Capítulo 8
Un Día antes de Partir
Hoy es uno de esos días del mes. Mi energía parece haberse agotado incluso antes de que comenzara el día. Anhelo descansar y reponerme para mañana, pero el deber me llama.
Mientras desayuno, observo cómo todos a mi alrededor actúan con normalidad, y yo, que intento ocultarlo, no puedo evitar sentirme irritada. Siempre me pone de mal humor estar en esta situación.
«Ugh, a veces desearía ser hombre y no tener que sufrir esto».
Después de una rápida visita al baño, me dirijo a mi oficina; hoy debo preparar unos documentos importantes para el congreso que se celebrará un día después de la Selección Real, junto con la presentación pública de cada candidata.
Además, tendremos una reunión con el marqués para formalizar una alianza, lo cual nos permitirá actuar directamente.
Aunque es posible que el plan deba ajustarse. La máquina de vapor ya está lista para su demostración, y pronto tendremos una nueva versión en uso.
Al abrir la puerta de mi oficina, me sorprende ver a Félix sentado en el sofá, rodeado de papeles. Es inusual verlo tan inmerso en el trabajo. Él toma un documento y mira hacia mi escritorio.
—¿Esto lo clasifico como contrato o como pendiente? —me pregunta Félix, señalando el escritorio.
Para mi sorpresa, Marco Luz está sentado allí, organizando documentos mientras escribe informes, y su sonrisa genuina y serena me desconcierta. Nunca los había visto colaborar sin discutir. Aunque no se llevan mal, Félix suele ser celoso, y Marco disfruta provocándolo.
Sin embargo, hoy parece que ambos han dejado de lado su acto.
—Contrato, déjalo para firmarlo luego. —Marco toma un sorbo de té antes de girarse hacia mí. Félix, al verme, se levanta y Marco sonríe con complicidad.
Félix me mira con atención, su sonrisa sugiere que están tramando algo.
—Lady Crusch, por favor, descanse aquí, ¡nya! —Félix me toma del brazo y me acomoda en el sofá, colocando una almohada para que me recueste. Luego, se dirige a Marco con una mirada cómplice y sale de la habitación apresuradamente.
Sin palabras, solo puedo mirar al techo. Es evidente que mi estado actual no ha pasado desapercibido, aunque suelo ocultar estas cosas, ya que no me gusta sentirme vulnerable. Me sorprende que Marco, quien es casi de mi edad, se haya dado cuenta de mi situación.
—¿Cómo te enteraste? —pregunto, cerrando los ojos y suspirando con cierta irritación.
—Bueno, eres como un libro abierto para mí —responde con una sonrisa, mientras esquiva una pequeña ráfaga de viento que le lanzo en un arrebato de frustración.
«Ya está molestando tan temprano».
Todas las mujeres pasamos por esto, pero los hombres rara vez lo comprenden. Wilhelm es el único de los tres que parecía entender, gracias a su experiencia. Marco, en cambio, es un estafador encantador pero inexperto.
Las sirvientas de la mansión también suelen traerme cosas cuando eso sucede, pero no esperaba que se diese cuenta este estafador.
«Supongo que allá tienen más conocimiento al respecto».
Se acerca a mí con cuidado y, arrodillándose, toma mi mano con suavidad.
—No hay nada de malo en estar en esos días. Sé que eres fuerte, pero también tienes necesidades. Déjanos cuidarte. —Sostiene mi mano, jugando con mis dedos mientras yo desvío la mirada.
«Ahora está intentando verse genial», pienso, aunque sus palabras me reconfortan más de lo que quiero admitir.
—¿Tienes cólicos? —pregunta, señalando mi vientre. Al principio no entiendo a qué se refiere, pero luego capto el significado y abro los ojos de par en par.
Es vergonzoso que se haya dado cuenta, pero al mismo tiempo, el té en mi mano y el sentimiento de ser cuidada es reconfortante. Aunque quiero enojarme, no encuentro motivos para hacerlo.
Aun así, no lo puedo controlar.
—¡Hmpf! —presiono mis labios, intentando contener mi enojo—. Ve a trabajar mejor.
Siempre me afecta estar en esta situación, mi humor se vuelve más sensible y todo me parece más difícil de lo habitual.
Marco me observa sorprendido, pero rápidamente su expresión se suaviza en una sonrisa. Entrecierra los ojos y me deja un libro en la mesa, levantándose y yendo hacía el escritorio.
—Este libro está interesante, aún no lo termino, pero puedes empezarlo si quieres. —Me guiña un ojo y asiente mientras se sienta—. Solo no leas acostada, es malo para la vista.
Asiento sin decir nada, tomando el libro y sintiendo una mezcla de emociones. Aunque intento mantener mi fachada de autosuficiencia, no puedo negar que su atención me hace sentir cuidada, incluso si me resulta incómodo.
Podría levantarme y seguir, pero honestamente esto no se siente mal.
Quizás Marco ya ha estado con alguien en mí misma situación, es bastante maduro para su edad. «¿Por qué estoy pensando en eso?», me pregunto, cubriéndome los ojos con el brazo mientras el dolor en mi vientre persiste.
De reojo, noto que Marco me observa, su mirada se cruza con la mía y luego vuelve a sus documentos, como si quisiera decir algo pero temiera molestarme.
—¿Crusch? —llama mi atención.
—¿Sí? —respondo, lista para atacar.
—¿Te duele mucho? —pregunta, con una preocupación genuina en sus ojos.
—No demasiado —murmuro, aunque la verdad es que duele más de lo que admito. Marco parece querer ayudar, pero sé que esto es algo que debe pasar por sí solo.
Se levanta y se sienta en el suelo frente a mí, tomando mi mano nuevamente.
—¿Te gustaría que te ayudase? —su pregunta me desconcierta. Aunque Félix puede aliviar dolores y malestares, esto no es causado por un mal, sino que es algo natural del cuerpo.
—¿Ya te divertiste? —le lanzo una mirada molesta, y él simplemente sonríe en respuesta. Deja mi mano suavemente y me sugiere que me siente.
Mientras se aleja, siento una extraña mezcla de alivio y frustración. A pesar de mis esfuerzos por mantener mi fortaleza, el no quiere que siga trabajando normal.
«¿Por qué le estoy haciendo caso?» «¿De verdad estoy tan agotada?»
Mientras Marco se aleja, una mezcla de alivio y frustración me invade. Aunque trato de mantener mi fortaleza, sé que él no quiere que siga trabajando como siempre.
«¿Por qué le estoy haciendo caso?» me pregunto, cuestionando mi propio cansancio. Mi carga de trabajo ha aumentado, así como las preocupaciones, pero también he ganado un aliado valioso. Admito que Marco Luz tiene un potencial sorprendente como administrador.
Normalmente estaría trabajando como cualquier otro día, pero…
Él estira los brazos y me mira con una sonrisa relajada.
—Déjame darte un masaje con mis nuevas habilidades mágicas —dice Marco con entusiasmo.
Le sostengo la mirada, aún un poco reacia, pero termino asintiendo con un suspiro. Marco se coloca detrás del sofá mientras me quito la chaqueta, quedando solo con la camisa. Sus manos cálidas y firmes comienzan a masajear mis hombros, y siento un alivio inmediato.
—Los preparativos están listos, tenemos el armamento suficiente para atacar a la gran ballena, y obtendremos los cristales al contactar con Anastasia después de las elecciones —dice Marco, su voz tranquila y segura, como si su masaje fuera parte del plan estratégico—. Ella nos ayudará sin lugar a duda, no hay de que preocuparse, todo está bajo control.
A medida que sus manos trabajan sobre mis hombros tensos, siento que mi dolor se disipa un poco. Es un toque reconfortante, casi hipnótico, que me hace sentir más relajada.
—Me dijeron que en la capital hay un grupo de herreros marginados, podríamos reunirnos con ellos y hacer que se unan al proyecto que tenemos —continúa, su voz es suave, como si hablara más para mí que para él—. Ellos operaran en conjunto con los nuestros, de esa forma tendremos una mejor mano de obra y podremos terminar nuestros proyectos iniciales. No hay de que preocuparse, todo va a salir bien, lo haremos posible.
Sus palabras llenan el espacio con una extraña paz, una sensación de cuidado que no esperaba.
—La mejora de las armas también fluye bien, para hacer publicidad quizás debamos hacer un buen espectáculo, ¿esto? Espera, tienes algo acá. —Marco presiona, y siento como un nudo en mi cuello se libera.
Su toque es hábil, moviéndose con precisión y calidez, y por un momento, me permito cerrar los ojos y disfrutar del momento.
—¿Te dije que Helena podría unirse a nosotros? —pregunta, su tono se vuelve más animado. Niego con la cabeza, sintiendo un leve cosquilleo cuando sus dedos presionan un punto sensible—. Si, le pedí el favor a Félix y mejoró la salud de su abuelo, al parecer había una especie de masa creciendo, pero el cuerpo no lo reconocía aún. Podrá vivir varios años más, así que ella ya lo está pensando más.
Marco sigue hablando, su voz es una especie de murmullo tranquilo, compartiendo planes y estrategias. Me siento cuidada de una manera que va más allá de las palabras, un tipo de cuidado que me hace sentir menos sola.
«Que, aunque este débil, me hace sentir fuerte».
—Félix ha cambiado también, no tenía idea de que sus poderes eran tan grandes, pero ahora está a un nivel completamente diferente. Parece que los conocimientos del cuerpo ayudaron a ampliar el campo de uso de sus poderes.
Cosas como que hay hierro en nuestra sangre, o que hay hormonas que causan ciertas reacciones en el cuerpo, que nuestro cerebro funciona básicamente con electricidad. Esos detalles que Félix no conocía hicieron que sus habilidades cambiaran por completo. A pesar de no entender completamente, Félix me cuenta con tal entusiasmo que no puedo evitar memorizarlo.
Me preocupa Félix; en algún momento noté que realmente no valoraba mucho las relaciones con otras personas. «Quizás, al distanciarme un poco de él, comenzó a ver las cosas desde otra perspectiva». Marco también ha contribuido a este cambio, de manera intencional, creo.
Siempre le intenta distraer, que muestre interés en algo. Félix no disfrutaba de la magia curativa como yo esperaba, pero, ahora parece tener otra visión. Quiero que su vida se amplie, que pueda mostrar interés en otras personas y desarrolle una visión diferente.
—Ha crecido mucho, estoy seguro de que algún día podrá superar su pasado —añade con un murmuro suave.
Mientras sigue trabajando en mis hombros, siento un cosquilleo recorrer todo mi cuerpo. Un calor suave se expande desde mi pecho, haciéndome encoger los hombros involuntariamente.
Aunque el dolor no ha disminuido, de alguna forma siento que lo va a hacer, eso me tranquiliza un poco.
—Emilia preparó un discurso para la ceremonia —añade, casi como si hablara para sí mismo, pero su voz me llega clara y suave—. Ha cambiado un poco, es una persona un poco tímida y extrovertida a la vez, me agrada bastante hablar con ella.
Cierro los ojos de nuevo, disfrutando de la sensación de ser atendida. Es raro sentir este tipo de conexión, este cuidado que no se siente intrusivo, sino genuino y considerado.
«Supongo que a veces es bueno dejar que alguien más se encargue de mí, aunque sea por un momento».
—¿Te gustaría que te contase sobre mi pasado? —su voz se vuelve más seria, pero aún suave.
Abro los ojos y giro la cabeza para mirarlo. Sus palabras me sorprenden, pero su tono es tranquilizador. No es una presión, sino una oferta sincera.
—Si no quieres contarlo, no tienes que hacerlo —respondo, mi voz suave mientras nuestros ojos se encuentran.
Marco me mira por un momento, y veo en sus ojos una mezcla de vulnerabilidad y fuerza que me toca profundamente. Estiro una mano, tocando suavemente una cicatriz en su cuello, un recordatorio silencioso de las batallas que ha enfrentado.
En ese momento, siento que, aunque es difícil para mí mostrar mi debilidad, hay algo reconfortante en dejar que alguien se acerque. Marco, con sus palabras, me hace sentir que está bien aceptar ayuda y cuidado.
«Tuvo que haber pasado por mucho durante la batalla contra el culto».
Él sonríe, inclinando un poco la cabeza mientras sus ojos se encuentran con los míos. Nos quedamos mirándonos por unos segundos, sin decir nada, como si el silencio fuera suficiente para comunicarnos. Cuando empiezo a sentir un leve dolor en mi cuello, me muevo ligeramente, y él responde aplicando un poco más de presión en mi espalda, aliviando la tensión.
—Quiero hacerlo —dice, con una seriedad alegre que no había visto antes. No le digo nada, solo escucho mientras él se prepara para hablar—. No recuerdo todos los detalles, es como si mi cerebro los hubiese bloqueado, pero te contaré lo que sucedió.
Cierro los ojos, dejando que sus palabras y el suave masaje me envuelvan. Decido no cuestionar si lo que dice es verdad o no; si se siente listo para compartir su historia, respetaré su decisión.
«No necesito saber lo que me dice el viento, solo escucharé lo que me tiene que decir».
—Nací...
Mientras me cuenta su historia, el tiempo parece detenerse. Es una historia dolorosa, llena de giros inesperados y situaciones difíciles para cualquier niño. La historia de un niño que fue obligado a enfrentar lo peor del mundo sin ninguna guía. Un niño que vio la bondad convertirse en oscuridad.
Un niño que fue forzado a convertirse en alguien más para que todos sobrevivan.
—Entonces, ese año fue borrado... —repito, sintiendo una profunda impotencia. Su relato, aunque comienza de manera inocente, pronto se convierte en algo oscuro y trágico.
—¿Dices que te dispararon y luego apareciste aquí sin la herida? —pregunto, tratando de entender lo que me está contando. Él asiente, confirmando mis sospechas de que fue traído a este mundo por alguna fuerza mayor.
Tal vez, como él sugiere, por la bruja de la envidia. De alguna forma, su llegada a este mundo lo salvó de morir.
Puedo comprender por qué ha guardado esto para sí mismo durante tanto tiempo. Siempre tuvo que ser el ancla, el líder, incluso cuando no estaba seguro de qué hacer. «También tuvo que soportar las consecuencias de ser el líder», pienso, mientras sus palabras resuenan en mi mente.
—No lo recuerdo bien, pero yo apreté el gatillo. —Al escuchar esto, cierro los ojos, tratando de procesar lo que significa—. Yo, lo hice sin pensar bien las cosas, con solo odio en mi interior.
«Así que Marco amaba a alguien...» pienso, mientras siento su mano buscando la mía. Él se apoya en mí, y yo aprieto su mano en respuesta, queriendo que sepa que no está solo.
—¿Crees que eres un monstruo? —pregunto suavemente, abriendo los ojos para mirarlo. En su mirada veo un peso inmenso, una carga de dolor y culpa que parece aplastarlo.
—Siento que la vida me está castigando —responde, con una honestidad que me desarma. A pesar de sus buenas intenciones, el daño que causó en su mundo no es pequeño—. Si mi destino es sufrir, quizás debería aislarme para no causar más daño. Pero también sé que puedo hacer mucho bien y traer felicidad a muchas personas. No es por redimirme, es más por evitar que personas sufran y pasen lo que yo.
Es difícil no sentir compasión por él. A pesar de todo lo que ha pasado, sigue adelante, buscando hacer del mundo un lugar mejor. Sin embargo, su sufrimiento es evidente, y me duele verlo así.
—¿Y tú felicidad? —le pregunto, queriendo saber dónde queda él en todo esto. Marco sostiene mi mano con firmeza.
Me quedo mirándolo, sus ojos iluminados por el sol mirándome fijamente. Su mano se siente cálida, su sonrisa es sincera y llena de paz.
—Está aquí, en mis manos —dice, su voz llena de sinceridad. Siento un calor en el pecho, una sensación de conexión que me sorprende.
Entonces empieza a reír.
«Es un payaso», pienso, pero no puedo evitar sonreír levemente.
Él se seca las lágrimas de la risa mientras yo lo observo, sintiendo una calidez que me reconforta.
—Solo buscas estafarme —digo, intentando sonar molesta, pero sabiendo que mi tono es más suave de lo que pretendía. Él me mira con una sonrisa traviesa, como si supiera que estoy tratando de ocultar mis verdaderos sentimientos.
—Eres muy inteligente, eso hace que me esfuerce más —responde, cerrando los ojos con una expresión tranquila. Cuando los abro, siento su mano cerca de mi vientre.
Abro los ojos de golpe, sorprendida.
—¿Qué estás haciendo? —pregunto, pero antes de que pueda decir algo más, siento una calidez relajante que empieza a aliviar el dolor.
«¿El dolor está disminuyendo?», me pregunto, asombrada. Dejo que continúe, y él, al notar que no lo rechazo, suspira aliviado.
—Perdón, lo hice sin darme cuenta. Ese dolor es causado por un cambio dentro de ti, tu cuerpo se renueva y libera la capa vieja, de... ya sabes. —Marco parece apenado, pero su tono es tan tranquilo que no puedo evitar sentirme más relajada.
«Primero dice que soy inteligente y luego se aprovecha de mí», pienso, con una mezcla de frustración y gratitud. Su conocimiento y cuidado, aunque inesperados, son reconfortantes.
—Entonces, con calor ayudará a que tus músculos se relajen un poco, pero no cualquier temperatura y presión sirven —continúa, sus dedos moviéndose con delicadeza sobre mi camisa. Aunque mi rostro se siente más caliente que lo que su magia está haciendo, la sensación de alivio es innegable.
Es increíble cómo sus palabras y acciones tienen el poder de calmarme, de hacerme sentir cuidada y segura. Me quedo así, sin mirarlo, permitiendo que la calidez en mi vientre y su presencia cercana me traigan paz.
Acepto el silencio, mientras el ruido en mi corazón no cesa en ningún momento.
Entonces, la puerta se abre, y veo que Félix entra, mirándonos con sorpresa.
—¡Nya! ¡Marco está aprovechándose de Lady Crusch! —Félix señala hacía Marco, quien suelta su mano y se gira hacía él.
Marco le saca la lengua y se levanta.
—¿Celoso? —Se sienta en el escritorio, y mientras Félix lo mira yo me fijo en lo que lleva en sus brazos.
Una taza repleta de algo congelado, con una apariencia blanca y cremosa. Puedo ver el humo helado que sale de la taza, y la cuchara clavada en este.
—¿Por qué tardaste tanto? —Pregunta Marco, pero Félix lo ignora girando su cabeza para no verlo. Félix me entrega esa taza, y siento el frío en mis manos.
Félix entonces señala a la taza, tomándome de los hombros y susurrándome al oído.
—Eso es helado, lo inventé yo nyan, Marco no tuvo nada que ver. —El viento de la mentira corre por la frente descarada de mi caballero. Yo lo miro con ojos decepcionado, para luego sonreír por ver que Félix también ha cambiado.
Marco mira a nosotros, inclinándose para ver si escucha nuestra conversación.
Voy a molestarlo un poco.
—Ese es mi caballero. —Sobo la cabeza del sonriente Félix, mientras Marco mira hacia otro lado.
—¡Hmpf! Yo me mato trabajando y ni una caricia… —Marco se cruza de hombros, y yo sonrío, viendo como está actuando como un tonto.
—¡Lady Crusch solo ama a Félix! —Félix mira a Marco y este solo le devuelve unas palabras.
—Dímelo cuando salgas a un cita con ella. —Marco suspira, sonriendo al ver que la cola de Félix se levanta.
Félix aprieta sus manos y camina hacía el escritorio, poniendo sus manos y mirando a Marco de frente.
—¡Nya! ¡Félix es con quien Crusch más ha salido! —exclama, pero este no deja de reír.
—Salir y una cita son cosas diferentes, o si no… —Marco se inclina para verme, guiñándome el ojo—. Pregúntale a nuestra querida duquesa.
«Es un payaso, no puedo entender como puede ser tan serio y payaso al mismo tiempo».
Félix también es un payaso, pero él es siempre así. Wilhelm en cambio siempre se mantiene sereno, fruto de sus experiencias.
Pero, de alguna forma, no puedo ver a Marco así.
«De seguro, cuando estemos viejos seguirá siendo un payaso junto a Félix».
Empiezo a reír, sosteniendo esa taza fría en mi mano. No puedo creer que estos dos son de las personas más cercanas a mí. Uno es un gato que me sigue a donde vaya y otro es un estafador con problemas en su cabeza.
Persigo la seriedad y el mundo me bendice con dos payasos.
—¿Qué es? —pregunto, mirando hacía Marco.
Félix baja la cabeza en vergüenza, viendo que es obvio que me di cuenta de su mentira. Marco sonríe plácidamente, viendo la vergüenza de Félix con diversión.
—Helado, es un postre hecho de leche y frutas, te va a gustar. —Marco entonces se dedica a seguir escribiendo. Yo miro la taza con ese "Helado." Lo huelo un poco, y siento el aroma de la leche, asi como el dulzor que tiene de las fresas en él.
Tomo la cuchara y saco un poco, Félix me mira con anticipación y yo dirijo el postre a mi boca. A la par del frío siento un cosquilleo en todo mi cuerpo, sabe un poco a leche, pero no sabe completamente a ello.
También sabe a fresa.
Es un poco espeso, pero realmente dulce y frio; me hace sentir en paz en mi interior.
No soy muy fan del dulce, pero esto está realmente delicioso. Miro hacía Marco, quien sigue escribiendo concentrado. Lo hizo especialmente para este momento, es un estafador, siempre intentando complacerme.
—Esta delicioso. —Sigo comiendo, sintiendo en cada bocado la sensación refrescante en mi cuerpo. Félix se mantiene mirándome, me mira con unos ojos tan grandes que parece se le van a salir.
Suspiro, tomando un poco más en mi cuchara, apuntando para darle un poco.
—Toma. —Félix al verme salta de alegría, abalanzándose y comiendo directamente de mi cuchara, luego de comer mira a Marco y se empieza a reír.
—¡Jamás le ganaras a Félix! ¡Nya jajaja!, —exclama, y Marco solo chasquea sus dientes y sigue escribiendo.
—¿Tú no quieres? —pregunto, y el solo me dice que ya comió con los dientes bien apretados.
«No quiere quitarme de mi helado». Sonrío, viendo que también tiene conciencia.
«Supongo que ya tengo que comer cada vez que tenga esto», estoy segura de que me lo va a preparar cuando se dé cuenta. Me enoja que sea tan efectivo, pero, no sería justo para él si no disfruto de sus bellezas culinarias.
Termino de comer y siento que el helado me ha abierto el apetito. Justo entonces, cuando siento esa ansiedad de seguir comiendo, veo que entra un sirviente trayendo consigo varios platos.
Miro con sorpresa su entrada, y el sirviente deja todo organizado en la mesa frente al sofá.
Veo un plato extraño, así como varias cosas dulces y saladas. No parece realmente saludable, pero de alguna forma se ve tan delicioso. Mi estómago gruñe de ansiedad por comer.
Miro hacia Marco, y él me sonríe.
—En mi mundo, esas ocasiones suelen dar antojos de varias cosas, así que me esforcé por conseguir varios sabores diferentes. ¿Te acuerdas de la tarta de queso que te dije? —Miro la tarta, y realmente se ve deliciosa.
«No puedo creer esto».
—¡Tu caballero ayudó! ¡Nya! —Félix se golpea el pecho, mirándome con orgullo.
—Sí, sí, a comer —mi respuesta me hace reír, no puedo creer que estos dos estén compitiendo de esa forma.
Miro hacia Marco, y él de inmediato entiende. Se levanta, sentándose al lado de Félix al otro lado del sofá. Yo lo miro, viendo que no es tan inteligente; al final, sigue siendo un hombre.
«Supongo que no entendió del todo.»
El tiempo pasa con rapidez, olvidándome de ese dolor, y en un abrir y cerrar de ojos me encuentro en mi cama acostada. Félix se acaba de ir a su habitación, y ahora debo dormir.
Por algún motivo me duelen un poco las mejillas; toco mis labios, viendo que están curvados en una sonrisa.
«Este día se pasó tan rápido como un suspiro».
Hoy experimenté algo nuevo, realmente, un día que pensé sería un martirio se convirtió en uno lleno de alegría. Pongo mis manos en posición para dormir y me dejo llevar. Supongo que a veces es mejor simplemente abrazar todo lo que tienes en el presente.
«Me olvidé de mi deber por un día». Aunque el futuro vendrá, siento que disfrutar el hoy me permitirá abrazar el mañana. Cierro mis ojos, dejándome llevar por la sensación cálida en mi corazón.
—Gracias…
