Harry Potter pertenece a JK Rowling
Bruja Llameante
22: Llamas de Guerra y Umbridge
John Dawlish había estado en el bolsillo de Voldemort, desde la tercera semana del inicio de la I Guerra Mágica. Era un fiel creyente de la Pureza de Sangre y había ignorado felizmente, las quejas de los Hijos de Muggles, quienes presentaban denuncias contra algún Sangre Pura.
El Auror simplemente, barría el problema bajo la alfombra.
Y al igual que Snape, él tampoco tenía mucho de qué preocuparse, por no haber podido estar presente, en la noche de su resurrección. Es más: Ryddle había agradecido profundamente, que personas especialmente ingeniosas, como Snape y Dawlish, entre unos cuantos más (por no nombrar a aquellos extranjeros, a los cuales el propio Voldemort estuvo reclutando desde que Harry Potter lo expulsó del cuerpo de Quirrell), pudieran escapar del ojo del Ministerio y de los Aurores. Además de que ambos, escaparon de Beatrice Violet Potter-Evans, siendo una desagradable sorpresa para Voldemort, saber sobre la magia de fuego de la Potter y ver con sus propios pocos, como mató a más de la mitad de sus Mortífagos.
Dawlish recibió la noticia del propio Voldemort, de que iban a atacar el pueblo de Rye (al Este de Sussex) y él se encargaría de dar dicha noticia, dentro de cuatro horas, para que así, los Aurores llegarán tarde.
Snape avisó a Dumbledore dos minutos antes del ataque a Rye, pero de inmediato, los miembros de la Orden del Fénix, se dirigieron hacia allá.
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A Beatrice, se le ocurrió una idea extraña y se la susurró a Sirius, quien se tapó la boca para no reírse, mientras le hacía señas y la llevaba a otra parte de la casa. — "Si quieres ir con ellos, pues yo estoy de acuerdo." —susurró él, mientras lanzaba dos hechizos, sobre Beatrice — "Estás lista: Mi hechizo te hará indetectible al Ministerio, no te preocupes. Ve con ellos y por los Mortífagos" —Beatrice lo abrazó, llamó por Convocación a su Capa de Invisibilidad y Sirius abrió los ojos con incredulidad, antes de arrojar su hechizo de Homenum Revelio, sólo para ver que Beatrice ya estaba más allá en el pasillo. — ¿La Capa no solo la hace invisible? ¿Es posible que también niegue el sonido? —se preguntó Sirius, al quedarse solo.
Beatrice escuchó del lugar, gracias a que ellos atravesaron la Red Flú y así los siguió, solo siete minutos después, esperando no perderse la diversión.
La Lady Potter y Heredera Black apareció, cuando la Orden del Fénix, ya estaba más allá, lanzando el típico Desmaius o Expelliarmus. Ella se pasó una mano por la cara, sintiéndose profundamente avergonzada de ver a hombres adultos, jugando con aturdidores y desarmadores. Sintiendo una profunda decepción y rogando para que los Mortífagos siguieran allí, ella los siguió, se ocultó entre unos matorrales, hizo crecer la maleza a su alrededor, siendo algo de lo cual la Orden del Fénix no parecía ser consciente y desde ese escondite, arrojó una Bombarda, seguida de uno de sus propios hechizos: Diez bolas de fuego cayeron del cielo, con tal precisión, que solo carbonizaron a los Mortífagos presentes, matándolos a casi todos, pero varios de ellos, se desaparecieron.
Dumbledore se acercó a los Mortífagos muertos y revisó su pulso, les arrojó hechizos de curación, pero ya era tarde. Se giró furioso hacia su Orden, quienes estaban desconcertados y abrió la boca para preguntarles en qué demonios estaban pasando, al haber atacado a esos pobres hombres y mujeres, quienes solo debieron de haber sido aturdidos, quienes merecían una segunda oportunidad y sólo tenían que escucharlo a él, para poder corregir sus errores...
Pero ahora, tendrían que rendirle cuentas a Dios...
O al Diablo.
Dumbledore se giró furioso hacia los miembros de la Orden y despegó los labios, listo para gritarles a todos. Pero Alastor "Ojoloco" Moody, lo hizo primero, viéndose satisfecho. — ¡Quién acabe de hacer esto, merece mis respetos! ¡Golpea primero, pregunta después y si te responden, entonces lo rematas! Bien hecho...
—Alastor —le interrumpió Dumbledore, con un rostro que demostraba dolor en su corazón — ¿Cómo puedes decir esas cosas tan horribles? Solo son hombres y mujeres confundidos, quienes necesitaban...
—No hay mejor Mortífago, que aquel que ha muerto, Albus. —le interrumpió Moody, mirándolo con enfado —Tenemos que matarlos esta vez. No fue nuestra intención, ni nuestras estrategias, las que pusieron un fin a la guerra pasada, sino un milagro y muchos de ellos, escaparon a prisión o al Beso del Dementor, solo con argumentar la maldición Imperiosa. No debemos de permitirles aterrorizar a los Muggles inocentes. Ahora: Andando.
Todos se retiraron, de vuelta a la casa de la cual había salido y regresaron a Grimmauld Place, con la Red Flú; mientras que Dumbledore se quedaba atrás, apretando con furia, la Varita de Saúco, sin poder entender como era posible, que su Orden estuviera deseando detener la matanza, con más matanza. Los Mortífagos sólo necesitaban detenerse y escucharlo.
Él era mayor que todos ellos.
Él sabía lo que era mejor para él país, pero no era solo Alastor. También era ese renacuajo de Fudge, quien creía que él deseaba tomar el Ministerio y se atrevía a enviarle a su zorra: Dolores Umbridge, como maestra de DCAO.
Sabiendo que ese año, enfrentarían a Umbitch, Beatrice le pidió consejos a Sirius, sobre los mejores libros de Defensa Contra las Artes Oscuras, que existieran dentro de la Casa Black, para así, poder llevárselos a Hogwarts y poner en Marcha el Ejército de Dumbledore.
Sirius se sintió complacido, por el deseo de que ahijada de enseñar a otros y le entregó tres libros, los cuales Beatrice cargó con mucha dificultad, pues eran muy anchos y demasiado pesados. —Sabía... sabía sobre el dicho: "El Conocimiento Pesa", pero no lo creí tan literal.
Sirius no pudo evitar reírse y se acercó a su ahijada, con una gran sonrisa en el rostro. —Actualmente, gracias a esos idiotas del Torneo de los Tres Magos, eres (legalmente) Lady Potter y por eso, el anillo está en tu dedo. ¡Puedes realizar magia, siempre que quieras! —reveló Sirius, abriendo los brazos, dejando boquiabierta a la chica de cabellos negros, mientras que él se burlaba un poco más. Sirius hizo un movimiento de cabeza y Beatrice lo siguió, hasta una puerta, delante de la cual, Sirius sacó su varita y tocó la parte superior y luego la inferior, dos círculos Rúnicos aparecieron, mientras brillaban con gran poder. Por un instante, la pelinegra creyó estarse mareando, hasta que comprendió que realmente, los círculos de Runas estaban girando, el interior estaba iluminado de luz azul y giraba en sentido horario, el exterior era rojo y giraba en sentido antihorario, finalmente, las Runas se desvanecieron y la puerta se abrió, Sirius la hizo pasar, quedándose delante de cientos de cuadros, en una habitación tan grande como el gran comedor. —Yo, Sirius Orion III Black, presento ante todos los Black: A Beatrice Violet Potter-Evans, mi heredera. Hija de James Charlus Potter y Lily Janeth Evans-Todd. James es hijo de Fleamont Potter, quien, a su vez, es hijo de Charlus Potter, casado con Dorea Black... —Beatrice se sobresaltó, cuando su cuerpo fue rodeado por un aura azul y un segundo después, un anillo Black, voló a la mano de Beatrice. Sirius caminó a paso calmado hacia ella, mientras una sonrisa de orgullo, aparecía en los labios de Sirius y posaba sus manos en los hombros de su ahijada. —Ahora... eres Lady Potter-Black.
A Beatrice se le abrieron los ojos, lo suficiente para preocupar un poco a Sirius... solo un poco, mientras que la boca de la pelinegra caía y Sirius le daba una sonrisa que transmitía calma. Se sentó junto a ella, para contarle sobre los Sangre Pura, porqué eran tan importantes para el Reino Unido Mágico y comenzó a contarle con calma sobre los derechos y deberes que ella tenía.
Los ojos de Sirius se abrieron y su sonrisa se ensanchó, al oírle decir a Beatrice, que deseaba saber quién se había hecho cargo de los votos de las familias Potter y Black en el Wizengamot, en lo que ella estuvo en Durskababan y Sirius en Azkaban.
Bastó con ese deseo, para que todas las leyes aprobadas desde 1981, aparecieran ante ellos, con el sonido de un libro cayendo al suelo, siendo un par de torres enormes de papel, que ambos comenzaron a revisar y a aprobar o a rechazar.
Dumbledore, como Jefe de Magos del Wizengamot obligado a retirarse y Fudge como temporal Jefe de Magos del Wizengamot, comenzaron a recibir avalanchas de leyes que fueron aprobadas gracias a los asientos Potter y Black, desde 1981...
Leyes que ellos dos aprobaron, adquiriendo ilegalmente los votos de los asientos Potter y Black.
Leyes Sangre Pura (representando a Fudge) y Leyes para los Hijos de Muggles (representando a Dumbledore), fueron derogadas al instante.
Gracias a la cantidad de votos que tenían por separados los Asientos de Lores: Potter y Black, entre Sirius y Beatrice, solo necesitaron de sí mismos y de todas las familias que se fundieron en los Potter y Black, mediante los siglos de matrimonios, para aprobar lo que ellos quisieron aprobar.
Y pronto, todo el duro trabajo de los Sangre Pura y los Mortífagos, fue derribado, como si se tratara de un castillo de Naipes de Snap explosivo. Todos quedaron horrorizados, ante el poder político que demostraron tener Beatrice y Sirius, que les enseñó un mundo más estilo de la predicción de Dumbledore: Derechos, voz y voto para los Hijos de Muggles; pero entre todo esto, nada era útil políticamente para Dumbledore, quien vio, con lágrimas en los ojos, junto a Lucius Malfoy, Cornelius Fudge y Dolores Umbridge, como todo su arduo trabajo de una década, era destruido en segundos, por una quinceañera.
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Antiguamente, para Beatrice Potter, el momento más importante de su día y de SU vida, era cuando volvía a Hogwarts, en el Hogwarts Express.
Cuando se alejaba de los Dursley.
Cuando se recordaba a sí mismo, que él era un Mago y que en Hogwarts, le estaba esperando su verdadera vida y podía dejar de fingir que existía, en la casa de los Dursley...
Gracias a Sirius, todo esto había cambiado y ahora, disfrutaba de viajar en la Red Flú en el lado mágico del Andén 9¾, en lugar de irse en un automóvil, hasta la parte Muggle de la Estación King Cross, mientras rezaba para que ningún Muggle notara como atravesaba la barrera, hacia el Mundo Mágico. Ahora usaba la Red Flú y aparecía con el Hogwarts Express, dándole la bienvenida.
Beatrice saludó con un beso a su amada Hermione, quien no podia estar más sonrojada, mientras que un Neville con una varita nueva y mayor confianza en sí mismo, lanzaba una carcajada y comparaba el sonrojado rostro de la castaña, con los adornos de Madame Pudiepie. Entonces, salida de la nada Hannah Abbott entró en el mismo vagón y besó en los labios a Neville, quien se sonrojó el triple (en clara comparación con Hermione) y; viendo que su novio era un desastre tartamudo, una feliz y realizada Hannah, contó que Neville y ella, se toparon en un bosque, mientras la abuela de Neville y él, reponían existencias de un nuevo invernadero que tendrían de negocio, al tiempo que los Abbott estaban acampando y los Longbottom se quedaron a hacerles compañía.
Sería solo gracias a las hormonas alborotadas del Gryffindor y la Hufflepuff, que se juntarían como pareja.
Y como cada año: Los de Primer Año, eran sorteados entre las cuatro casas y se daban los avisos de Filch: NO juguetes, NO dulces, NO IR AL BOSQUE PROHIBIDO. Y entonces, se escuchó... «Ejem, ejem», y los alumnos se dieron cuenta de que se había levantado y de que pretendía pronunciar un discurso. Dumbledore sólo vaciló unos segundos; luego se sentó con elegancia y miró con interés a la profesora Umbridge, como si lo que más deseara fuera oírla hablar. Otros miembros del profesorado no fueron tan hábiles disimulando su sorpresa. Las cejas de la profesora Sprout habían subido hasta la raíz de su airosa melena, y la profesora McGonagall tenía la boca más delgada que nunca. Era la primera vez que un profesor nuevo interrumpía a Dumbledore. Muchos alumnos sonrieron; era evidente que aquella mujer no tenía ni idea de cómo funcionaban las cosas en Hogwarts. —Gracias, señor director —empezó la profesora Umbridge con una sonrisa tonta —, por esas amables palabras de bienvenida. —Tenía una voz muy chillona y entrecortada, de niña pequeña, y una vez más Beatrice sintió una aversión inmensa y grandes ganas de dispararle su más poderosa llamarada purpura, hasta volverla cenizas; y continuó su discurso. —¡Bueno, en primer lugar, quiero decir que me alegro de haber vuelto a Hogwarts! —Sonrió, enseñando unos dientes muy puntiagudos—. ¡Y de ver tantas caritas felices que me miran! —con bastante humor, Beatrice echó un vistazo a su alrededor. Ninguna de las caras que vio tenía el aspecto de sentirse feliz. Más bien al contrario, todas parecían muy sorprendidas de que se dirigieran a ellas como si tuvieran cinco años. — ¡Estoy impaciente por conoceros a todos y estoy segura de que seremos muy buenos amigos! —Al oír aquello, los alumnos se miraron unos a otros; algunos ya no podían contener una sonrisa burlona. La profesora Umbridge se aclaró la garganta una vez más («Ejem, ejem»), pero cuando habló de nuevo su voz ya no sonaba tan entrecortada como antes. Sonaba mucho más seria, y ahora sus palabras tenían un tono monótono, como si se las hubiera aprendido de memoria. —El Ministerio de Magia siempre ha considerado de vital importancia la educación de los jóvenes magos y de las jóvenes brujas. Los excepcionales dones con los que nacisteis podrían quedar reducidos a nada si no se cultivaran y desarrollaran mediante una cuidadosa instrucción. Las ancestrales habilidades de la comunidad mágica deben ser transmitidas de generación en generación para que no se pierdan para siempre. El tesoro escondido del saber mágico acumulado por nuestros antepasados debe ser conservado, reabastecido y pulido por aquellos que han sido llamados a la noble profesión de la docencia. —Al llegar a ese punto la profesora Umbridge hizo una pausa y saludó con una pequeña inclinación de cabeza al resto de los profesores, pero ninguno le devolvió el saludo. Las oscuras cejas de la profesora McGonagall se habían contraído hasta tal punto que parecía un halcón, y nuevamente, a Beatrice no se le escapó la mirada de complicidad que intercambió con la profesora Sprout,mientras Umbridge carraspeaba otra vez y seguía con su perorata. —Cada nuevo director o directora de Hogwarts ha aportado algo a la gran tarea de gobernar este histórico colegio, y así es como debe ser, pues si no hubiera progreso se llegaría al estancamiento y a la desintegración. Sin embargo, hay que poner freno al progreso por el progreso, pues muchas veces nuestras probadas tradiciones no aceptan retoques. Un equilibrio, por lo tanto, entre lo viejo y lo nuevo, entre la permanencia y el cambio, entre la tradición y la innovación. porque algunos cambios serán para mejor, y otros, con el tiempo, se demostrará que fueron errores de juicio. Entre tanto se conservarán algunas viejas costumbres, y estará bien que así se haga, mientras que otras, desfasadas y anticuadas, deberán ser abandonadas. Sigamos adelante, así pues, hacia una nueva era de apertura, eficacia y responsabilidad, decididos a conservar lo que haya que conservar, perfeccionar lo que haya que perfeccionar y recortar las prácticas que creamos que han de ser prohibidas.
Umbridge miró fijamente a Beatrice Potter y frunció el ceño. Y ese fruncimiento, solo aumentó en grado, cuando vio a la Gryffindor enseñarle una sonrisa burlona. La mujer apretó los puños. Beatrice Potter, había golpeado rápidamente la política del Mundo Mágico Inglés, al usar sus Votos dentro del Wizengamot, para alterar las leyes de su mundo, destrozando en segundos, cientos de leyes Sangre Pura perfectamente razonables y destruir leyes anti-Hijos de Muggles. Sólo con sus malditos asientos, Beatrice Potter aprobó leyes que, a simple vista, permitían una mejor vida para los Hijos de Muggles, pero que ella sabía, eran agresivas, destruirían el Statu Quo y para empeorarlo todo: Cornelius en una reunión con el Lado Oscuro del Wizengamot, llevó el libro de Leyes, solo para comprobar, que Beatrice Violet Potter Evans-Black y Sirius Orion III Black (y ya que tocaban el tema, pues seguramente incluso la perra de Amelia Bones, estuvo involucrada, se habían encargado de blindar sus patéticas leyes a favor de los Muggles, con leyes retorcidas del Libro de las Sagradas Leyes del Wizengamot... leyes protegidas por cadenas de Leyes, Actas y Artículos: Si intentaban derogar cualquier ley de Beatrice Potter, entonces estarían jalando de un hilo que los obligaría a visitar el Libro de las Sagradas Leyes, hojeándolo de un lado a otro, yendo desde páginas muy adelante y cerca del título, hasta páginas muy atrás, que los dejarían agotados por el peso de un gran cúmulo de hojas que debían de retirar, yendo desde la página 33, hasta la 202, pasando por la 10536, hasta la 636 y la 4897...
La mocosa sabía de política y sabía sobre leyes, blindó sus propias leyes a favor de los Sangre Sucia y Mestizos, se encargó de golpear al lado oscuro de los Sangre Pura del Wizengamot, pues las leyes de la Mocosa no afectaban al lado Luminoso, quienes incluso verían algo positivo en todo esto...
No fue solo Cornelius, incluso su amado Lord Voldemort, ordenó dejar aquellas nuevas leyes en paz y permitir que el polvo se calmara, debían de seguir sus propias leyes, actualmente, con la pérdida de sus Mortífagos ingleses, necesitaba que todos se centraran en conocer a sus aliados extranjeros y que lucharan como uno solo, antes de cualquier posible contraataque.
Los alumnos guardaron silencio en cuanto entraron en el aula; la profesora Umbridge todavía era un elemento desconocido y nadie sabía lo estricta que podía ser a la hora de imponer disciplina. — ¡Buenas tardes a todos! —saludó a los alumnos cuando por fin éstos se sentaron. Unos cuantos respondieron con un tímido «Buenas tardes»—. ¡Ay, ay, ay! —exclamó—. ¿Así saludáis a vuestra profesora? Me gustaría oíros decir: «Buenas tardes, profesora Umbridge.» Volvamos a empezar, por favor. ¡Buenas tardes a todos! —Buenas tardes, profesora Umbridge —gritó la clase. —Eso está mucho mejor —los felicitó con dulzura—. ¿A que no ha sido tan difícil? Guardad las varitas y sacad las plumas, por favor. —Unos cuantos alumnos intercambiaron miradas lúgubres; hasta entonces la orden de guardar las varitas nunca había sido el preámbulo de una clase que hubieran considerado interesante. Umbridge frunció el ceño severamente, al notar que su enemiga personal, Beatrice Potter, ni tan siquiera había sacado su varita, sino su pluma, su botella de tinta y sus pergaminos, lista para copiar. Y eso la desconcertó, ¿Acaso Beatrice Potter, no debería de ser la primera en oponerse? Si la Mocosa estaba jugando a algo, entonces ella iba a descubrir de qué se trataba. La profesora Umbridge abrió su bolso, sacó su varita, que era inusitadamente corta, y dio unos golpecitos en la pizarra con ella; de inmediato, aparecieron las siguientes palabras: «Defensa Contra las Artes Oscuras: regreso a los principios básicos» —Muy bien, hasta ahora vuestro estudio de esta asignatura ha sido muy irregular y fragmentado, ¿verdad? —afirmó la profesora Umbridge volviéndose hacia la clase con las manos entrelazadas frente al cuerpo—. Por desgracia, el constante cambio de profesores, muchos de los cuales no seguían, al parecer, ningún programa de estudio aprobado por el Ministerio, ha hecho que estéis muy por debajo del nivel que nos gustaría que alcanzarais en el año del TIMO. Sin embargo, les complacerá saber que ahora vamos a rectificar esos errores. Este año seguiremos un curso sobre magia defensiva cuidadosamente estructurado, basado en la teoría y aprobado por el Ministerio. Copien esto, por favor. —Volvió a golpear la pizarra y el primer mensaje desapareció y fue sustituido por los «Objetivos del curso». «1. Comprender los principios en que se basa la magia defensiva.» «2. Aprender a reconocer las situaciones en las que se puede emplear legalmente la magia defensiva.» «3. Analizar en qué contextos es oportuno el uso de la magia defensiva. Durante un par de minutos en el aula sólo se oyó el rasgueo de las plumas sobre el pergamino.» — ¿Todos tienen un ejemplar de Teoría de defensa mágica, de Wilbert Slinkhard? —Un sordo murmullo de asentimiento recorrió la clase—. Creo que tendremos que volver a intentarlo —dijo la profesora Umbridge—. Cuando os haga una pregunta, me gustaría que contestarais «Sí, profesora Umbridge», o «No, profesora Umbridge». Veamos: ¿todos ustedes tienen un ejemplar de Teoría de defensa mágica, de Wilbert Slinkhard? —Sí, profesora Umbridge —contestaron los alumnos al unísono. —Estupendo. Quiero que abráis el libro por la página cinco y leáis el capítulo uno, que se titula «Conceptos elementales para principiantes». En silencio, por favor. Beatrice suspiró pesadamente y volvió sobre su mochila, agarrando el libro que Umbridge les obligó a leer y tomando un segundo libro... uno más pequeño, más útil y abrió ambos, leyendo el segundo libro, mientras que todos sus compañeros, caían en el legendario: "somnífero de Binns" Beatrice miró hacia su derecha y se llevó una sorpresa que lo sacó de su letargo. Hermione ni siquiera había abierto su ejemplar de Teoría de defensa mágica y estaba mirando fijamente a la profesora Umbridge con una mano levantada. Pero pasados unos minutos más, Beatrice dejó de ser el único que observaba a Hermione. Aunque sí, se acercó a su oído y le susurró a su novia, que dejara en paz a Umbridge, pero la caataña no le hizo caso a su novia. El capítulo que les habían ordenado leer era tan tedioso que muchos alumnos optaban por contemplar el mudo intento de Hermione de captar la atención de la profesora Umbridge, en lugar de seguir adelante con la lectura de los «Conceptos elementales para principiantes». Cuando más de la mitad de la clase miraba a Hermione en vez de leer el libro, la profesora Umbridge decidió que ya no podía continuar ignorando aquella situación. —¿Quería hacer alguna pregunta sobre el capítulo, querida? —le dijo a Hermione como si acabara de reparar en ella.
—No, no es sobre el capítulo.
—Ahora estamos leyendo —repuso la profesora Umbridge mostrando sus pequeños y puntiagudos dientes—. Si tiene usted alguna duda podemos solucionarla al final de la clase.
—Tengo una duda sobre los objetivos del curso —aclaró Hermione.
La profesora arqueó las cejas. —¿Cómo se llama, por favor?
—Hermione Granger.
—Mire, señorita Granger, creo que los objetivos del curso están muy claros si los lee atentamente —dijo la profesora Umbridge con decisión y un deje de dulzura.
—Pues yo creo que no —soltó Hermione sin miramientos—. Ahí no dice nada sobre la práctica de los hechizos defensivos.
Se produjo un breve silencio durante el cual muchos miembros de la clase giraron la cabeza y se quedaron mirando con el entrecejo fruncido los objetivos del curso, que seguían escritos en la pizarra. — ¿La práctica de los hechizos defensivos? —repitió la profesora Umbridge con una risita—. Verá, señorita Granger, no me imagino que en mi aula pueda surgir ninguna situación que requiera la práctica de un hechizo defensivo por parte de los alumnos. Supongo que no espera usted ser atacada durante la clase, ¿verdad?
— ¡¿Entonces no vamos a usar la magia?! —exclamó Ron en voz alta, incrédulo.
—Por favor, levante la mano si quiere hacer algún comentario durante mi clase, señor…
—Weasley —dijo Ron, y levantó una mano. La profesora Umbridge, con una amplia sonrisa en los labios, le dio la espalda.
— ¿Sí, señorita Granger? ¿Quiere preguntar algo más?
—Sí —contestó ella—. Es evidente que el único propósito de la asignatura de Defensa Contra las Artes Oscuras es practicar los hechizos defensivos, ¿no es así? —Umbridge frunció el ceño, mientras veía como la chica a quien ella vino a retener, la chica que era su objetivo: Beatrice Potter, no había dicho ni una sola palabra, ni intentó enfrentarla, solo negaba con la cabeza, como exasperada, por las palabras de sus amigos.
— ¿Acaso es usted una experta docente preparada en el Ministerio, señorita Granger? —le preguntó la profesora Umbridge con aquella voz falsamente dulce.
—No, pero…
—Pues entonces me temo que no está cualificada para decidir cuál es el «único propósito» de la asignatura que imparto. Magos mucho mayores y más inteligentes que usted han diseñado nuestro nuevo programa de estudio. Aprenderán los hechizos defensivos de forma segura y libre de riesgos…
Entonces, por fin, finalmente, después de tanta palabrería, Umbridge vio una reacción de la persona que quería: Beatrice Violet Potter-Evans Black. Pero tal reacción, fue solo agarrarse la cabeza, pero no tenía dolor de cabeza, eso saltaba a la vista, parecía estar exasperada por las peleas entre ella y Hermione. — ¿De qué va a servirnos eso? —inquirió Ronald en voz alta—. Si nos atacan, no va a ser de forma…
— ¿De qué va a servirnos eso? —inquirió Ronald en voz alta—. Si nos atacan, no va a ser de forma…
— ¡La mano, señor Potter! —canturreó la profesora Umbridge. Una vez más, la profesora Umbridge le dio rápidamente la espalda, pero otros alumnos también habían levantado la mano. Umbridge miraba a Ron sonriendo de una forma muy irritante—: ¿espera usted ser atacado durante mis clases? No es mi intención criticar el modo en que se han hecho hasta ahora las cosas en este colegio, pero en esta clase han estado ustedes dirigidos por algunos magos muy irresponsables, sumamente irresponsables; por no mencionar —soltó una desagradable risita— a algunos híbridos peligrosos en extremo… —fuego violeta surgió de la parte baja del vestido de Umbridge, haciéndola gritar y usar hechizos de agua para apagarlo, pero tuvo que usar, hasta seis hechizos, cada uno, más potente que el anterior, hasta que Chilló de dolor y arrojó un hechizo para que nadie la escuchara fuera, mientras que él fuego abrazaba su pierna, antes de extinguirse. La mujer se levantó pesadamente, agarrándose del escritorio y mirando a sus horrorizados alumnos —los han iniciado en hechizos demasiado complejos e inapropiados para su edad, y letales en potencia. Los han asustado y les han hecho creer que podrían ser víctimas de ataques de las fuerzas oscuras en cualquier momento… Tengo entendido que mi predecesor no sólo realizó maldiciones ilegales delante de ustedes, sino que incluso las realizó con ustedes. —una luz de felicidad, alcanzó sus ojos —Adelante, Señorita Potter...
—Cosa #1: Se dirigirá usted a mí, como "Mi Lady" y elevó la mano, los Sangre Pura, reconocieron los anillos Potter y Black, en su mano derecha; mientras que Umbridge la miraba con odio no destilado —Y cosa #2. Siendo usted la profesora de DCAO, entonces reconocerá a algunos de los más prominentes Magos que nos han educado, ¿verdad? Y usted debería entonces de evitar, insultar sus memorias, al hablar de un demente quien se hizo pasar por otro hombre con la poción Multijugos. Solo... no lo llame su predecesor por favor, Profesor Umbridge. Ese asqueroso... Barthemius Crouch Jr. no merecía siquiera respirar el aire que todos nosotros compartimos.
—Bueno, el Ministerio opina que un conocimiento teórico será más que suficiente para que aprueben el examen; y al fin y al cabo para eso es para lo que vienen ustedes al colegio. ¿Su nombre? —añadió mirando a Parvati, que acababa de levantar la mano.
—Parvati Patil. Pero ¿no hay una parte práctica en los TIMO y EXTASIS de Defensa Contra las Artes Oscuras? ¿No se supone que tenemos que demostrar que sabemos lanzar las contramaldiciones y esas cosas?
—Si habéis estudiado bien la teoría, no hay ninguna razón para que no podáis realizar los hechizos en el examen, en una situación controlada —explicó la profesora Umbridge quitándole importancia al asunto.
— ¿Sin haberlos practicado de antemano? —preguntó Parvati con incredulidad—. ¿Significa eso que no vamos a hacer los hechizos hasta el día del examen?
—Repito, si habéis estudiado bien la teoría…
— ¿Y de qué nos va a servir la teoría en la vida real? —Ron preguntó.
—Esto es el colegio, señor Weasley, no la vida real.
— ¿Acaso no se supone que estamos preparándonos para lo que nos espera fuera del colegio?
—No hay nada esperando fuera del colegio, señor Weasley. ¿Quién iba a querer atacar a unos niños como ustedes? —preguntó la profesora Umbridge con un exageradísimo tono meloso.
—Voldemort, por ejemplo —dijo finalmente Ron Weasley, sumándolo todo en un silencio espectral, antes de volver su mirada hacia Beatrice, quien seguia leyendo del libro.
La profesora Umbridge, sin embargo, ni siquiera se inmutó: simplemente miró a Harry con un gesto de rotunda satisfacción en la cara. —Diez puntos menos para Gryffindor, señor Weasley —dijo la mujer —. Y ahora, permítanme aclarar algunas cosas. —la profesora Umbridge se puso en pie y se inclinó hacia ellos con las manos de dedos regordetes abiertas y apoyadas en la mesa—. Les han contado que cierto mago tenebroso ha resucitado… Como iba diciendo, les han informado de que cierto mago tenebroso vuelve a estar suelto. Pues bien, eso es mentira. El Ministerio de Magia garantiza que no están ustedes bajo la amenaza de ningún mago tenebroso. Si alguno todavía está preocupado, puede ir a verme fuera de las horas de clase. Si alguien está asustándolos con mentiras sobre magos tenebrosos resucitados, me gustaría que me lo contara. Estoy aquí para ayudar. Soy su amiga. Y ahora, ¿serán tan amables de continuar con la lectura? Página cinco, «Conceptos elementales para principiantes».
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Cuando entraron en el pasillo de la Señora Gorda, miró por una de las mojadas ventanas y contempló los oscuros jardines. Seguía sin haber luz en la cabaña de Hagrid. —¡Mimbulus mimbletonia! —dijo Hermione antes de que la Señora Gorda tuviera ocasión de pedirles la contraseña. El retrato se abrió, dejó ver la abertura que había detrás, y los tres se metieron por ella. La sala común estaba casi vacía; la mayoría seguía abajo, cenando. Crookshanks, que descansaba enroscado en una butaca, se levantó y fue a recibirlos ronroneando, y cuando Beatrice, Neville y Hermione se sentaron en sus tres butacas favoritas junto al fuego, saltó con agilidad al regazo de su dueña y se acurrucó allí como si fuera un peludo cojín de color rojo anaranjado. Beatrice, agotada, se quedó contemplando las llamas. — ¡¿CÓMO ES POSIBLE QUE DUMBLEDORE HAYA PERMITIDO QUE PASE ESTO?! —gritó de pronto Hermione, sobresaltando a sus amigos; Crookshanks pegó un brinco y bajó al suelo con aire ofendido. Hermione golpeó, furiosa, los reposabrazos de su butaca, y por los agujeros salieron trozos de relleno—. ¡¿CÓMO PUEDE PERMITIR QUE ESA MUJER INFAME NOS DÉ CLASE?! ¡Y EN EL AÑO DE LOS TIMOS, POR SI FUERA POCO!
—Bueno, la verdad es que nunca hemos tenido muy buenos profesores de Defensa Contra las Artes Oscuras, ¿no? —observó Beatrice cruzándose de brazos. Por la expresión facial de su novia, Hermione supo que estaba diciendo EXACTAMENTE, lo mismo que en la Línea de Tiempo pasada—. Ya sabes lo que pasa, nos lo contó Hagrid: nadie quiere ese empleo porque dicen que está gafado.
― ¡Ya, pero contratar a alguien que se niega explícitamente a dejarnos hacer magia!… ¿A qué juega Dumbledore?
—Y pretende que hagamos de espías para ella —terció Ron, deprimido—. ¿Recuerdan que dijo que fuéramos a verla si oíamos a alguien decir que Quien-vosotros-sabéis ha regresado?
—Pues claro que está aquí para espiarnos, eso es obvio. ¿Con qué otro motivo la habría enviado Fudge a Hogwarts? —saltó Hermione.
Beatrice se acercó a la mochila de Hermione e ignoró a su novia, quien dejó de hablarles a Ron y a Neville, de insultar a Umbridge, mientras intentaba que la pelinegra dejara de hacer… lo que fuera que estaba haciendo, pero, aun así, la usuaria de fuego, extrajo dos objetos deformes de lana y los quemó con su fuego violeta.
― ¿Qué haces, Potter? ―preguntó McGonagall, viendo las llamas en las manos de su alumna ― Deja de jugar con fu…
―Son gorros de lana, tejidos por Hermione, para que los Elfos Domésticos del colegio se liberen. ―explicó la pelinegra, mientras que la castaña se retorcía en su lugar ―Está obsesionada con la creencia de que es esclavitud.
La maestra miró a Beatrice y luego a Hermione, mientras que la pelinegra de ojos verdes, volvía a sus deberes, luego de quemar los supuestos gorros y deshacerse del resto de la lana de su novia. Con su tarea concluida, tomó su libro de Mil hierbas mágicas y hongos, para realizar la tarea de pociones. Mientras que corroboraba la información, con Filtros y pociones mágicos, en su tarea y tomaba un metro, para asegurarse de que fuera del largo pedido por Snape.
Pasaron algunos minutos y Hermione bajó abatida, mientras volvía en silencio a su tarea, para realizarla. Al parecer, McGonagall le explicó sobre la situación de los Elfos Domésticos: Eran criaturas creadas por la naturaleza, no por los Magos para que fueran esclavos. Le enseñó en el libro de Historia de la Magia, un capítulo sobre los Elfos Domésticos, causando que Hermione mirara esto asombrada, pues ella había estado absolutamente segura, de que no existía información sobre ellos. Pero al parecer, sí que la había: Augustus Billwood, había descubierto a la raza hacia el siglo X (mismo siglo en el cual ―se cree que ―fue fundada Hogwarts) y los estuvo estudiando, hasta descubrir que sus núcleos mágicos, les daban un corto tiempo de vida, pues tenían una magia limitada, hasta los 11 años humanos. Augustus y se esforzó por ayudarlos, con muchos tipos de magias, incluyendo encantamientos, pociones y hasta alquimia. Al final, lo que les salvó, fue vincularse con magos y gracias a su magia, podían vivir hasta los setenta y cinco años humanos, siendo los magos, los salvadores de una raza destinada a la extinción y que llegaron a vivir hasta el siglo X solo por suerte.
» Los Magos salvaron a los Elfos Domésticos de la extinción, incluso si los Magos y los Elfos, ya no lo recuerdan. Fue cosa de esta raza Élfica, el volverse Elfos de servidumbre, solo para pagar una deuda con toda la raza, pero con los siglos, mutaron a tal punto, que ser despedidos significaba la muerte, al menos de que consiguieran otra fuente de magia constante: Un mago o Hogwarts o cualquier otro lugar encantado.
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Después de una clase doble de Encantamientos tuvieron también dos horas de Transformaciones. El profesor Flitwick y la profesora McGonagall dedicaron el primer cuarto de hora de sus clases a sermonear a los alumnos sobre la importancia de los T.I.M.O.S. —Lo que debéis recordar —dijo el profesor Flitwick, un mago bajito con voz de pito, encaramado, como siempre, en un montón de libros para poder ver a sus alumnos por encima de la superficie de su mesa—es que estos exámenes pueden influir en vuestras vidas en los años venideros. Si todavía no os habéis planteado seriamente qué carrera queréis hacer, éste es el momento. Mientras tanto, ¡me temo que tendremos que trabajar más que nunca para asegurarnos de que todos vosotros rendís a la altura de vuestra capacidad en el examen! Luego estuvieron más de una hora repasando encantamientos convocadores que, según el profesor Flitwick, era probable que aparecieran en el TIMO; remató la clase poniéndoles como deberes un montón de encantamientos.
Lo mismo ocurrió, o peor, en la clase de Transformaciones. —Pensad que no aprobaréis los T.I.M.O.S —les advirtió la profesora McGonagall con gravedad —sin unas buenas dosis de aplicación, práctica y estudio. No veo ningún motivo por el que algún alumno de esta clase no apruebe el TIMO de Transformaciones, siempre que os apliquéis en sus estudios. —Neville hizo un ruidito de incredulidad—. Sí, tú también, Longbottom —agregó la profesora —no tengo queja de tu trabajo; lo único que tienes que corregir es esa falta de confianza en ti mismo. Por lo tanto… hoy vamos a empezar con los hechizos desvanecedores. Aunque son más fáciles que los hechizos comparecedores, que no suelen abordarse hasta el año de los ÉXTASIS, se consideran uno de los aspectos más difíciles de la magia, cuyo dominio tendrán que demostrar en vuestros T.I.M.O.S.
La profesora McGonagall tenía razón, pues Beatrice encontró dificilísimos los hechizos desvanecedores. Tras una clase de dos horas, ni ella ni Ron habían conseguido hacer desaparecer los caracoles con los que estaban practicando, aunque Ron, optimista, comentó que el suyo parecía haber palidecido un poco.
Beatrice enseñó una sonrisa, cuando la concha de su caracol, se volvió completamente invisible y solo la sombra, permitía verla.
Hermione, por su parte, consiguió hacer desaparecer su caracol al tercer intento, y la profesora McGonagall le dio diez puntos extra a Gryffindor. Fue la única a la que la profesora McGonagall no puso deberes; a los demás les ordenó que practicaran el hechizo para el día siguiente, ya que por la tarde tendrían que volver a probarlo con sus caracoles. Beatrice y Ron, presas del pánico por la cantidad de trabajo que empezaba a acumulárseles, pasaron la hora de la comida en la biblioteca documentándose sobre los usos del ópalo en la fabricación de pociones. Hermione, que todavía estaba enfadada con Ron por su ofensivo comentario sobre los gorros de lana, no los acompañó.
Por la tarde, cuando llegaron a Cuidado de Criaturas Mágicas, a Beatrice volvía a dolerle la cabeza, era Ryddle intentando usar su Legeremencia, así que ella empleó su Oclumancia, al máximo.
El día se había puesto frío y ventoso, y mientras descendían por el empinado jardín hacia la cabaña de Hagrid, situada al borde del Bosque Prohibido, notaron que algunas gotas de lluvia les caían en la cara. La profesora Grubbly-Plank esperaba de pie a los alumnos a unos diez metros de la puerta de la cabaña de Hagrid, detrás de una larga mesa de caballete cubierta de ramitas. Cuando Beatrice y Hermione llegaron a donde estaba la profesora, oyeron una fuerte risotada a sus espaldas; se dieron la vuelta y vieron a Draco Malfoy, que iba con aire resuelto hacia ellos, rodeado como siempre de su cuadrilla de amigotes de Slytherin. Por lo visto, acababa de decir algo divertidísimo porque Crabbe, Goyle, Pansy Parkinson y los demás seguían riéndose con ganas cuando rodearon la mesa de caballete; y a juzgar por cómo miraban a Beatrice, éste pudo imaginar sin grandes dificultades el motivo del chiste. — ¿Ya están todos? —gritó la profesora Grubbly-Plank cuando hubieron llegado los de Slytherin y los de Gryffindor—. Entonces manos a la obra. ¿Quién puede decirme cómo se llaman estas cosas? —Señaló el montón de ramitas que tenía delante y Hermione levantó una mano. Malfoy, que estaba detrás, sacó los dientes e hizo una imitación de Hermione dando saltitos, ansiosa por contestar a la pregunta. — ¿Sr. Malfoy? —Draco se detuvo en seco, miró con sorpresa a la profesora, como si recién ahora, fuera consciente de que tenía su mano levantada, luego se sonrojó y bajó tanto la mano, como la cabeza. La profesora negó con la cabeza — ¿Srta. Granger?
—Bowtruckles. —dijo Hermione —Son guardianes de árboles; generalmente viven en los que sirven para hacer varitas.
Las ramitas que había encima de la mesa brincaron y resultaron ser algo así como diminutos duendecillos hechos de madera, con huesudos brazos y piernas de color marrón, dos delgados dedos en los extremos de cada mano y una curiosa cara plana, que parecía de corteza de árbol, en la que relucían un par de ojos de color marrón oscuro. — ¡Oooooh! —exclamaron Parvati y Lavender, lo cual molestó mucho a Beatrice. ¡Como si Hagrid nunca les hubiera enseñado criaturas impresionantes! Había que admitir que los gusarajos no eran nada del otro mundo, pero las salamandras y los hipogrifos habían sido muy interesantes, y los escregutos de cola explosiva, quizá hasta demasiado interesantes.
—Cinco puntos para Gryffindor —replicó la profesora Grubbly-Plank—. Efectivamente, son bowtruckles, y como muy bien dice la señorita Granger, generalmente viven en árboles cuya madera se emplea para la fabricación de varitas. Se alimentan de cochinillas, también de huevos de hada, si los encuentran. Bien, siempre que necesitéis hojas o madera de un árbol habitado por un bowtruckle, es recomendable tener a mano un puñado de cochinillas para distraerlo o apaciguarlo. Quizá no parezcan peligrosos, pero si los molestan intentarán sacarles los ojos con los dedos, que, como pueden ver, son muy afilados; por lo tanto, no conviene que se acerquen a nuestros globos oculares. De modo que si queréis aproximaros un poco… Tomen un puñado de cochinillas y un Bowtruckle, hay uno para cada tres, y así podrán examinarlos mejor. Antes de que termine la clase quiero que cada uno de vosotros me entregue un dibujo con todas las partes del cuerpo señaladas. —Los alumnos se acercaron a la mesa de caballete. Beatrice la rodeó deliberadamente por detrás para colocarse al lado de la profesora Grubbly-Plank.
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La puerta del invernadero más cercano se abrió y por ella desfilaron unos cuantos alumnos de cuarto curso, entre los que estaba Ginny. —¡Hola! —los saludó con alegría al pasar a su lado. Unos segundos más tarde salió Luna Lovegood, un tanto rezagada del resto de la clase, con la nariz manchada de tierra y el cabello recogido en un moño en lo alto de la cabeza. Al ver a Beatrice, los saltones ojos de Luna se desorbitaron aún más por la emoción y fue derechita hacia ella. Beatrice solo enseñó una sonrisa, al ver a la rubia ir hacia ella. Muchos compañeros de Beatrice giraron la cabeza con curiosidad. Luna respiró hondo y, sin saludarlo siquiera con un «Hola», dijo: —Yo sí creo que El-que-no-debe-ser-nombrado ha regresado y que tú peleaste con él y lograste escapar.
—Gracias por creerme, Luna —dijo Beatrice sonriente, mientras que Luna le dio un guiño a Hermione, quien parecía celosa y fue abrazada por la Elemental de Fuego, para apaciguarla y que no buscara lastimar a la Ravenclaw rubia.
—Podéis reíros, —prosiguió Luna elevando la voz; al parecer, pensaba que Parvati y Lavender se reían de lo que acababa de decir y no de los pendientes que llevaba—pero antes la gente tampoco creía que existieran ni los blibbers maravillosos ni los snorkacks de cuernos arrugados... o los Draws: Elfos Oscuros, que viven en ciudadelas subterráneas. Son pocos los que pueden ver a los Thestrals y aun menos, quienes puedan domesticar a los Sleipnir: caballos de ocho patas.
Cuando se alejaron, Hermione comenzó a quejarse de las criaturas imaginarias y a diferenciarlas de las criaturas mitológicas y mágicas. — ¿Quieres hacer el favor de no insultar a la única persona que cree en mí? —le pidió Beatrice a Hermione mientras entraban en la clase.
—Por favor, Beatrice, tú te mereces algo mejor. Ginny me ha hablado de Luna; por lo visto, sólo cree en cosas de las que no hay pruebas.
—Pues me has creído sin pruebas, que Ryddle está nuevamente caminando entre nosotros. —gruñó Beatrice —Luna es una buena chica, valiente hasta el cansancio y su ayuda será mucha en los dos años venideros y los meses que faltan. —Hermione suspiró, mientras asentía.
Ernie Macmillan se le había acercado. —Quiero que sepas, Potter —dijo con una voz fuerte y decidida—, que no te apoyan sólo los bichos raros. Yo te creo sin reservas. Mi familia siempre ha respaldado incondicionalmente a Dumbledore, y yo también.
—Gracias Ernie —dijo Beatrice más calmada e incluso, agradecida.
—Y… bueno yo… —Ernie se sonrojó —lamento mucho lo del segundo año.
—Olvídate de eso, por favor. ―la pelinegra de ojos jade, desestimó sus preocupaciones, con un movimiento del brazo.
― ¿Qué era exactamente? ¿Lo de la Cámara? Solo sabemos que salvaste a Ginny.
La pelinegra cerró los ojos y tomó aire, antes de dejarlo salir. —Lo que decían de Slytherin no era totalmente falso, ¿sabes? Es... fue una serpiente gigante, que mataba a todo aquel que lo miraba a los ojos. Pero todos quedaron paralizados, porque todos veían a través de un espejo, una cámara de fotos, el reflejo del agua, el reflejo proveniente del vidrio de una ventana o cosas así. Las tuberías son angostas…
—Y esa cosa cambiaba de tamaño a voluntad —gruñó Ernie palideciendo, a lo cuan Beatrice asintió.
―La persona manipuló a Ginny, él hablaba Pársel y se lo transmitió a ella por unos instantes, para abrir la Cámara y manipular al Basilisco, mientras que él robaba su magia, como si fuera un vampiro…
La profesora Sprout empezó la clase sermoneando a sus alumnos sobre la importancia de los T.I.M.O.S, lo cual no sorprendió a nadie. Harry estaba deseando que los profesores dejaran de referirse a los exámenes; empezaba a notar una desagradable sensación en el estómago cada vez que recordaba la cantidad de deberes que tenía que hacer, una sensación que empeoró notablemente cuando, al finalizar la clase, la profesora Sprout les mandó otra redacción.
Así pues, cansados y apestando a estiércol de dragón, el tipo de fertilizante preferido de la profesora Sprout, los de Gryffindor regresaron al castillo. Nadie hablaba mucho ya que había sido un largo día. Como Harry estaba muerto de hambre y tenía su primer castigo con la profesora Umbridge a las cinco en punto, fue directamente al Gran Comedor. Se moría de hambre y estaba mentalmente agotada, solo por los discursos de los profesores sobre los T.I.M.O.S, pero estaba decidida a no solo pasar los T.I.M.O.S, sino también los E.X.T.A.S.I.S
Beatrice volvió al Gran Comedor y vio ver a la sonriente Angelina Weasley (de soltera Johnson) sonriente. — ¡Eh Potter! —Beatrice la miró —He reservado el campo: viernes a las 5:00, las pruebas para elegir al nuevo Guardián. Quiero hacer una prueba con todo el equipo y buscar a alguien que encaje con el resto de los jugadores.
Beatrice asintió con decisión, mientras que Angelina le hablaba de las formaciones que tenía preparadas, pero Beatrice pensaba en algo más. —Puedo ir a verla y pedirle que me levante el castigo del viernes. Y a la futura Sra. Weasley no le importa cómo lo haga. Si ella quiere le digo a Umbitch que Quien- Tú-Sabes es producto de mi imaginación. Y tendría que preguntar al Puddlemere United si Oliver Wood se ha matado en una sesión de entrenamiento, porque sigo teniendo la impresión de que su espíritu se ha apoderado del cuerpo de Angelina. ¿Solo pruebas para nuevo Guardian? ―Preguntó Beatrice en voz alta y ella lo miró ―Casi que prefiero curarme en salud y que nos saquemos a un Buscamos de reemplazo, por si las moscas. Jamás se sabe, Angie.
―Bien dicho, Potter ―dijo ella y vio ir llegando a los otros alumnos, dejó pasar a los de primer año, pero detuvo de segundo a séptimo (obviamente, saltándose a quinto) para contarles sobre el reemplazo.
No hubo castigos con plumas de sangre en la noche, no había marcas en el dorso de su mano, ni tampoco Ryddle violándola mentalmente, gracias a sus escudos de Oclumancia practicada en Grimmauld Place y al poder natural de las Gyuvurath.
Era tan bueno, tener todos los "Spoilers" y poder anticiparlos. Habló con Sirius antes de dormirse, a través del Espejo Comunicador, mientras que todas las chicas de Gryffindor, miraron maravilladas el espejo y creían que sería perfecto para usar con sus familias, especialmente las Hijas de Muggles; además de eso, todas estaban maravilladas con que las pijamas de Beatrice, fueran de la marca Weaving, una marca de ropa famosa dentro del Mundo Mágico de uso diario.
Ante esto, Sirius ordenó dos espejos, uno para Hermione: de salida de llamadas y otro que llevaría personalmente a los Grangers: de contestación de las llamadas, para que Hermione pudiera hablar con sus padres, todo lo que quisiera.
