Disclaimer: Nada de esto me pertenece, la saga crepúsculo es propiedad de Stephenie Meyer y la trama es del webtoon y la novela "La emperatriz divorciada" de Alphatart y con arte de Sumpul, yo solo busco entretener y que más personas conozcan esta historia.
Capítulo 333. Aislamiento (2)
—Así es. No lo soportará mientras piense que soy el culpable.
—Definitivamente no se quedará tranquilo. Incluso cuando surgieron problemas con el Imperio Oriental, todo el mundo quiso dejarlo pasar, pero acabamos obteniendo una disculpa del Gran Duque Hale porque el viejo duque no dio un paso atrás.
—Oh, me agradaba mucho el viejo duque en aquel entonces. Especialmente cuando rugía, ¿creen que, porque nuestro país es pequeño, nuestro orgullo también lo es...?
Edward, que suspiró por un momento y sacudió la cabeza, pronto sonrió y habló despreocupadamente.
—De todos modos, ahora que se ha llegado a esto, hay que aprovechar su temperamento feroz que sólo mira hacia delante y se abalanza.
—¿Qué quieres decir?
—Enfurecerlo aún más para que se vuelva abiertamente hostil hacia mí, hasta el punto de que sus ayudantes cercanos piensen, ¿No es peligroso estar en este bando?
Formar parte del Imperio Occidental estaba por encima de ser ayudante cercano del viejo Duque Zemensia.
—¿Por qué no culparlo de un crimen que sea conveniente?
—Tenemos que dejar que todos lo vean enloquecer con sus propios ojos. Seré pasivo, McKenna.
Edward entregó tranquilamente el testamento de Kate a McKenna.
—El Duque Zemensia intentó deshonrarme y aislarme entre los nobles. Así que también lo aislaré entre los nobles haciendo que parezca que ha enloquecido.
—Lo entiendo... pero ¿por qué me das el testamento?
—Dáselo al viejo duque. Ofrécele mis más sinceras condolencias.
Nunca pensé que Kate se suicidaría.
La inesperada noticia parecía haber conmocionado a todos. Me senté en el sillón de mi habitación y miré la maceta junto a la ventana. Era la maceta que me había enviado Kate.
Intentaba no pensarlo demasiado, este tipo de noticias no son buenas durante el embarazo...
Sin embargo, seguía recordándolo.
Por supuesto que no me agradaba Kate. Pero no me alegraba saber que había muerto. Hubiera preferido que permaneciera sana en Compshire, todo lo resentida que quisiera.
Sacudí la cabeza rápidamente para alejar los pensamientos sobre ella. En lugar de permanecer sentada, me levanté, recorrí la habitación y salí al salón.
Afortunadamente, funcionó. Al entrar en el salón, me vino a la mente un nuevo problema.
El problema era la cuna enviada por la Familia Ketron.
Una cuna de la más alta calidad que me colocaba en una posición incómoda y difícil de manejar.
La cuna en sí era magnífica, pero como fue enviada por el Marqués Ketron, que siempre había sido hostil, había opiniones divididas sobre qué hacer.
De hecho, además de esta cuna, el salón estaba lleno de regalos para el bebé que los nobles enviaban cada día.
En ese momento, llamaron a la puerta del salón y un caballero me informó de la llegada del Gran Duque Warner.
¿Fue por la lección de maná? Edward nos había interrumpido de forma extraña mientras me enseñaba.
—Su Majestad la Emperatriz.
Parece que no es el caso.
Al entrar, el Gran Duque Warner parecía menos tranquilo de lo habitual. Su voz también era alta.
—¿Qué sucede?
—Tengo algo que informar sobre los equipos de comercio.
Además, tenía algo urgente que informar.
Esto era inquietante. La vez que vino a verme así fue para decirme que el equipo había sido detenido en Whitemond, ¿cierto?
Lo miré nerviosamente. ¿Qué pasó esta vez?
Sin embargo, lo que apareció en los labios del Gran Duque Warner fue una sonrisa brillante.
—¡Recibí noticias de uno de los equipos de prueba!
—La respuesta...
—¡Genial! ¡Dicen que es genial!
Irina consideraba al Vizconde Vulturi y a los Vizcondes Greengrass como sanguijuelas que chupaban su dinero.
La situación se complicó aún más ahora que su verdadero padre se unió a ellos.
—¿Quiere que le envíe dinero otra vez?
—Sí, no se encuentra bien de salud y necesita dinero para cubrir los gastos médicos...
Irina se envolvió la cabeza con ambas manos.
La sirvienta, a la que Irina envió a su verdadero padre para que hiciera los recados, bajó la mirada como si se arrepintiera de haber dicho esto.
Pero la verdad es que la sirvienta no se arrepintió en absoluto.
El verdadero padre de Irina se había vuelto más codicioso cuando se trataba de sacarle dinero, pero era bastante generoso con las personas que le rodeaban.
Entre esas personas también estaba esta sirvienta.
—¡Se encontraba bien de salud hace unos días! ¡¿Qué clase de gastos médicos son esta vez?!
—No lo sé. Sólo transmito su mensaje.
Eventualmente, Irina sacó unas cuantas joyas de su joyero y se las entregó a la sirvienta.
Una vez que la sirvienta se retiró, Irina se derrumbó en la cama y se agitó. No había ni una sola persona que la quisiera. ¡Ni una sola!
No. Tengo al Duque Riddle.
Justo entonces, los Vizcondes Greengrass vinieron a visitarla.
¿Vienen a pedir dinero nuevamente? Irina estaba nerviosa, pero la pareja no parecía estar aquí hoy por dinero.
—Dios mío, ¿es cierto que Su Majestad no quiere mostrarle a la princesa?
—Eres la madre, ¿¡cómo no va a mostrarte a la bebé!?
—¿No era la Vizcondesa Clearwater tu dama de compañía? ¿Por qué esa dama de compañía se convirtió de repente en la niñera de la princesa?
Viendo a la pareja preocupada por ella, Irina rompió a llorar.
Hace tiempo que nadie la consolaba, y cuando finalmente alguien se puso de su lado, las lágrimas se desbordaron como si una represa hubiera colapsado.
Tras un largo llanto, Irina sollozó y susurró,
—Todo es por culpa de la futura concubina, Astoria.
—¿Astoria? ¿Por qué esa chica?
—¿Qué te hizo ella?
—No hizo nada abiertamente. Pero si no fuera por esa chica, Su Majestad no tendría ninguna razón para alejarse repentinamente de Irina.
—Eso es cierto. Una persona enamorada se vuelve ciega.
Irina lloró aún más en los brazos de la Vizcondesa, y levantó ligeramente la vista para examinar sus expresiones.
El Vizconde y la Vizcondesa Clearwater hablaban de lo vulgar que era Astoria. Lejos de considerarla su verdadera hija, tenían rostros de enojo y de rechazo.
Es un alivio.
Irina se sintió mejor. No parecía haber una atracción instintiva hacia ella por lazos de sangre ni nada parecido.
Pero no podía tomarlo a la ligera.
Así como el Vizconde Vulturi descubrió que se trataba de Astoria, los Vizcondes Greengrass también podrían hacerlo.
Ahora estaban embriagados por la gloria de ser 'los padres de la emperatriz', inmersos completamente en la alta sociedad, pero nunca se sabe cuánto durará.
—No me gusta que esa chica esté en el palacio imperial.
Dicho esto, Irina sacó un pañuelo y se limpió los ojos.
La odiaban tanto, que no irían de la nada a hacerse una prueba de sangre.
Pero tenía que alejar a Astoria. Enviarla a un lugar donde ninguno de los dos pudiera encontrarla.
Sin embargo, el panorama no sería bueno si tomara la iniciativa y echara a Astoria. Más aún si la situación se torciera y descubrieran que Astoria era su verdadera hija.
Así que era necesario que los Vizcondes Greengrass echaran a Astoria por su cuenta, en un arrebato de 'amor extremo'.
—No te preocupes, Irina. Parece que la chica no es una maga competente. No hace falta decir que eres la más bonita. Tarde o temprano, Su Majestad perderá el interés en esa maga.
—Así es. Sólo tiene un poco de curiosidad porque es una maga.
Después de que los Vizcondes Greengrass se fueron. Irina dejó escapar un profundo suspiro, volvió a la cama y se tumbó boca abajo.
Una vez calmada, recordó que tenía otro asunto urgente que atender además de Astoria.
Irina abrió el calendario para ver cuánto tiempo quedaba del plazo de un año que le prometió Jasper.
Sí, un plazo. Era una emperatriz temporal. En el tiempo que le quedaba, tenía que reconquistar el corazón de Jasper y recuperar a su bebé.
De lo contrario, podría no volver a ver a su hija.
—¡Arian!
—Sí, Su Majestad.
—Pide prestado un bebé.
—¿Qué?
—Sí, un bebé. Pide prestado un bebé del mismo tamaño que la hija de Irina. Te daré el dinero, sólo pide que me lo presten por seis horas al día.
—Pero por qué un bebé de repente...
—Puedes decir que la princesa necesita una amiga de su edad.
Arian estaba confundida, pero asintió y se marchó.
Irina entonces exhaló pesadamente.
Sólo debo practicar cargando a un bebé. Entonces seré capaz de sostener en mis brazos a Glorym sin dejarla caer. Un oso de peluche no es como un bebé.
Irina se palmeó las mejillas y sacudió los hombros.
No importa lo difícil que sea, Irina siempre se sobrepone. Esta vez también tengo que sobreponerme.
Tenía que encontrar la manera de lidiar con Astoria, recuperar a su hija, reconquistar el corazón de Jasper, tratar con su verdadero padre y ocuparse del periodista.
El periodista estaba recibiendo tanta atención que era difícil ocuparse de él ahora mismo, pero tenía que haber una manera. Eso era seguro.
Justo entonces.
—Su Majestad la Emperatriz.
Arian, que había salido, volvió a entrar e informó.
—Un joven llamado Alec desea ver a Su Majestad.
—¿Quién?
—Alec Vulturi.
Irina se levantó de un salto y estuvo a punto de gritar, '¿se ha vuelto loco?' Sin embargo, las siguientes palabras de Arian ahogaron el grito.
—Trae a un niño.
—¿Un niño?
—Sí.
Al principio, quedó tan perpleja que no pudo hablar.
Tuvo un fuerte impulso de ordenarle que lo sacara inmediatamente. Pero Irina pronto cambió de opinión. Pensándolo bien, podría ser algo bueno. Necesitaba un bebé para practicar. ¿No era este el bebé que le causó el trauma?
Su primero hijo se parecía mucho a la princesa, así que ¿no sería mejor practicar con este bebé?
—Bueno. Déjalo entrar.
—Sí, Su Majestad.
Momentos después, Alec apareció con un pequeño niño en sus brazos, cuyo rostro estaba prácticamente oculto por unas mantas y un gran sombrero.
Irina, que cerró la puerta del salón y ordenó que no entrara nadie, miró con desdén a Alec y a su primer hijo.
Lo dejó entrar porque pensó que sería útil porque venía con el bebé, pero no pudo soportarlo cuando lo vio.
—Qué desvergonzado. ¿Por qué has venido aquí?
—Irina...
—Llámame Su Majestad la Emperatriz. ¿Acaso Irina es amiga tuya?
—Tenía un asunto que atender en el palacio imperial, así que decidí aprovechar la oportunidad de pasar por aquí para que vieras al bebé...
—¿Qué asunto?
