NOTAS:

Galletas shiroi koibito (que literalmente se traducen como "amante blanco") es una galleta estilo europeo fabricada por Ishiya Co., en Sapporo, Hokkaido. Es un souvenir súper popular (la fábrica cuenta con su propio parque temático). Son galletas de chocolate blanco, aunque hay otra version (black) con chocolate con leche.

En Gonpashi se grabó una escena de Kill Bill.


CAPÍTULO 11

Shoko había metido la pata, sin embargo, como los compromisos estaban hechos, simplemente hubo un ligero cambio de planes. Olvidó que tenía programada una cena con Ijichi el mismo día que le dijo a Utahime de ir a cenar juntas. Utahime por supuesto que le pidió cancelar su reunión y verse después, pero Shoko insistió en que no pasaba nada si iban juntos. Si Iori no hubiera sabido que la cita entre Shoko e Ijichi era por una fecha especial habría ido sin problema con los dos, después de todo, ya había pasado anteriormente el salir a tomar unas copas juntos. Como Gojo estaba ausente esa noche debido a su misión, quien había suplido el puesto fue el profesor Kusakabe.

Gonpashi había sido el destino de esa noche, en el distrito Nishi–Azabu, Minato en el centro de Tokio. El sitio era famoso entre locales y extranjeros debido a una exitosa película, más allá de eso, la comida era deliciosa y tenían buenos precios, el sitio era bastante grande y llamativo. Shoko no frecuentaba tanto ese izakaya como otros, pero le gustaba ir cuando tenía ganas de derrochar un poco más de dinero y dejarse influenciar por el bullicio que traía la gente. Gojo la llevó por primera vez hacía ya unos tres años.

Eligieron bajar a la ciudad porque Shoko e Ijichi pasarían la noche fuera de la escuela, el saber eso hizo sentir más culpable a Utahime de quedar con ambos y arruinar su cita. Pese a su sentir, la pareja no compartía para nada el pensar de su amiga, era cierto que debía ser una cena más íntima, pero no pasaba nada por compartirla con colegas, después de todo, Ijichi comprendía que Utahime era una muy querida amiga de Shoko y que además no se veían tan seguido como les gustaría. Ya tendrían ellos más noche para desquitar.

Como Kusakabe estaba al tanto sobre el romance entre la directora y el auxiliar asistente no hubo necesidad de guardar las apariencias, no es que ambos fueran acaramelados el uno con el otro, sin embargo, podían hablar con franqueza si habían hecho algo juntos o tenían planes para ciertas cuestiones.

La serenidad de la charla de esa noche fue reconfortante, aunque Utahime se propuso no beber de más para no darle problemas a sus compañeros, estaba pasándola de lo mejor. Había mucha comida en la mesa, más que cerveza. Shoko relucía en su discreta felicidad e Ijichi adoraba devotamente a su pareja. Kusakabe no pudo evitar insinuar el cuándo Ijichi se animaría a pedirle matrimonio, ya no eran unos jovencitos y con más de un año de relación ya debería saber si estaba dispuesto a pasar el resto de sus días al lado de Shoko. Ella se lo tomó de lo más normal mientras que Ijichi parecía eludir audazmente el tener que contestar algo en específico, Ieiri lo veía con dulzura. Había amor.

—Es una lástima que no haya podido venir Gojo. Le encanta este lugar —comentó Shoko. Disimuladamente miró de reojo la expresión de Utahime.

—Nos hace venir en domingo cuando sabe que el lunes tengo mucho trabajo —dijo con desánimo Ijichi, recordando viejas incursiones.

—Yo creo que es mejor así, estaría fastidiando como siempre —se quejó Utahime.

—¿No ha sido un poco raro estos días? —comentó Kusakabe.

Utahime tensó los hombros y dio un trago a su bebida para no tener que responder algo.

—Está de mal humor —le aclaró Shoko.

—¿Se habrá molestado por qué no pude acompañarlo esta vez? —preguntó temeroso Ijichi. Debía prepararse para su regreso y ver a que probable castigo sería sometido.

—No lo creo. Debe estar molesto por otro motivo…

—¿No volvió muy contento después del evento de intercambio? —inquirió Ijichi, ajustándose las gafas.

—Tal vez necesite un poco de lo que recibió en Kioto —habló Kusakabe, refiriéndose a los kyogashis que habían compartido juntos. Recordaba que estaba de lo más feliz preparando el usucha.

Iori se ahogó con su propia bebida ante el señalamiento de Kusakabe, comenzó a toser para intentar calmar el haberse pasado mal el trago, Shoko empezó a reírse, ninguno de los dos hombres entendió el por qué, obvio Utahime había pensado en las "otras cosas" que Gojo había conseguido en Kioto.

—S-señorita Utahime ¿se encuentra bien? —preguntó temeroso Ijichi mientras le ofrecía un vaso con agua.

Utahime se bebió todo el contenido.

—Discúlpenme.

Iori se levantó de su asiento para poder despejarse de los pensamientos ridículos que habían cruzado su cabeza. Kusakabe la miró con sospecha y movió el palillo del karage sobre su boca a un lado y a otro.

Al volver ya había un poco más de comida y Shoko tenía otro whisky servido. Utahime fue juiciosa y decidió controlarse para no terminar ebria, la noche, aunque fuera en grupo, le pertenecía a la pareja que tenía delante y ella debía volver con Kusakabe a la escuela, no podía darle problemas.

Llegó el punto en la reunión donde, ya entrada un poco más en copas, la directora fue un poco más melosa y desinhibida con su pareja, Ijichi parecía contento, aunque apenado de recibir el coqueteo en frente de otros, después de todo, llevaban mucho tiempo escondiendo lo suyo.

Independientemente de todo, esa fue la señal que los otros dos hechiceros interpretaron como el fin de la cena para los cuatro. Utahime y Kusakabe se despidieron de ambos sin mucho afán, al fin y al cabo, mañana tendrían que verse en la escuela.

Atsuya llevó a Iori en un auto de la institución, ya eran pasadas las once de la noche, así que él también se quedaría en la escuela, no tenía caso volver a bajar a la ciudad.

—Aún no puedo creer lo de Ieiri e Ijichi —dijo Kusakabe. Ambos iban a los dormitorios del personal.

—Me alegra que lo suyo vaya saliendo a la luz poco a poco, entiendo lo cansado que debe ser el estar ocultándose.

—¿Te haces una idea? —Kusakabe arqueó una ceja, bueno, tampoco es que supiera mucho de la vida sentimental de Utahime.

—E–es una pareja que uno no se esperaría —tartamudeó ante el cuestionamiento de su colega—, pero cuando los ves juntos entiendes por qué están enamorados.

—No conozco mucho a Ieiri, aunque Ijichi es alguien muy responsable en todo lo que hace. Eso debe darle tranquilidad a ella.

—Claro, a cualquier mujer le daría confianza tener a…

No pudo terminar de decir lo que quería, su pie se había atorado en el desperfecto del puente, el mismo que había hecho tropezar a Kei por la tarde. Había quedado atorada en el hueco y difícilmente podía sacarlo de ahí sin lastimarse un poco de por medio. Había tomado a Kusakabe por la espalda, valiéndose de su camisa para evitar caerse, él se giró para apoyarla a tomar compostura. Al ver que era lo que pasaba, amablemente se agachó para desatorar el pie de su colega. Utahime se quejó un poco al ser liberada, al parecer algunas astillas se habían encarnado en su empeine.

—Esto ha estado así desde hace dos semanas y nadie ha hecho nada por arreglarlo —renegó Kusakabe.

—Ya es una escuela vieja…

Kusakabe tomó la mano de Utahime y la hizo avanzar un paso más hacia él, solo con el fin de evitar que alguna tablilla floja fuera a desprenderse y volviera a ocasionar otro accidente. Iori sujetó el antebrazo de Kusakabe para no perder el equilibrio y poder echar un vistazo a su pie, sin embargo, al voltear, una sombra se irguió sobre ellos y su nombre, pronunciado de forma tan lúgubre, le hizo gritar de la impresión.

Dos minutos atrás, Gojo habría de encontrarse con una escena no tan placentera para el humor que se cargaba últimamente.

Acababa de llegar de la misión que le tomó toda la tarde y parte de esa noche. Caminaba tranquilamente rumbo a su dormitorio cuando dos siluetas a cierta distancia, paralelo a su ruta, llamaron su atención.

¿Había visto bien? ¿Qué clase de escena cliché era el que ella detuviera el andar de Kusakabe de esa forma en medio del puente? Parecía como si fuera a declararse cual colegiala, siendo la luna y las estrellas sus únicos testigos. Gojo arrugó la frente, no, no estaba para nada contento de que esos dos dieran tal espectáculo. Intentó no pensárselo mucho y volver a lo suyo, seguramente había una explicación más lógica que esos dos en medio de una confesión. Caminó cuatro pasos a donde iba, esto provocó que no se percatara de Kusakabe agachándose para ayudar a Utahime. Al quinto, su curiosidad no pudo más y volvió a dirigir su mirada a ellos: la había tomado de la mano gentilmente acercándola a él. Quería tirar las entrañas por la boca, dio otro paso más, según él, hacia la habitación. Su talón pisó la madera al frente suyo, más en el siguiente instante la punta de su pie ya estaba doscientos metros lejos de donde se supone debería haber tocado. No lo pudo evitar, se había teletransportado detrás de ella.

—U–ta–hi–me…

Iori gritó ante el susto de verlo aparecer de la nada y la forma en que se había dirigido a ella. Kusakabe también parecía sorprendido si hace un segundo atrás no estaba ahí.

—¡No te aparezcas de repente, idiota! —bramó Utahime, más molesta que asustada.

—¿Por qué? ¿Interrumpí algo? —preguntó hastiado y con un semblante de pocos amigos.

—De hecho…

Kusakabe quiso explicar lo que estaba pasando, solo iba a contar lo ocurrido para evitar cualquier malentendido, sin embargo, al ver a Gojo comprendió que la frase escondida en su lúgubre sonrisa claramente era un "te mataré".

Que cosas tan más interesantes estaba descubriendo esa noche.

—¿Está bien tu pie? —preguntó Kusakabe a Iori— Ten cuidado, estás parado sobre el agujero —señaló para Gojo.

—No es nada grave —respondió ella.

Gojo miró la tabla debajo de él, la cual, efectivamente, tenía un hoyo donde a la perfección cabía un pie. Utahime se quitó los tacones con cuidado. El peliblanco relajó su semblante al atender de que iba lo que había visto. Sin embargo…

—¿Salieron? —preguntó tras ver las ropas de ella. Iba en tacones y no era obviamente su kimono y hakama.

Utahime torció el gesto, estaba haciendo demasiadas preguntas que no venían al caso, más negarse a responder era malo, si no lo hacía, fácilmente la hostigaría hasta que confesara, pero si lo hacía podría darle una impresión extraña a Kusakabe al tener que rendirle cuentas a Satoru.

—Fuimos a cenar a Gonpachi.

Al final, el profesor Kusakabe respondió por ella, no le dio tiempo a decidir que era mejor o peor para la situación en la que estaban. Claro que, el hechicero del nuevo estilo de sombras solo estaba evaluando el terreno.

—¿Solo ustedes? —reclamó cauto. Encima que se iban juntos, elegían uno de sus lugares favoritos.

Él mismo se sentía irreconocible ¿cuándo se había visto que fuera tan entrometido en lo que hacía o no Utahime? Pero quería saber, ya no podía, aun si fuera involuntario, el ignorar la intromisión de alguna potencial amenaza.

—Junto a Shoko e Ijichi —dijo Utahime.

Error. Esa había sido una mala respuesta. Sabía que Gojo estaba al tanto de la relación de su amiga, entonces, que fueran a cenar los cuatro, en el estado mental que Gojo tenía actualmente y que le hacía sentir que debía dejar en claro que o quien le pertenecía, solo empeoraba las cosas.

"No he conocido a nadie y una mierda" pensó Kusakabe, los kyogashis de regalo ahora tenían nombre y apellido. Estaba disfrutando de lo lindo el molestar a Gojo, algo de lo cual no muy seguido podía darse el lujo. Tal vez lo odiaría un día o dos, pero se le iba a pasar cuando reflexionara que Utahime y él, obviamente, no tenían nada que ver más allá del hecho de ser maestros y hechiceros.

El silencio de la escuela no era para nada acogedor. El castaño decidió dar la estocada final.

—Parece que alguien sale sobrando.

Sopesó Kusakabe, claro que se refería a él mismo, aunque lo había dicho así para seguir en el juego con Satoru. Quería estallar a carcajadas cuando Utahime volteó a verlo, con el rostro alarmado por no saber interpretar lo que había dicho. Algo estaba cocinándose entre Gojo y Utahime, que jugosa información para alguien que le gustaba saber de todo.

Era ridículo que tuviera esos arrebatos de celos, Satoru no había actuado así desde los veinte. En su defensa diría que era debido al cúmulo de incipientes pretendientes que habían florecido cual mala hierba para la pelinegra en tan poco tiempo: primero Hijikata, luego Oki, Haruhi y ahora hasta Kusakabe… ¿Es qué siempre había sido Utahime así de popular?

Resopló molesto, claro que siempre fue querida, no era algo nuevo. Suguru se lo dijo en su momento cuando eran estudiantes: "hazlo si no quieres que alguien se te adelante". Cosa que nunca hizo.

Así no era como actuaba: en primer lugar, había estado molesto todo este tiempo por el hecho de que aquella llamada fuera meramente laboral y no para hablar sobre lo que había pasado entre ellos en el departamento de Utahime, o tal vez para pedir su opinión sobre el tema de ir a Hokkaido, o cuando menos contarle al respecto del ofrecimiento, pero no, nada de eso. Claro que agradecía el gesto de considerar su sugerencia sobre sus métodos de enseñanza, sin embargo, no era de lo que quería hablar.

Le había permitido tocar sin reserva su cuerpo, lo había besado señalando que aún le gustaba, todo para que tiempo después la encontrara en una cita doble con otro. Aunque, si de verdades se trataba, el hecho de que se gustaran tampoco había impedido que él se acostara con unas cuantas a lo largo de los años, ¿con qué osadía pretendía reclamar algo que ni siquiera él respetaba?

Muy canalla de su parte esperar que fuera Utahime quien hablara primero cuando él también podría haber sacado el tema si tan ansioso estaba por ello.

Satoru dio un paso atrás, no tenía derecho de reclamar o ponerse pesado con ella —o Kusakabe— porque ninguno de los dos estaba haciendo algo malo. Ambos eran libres y con el derecho de pasar su tiempo con quien mejor les pareciera.

El brazo de Utahime se extendió con premura al notar las intenciones del peliblanco de retirarse, apretó con fuerza la chaqueta negra del uniforme entre su puño. La contra luz no dejaba observar a detalle el rostro de Gojo, pero denotaba asombro, no esperaba esa reacción tan repentina de parte de ella. Kusakabe se rio a espaldas de Iori: eran demasiado obvios.

—Ay, hoy voy a dormir como bebé —dijo Atsuya a modo de despedida.

Utahime quiso decir algo, pero ¿qué podía decir para justificar lo que acababa de pasar? Ni ella siquiera pensó en las consecuencias sobre su estúpida movida. Menos mal y Kusakabe era una persona prudente.

—¿Qué fue todo esto? —dijo Satoru, aún viendo como su compañero se marchaba.

—En serio ¿qué demonios te pasa? —habló molesta. Bruscamente soltó su agarre de la prenda y buscó recargarse en la baranda del puente.

—¿Te duele? Utahime

—¿Ya no soy profesora Utahime? —le encaró aún más enojada.

—No sé de que hablas…

Alzó la pierna y ni así podía ver muy bien su pie, movió el tobillo arriba y abajo, notando efectivamente la punzada incómoda del objeto. De nuevo, en un abrir y cerrar de ojos, Satoru la tomó entre sus brazos, cual princesa. Utahime no quiso renegar, pasó su brazo junto con las zapatillas por detrás del cuello Gojo. No fue un viaje largo hasta los peldaños del edificio más próximo.

—Déjame ver —había dicho cómo solicitud, pero en realidad ya había tomado el pie de Utahime para revisarlo.

—¡Ten cuidado!, me duele si lo mueves.

—Solo es un raspón, no seas llorona.

—¡No estoy llorando!

Gojo sacó una astilla con sus manos sin avisarle antes a Utahime, le había dolido tanto que le dio un manotazo en la espalda al peliblanco.

—¡¿Por qué me golpeas?! —reclamó indignado tras ser golpeado por su "buena" acción.

—¡Si vas a quitarlas al menos avísame!

—Llorona —volvió a burlarse con una risita pilla y sacó una nueva astilla.

—¡Gojo! —bramó.

—Creo que si necesitas ir a la enfermería, algunas quedaron muy adentro y no puedo sacarlas.

—Grandioso —refunfuñó.

—Te llevo…

—Puedo caminar por mi cuenta.

—Te vas a lastimar más.

—Lo haré con cuidado —rezongó, apartando el pie de la posesión de Satoru.

—Eres necia…

—Ya vete, me las puedo arreglar sola. Una astilla en el pie no me incapacita.

—¿Y de cuando acá crees que te hago caso? —alegó de mala gana. Tomó su muñeca y le habló viéndola a los ojos desde su baja posición—. Te daré el privilegio de elegir si te subes a mi espalda, te echo sobre el hombro o te llevo cual damisela en peligro hasta la enfermería.

—¿Y no te puedes teletransportar como hace rato? —dijo con mala cara.

—No me apetece.

—Pues me apoyo en ti y ya…

Satoru se irguió, taciturno. Utahime lo vio y era notorio —al menos para ella— que estaba de muy mal humor.

—La espalda…

El salón de la enfermería no estaba tan retirado de donde el accidente había ocurrido, pero si los distanciaba más de las residencias de los hechiceros, Gojo, quien era un miembro recurrente de las instalaciones se había mudado a otro edificio más cómodo y privado. Pasaba tanto tiempo en la escuela o afuera haciendo misiones que el lugar se había convertido en su hogar, y eso era algo triste pese a que si tenía a donde volver.

La enfermera curó el pie dañado, el cual no presentaba lesión alguna salvo el raspón para el que solo dio un ungüento y una pastilla para la inflamación, lo demás se curaría con el tiempo siempre y cuando tuviera cuidado con la higiene de la herida que habían ocasionado las astillas. Gojo permaneció esperando afuera el rato que Utahime estuvo en curación, una vez atendida, tomaron rumbo de nueva cuenta a su respectivo lugar para dormir.

—¿Ya vas a decirme por qué estás tan mal humorado últimamente?

—¿Por qué sería si no es por tu culpa? —ofreció una sincera respuesta al cuestionamiento.

—¡¿Mi culpa?! ¡Tú eres el que se la pasa actuando como se le da la gana sin medir las consecuencias!

—Te dejas adular por Oki y ahora sales en una cita con Kusakabe —le reclamó como niño pequeño.

—Voy a aclarar esto, no porque tenga que rendir cuentas, sino para que dejes de ser un fastidio —dijo exasperada—. Que Oki reconozca mi trabajo no es mi problema y no, no tuve una cita con el profesor Kusakabe. Shoko lo invitó porque quedó de cenar conmigo y olvidó que también había quedado con Ijichi. Además, te recuerdo, no es la primera vez que salimos juntos sin ti.

—Te concedo lo de Kusakabe, ¿pero lo de Oki? No puedes negar que estaba seduciéndote a conciencia y tú no mostraste indiferencia.

—¿Cuál es el problema en que alguien como Oki, o quien fuera, muestre interés en mí? —replicó molesta.

—Solo lo hace porque quiere que vayas a Hokkaido, no es que le intereses de verdad —contestó hiriente. A veces no conectaba el cerebro con la boca.

—¿Tú qué sabes de eso?

—Escuché cuando Umeko y tú hablaban de ir a trabajar a Hokkaido. No fue a propósito, Maki puede corroborarlo.

—¿Eso es lo que te molesta? Que decida irme a Hokkaido —alzó la voz, lo había dicho como suposición más que como una verdad.

—¿Ya es un hecho? Aunque no pienso entrometerme en tu decisión.

—¿Sería tan malo para ti que me fuera? —preguntó confundida, no esperaba que esa posibilidad le generará inconformidad.

—¿A quién molestaría ahora?

—Gojo, tú eres un fastidio para todo el mundo.

—No lo haría, pero… hipotéticamente hablando, si te dijera que no estoy de acuerdo con la propuesta de Umeko… ¿Lo considerarías?

¿Por qué le estaba diciendo eso? Cuando le pidió a Utahime que lo apoyara jamás lo hizo con la intención de obligarla a estar a su disposición, mucho menos de hacerla sacrificar sus cuestiones personales o laborales por él. De nuevo esa conversación con Hijikata pasó por su mente.

—Hipotéticamente hablando…, si Gojo Satoru me pidiera permanecer en Kioto… Primero preguntaría los motivos.

—Supongo, que el hipotético Gojo diría algo como: juraste lealtad y consuelo.

En realidad, quería decirle que la consideraba suya y ya no estaba dispuesto a entregarla bajo ningún concepto a nadie, pero inclusive su hipotético Gojo no era capaz de decirlo en voz alta. No la detendría si era lo que ella quería y consciente estaba que sus palabras, en un tema como ese, podrían ser tomadas a consideración.

—Gojo, puedo ser leal a nuestras promesas sin importar donde me encuentre.

Eso era una mentira, de ser así ¿por qué no eligió a su prometido en lugar del mundo de la hechicería? Quería decirle eso, que había hablado con Hijikata antes de verse en el evento de intercambio y le había revelado cosas que a él no le hubieran pasado por la cabeza, no obstante, sacar al tema a ese hombre era algo delicado.

—Será más difícil cumplir la segunda —dijo luego de convencerse que no era opción viable desmentir lo que ella había afirmado.

—Y más fácil cumplir la tercera.

—Esa promesa es revocable cuando se trata de ti, pero si soy yo entonces debo acatar nuestro acuerdo al pie de la letra, ¿no es bastante injusto?

—No puedes quejarte, he sido demasiado permisiva en todos estos años.

—Deberíamos hacer una renovación de votos —propuso entusiasmado.

—Si, sugiero hacerlos más restrictivos.

—No seas intransigente…

—Entonces… ¿Qué diría el verdadero Gojo sobre Hokkaido? —preguntó de forma más cauta y seria.

—Envíame galletas shiroi koibito.

—Al menos serán más baratas y fáciles de conseguir que los kyogashis…

—Tacaña~

—Mira quien lo dice. Yo sí te he dado algún presente.

—¿Quieres qué te dé un regalo? Ciertamente nunca te traigo nada de mis viajes —reflexionó pensativo.

—No quiero nada.

—No haces un reclamo sin esperar algo a cambio.

—Vayamos a dormir ¿quieres? Hay que trabajar mañana.

—¿Quieres qué te lleve a mi habitación a dormir? —dijo de forma pícara adornado de una magnífica sonrisa—. No creo que esta vez le moleste a la directora.

—¿Sabes qué? Regálame el honor de tu silencio. Cierra la boca.

—¿Te da pena? —estaba siendo así de burlesco porque el tema era sumamente vergonzoso para ella y él lo sabía muy bien.

—¡Ya cállate! ¡No me lo recuerdes!