Disclaimer: los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es Hoodfabulous, yo solo traduzco con su permiso.


Disclaimer: The following story is not mine, it belongs to Hoodfabulous. I'm only translating with her permission.


Capítulo 15

El Terreno del Diablo

"El infierno está vacío y todos los demonios están aquí."

~William Shakespeare~

—¿Me temes ahora? —susurró Edward con un tono preocupado, uniéndose a mí donde me encontraba de pie y presionando un suave beso en mi mejilla—. Jamás te lastimaría a ti. Eso lo sabes, ¿cierto?

—No te tengo miedo —respondí con un suspiro—. Temo lo que vaya a pasar. Tengo miedo de que nos descubran y de que te vaya a perder por eso.

—Nadie será descubierto —me dijo con un último beso antes de apartarse y sacar la llave de ruedas de la parte trasera de la furgoneta—. No hay tiempo para quedarnos a charlar. Necesitamos regresar esta furgoneta y deshacernos de la evidencia.

Estaba aterrada de regresar la furgoneta al callejón junto a la tienda de Nana. El cuerpo muerto de Jacob había estado allí tirado el tiempo suficiente para empapar la alfombra con una pequeña cantidad de sangre. Después de arrojarlo al río, Edward, Garrett, y Jasper arrancaron la alfombra hasta que no quedó nada más que metal al descubierto.

—¿Qué van a hacer con la alfombra? —le pregunté a Edward mientras él, Jasper, y Garrett la enrollaban.

—Quemarla —respondió, metiendo la alfombra en la caja de la camioneta de Garrett—. ¿Tu abuela usa la furgoneta lo suficiente para notar su ausencia antes de que pueda reemplazarla?

—No —contesté, tirando preocupadamente de un mechón de cabello—. Los únicos que usamos la furgoneta somos yo, Kate, y Emmett, pero no hay entregas previstas hasta la próxima semana.

—Habré reemplazado tu alfombra antes de eso —dijo con un tono tranquilo y seguro—. Me llevaré la llave de ruedas conmigo. Carlisle sabrá que hacer con ella. La tiraría al río si no me preocupara que la saquen eventualmente, una vez que la policía se de cuenta que Jacob no volverá. Después de irnos de aquí, dejaré la furgoneta en el callejón y regresaré a mi casa.

—No —dijo mi hermana, llamando nuestra atención.

Alice estaba apoyada contra la camioneta con los brazos cruzados sobre su pecho. La expresión atormentada había desaparecido y en su lugar había una de terquedad.

—Todos van a enloquecer cuando se den cuenta que Jacob desapareció —explicó mi hermana—. Billy Black es muy cercano a nuestra familia. No se puede predecir quién se aparecerá por nuestra casa en los próximos días. Nana podría ir, queriendo chismear al respecto. Aro podría ir, si Jacob estaba siendo honesto sobre seguirnos bajo sus órdenes. Diablos, el mismísimo Billy Black podría ir a investigar. Destrozará el pueblo en busca de evidencias sobre la desaparición de su único hijo. Tenemos que separarnos por un tiempo.

—No —Edward le dijo con ojos resplandecientes, acercándome a su lado y acurrucándome bajo su brazo—. No dejaré a Bella.

—Entonces serás su muerte. —Alice se encogió de hombros, apartándose de la furgoneta y caminando hacia donde se encontraba Jasper—. Lo crean o no, tengo una asombrosa habilidad para presentir cosas. Raramente decepciono.

Alice dio unos golpecitos al costado de su cabeza con una sonrisa maliciosa. Mi piel se erizó ante sus palabras. Kate y yo intercambiamos miradas solemnes y cómplices. Mis dedos encontraron su camino en mi cabello y jalaron ansiosamente.

—Ella tiene razón —le dije a Edward con vacilación—. Deberíamos separarnos, solo por un corto tiempo. Todos estarán buscando a Jacob. No pueden estar deambulando por Mayhaw como lo han estado haciendo las últimas semanas. No es seguro para ustedes o para nosotras. Solo llamarás la atención a ti mismo, a Garrett, y a Jasper.

—No me gusta dejarte —dijo Edward, llevándome contra su cuerpo firme y plantando un beso deslumbrante en mis labios—. No me importa lo que tú digas o lo que tu hermana diga. No estaré lejos de ti en absoluto.

No dudaba de sus palabras.

Después de que Kate y yo regresamos la furgoneta, sin incidentes, al callejón lateral, nos reunimos con el resto del grupo. Los seis nos encontramos en una carretera secundaria polvorienta mirando a la pequeña y destartalada casa roja de Jacob Black con intenciones de entrar a la fuerza.

Los chicos estaban convencidos de que la amenaza de Jacob no debía tomarse a la ligera. Alice, Kate, y yo hicimos de vigías mientras Edward, Garrett, y Jasper entraban a la casa de Jacob, buscando cualquier evidencia que Jacob pudiera tener sobre nosotras o los Cullen.

Episodios de CSI y NCIS pasaron por mi mente. Le expresé mis preocupaciones sobre las huellas dactilares y ADN a Edward. Él sonrió, sacudió la cabeza con diversión, y me aseguró que tendrían cuidado. Él era así de negligente. Solo esperaba que no le saliera el tiro por la culata.

Los chicos entraron a la casa a través de una ventana trasera que no estaba cerrada con llave. Alice, Kate, y yo nos sentamos en la camioneta de Garrett a un costado de esa carretera desolada, esperando ansiosamente su regreso.

Edward, Garrett, y Jasper buscaron por todos lados, pero no encontraron nada en la casa de Jacob aparte del típico desorden de soltero. Si él tuviera las pruebas que dijo tener sobre mi familia y los Cullen, no se encontraban en esa pequeña casa roja.

Alice y yo nos separamos a regañadientes de Kate y los chicos. Cuando llegamos a casa, saqué una bolsa de guisantes congelados del congelador, lo presioné contra mi sien inflamada, y de alguna manera me sumí en un sueño inquieto.

Mis sueños estaban llenos de recuerdos de las manos de Jacob tocando mi cuerpo, sus puños impactando contra mi cráneo, los caimanes rasgando su carne. Me desperté gritando con una bolsa de guisantes descongelados bajo mi cabeza. Alice estaba enredada en las sábanas a mi lado, mirándome solemnemente a los ojos aterrados. Era obvio por su apariencia demacrada de que ella no había dormido.

Después de su inútil intento de palabras de consuelo, Alice se fue a trabajar sin mí. Iba a mentir por mí, le diría a mi abuela que tenía un virus estomacal. Nana le creería a Alice. No ir a trabajar era algo raro de mi parte, y siempre era por motivos legítimos.

Después de salir de la cama, me miré al espejo del baño, horrorizada por lo que vi. La bolsa de guisantes había ayudado con la inflamación al costado de mi rostro, pero dejó un feo sarpullido rojo a su paso. Las puntas de mis dedos rozaron la quemadura helada. La piel allí estaba entumecida y áspera.

Respirando profundamente, bajé las escaleras torpemente y rebusqué en el botiquín hasta que encontré un frasco de ibuprofeno, un medicamento para dormir. Tomé cuatro, por si acaso, respondí uno de los quince mensajes de Edward, y pronto me quedé dormida en el sofá.

A través de la oscuridad, sentí unos dedos gentiles tocar mi rostro hinchado. El tacto era reconfortante y familiar. Sonreí, flotando en una neblina de medicina para dormir. Creía que estaba soñando hasta que sentí el aliento dulce y caliente de Edward mientras sus labios rozaban mi mejilla.

—No puedes estar aquí —murmuré, luchando para abrir los ojos.

Sentía que mis ojos estaban pegados. Sentía la cabeza pesada y aletargada.

—Tenía que ver cómo estabas —susurró—. Tenía que asegurarme de que estabas bien. Me iré ahora, antes que Alice regrese a casa. Está loca, y la gente loca tiene fuerza sobrehumana. Ella podría ser la primera persona que me patee el trasero.

Me reí de sus tontas palabras. La risa hizo que mi cabeza zumbara y se hinchara. Gimiendo, me volví a dormir, afortunadamente sin otros sueños de Jacob Black.

Me desperté por completo en la mitad de la noche. Alice estaba sentada a mi lado en el sofá mirando la pantalla azul y vacía en el televisor. Me incorporé un poco aturdida y desorientada. Mi hermana giró la cabeza y me dio una pequeña sonrisa.

—Te ves mejor —dijo, llevando sus pequeñas rodillas hacia su pecho y envolviendo los brazos alrededor de sus piernas—. ¿Cómo te sientes?

—Como la mierda —admití, preguntándome brevemente si la presencia de Edward fue real o simplemente un sueño.

—Nana no está para nada preocupada por ti —dijo mi hermana con una sonrisa burlona—. Está obsesionada con la desaparición de Jacob Black, así como lo está el resto del pueblo.

—¡Oh, Dios! —jadeé, levantándome del sofá—. ¿Qué está pasando? ¿Alguien sospecha algo? ¿Has visto a Billy Black?

—Cálmate, Chris Brown —se carcajeó, poniendo los ojos en blanco—. Nadie sabe nada. Todos están volviéndose un poco locos. Solo espera a que vuelvas al trabajo.

—Agh, me da miedo —susurré—. Sé que tengo que regresar ni bien la hinchazón y los moretones se esfumen. Me voy a preocupar muchísimo hasta entonces.

—Encuentra algo para hacer —sugirió Alice, levantándose del sofá—. Sabes lo que dice Nana. La pereza es la madre de todos los vicios.

Alice tenía razón. Sabía exactamente en qué podía ocuparme. Desafortunadamente, era algo que el mismo diablo probablemente aprobaría.

~DSDW~

¡Bang! ¡Ping!

Primera ronda.

¡Bang! ¡Ping!

Segunda ronda.

¡Bang! ¡Ping!

Tercera ronda.

—¡Bella! —gritó Alice mientras miraba fijamente el cañón reluciente de la pistola de nuestro padre.

—¿Qué? —murmuré, amartillando la pistola una vez más.

Mis pies estaban separados a la altura de los hombros. Mis brazos estaban firmes frente a mí, agarrando la ahora familiar arma fría y metálica. El caliente sol de verano caía sobre mis hombros desnudos, enviando un sudor caliente que caía por mi espalda, cosquilleando mi piel en el camino.

Las pobres latas vacías de Coca-Cola que había recolectado durante los días no tenían ninguna oportunidad. Estaban alineadas en una valla de madera detrás de la casa de la piscina. Las latas rojas brillaban a la luz del sol antes de explotar en un desastre metálico cada vez que apretaba suavemente el gatillo de la pistola de mi papá. Era raro que fallara.

—¡He dicho tu nombre tres veces! —resopló Alice.

La ignoré y apreté el gatillo una vez más. ¡Bang! ¡Ping! Me acercaba cada vez más a una sensación de autosatisfacción y engreimiento cada vez que una bala atravesaba una lata reluciente y la hacía girar por el aire. La próxima vez que alguien me atacara, estaría completamente preparada.

—Mamá llamó —anunció Alice con un tono mucho más suave y menos irritante.

Ahora, eso consiguió mi atención. La pistola bajó lentamente. Empujé el seguro de metal con mi pulgar y volteé hacia mi hermana. Alice se encontraba allí de pie con el ceño fruncido y una uña metida en la comisura de su boca.

—¿Qué quería? —gruñí, dándome la vuelta para recoger las latas caídas.

Una bolsa de plástico de supermercado en la que había guardado las latas colgaba de un clavo en la valla. Agarré la bolsa, metiendo cada lata destruida mientras esperaba a que mi hermana diera más detalles.

—No sé lo que quería, simplemente dijo que necesitaba hablar contigo —dijo Alice, riendo—. Estabas aquí afuera jugando a ser la Bella Ruda. Sabía que ella hubiera querido saber qué era todo ese alboroto si traía el teléfono.

—La llamaré cuando termine —murmuré—. Quizás.

Alice soltó un gran suspiro. Había una ligera capa de sombras debajo de ambos ojos, y su piel era más pálida de lo habitual. El brillo típico en sus ojos color cacao se había atenuado hasta convertirse en una nada apagada. Se pasó los pequeños dedos por su largo cabello negro antes de darse la vuelta y caminar lentamente por la colina hacia nuestra casa. Los hombros de Alice estaban caídos y su cabeza estaba gacha. Era la imagen del agotamiento y la preocupación.

Sabía exactamente cómo se sentía. Yo también lo sentía. Habíamos estado absolutamente consumidas por nada más que culpa y preocupación desde la muerte de Jacob Black.

Después de guardar la pistola de papá y la munición en su caja fuerte, llamé a mi voluble madre. No había hablado con ella en un buen par de meses. Contestó sin aliento al segundo tono.

—¡Bella! —chilló alegremente.

Mis ojos se entrecerraron al instante ante su voz sospechosamente alegre. Alice estaba sentada en un taburete frente a la barra con ojos muy abiertos y vulnerables mientras escuchaba descaradamente nuestra conversación.

—Hola, mamá —dije con un tono de voz ligero y sarcástico.

—Cariño, ha habido una confusión —dijo mi madre con paciencia, ignorando mi sarcasmo y yendo directamente al punto.

Debería haber sabido que ella no tendría espacio para una conversación amistosa. Nuestra madre no era del tipo que entablaba una conversación con alguna de sus dos hijas que no había visto en semanas.

—¿Qué tipo de confusión? —pregunté, girando hacia mi hermana y mirándola a los ojos con confusión.

—Escucha, cariño —arrulló—. Han reducido nuestras horas aquí en el hospital, y estoy un poco desesperada por conseguir dinero. Llamé a la oficina del seguro social e hice que el cheque de Alice fuera transferido a mi propia cuenta corriente hace un tiempo, pero este mes no está allí. Necesito que llames y les digas que transfieran el cheque a mi cuenta, solo hasta que me recupere.

El suelo se derrumbó bajo mis pies. Por eso nuestra cuenta corriente era tan baja el mes anterior. Aparté el teléfono de mi oído y presioné el botón de altavoz, colocándolo suavemente sobre la encimera e inclinándome hasta que mi boca se encontraba cerca de él.

—¿Es por eso que nuestra cuenta corriente tenía tan poco dinero el mes pasado, mamá? —pregunté inocentemente, levantando la mirada a mi estatua de hermana—. ¿Hiciste que el cheque de Alice fuera transferido a tu cuenta personal el mes pasado? En verdad necesitamos ese dinero para vivir, mamá.

—¡Bella, acabo de decirte eso! —Mamá finalmente espetó en ese tono familiar y furioso—. ¿Por qué diablos debo repetirme cuando se trata de ti? ¡Eres tan jodidamente estúpida! ¡Igual que Charlie! ¡También eres egoísta! ¡Tu pobre madre está en un aprieto y ni siquiera puedes ayudarla!

—¿En un aprieto? —chillé, dejando caer la fachada inocente—. ¡Nos dejaste aquí para que nos las arregláramos por nuestra cuenta! ¡Alice es menor de edad! Si alguien llamara al Departamento de Seguridad Social, tendrán que venir a investigar. ¿No te meterás en problemas por dejar a tu hija menor sola a cuidado de su hermana? Estoy bastante segura de que eso es ilegal.

—Oh, las dos son adultas —espetó mamá—. Supéralo y crece, Bella. Espero que ese dinero esté en mi cuenta corriente muy pronto.

Abrí la boca para discutir, pero colgó. No quedaba nada más que aire muerto flotando alrededor. Alice estaba llorando. Lágrimas grandes caían por sus mejillas. Extendía la mano para consolarla, pero ella se apartó de mí y corrió hacia las escaleras.

Me desplomé sobre un taburete cercano, hundí la cabeza en mis manos y suspiré. Había una parte de mí, escondida en los más profundo, que ansiaba nada más que el amor de mi madre, pero sinceramente dudaba que alguna vez lo tuviera. Necesitábamos hablar pronto, hablar de verdad, sobre nuestro vínculo madre-hija dañado. Vivir con la tristeza y la preocupación de nuestra frágil relación era emocionalmente agotador. No podía vivir así para siempre. Decidí que hablaría con ella cara a cara. Iría a Birmingham. Pronto.

~DSDW~

Alice tenía razón. El pueblo estaba totalmente alborotado. No echaron de menos a Jacob hasta varias horas después de su desaparición, cuando dejó de responder a las llamadas de radio y no apareció en la estación de policía. Nuestro pequeño pueblo no era lo que uno llamaría un foco de actividad criminal, al menos no en la superficie. La desaparición de uno de los pocos policías era toda una historia. Los rumores se propagaban como el fuego. Había escuchado de todo, desde que Jacob se había escapado con una mujer casada hasta que lo habían secuestrado los alienígenas. La gente de nuestro pequeño pueblo estaba aburrida y era demasiado imaginativa.

La desaparición de Jacob hizo que mi abuela chismosa se pusiera en modo anciana histérica. El teléfono de la pastelería no dejaba de sonar todo el día con las llamadas de sus amigas chismosas. Al final la eché a su oficina porque la manera en que corría con el teléfono inalámbrico pegado a la oreja, moviendo las encías de un lado a otro con entusiasmo era completamente agotadora.

—Deberíamos haber robado su maldito coche patrulla y haberlo tirado al río también —murmuró Kate, metiéndose una galleta en la boca.

—Sí, porque un grupo de chicos conduciendo un coche patrulla en la mitad de la noche no es para nada sospechoso —murmuré con un suspiro.

Kate puso los ojos en blanco y se limpió las migas de galleta del labio inferior con el dorso de la mano. Había actuado sin ningún remordimiento desde la muerte de Jacob.

De alguna manera habíamos convencido a Garrett de que no colocara el dedo amputado de Jacob en el buzón de Aro. Kate tuvo una rabieta por ese asqueroso apéndice, desesperada por colocarlo en el buzón. Edward afirmó que colocar el dedo en el buzón haría más daño que bien.

Kate se tranquilizó bastante rápido después de que Edward le asegurara que ella podía quedarse con el dedo y hacer con él lo que quisiera una vez que tuviéramos la evidencia que necesitábamos sobre Aro. El dedo estaba actualmente guardado en un lugar no revelado cuyo paradero solo conocían Garrett y Kate.

—Jasper dice que él y Edward han estado trabajando día y noche para abrir la caja fuerte —susurró Alice, echando un vistazo al fondo de la tienda donde Nana estaba escondida en su oficina—. Le he dado cada combinación posible que se me ocurrió... fechas de nacimiento, aniversarios. Nada funciona.

—Tenemos que pasar por Nana para abrir la caja fuerte —murmuró Kate en voz baja mientras un grupo de vecinos entraban a la pastelería.

Kate y yo nos alejamos del frente de la tienda, dejando a Alice en la caja registradora. El cronómetro de un pastel que había colocado en el horno sonó. Después de sacarlo del horno y colocarlo en una rejilla para enfriar, me uní a Kate una vez más.

—¿Y si revisamos su escritorio en la oficina? —le pregunté a Kate—. Quizás tenga algo aquí o en su casa con la combinación.

»—O —añadió Kate con sus ojos azules muy abiertos e inocentes—. Podemos contarle que asesinamos a Jacob Black, que cortamos su dedo en venganza, que lo alimentamos a los caimanes, y que le haremos lo mismo a ella si no nos da esa combinación. ¿Crees que nos tomará en serio?

—¡Eso no es gracioso, Kate! —le advertí, dándole un codazo en las costillas y haciéndole reír a carcajadas—. ¡Te juro que apenas puedo dormir por la noche! ¡Actúas como si lo que pasó ni siquiera te molestara!

—No me molesta. —Se encogió de hombros despreocupadamente, enroscando una boquilla en una manga pastelera y dejándose caer en un taburete frente a un pastel glaseado—. Dejé de preocuparme por ese bastardo en el momento en que me apuntó con esa pistola a la cara. Tampoco debería importarte.

—No puedo evitarlo, Kate —me quejé—. No puedo evitar sentirme un poco culpable. Tengo pesadillas sobre esa noche... las cosas que me hizo... las cosas que hubiera hecho si Edward no hubiera aparecido.

—Eso debería ser suficiente consuelo para ayudarte a dormir por la noche. —Kate suspiró, dando vueltas al pastel en el plato giratorio mientras colocaba el glaseado alrededor de la base—. Serías una víctima de violación y estarías muerta si no fuera por Edward. Al diablo Jacob Black y todo sobre él.

—¿Alguien dijo... "Jacob Black"? —preguntó una voz extrañamente amable.

Kate y yo quedamos petrificadas, luego lentamente giramos la cabeza hacia la entrada donde se encontraba nuestro tío Aro. Estaba apoyado contra el marco de la puerta con Alice preocupada detrás de él, retorciéndose las manos. Aro estaba comiendo una naranja y era la imagen perfecta de la relajación mientras el jugo de la fruta cítrica caía y se deslizaba por su barbilla. Aro se limpió el juego con el dorso de la mano y se apartó del marco de la puerta. Sus ojos color chocolate brillaban con picardía mientras su mirada se posaba primero en mí y luego en Kate.

—Hola, Aro. —Kate bostezó, ocultando la sorpresa y girando de vuelta hacia el pastel—. ¿Tienes otra naranja? Me muero de hambre. Alguien debería llamar a la junta laboral y denunciar a Nana. No he tenido un descanso para almorzar.

El plato giratorio emitió un sonido extraño y chirriante cuando Kate lo giró e ignoró la manera en que Aro se acercaba a nosotras. El aire era tenso y denso por la incomodidad de la presencia del villano. Tranquilamente tomé la manga pastelera y me uní a Kate cerca del pastel, colocándola suavemente a su lado. La mirada de Aro estaba fija en mí. Penetraba el costado de mi rostro. Lentamente levanté la mirada y me encontré con sus ojos sonrientes.

—Pobres chicas —se disculpó, jamás apartando su mirada de la mía—. Estoy seguro de que también necesitan un descanso. Han sido unos días muy estresantes.

—¿Lo han sido? —preguntó Kate inocentemente, terminando la fila de conchas y limpiándose las manos con su delantal—. ¿Cómo es eso?

—Oh, ya sabes... con toda la emoción por la desaparición de Jacob Black —intervino Aro, caminando detrás de mí lentamente—. Es suficiente para poner nerviosos a todos.

—No conocíamos a Jacob muy bien —le dije a Aro con voz firme y neutral, extendiendo una mano y jalando de las tiras de mi delantal—. Lamento que todos estén tan preocupados por él, pero apenas lo conocía.

—¿En serio? Recuerdo que los dos hicieron pasteles de barro un par de veces cuando eran más jóvenes. —Aro se rio con ojos oscuros y brillantes—. También tuvieron una reunión reciente. ¿Estoy en lo cierto? ¿Al costado de una carretera? ¿De camino a nadar, quizás?

Por el rabillo del ojo vi a Alice tensarse antes de caminar hacia la caja registradora. Obligando a mis manos a no temblar, esquivé los ojos muy abiertos de Kate. Quitándome el delantal, lo arrojé sin cuidado sobre una mesa cercana.

—Sí, ahora que lo mencionas, nos detuvo hace unos días —reflexioné, tratando de calmar mi frenético corazón mientras me encontraba con la sonrisa divertida de Aro—. No nos dio realmente una explicación de por qué nos detenía. Creo que él solo quería una excusa para cachearme.

—Eso suena como el viejo Jake. —Aro se rio, metiendo el resto de la naranja en su boca y lamiendo el jugo de sus dedos—. Él ha mencionado, más de una vez, su deseo por cortejarte. Billy está preocupado por él, pero estoy seguro que está en algún lugar divirtiéndose un poco. Jake siempre ha sido un poco salvaje. Quizás cuando vuelva a aparecer, le darás a ese chico una oportunidad.

—¡Claro! —dije alegremente con un tono dulce y empalagoso y una sonrisa en mi rostro—. ¡Estaré más que feliz de salir con él!

—¡Buena chica! —Aro se rio, revolviendo mi cabello con sus dedos pegajosos—. ¿Dónde está Ma? ¿En su oficina? Necesitamos hablar.

—Sí, señor —contestó Kate, bostezando de nuevo con una expresión aburrida en su rostro—. Está en su oficina chismeando con otras guardianas de la cripta sobre la ilustre desaparición de Jacob Black.

Aro se carcajeó, revolvió mi cabello una vez más, y desapareció por la esquina. Escuché a la puerta de la oficina abrirse y su voz saludar a nuestra abuela antes de que finalmente se cerrara la puerta detrás de él. La expresión indiferente rápidamente se esfumó del rostro de mi prima. Alice entró a la habitación, tan silenciosa como un ratón, con los ojos abiertos de par en par.

—¿Cómo supo que Jacob nos...? —comenzó Kate, pero instantáneamente presioné mi dedo índice contra mis labios, señalando a la puerta de la oficina.

Kate y Alice asintieron con la cabeza en comprensión. Las tres nos acercamos a la puerta de la oficina y presionamos nuestras orejas suavemente contra la madera pintada de blanco.

—Necesito ese paquete que te di hace un tiempo. El que te dije que no abrieras —Se escuchó la voz amortiguada de mi tío a través de la madera gruesa.

—¿Paquete? ¿Qué paquete? —preguntó la voz confundida de mi abuela.

—El que te dije que no abrieras —contestó él, molesto—. El sobre manila grande. Han pasado varios años, pero ciertamente lo recuerdas.

—No lo recuerdo, mi querido —dijo mi abuela con voz alegre—. Sabes lo olvidadiza que soy. Soy tan vieja como el polvo y tan tonta como una caja de rocas.

—Piensa bien. Necesitas recordar, Ma —habló Aro con un tono bajo y amenazante—. Ese sobre no estaba seguro en mi casa, o en ninguna otra parte. Dijiste que lo guardarías en un lugar seguro.

—En un lugar seguro —dijo mi abuela con voz ligeramente más alta—. Un lugar seguro... Dame un par de días. Estoy segura de que recordaré dónde lo guardé.

—Más te vale —gruñó Aro, con el sonido de algo metálico raspando el suelo.

Percibiendo el final de su conversación, las tres nos alejamos rápidamente de la puerta. Alice se tropezó con una silla en la habitación contigua, cayendo al suelo con un ruido sordo. Kate la levantó y Alice salió de la habitación al instante, ubicándose serenamente detrás de la caja registradora con una expresión de aburrimiento en su rostro.

Me mantuve ocupada quitando el pastel enfriado del molde, encogiéndome cuando la base de la mezcla de fresa se pegó al molde y se rompió un poco. Aro salió de la oficina, observando mientras yo fruncía el ceño al pastel parcialmente destruido.

—Ese es un pequeño y feo moretón que se asoma bajo tu línea de pelo —comentó Aro, caminando hacia el fregadero.

Mi corazón, que ya estaba acelerado, incrementó su velocidad, latiendo rápidamente contra mi pecho. Mi mano se levantó inconscientemente, haciendo presión contra mi cráneo sensible. Me había puesto una capa espesa de maquillaje en la zona, y la inflamación casi se había esfumado. El moretón apenas era visible, para cualquiera menos para Aro, suponía.

—Tengan cuidado, chicas —habló Aro con voz lo suficientemente alta para que mi hermana y mi prima escucharan mientras abría el grifo y se lavaba las manos en el fregadero—. Jacob Black está desaparecido. Si un policía puede desaparecer, supongo que cualquiera puede hacerlo.

Aro me lanzó una sonrisa torcida antes de secarse las manos y alejarse caminando. Hubo un silbido en sus labios cuando se fue. La campana que colgaba sobre la puerta principal tintineó cuando desapareció. Me relajé visiblemente de alivio cuando se marchó, apoyándome pesadamente contra la mesa frente a mí. Kate y Alice de inmediato se unieron a mí.

—Él sabe —susurró Kate, echándole un vistazo a la puerta cerrada de Nana—. Él sabe que Jake nos detuvo, y algo me dice que sabe que estamos involucradas en su desaparición. Además, mencionó el moretón de Bella.

—Él no lo sabe —argumentó Alice—. Nos estaba probando, para ver si nos rendiríamos bajo presión. ¿Qué piensas, Bella? ¿Crees que lo sabe?

No tuve oportunidad para contestar. La puerta de la oficina de Nana se abrió de golpe y su pequeña figura apareció. Sus ojos preocupados, de un azul acuoso, observaron nuestros rostros mientras estábamos acurrucadas cerca del pastel desmoronado mirándola. El color de su piel era pálido por la ansiedad.

—Mateo diez, versículo veintiséis al veintiocho. —Su voz se quebró mientras tomaba su cartera que se encontraba debajo de un estante y caminaba hacia la puerta trasera.

—¿De qué hablas, Nana? —pregunté, sacudiendo la cabeza con confusión.

—Me siento un poco mareada —explicó con los labios fruncidos y pálidos, evitando mi pregunta—. Iré a casa a recostarme por un rato. No me llames a menos que el edificio esté en llamas.

La puerta se abrió de golpe en sus pequeñas manos y se fue, dejando solo un rastro de perfume de anciana a su paso. Escuché su viejo Buick encenderse en el callejón lateral antes de salir a la calle.

—Se ha vuelto loca —murmuró Kate, suspirando y pasándose los dedos por su cabello rubio claro.

Hubiera estado de acuerdo, si no fuera por la expresión contemplativa en el rostro de mi hermana. Su labio inferior estaba metido en su boca mientras mordisqueaba la piel reseca. Había una expresión distante en sus ojos apagados mientras nos miraba con entusiasmo.

—¡La caja fuerte! —susurró, rebotando sobre sus talones—. ¡La caja fuerte!

—¿Qué pasa con la caja fuerte? —pregunté, mirando por encima de su hombro en busca de alguna señal de que algún cliente entrara a la tienda.

—¿Y si el versículo de la Biblia tiene algo que ver con la combinación de la caja fuerte? —preguntó, sacando su teléfono de su bolsillo y abriendo la aplicación de internet—. La escuchaste en la oficina... no paraba de decir "seguro" tan alto, casi como si supiera que estábamos escuchando. ¿Y si soltó el versículo de la Biblia como una pista para nosotras? Voy a buscar el versículo.

—Así que no les temáis; porque nada hay encubierto que no haya de ser manifestado; ni oculto que no haya de saberse —comenzó Kate, poniendo los ojos en blanco por la manera que la mirábamos con asombro y sorpresa—. Lo que os digo en la oscuridad, decidlo a plena luz; y lo que oís al oído, procamadlo desde las azoteas. Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar al alma; más bien temed a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno.

—¿Qué? —resopló, empujando su cabello sobre un hombro—. Dejen de mirarme con esos ojos críticos. Solo porque sea... yo... no quiere decir que no pueda disfrutar de la Biblia.

—No juzgo —le aseguré, levantando las manos en señal de rendición—. Solo estoy un poco sorprendida, eso es todo.

»—Y bien, ¿crees que ese capítulo y esos versículos tienen algo que ver con la caja fuerte? —le pregunté a mi hermana mientras cerraba la aplicación de internet y abría el de mensajes—. Nana una vez me dijo que las cosas que están escondidas siempre salen a la luz.

—Quizás no es solo el versículo —dijo mi hermana en un susurro emocionado y con ojos castaños brillantes—. ¿Y si es el capítulo y los números de los versículos?

—Diez, veintiséis, veintisiete, y veintiocho —dijo Kate con una sonrisa—. Creo que puede que tengas razón. ¿A quién le escribes?

—A Jasper —contestó Alice—. Creo que Nana nos acaba de dar la combinación para su caja fuerte, chicas.

Nos miramos la una a la otra con ojos grandes y entusiasmados, y sabía que ahora solo era cuestión de tiempo, posiblemente horas, antes de que descubriéramos el contenido de esa caja fuerte.


¿Qué dicen? ¿Aro sabe o las escuchó hablar de los chicos? ¿Por qué quiere justo ahora lo que le dio a la Nana para que escondiera?

Gracias por leer :)