataba de ayudarla y ayudarse a sí mismo. Reconoce que era un poco masoquista de su parte, pero era una de las cosas que se le ocurrían para recordarse que ella no era Alice, si no Kocho.
Claro que el efecto pudo resultar todo lo contrario y agradece haber mantenido la sangre fría ante su cercanía.
Alzó su mirada hacia el cielo, encontrándose con, quizá, aquello que llamó la atención de la joven.
Una tormenta se avecinaba. ¿Tendrá paraguas? Podría pescar un refriado. Se sorprendió por sus repentinos pensamientos.
Ese ya no era su problema, nada más debía limitarse a saber que llegó bien a casa. Aunque eso sería más sencillo si supiera que sus padres la estarán llamando para saber su paradero, pero eso no pasaría siendo la causa de su preocupación.
¡Genial! El resultado de su pequeño experimento resultó totalmente contraproducente.
Tiene que dejar de preocuparse y pensar en ella, eso debería acabar con sus desvaríos y sus confusiones al respecto de Shinobu y Alice. Esa es su última idea, espera que sea efectiva.
Bien dicen que aquel que juega con fuego acaba quemándose y él, apenas se ha salvado, esta vez.
El día empezaba a oscurecer paulatinamente acompañado de una suave, pero fría brisa. El viento era fuerte y las nubes empezaban a oscurecerse a la par del día.
No hay nada peor que estar en el colegio en noches tan tétricas como esa, sobre todo con el millar de historias de almas en pena que circulaban y variaban con el pasar de los años. Tal vez para muchos no eran más que vagas leyendas urbanas sobre alumnos que fueron asesinados o cometieron suicidio o maldijeron a la escuela.
Pero a ella, Nezuko Kamado todo ese tipo de cosas le aterraban descomunalmente y maldita sea la hora en la que a Kanao le tocó hacer limpieza y le pidió que la esperara.
No pudo negarse puesto que en los últimos días todos actuaban diferentes. Shinobu lucía distante y pensativa por algo que no lograban discernir. Mitsuri parecía sentir culpa por algo y tampoco parecía quererlo compartir, y luego estaba Kanao que lucía deprimida por la ausencia de Tanjiro.
Por su lado, ni siquiera puede recurrir a Zenitsu, el cual está muy ocupado tratando de llevar a la cama a su nueva conquista. Pero ni siquiera es por eso, es porque la causa de sus problemas, ¡es él!
Suspiró pesadamente mientras se impacientaba y dos segundos después, su celular vibró indicándole un mensaje entrante.
–Genial… –Musitó resignada luego de leer detenidamente el susodicho texto. Era Kanao, avisándole que tenía unos pendientes que atender en su club.
¿Y ahora? La vida no era justa.
El sonido de tres silbatazos llamó su atención. Tal vez no era tan injusta.
El ruido de ese pito indicaba que los entrenamientos de soccer y baloncesto habían finalizado. Zenitsu ya habrá terminado la práctica, si se apura, puede llegar e irse juntos a casa.
Repentinamente el miedo desapareció y una sonrisa se pintó en sus labios ante la idea. A paso rápido se dirigió a las canchas y a lo lejos alcanzó a visualizar esa alborotada cabellera rubia que tanto conocía. Apresuró su paso.
–¡Zenit…!
Su llamado quedó a la mitad cuando, conforme más se acercaba al encuentro con su amor imposible, mejor pudo divisar que él no se encontraba solo, sino acompañado muy de cerca por nada más y nada menos que Jun Sasaki.
¡Tonta! Se reprendió a sí misma. ¿Cómo pudo pensar siquiera que Zenitsu estaría solo? Únicamente ella y su ciego amor podían pensar eso.
Ambos compartieron un beso, uno fogoso y pasional que le causaba nauseas observar. Lo mejor sería regresar sola y hacer como si nada de lo anterior hubiera pasado.
–¡Nezuko!
Al diablo su idea de hacer como si nada hubiera pasado.
Acercándose a ella, se encontraba Rui corriendo a su encuentro. No es que le molestara particularmente su presencia, es sólo que, en esos momentos no quería tener que fingir sonrisas o normalidad cuando se encontraba tan deprimida.
–Hola Rui, ¿cómo estás? –Trató de sonar normal, esperaba haberlo hecho bien.
–Bien, pero. –El semblante del castaño se tornó preocupado. –¿Te sientes bien?
Rui puso su mano en su frente para verificar que no tuviera fiebre y no sintió nada. ¡Nada! Ni punto de comparación a cuando Zenitsu lo hacía y sentía como si una corriente eléctrica la recorriera completamente.
Alzó la vista y se encontró con su amigo, el cual estaba recién duchado luego de la práctica con el equipo. Alto, apuesto y caballeroso, Rui no era nada feo y era bastante popular. Tal vez no tanto como el rubio, pero sí había muchas chicas tras él.
Y ella que era el objeto de fijación del joven, y no podía sentir nada más que una buena amistad.
–Si, no te preocupes. –Lo tranquilizó.
–Ya veo. –Suspiró aliviado. –Entonces, ¿viniste a verme? –En ese momento el semblante coqueto de Rui apareció.
–Bueno yo… –Era claro que no podía decirle el verdadero motivo de su presencia. Sin embargo, no podía darle falsas ilusiones. –Vine para recoger la guía de carreras de la universidad estatal. –Bien pensado, para llegar a la oficina de administración debía de pasar obligatoriamente por las canchas.
–Pero… A ti aun te falta un año para graduarte. –Nuevamente pasó a su aspecto amiguero. –Pero no importa, en un año estaremos en la universidad estatal juntos. –Recordó con emoción.
–Estudiaremos diferentes carreras. –Se encargó de recordarle. Rui amaba tanto los deportes que incluso consideró estudiar para maestro de gimnasia.
–Pero ambos trabajaremos para el magisterio. –Explicó con emoción. –Y cómo nuestro destino es estar juntos, en un futuro abriremos una escuela juntos y…
–Pero, yo estudiare para preescolar.
–Sin problema, en vez de escuela será guardería. -Concluyó con simpleza. –Empezaremos ayudando a criar pequeños desconocidos y luego serán nuestros hijos y…
Rui comenzaba a delirar y ella no tenía cómo escapar.
–¡Nezuko!
Llamaron tras ella sorprendiéndola. Esa voz, ¿será posible?
–Agatsuma. –Gruñó Rui por lo bajo. –¿No te enseñaron a no interrumpir a una pareja de enamorados?
–Cuando estés con tu novia no te interrumpiré, pero estás con Nezuko y ya nos tenemos que ir. –Se burló con arrogancia.
–Nezuko debe ir a administración y pasó para saludarme. –Mintió el castaño.
–Pasó a recogerme. –Mintió a su vez Zenitsu. El ver a Rui muerto de celos no tenía precio. –Porque ambos vamos a ir a administración y si nos disculpas, se nos hace tarde.
Zenitsu tomó la mano de su amiga y se marcharon dejando al castaño absolutamente solo.
A lo lejos apenas se pudo escuchar:
–¡Me las pagarás Agatsuma!
Nezuko por su lado no escuchaba. Se movía por inercia porque Zenitsu la llevaba. ¿Qué acababa de ocurrir hace un momento? Hace unos minutos, Zenitsu estaba besándose con la resbalosa de Sasaki y después estaba delante de ella rescatándola de Rui, como siempre. Dejó a una de sus conquistas por ella, ¿está mal alegrarse tanto por ello?
Una vez que desaparecieron del campo visual de Rui, Zenitsu no pudo contener su risa por más tiempo.
–Es increíble, ¿viste su cara? –Cuestionó Zenitsu a su mejor amiga. –Estaba verde y a punto de escupirme o pegarme. –Siguió riéndose inconsciente de los sentimientos de su amiga.
Nezuko únicamente se limitaba a observar y a sentir como poquito a poquito sus ilusiones se trisaban delante de sus narices. ¿Es que acaso nunca entendía? Zenitsu NUNCA la verá de otra manera, NUNCA corresponderá a sus sentimientos.
La joven dio media vuelta abruptamente, encaminándose a la oficinas, se sentía una tonta. No, más que eso, se sentía herida.
Y no sabía si lo peor era sentirse así o ni siquiera poder enojarse por eso.
Las calles del centro de la ciudad estaban tan concurridas como siempre, sobre todo si se tomaba en cuenta que ya era bastante tarde.
Era increíble la manera en la que uno no siente pasar el tiempo cuando se encuentra sumido en sus pensamientos. Entró al banco cerca de las tres de la tarde y apenas pudo salir casi dos horas después.
Odia desperdiciar su tiempo, pero odiaba más que el hacer ese retiro fuera algo indispensable mes a mes.
Nunca le había gustado cargar con exceso de dinero en su bolsa, menos cuando ese dinero no era suyo. Ese dinero pertenecía a su "perfecta" hermana y estaba destinado para la pensión mensual de la clínica donde se hallaba su madre.
Lástima que la vida de un adulto responsable estaba llena de obligaciones, aunque nunca se le agradecía o reconocía. Después de todo, ¿por qué hacerlo? Si ella era la simple, come-libros, nerd antisocial, fea, asalariada y otaku de Aoi. La misma que nunca podría compararse con su glamorosa, bella y exitosa hermana Ayame.
Aunque fuera Aoi quien se graduó con honores de la Universidad y tiene un trabajo honrado, Ayame es la "exitosa" que logró engatusar a un riquillo y con eso vivir cómodamente. Aunque sea ella la que a pesar de aportar con un mínimo de los cuidados que su madre requiere, siempre es quien ha estado ahí para ella; a diferencia de su hermana que cree que con mandar dinero basta.
Además, no puede ponerle precio a los desaires, menosprecios y humillaciones que ha recibido.
Toda esa carga de sentimientos se había acumulado en forma de billetes en su pequeña cartera, haciéndola sentir que pesaba el doble y hasta el triple de lo que en realidad pesaba.
Se detuvo en la intersección de dos calles. A su derecha, estaba la calle extremadamente poblada, tanto que seguro y llegaría a su casa en el doble del tiempo normal. Pero, a su izquierda había un callejón, desolado y algo lúgubre. Sin embargo, al atravesarlo quedaría a una cuadra de su residencia.
El problema radicaba en su bolsa dónde llevaba una gran suma de dinero.
No. No podía exponer ese dinero que no era suyo, tenía que ser responsable y llevarlo a casa sano y salvo.
Una gota de lluvia la sacó de sus pensamientos, seguida de otra y varias. Alzó la vista al cielo, las nubes presagiaban una gran tormenta.
No tenía opción, iría por el callejón. Al menos con la lluvia tenía el pretexto de ir corriendo sin que se viera extraño.
Empezó a caminar a paso rápido por el callejón, acercándose cada vez más a su destino. Era una calle larga, pero ya faltaba poco para terminarla. Apenas la mitad del camino y podría respirar tranquila.
Finalmente salió, pero, cuando se disponía a reanudar su marcha sintió cómo tomaban su mano y la adentraban nuevamente a la oscura calle.
¿Qué pasaba? Por Dios, que alguien le diga.
La sangre empezó a bombearle con más fuerza y su corazón a latir con mayor velocidad cuando una fuerza la empujó contra la pared del callejón, una sucia mano tapaba su boca y algo puntiagudo era colocado en su abdomen.
–No te muevas o abras la boca y afloja pronto tu bolso.
Habló el tipo ese, que ahora reconocía era un hombre.
Un ladrón para ser más específico.
¡¿Por qué a ella?!
Podía ver las gotas de lluvia escurriendo por el vidrio de la oficina del director burlándose de su paciencia.
Hace quince minutos que llevaban esperando en la oficina del director. ¡Hasta la secretaria se había ido ya! Dejándola a ella sola. Regresó a ver a su derecha. Bueno, no la dejó sola o al menos eso debió haber creído la veterana mujer cuando se fue.
Lo que ella no sabía era que el estar con Iguro en cualquier lugar era como estar sola. Con lo mucho que a ella le disgustaban los silencios, empezaba a ponerse de los nervios.
"Por tu propio bien. Nunca más vuelvas a entrometerte en mi camino".
Esas palabras aún suenan en su mente y hacen que se le erice la piel. ¿Qué tanto podría odiarla Iguro? Si le habla… ¿aprovecharía el momento de soledad para eliminarla sin que nadie se entere?
–Esto…
–Lamento la tardanza, jóvenes.
¡Bendito sea el cielo! Nunca creyó que se alegraría de ver al director. Sin embargo, en esos momentos era como si Superman hubiera entrado por la puerta a rescatarla de ese tenso e incómodo silencio que la habría llevado a la locura.
–Por favor, pasen a mi despacho. –Dijo con voz solemne.
Como un resorte, Mitsuri se puso de pie y sonriendo estúpidamente entró al despacho señalado, seguida por un siempre calmado Iguro que educadamente le cedió el ir adelante. Una vez dentro, ambos tomaron asiento en las dos sillas frente al director esperando por lo que este tenía para decirles.
–Lamento el retraso. –Empezó a disculparse. –Espero hayan podido comunicarse con sus padres para que no se preocupen.
Mitsuri lo había hecho, pero nunca vio a Iguro usar el teléfono para avisar que llegaría tarde. Involuntariamente recordó a los padres del joven y no pudo evitar preguntarse si habrán notado la tardanza de su hijo o si estarán preocupados.
–¿Para qué deseaba vernos, director Ubayashiki? –Preguntó Obanai con su solemnidad característica.
–Para darles… –El joven director empezó a revolver el cajón de su escritorio hasta que sacó un sobre blanco con un sello característico, el cual causó una disimulada sorpresa en Obanai y una chispa de emoción en los ojos verdes de Mitsuri. –Esto. –Dijo a la vez que extendía el sobre y este fuera tomado por Iguro.
–Es de la Todai. –Susurró emocionada Mitsuri una vez que confirmó sus sospechas.
–Efectivamente. –Tomó la palabra el decano. –Como sabrán, la semana entrante es la semana cultural que organiza la Universidad Todai y, al ser esta institución la encargada del concurso para obtener la beca, han decidido invitar a los equipos participantes a una conferencia privada que dará el joven maestro prodigio de la Universidad: Muichiro Tokito.
–¡Muichiro Tokito! –Interrumpió Mitsuri emocionada. –¿El mismo Muichiro Tokito que a sus cortos veinticinco años ya tiene un dos doctorados en informática?
–El mismo. –Confirmó el veterano sonriendo ante la emoción que le ponía al menos uno de sus estudiantes, ya que por otro lado Iguro, parecía tan imperturbable como siempre. –Entonces, ¿puedo confirmar su presencia?
–¡Por supuesto! –La joven se atrevió a asegurar por ambos. –¡Iremos!
–¿Iguro? –Preguntó por educación a su mejor estudiante que, por el contrario de Kanroji, parecía que no le importaba mucho el asunto.
Obanai echó un vistazo al director y a su indeseada compañera. Si sólo fuera Kanroji no habría problema en negarse, sin embargo, al tratarse del director, no podía hacerlo.
–Claro, con gusto. –Sacó la mejor sonrisa educada de su repertorio. –Ahora si me disculpan, tengo que irme.
–¡Yo también! –Exclamó Mitsuri aún eufórica. –Muchas gracias por considerarnos director.
–Cuento con ustedes, mis niños. –Se despidió Ubayashiki mientras ambos le hacían una educada reverencia.
Repentinamente, ni la torrencial lluvia que caía estrepitosamente en las afueras del edificio podía deprimir a Mitsuri. Ni que decir de la tensión que se formaba antes entre ella e Iguro. Estaba tan feliz que ni siquiera podía notarlo.
–Voy a conocer a Muichiro, voy a conocer a Muichiro. –Canturreaba al son de un improvisado baile de brincos por el largo pasillo que conducía a la salida.
Cancioncita que estaba a punto de enloquecer a Iguro. Su oído siempre ha sido delicado y Mitsuri Kanroji no se caracterizaba precisamente por su delicada voz de soprano. Al contrario, era chillona y escandalosa.
–Voy a conocer a Muichiro. –Seguía con su monótono cantar hasta que cayó en cuenta de algo. –Iguro. –Se animó a hablarle a su compañero de clases, el cual ignoró su llamado.
Control, eso era lo que necesitaba para no gritarle sus verdades al niño bonito ese. Tenía que ser amable con él, al menos hasta que llegue el próximo sábado y pueda conocer a su ídolo.
–¿Dónde nos encontraremos para ir…?
–¡Mitsuri!
Una voz femenina la llamó desde la entrada. Al regresar a ver a la persona que la había llamado, se encontró con una estilizada figura femenina en el pórtico del edificio, resguardándose de la fría lluvia.
–¿Sachi? –Preguntó la joven Kanroji sorprendida de ver a su hermana titiritando de frío en la entrada de su escuela. –¿Qué haces aquí?
–Tonta. –Exclamó la joven castaña que usaba lentes. –Mamá me envió con una sombrilla para ti. –Dijo a su vez que le tiraba la sombrilla a la joven de cabellos rosados que casi cae de bruces por sostenerla.
Sachi siempre ha sido así. Ella es la mayor de sus hermanas, es fuerte, atlética, decidida y poco delicada. Todo lo contrario de Kaori, la hermana que sigue. Ella por su parte irradia feminidad por donde camine, es muy delicada y toda una señorita. Y ¿ella? Pues, ha llegado a la sana conclusión que ella resultó ser el experimento fallido de una combinación entre ambas.
–Pero sí traje mi sombrilla. –Repuso la joven en su defensa a la vez que sentía un suave golpe en su cabeza.
–En serio Mitsuri, a ti el cerebro sólo te sirve para estudiar. –Suspiró resignada. –Está oscureciendo, es peligroso que vayas sola. Mamá mandó a que te acompañara. –Explicó como si fuera lo obvio, reparando en que su hermana menor no se encontraba sola sino más bien, gozaba de excelente compañía. –Aunque si quieres me voy por donde vine, hermanita. –Agregó mientras miraba a otro lado y se percataba del joven que acompañaba a la menor. –¿Eres el novio de Mitsuri? –Preguntó la Kanroji mayor al joven que, a su punto de vista, no estaba nada mal. –Aun así, te lo advierto, si le haces daño a Mitsuri te cargarás a todos los Kanroji, niño bonito.
–¡Sachi! –Reprendió la joven de cabello rosa.
Iguro prefirió ignorar a ambas Kanroji y seguir con su camino. Le era difícil comprender la preocupación familiar de unos a otros y a pesar de ello, la idea de tener a todos los Kanroji encima, le hacía sentir un ardor en la boca del estómago.
Maldijo internamente el haberse olvidado de su sombrilla, pero aun así caminó sin prisa en la lluvia.
–Dame esto. –Susurró Mitsuri conforme le arrebataba la sombrilla de sus manos a su hermana para salir corriendo tras el chico. –¡Iguro!
Gritó para que lo escuchara, pero el joven nuevamente la ignoraba. Corrió lo más que dieron sus piernas hasta alcanzarlo, y con el paraguas abierto se plantó frente a él.
–Toma. –Dijo extendiéndole el paraguas.
–No lo necesito. –Dijo de manera áspera tratando de seguir su camino siendo esto nuevamente impedido por la joven.
–No seas terco y tómalo. –Ordenó Mitsuri. –Y no lo veas como un acto de buena fe, simplemente estoy cuidando mis propios intereses. –Explicó con una sonrisa ladeada. –Si te enfermas no podré ir a la conferencia, y si no voy a la conferencia no podré conocer a Muichiro Tokito que es mi sueño, por lo tanto, si enfermas no conseguiré mi sueño. Así que tómalo sin chistar.
Iguro se sintió por un momento intimidado por la joven de verde mirar. Esa mirada reflejaba que, si no aceptaba la sombrilla, no se movería.
–Si tomo el paraguas, ¿desaparecerás de mi vista? –Preguntó fríamente.
–Sí. –Fue lo único que ella contesto.
–De acuerdo. –Dijo tomando el paraguas. –Pero al ser tu motivo algo egoísta, no esperes que te lo agradezca.
Dicho lo cual, empezó a caminar con una sombrilla amarilla desapareciendo poco a poco de la vista de Mitsuri. Después de todo, Iguro, desde su punto de vista, era como un cachorrito abandonado, que a pesar de ser arisco y agresivo, muy en el fondo no quería mojarse con la lluvia.
El agua empezaba a llegarle hasta que sintió como su hermana la cubría con su paraguas y le extendía su abrigo.
–En serio te gusta ese muchacho. –Comentó Sachi como quien no quiere la cosa.
–¡¿Qué? ¡No! –Vociferó indignada. –Es sólo mi compañero de proyecto.
–Parece muy amargado. –Ignorándola deliberadamente. –Así que esfuérzate mucho, pequeña.
¿Ella e Iguro? ¡JA! Ni en un millón de años. Porque él la odia, pensó desanimaba. ¿Desanimada? ¡Qué va! ¡El sentimiento era mutuo!
Se sentía indignada. No, era algo mucho más… molesto que eso.
¡¿Por qué no podía causar ningún efecto en él mientras que, a ella, las piernas le temblaban como gelatina?!
Se sentía vulnerable ante su cercanía, su presencia. A quién engaña, se sentía vulnerable ante todo lo que lo envolvía a él.
¡Y aquello era definitivamente injusto!
Porque se supone que ella era la dulce y linda alumna de preparatoria, con cuerpo de infarto, rostro de ángel y perfumes de Carolina Herrera. Él era mayor, y a qué hombre mayor no le gustaba una bellísima colegiala. Debería estar a su merced o por lo menos ponerse nervioso con su presencia o tartamudear al hablar con ella. Pero era todo lo contrario.
De hecho, cada vez que se acercaban parecía agarrarle más confianza y sucumbir menos a sus encantos.
¿Será que no le gustan las atractivas? ¿Será muy bajita? ¿Quizás estaba muy delgada? No, era imposible que no sucumbiera ante ella, ya que hombres de todas las edades regresan a verla cuando va por la calle.
Quizá deba ser un poco más agresiva o a su vez, un poco más sutil.
"¿Por qué no ser tú misma?". Habló la voz de su subconsciente. Pero, la respuesta era sencilla, porque eso de "ser tú misma" sólo les funciona a las protagonistas de novelas rosa y a las princesas Disney. No, las princesas son aún más ridículas puesto que apenas cruzan la mirada con el príncipe, ambos caen víctimas de un profundo e irreal amor.
Pero igual, sea cual sea el motivo, siempre resultaba ser ella la culpable, la que terminaba pensando en cómo enmendar sus acciones. Como en ese momento, que luego de su poco delicada y glamorosa huida fue a parar al centro de la ciudad, a kilómetros de distancia de su casa, específicamente en una tienda de utensilios prácticos. Dudando entre escoger dos tipos de moldes para galletas.
¿Osos o corazones?
Es que, luego de haberlo meditado adecuadamente, llegó a la conclusión de que le debía una disculpa a su maestro. No es que haya hecho algo malo, sin embargo, podría llegar a ser contraproducente para sus metas.
De ninguna manera podía hacerlo personalmente, se lo debía a su orgullo, por lo que después de haberlo pensado meticulosamente se le ocurrió hacer algo a mano a manera de disculpas. Y qué mejor opción que unas deliciosas galletas caseras hechas con sus propias manos.
La cocina se le daba muy bien, a pesar de no tener la necesidad de poner en práctica sus dotes culinarias. Era del tipo de personas que nada más con escuchar una receta podía hacer un delicioso platillo, claro, dándole su toque personal, especialmente si se trataba de un postre o dulce.
Ahora, la duda estaba planteada, ¿osos o corazones?
Los corazones eran insinuantes, transmitían directamente sus ideas respecto a su profesor y con lo moral y ético que había resultado ser el profesor Tomioka, una indirecta tan directa podría alejarlo de ella. Por su lado, los ositos, ¡eran adorables!, pero, podían caer en lo tierno e infantil y si el pelinegro no había caído con ella por ser una estudiante menor de edad, duda que los tiernos ositos lleguen a calarle.
¿Qué hacer? De nuevo entra en acción lo de las diferentes facetas de una mujer y de nuevo se pregunta: ¿Por qué no se puede ser uno mismo? Por culpa de la sociedad en la que se vive, en la que tienes que cambiar de actitud doscientas cincuenta y tres veces para poder sobrevivir.
Todo sería más fácil si sólo se tuviera que ser como uno es.
–Ha empezado a llover… –Susurró para ella misma mientras observaba con desgana la fuerte lluvia que había empezado a caer.
Observó con sus ojos rosados el salón que tenía en frente y suspiró resignada. Aún tenía muchas cosas que hacer en el club de investigaciones farmacéuticas, por lo cual no podría llegar temprano a casa.
–¡Kanao! –La inconfundible voz de Tanjiro la sacó de sus pensamientos. – ¿Qué haces aquí? Creí que ya te habías ido con los demás. –Preguntó colocándose frente a ella.
–Yo… –Hizo una pausa. Sentía que en cualquier momento aparecería la insoportable de Katsumi para interrumpirlos. –Tenía unos pendientes que atender en el club… ¿Qué hay de ti?
–Terminé de ayudarle al profesor Rengoku con unas cosas. –Le respondió con una de sus características sonrisas. –Pero qué bueno que te encuentro, ya no hemos pasado tiempo juntos.
–Sí, tienes razón… –Cosa que has permitido. Se mordió la lengua para no exteriorizar sus pensamientos. –Bueno… Hablamos después, tengo cosas que hacer. –Lo despidió dispuesta a entrar a su salón.
–Espera, Kanao. –La interrumpió tomándola del brazo con suavidad. –¿Te parece si espero por ti? Podemos aprovechar para ir a tomar un chocolate caliente, yo invito.
Kanao se quedó inmóvil por un momento. ¿Qué debería de hacer en esos momentos? Su corazón quería mandar todo al demonio e irse en ese momento con él, pero, la razón le decía que tenía que rechazar su invitación. ¿Por qué? Pues simple. Durante todo un mes se había alejado de sus amigos y de ella por estar con Katsumi, y ahora que la rubia no estaba, al parecer había recordado su existencia.
Cerró sus ojos y respiro profundamente para después sacar ese aire. Tanjiro estaba equivocado si pensaba que tenía que soportar sus desplantes cada vez que Katsumi aparecía, ya se había cansado de sentirse insuficiente y de preguntarse cada noche qué era lo que tenía la rubia que ella no. Y sí, tal vez sea su mejor amigo y le guste demasiado, pero ya no quería estar en una situación en la cual solo la llamaba cuando recordaba su existencia.
–Tanjiro, yo…
–Kanao. –Interrumpió un tímido chico que se acercaba a los dos amigos. –Lamento si interrumpo. –Se excusó apenado. –Pero necesito de su ayuda, se me está complicando hacer una reacción con algunos ingredientes.
–En un momento voy Hideki. –Le contestó amablemente Kanao regalándole una sonrisa que hizo sonrojar al su compañero. –Tanjiro… –Habló sin voltear a verlo cambiando su tono de voz. –Estaré muy ocupada, por lo cual no puedo perder mi tiempo, nos vemos después. –Y lanzándole una fugaz mirada, se fue dejando atrás a su amigo.
Tanjiro quedó sorprendido. No sabía lo que había pasado hace unos momentos, Kanao nunca le había hablado así, siempre era dulce, pero ahora… Sintió sus palabras muy frías, como si guardaran algo de resentimiento. Sin embargo, con su compañero fue diferente, le habló como solía hablarle a él.
Y ahora que pensaba en eso, sintió una extraña punzada en su pecho, como si eso no haya sido de su total agrado.
Suspiró pesadamente mientras emprendía camino a la salida del edificio. ¿Qué habrá pasado durante su ausencia? ¿Por qué Kanao lo trató de esa manera?
Y aún más importante… ¿Por qué sus ojos ya no brillaban al mirarlo?
El aroma del chocolate caliente recién hecho caló hasta lo más profundo de sus fosas nasales, olía tan condenadamente bien. Una de las pocas cosas que la señora Kamado podía preparar sin intoxicar a nadie, era eso precisamente: chocolate.
–Aquí tienen. –Dijo la señora colocando ambas tazas humeantes frente al par de adolescentes que yacían acurrucados entre las colchas en el sillón de la sala. –Si no se calientan seguro pescarán un resfriado.
–Gracias mamá. –Contestó una helada Nezuko.
–Gracias mamá Kie. –La imitó un congelado Zenitsu.
Ambos jóvenes se encontraban acurrucados entre calor y cobijas
–No hay de qué. –Expresó la mujer con una gran sonrisa. Observar a su pequeña y a Zenitsu así, le hacía sentir que el tiempo no pasaba. Cuando eran chicos siempre que la lluvia les pescaba iban a su casa por chocolate caliente. –Tómense la vitamina C. –Advirtió a los jóvenes, recordando que cuando eran niños hasta los refriados compartían por pasar tanto tiempo juntos. –Hay cosas que nunca cambian… –Susurró feliz de ver a su hija con su amigo de la infancia.
Un trueno se escuchó en el apartamento, haciendo que las tres personas en el apartamento se estremecieran por el ruido.
–Nezuko, ¿sabes si tu hermano iba a llegar más tarde? –Preguntó la madre preocupada al ver la gran tormenta y su hijo mayor no llegaba.
–Creo que sí, últimamente le ha estado ayudando al profesor Rengoku con las asesorías de historia.
–Ya veo… –Musitó sin dejar de ver el cielo gris. –¿Y sabes por qué ya no ha venido a visitarnos Kanao? Hace tiempo que no la veo y estoy preocupada por unas plantas que me regaló.
–Porque… –Trató de pensar algo rápido. –También ha estado muy ocupada con cosas del club. –Y porque el tonto de mi hermano no ha hecho mas que hacerla a un lado por una rubia sin chiste. Pensó.
–Pues espero verla pronto, se extraña tenerla aquí. –Dijo con sinceridad. –Mejor voy a meter la ropa, el viento empieza a soplar fuerte. –Anunció la madre de la castaña mientras desaparecía por la puerta. –Vuelvo enseguida, muchachos.
Dejando de esa manera al par de adolescentes solos, resguardándose del frío.
El rubio miró a Nezuko que escondía casi la mitad de su rostro bajo las cobijas. Desde que salieron del colegio la notó extraña, ahora, ni siquiera le miraba. ¿Qué le pasará?
–Nezuko… ¿Estás enojada conmigo? –Preguntó con un hilillo de voz, como si de un niño se tratara.
–No.
Sí claro. ¿Lo creía tan estúpido como para creerle eso? Su celular volvió a vibrar. Ya era la vigésima vez en el día que lo hacía. Lo tomó y se percató de que el texto venía de una tal Yuki, preguntándole si la llevará al baile. ¿Cómo podría llevarla si ni se acordaba de su apellido? Volteó su mirada a su amiga, la misma que ahora había desaparecido debajo de las mantas, por lo que la imitó.
–¿Qué haces aquí? –Inquirió.
–Calentándome. –Contestó simple e indiferente la aludida. Seguro que ese último texto era otra de las chicas que le habían escrito todo el día. Están como abejas a la miel con todo eso del baile. ¿No se darán cuenta de que Zenitsu está con Sasaki y que será a ella a quien lleve a la fiesta? –¿Tú?
–Tratando de descubrir en que tanto estás pensando que hasta el ceño frunces. –Contestó con simpleza.
Mierda, piensa rápido Nezuko.
–Pensaba en con quien ir al baile. –Tonta. Se reprendió como si no fuera obvio que iría con sus amigas.
–¿Shinobu, Kanao y Mitsuri? –Preguntó confundido. ¿No estaba siempre con ellas?
–Sí, con ellas. Pero, según Mitsuri, Hiro Yamamoto parece querer preguntarme si iría con él, sin mencionar que Rui se autoinvitó a acompañarnos.
–Siempre lo hace. Y lo de Yamamoto... –Ese chico no le agradaba mucho, no tenía muy buena reputación. –No creo que te convenga.
–Según tú ninguno de los que se han fijado en mí me convienen. –Recordó con ironía.
Y eso no era mentira. Pero es que ninguno de los chicos que la habían pretendido merecían estar con Nezuko. O bien, eran perdedores.
–Shinobu y Kanao no van acompañadas porque no quieren y Mitsuri, es algo parecido. Tengo dieciséis años, creo que debería tener un novio o ir a una cita de vez en cuando. –Comentó como quien no quiere la cosa.
Ella, ¿tener novio? ¿Por qué debería tenerlo? Bueno, ella tiene derecho, pero se merece algo mejor que los estúpidos novatos de la universidad estatal o el baboso de Rui. Nadie estaba a la altura de la angelical Nezuko.
–¿No crees? –Preguntó a su mejor amigo, preparada para su tonta opinión.
–Supongo. –Contestó Zenitsu algo extraño. Le molestaba un poco que Nezuko estuviera pensando en novios y citas, pero era algo normal. ¿En serio ha estado con un humor de perros por eso? ¡Genial! Ahora su humor también empezaba a cambiar. –Pero no te preocupes, con el tiempo llegará la persona indicada. –No tenía intenciones de entregar a su mejor amiga al primer idiota que se le paseara por delante.
Se quedaron en silencio por unos minutos, cada uno sumido en sus propias cavilaciones. Ambos levemente irritados, según su manera de pensar. Fue Zenitsu quien rompió el silencio.
–Si tanto te preocupa eso de las citas. –Empezó a decir. –Entonces, ten una conmigo.
A Nezuko se le paró el corazón y cuando volteó a ver a su amigo convencida de que sería alguna de sus payasadas, se encontró con una inesperada seriedad pintada en su rostro. ¿Estaba hablando en serio?
–¿Qué dijiste? –Pregunta estúpida, pero no pudo formular otra.
El rubio rio ante la seriedad de su amiga.
–Ya te lo dije, ten una cita conmigo. –Dijo casualmente. –Me llegó una invitación de la Todai para asistir a la semana cultural y esas cosas. Mamá dijo que sería bueno que vaya, para que conozca las facultades y me entere de las carreras y esas cosas. Y como el papel dice que pueden ir dos personas, eres la única en la que pensé para acompañarme. –Le contó el rubio.
Esa no era una cita, era un compromiso al cual el joven quería ir acompañado. ¿Qué pasaba con ella? ¿Por qué ante la mención de la palabra "cita" se le vino a la cabeza un montón de imágenes de una cena romántica a la luz de las velas, música en vivo, un delicado vals? Definitivamente estaba viendo demasiada televisión.
–¿Qué hay con Sasaki? –Preguntó, temiendo la respuesta. Agatsuma la volteó a ver como si acabase de decir un sacrilegio.
–Dudo que Jun sepa deletrear Todai
Ambos compartieron una risa cómplice ante la idea.
–Tomaré eso como un sí. –Sentenció el rubio feliz de volver a ver a Nezuko sonreír y ser él el causante de aquello.
Nezuko asintió igual de complacida, y esa incómoda tensión que se formó hace unos momentos desapareció.
Él aún la prefería a ella por sobre a las otras, eso nada más bastaba para apaciguar un poco los celos que la carcomían, y por tonto que eso fuera y sabe que lo es, la ponía endemoniadamente contenta.
Incluso había conseguido una "cita" con el amor de su vida.
–Gracias por su compra. Vuelva pronto.
Escuchó decir a la cajera mientras se preparaba para salir del negocio.
Al final se decidió. Bueno, si se le podía llamar decidirse a comprar ambos moldes. Por un momento llegó a cuestionarse por qué en vez de estar buscando en boutiques el mejor vestido para la fiesta de fin de trimestre, se hallaba buscando moldes para galletitas. Sin embargo, no se queja puesto que cuando estaba por darse por vencida encontró un molde en particular que le encantó y con ello dio su compra por satisfactoria.
El semblante alegre que irradiaba Shinobu cambió radicalmente cuando sintió como un torrente de agua en forma de múltiples gotas caía encima de ella.
¡Rayos! Era imposible que tantas cosas le pasaran a ella ¡En un solo día!
Colocó su maletín sobre su cabeza en un vano intento de proteger su cabello de la humedad, aunque la naturaleza parecía estar en contra suya mandándole un fuerte viento que tiraba a la basura sus intentos de protección.
¿Dónde iría? La casa de todos se encontraba demasiado lejos y ni mencionar la suya. Si sacaba su celular en esos momentos seguro y se echaría a perder con la tempestad. Ni siquiera podría meterse a una tienda o a un café con lo empapada que se encontraba actualmente. Lo único que se le ocurrió fue ir a la estación del metro, resguardarse y llamar a alguien que vaya a por ella antes de que acabe de anochecer.
Corría lo más rápido que podía mirando atentamente los pies de quienes iban por delante de ella, igual de apurados, para no chocar.
Pero sus esfuerzos fueron en vano.
En un momento estaba corriendo a toda su velocidad y al otro había caído de espaldas al piso. ¿Podía ir peor?
–¿Kocho? ¿Qué estás haciendo?
Esa voz. Alzó la vista y se encontró con ese par de ojos azules que la miraban entre preocupados y sorprendidos.
–Profesor…
Dios no podía ser tan injusto
Los truenos se escuchaban con fuerza y la lluvia se tornaba cada vez más fuerte. Estaba empapada, muerta de frío y miedo; a causa de esto su mano apretaba con más fuerza la bolsa que se supone debería soltar si no quería poner en riesgo su vida. Sintió como la mano del antisocial procedía a tomar su bolsa y a intentar quitársela.
–¿Qué esperas? –Preguntó hablando cerca de su rostro, con un asqueroso aliento a alcohol barato. –Quiero hacer esto por las buenas, pero parece que tú no. –Dijo apegando su corpulento cuerpo al de Aoi.
–Por favor… no tengo nada de valor… –Mintió. Los nervios la traicionaban.
–Maldita mentirosa. –Acotó cuando sacaba su navaja y con la punta de esta delineaba el rostro de la maestra. –Eso no era lo que parecía cuando saliste del banco. –Con su mano libre y el uso de su fuerza bruta quiso arrancharle el bolso, pero Aoi no lo soltaba.
–¡Aléjese! –Intentó forcejear y gritó, a pesar de que por la tempestad que había nadie la escuchaba.
–¿Sacando las garras, gatita? –Se apegó más a ella y cambió la posición de su mano, de su cartera a su cintura. –Parece que debajo de estas ropas de monja hay curvas. –Sin descaró paso las manos de su cintura a su trasero.
–¡Suélteme! –Estaba aterrada, ese asqueroso tipo la estaba manoseando y sus asquerosos labios se encontraban en su cuello. –¡Ayuda!
–Grita todo lo que quieras, nadie te escuchará.
Con rudeza, rompió la manga del sweater verde olivo que cubría su vestido-overol negro y empezó a besar su hombro.
Gritaba, consciente de que era inútil. La lluvia había espantado a todos los transeúntes y aunque quedaran unos cuantos, era imposible que escucharan sus gritos. No podía pasarle eso, primero la asaltaban y ahora el ladrón había cambiado de objetivos y parecía decidido a abusar de ella.
Lágrimas empezaron a caer por sus ojos, lágrimas cargadas de rabia, impotencia y frustración. ¿Qué había hecho mal? No se merecía todo eso. Ella, sólo quería ser una buena hija y persona.
–¡Bastardo!
De repente, Aoi sintió o, mejor dicho, ya no sintió a ese asqueroso hombre encima de ella. Abrió los ojos temerosa, no tenia ni idea de qué había pasado para que el tipo ese se alejara. Cuando pudo verlo, este ya se encontraba en el suelo siendo insistentemente golpeado por otro hombre, el mismo que lo insultaba mientras le golpeaba.
Luego de la paliza, el ladrón salió corriendo con el rabo entre las piernas. Ella, de la impresión no se había movido ni un ápice a pesar de que la parte de su cerebro que aún trabajaba, le decía que debía irse, que ese tipo podría ser otro abusivo. No le resultaba familiar de espaldas, pero sea como sea la había salvado.
–¿Estás bien? –Preguntó girándose y poniéndose a su altura. Trató de estirar una mano para asegurarse de su estado, más la peliazul la apartó. Entendía, aún estaba nerviosa, asustada y al parecer aún no le había reconocido. –Tranquila Aoisita, soy yo.
¿Aoisita? Ese molesto apodo, sólo una persona la llamaba así…
La noche cayó de un momento a otro y los postes de luz iluminaron el deshabitado callejón. Sólo cuando la luz estuvo completamente encendida, pudo verlo y reconocer ese rostro, esas facciones.
–Hashibira…
Cuando dijo su apellido, su colega lanzó una de sus singulares sonrisas.
–Parece que llegué a tiempo. –Dijo aliviado. –Estás bien, ¿verdad? –Preguntó. Aoi asintió callada. –Qué alivio.
–¿Cómo es que…? –Preguntó mientras observaba como Inosuke se quitaba su chaqueta y se la ponía sobre sus semidesnudos hombros.
–Vi cuando saliste del callejón y de inmediato te metiste de nuevo, esperé hasta que salieras, pero nunca lo hiciste. Por eso vine a ver. –Recogió los lentes de Aoi y se los colocó. –Lo demás ya sabes.
Aoi aún parecía en shock por lo recién ocurrido y no la culpaba. Se había mantenido estoica frente al tipo ese y recién ahora parecía caer en cuenta del peligro al que estuvo sometida.
Ahí estaba ella abrazándose a si misma mientras temblaba de frío o de miedo. Diablos, nunca había sido bueno consolando mujeres. ¿Cómo esperaba poder consolar a la estricta inspectora sin que lo golpeara?
Oh no, Aoi empezaba a gimotear. Si empezaba a llorar estaría perdido. A la mierda, aunque le golpeara o insultara, haría lo único que se le venía a la mente.
Abrazarla.
–Tranquila, no pasa nada, todo está bien, estoy contigo.
Aoi Kanzaki estaba atónita, nunca en su vida había sido consolada de esa manera, nunca se había sentido tan segura en los brazos de alguien. Brazos grandes y fuertes. Nunca había sentido tanta calidez en pleno aguacero.
–Aunque parezcas un pastor inglés.
¡¿Eh? Aoi se separó del abrazo y miró el despreocupado rostro del Inosuke. ¡¿Acaba de compararla con un perro?!
–¡Mira quién habla! –Se quejó. –Si a mí me comparas con un pastor inglés, lo único a lo que se podría asemejar usted es al tío Cosa de la familia Adams.
Una carcajada se escuchó por todo el desolado callejón. Inosuke reía y se incorporaba hasta quedar a la altura de la peliazul. Eso estaba mejor, prefería mil veces lidiar con una Aoi molesta que con una Aoi susceptible y llorosa.
–Vamos, te acompañaré a tu casa. –Dijo adelantándose a paso lento, hasta que sintió como alguien lo sostenía por su camisa.
–Gracias, Hashibira.
El joven volteó a verla, sorprendiéndose con la imagen. Aoi Kanzaki, ruborizada, avergonzada y tímida miraba hacía otro lado mientras sostenía su camisa.
Lucía extraña, más que eso, se veía…
–Con una condición. –Sentenció de repente. –Por tu culpa me perderé el capítulo semanal de One Piece hasta que llegue a casa, por lo que…
–Puedes quedarte si no te molesta comer sobras. –Se adelantó la peliazul.
Wow, todos los días se aprende algo nuevo y aquel día aprendió que hasta Aoi Kanzaki tenía un lado femenino.
¿El apocalipsis se acercaba?
Por segunda vez en el día maldijo no haberse hecho el peinado que la Seventeen aconsejaba. Decía que ni en una colisión automovilística se movería un solo cabello, también acababa de jurarse a sí misma no volver a usar maquillaje que no sea a prueba de agua, por muy lindo que este sea.
Debía de verse horrible, mantenía la cabeza gacha bajo el abrigo que le había cedido el pelinegro y no tenía intenciones de quitárselo.
–Llegamos, pasa. Lamento si está un poco desordenado.
Escuchó como su profesor la invitaba a pasar y desaparecía de la vista de la joven. Había que ver como resultaron las cosas. Hace menos de media hora estaba en medio de la calle empapada y muerta de frío y ahora estaba en la cálida residencia de quien menos se lo hubiera imaginado.
Nada más y nada menos que en el módico departamento de su querido capricho. Su querido profesor Tomioka.
Es que, cuando se encontraron en la calle, ambos estaban empapados, ningún taxi quería llevarlos y si esperaban hasta que la lluvia cesase, quizás y morían de pulmonía primero. Su casa estaba a una hora caminando y el departamento del profesor a menos de cinco minutos, por lo que estaba demás preguntar donde irían.
–He prendido la chimenea, ven. –Habló Giyuu mientras le extendía una toalla. –Sécate.
Siguió los pies de su profesor hasta que sintió como la habitación se calentaba. Por inercia, caminó hasta situarse lo más cerca del fuego que le fue posible. Se estaba congelando.
–Voy a preparar café. Queda en su casa, señorita Kocho.
Una vez que Giyuu se alejó completamente, ella se incorporó lo suficiente para alzar la mirada e inspeccionar el lugar. ¿Cómo podría describirlo? Era un pequeño departamento, con una decoración sencilla, no tan desordenado como se esperaba ante la advertencia y pintado de una gama de colores neutra y elegante, nada propio de un hombre soltero.
Parecía un departamento matrimonial, con flores frescas en jarrones y fotos sobre la chimenea. Incluso había un par de espejos de pared.
La curiosidad femenina hizo su aparición, había, al menos tres portarretratos. ¿Cómo serán las fotos que se saca su querido profesor? Se puso de pie y empezó a observar. La primera foto que vio la enterneció. Era él, Giyuu Tomioka, serio con su uniforme negro de preparatoria junto a Inosuke y tres niños pequeños que eran Zenitsu, Tanjiro y Nezuko. La siguiente…
Vaya, entonces siempre sí fue verdad que Tomioka estaba casado, ¿o estuvo? Recuerda que en el primer día de clases dijo que era viudo. Admite que creyó que lo dijo para que las estudiantes dejaran de acosarlo, pero aquella foto indicaba lo contrario. Estaba él de no más de veinte años, vestido elegantemente con su traje. A su lado, una sonriente mujer con un largo vestido blanco, el cabello recogido y el velo hacia atrás.
Se veían dichosos, ambos. Parecía que juntos habían alcanzado el cielo. Nunca se hubiera imaginado que el siempre serio profesor Tomioka hubiese podido sonreír así. Por alguna razón su pecho se comprimió un poquito.
A pesar de eso continuó su inspección, ya sólo faltaba una. La última foto y la del marco más grande y elegante, eso podría reconocerlo. ¿Qué será tan importante como para merecer estar en ese marco?
Dios, si alguien se lo contaba no lo hubiese creído. Esa mujer de tez blanca, fresco semblante y despampanante sonrisa; cabello largo y lacio, de color negro a morado y ojos color púrpura. Alzó su mirada hasta que encontró un espejo. Sus pupilas bailaron de dirección, intercalando entre la foto y el espejo.
Esa mujer… era… ¿ella?
El pitido de la tetera indicaba que el agua ya estaba hervida y lista para ser preparada. Colocó el café y el azúcar a disposición ya que él lo tomaba fuerte y cargado. Pero le daba la impresión de que Kocho lo tomaba dulce y ligero.
Como ella…
Carajo, ¿qué estaba haciendo? Llevar a una de sus estudiantes en medio de la noche a su departamento. ¿Acaso se volvió loco?
No, simplemente hizo lo que cualquier otro humano que la conociera hubiese hecho. No podía dejarla en medio de la lluvia. Ella necesita ser protegida, resguardada, querida…
Y él hizo un poco dándole refugio en su departamento. Sí, nada tiene por qué salir mal, sólo hizo su buena acción del día ayudando a la joven.
Con cuidado, tomó la bandeja con las humeantes tazas que iba a ofrecer a su invitada. Cruzó la cocina hasta llegar a la sala y la encontró de pie observando las fotografías con detenimiento. ¿Cuál observará? De reojo vio las que descansaban en la estantería. Eran las de su graduación, la de su boda, entonces la que veía era…
No cabía duda, Kocho ni siquiera se había percatado de su presencia porque miraba con detenimiento la fotografía y el espejo. Se había dado cuenta del parecido.
Por si fuera poco, la tormenta de afuera se intensificó y las luces luego de parpadear un par de segundos se apagaron totalmente siendo la sala iluminada únicamente por la luz de la chimenea. Sólo en ese instante, Shinobu salió de su ensueño y se percató de su presencia. Él se apresuró y colocó la charola en la mesilla de centro para luego sentarse lo más cerca que pudo al calor.
Shinobu lo regresó a ver confundida Por su lado sabía que era imposible que sea ella, pero ¿por qué se parecían tanto?
–Ella, era mi esposa, la única mujer que he amado en la vida. –Habló por fin Giyuu mirando a su alumna que sostenía fijamente el retrato. –Se llamaba Alice.
Con que ella era la esposa del profesor Tomioka.
–Es muy bonita. –Dijo Kocho tratando de sonar amena.
–Sí.
Fue esa la única vaga respuesta por parte del pelinegro. De repente el ambiente se tornó incómodo. Su profesor lucía afligido, incómodo. Era obvio que no le gustaba hablar de eso, acaso… ¿alguna vez lo habrá hablado con alguien?
Recordó cuando ella le habló sobre sus problemas familiares, esa vez él le ayudó a sacarse un gran peso y ahora tiene la oportunidad perfecta para devolverle aquel favor.
Aunque para eso ella también tenga que hablar de algo muy incómodo.
–Debe ser bonito. –Empezó a hablar Shinobu sentándose a una prudencial distancia de Tomioka. –Amar y ser amado. –Aparentemente no había reacción. –Hubo una vez que creí que eso era posible…
–¿Douma? –Preguntó Giyuu súbitamente, interrumpiendo a la joven y mirándola fijamente. En el rostro de ella estaba marcada la clara confusión. Maldijo por lo bajo, él había escuchado eso sin querer y ella no lo sabía. –Lo lamento, decías su nombre mientras dormías en mi clase y…
¿Se podía estar más avergonzada? ¡¿Qué diablos hacía susurrando el nombre de Douma mientras dormía?! ¡Tonta Shinobu, tonta! Pero no podía dejarse abatir por eso, ahora era su curiosidad la que primaba además de querer sentirse de utilidad para Tomioka.
–Bueno. Sí… se llama Douma y fue el primer novio formal que tuve. –Empezó a relatar desviando la mirada para no sentirse intimidada por los ojos azules de su profesor. –Muy a mí pesar admito que lo quise mucho, más de lo que debí. –Reconoció avergonzada. –Le di todo y él… –Rio con amargura. –Él se fue de intercambio hace unos meses, me cortó por mensaje e inmediatamente subió fotos con otra tipa, por lo que no tardaron en llegar felicitaciones por su reciente unión.
Giyuu no dijo nada en ese momento. Jamás hubiera esperado que alguien como Shinobu Kocho hablara de eso con él. En lo poco que llevaba conociendo a esa niña, puede asegurar que desborda orgullo y altivez, incluso en ese momento tiene la frente en alto mostrándose estoica ante él.
–Por eso dije que debía ser bonito, amar y ser correspondido.
Fue sólo en ese momento cuando Shinobu agachó la cabeza y la semi-escondió entre sus piernas. Su mirada se veía triste y dolida, no había que ser un genio para concluir que aquella relación significaba para ella un poco más de lo que ella mismo quería aceptar.
Era lógico, si para una adolescente normal, el primer novio es con quien mira un futuro brillante, color de rosas y hasta piensa en nombres para hijos. Para ella, cuya familia no tiene interés por su vida, ponerle mucho empeño a una relación que parecía estable, debió ser sumamente importante.
Otra adolescente de diecisiete bien hubiera tenido un arranque de rabia mientras contaba lo que le pasó o a su vez hubiera estado llorando a lágrima viva y diciendo cosas como que el amor no existe y demás. Pero ella no. Ella se mantiene al margen, con una seriedad e inesperada madurez que sinceramente lo dejaron atónito.
Para muchos el "problema" o "decepción" que vivió Kocho era algo de la edad, algo pasajero. Pero él que sabe bien cómo es en realidad la vida de su estudiante, puede imaginar el impacto que tuvo esa fallida relación en su vida y eso quizás es algo que ni siquiera ella ha podido entender completamente.
–Lo siento. –Sin saber por qué se disculpó. ¿Por haberle recordado esos momentos? ¿Por no poder hacer nada? ¿Por no saber qué decir?
–¿Por qué? –Le contestó ella con una pregunta. –Yo debería ser quien se disculpe por haber permanecido callado mientras escuchaba todo mi drama. –Trataba de sonar amena. –Mi hermana y amigos me quieren, pero ellos trataron de que olvidara el asunto procurando no mencionarlo y por lo mismo nunca pude hablar de esta manera con ellos y me ha hecho mucho bien hacerlo. Así que gracias.
Shinobu se regañó internamente, se supone que sería ella quien buscaría confortarlo a él, pero, de nuevo resultó ser él quien sin decir una sola palabra la confortaba a ella.
Giyuu, por su parte, en ese momento se sintió un niño, un niño menor que ella. Un adolescente que se encerraba en su dolor, queriendo demostrarle al mundo que ya no es un niño y que puede cargar solo con su dolor.
–Alice… -Se tuvo que aclarar la garganta para poder hablar mejor. –Era una superior, un año mayor que yo. –Ahora era él quien desviaba la vista al fuego. –A quién un día me encomendaron como su tutor. –Cómo podría olvidar cuando la conoció. Ella fue a la biblioteca con su largo cabello recogido en dos trenzas que caían a ambos lados de sus hombros y sus ojos púrpura cubiertos por unos delicados anteojos. –A pesar de parecer un ratón de biblioteca, ella en realidad era un desastre para las matemáticas y tenía que aprobar esa materia para su ingreso a la universidad.
En su rostro se coló una sonrisa al recordar cuanto le costó que entendiera lógica y conjuntos, y ni hablar de cálculo diferencial. Sin embargo, algo que siempre le gustó de ella es que nunca se rendía, aunque fallara cuatro de los cinco ejercicios que él le proponía, no se iba hasta no terminarlos todos correctamente.
Quizá fue esa tenacidad lo que lo cautivó primero.
–Luego de muchos meses de trabajo... –Extenuantes, a decir verdad. –Finalmente presentó su examen, incluso quedó entre las mejores veinticinco aspirantes. –Ese es otro día que jamás podría olvidar. Aquella tarde que llegó corriendo a sus brazos gritando: "Lo conseguimos Giyuu". El pelinegro giró a ver a su alumna que lo miraba expectante. –Te preguntarás cuando comienza el romance, pues déjame decirte que al parecer sin darnos cuenta ya había empezado.
Siguió relatando cómo fue que, a pesar de haber ingresado a la afanada universidad y ya no necesitar tutorías, siguieron viéndose en la biblioteca. La diferencia era que ya no estudiaban, sino que hablaban de ellos, de sus vidas, de sus familias.
–En esos momentos los problemas en mi casa empezaban a intensificarse, y a pesar de que Alice podía estar disfrutando de sus últimas tardes como estudiante, se quedaba conmigo en la biblioteca, me escuchaba y hacía reír. –Recordó con añoro. –Ella tampoco tenía una vida perfecta. Su padre había muerto cuando inició la secundaria y su madre se había vuelto a casar. Para ese entonces ya esperaba el segundo hijo con su pareja actual, por lo que ella al ser la mayor pasaba a último plano.
Nunca abusaron de ella ni física ni psicológicamente, pero ¿acaso el ignoro no es aún peor? Eso era algo que él entendía muy bien, lo mismo Kocho.
–Las conversaciones abrieron paso a tomadas de manos, furtivos abrazos, besos. –En un principio tiernos, luego se tornaron pasionales al igual que las caricias. Ya no usaba las trenzas a los lados, sino que dejaba ver lo hermosa que era su larga cabellera y los lentes de contacto le sentaban muy bien. –Para ese entonces aún no había caído en cuenta de que tanto había calado Alice en mí vida. Hasta que un día apareció de la nada con una sonrisa de oreja a oreja diciendo: ¡Me voy a estudiar a París!
Nunca se habían reconocido entre ellos como "novios". Sin embargo, se sentían como tales. Por ello se sintió herido cuando ella no le comentó sus planes de viaje, no pudo compartir su alegría porque sintió que estaba haciendo lo mismo que hizo su hermana con él.
Dejarlo de lado.
–Me enojé con ella y terminé con la relación. Me sentía herido y traicionado. Ni siquiera fui a despedirla. –Aquellos eran recuerdos amargos de su último año escolar, año en que los problemas familiares alcanzaron la cima y desbordó su tolerancia. –Lo irónico fue que en el año que no estuvo a mi lado me di cuenta de qué tan importante era ella para mí y que no podía seguir sin que estuviera a mi lado. Por eso abruptamente tomé la decisión de irme, aunque debo mencionar que fue gracias Inosuke. La relación con mi hermana en esa época no estaba ni para ir a pedir su bendición para el viaje, sin embargo, la llamé para despedirme cuando estaba en el aeropuerto para que no tuviera oportunidad alguna de intentar detenerme. Aunque no lo hizo y ahora comprendo que fue por la impresión al saber que me iba, ya que seguro que no se lo esperaba.
Algo de ello había escuchado en casa de la mamá de Zenitsu. Ahora entiende porque Giyu se fue de esa manera.
–Finalmente llegué a París y empecé a buscarla. –Los meses más venturosos que tuvo, buscando incansablemente de universidad en universidad hasta dar con Alice. –Al no tener ni su número ni su dirección, fue como buscar una aguja en un pajar. Era sorprendente ver la cantidad de japonesas que emigran a la capital francesa para estudiar. –Recordó. –Y cuando finalmente la encontré, ella no me reclamó. Sólo me dijo "tardaste mucho" y desde ahí estuvimos juntos. –No creía relevante decir que ante esas palabras él subió corriendo los escalones que los separaban y fue a darle un apasionado y correspondido beso. –Estudiamos, nos casamos, éramos muy felices.
Hasta que el destino se interpuso jugándoles sucio a ambos. Giyuu apretó los puños y frunció el ceño ante el recuerdo. Era demasiado doloroso.
–¿Qué pasó? –Preguntó temerosa Kocho, aunque a su vez trataba de infundirle valor para que diga aquello que tiene guardado y pueda librarse de ello.
–Primero estudié ingeniería y luego ciencias de la educación. Gracias a mi primera carrera había conseguido trabajo en un banco. –Recordó. –Y un día enfermé de gripe, tenía que entregar unos documentos muy importantes por lo que Alice se ofreció a llevarlos. Cuando estuvo ahí, unos asaltantes entraron a la fuerza, hubo un enfrentamiento armado con la policía y murieron tres de los rehenes en el cruce de balas. Entre ellos, Alice.
Y no podía enojarse por eso, la policía atrapó a los asaltantes. No era culpa de ellos, menos de su esposa o de la pareja que falleció y aunque se culpaba internamente por haber estado enfermo, en el fondo sabía que no…
No era culpa de nadie, no había nada que hubiera podido evitarlo.
Si él no hubiera estado enfermo, por el apuro se hubiera olvidado de los papeles en casa y Alice hubiera ido a dejárselos. Ninguno de los funcionarios del banco resultó herido, sólo los clientes y ella hubiera ido como uno de ellos.
Pero incluso ahora se pregunta:
–¿Por qué ella? No era una mala persona, menos una mala esposa. Hubiera sido una espléndida madre. ¿Por qué entonces tuvo que terminar así?
Estaba a punto de derrumbarse cuando sintió como algo caliente se apoyaba en él y lo abrazaba tímidamente escondiendo su rostro en el costado de su cuerpo.
–Si Alice te amó tanto como para esperarte, a pesar de haber sido malo con ella, entonces estoy segura de que en medio de todo aquello debió pensar: "Qué bueno que Giyuu no vino a trabajar hoy."
Giyuu no podía articular palabra. ¿Cómo pudo ella haberlo deducido? Si ni siquiera le había dicho que las últimas palabras de Alice en su agonía fueron:
"Me alegra que puedas seguir viviendo"
Tomioka sintió el costado de su camisa empezar a mojarse. Kocho estaba llorando, era tan orgullosa que no quería que la viera haciéndolo, por lo que ocultaba su rostro entre sus ropas.
Alzó la vista y vislumbró el retrato de Alice sobre el estante y por primera vez en muchos meses pudo sonreírle sinceramente. Sintiéndose aliviado de haberse liberado de ese peso que llevaba dentro de él.
Shinobu sintió como Giyuu se movía. Temía que la apartara, pero solo se acomodó mejor, de tal manera que su rostro quedara pegado contra su pecho y pudiera llorar a lágrima viva contra el mismo. ¿Por qué lloraba? ¿Por qué la conmovía la historia?
En parte, pero más que ello, era porque una parte de ella reconoció el amor que aún le tiene Tomioka a su difunta esposa, que se parece mucho a ella y que tal vez sólo por eso la toma en cuenta.
Sobre todo, le duele reconocer que ella jamás podría compararse con Alice. No con la forma de pensar que ella tenía para acercarse a su profesor.
¡Era injusto!
Lloraba también porque tenía miedo de separarse de esos cálidos brazos que la aprietan con toda su fuerza.
No quería alejarse de ellos, no quería alejarse de él.
Mientras Giyuu seguía enamorado de su hermosa esposa, a ella sólo la veía por su parecido.
Nunca contó con que otros sentimientos se colaran sin permiso.
Se estaba… ¿enamorando?
Y eso la asustaba. Porque… porque…
Su plan había fracasado y peor, había tenido el efecto contrario.
Próximo capítulo: Viernes 16 de agosto de 2024
