CAPÍTULO 4
Haruhi era la chica joven que se habían encontrado al principio, era una muchacha muy linda, por la forma en la que iba vestida se notaba que le gustaba la moda. Sin temor alguno tomó asiento al lado de Gojo, quien al tenerla cerca se giró de nueva cuenta en dirección a la barra.
—¿Te puedo ayudar? —comenzó Gojo, su voz era imponente a propósito. Su actitud arrogante no mermó en absoluto a su interlocutora.
—¿Vienes con Iori–san?
—Algo así. Pero la secuestraste en cuanto llegamos.
—No te vi, lo siento —se disculpó con desdén, si decía la verdad era prácticamente imposible que no lo hubiera visto al lado de Utahime, es más, casi se lo llevaba de paso cuando se abalanzó sobre ella.
—¿Te falla la vista? —dijo con obvia ironía. Ser ignorado no era algo que le pasara a menudo, y sinceramente no le agradaba mucho.
—Iori-san nunca viene con nadie —explicó—, así que pensé que eras otro cliente más.
—Tendría que ser un completo pervertido para pararme a un lado de ella sin venir juntos.
—Es que también entiéndelo, Iori–san brilla tanto que opaca a cualquiera.
—¿Es una bombilla o qué? —se burló.
—¡Ah! Ya sé —golpeó Haruhi el puño en su palma, había tenido una revelación—. Tú debes ser ese colega super fastidioso del que se queja a veces…
—¿Fastidioso? —sonrió divertido— ¿Eso ha dicho Utahime de mí? —le dijo entre risas. Cuando menos había hablado de él con otros que no fueran sus colegas hechiceros.
—¿Por qué te traería aquí? —ladeó la cabeza, como si eso le ayudara a pensar.
—¿Te agrada mucho Utahime, cierto?
—¿Agradarme? —preguntó confundida—. A mí me gusta mucho Iori–san.
La respuesta tomó por sorpresa a Gojo.
—¿Por qué te gusta? —se giró hacia ella, la plática se estaba volviendo interesante. Puso el codo sobre la barra y recargó su mejilla sobre su puño.
—Ella es valiente, fuerte, hermosa, es muy simpática, canta precioso, baila muy bien, es bastante inteligente, también dulce y tierna —hizo una pausa—. Además, cuidó de mí cuando yo ni siquiera quería hacerlo. Le debo mucho.
—¿La admiras?
—¡Mucho!
—Ya veo…
—Hablando de ver ¿por qué las gafas oscuras?
—Tiene un problema en la vista —dijo Utahime, no podía esperar tanto tiempo dejándolos solos, quien sabe que diría Gojo o Haruhi.
—¿Qué problema? —preguntó curiosa y volvió a ver a Gojo.
—Mis ojos son tan hermosos que si alguien los ve puede desmayarse —contestó rápidamente—, ¿quieres ver?
Dicho esto, estaba a punto de sacarse los lentes, pero la mano de Utahime hizo que regresaran a donde mismo.
—No, no quiere.
—Si quiero —replicó inconforme por la negativa de su amiga.
—La verdad es que las luces le molestan, son como muy brillantes para él.
—Oh…
—Se hará daño si se las quita.
—Menudo fastidio. Pobrecito de ti.
—Te acostumbras —respondió Gojo con desdén, siguiéndole perfectamente la corriente a Utahime.
—Haruhi, ¿me permites un segundo con él?
—No quiero. Hace mucho que no nos vemos —rezongó. Había abrazado por la cintura a Utahime, como una niña pequeña haciendo berrinche.
—Estaré con ustedes en un momento. Ve antes de que Kaito comience a pedir algo más fuerte que cerveza.
—¿Para qué lo hace si sabe que no lo tolera? Maldición.
Haruhi se levantó de mala gana y miró con recelo a Gojo. Utahime tomó asiento donde previamente estaba la otra, miró al frente unos segundos y después le habló al bartender.
—Isagi–san, ¿podrías darme una cerveza?
—¿Suntory o Sapporo?
—Suntory está bien para empezar.
—Ella si qué te adora —comentó Satoru, antes de dar un nuevo trago a su bebida.
—Siente que me lo debe —el bartender sirvió su tarro y Utahime se estiró para tomarlo. Contempló la burbujeante bebida, estaba bien fría—, le he explicado que no tiene nada de agradecerme, pero ella insiste.
—¿Qué hiciste?
—No mucho —se empinó la cerveza, de un trago se pasó casi medio tarro.
—Ve a divertirte con tus amigos, yo veré el juego de los Yomiuri Giants —señaló la tv, el juego recién empezaba.
—Espero que les den una paliza —soltó con alegría. Sabía que era el equipo de béisbol de Gojo.
—Los Lions perdieron ayer.
—¡No importa, ellos van a llegar a la final! —exclamó molesta, azotando el tarro contra la barra. Gojo se rio. Para Utahime el tema del deporte era algo serio.
—Si se enfrentan a los Giants de todos modos van a perder.
—Ya veremos si eso pasa —dicho esto se tomó lo que le quedaba de cerveza—. ¿Me das otra por favor?
—Hoy irá en serio ¿verdad? —preguntó Isagi mientras servía la nueva cerveza.
—Gojo va a pagar todo, así que daré mi mejor esfuerzo por no defraudarlo.
—Eres como Mei, solo que en versión alcohol.
—Más tarde vendré por ese Macallan que guardas tan celosamente.
Isagi se rio, Gojo no sabía de licores, entonces no tenía idea que el Macallan que hablaban costaría unos muchos miles de yenes, aunque al final de cuentas, para los bolsillos de Satoru era un pelo de gato.
—Te voy a presentar a mis amigos —Utahime dio un sorbo grande a su bebida—. No lo fastidies, son importantes para mí.
—Pareciera que estás tomando valor o algo por el estilo —dijo al verla beber tan efusivamente.
—A decir verdad, nunca he traído a nadie a este sitio. Ni siquiera a Shoko. Así que están un poco curiosos.
—La chica dijo que hablaste sobre mí.
—Haruhi —resopló entre dientes.
—De lo talentoso y guapo que era…
—Jamás diría algo como eso —le torció el gesto, Gojo se rio de ella por milésima vez en el día.
Cuando llegaron a la mesa, los ojos de todos fueron de inmediato a Satoru, estaban curiosos por saber quién era el hombre que acompañaba a Utahime esa noche, Haruhi omitió sus comentarios ante los demás y esperó a que ellos tuvieran su propio juicio sobre él. Por otra parte, Gojo se sintió un poco fuera de lugar, usualmente las mujeres solían sonreírle coquetamente dejando ver abiertamente sus intenciones, pero las tres muchachas en la mesa sólo lo miraron expectantes. El más joven de los chicos frunció el entrecejo al verlo más de cerca y los otros dos solo sonrieron amablemente.
—Él es Gojo Satoru, es un colega de la escuela, aunque viene de la facultad de Tokio.
—Hola —saludó informalmente, haciendo además un ademán con la mano sobre la cabeza. Gojo era muy relajado y no dejaría de serlo ante completos desconocidos.
—Mucho gusto —agacharon la cabeza las dos chicas que estaban sentadas una al lado de la otra.
—Kudo Haruhi es la más joven de todos, ya la conociste — Utahime empezó las presentaciones partiendo de su izquierda— Kaito es su hermano mayor —señaló al muchacho pelinegro que había fruncido el ceño, Ishikawa Ana y Sato Izumi—Señaló a una pelirroja y una rubia—, Ono Takeuchi y Yamamoto Ryohei, quien por cierto son pareja —terminó de presentar.
—No tienes pinta de maestro —dijo Kaito de inmediato con cara de pocos amigos.
—Lo sé. La gente se sorprende, pero de hecho es que soy uno excelente ¿verdad, Utahime?
—Tiene algunas… Virtudes —respondió con un dudoso timbre de voz.
—Vamos, no seas modesta y presume de tu genial amigo, Gojo —dijo jovialmente, poniendo la mano en su hombro.
—Dijiste que este fin de semana tenías un evento de la escuela ¿fue en conjunto? —preguntó Ana.
—Si, por eso él está aquí —respondió, quitándose la mano de Gojo de encima.
—Mis alumnos se llevaron la victoria, por cierto —puntualizó, Gojo, muy feliz.
—No preguntaron —rezongó de inmediato, Utahime. Si, aún le molestaba que hubieran perdido.
—Pero apuesto que querían saber.
—No, solo querías presumir.
—Si hubiera querido presumir habría dicho que fue una aplastante victoria de la escuela de Tokio.
—¡No fue aplastante! De haber sido así no habríamos tenido un desempate.
—El cual ganamos indiscutiblemente.
Aquellos dos se habían enfrascado en su pequeña discusión, justo como lo habían estado haciendo los últimos dos días. Los presentes en la mesa sólo veían como ambos seguían y seguían, no obstante, lo que realmente llamó su atención fue el ver a Utahime tan irritada, algo así como cuando los Lions perdían algún juego importante y comenzaba a echar lumbre por la boca hasta maldecir.
—Ustedes dos se llevan muy bien, ¿cierto? —dijo, casi con asco, Haruhi al ver como seguían sumidos en su propio mundo.
Utahime paró de inmediato de vilipendiar contra Gojo y tomó compostura, era extremadamente raro que dejara ver ese lado suyo, sobre todo, porque Gojo era el único que la hacía molestar tanto. Por otra parte, Satoru miró de nueva cuenta a Haruhi, celosa de su presencia.
—El punto es que todo salió bien —rectificó Utahime, como punto final.
—Pero hoy venimos a beber ¿no? —Izumi golpeó la mesa con el puño, la acción le sacó un respingo a Takeuchi.
—En celebración del ascenso de Kaito —habló Ryohei alegremente, levantando el tarro de cerveza que llevaba en mano.
—Muchas felicidades, Kaito, me siento muy orgullosa —dijo Utahime, con un aire tan maternal que hizo sonrojar al muchacho.
—Bueno, me esforcé mucho, es natural que sucediera —respondió entre pucheros, podría tener más de veinte, pero cuando se trataba de Utahime sentía que volvía a ser un niño pequeño.
—¡Natsuo! Trae por favor una ronda para todos —gritó Ana al mesero. El mencionado hizo una señal de "ok" con la mano como respuesta.
—Iori–san, siéntate a mi lado.
Utahime acató la petición de la chica, Gojo tomó asiento al frente de Utahime del lado opuesto de la mesa, al lado de Yamamoto. En cuanto Haruhi la tuvo cerca se prendió de su brazo y recargó su cabeza sobre el hombro de Utahime, los ojos de Haru volvieron a ver acusadoramente al peliblanco, que, al notarla, no hizo más que sonreírle. Estaba buscando conflicto, directo y descarado contra el mismísimo Gojo Satoru, que lejos de su reputación del más fuerte, cosa que ella por su puesto no sabía, era también un ególatra y si los que quería era una competencia por la atención de Utahime, él con mucho gusto, podría dársela.
—Gojo–san, ¿no bebes? —preguntó Izumi al ver que Natsuo le había puesto un vaso con refresco de fresa, acertadamente indicado por Isagi.
—No, odio el alcohol.
—¿Y por qué viniste a un bar? —preguntó con mala cara, Haruhi.
—Porque Utahime me pidió que la acompañara.
Lo cual era mentira, de hecho, ella le había dicho lo mismo que Haru: ¿a qué coño iba si no pensaba probar pizca de alcohol? Pero bueno, ese era problema de él. Aunque había algo de cierto que Utahime había querido llevarlo, porque de haberse puesto bien plantada le habría mantenido el no, sin importar qué, lo cual implicaba que en el fondo sí había aceptado un poco el que la acompañara esa noche.
Utahime miró a Gojo, sabía que estaba mintiendo, o sea no lo habría llevado de no haber perdido el juego de piedra, papel o tijera; de cualquier manera, tener que explicar y enfrascarse en una nueva discusión con él de por qué sí o por qué no lo había invitado era entrar una vorágine sin fondo. Así que, por su propio bien, no dijo nada.
—Uta no es así para nada —negó Takeuchi—. Tengo cuatro años conociéndola y jamás había traído a nadie, incluso si viniera por su cuenta.
—Pero si Uta no viene acompañada nunca y este chico no bebe y aun así acompañó a Utahime… —comenzó a especular Ryohei.
—¡¿Ustedes están saliendo?! —Gritó Kaito, todo alterado.
—¡Por supuesto que no! —Gritó aún más fuerte Utahime—. No es nada de eso.
—Este sujeto, ni siquiera es el tipo de Iori–san —se quejó Haruhi.
—Cierto, a ella le gustan los chicos como Shohei Ohtani —aclaró Izumi.
—Ohtani es como el tipo de todos —dijo Ryohei.
—Habla por ti, yo prefiero los hombres como Ryōsuke Yamada.
—¿Ya viste su nueva película? —preguntó Ana a Izumi—, ¡Se ve guapísimo!
—¿No debería ser capaz de encontrar un hombre como él?
—¿No querrás eso solo para que cubra tus gustos caros? —le encaró Kaito.
—¿Tiene algo de malo querer un bolso de marca? —Renegó nuevamente Izumi.
—Las marcas solo son obra del capitalismo para que te vuelvas un zombi consumidor —dijo Takeuchi.
—Pues sin ese capitalismo no estarías tomando tu cerveza importada.
—No compares la cerveza con tus marcas de moda.
—Bébela de un trago en nombre de las casas cerveceras capitalistas que hacen que olvidemos por un momento nuestras miserables vidas consumistas —le animó de pronto Gojo a Takeuchi, aunque él no probaba alcohol desde su época de estudiante.
—¡Eso me parece mejor! —dijo con entusiasmo.
—Tú puedes, cariño —le apoyó Ryohei.
Gojo lo vio echarse la cerveza de un sorbo sin parar, estaba demasiado divertido del hecho que se habían olvidado siquiera de cómo había comenzado la conversación. Utahime también parecía aliviada de que todo se hubiera desviado tan fácilmente. Claro que Haruhi no estaba conforme y ella sí que no se creía del todo las palabras de su amada Iori, sin embargo, no preguntó más puesto que sería darle importancia a Gojo y no quería que eso sucediera.
La noche avanzaba más tranquila, el grupo de personas estaba tan animado como los otros clientes del bar, Utahime no había mentido cuando le dijo que era un sitio decente, con gente decente — o borrachos decentes, para cuales fuera el caso—. La fachada podría mentir, pero ahí dentro había un acogedor ambiente. Utahime tenía mejor gusto a comparación de algunos pubs que le había llevado Shoko.
Todos parecían bebedores experimentados, salvo por Kaito quien iba más lento y parecía el menos tolerante de todos. A la cabeza Utahime a la cual Gojo ya le había perdido la cuenta de cuántos tragos llevaba, aún así parecía estar en sus cabales. Izumi y Ryohei no se quedaban muy atrás tampoco. Haruhi parecía ya estar un más en tono qué los otros, había tratado de seguirle el paso a Iori, mas eso no era posible para una persona normal. Le advirtió que no lo hiciera, que fuera a su ritmo, a pesar de esto ella insistió en querer seguirle el paso.
—Utahime ¿vas a cantar?
Preguntó un curioso que no formaba parte de la mesa, era otro cliente, que al parecer también conocía a la pelinegra, la compañera del hombre también animaba a Utahime a que tomara el micrófono del karaoke. No lo pensó mucho antes de levantarse e ir a la esquina donde estaba el aparato. Se detuvo unos segundos para elegir la canción y comenzó a entonar la melodía.
Haruhi se puso de rodillas para poder verla, recargada sobre el respaldo del sillón que acompañaba a la mesa. Gojo la tenía de frente, aunque Iori les daba la espalda a todos. Sin apuro y valiéndose de la oscuridad de sus gafas, miró de nueva cuenta el trasero de Utahime, la falda se le había subido aún más al estar sentada y no se había molestado en bajarla, probablemente sus tragos le hacían olvidar nimiedades como esas. Miró a su izquierda y analizó a la demás clientela, algunos miraban a Utahime —no como él, claro— y otros seguían en lo suyo. Era evidente que era conocida y querida en ese bar, por eso se fijaban en él, no porque fuera guapo y bien vestido o llamara la atención por su cabello albino o las gafas oscuras, no, lo más probable era que todo el mundo se preguntaba "¿quién demonios es ese hombre que vino con Utahime?" y eso contrariamente a lo que pudo llegar a sentir en un principio, le daba cierto orgullo y regocijo. Era el único, por más odioso y detestable que fuera, al que ella había abierto las puertas de un lado tan personal e íntimo.
No es que Utahime quisiera esconder sus borracheras, no era la primera vez que Gojo la vería ebria, él ya la conocía así; en algunas reuniones con otros camaradas o festividades se había pasado de copas. Sabía que era más parlanchina, que se mareaba con facilidad y se volvía algo torpe, hasta la había escuchado vomitar mientras Shoko le cuidaba el cabello. Incluso se habían metido en una pelea juntos. Más de una vez se la había echado dormida al hombro para regresar a la escuela. Utahime no tenía pena de mostrarse tal cual a Gojo en un lugar así, era más bien, la intimidad de sus amigos y de la forma en la que la veían a ella (que aún no dilucidaba al cien por ciento) que le hacía no querer que alguien más supiera que pasaba ahí.
La voz de Utahime inundó el lugar, aun estando un poco ebria su voz era estable y muy hermosa, aquella balada endulzaba los oídos de todos, era tranquila y suave, como un susurró de un amante. Haruhi expiró con ensoñación de alguien verdaderamente enamorada, Gojo sintió pena por ella, porque sabía de antemano que ese sería un amor no correspondido. Se preguntaba si Utahime la había rechazado ya o si es que Haruhi se había atrevido a declararse.
Una declaración, que cosa tan más molesta. Recordó a la única chica a la cual se le había confesado y su declaración fue más o menos un "Me gustas, salgamos" directo y sin romance alguno, a su favor podía decir que al menos fue sincero. No recordaba haber sentido algo profundo por alguna mujer en específico, románticamente hablando, y eso también incluía a Utahime; ella le gustaba, no tenía duda sobre eso, la deseaba desde Dios sabe hace cuantos años, también le tenía aprecio como colega y era de las contadísimas personas que podía llamar amigos, sus sentimientos por ella eran especiales sin duda, pero jamás se había enamorado, tampoco es que lo hubiera pensado demasiado. O al menos eso creía, hasta que la persona que menos imaginó que se lo diría le hizo saber que estaba equivocado, o terriblemente confundido, sobre lo que realmente sentía por Utahime. Que ahora se estuviera cuestionando tal vez era una señal que si tenía razón sobre él.
Amar implicaba una vulnerabilidad y compartir cosas que solo se guardaba para sí mismo, desde mucho tiempo atrás sabía que el no querer y no poder compartir sus sentimientos era la barrera definitiva para que siguiera de una mujer a otra, amar era un compromiso muy grande. Si pudiera decir que amó a alguien, alguna vez, ese sería su mejor amigo. El dolor de perder a Geto en todos los sentidos posibles había marcado su vida para siempre, ahora bien, ese amor era otro tipo de amor, como lo era también el amor que sentía por sus alumnos como Megumi, Yuta o Yuuji.
¿Cuántas veces había escuchado cantar a Utahime? Tal vez no cientos, pero sí en muchas oportunidades, sin embargo, nunca la escuchó tan emocional como lo estaba haciendo ahí mismo. Sintió en su pecho esa calidez de sus palabras, tal vez Maki tenía razón al decir era como una sirena que te hipnotiza con su canto.
—Me ha quedado fatal —sopesó Utahime una vez terminada la canción.
—¿De qué hablas? Te salió bien como siempre —dijo Ana.
—Cuando se ponga más ebria empezará a cantar canciones raras —comentó Gojo.
—Es verdad —se rio Takeuchi—, ¿la última vez no terminaste cantando trap?
—Apuesto que acabaste sin poder hablar —dijo Gojo.
—No me lo recuerdes, el director se molestó mucho conmigo.
—¿El viejo? —se echó a reír—, no te imagino siendo regañada por él.
—Solo me dio un sermón.
—¿Recuerdas la golden week de mi segundo año de prepa? —dijo entre risas, era divertido recordar viejos tiempos—. Estuviste también afónica por dos días.
—Shoko no quiso tratarme porque escondí todos sus cigarros —suspiró con melancolía.
—Ese fue un inicio de año divertido —dijo Gojo con mucha añoranza. Antes de que todo se fuera a la mierda, si podía añadir.
—¿Desde cuándo se conocen? —preguntó Haruhi. Por la conversación era obvio que no solo eran colegas del trabajo.
—Gojo y yo estudiamos en la misma preparatoria.
—Pero nos conocemos desde… —Gojo sacaba cuentas en su mente. Debía recordar más o menos cuando se presentaron por primera vez.
—Tenías diez y yo estaba por cumplir trece.
Esa era una historia que a Utahime no le gustaba recordar, ella tenía presente ese momento muy vívido en su memoria, mientras que para Gojo había sido solo otro encuentro más con gente que no conocía y no tenía intenciones de conocer.
Cuando Gojo cumplió los diez años, el clan hizo una reunión con clanes menores que eran aliados o afines a la familia Gojo, la familia de Utahime venía de una larga historia de sacerdotisas, muchas de las cuales habían prestado sus servicios a grandes clanes, incluidos a los Gojo, por lo cual podría decirse que eran aliados. Utahime estuvo presente en esa reunión, fue la primera vez que Gojo Satoru se pasó delante de sus ojos, era un mocoso, pero entendía cuán importante era para el mundo, aunque no esperó que la viera con desprecio, como si desdeñara su existencia. Él era la cúspide de la hechicería y ella solo un escalón más.
Con el paso de los años, pese a que siempre tuvo el ego por los cielos, la actitud de Gojo se volvió más dócil a medida que su entendimiento del mundo de la hechicería crecía. No les prestaba mucha atención a los débiles, mas no los veía con la soberbia de su niñez. Debió haberse encontrado con Utahime unas cuantas veces más, hasta que toparon definitivamente en el último año de Utahime en la escuela de hechicería y él en su primer año. La recordaba, vagamente, pero suficiente como para haber recordado su nombre.
—Y ya han pasado veinte años de eso —dijo Satoru, un poco feliz.
—Así que son amigos de la infancia —comentó Ryohei.
—No, solo somos colegas —le aclaró Utahime.
—No seas tímida —ahí iba de nuevo, ese Gojo burlón—, somos más que eso.
—¿Entonces si son amantes? —insistió Izumi. No se le había olvidado el tema.
—Claro que no, ¿cómo se te ocurre? —respondió Utahime con indiferencia. Esa pregunta la ponía nerviosa, aunque lo que había dicho era cierto, la delgada línea que existía entre los dos era frágil.
—Pues Gojo–san no ha quitado el ojo de tu trasero en toda la noche, solo digo —soltó Izumi como sin nada.
El acusado solo sonrió con desfachatez al verse descubierto, no había sido tan discreto como lo pensó. Utahime no quería siquiera mirarlo, porque sabía que solo de verle la cara le arrojaría con lo primero que tuviera a la mano.
—No es mi culpa que la falda le quede tan bien —alzó los hombros, como si eso justificara plenamente sus acciones.
—Ese es un buen punto —concedió Takeuchi.
—Gracias.
—Eres insoportable, Gojo, en serio —se quejó Utahime, pero mantuvo la calma.
—Lo sé, es parte de mi encanto.
—Creo que iré por un whisky —dijo resignada. Por si acaso se acomodó la falda a su altura normal antes de ir rumbo a la barra.
—Oye ¿en serio tú y Iori–san no son nada? —Haruhi estaba más que molesta.
—Solo me gusta molestarla —dijo sinceramente.
—Iori–san es una buena mujer, no la hagas enojar.
—Si no la hiciera enojar entonces haría que se enamorara de mí —le retó cara a cara, a Haruhi casi se le desfigura el rostro—. Pero tú no quieres eso ¿cierto?
—Para empezar ella no se enamoraría de un tipo tan mezquino como tú —estaba a punto del llanto, su voz parecía a punto de quebrarse.
—¿Estás segura?
—Haruhi, ya basta —trató de calmarla, Kaito.
—¡Muérete, imbécil!
Haruhi abandonó la mesa y salió a toda prisa del bar. Utahime en la barra logró verla salir. Miró a la mesa y Kaito le hizo una señal que le indicaba que lo dejara pasar. Vio a Gojo y por su postura sabía que había dicho algo que no debía. Utahime suspiró y salió a buscar a la chica.
NOTAS
Shohei Ohtani es un jugador japones de la vida real, es el más famoso actualmente. De hecho, es de los mejores a nivel mundial. Pueden buscarlo si les interesa conocerlo. Actualmente juega con los Angels de Los Ángeles y es el MVP de la Liga Americana. ¿Será que Gojo llevará a Utahime hasta Los Ángeles a ver a su amado Shohei?
Dicho por Gege, el equipo de Utahime son los Seibu Lions de Saitama, curiosamente, su mascota es un león albino de ojos azules.
Lo del equipo de Gojo es intuición, él es un ganador por lo tanto su equipo debe ser sin duda el más popular y el que más campeonatos tiene: los Yomiuri Giants de Tokyo.
Me parece gracioso que los Lions sean el segundo equipo con más campeonatos en la liga japonesa.
Solo como dato extra (que será útil más adelante, aunque no indispensable).
La liga de beisbol de Japón esta dividida en dos conferencias: Pacífico (donde juegan los Lions) y la Central (donde juegan los Giants). Cada equipo juega contra los equipos de su respectiva conferencia (desde Marzo hasta Octubre), el primer lugar de la tabla pasa directamente a una "semifinal" donde enfrenta al ganador del juego entre el segundo y tercer lugar de la tabla de posiciones. Los ganadores juegan esta "semifinal" llamada Climax Series y quien resulte vencedor pasa a la final por el campeonato nacional (llamado Serie de Japón), jugando contra el ganador de la conferencia contraria (que ha pasado por el mismo proceso de selección de su rival). Los equipos de diferentes conferencias no se enfrentan entre si hasta la Serie de Japón.
