Capítulo 12
En Camino
El sonido de las aves cantando toma mi atención. Me asomo por la ventana, viendo que un nuevo amanecer se acerca. El sol empieza a salir, transformando el cielo oscuro en uno dorado; lleno de poder.
Siento el calor entrar en mi cuerpo, bañarme con energía y calma.
Miro mis anotaciones; me acerco, tomo una vela y las quemo por completo.
—Los planes están hechos y memorizados. —Sonrío, tomando el collar y, acercando mis labios, le doy un gran beso—. Buenos días, mi niña.
Voy caminando hacía el baño, sin embargo, veo que las puertas de ambas habitaciones, la de Rem y Otto, se encuentran abiertas. Abro la puerta de Ram, distinguiendo que sigue en el mismo estado.
«Su maná parece haberse recuperado un poco más». El maná de Ram es rosado, es un poco raro que este tenga color, pero supongo que será una situación similar a Garfield; hay un gran poder en su interior.
Pero me alegra ver que se está recuperando.
—Buenos días Ram.
—…
Cierro mis ojos y voy al baño.
Ahora estaré solo, pues poco a poco todos se irán alejando. Solo quedamos Luan, Crusch, Emilia y yo. No sé qué van a decidir, pero dudo que quedarse sea una opción para Crusch o Luan.
Pero no hay nada que lamentar.
Todo se va moviendo; debo aceptar los cambios y agradecer por un nuevo día.
Al salir noto que alguien estaba esperando. Luan me mira con sus ojos carmesí, una sonrisa y su cabello blanco como la nieve levemente despeinado.
—Buenos días, general. —Un saludo formal, como era de esperar de ella.
—Buenos días, disfruta tu baño.
Me preocupa la salud mental de Luan. Durante la pelea contra Roswaal hubo momentos en los que demostró un gran poder; fue Luan quien causó más daños. El fuego que es capaz de ejercer cuando está furiosa, ese fuego cargado de un maná que nunca había sentido.
El misterio con respecto al origen de su poder solo sigue incrementando, pero más que su poder, Luan sigue siendo solo una niña que fue forzada a madurar.
«Es casi como si se tratase de un protagonista que debe descubrir su origen para ser un héroe». No he leído mucho sobre ese tipo de historias, pero son bastante comunes.
Me preocupa su mente, pero, siendo honesto, no puedo hacer nada por ello ahora.
Al alistarme me reúno con Emilia. Ambos disfrutamos del desayuno mientras charlamos un poco.
—¿Quieres ir a la sede del gremio de la hermandad? —pregunto, y ella asiente con una sonrisa.
—Quiero saber un poco sobre su situación actual, pues ellos no han logrado venir por la situación con el juicio. —Su mirada se desvía a su pequeño caldo—. Sé que no es el mejor momento, pero…
Rechazo con la cabeza.
—No, es una buena idea. —Mis palabras hacen que los ojos de Emilia brillen, y con eso, sonrío.
El plan para ganar el juicio ya está en proceso. Cada uno debe seguir un rol, ya que a partir de ahora estamos en una obra de teatro. Todos debemos actuar, y yo, como director y actor, debo asegurar que cumplan su papel a la perfección.
—Emilia, ¿qué crees que es más honesto, la fuerza física o la palabra?
Emilia me mira sorprendida por mi pregunta, y su mirada se pierde en el horizonte mientras piensa.
—¿La palabra? —ante su respuesta, yo asiento con la cabeza.
Ciertamente, si bien la fuerza física demuestra claramente los sentimientos con respecto a algo, no siempre sería de esa forma. Tal como la palabra, depende del punto de vista y como lo defina cada persona.
La palabra puede ser más honesta.
—¿Y que puede ser más deshonesto?
Su mirada se baja.
—La palabra. —Ella termina su plato, y yo miro hacía la ventana.
—La palabra domina todo los matices, incluyendo ambos extremos. —Sonrío, reconociendo que, para superar esta situación, toca aprovechar la palabra—. Ser deshonesto en la honestidad, asi como ser honesto en la deshonestidad. Si queremos superar esta situación debemos mentir por el bien de todos, ¿lo entiendes?
Emilia es alguien muy honesta, para ella la palabra vale por su honestidad, incluyendo si son cosas buenas o malas. En un gobernante no es algo que sea realmente bueno, pues la función de un gobernante es mantener al pueblo vivo y satisfecho.
Por eso un gobernante debe saber actuar, pues, ante la adversidad, debe solucionar todo sin que nadie se entere del problema.
El problema es que la personita enfrente de mi es malísima mintiendo.
—Emilia, ¿recuerdas la primera vez que intentaste hablar? Cuando tus palabras no salían y estabas nerviosa. —Ella asiente, por lo que yo la señalo—. Necesito que te expreses de la misma forma, como si no supieses la situación del todo.
—¿Eh? —La mirada de Emilia me hace sonreír. Normalmente consideraríamos mostrar seguridad para ganar el juicio, exponer nuestros puntos y hacer ver que no nos doblegamos por nada en el mundo.
En la política eso no siempre funciona, pues depende del poder que tenga cada uno.
—Esto es parte de tu entrenamiento como gobernante; no quiero que digas mentiras, solo quiero que actúes insegura y temerosa.
Ella hace unos leves pucheros, ondeando su cabello con su dedo mientras me mira con ojitos de perro. Sé que ella no confía mucho en sus habilidades de actuación, y la verdad tiene todo el derecho, pues es terrible en ello.
Es un poco mi culpa que se sienta asi.
—No te preocupes, te contaré el plan mientras vamos a la capital.
Emilia es muy honesta, pero un poco de deshonestidad en su honestidad le hará ser mejor gobernante.
—Como dije, solo debes ser deshonesta en tu honestidad; no vas a mentir, pues cada uno te interpretará como crea. —Sonrío, y ella asiente levemente.
Con esto ya he dejado la primera parte lista. Ahora lo siguiente es asegurar a la persona que va a tener el trabajo más peligroso de todos. Espero un momento en la entrada en la mansión, mi mirada se fija en él.
Su cabello rubio empieza a iluminarse con el sol mientras avanza, su mirada molesta y decaída me hacen ver que aún no lo ha superado. Es apenas un niño, un pequeño niño que tiene la carga de convertirse en el más fuerte.
Para lograr eso debo guiarlo.
—¿Qué e' lo que quiere? —Rasca levemente su cabeza, escupiendo al suelo y mirando hacía otra parte.
Casi muere intentando salvar a Ram y también fue destrozado unilateralmente por Roswaal mientras combinábamos fuerzas. Ahora mismo no está decaído únicamente por haber perdido, si no por la situación de Ram.
—Vamos a la capital, como general tengo tu primer trabajo. —Sonrío, y él hace una mueca de disgusto.
Vuelve a escupir al suelo, acercándose y mirándome con molestia.
—¿Cree' que mi iré dejándola sola? —pregunta, y yo asiento de inmediato.
Garfield es alguien muy sensible, sus emociones son explosivas como las de Luan. Eso es un punto bueno en él, pues es lo que le hace fuerte cuando las aprovecha al máximo.
—¿Vas a seguir huyendo? —mi pregunta le toma por sorpresa.
—¡Tú! —Me agarra de mi traje, mirándome fijamente con una expresion de molestia.
Es difícil tener que hacerle trabajar cuando sé que debe descansar, pero no hay otra opción. Garfield debe hacer esto, pues nadie lo conoce aún.
—Ser el más fuerte del mundo, ¿no quieres eso? —pregunto, apartando sus brazos—. Has sido derrotado dos veces. En la capital hay un monstruo que podría derrotarse sin siquiera dar un solo paso.
—¿El santo de la espada? —pregunta, y yo asiento de inmediato.
—No tienes la más mínima oportunidad, ni siquiera Roswaal podría con él. —Reinhard es un muro que no será superado.
Pero de nada sirve la fuerza si no puedes usarla.
—Garfield, tú quieres ser el más fuerte, y para ello prometí ayudarte. —Lo miro seriamente, extendiendo mi puño—. Te haré enfrentarte a desafíos que pondrán aprueba tu fuerza; a veces perderás, otras ganarás.
No es el más fuerte, pero es el que va a ser el más fuerte.
—De nada sirve creerse el más fuerte, eso es una impureza para luchadores como nosotros. —Siento mi corazón estrujarse al recordar la batalla contra Flynn—. Cuando luché contra un oponente muy fuerte yo me creía más fuerte, no… lo era. Era más fuerte, tenía todas las de ganar, sin embargo, mi arrogancia fue lo que me hizo perder.
Aprieto mis manos, mirando a Garfield fijamente.
—Y con ello muchas vidas se vieron afectadas. —Aprieto mi collar.
Garfield abre sus ojos en sorpresa, y su mirada se baja hacía el suelo por un segundo. Sus manos se aprietan, las venas en sus brazos a punto de estallar.
—Pero no me rendí, y por eso ahora seré más fuerte. —Choco mi puño con su pecho, mirándolo con una sonrisa—. Eres débil, y como eres débil debes luchar con la cabeza y con los puños. La fuerza del débil puede superar a la fuerza del fuerte. El mejor acero se forja usando impurezas, pues solo cuando las retiras puedes apreciar todo su potencial.
Su boca se abre un poco, sus dientes afilados y su sonrisa se muestra ante mí. Garfield es quien es porque se creyó más fuerte que el resto. El problema es que esa misma creencia le impide hacerse más fuerte.
«El empujón que necesita, yo se lo daré».
Cierra los ojos, pesándolo profundamente.
—¿Te vas a dejar ganar de mí de nuevo? —mi pregunta hace que haga una mueca molesta, mirándome con arrogancia.
—Fui yo quien ganó, mi asombroso ser seguirá fortaleciéndose hasta dejarte atrás… —Su sonrisa me muestra que está listo para actuar, listo para seguir adelante—. General.
Chocamos nuestros puños, decididos a salir adelante a como dé lugar. No hay espacio para detenerse, puesto que el mundo no va a esperar por nosotros.
«Con eso va otro preparativo».
Rápidamente me dirijo al pueblo junto a Garfield. Llegamos a la base militar, donde se encuentra el escuadrón arreglando los carruajes. Alsten sigue organizando todo, parece que está listo para partir.
—¡Esto es genial! —exclama Garfield, mirando toda la base con ojos brillantes. Mira con emoción al escuadrón con su uniforme militar, quienes solo están organizando—. ¿Me trajiste para ver esto?
Ante su emoción me gustaría decirle que sí, pero niego con la cabeza, sonriendo de oreja a oreja.
—Te traje para algo más. —Ambos caminamos hacía un punto más alejado de la base militar. Llegamos al campo de tiro, el cual se extiende por casi cien metros.
Este es el primer campo que se hizo, pero funciona perfectamente. Sacos de paja con forma de humanos, pequeños objetivos colgando, círculos de acero para ser disparados. Todo tipo de objetivos para entrenar.
—Vas a enfrentar a enemigos fuertes, enemigos que pondrán aprueba tu fuerza. —Lo miro sonreír de imaginarlo, por lo que me dirijo a la mesa y tomo la pequeña caja en mis manos.
La abro en frente de él, mostrando una desert Eagle brillante, remarcada en acero. El abre sus ojos, mirándome como si pidiese permiso para tomarla.
—Sé que eres fuerte, pero recuerda que la fuerza del débil está en estar preparado. —Lo miro seriamente, y, ignorándome completamente, toma la pistola y la mira con emoción.
Garfield parece más emocionado de lo que pensé, sabía que le gustaban las pistolas cuando jugó con la mía, pero no hasta este punto.
—Ahora déjame explicarte algo. —Tomo dos cargadores, donde uno está hecho de hierro negro y otro de acero—. Estos dos cargadores son diferentes y tienen diferentes usos. El primero es el normal, tendrás unos cuantos extras de estos.
Entonces lo miro seriamente.
—El segundo es para el culto de la bruja —afirma.
Sonrío, viendo que si me prestó atención cuando le explique cómo se lucha contra el culto.
—Las balas Yang hechas por nuestro grupo de magos son especiales para despejar el miasma e infringir heridas graves a los cultistas.
Su coste también supera por mucho las demás, por eso no son tan abundantes.
—El recubrimiento de acero es para proteger al usuario de la activación de las balas. —De momento no podemos evitar la reacción en cadena que hay al usarlas.
Las balas Yang tienen un gran defecto, y es que en el momento que el usuario la activa usando maná, todas se activan, calentándose enormemente, asi como ejerciendo energía hacía todas partes.
El acero disminuye estos efectos, conteniendo la energía en su interior, pero sigue tendiendo a calentarse bastante. Lo que se puede hacer es usar una magia opuesta para contrarrestar el calor que genera.
Todavía no he encontrado una forma de impedir estos efectos, pero sé que en un futuro lograré mejorarla.
—Ahora déjame enseñarte a apuntar como se debe. —Rodeo a Garfield con una funda para la pistola, colocándola y posicionándolo—. El punto de esto es que no se te vaya a caer, no se romperá cuando te transformes, pero sin duda caerá cuando quites tu transformación.
No estaba preparado para esto, por lo que es lo máximo que pude solicitar. Es solo una cremallera que se extiende. Cuando su transformación acabe caerá, por lo que si la necesita no la tendrá a la mano.
Durante una hora le enseñé lo básico, cosas que no le había explicado antes. La capacidad de aprendizaje de Garfield hizo que todo fuese más sencillo.
—El arte de desenfundar la pistola es el mismo que el de una espada, si quieres tener una ventaja no debes sacar la pistola de su funda. —Pongo mi mano en la pistola, agachándome levemente, pero sin mover mis brazos de su posición. En el instante que la pistola sale apunto hacía un objetivo y disparo—. El arte de desenfundar consta de sacar la funda de la pistola.
El movimiento sincronizado del cuerpo nos los dice; la preparación más rápida para desenfundar viene de la aceleración del cuerpo al descender.
Tras enseñarle a cargar me alejo, dejándolo para que práctique antes de irnos.
Ahora solo falta la última persona a visitar aquí para terminar los preparativos. Me dirijo hacía mi oficina, y, al abrirla, soy recibido con una sonrisa. Sin embargo, antes de que pueda si quiera hablar, veo como una cristal vuela hacía mí.
—Quédate con eso.
—¿Esto? —Al ver el cristal noto que es el cristal piroxeno que tenía Otto, el que Beatrice escondía antes—. ¿Debería llevarlo?
Echidna asiente, y yo lo guardo en el bolsillo. No creo que lo diga por cualquier cosa, pero tampoco parece dispuesta a hablar. Esto debe ser parte del futuro que conoce, de las conexiones que pudo hacer durante la prueba de Emilia.
«Un futuro que puede suceder».
—Antes de que digas algo te daré una advertencia. —Echidna cambia su expresión, su mirada se oscurece al punto que me hace tragar saliva—. El gen de la pereza, te recomiendo que no lo utilices.
—¿Eh? —La miro confundido, puesto que no fue algo que me advirtió ayer.
—Viendo cómo se está recuperando tu puerta no creo que pueda soportar el peso de usar el ge, mucho menos ahora que lo anexaste a tu cuerpo. —Echidna se levanta, entregándome lo que vine a buscar—. Si lo usas, no puedo garantizar que tu cuerpo y mente lo soporten; no es un poder que un humano normal pueda resistir.
—¿Incluso si soy un sabio? —Sudor frio cae de mi frente, mientras que reviso que todo esté ahí.
Su mano toca mi pecho, y con eso un azul intermitente empieza a cubrir toda la habitación. Tras unos segundos ella da un suspiro largo, casi diciéndome que no tengo salvación.
—Pensé que el cuerpo de un sabio sería más eficiente. —Se cruza de hombros, mirándome con una sonrisa—. A este paso tardarás semanas en recuperarte. No recomiendo usar magia o el gen, incluso si tienes maná en tu cuerpo. Tu puerta puede tener un exterior firme, pero su interior es un caos, por lo que cualquier intercambio puede destruirla y causarte la muerte.
Emilia dijo que todo estaba bien, ayer ella revisó mi cuerpo también.
—Tu taza de recuperación es menor a la esperada, por eso ayer no pude decirte esto. —Echidna extiende su mano hacía mí con una sonrisa—. Esperaba ver como avanzabas, amo.
Con su magia hace un holograma; es más como si proyectara un video, una animación de mi puerta en frente de mí. Miro con asombro, pero lo que veo no es bueno.
«Está por quebrarse». Como si un cristal estuviese por ser destruido. Aparenta total firmeza y buena apariencia, pero en cualquier momento explotará, y todo el contenido en su interior me golpeará.
—Usaste demasiados hechizos y también demasiado tu gen, tu cuerpo resistió gracias a tu control del maná y el mismo miasma, sin embargo tu puerta recibió demasiado daño.
Su sonrisa atrapa mi mirada, y entonces el hechizo desaparece. Agarro la bolsa de cuero con las cosas y doy media vuelta.
—No serás más que un humano. Como tu sirvienta no quiero que mi amo muera, asi que debes cuidarte, tu conocimiento sigue en tu cabeza después de todo.
Doy una sonrisa, agradeciendo tu consejo.
—Bueno, entonces me cuidaré. —Cierro mis ojos unos segundos para luego girar mi cabeza, viéndola de reojo—. Para superar esto no necesitaré mi poder.
Salgo de la habitación sintiéndome preparado. Los soldados escoltan a Erick hacía su cárcel móvil. Al principio teme, sin embargo sus ojos arden con furia contenida. Los soldados están listos, sin embargo hay alguien que se ve raro.
Alguien que carga una mirada de absoluto asco.
—Coronel Alsten, ¿está bien? —Lo miro preocupado, sin embargo el solo se dedica darme un saludo militar.
Sus ojos se ven oscuros, las bolsas debajo de estos me dicen que no ha logrado dormir. Diría que hay un problema, pero realmente es normal. Una de las razones por las cuales puedo dormir es porque Emilia me ayuda con su magia.
Si no lo hace, es seguro que tendré pesadillas.
Pesadillas que vienen de mis arrepentimientos.
—¡Estoy en perfectas condiciones mi general! —Alsten me mira a los ojos, pero lo que veo no es más que la furia absoluta, un fuego ardiente que busca venganza—. ¡Con su permiso me retiro mi general!
Alsten pisa el suelo y termina de organizar todo para subir.
Justo en ese momento alguien agarra mi traje por la espalda.
—Luan, ¿Qué haces aquí? —Decaída, ella parece mirar hacía mi con cansancio.
Con un tono rasposo, como si apenas y tuviese energías para hablar, Luan responde:
—Vine a desearles un buen viaje. —Ella mira hacía el suelo, apretando sus manos.
«A veces me olvido de que es solo una niña». Claro, realmente es una adulta en todo su derecho, sin embargo, no es hasta hace poco que salió de su hogar, perdiéndolo todo. Ese dolor es algo que no se olvida.
Como persona que también lo perdió todo en su tiempo, la comprendo.
—Muchas gracias, me llenan de fuerzas tus palabras. —Pongo mi mano en su cabeza, acariciándola suavemente.
Las puntas de su cabello se tiñen de rojo; ascuas de fuego empiezan a salir y el aire frio se convierte en cálido de un momento a otro. Cierra sus ojos y aprieta los labios, haciendo que me arrepienta de haberlo hecho.
«¡Mierda, no tengo como defenderme de eso!» Intento alejarme, sin embargo ella toma mi brazo.
—No era eso. —Ella me mira fijamente, sus ojos carmesí brillando con fuerza—. La señorita Emilia lo dijo, usted es un tonto cuando es menos oportuno.
—¿Qué?
Su mirada entre sonrojada y molesta me hacen entender de inmediato. Mi experiencia viendo interacciones entre hermanos me hizo una mala jugada.
«Ugh… ser insultado por denso realmente no es algo que esperaría».
Antes se habría molestado, pero supongo que ahora que conoce mi pasado, realmente estamos más conectados. Ambos lo perdimos todo y estamos iniciando una nueva vida. Luan tiene un poder desconocido, asi como debe descubrirlo junto al pasado de su familia.
—¡Hum! —Toso levemente, aclarando mi garganta—. No importa, al menos pude verte un poco mejor antes de partir.
Sonrío, y ella abre sus ojos. Lagrimas parecen querer salir, pero ella las contiene. Con una mano la abrazo, dándole el calor que su poder no es capaz de darle.
—Lo tienes duro, pero recuerda que tienes mucha gente que te ama. —Ella me abraza con fuerza, y ambos nos quedamos así unos segundos—. Sé que no será fácil superarlo, pero aunque sea difícil lo vas a lograr. Eres la segunda persona más fuerte que conozco, me siento afortunado de conocerte.
En ella encuentro un consuelo diferente, como si ambos fuésemos conocidos de hace mucho.
Como si nuestra situación hubiese tejido un hilo blanco que nos conecta.
—Gracias, antes estabas mal y no quería molestarte. Crusch y Emilia me insistieron que viniese, pero no estaba segura, después de todo estabas muy ocupado.
«Ella es considerada, me imagino que debe tener muchos pretendientes del ejército».
Aprieto mis dientes, sintiendo un aura caliente salir de mí. Una furia contenida en mi interior, la sensación de que alguien pueda llevársela me saca de quicio.
«Antes de si quiera querer mirarla deberán pasar sobre mi cadáver, luego sobre mi alma».
—¿Qué estas pensado? —Luan me mira con duda, viendo mi expresion molesta.
Yo sonrío en respuesta, mirándola fijamente.
—Imaginé algo que no debía, lo siento.
Ella se separa, inclinándose y yendo hacía los soldados que ya se van.
—Me debes hacer helado cuando nos veamos. —Luan me mira sonriente, y yo asiento en respuesta.
No esperaba esto.
Miro mis manos, apretándolas con fuerza, forzando mi determinación a crecer.
Una vez todo está listo Emilia y yo nos montamos al globo.
Un escuadrón en un carruaje; Crusch conduciendo el carruaje lista para atacar en cualquier momento. Un carruaje con cuerda que se mueve seguido del otro, las capas de acero fueron pintadas con barro y hojas para darle una apariencia menos vistosa.
La cárcel móvil es el lugar más seguro de esta operación, sin embargo, en este mundo donde la magia puede hacer lo imposible.
—Cualquier cosa podría suceder. —El viento agita mi cabello, Emilia mirando hacía todas partes con alegría.
Ella solo había montado el globo por Irlam, así que esto es una experiencia increíble para ella.
—¡Mira Marco! —Me hala emocionada, su sonrisa aflorando e iluminándose con el sol. Sus orejas puntiagudas moviéndose emocionadas mientras que sus ojos vibran de alegría—. ¡Se ve tan cerca!
Emilia extiende su mano, intentando alcanzar una de las hojas del árbol Flugel.
Desde esta altura podría ser posible, pero aún estamos a varios metros de distancia. Mientras que a mi derecha puedo ver todo Lugunica y más allá, a mi izquierda todo lo que veo son hojas verdes, con varias aves viviendo en él.
—Te vas a caer. —La tomo con firmeza, sonriendo al verla emocionada.
—Si me agarras más fuerte jamás me caería. —Emilia me mira, y en esos ojos con apariencia de perro puedo ver que se acaba de imaginar algo completamente demente.
Ella me toma de los hombros.
—Mira, antes que dejemos…
Mi atención es tomada por un brillo dorado que viene desde el fondo de las hojas. Un maná fuerte y filoso que siento que corta mis mejillas. Miro fijamente, intentando notar que es.
—Emilia, antes de que me digas como matarte, ¿puedes mirar hacía el árbol? —Ella se gira, mirando molesta—. ¿Puedes ver ese brillo?
Emilia mira fijamente, pero rápidamente se cruza de hombros.
—No hay nada, ¿acaso estabas cambiando el tema? —Emilia hace unos pucheros, y en ese mismo instante dejamos el árbol Flugel atrás—. ¡Ah! ¡Querías que perdiese mi oportunidad!
«Debo investigar, ese brillo no era normal».
Emilia golpea mi pecho suavemente, haciendo pucheros infantiles. Por un instante recuerdo a Betty, pero rápidamente la tomo de las muñecas.
Sonrío levemente, mirándola un poco asombrado.
—¡Hmpf! —Ladea su cabeza, mirando hacia el cielo—. Estoy haciendo mi trabajo.
Ella estira su mano, y entonces lo noto.
Acaba de hacer un barrido con su maná.
«¿Desde está altura?» Miro horrorizado como gasta su mana, aunque más asombrado por el tipo de hechizo que está haciendo.
—Arte de hielo, radar de neblina —dice orgullosa, inflando su pecho y mirándome como si fuese un novato con menos de un año de experiencia en la magia.
—No sé cómo explicarlo aún, por eso no lo había intentado hasta ahora. —Ella mira seriamente hacía abajo—. Lo presentí una vez, mientras curaba.
Entonces empieza:
Fue cuando ella estaba haciendo guardia tras haber curado a muchas personas. Estaba cansada, sin embargo, fue en ese momento donde su maná perdió un poco el control. El frío se extendió por la sala, y sus compañeros se asustaron, diciendo que sintieron por un segundo su presencia al lado de ellos.
—De la misma forma que puedo curar extendiendo mis manos, lentamente intenté alargar ese alcance. —Estamos a muchos metros de altura, sin embargo cuando extiende su mano puedo sentirlo, puedo ver su alcance.
Cubre perfectamente un radio de un kilómetro. Incluso para ella, esto es increíble.
«¿Cuándo mejoró tanto?». Al ver su rostro puedo entender que era una sorpresa, pero incluso así no es cualquier cosa.
—Puedo curar estando a casi un metro de distancia, sin embargo esto es diferente. —Coloca sus manos en el casco del globo, mirando hacía los carruajes—. La magia de sanación puede localizar fuentes de vida del mismo modo que identifica el objetivo a curar. El único problema es que tengo que concentrarme mucho, y que tiene que haber la menor cantidad de obstáculos posibles.
Tiene sentido, de hecho, tiene mucho sentido. El problema es que, aunque pienses en hacerlo, no creo sea tan sencillo. Solo una persona con una reserva monstruosa de maná puede hacerlo de esta forma.
—Eres increíble. —Sonrío, mirando hacía Emilia, sintiendo una admiración increíble. El hecho de que descubriese eso me llena de anhelo.
—Es como una señal de frecuencia, solo tienes que enviarlo con pulsos. —La miro, y siento un calor ardiente dentro de mí. Ella me mira, mientras yo me acerco lentamente—. Como me… enseñaste, usé un poco de… ¿Marco?
Estoy frente a ella, viéndola.
—¿Siempre fuiste tan inteligente? —tomo su mejilla, mirándola sin poder apartar la vista—. Parece que ya eres una profesional.
Ella no parece saber lo que está sucediendo, pero rápidamente me sonríe.
—Lo soy, de hecho. —Nuestros ojos no se apartan, por lo que noto como su mirada decae un poco—. Por eso puedo notar cuando estas nervioso.
Sonrío levemente, pues es algo que sé muy bien.
—Es este nerviosismo que antes no aceptaba lo que necesito. Necesito estar preparado para todo, por eso necesito estar nervioso. —Miro como la capital empieza a verse hermosa, asi que la señalo para que me siga el juego—. Antes creía que debía ser perfecto, como un robot. Ahora aceptaré mis emociones y les sacaré provecho.
Emilia toma mi mano, entrecruzándola con la suya.
—Solo asegúrame que no te pondrás en peligro.
Rechazo con mi cabeza, puesto que es algo que no puedo hacer.
—Ya estamos en peligro, asi que no puedo prometerte eso. —Aprieto mi mano, llenándome de fuerzas—. ¡Todo va a salir bien! Saldremos de está todos juntos.
Aunque pueda decir estas palabras, aunque pueda creerlas, muy en el fondo.
Tengo un temor, un temor ante mi penúltima oportunidad.
Entre sus brazos debo encontrar la fuerzas para salir adelante. Mientras la sostengo, mientras me lleno con su calor. Mientras nos acercamos cada vez más.
—Superaremos todo.
Temo a nuestros enemigos, pues su fuerza es algo que no tenemos.
Sin embargo es algo que debemos superar.
