CAPÍTULO 6
—El departamento de Uta queda de paso al nuestro, tomamos el taxi juntos, pero no sé si sea capaz de llegar —dijo Ryohei al ver una Utahime super ebria. Estaba sostenida a duras penas por Kaito.
—Si puedo~ —replicó ella, difícilmente se mantenía despierta. Utahime bebía a morir, aun así, era una pésima borracha, a diferencia de Shoko.
—Que la lleve Gojo, entonces.
El comentario vino de quien menos se esperaba: Haruhi. Los otros cinco parecieron pensárselo unos momentos y vieron a Gojo para que él tomara la decisión.
—Yo me encargo.
—Solo porque eres el único sobrio —le aclaró Haruhi.
—Uta… —le llamó Kaito—, Gojo te llevará a casa.
—¿Gojo?
Utahime torció el gesto, pero eso no fue inoportuno para el peliblanco. De haber traído ella otra ropa se la hubiera echado fácilmente al hombro cual costal de papas, como alguna otra vez lo había hecho, dado que esto no era posible mejor optó por tomarla de los hombros para enderezarla.
—No vas a dar ni tres pasos antes de caerte, así que o te sujetas de mí o te abrazo yo, tú decides —dijo Gojo de manera juguetona.
Los demás se rieron del comentario, salvo Haru que rodó los ojos, ya se estaba arrepintiendo de darle el voto de confianza a Satoru. Utahime en su poca cordura decidió mejor sostenerse de Gojo, abrazando uno de sus brazos para apoyarse en él. Estaba un poco mareada.
No supo en que momento subieron al taxi ni cuánto tiempo llevaban recorrido, para cuando abrió los ojos nuevamente descansaba sobre el hombro de Satoru, él tenía parte de su brazo y la mano cubriendo sus piernas para evitar que revelara algo más de la cuenta. No lo había notado: Gojo olía a fragancia dulce y fresca, era muy agradable, pero no sólo se trataba del perfume, todo él desprendía un aroma exquisito. Alzó un poco la vista y miró su cuello y el undercut de su cabello albino tras la oreja: siempre le había gustado ver su nuca descubierta. Volvió a acomodarse para dormir el resto del viaje, sintió a Gojo moverse para que estuviera en una posición cómoda. Podía descansar tranquila porque sabía que en presencia de Gojo nadie podría hacerle daño.
Con mucho esfuerzo apenas llegó al elevador, su piso era el sexto en un modesto edificio de departamentos. Frente a la puerta, Utahime tecleó mal la numeración para abrir, Gojo se rio de ella al segundo intento fallido y decidió mejor hacerlo él. Sabía la combinación, no porque ella se la hubiera dado, sino que había visto los números en alguna ocasión y obviamente los había memorizado. A Utahime no parecía agradarle del todo que tuviera en su poder esa información.
Iori empujó la puerta y casi se iba junto con ella, no estaba midiendo para nada su fuerza, era torpe y Satoru estaba seguro de que acabaría en el piso si la dejaba ahí. No era la primera vez que llegaba a casa así de borracha (tal vez un pelín menos) y si se había dado contra el suelo o la pared, pero no pasaba de eso. Gojo volvió a tomarla del brazo y la metió al genkan.
La pelinegra trastabilló al intentar quitarse las botas, puso la mano en la pared para no irse de boca contra el suelo, había bebido tanto que todo se movía a su alrededor. Gojo alcanzó a sujetarla del hombro antes de que terminara en el piso.
—Yo lo hago.
Utahime recargó su espalda a la pared para apoyarse, el corredor le daba vueltas. Gojo se acuclilló hacia el frente delante de ella y tomó uno de sus pies para quitarle la bota. Con un pie al aire, Iori perdió un poco más de equilibrio y terminó sujetándose de la cabeza del peliblanco, él solo sintió el torpe manotazo en la coronilla, Gojo no emitió queja. Sacó el zapato, cuando Utahime bajó su pie descalzo alzó el otro sobre el muslo de Satoru, obligándolo a bajar la rodilla para mantenerse en equilibrio debido los torpes movimientos de su compañera, aunque, debía decir que eran plenamente conscientes.
La parte interna del muslo de Utahime quedó a nada del rostro de Gojo. Era uno de esos inexistentes momentos que ella concedía de su parte una falta a la promesa que habían hecho. Hubiera sido cortés el rechazarla estando en esa condición, pero que poco caballeroso sería igualmente decirle que no a una invitación tan tentadora. Cerró los ojos y respiró el aroma de la piel que tenía delante.
Tomó el zipper de la bota, al mismo tiempo que sus labios suavemente presionaron la piel del muslo de Utahime, estaba tibia a consecuencia del calor remanente del verano. Gojo se dejó llevar ante el sabor del prohibido deseo. Abrió la boca tan solo lo suficiente para dejar escabullir un poco su lengua, su aliento ígneo golpeó la piel de Utahime, ella sintió como se le erizaba cada poro del cuerpo y esto provocó que apretara con menos delicadeza la cabellera de Satoru.
Lento y tortuoso, cada milímetro que Gojo bajaba el cierre con su mano, su lengua húmeda, por otra parte, subía a la par por la entrepierna. Sabía a sudor, cerveza derramada y lujuria.
El cosquilleo que le provocaba ser lamida tan sutilmente se depositaba vigorosamente en su vientre y descendía hasta su intimidad. Aún en su ebrio estado podía sentir a plenitud la lengua de Gojo acariciando su piel y como sus labios rozaban discretamente el trazo húmedo de su saliva. Iori gimió apenas audiblemente, apretando mas los mechones albinos entre sus dedos y arqueando levemente la espalda. El recorrido del zipper no era muy extenso, escasos centímetros, pero cada uno se sentía eterno. Gojo sacó la bota del pie y al hacerlo mordió la pierna de Utahime, sus dientes se clavaron en la piel con fuerza, ella se quejó con un gruñido ahogado, honestamente lo sintió dolorosamente placentero.
Él debía felicitarse por su autocontrol, porque se moría de ganas de poder seguir subiendo con su lengua hasta llegar a lo más íntimo de Utahime y devorarla hasta que suplicara que parara.
Iori miró abajo: la imagen de Gojo entre sus piernas era demasiado sugestiva, su mano todavía estaba sobre el cabello blanco, como si fuera a indicarle el siguiente movimiento. Sentía la humedad que empapaba su ropa interior, su cuerpo sabía exactamente que quería. Por su cabeza pasó el echarle la pierna encima del hombro y ofrecerle en bandeja de plata su intimidad, pero pese a toda la lujuria aun no perdía completamente el juicio como para ceder. Utahime quitó la mano haciendo sentir libre a Gojo de retirarse.
El peliblanco decidió subir muy cerca del cuerpo de Iori, delineando con sus manos traviesas la figura que tenía delante. Las yemas de los dedos iniciaron su camino desde el tobillo; dulcemente rozó sus pantorrillas hasta las rodillas; siguió subiendo para llegar a los muslos; mordió uno de sus propios labios, la euforia estaba dominando su mente. Tocó la falda de cuero y la estrujó con fuerza, tenía unas ganas intensas de arrancársela, pero nuevamente se contuvo, en cambio, acarició concienzudamente las caderas con la amplitud que toda su mano le permitía. Se dejó llevar al objeto de atención que su vista había captado toda la noche; sujetó firmemente las nalgas de Utahime con ambas manos, con tanto ímpetu que había provocado que ella casi estuviera sobre las puntas de sus pies, sus dedos se clavaron en la firmeza de sus glúteos, apretándolos fervientemente; Iori volvió a gemir con más fuerza entre el placer y la sorpresa de ser tomada brusca y súbitamente. Él había deseado hacer eso desde que la vio parada en la calle. Utahime se mantuvo ajena al cuerpo del peliblanco para no crear más tentación de la que ya de por sí estaba teniendo: era simplemente delicioso sentir las manos de Gojo apretando su trasero mientras su hombría excitada se encajaba contra su vientre.
La erección que Satoru estaba teniendo no tenía nombre, se apretaba dolorosamente contra su pantalón suplicando por atención. De haber estado ella en condiciones la habría empotrado contra la pared para follársela ahí mismo. Solo de imaginarlo hacia qué su sexo palpitara salvajemente. Acarició una vez más el trasero de Utahime, con total tranquilidad se permitió sentir sobre sus palmas la firmeza de esos glúteos. Iori tiró de la camisa de él en su intento de liberar el deseo que afloraba en ella mientras Satoru la tocaba con lasciva. Gojo terminó llevándo las manos hasta la cintura, porque de seguir así la habría besado con fervor mientras dejaba escabullir su mano bajo la falda y después entre su ropa interior para que sus dedos se empaparan de la obvia excitación de ella.
Mantuvo la vista bien fija en Iori, había poca luz, aun así, podía verla a la perfección: sus labios entreabiertos, el rostro sonrojado y una mirada tan seductora que pedía a gritos que la devorara. Gojo sonrió traviesamente ante todo lo que su mente ya le había hecho en ese genkan. Utahime no tuvo queja alguna por las libertades tomadas por parte de Gojo.
—Si vas a pasar, quítate también los zapatos —le advirtió.
La miró recorrer el pasillo valiéndose de la pared para avanzar, su andar era torpe, tanto que casi chocaba con el marco de la entrada que daba al interior del resto del departamento. Suspiró resignado. Bajó la vista, miró la parte de su cuerpo que había despertado y pedía a gritos el seguirla para llevársela a la cama. Volvió a tomar aire, tan profundo como pudo. No podía hacer eso, quería, pero jamás se atrevería a llegar hasta ese punto con Utahime estando ebria. Se tomó su tiempo para calmarse y pensó en irse como la mejor opción, sin embargo, escuchó lo que probablemente era un banco caer al piso. Se quitó los zapatos tal cual le habían dicho y entró con la firme convicción que solo ayudaría a Utahime a llegar a salvo a su cama sin que él fuera un invitado entre sus sábanas.
Para cuando entró, vio a la pelinegra acomodar nuevamente el banco al lado de la barra que dividía la cocina de la sala. El departamento era pequeño y justo para que ella sola viviera cómodamente. Más adelante había un corredor corto con una puerta que era la habitación y al fondo del mismo pasillo el baño.
Utahime abrió el refrigerador y sacó una botella con agua. Gojo tomó asiento en uno de los dos bancos que estaban ahí y la miró moverse de un lado a otro dentro de la cocina.
—¿Qué haces? —le preguntó al verla buscar entre los gabinetes.
—Tengo hambre —refunfuñó.
—Son casi las cuatro de la mañana, ¿segura que vas a comer algo?
Había pan, tomó mermelada de la despensa y torpemente la embarró sobre una rebanada. Gojo la miraba de lo más divertido sin decir pío. Para el segundo bocado Utahime dejó de comer y puso cara de asco. A la velocidad de un rayo corrió como pudo al baño. Soltó todo en el retrete, había bebido más de lo ya mucho que bebía comúnmente. Se levantó un poco mareada y se puso frente al lavabo, tomó el cepillo dental, aunque al estar cepillando sintió que eso solo le daba más ganas de seguir vomitando.
—¿Estás bien? —Gojo estaba sobre el dintel observándola.
Utahime asintió con la cabeza, pero su cara decía claramente que era todo menos eso. Gojo sonrió un poco enternecido.
—Ven.
La llevó de los hombros hasta la bañera, Utahime se dejó caer al lado hasta el piso, Satoru le inclinó la cabeza hacia dentro y usando la manguera de la ducha comenzó a rociar agua en su cabeza. Sentir el frío del líquido correr por su cabello y cuello era agradable, se recargó más cómodamente frente a la tina, Gojo movió sus cabellos para que entrara más agua por su cabeza y aprovechó para masajearle el cuello. ¿Cuántas veces Shoko habría hecho lo mismo por ella? Siempre se cuestionaba el por qué bebía tanto hasta llegar a ese punto. Utahime balbuceó algo bajo el chorro, pero él no le tomó importancia y siguió peinando el cabello negro con sus dedos. Ella era una mujer competitiva y no era de mostrar debilidades, por eso le encantaba fastidiarla con el hecho de ser débil, aunque perfectamente sabía que el rol de Iori era otro al de pelear directamente. Qué se dejara cuidar por él, así fuera por algo tan trivial, le daba satisfacción.
Cuando Utahime consideró que era suficiente ella misma cerró la llave del grifo.
—Ya, estoy bien.
—¿Segura?
—Que sí —dijo de mala gana.
Más repuesta, Utahime se levantó, tomó una toalla y secó su cabello para después ajustarlo con un listón en una mal hecha cola alta. Ambos salieron del cuarto de baño y volvieron a la cocina; Gojo al banco y Utahime de nuevo a beber agua.
—¿Por qué sigues en mi casa? —lo encaró irritada. Había olvidado que hace unos minutos lo había invitado a pasar con unas dudosas intenciones.
—Me aseguro de que estés a salvo.
—No necesito que me cuides.
—Eso me pareció desde que llegamos —dijo irónicamente.
Iori rodeó la barra para pararse frente a Gojo, tuvo que plantar bien los pies para no irse de lado, se notaba qué seguía tomada. De igual manera él giró el cuerpo para quedar de frente. Aún sentado sobre el banco Gojo era un poco más alto que ella, sobre todo porque estaba descalza.
—¿Por qué sigues usando las gafas? —se quejó nuevamente con una mueca. Acto seguido procedió a quitárselas del rostro y arrojarlas sobre la barra.
Gojo no opuso resistencia alguna. Apretó las manos a sus rodillas y mantuvo la expresión de su boca en una línea neutra. En su mente recitaba un mantra de autocontrol.
—¿Por qué…
—¿Por qué tú no te vas a dormir y dejas de quejarte tanto? —replicó de inmediato Satoru. Utahime infló las mejillas como puchero al ser callada.
—Para empezar, esta es mi casa y yo hago lo que…
Entre sus quejas intentó hacerse para atrás y señalar el lugar, pero sus pies tropezaron entre ellos y estuvo a punto de irse de espaldas, claro que Satoru era más veloz que eso. Su atracción la hizo acercarse a él y la sujetó por la cintura. Utahime se quedó en silencio, con las manos puestas sobre los hombros del peliblanco.
Gojo vio su rostro, con inmensas ganas de robarle un beso de esos labios.
—¿Por qué crees que en todos estos años todavía no ha pasado nada entre nosotros?
Si lo que Hijikata le había dicho era verdad, entonces la respuesta más lógica a esa pregunta sería que era debido a él, a su incapacidad de abrirse plenamente con alguien. Tenía inquietud por conocer los motivos actuales de Utahime, si lo culparía y le echaría en cara, como la última vez, que lo que pasaba entre los dos solo era una aventura para él. Claro que una cosa era simplemente acostarse y otra decidir tener una relación seria y formal. Obviamente Hijikata se refería a lo segundo.
No ocupaba recordarse que tenían un acuerdo pactado desde hace mucho, pero le parecía absurdo si de todos modos era tan obvio el deseo persistente por ambas partes. La lucha constante entre el deber y el mero placer.
De haberlo ella deseado, justo como había sucedido en el genkan, él no hubiera opuesto resistencia a un encuentro íntimo. "No ha pasado nada", no porque él no quisiera, sino más bien porque Utahime marcaba perfectamente el límite entre sus casuales coqueteos.
—Antes fue porque éramos jóvenes y debíamos pensar en nuestras prioridades —se adelantó Gojo.
—Ahora debemos comportarnos como adultos —quiso salir del agarre de Gojo y él no se lo permitió.
Era cierto que cuando tuvieron la oportunidad, el momento no era probablemente el mejor: Utahime recién era maestra y Gojo acababa de graduarse de la prepa. Él seguía siendo un chico y ella empezaba a convertirse en adulta. Satoru solo quería acostarse –al fin– con la mujer que llevaba años gustándole y Utahime sabía que nada serio podía salir de ello. Prefirió ver a Gojo como un hechicero y no solo como persona, aun si moría por ser suya.
—¿Es debido a que se trata de mí?
—Tú bien sabes el motivo por el que no quiero pasar esa línea —lo encaró molesta—. ¿Por qué estás sacando el tema ahora?
—Tengo mis razones.
—Si solo quieres sexo…, que otra te quite las ganas ¿no fue lo que dije? —frunció el entrecejo, ya estaba empezando a dolerle la cabeza.
—¿Y qué te respondí yo? —sonrió con sorna. Utahime en un santiamén se puso más roja de lo que ya estaba.
—No va a pasar…
—Aún te sigo gustando ¿cierto? Solo responde sinceramente eso y me iré. Lo prometo —levantó la mano solemnemente.
Jamás había dicho que le gustara, pero era obvio de suponerlo cuando ponías en la mesa todo lo que habían vivido desde que iban en la prepa. Utahime miró los profundos ojos celestes de Gojo, su nariz y sus labios. ¿Qué tanto daño podría hacer a su relación el decir con honestidad en voz alta algo que era evidente? Gojo nunca había necesitado que se le expresara verbalmente eso para acercarse, ni ella tampoco. En todo el tiempo desde que se conocieron ni uno ni otro había hecho mención explícita al gustarse, estar enamorado, querer o amar inclusive si se referían solo a la camaradería o amistad.
La respuesta era sí, sí que le gustaba todavía en un sentido más carnal que sentimental, no, no estaba enamorada de él actualmente, lo quería con el aprecio de un amigo y lo reconocía como la figura de poder que representaba. Temía que de dar rienda suelta a ese deseo otra clase de sentimientos más profundos e intensos se manifestaran y sufrir por Gojo no estaba en su lista de deseos.
"Si solo quieres sexo…"
¿Y si Gojo le dijera que no estaba solamente buscando acostarse con ella y realmente quería intentar algo serio? Si así fuera ¿respondería que estaba bien? ¿Le daría el beneficio de la duda y la oportunidad para no ser solamente amigos o amantes?
Su relación era complicada porque así lo habían decidido los dos. Desde que estudiaban la preparatoria surgieron indirectas y momentos en los que cualquier persona hubiera podido decir, incluido ellos, que tenían algo más allá de la amistad, sin embargo, no se requirió mucho tiempo para que ambos entendieran que clase de persona era la otra: Gojo no era capaz de comprometerse emocionalmente hablando y Utahime era absolutamente todo lo contrario a él. Aun así, de tanto en tanto, cada uno cedía a su manera, Satoru permitiendo ser acogido por serenidad de Iori y ella dejándose llevar por la irracionalidad de Gojo.
"¿Aún te sigo gustando?"
Una pregunta innecesaria, pero que seguramente la respuesta lo regocijaría.
Tiró del listón que mantenía su coleta y lo sujetó con ambas manos sobre la comisura de los labios de Satoru. Con parsimonia impropia de su previo estado, besó a Gojo sobre el listón que los dividía. Movió sus labios para profundizar aquella caricia que era dividida por la barrera física autoimpuesta. Satoru apretó con fuerza la cintura de Utahime, pero no podía mantenerse quieto del todo, recorrió su espalda con una mano mientras la otra sujetó su cabeza entre los húmedos cabellos azabaches. Sus labios también se movieron intentando corresponder el beso de ella, cediendo a su ritmo. A través del listón podía sentir la humedad de sus bocas y le frustraba no poder sentirla directamente, sin embargo, dejó que ella hiciera lo que le pareciera mejor.
Su beso era suave y pausado, sin vehemencia. Iori quería hacerle saber que, aunque hubiera un ardiente deseo entre sus cuerpos, también su pasión podía ser apacible. No quería solamente el cuerpo de Gojo, pero él guardaba con recelo los secretos de su corazón y eso era un muro que nadie había podido mover. Utahime no estaba dispuesta a correr el riesgo de entorpecer su relación como hechiceros por un amorío sin futuro.
El beso siguió, tranquilo y cálido, era doloroso cada vez que se permitían recordar que algo existía entre los dos, porque ni uno ni el otro era capaz de externar el dar un paso más allá.
Cuando estuvo satisfecha de su propia tortura dejó de besarlo. Miró el listón aún sobre los labios de Satoru, manchado de lo que quedaba de su lápiz labial.
No se habían "besado" desde que Gojo tenía veintitrés.
—Bien, ya te puedes ir.
Muchas gracias por leer!!
Debido al periodo de fiestas no se actualizará el fic el día 30 de Diciembre, sino hasta el día 10 de Enero (tal vez antes). Espero lo pasen muy lindo. Feliz navidad y feliz año nuevo.
