ACTUALIZACIÓN:

Se ha corregido el error que existía sobre el nombre de Iori Utahime.


CAPÍTULO 1

El evento de intercambio entre las escuelas hermanas de hechicería de Tokio y Kioto se llevarían a cabo en Kioto para la gran alegría de Kugisaki, quien estaba ansiosa por vagar y explorar la ciudad cuando tuviera tiempo libre. Sinceramente el evento en sí le daba lo mismo, ella quería divertirse y llevarse de paso consigo a sus kouhais. Siendo alumna de tercer año, este sería el último evento que tendría y eso no le hacía mucha gracia, el cuarto año estaba repleto de misiones difíciles y en lugares que ni Dios sabe de su existencia, por eso estaba decidida a disfrutar al máximo.

—Yuta —saludó alegremente Satoru a su alumno.

—Profesor Gojo, me da gusto verlo con tanta energía —respondió tranquilamente.

Para su cuarto y último año de prepa. Yuta viajaba frecuentemente por Japón junto a Maki, ayudando a los no hechiceros a liberarse de maldiciones. Pasaba más tiempo fuera de la escuela que en ella. El hecho que estuviera en Kioto era solo una mera coincidencia, pero favorable ya que podría ver a sus amigos.

—Por supuesto, mis muchachos vienen muy motivados para ganar este año.

—La temporada pasada fue difícil para nosotros —recordó Okkotsu. Mismo comentario que no le agradó del todo a su maestro.

—¡Okkotsu-senpai! —Gritó Itadori a lo lejos mientras agitaba su mano al aire.

—Itadori, cuanto tiempo.

Ambos estrecharon su mano alegremente, era bueno ver caras conocidas. Todo lo que había pasado en el encuentro con Sukuna y Kenjaku había quedado atrás y si bien los problemas seguían por siempre, al menos eran más llevaderos que los anteriores.

—¿Maki-san no está contigo? —preguntó curioso Itadori.

—Está con la maestra Utahime, está ayudándole a cuadrar todo para el primer día.

—Esta vez ganaremos —dijo con plena confianza el pelirosa.

—Si no te dejas llevar, tal vez no caigamos en ninguna trampa esta ocasión —comentó con desaire, Megumi, quien se acercaba a dónde ellos.

—Fushiguro —saludó, Okkotsu.

—Megumi, no seas aguafiestas —lo regañó Gojo—, además no olvides que han recibido el entrenamiento especial del gran profe Gojo.

—Bueno, eso no quita que hayamos perdido el año pasado.

—¿De qué lado estás? —siguió recriminando, Satoru.

—¡Yuu! ¿Ya terminaste?

El grito de aquella mujer hizo volver la vista a los cuatro en dirección a ella. Okkotsu coloreó sus mejillas de carmín al darse cuenta de que sus tres compañeros le veían con una cara pícara. Habían escuchado bien, Maki le había llamado con un mote de lo más inusual, eso no era propio de ella, pero vamos, que luego de decidir irse juntos por el país era ilógico pensar que no se habían vuelto más cercanos.

—Yuu~ —repitió Itadori entre risas con la mano cubriendo su boca. Tenía que burlarse rápido antes de que Maki se acercara y lo moliera a golpes si sabía lo que estaba haciendo.

—Todo está listo, empezaremos en un par de horas —dijo Maki, cuando estaba más cerca—. Hola a todos, es bueno encontrarnos.

—Maki–San, te ves muy bien —dijo Fushiguro.

—¿Entonces ya son novios? —preguntó un muy curioso Gojo. A diferencia de Yuuji él no tenía miedo a Maki.

—¡Eso no les importa! —Gritó Maki un tanto colorada.

—Que no lo niegues quiere decir que sí —dijo Fushiguro. Él también estaba interesado en el tema. Maki era un monstruo y Okkotsu un poco más, esa combinación de poderes era algo serio.

—Maki–San, no te enojes —intentaba inútilmente Yuta de calmar a su enfurecida novia.

—Maki, tranquila. Tienes la bendición del líder del clan —dijo Gojo sumamente divertido por la actitud de Maki. Incluso había atrapado a Megumi entre su brazo para resaltar lo que había dicho.

—No seas un fastidio, Gojo.

El implicado miró a la dueña de aquella nueva voz que se alzaba solo para regañarlo como era costumbre, o en su defecto, insultarlo por su infantilismo y socarronería. Claro que Gojo nunca se dejaba ganar física ni verbalmente.

—¿Por qué tú no intentas decirme por un lindo apodo? —contraatacó seguro de sí mismo. Para darle más drama al asunto puso sus manos sobre su boca, fingiendo sentir vergüenza por su propia sugerencia.

—Primero vomitaría antes de hacerlo —Utahime torció el gesto solo de pensar la idea. Gojo se echó a reír ante su provocación.

—No sería extraño luego de conocernos de tantos años.

—Profe, entonces ¿por qué usted no la llama con uno también? —preguntó ingenua e inocentemente Itadori.

Ambos adultos miraron a Itadori, Gojo sintiéndose traicionado por su adorado alumno y Utahime enfadada por la absurda observación del chico. Itadori mantenía su sonrisa de muchacho alegre puesto que aquel comentario no tenía intención alguna de iniciar algo, solo era una duda que había brincado a su cabeza siguiendo la lógica de su profesor.

Satoru y Utahime chocaron sus "miradas" tan solo un segundo y aunque Gojo escondiera aquellos hermosos ojos azules bajo aquella banda, había cosas que podían apreciarse incluso a través de lo que parecía no querer ser revelado. Gojo conocía bien a Utahime, tan bien que a veces se lo cuestionaba: ¿en qué momento de su vida comenzó a leer a Utahime como libro abierto?, Utahime por otro lado sabía mucho sobre Gojo, aunque tampoco tanto como para dilucidar todo lo que había en su mente, sin embargo, el imperceptible cambio en la comisura de sus labios y la tensión de su mandíbula habían descrito todo lo que ella necesitaba saber.

Un segundo, solo un segundo "cruzando miradas" y se habían dicho todo lo que debía ser dicho entre los dos. Era más fácil para Gojo bromear y que ella se enojara con él por eso que sacar temas y promesas del pasado. No era falta de confianza, porque él confiaba en Utahime al grado de permitirse desactivar en su presencia su ritual sin límites. Él no tenía problema alguno con que le llamara Gojo, Satoru o idiota, total solo eran maneras para dirigirse a él, no obstante, ella era mucho más reservada en ese sentido.

Ambos sabían que cuando la ocasión lo demandara contaban incondicionalmente el uno con el otro, pero si las cosas iban tal cual la vida cotidiana, seguirían como perros y gatos. Tenía que ser así, en la línea de lo profesional y justo en la raya dónde la camaradería podría comenzar a tentar otros terrenos. Eso era algo que había quedado implícito entre ambos hace muchos años.

—Por qué soy su superior. Gojo, no tiene el derecho —dijo firmemente Utahime para todos los presentes.

Y si bien eso era cierto, en parte, la realidad era que hacía tiempo atrás, el "tira y afloja" de Utahime y Gojo había convergido en una situación bastante comprometedora que, tras analizarla fríamente, ambas partes convinieron que la relación más productiva era la profesional y que cualquier vestigio de lo ocurrido aquella noche del 7 de diciembre de 2009 debía ser suprimido y nunca más mencionado.

—Es así de inflexible —Gojo relajó sus hombros—. Por eso confíen en su muy querido profe Gojo.

—Sinceramente creo que me cae mejor la profesora Utahime —dijo Maki.

—Si, creo que sería más tranquilo si ella nos enseñara —comentó Megumi en modo serio. No lo decía de verdad, sino que quería molestar a Gojo.

—Megumi, tú entre todos ¿cómo podrías? —Renegó de inmediato, Satoru.

—A decir verdad, ¿no fue la profesora Utahime quien ganó la encuesta de popularidad de los alumnos? —mencionó Itadori campantemente.

—¿Qué encuesta? —Demandó saber Gojo inmediatamente. Utahime a unos pasos de él se reía discretamente.

—Las escuelas de Tokio y Kioto hicimos unas votaciones para saber que profe era el favorito de los alumnos.

—Oye ¿por qué antes no hacíamos eso? —dijo Maki.

—Kugisaki dijo que sería divertido hacerlo y mandó la liga de la encuesta a todos por teléfono.

Para muestra, Yuuji sacó su celular y mostró los resultados. Había un aplastante primer lugar; luego estaba el segundo puesto; tercer y cuarto lugar estaban más o menos parejos. Gojo miró con recelo aquellos resultados, no creyendo lo que sus ojos veían. Si él era super cool y siempre los defendía, aunque también era ridículo y exigente. De hecho, la foto debajo de su nombre era una de él haciendo de payaso.

—Yuuji ¿por quién votaste? —demandó saber su profesor.

—Por usted, profe Gojo.

Itadori le dio su pulgar arriba, entonces volteo a ver a Megumi, quien inmediatamente volteó su cabeza para evitar contacto.

—Eres un traidor…

—Es que todos aman cuando la profesora Utahime se pone a cantar —dijo Okkotsu con una sonrisa—. Su voz es hermosa.

—Tampoco es para tanto —sopesó la implicada.

—Es cómo una sirena —puntualizó Maki con astucia.

—¡Exacto!

—Pero las sirenas deben ser bonitas —comentó Gojo felizmente.

—¡Muérete, ¿quieres?! —Gritó Utahime.

—¿Cómo alguien así es tan popular? —Señaló Gojo la rabieta de Utahime.

—¡Solo tú me haces perder mis casillas!

—¿No estás ya grande para enojarte así? Se te arrugará más la frente.

—¿Y tú no lo estás para ser tan infantil?

—Yo acabo de pasar los treinta y tú ya pasaste por ahí hace un buen tiempo.

—¡Compórtate cómo un adulto!

—¿Lo dice quien se la pasa gritándome?

—Porque te comportas como un niño de cinco años.

—Habló la honorable anciana Utahime…

El grupo que les rodeaba ya estaba a lo lejos, aunque podían escuchar a tientas las rabietas de ambos. Era mejor huir antes de que fueran arrastrados en las peleas de ese par.

—Para la próxima guárdate tus comentarios, Itadori —lo regañó Megumi.

—Pero si no dije nada malo.

—A mí me parece que son buenos amigos —dijo Yuta.

—El idiota vendado es difícil de tratar, entiendo por qué se porta así.

—Solo pierde compostura cuando se trata de él —dijo Megumi.

—¿Será que se gustan? —preguntó Itadori para todos.

Los tres se pararon en seco y miraron a Itadori.

—Por tu bien no digas eso cuando alguno de los dos te pueda oír —respondió Megumi.

—Sería raro —dijo Maki.

—Pero no imposible —recalcó Yuta al verlos a la distancia seguir discutiendo.

El evento de intercambio era una gala a las demostraciones de las futuras y nuevas generaciones de la hechicería. Los tres alumnos de segundo año de Tokio más los tres de tercer año habían demostrado la imperiosa necesidad de arrasar con sus contrincantes, que a decir verdad, dada las situaciones pasadas, el equipo de Kioto estaba un poco en desventaja al tener miembros con menos experiencia, aunque eran muy talentosos. El equipo de Kioto estaba conformado por Arata como el representante de tercero junto a tres alumnos de segundo y dos de primer año. Si bien era cierto que se las habían apañado para ganar el año pasado, y contra monstruos como Maki y Yuta, esta vez la convicción de los capitalinos parecía arder. La primera ronda del evento de intercambio fue victoria para los de Tokio.

Sobraba decir que iba a vanagloriarse por los pasillos, el peliblanco estaba feliz en demostrar de nueva cuenta que su escuela tenía mejor formación, aunque al final de cuentas todos terminarían trabajando para la misma organización. Okkotsu caracterizándose por ser siempre amable y atento daba sus recomendaciones a sus kouhais en base a sus observaciones dentro de la primera ronda. Del lado de Kioto, Noritoshi —actual líder de los Kamo— hacía propiamente lo mismo con los muchachos. Entre otros invitados al evento se encontraban Ando Umeko y Kano Oki provenientes de la sede independiente de Hokkaido, ambos hechiceros especiales de primer grado.

Las enemistades y conspiraciones habían quedado en el pasado, así que, al caer la tarde, luego de un descanso todos los muchachos se reunían en el patio principal para comer una deliciosa parrillada. Gojo, en su afán motivacional les había prometido que de ganar llevaría wagyu para la cena. Kugisaki e Itadori casi lloraron de felicidad cuando vieron al peliblanco con la carne en mano. Luego de un pequeño baile de victoria entre Yuuji y los de segundo, comenzaron a preparar los sagrados alimentos.

Se sentía bien, tener noches tranquilas, agradables y divertidas como esas, con la simple convivencia y la felicidad de los chicos.

—¿No vas a comer? —preguntó Maki a Gojo, quien solo estaba limitándose a beber lo que fuese que estuviera bebiendo.

—No, no tengo hambre.

—Trajiste mucha —señaló Maki a los chicos de primer año de Kioto, quienes comían y conversaban con los alumnos de segundo de Tokio.

—Así de generoso es mi corazón —dijo con orgullo.

Maki lo conocía y sabía que era una verdad a medias. Pero, le concedía a su favor el que si era cierto el consentir a sus alumnos.

—Lo que quiero decir es que tendrías mucha más seguridad. Una habilidad como la tuya será bien apreciada.

—Ciertamente sería algo diferente a lo que hago ahora, a cambio me permitiría hacer otras cosas que he dejado de lado.

—Deberías considerarlo. Kano–kun también mencionó que sería bueno un elemento como tú en Hokkaido.

—Es una oferta para pensar, Ando–san.

—Si decides que quieres ir, Utahime, te estaremos esperando con los brazos abiertos.

Haber escuchado aquella conversación entre las dos mujeres no había sido a propósito, ellas estaban dentro de la minka y los otros dos por fuera al lado de los ventanales. Tanto Maki como Gojo les tomó por sorpresa el ofrecimiento de Ando Umeko para Utahime, era más lógico ahora que decidiera venir a Kioto luego de tanto tiempo solamente inmiscuida en los asuntos que competían a Hokkaido.

—Que la gente de Hokkaido se interese en ti debe ser algo bueno ¿no? —dijo Maki.

—Son muy cerrados a sus tradiciones, no obstante, es gracias a eso que se han mantenido fuertes.

—¿Por qué específicamente la maestra Utahime?

—Supongo que tiene que ver con las barreras.

—¿Quieren reforzarlas?

—Es lo más probable.

Los ojos de Gojo viajaron sagaces hasta Kano, quien estaba en compañía de Gakuganji. Chasqueó la lengua un par de veces, como si se pensase o considerara la idea de hacer algo. Maki lo vio de reojo con el semblante de haber descubierto algo que nunca había notado en él. Se quedó muda y volvió a tomar de su propia bebida. Era inusual que Gojo permitiera ver ese tipo de emociones tan descuidadamente.

La señora Ando y Utahime llegaron hasta donde Gakuganji y Kano. Los cuatro conversaban relajadamente, a juzgar por sus expresiones no era nada serio. Oki sonreía amablemente para Utahime cada que la veía, ella un poco más indiferente, pero siempre formal y amable respondía cada vez que se dirigía a él.

—¡Profesor! —Gritó Kugisaki desde la parrilla— ¡Los de segundo quieren saber si nos llevará a ginza para comer sushi si mañana ganamos también!

—No sea mentirosa Nobara–senpai, usted fue la que dijo que quería sushi caro.

—¡Mejor soba de Kanda Matsuya en chiyoda! —exclamó, Itadori.

—Por mucho es más fácil ir a comer a Kanda que a ginza —le renegó inmediato Kugisaki.

—Si ganan los llevaré a los dos —dijo Satoru mientras se acercaba a ellos.

—¿De verdad?

—Lo prometo.

—¡Profe Gojo el mejor!

Gritaron los estudiantes de Tokio, salvo Fushiguro que seguía comiendo al lado de Okkotsu junto a la parrilla.

—Por cierto ¿Por quién votaron en la encuesta de Kugisaki? —Interrogó el peliblanco con una sonrisa maquiavélica.

Hubo un silencio, el viento sopló y revoloteó ardiente entre los presentes.

—¡Profe Gojo el mejor! —volvieron a gritar otra vez, pero con más ímpetu, aunque ahora sin la compañía de Itadori.

—Ustedes, chicos, apestan mintiendo —se quejó tajantemente.

—Profesor, porfa, llévenos a ginza y chiyoda.

Se arrodilló uno de los alumnos y lo sostuvo de la pierna.

—Prometo que votaré por usted si Nobara–senpai hace otra ridícula encuesta.

Ahí estaba otra haciendo lo mismo.

Todos parecían divertirse con la escena dramática de los alumnos de Tokio, Gojo sabía muy bien cómo mantener el ambiente relajado, además ayudaba mucho que todos fueran de carácter simpático. Kano se percató de la sutileza que diferenciaba la sonrisa de Utahime en su conversación a la de ver la escena de la gente de Tokio.

Que pudieran reír despreocupadamente era tranquilizador. El resto de la noche siguió su curso ameno y una vez llenos hasta más no poder era hora de descansar: al menos para los alumnos.

En los pasillos de la institución de Kioto, Utahime en compañía de Oki seguían en una de las salas hablando con algunos asistentes sobre los preparativos para el segundo día. Habían surgido algunos imprevistos que debían verse lo antes posible, pero nada que fuera de gravedad.

El reloj marcaba las 10:14 pm, no era tan tarde como para que fuera sospechoso el estar deambulando por ahí, además estaba en todo su derecho de saber los pormenores del evento. Con plena conciencia de su propósito, Satoru entró a la habitación dónde sabía que ambos se encontraban.

Utahime estaba sentada revisando algo en una tableta digital, sobre la mesa de centro estaban dos tazas de té y en el otro sillón, frente a ella, estaba Oki observándola. Podía sentir las intenciones del pelinegro a kilómetros y eso le molestaba.

—Me dijeron que hubo problemas con la delimitación del área para la prueba de mañana.

El tono de voz cortante de Satoru provocó que Utahime despegará los ojos de la tableta de inmediato, para cuando quiso responder sobre el tema en cuestión, Gojo ya se había sentado a su lado, bastante más cerca de lo que ella hubiera querido.

De haber estado solos lo hubiera reprendido e iniciado una discusión sobre por qué lo había hecho, desafortunadamente en presencia del invitado esa era una conversación que no podía llevarse a cabo sin ser mal interpretada, aunque todo era tan evidente que resultaba ridículo.

—Si, hubo que moverse hasta esta zona —le mostró el mapa que previamente estaba observando—. Tuvimos un error debido a las ampliaciones de la escuela.

—Pero no afecta en nada.

Gojo pasó el brazo que tenía más cerca de Utahime por detrás de ella, inclinó el cuerpo hasta tener casi su cabeza chocando con la pelinegra. Era un movimiento innecesario dado que ella le había puesto el aparato para que pudiera ver cómodamente.

—¿Quieres que me haga cargo? —dijo Satoru.

—No. Ya hay personal ajustando lo necesario.

—Bien.

Gojo cruzó las piernas y miró con suficiencia a Oki a través de su banda, quien, a su vez, muy pendiente analizaba la escena del par. Utahime tomó su taza de té y bebió con una calma aparente sobre sus insaciables ganas de estrangular al peliblanco.

—Utahime, deberías descansar, mañana será un día pesado —dijo tranquilamente Kano. Era obvio que Gojo no se iría de ahí hasta que alguno de los dos estuviera lejos del otro.

—Si, es lo mejor —respondió ella.

—Deberías hacer lo mismo, Gojo.

—No soy de dormir mucho ¿verdad, Utahime? —dijo con bastante picardía y una sonrisa de autosuficiencia.

Las palabras se le atoraron en la garganta a la pelinegra, menos mal había dejado el té sobre la mesa, que, si no, se lo hubiera escupido en la cara. Sentía el rubor sobre sus mejillas. No, no dormía mucho, pero eran por motivos muy diferentes a los que pretendía dar a entender.

Estaba molesto, Utahime lo conocía bien como para no darse cuenta sobre la soez que ejercían sus comentarios. Sabía que era Oki, y no ella quien lo estaba provocando.

¿Qué podría pasar si dejaba a esos dos solos? Estaba consternada por la actitud de Gojo, usualmente no era para nada territorial, en cambio esta vez estaba siendo demasiado transparente con lo que quería transmitir, eso causó inquietud en ella. Por lo regular, si él quería darle un recordatorio de sus intenciones era mucho más discreto. Podía ser un roce, una caricia o alguna palabra; eran momentos que quedaban entre los dos y nunca inmiscuyendo a un tercero, mucho menos que este fuera el motivo de tener que llevar a cabo algún movimiento descarado.

—Deberíamos todos ir a descansar —dijo Utahime tan colecta como pudo. Era muy incómodo.

—Me quedaré haciéndole compañía un rato más a Gojo —respondió Kano con una espléndida sonrisa.

—No te preocupes —de igual manera sonrió Satoru, aunque con más desfachatez—. Me portaré bien.

—Lo dudo.

Utahime abandonó la sala, estuvo tentada a escuchar la plática detrás de la puerta, pero Gojo se habría dado cuenta y no quería darle el gusto de saber que estaba interesada en lo que se dirían. No recordaba que Satoru tuviera algún problema en particular con los de Hokkaido, así que era extraño que se comportara abiertamente hostil. Si tenía suerte, se enteraría tarde o temprano.

—Te escucho —dijo Oki cuando estuvo seguro de que ambos estaban en privado.

Gojo relajó el cuerpo y tomó el vaso de té que Utahime había dejado sobre la mesa, tenía todavía al menos la mitad del líquido. Gojo bebió lo restante con lentitud, Kano torció el gesto ante el infantilismo y la obvia provocación. No se habían cruzado en algunos años y todavía, Gojo, seguía siendo un cínico descarado.

—Tienen agallas para venir después de tanto tiempo solo para intentar llevarse a Utahime —habló Satoru con cierta gracia en sus palabras. Aun así, el asunto no le parecía divertido.

—Bueno, es una propuesta, no la estamos obligando a nada.

—Que Umeko haya venido personalmente no debería ser presión, por su puesto.

—Como amiga cercana al director Gakuganji no veo porque resulte extraño su presencia para el evento de intercambio.

—La persuasión es un arte que no todos pueden ejercer de manera satisfactoria.

—Cuando es tan obvia se convierte en manipulación… ¿cierto?

—Por fortuna para ambos, Utahime es demasiado precavida para su propio bien.

—Lo tengo en claro.

El ambiente era horrible. Ambos hombres estaban claramente retándose sobre la decisión de Utahime. Gojo sentía que esta vez probablemente había exagerado un poco, porque era cierto que, cual fuese que fuera a ser la decisión de Iori, esa solo le pertenecía a ella. El ofrecimiento –que además no sabía cuál era– podía ser lo suficientemente tentador como para decidir ir a unas nuevas tierras.

No quería, pero el decirlo iba en contra de sus principios. Respetaba el camino que cada uno decidía tomar; lo hizo con Nanami cuando se fue del mundo de la hechicería y lo hizo también cuando decidió volver. Cuando Riko decidió no asimilarse con Tengen. Cuando Mei fue sobornada por Gakuganji para encubrir la emboscada a Yuuji.

Francamente con quién más estaba enojado en esos momentos era consigo mismo. Actuar de manera precipitada no era lo suyo. Pero todo había sido un problema desde la plática con sus padres y fue peor aún cuando tuvo que encontrarse con Hijikata, y la conclusión de aquella plática estaba plantada y se extendía como enredadera por su mente.


NOTAS:

Los hechiceros especiales de X grado se dan a aquellos que no obtuvieron su grado a través de la escuela de hechicería. Por ejemplo, Naoya Zenin que es de la misma edad que Nanami no asistió a la preparatoria de hechicería ya que el reglamento estipula que si el hechicero tiene un entorno adecuado para ser educado no es necesario que asista (por ende, quiere decir que Gojo decidió por voluntad inscribirse en la preparatoria de hechicería de Tokio ya que pudo haber elegido no asistir). Esta información es sacada del fanbook oficial.