Harry Potter pertenece a J.K. Rowling
Bruja Llameante
41: Noche en Vela.
A Dumbledore le dolía pensar, en la vida desperdiciada que simbolizaba Draco Lucius II Malfoy-Black. Y pensar en Draco, también le hizo pensar en su otro alumno amado: Severus Tobias Snape, quien había sido atrapado "con las manos en la masa", planificando junto al hijo de Lucius Malfoy, un atentado contra alguien (probablemente en su contra) y ahora, ambos estaban tras las rejas, con los Dementores succionándoles todos sus pensamientos felices. El anciano suspiró en su cama, gracias a Amelia, tenían un nuevo profesor de DCAO, mientras que Horace seguía como profesor de pociones y tomaba el mando de jefe de la casa Slytherin. ―Ya no hay nadie, que defienda a los hijos de los Mortífagos, si es que alguien dentro de las otras tres casas, los descubren haciendo algo indebido. ―Pensó. Para él, era obvio que Voldemort, había amenazado a Draco, con dañar a su madre y que él, solo lo hizo, para salvarla, mientras que el querido Severus, buscaba formas de retrasar su intento de asesinato y buscaba como mandarle un mensaje, haciéndolo de doble espía. ― ¿Quién los descubrió? ¿Acaso pudo haber sido Beatrice? ―esto parecía, algo que haría James Charlus Potter, para meter en problemas a Severus. ―Pareciera como si James, hubiera descubierto a Severus o a Lucius, alguien más, haciendo algo malo y entonces, colocaron sus memorias en un Aullador y me lo mandaron, para que todos los escucharan. Sí: Eso tiene sentido. ―Excepto que esta vez, las pruebas estaban allí. Eran pruebas condenatorias y según él supo, muchos antiguos amigos de Lucius, intentaron sobornar al jurado o a los jueces para salvar a Draco o al querido Severus.
Pero una pequeñísima parte de su mente, le habló. ―Tienen pruebas condenatorias de ambos haciendo algo, dentro de Hogwarts, sin que tú lo supieras. ―Eso también llegó a molestar muchísimo a Dumbledore, pues él siempre estaba al tanto de todos los chismes dentro de Hogwarts, gracias a los cuadros, que iban y le contaban lo que ocurría, en cualquier parte del castillo. ―Ellos encontraron un lugar sin retratos o quizás, si los habían, pero los maldijeron, para que no pudieras ser alertado, alguien descubrió que los retratos no te dijeron nada y se encargó de que los Aurores, que ahora están aquí, por obra de (Amelia) Black, ingresaran sutilmente en el Gran Comedor, sin alertarte de algo malo, estuviera pasando. ―Dumbledore frunció el ceño, eso era cierto ― ¿Quizás te hechizaron a ti, temporalmente? Tan solo para que no los vieras dentro del Gran Salón. ¿Quizás ellos ya tenían las pruebas condenatorias contra ambos y por eso los arrestaron tan fácilmente? ―Dumbledore odió, cuanta verdad había en esas palabras. Pero eso lo devolvía a la pregunta inicial ¿Quién los escuchó? ¿Por qué hacer tantas maromas, para que estuvieran DENTRO de Hogwarts? ¿No se suponía que los Aurores este año, eran solo el reemplazo de los Dementores como en el Tercer Año?
― ¿Quién fue así de bueno? ―pero ahora mismo, en su mente estaba en blanco y su consciencia, no le contestó, así como le dio esas preguntas. ― ¿Cuántos sabían sobre los planes de Draco? ¿Sabían acaso de otros planes de Voldemort? ―Los ojos de Dumbledore se abrieron. Eso planteaba otra pregunta ¿Quién pudo haberlo predicho y detenido todo? ¿Quién los manipuló a todos (maestros y alumnos por igual), para que estuvieran en el Gran Comedor, cuando estalló la Bombarda? Un nuevo escalofrío recorrió a Dumbledore, al pensar que no necesariamente, sería un maestro… o algún alumno resentido con Severus (que eran demasiados), quizás algún Auror que deseaba vengarse de Severus, por su pasado como Mortífago. Dumbledore se sentó en su cama, mientras se pasaba las manos por la cabeza, cada vez, más desesperado. El rostro de Beatrice Potter, apareció en la mente de Dumbledore y él sabía perfectamente, el motivo para esto: A pesar de todos los deseos de Dumbledore, de poder coronarse como el más poderoso y como aquel que derrotó a dos de los peores Magos Oscuros de todos los tiempos (el otro era Grindelwald), según la profecía de Trelawney, tenía que ser Beatrice quien le diera el golpe final a Voldemort, para así, poder librarse de él, para siempre y que tuvieran una década de paz, que esta generación, jamás había conocido.
Pero Dumbledore NO QUERÍA que fuera así.
TENÍA QUE SER ÉL, quien derrotara a Ryddle, no Beatrice. E incluso si fuera capaz de ponerse delante de Ryddle y enfrentarlo, todavía persistían dos grandes temores para Dumbledore:
El Primero: Que Beatrice apareciera a su izquierda a su derecha o detrás de Ryddle y le volara la cabeza o le atravesara el corazón. Y así, se pudiera llevar ella el premio.
Y el Segundo: Que Ryddle y Beatrice, estuvieran protegidos por la Profecía y que UNICAMENTE Beatrice, pudiera matar definitivamente a Ryddle.
Si el caso era la segunda opción, entonces Dumbledore sacrificaría inútilmente a su Orden del Fénix, para enfrentarse a alguien, protegido por la Muerte misma. Y esa idea, le provocó un severo escalofrío a Dumbledore. Pensar en un Voldemort invencible, (si es que él) mataba a Beatrice Potter…
Entonces la profecía de Trelawney ciertamente se cumpliría…
De la peor forma posible, pero se cumpliría. Y si era así, entonces no estaba seguro de que incluso después del sacrificio de Beatrice, eso permitiera que Ryddle fuera vulnerable, pues todos los Horrocruxes ya habían sido destruidos y SABÍA, gracias a Severus, que Ryddle seguía caminando entre los vivos.
¿Qué hacer?
¿Cómo detener a la oscuridad para siempre?
¿Acaso el método de Beatrice y Moody era el correcto y debían de DESTRUIR a los Magos Oscuros? Si era así, entonces el futuro podría ser incluso más oscuro de lo que él jamás se atrevería a intentar imaginar.
Detener a Ryddle, se volvió muchísimo más urgente ahora, de lo que podría haberlo sido nunca.
A primera hora de la mañana, escribió una nota a la ministra Black y copió el contenido de una carta a un único miembro de la Orden del Fénix, para enviarla a todos ellos.
Debían de ponerle un punto final a la guerra, ahora mismo…
Con o sin Beatrice Potter de su lado.
