CAPÍTULO 24

De tanto en tanto Shoko alzaba la vista de los papeles en su mesa, sus ojos iban y venían siguiendo la silueta que se paseaba de un lado al otro por su oficina, además, escuchaba lo que suponía era un quejido amargo salir de su boca. Ninguno de los dos decía nada, Shoko estaba renuente a querer preguntarle, aunque, bien sabía que la buscaba a ella porque era la única que posiblemente le daría una respuesta sincera más allá de lo que él quería escuchar. Sin embargo, si quería su consejo —o lo que fuera— debía de pedirlo sinceramente, ella NO sería la primera en dar el paso.

Estuvo así durante cinco minutos o poco más desde que cruzó la puerta de su oficina. A veces tomaba asiento y luego se paraba, no encontraba como quedarse quieto. Luego de acomodarse sobre el marco de la ventana —la que usaba Shoko para fumar—, habló al fin.

—¿Ijichi te contó algo?

—No traicionaría la confidencialidad de tu privacidad, ni siquiera conmigo —respondió al instante sin dejar de revisar su papeleo.

Gojo calló unos cuantos segundos y dirigió su mirada a su amiga.

—¿Cómo supiste que Ijichi era el adecuado?

La directora se reclinó sobre su asiento y mirando al techo, caviló su respuesta unos momentos.

—No es que lo supiera de inmediato. Más bien sentí que era el adecuado una vez que estuvimos cierto tiempo juntos.

—¿Entonces por qué aceptaste salir con él? —preguntó con cierta confusión. Le parecía algo inusual que aceptara la propuesta de Ijichi, conociendo el hecho que él se tomaba las cosas muy en serio.

—Sabía que estaba interesado en mí desde hace tiempo, pero me pareció lindo cuando al fin tomó valor para confesarse. No perdía nada con darle una oportunidad.

—¿Estás enamorada de él? —dijo con suma curiosidad. Parecía un niño pequeño interrogando la relación de sus padres.

—¿Nunca has pensado en alguien sin motivo alguno? O al ver a esa persona el peso de tus hombros disminuye —relató ella tranquilamente. No pudo evitar que una sonrisa sincera se levantara de sus labios—. Me hace muy feliz, así que tendría que decir que sí.

—¿Pensabas en Ijichi sexualmente hablando antes de salir con él?

—Claro, tendría que atraerme físicamente para salir con él en primer lugar.

Gojo notó la absoluta sinceridad de las palabras de Shoko. Era la primera vez que hablaban de amor, en realidad era la primera vez que hablaba de eso con otra persona, exceptuando pláticas menos serias con Geto en su juventud. No tenía nadie más a quien recurrir para ponerle orden al caos de su mente. Shoko era su amiga y la única referencia entre sus conocidos adultos de confianza que tenían una pareja estable. Tal vez, si Yaga estuviera con vida, le hubiera preguntado a él, que ya estaba casado. Su corazón sintió algo de tristeza por su ausencia..., ¿su esposa estaría bien luego de su muerte? ¿Tendría él que someter a su mujer a una situación así algún día? Claro, si la tuviera. No le parecía correcto.

—Espera, ¿eso quiere decir que te gustaba Ijichi antes de que él se declarara? —estaba asombrado de que no lo hubiera notado. Resultaba que Gojo era malo cuando de sentimientos se trataba. No reconocía los propios, mucho menos los ajenos.

—Gustar tiene un amplio rango de implicaciones, pero sí estaba en mi lista de hombres con los cuales dormiría —confesó divertida. Gojo alzó las cejas—. Y antes de que preguntes, tú encabezas la lista de los que ni aunque mi vida dependiera de ello.

—Ah, esto es un dolor de cabeza —se quejó desganado.

—¿Pasó algo entre tú y Utahime?

No estaría ahí preguntando de su relación con el director asistente de no ser el caso. Era verdad que Ijichi no le dijo si vio o no a Utahime en el departamento de Gojo el día de la final del béisbol, pero sabía que ella estuvo ahí porque dos días después le preguntó por los chicos que habían tenido problemas, de no haber estado con Gojo esa noche no se habría enterado, a menos, claro, que Gojo se lo hubiera contado, lo cual no parecía ser el caso.

—Estuvimos en una situación... —dijo vacilante—, pero no pasó nada, ¿es eso extraño?

—Es que son imbéciles, no hay otra explicación —reiteró con dureza.

—No pude hacerlo. Sí quería, obvio que sí, pero no pude...—pocas veces se mostraba dudoso, por la forma en que jugaba con sus manos, era uno de esos momentos—. Creo que ahora ella debe estar molesta conmigo.

—¿El derrame cerebral te volvió impotente?

—No creas que no te golpearé por ser la directora o mujer... —dijo molesto. Shoko se rio del comentario.

—¿Por qué no pudiste?

Gojo hizo una mueca. Se acomodó mejor en el marco de la ventana y miró al piso. Esa era una buena pregunta, se la había estado haciendo desde esa noche.

—No quiero lastimarla...

—¿Estás presumiendo o lo dices en serio?

—Lo digo en serio.

Esa era la conclusión a la que había llegado sin importar cuanto buscara una excusa. Quería tenerla porque le gustaba, le gustaba muchísimo, así mismo, no quería hacerlo porque se sentía incapaz de devolver el amor que le podría ser confiado.

Shoko sintió pena por ambos, ahora que Gojo se sinceró con ella, podía decir sin temor a equivocarse que él la quería, al menos lo suficiente como para no tomarse a la ligera lo que pudiera —o no— suceder.

—¿No es eso lo que siempre has querido? Un polvo y cada quien con sus vidas, como si nada pasara —le cuestionó con severidad.

—Si me lo hubieras preguntado cuando era mucho más joven... diría que sí, sin dudarlo.

—¿Estás huyendo de sus sentimientos o de los tuyos? Sí quieres algo más díselo.

—En este punto, creo que no sé si vale la pena intentarlo —confesó con desgano. Había cierto tono de hartazgo en su conclusión.

—Hazte a un lado entonces y déjala ser feliz —Shoko respondió con furia, estaba molesta por la respuesta de Satoru—. Vas y sueltas mierdas de que no quieres que se marche a Hokkaido por mero egoísmo. La celas como si te perteneciera. Te insinúas intentando provocarla sin querer asumir consecuencias —con cada reproche que le hacía a Gojo, alzaba más la voz—. No eres más que un idiota que no se la merece.

—Vaya, te lo estabas guardando —dijo sorprendido por el ataque.

—Como tú amiga te lo digo: déjate de estupideces.

—Sí te caigo bien ¿cierto?

—Para tu fortuna, la mayor parte del día.

Gojo se rio de la respuesta. Estaba regañándolo muy abiertamente, pero necesitaba que alguien se lo dijera sin adornar las palabras.

—¿Debería olvidarme de Utahime? —sonrió con amargura. Una parte de él sintió el reflejo de la conversión con Hijikata.

—¿Por qué me lo preguntas a mí? Si eso es lo que quieres, entonces hazlo. Pero no te arrepientas de tu decisión.

—Tienes razón. No quiero que se sienta obligada a quedarse por sentirse atada a nuestras promesas.

—Gojo... solo habla con ella ¿es tan difícil? —Shoko estaba al borde de la exasperación.

—La última vez que hablamos sobre ello... Dijo que quería que las cosas siguieran igual.

—¿Y tú? ¿Quieres mantenerlas igual? A mí no me lo parece.

—Es un mal momento para querer ser sincero ¿sabes?, si dijera algo que la hiciera cambiar su decisión de ir a Hokkaido me sentiría culpable. No quiero ser la causa de que ella no elija otra vez lo que más le conviene —explicó con bastante seriedad su punto—. Sé que le dije que no estaba de acuerdo y he sido reacio al hecho de que se vaya, sin embargo, si ella decidiera aceptar... La apoyaría totalmente.

—¿Por qué hasta ahora? ¿Después de tantos años de rechazar la idea de pronto cambias de opinión?

Satoru hizo una mueca y exhaló todo el aire en sus pulmones.

—La insistencia de mis padres. Hijikata haciendo que me vuele la cabeza. La propuesta de Hokkaido. Utahime misma. Supongo que todo se juntó y me hizo reflexionar sobre lo que he estado haciendo todos estos años.

—¿Hijikata? ¿Él qué tiene que ver en este punto de la historia? —preguntó confundida.

—Hablamos antes del evento de intercambio.

—Ellos no se han vuelto a encontrar desde que terminaron —le aclaró, por si pensaba que Uta seguía teniendo sentimientos por él.

—Lo sé. No es eso —dijo en tono amargo al recordar la plática—. Él está casado ahora. Cuando vi la foto de su hija, pensé en cuán agradecido estaba que Utahime no fuera la madre —Gojo se rascó la cabeza, incómodo de sus recuerdos—. Le dije cosas hirientes y él me devolvió el gesto afirmando que había sido mi culpa que hubieran terminado. ¿Qué tan cierto es?

Shoko estaba que no se lo creía, que los dos principales hombres en la vida de Utahime hubieran tenido, al fin, ese cara a cara que debió suceder mucho antes... Si tan solo Gojo se hubiera atrevido a enfrentar sus sentimientos por Utahime.

—No creo que me corresponda decirlo, pero si de algo te sirve tú no eres culpable de su ruptura.

—Por supuesto que no. Me dediqué a solo ser un espectador.

—¿Y es así cómo quieres continuar? Siendo un espectador en la vida de Utahime.

—¿No ha sido siempre ese mi rol? —dijo entre risas, como si no le importara.

Shoko frunció el entrecejo, obvia molestia en su semblante.

—Entonces: enviaras a Utahime lejos de ti. Te olvidarás de ella y ella de ti. Te casarás, como quiere tu familia, con una hechicera que tenga un buen ritual. Tendrás a tu heredero. Utahime conocerá a un buen hombre, le dará los hijos que ha querido y todos vivirán felices siguiendo el papel que se exigieron. ¿Más o menos es la visión que tienes?

—Exceptuando la parte donde me caso. Sí, algo así es lo que espero.

—¡Sal de mi vista! ¿quieres? Estoy a punto de golpearte —bramó Shoko—. No ¿sabes qué? Hay una misión en Kagoshima. Te la doy. Vete ahora mismo y no vuelvas hasta que te arrepientas de lo que acabas de decir.

—¿Estás bromeando? ¿Me enviaras a Kagoshima? ¿Sabes cuantas horas son?

—Ocho horas y cuatro trenes; dieciséis si vas en auto. Así que vete yendo. Ni pienses en llevarte a Kiyotaka y te prohíbo usar la teletransportación.

Shoko puso su sello en el papel y escribió el nombre de Gojo Satoru como si se tratase de la mismísima Death Note. Le mostró la hoja con un semblante sombrío.

—¿Todos los directores son así de intransigentes? —comentó tomando la solicitud.

—Largo.

...

Volviendo días atrás, a la madrugada del 1ro de noviembre en casa de Gojo Satoru...

¿Qué haría ahora? No esperaba que alguien fuera a interrumpirlos esa noche y estaba segura de que no tendría el valor después, como había pasado en Kioto, de sacar el tema a flote y preguntar qué demonios estaba pasando entre los dos.

Por más que daba vueltas en el sillón intentando dormir no podía conciliar el sueño, cada vez que cerraba los ojos pensaba en Gojo, en los dos. No era posible lo que su imaginación estaba creando... Un futuro donde estuvieran juntos.

Frustrada por sus pensamientos, concluyó que lo mejor sería darse un baño.

No era la primera vez que visitaba el hogar de Gojo, aunque ese departamento en particular era nuevo para ella. Cuando entró a la habitación del peliblanco se sorprendió de lo bien ordenada que estaba, era bastante minimalista y suponía que era lo correcto ¿para qué tener tantas cosas si no pasaba tiempo en casa? Tenía la impresión de ser una intrusa.

El cuarto de baño era enorme también, tenía un espacio con una gran tina y a un lado, rodeada de un cancel de cristal, una regadera. El closet de la ropa estaba separado del baño por una puerta corrediza, si hubiera sido más curiosa podría haberse asomado a ver que había adentro.

Sobre el amplio lavabo de mármol en tonos blancos y grises había pocas cosas de uso personal, entre ellas tres colonias de distintas marcas de lujo, por supuesto. Abrió una por una, distinguiendo bien como sería la mezcla de la esencia de Gojo con cada una de ellas. Esa noche había usado la que quedaba en mayor cantidad dentro de la botella.

Siguió observando todo lo que había en el baño hasta que un pequeño objeto en particular llamó su atención, no se encontraba a la simple vista, sin embargo, pudo notarlo por estar husmeando tan a detalle.

Era una punzada en el pecho muy incómoda.

Tomó entre sus manos el labial, era de color magenta, no era un producto nuevo. Le pertenecía a alguien y ya sea por olvido o a propósito, estaba en el baño de Satoru, eso solo podía significar una cosa.

"Bueno, debería sorprenderme más el hecho de que yo me sorprenda por encontrar estos objetos aquí. No es como si no supiera que él también hace ese tipo de cosas. Es su casa después de todo".

Dejó el labial en el mismo lugar donde lo había encontrado. Se quitó la ropa de forma desganada y abrió el grifo del agua caliente de la regadera, una vez que decidió la temperatura adecuada entró para tomar la ducha.

"¿Por qué creí que tenía un trato especial de parte de él? Después de todo, yo también me he acostado con otros hombres. Incluso el último año así fue. Shoko dijo que estaba viéndose con alguien más desde hace tiempo... ¿Es por eso que me rechazó? No tendría por qué haberlo hecho si eso es lo que siempre había querido. Entonces ¿la está tomando en serio?... Aun así, él me besó".

El shampoo olía bonito, era una marca que no conocía, pero tenía un olor agradable.

"¿Cuántas mujeres habrán pasado por aquí?

No entiendo por qué nunca he podido atreverme a hacerlo con él cuando les he dedicado una sola noche a unos cuantos sin remordimiento alguno. No, sí lo sé, lo sé muy bien. No quiero que nos hagamos daño, no lo soportaría viniendo de Gojo.

Si nos hubiéramos acostado hoy y mañana me dijera que va a casarse con alguien más... yo... Lo odiaría por siempre".

No tomó ninguna toalla, que tonta, solo se metió sin pensarlo. Había poco a la vista, pero al lado de la puerta corrediza estaba una cajonera. Ya no quería ponerse a revisar más para terminar encontrando cosas que no quería ver.

Se exprimió su largo cabello, las gotas de agua caían en el piso y se escurría hacía la coladera. El cancel estaba totalmente empañado por el vapor, escribió la palabra idiota en toda la puerta antes de salir. Abrió un cajón y para su fortuna solo eran toallas.

"Tal vez que Ijichi haya llegado es una señal divina para que no suceda nada. Fue lo mejor, yo perdí los estribos solo porque había sido un poco lindo conmigo últimamente. O tal vez estoy ovulando. Qué asco, pareciera que estoy necesitada de atención o algo así".

Utahime fue a la cocina, tanto pensar estaba dándole hambre. En el refrigerador solo había botellas con agua, dos sodas de fresa y un paquete de taiyakis rellenos de frijol dulce. La alacena también tenía pocas cosas, en su mayoría no perecederos de obviamente índole dulce. Era muy extraño, que aún en la poca despensa, hubiera una botella de vino... ¿para qué? Gojo no bebía alcohol, aunque la botella estaba cerrada, era obvio que el licor no era de él.

Al final terminó calentando un Taiyaki en el horno de microondas y fue a comérselo en el sillón. Se asomó por la ventana, aún seguía oscuro afuera: eran alrededor de las tres de la mañana. Encendió la televisión, inmediatamente se abrió en la pantalla un servicio popular de streaming, al parecer Gojo estaba viendo una serie sobre mafiosos ingleses.

Por más que veía el catálogo nada le interesaba, decidió poner lo primero que apareciera en la lista de "acción", tenía la esperanza que le diera sueño viendo la TV. El reclinable del área de ocio de Gojo era bastante cómodo.

"Para empezar ¿por qué estoy tan molesta luego de encontrar el labial? ¿Y qué hay del vino? Yo ya sabía que él no quiere nada más allá del sexo, ¿estaba ilusionada acaso por su negativa en que fuera a Hokkaido? Además, Shoko ya me había advertido que él estaba viendo a alguien.

Si lo pienso bien, Gojo sigue siendo un idiota conmigo, solo es un poco amable porque somos amigos, pero nada más. Y, a decir verdad, la única diferencia de su comportamiento entre Shoko y yo es que conmigo quiere tener sexo y con ella no, es decir, también la trata de una forma que no trata a los demás.

¿Será lo mismo con Mei–san? Ahora que lo pienso... ¿Ellos habrán tenido algo? Mei–san no parecía disgustarle la idea, sobre todo porque Gojo tiene mucho dinero..., ¿habría sido capaz? No lo creo.

¡Utahime deja de pensar tonterías y ya duérmete!. Deberías estar más preocupada por la situación de los alumnos".

Pero por más que no quería darle vueltas al asunto, estaba infinitamente consternada sobre toda la situación que los rodeaba. Una parte de ella sentía de verdad que algo en su relación con Gojo había cambiado y por otro lado también estaba insegura sobre ello, ya que, si así fuera se lo habría dicho ¿no?

Por si fuera poco, básicamente la había rechazado esa noche... Entonces ¿era por alguien más? O ¿ya ni siquiera para eso la quería? ¿De verdad su relación solo había evolucionado a la más simple amistad? Pero la había besado y no de la forma en la que besas a cualquiera.

Su corazón resonó como tambor de guerra al recordar el labial y el vino. Si esculcaba más estaba segurísima de que encontraría condones.

"¡Vete al diablo, Gojo!, en serio. Me da rabia pensar en lo estúpida que fui. De ahora en adelante cumpliré mi promesa al pie de la letra. No dejaré que me pongas una mano encima, esta fue la última vez, lo juro. Hacer esas cosas conmigo cuando te acostabas con alguien más.

Aunque esta vez la que comenzó fui yo...

Bueno..., pero hay mucho polvo en el departamento, eso quiere decir que el labial está ahí desde hace tiempo ¿no?.

Espera ¿por qué trato de justificarlo? ¡No necesitas una casa reluciente para revolcarte con alguien!. Maldición, Utahime, ¡decídete de una buena vez!

¿Y si le preguntara? ¿Qué le voy a decir? [Oye encontré un labial en tu baño, ¿has estado con alguien en los últimos meses?] ¡Por supuesto que no!, eso me haría parecer una acosadora.

Basta, deja de darle vueltas. Voy a ser firme en mi decisión, jamás volveré a insinuarme y le pediré que deje hacer lo mismo. Lo de hoy no volverá a repetirse".

No podía ponerse de acuerdo con ella misma y eso que realmente no había pasado nada en concreto. Conociéndose como lo hacía, eran precisamente esa clase de rencores los cuales quería evitar. Confiaba en Gojo en muchos aspectos, pero si hubiera que decir uno solo en el cual la hiciera dudar, ese sería el cómo cuidaría su corazón.

Una cosa era ser amigos y otra ser pareja. Si ya de por sí, con solo lo primero estaban como perros y gatos, ahora, compartiendo un vínculo romántico..., no quería imaginarse donde pararían sus rabietas sintiéndose como se estaba sintiendo en esos momentos por la culpa de un estúpido labial.

Claro, estaba dando por hecho que Gojo sería una mala pareja, lo cual era una alta posibilidad, sin embargo, no dejaban de ser suposiciones y no lo sabría con certeza hasta que lo comprobara, no obstante, para ello implicaba una confesión y posteriormente una respuesta afirmativa.

Ya no parecía como el mejor día de su vida.

...

No bromeaba con lo de Kagoshima, le llevó dos días completar la misión y dos días más entre ir y volver desde el extremo sur de Japón hasta la capital de Tokio. Shoko era cruel, como todos los anteriores directores, para ese punto, Gojo pensaba que era una especie de requisito para el puesto.

Estando en Kagoshima, recibió un particular mensaje de cierta persona bien conocida por él, al ver que era una invitación para reunirse, le pareció que sería la oportunidad ideal para descubrir de una vez por todas cuáles eran sus verdaderas intenciones.

Respondió que sí, y después de entregar —sorpresivamente diligente— su reporte de misión a la directora, quien seguía hecha una pantera con él, se preparó para en un par de días verse con aquella cara muy familiar.

La noche designada llegó y estaba pintada para que todo siguiera el curso natural de las cosas, que hasta el momento, nunca había sido de otra manera.

—Me sorprendió que aceptaras, habías estado dándole largas a mi cita.

—Tenía cosas por hacer —se disculpó muy quitado de la pena.

—Te ves tan apuesto como siempre —dijo Yuri de forma ensoñadora, como si un príncipe estuviera frente a ella. Inmediatamente se prendió del brazo de Gojo.

—Y no me he esforzado absolutamente nada —respondió de forma fanfarrona.

—Ya lo creo —sonrió con simpatía para él—. Vamos.

Yuri Yamazaki, una hechicera de primer grado, era dos años menor que Gojo y había sido compañera de Ijichi cuando este estaba en el curso de hechiceros. Satoru y ella no convivieron mucho en la escuela, no obstante, con el paso de los años volvieron a cruzar caminos más a menudo hasta llevarlos a algunos encuentros menos profesionales y más personales.

Ella entendía los principios de Gojo y aceptaba sin reparo su particular disposición hacía el compromiso. Hubiera querido poder atraparlo, porque era alguien con quien se divertía dentro y fuera de la cama, sin embargo, no le tomó demasiado tiempo descubrir que eso sería imposible, así que fue inteligente y decidió simplemente continuar con sus encuentros casuales, después de todo, aun sin ser una pareja, Gojo la trataba muy bien.

Su mesa estaba al lado de la ventana, con una vista muy hermosa de la ciudad. Yuri se encontraba de lo más contenta, Gojo le había reservado una cena en su restaurante favorito: uno muy lujoso y exclusivo de comida italiana. Habían ido ya unas tres veces con anterioridad, así que sabía cuánto le gustaba a ella.

—¿Has estado muy ocupado? No habíamos salido desde primavera.

—Los preparativos del evento de intercambio toman mucho tiempo. Además, estuve entrenando arduamente a los chicos de primero.

—Tan responsable, profesor Gojo —dijo como burla entre una simpática sonrisa.

—¿Qué tal han estado tus misiones?

—Bien, considerando que no me han dado muchos problemas —respondió con seguridad.

—Eres buena en lo que haces.

—Gracias por el cumplido.

Nunca había sido tan consciente de la forma en que coqueteaba con él. Cómo acomodaba su cabello, los intentos por rozar sus dedos con su mano, la forma de vestir. Sentía que estaba adulándolo de forma innecesaria, aunque él hubiera hecho referencia con anterioridad a gustarle que hablara bien de él, solo que esta vez tuvo un poco de reserva al recibir esos cumplidos.

Yuri aprendió que decir y cómo decirlo para generar una respuesta satisfactoria en Gojo. No preguntaba de más, no indagaba en cosas que no eran de su incumbencia. Ella se había rendido pronto en tratar de conocer a Gojo más allá de la máscara que él utilizaba, sabía perfectamente que era algo que al peliblanco no le gustaba. Satoru tampoco se mostró muy interesado en indagar en cuestiones muy personales respecto a ella. Se llevaban bien puesto que Yuri conocía completamente su lugar como amante del peliblanco.

—La cena estuvo deliciosa ¿qué quieres hacer ahora?

La pregunta era retórica, porque en su rutina lo siguiente sería ir a casa de Satoru o en su defecto a algún hotel, a degustar otra clase de manjares.

Y efectivamente, así fue.

—Hoy estás muy tranquilo ¿sigues cansado por tu misión en Kagoshima?

—Para nada.

—¿No tenías ganas de verme? Con lo mucho que te extrañé yo —Yuri rodeó a Gojo con sus brazos, tomándolo del cuello.

—Cuando tienes muchas cosas por hacer sueles estar muy enfocado en tus tareas como para pensar en algo más.

—Eres demasiado honesto —lo regañó.

—Es una virtud poco apreciada.

Yuri besó sutilmente los labios de Gojo, acariciando con lasciva el pecho y los hombros del ojiazul, él solo se dejó besar, poniendo su mano en la espalda de ella. Cuando llegaron hasta su puerta, la hechicera entró sintiéndose en casa, como no era la primera vez que iba lucía cómoda. Gojo notó que la calefacción seguía encendida, llevaba así casi dos semanas, no había vuelto al departamento desde la final del béisbol.

—Me parece que hace siglos no vengo. Que desperdicio que puedas costearte una vida de lujo aquí y no la aproveches.

Gojo se quedó parado en medio de la estancia, viendo como ella se ponía de lo más a gusto en el sofá, no era extraño para él que se tomara tantas libertades. Sinceramente no le importaba. Yuri cruzó las piernas, aprovechaba la abertura de su vestido para mostrarle lo largas y suaves que eran.

—¿Sabes? No había querido mencionarlo para no incomodarte, pero... Alguien de tu familia habló conmigo.

—No eres la única, descuida.

No le sorprendió que tuvieran esa conversación con ella, ya que Kusakabe le había advertido que tenían tiempo indagando aquí y allá, a decir verdad, Yuri era un increíble prospecto.

—Me siento halagada de que tu familia piense que podría ser alguien de provecho para ti.

Gojo sonrió, era muy lista y sabía que si usaba la palabra "esposa" eso marcaría tajantemente una pared entre los dos.

—Después de todo, eres bastante bueno haciendo lo que ellos quieren conseguir.

—Fue lo que yo dije.

Yuri le indicó que tomara asiento a su lado y él cooperó a su solicitud. La hechicera se subió un poco más el vestido y se puso a horcajadas sobre Satoru. Lo besó en la boca y movió sus caderas de manera sugerente para estimularlo, esta vez el peliblanco respondió mejor a su libídine.

—Sé lo qué opinas al respecto —le susurró en los labios—, sin embargo, si tú quisieras... Yo estaría dispuesta.

—Que amable de tu parte... —dijo con desbordante ironía.

—Considéralo —insistió muy segura.

Sus labios se apoderaron nuevamente de él y reanudó el vaivén de su cuerpo intentando provocar la dureza del ojiazul, Gojo le acarició las piernas, su atributo favorito de Yuri. Los besos y las caricias siguieron unos momentos más, aunque las cosas no evolucionaron al ritmo que Yuri estaba acostumbrada. Ya sé lo había comentado en el elevador, que parecía más reservado de lo normal esa noche. Lo más sensato fue detenerse unos instantes y ver que pasaba después.

—¿Tienes el vino qué te regalé?

—A menos que un fantasma lo haya bebido, debería de estar en la estantería —señaló la cocina.

—Una copa estaría bien.

—Todo tuyo.

Era caballeroso, pero tampoco era un sirviente, cierto era que se trataba de su departamento, más no era un anfitrión muy dedicado, mucho menos para andar sirviendo alcohol. Yuri ya había aprendido en el pasado, así que no se molestó cuando Gojo le indicó que podía tomarlo por cuenta propia, después de todo el vino era de ella.

—¿Y esto?

Había quitado algo del refrigerador, Yuri miró curiosa el papel y se rio. Gojo no sabía de que hablaba así que fue para revisar, la hechicera le entregó la nota adhesiva.

Observó curioso el contenido grabado en ella, al darle la vuelta al papel había algo escrito. Contempló seriamente lo que tenía en las manos y trató de rebuscar un significado, aunque el mensaje era muy claro. Después de unos segundos volvió a sonreír y guardó la nota en el bolsillo de su pantalón. Miró a Yuri, quien estaba descorchando el vino; era una mujer sumamente hermosa, con talento, inteligente y divertida, no era extraño que su familia la hubiera buscado.

Tenía decisiones importantes que tomar.

Gojo habló y lo que dijo tomó desprevenida a su acompañante.

—¿Qué? ¿Estás bromeando?

Estaba muy sorprendida por lo que le había dicho, era la primera vez que mencionaba algo como eso.

—No. Lo digo en serio —comentó de lo más animado.

...

NOTAS:

La verdad no tengo nada que decir respecto a este capítulo, salvo que disfruté mucho hacer la conversación de Shoko y Gojo.

Nuevamente muchas gracias por su infinito apoyo y amor al fic!