Disclaimer: Nada de esto me pertenece, la saga crepúsculo es propiedad de Stephenie Meyer y la trama es del webtoon y la novela "La emperatriz divorciada" de Alphatart y con arte de Sumpul, yo solo busco entretener y que más personas conozcan esta historia.
Capítulo 335. Te Daré Una Oportunidad (2)
—Su Majestad.
En ese momento, el Marqués Karl lo llamó al otro lado de la puerta.
—¿Qué ocurre?
Al entrar en el dormitorio, el Marqués Karl cerró la puerta firmemente e informó en voz baja.
—Se dice que Irina estaba llorando en los brazos del Duque Riddle.
Una de las cejas de Jasper se levantó.
—¿Ahora?
—No, ahora no. Lo supe porque el rumor se extendió. Debe haber sido ayer.
Ayer fue el día en que el Jasper ordenó traer al primer hijo de Irina para compararlo con la princesa.
Jasper se echó a reír a carcajadas.
—Si el rumor se extendió, significa que todos en el palacio están hablando de eso.
El Marqués Karl puso una cara de vergüenza. Ese parecía ser el caso.
—¿No es consciente en absoluto de que lleva la corona de la emperatriz?
Jasper murmuró desconcertado.
Ya circulaba un rumor vergonzoso con el Duque Riddle. A pesar de eso, ¿volvió a reunirse con él?
Además, Jasper empezaba a temer que fuera infértil tras enterarse de que Isabella no lo era.
La princesa, que finalmente pudo conseguir, era idéntica a su hermano mayor, y sólo se parecía al propio Jasper en el número de dedos de las manos y los pies.
A pesar de lo desagradable que podía ser escuchar que Irina se había refugiado en los brazos del Duque Riddle. esto realmente le enojaba.
—Me habías dicho que Alec fue directamente a ver a Irina justo después de reunirse conmigo.
—Sí, Su Majestad.
—…
—Su Majestad, ¿qué pasa?
Si el padre del primer hijo de Irina fuera Alec... ¿Irina rompió a llorar porque le trajo viejos recuerdos ver al padre de su primer hijo? ¿Le confesó lo que sentía a su actual amante, el Duque Riddle, para que la consolara? ¿Es posible que el Duque Riddle fuera el verdadero padre de la princesa?
No. Es absurdo, los tiempos no encajan. Lo mismo ocurre con el hijo del Vizconde Vulturi. Por los tiempos es imposible que sea el verdadero padre de la princesa.
Jasper se sacudió a la fuerza la creciente ansiedad que le produjo la historia de Irina.
Pero la desconfianza seguía empujando su cabeza de un lado a otro.
¿Hay alguna posibilidad de que exista un tercero?
Le molestó tardíamente que Irina celebrara una fiesta de té sólo con hombres nobles.
—Realmente no me gusta nada de esto.
—¿Se encuentra bien, Su Majestad?
—Nunca pensé que un año pudiera ser tan largo.
—¿Debo ir a pedirle a Irina que cuide su comportamiento?
—¿Has escuchado alguna vez hablar a un pez dorado?
—Según el maestro que dio clases a Irina, su capacidad de aprendizaje es lenta, pero no tiene un mal cerebro.
—Por eso es un problema aún peor. Si tuviera un mal cerebro, podría pensar que es porque no entiende. Pero sabiendo con certeza que su cabeza no está mal, me enoja aún más.
Tras hablar con dureza, Jasper ordenó al marqués que se retirara. Luego recogió la invitación que había aplastado y pateado.
Desdobló la invitación, la leyó, volvió a fruncir el ceño y la tiró.
Era sumamente desagradable. Sin embargo...
Creo que debería enviar un regalo.
Isabella podría sentirse agobiada si enviara un regalo, pero ¿no se sentiría decepcionada si no lo hiciera?
Además, era natural enviar un regalo cuando nacía el primer hijo de la familia gobernante de un país vecino.
A menos que la relación fuera particularmente mala o estuviera en camino de serlo.
Pero, ¿qué regalo debería enviar? ¿Qué tipo de regalo debería enviar al hijo de Isabella?
Los ojos de Jasper, que estaba reflexionado, se posaron en el retrato alterado.
Su expresión se deformó. Un niño nacido entre él y Isabella. La imagen de ese niño que había venido a su cabeza cientos de veces desde pequeño, apareció una vez más ante sus ojos.
El hijo de Isabella. El hijo que podría... haber sido mío.
Se sentía asfixiado, como si sus pulmones estuvieran siendo presionados con fuerza. Jasper se obligó a sacudir la cabeza.
Ya sea un príncipe o una princesa, algún día lo vería. Sólo de pensar en ese momento ya le hacía sentir que le faltaba el aire.
Jasper apoyó la frente contra el retrato y apretó los labios.
Ojalá el niño sólo se pareciera al Emperador Edward. Ojalá no se pareciera en nada a Isabella.
Edward finalmente aprendió el método de inducción de maná del Gran Duque Warner.
Los últimos días habían sido tan aburridos que estaba deseando aprender algo nuevo de inmediato.
No mostré mi impaciencia, pero quería que Edward me enseñara a controlar el maná lo antes posible.
Una vez que pudiera controlar el maná, quería mostrar a mis padres lo que podía hacer, así que les dije por adelantado, "Hay algo que realmente quiero mostrarles".
Sin embargo, Edward sacudió la cabeza cuando le pedí que se diera prisa en ayudarme a controlar el maná.
—Ahora no, Reina.
—¿Por qué?
—Lo acabo de aprender. Es peligroso.
—¿No sería más peligroso si lo olvidaras con el tiempo?
—Primero tengo que probar si puedo hacerlo bien.
¿Qué clase de prueba? ¿Cómo se supone que lo probara?
Fruncí el ceño y miré a Edward con cara de, '¿Lo dices en serio?'
Pero Edward era como una espada cuando se trataba de mi seguridad.
—Es inútil mirarme de forma tan encantadora.
Solté un suspiró. Era bastante testarudo, y nunca cedería en una cuestión como ésta.
—¿Cómo piensas probarlo?
Finalmente, cuando le pregunté un poco inquieta, Edward respondió con una sonrisa significativa.
—Tengo un sujeto de prueba.
—¿Un sujeto de prueba?
—Sí, así que ten un poco de paciencia y espera, Reina. Lo probaré y ayudaré a Reina lo antes posible.
—Está bien...
—¿Estás molesta, Reina?
—Realmente no.
—Creo que estás molesta...
—No.
—Reina...
—¿Qué quieres?
Edward, que me miró aturdido por un momento, sacudió la cabeza con una cara triste.
—Bueno. Si Reina dice que no, es que no. Me preocupa porque me sigues respondiendo con pocas palabras, pero si dices que no, te creeré.
—¿Edward? ¿Con quién te peleaste?
Edward levantó su mirada decaída al escuchar la voz alegre de McKenna.
—¿Realmente pasó algo? ¿Por qué tienes los ojos hinchados?
McKenna retrocedió asombrado ante su mirada sombría.
—Nada. Por cierto, ¿dónde está el Marqués Caius? ¿Aún no ha llegado?
—Ya casi es hora de que llegue...
Justo cuando le respondía. Un asistente entró para anunciar que el Marqués Caius había llegado.
McKenna se apresuró a sentarse y enderezó su espalda con orgullo.
—Déjalo entrar.
Edward habló con voz firme y, con los brazos cruzados sobre el escritorio, observó entrar al Marqués Caius.
No había fuerza en los pasos del marqués al entrar. Las comisuras de su boca estaban caídas, y sus ojos arrogantes vacilaban.
Normalmente parecía un caballito de mar, pero hoy parecía un alga medio seca.
Su tez pálida y oscura sugería que los rumores sobre sus recientes problemas familiares eran ciertos.
Tal vez sea por la muerte de su prima Kate, McKenna pensó para sí mismo.
Sin embargo, la expresión de Edward no cambió mientras observaba al impotente Marqués Caius.
No tenía una cara de felicidad, ni de compasión.
Edward permaneció en una postura de brazos cruzados, y una vez que el Marqués Ketron se acercó a cinco pasos de su escritorio, preguntó con voz grave.
—¿Cuál es la debilidad del viejo Duque Zemensia?
El Marqués Caius miró a Edward completamente sorprendido.
Tras la noticia de que Kate se había suicidado, mientras todavía estaba en shock, el viejo duque se le acercó y le dijo que obviamente Edward estaba involucrado en este asunto, además le pidió que se preparara porque sin duda tenía la intención de eliminar a todos los que tuvieran algún tipo de relación con Kate.
Un par de horas más tarde, recibió la orden imperial de ir al palacio.
Ahora, la mente del Marqués Caius estaba hecha un desastre.
El suicidio de su prima, la petición de su tío, los sucesivos encuentros a solas con el Emperador, el conflicto con su esposa, las miradas frías de sus hijos...
Todo era un desastre. Tenía miedo, pero la confusión era mayor. ¿Y ahora me pregunta por la debilidad del viejo Duque Zemensia?
—Por qué lo preguntas de repente...
—¿No lo entiendes, marqués?
—¿?
—Te estoy dando ahora la oportunidad de cambiar de bando.
Los ojos del Marqués Ketron se agitaron intensamente.
—Quieres decir que...
—Vende a tu tío.
Los ojos del Marqués Caius se agitaron aún más rápido.
—Su Majestad, ¿de qué está hablando?
—¿Tiene algo de malo? El viejo Duque Zemensia vendió a su hija para cubrir sus propios crímenes.
Edward siguió estrangulándolo, sin darle tiempo para pensar con calma.
—No es una situación tan extrema como la del viejo duque, ¿verdad? Si me dices la debilidad de tu tío, olvidaré lo que me has hecho.
—Pero...
—No sé de qué te preocupas. Es fácil. Míralo de esta manera. ¿No crees que el viejo duque que salvó su vida vendiendo a su hija puede venderte a ti, su sobrino?
Después de pensarlo brevemente, el Marqués Ketron abrió la boca.
—Su debilidad son sus dos nietos.
—Ya veo. Los ama tanto que no le importó sacrificar a su hija.
El corazón del Marqués Caius latía con fuerza. ¿Es cierto? ¿Es cierto lo que está diciendo? ¿O está tratando de separarme del viejo duque? ¿El viejo duque realmente abandonó a Kate?
Era difícil imaginar al viejo duque abandonando a Kate por él, pero era fácil imaginarlo abandonando a Kate por su hijo y sus nietos.
Adoraba mucho a sus dos nietos. Incluso en la reunión antes de que Kate se fuera a Compshire, el viejo duque no abrió la boca.
Pero precisamente por eso era tan extraño.
Desde que Kate se marchó a Compshire hasta ahora, el viejo duque se había mantenido en silencio. ¿Qué demonios había pasado para que volviera a abandonar a Kate?
Edward se quedó mirando a un desconcertado Marqués Ketron, y eventualmente volvió a abrir la boca.
—Gracias por informarme de su debilidad. Pero eso fue demasiado sencillo como para borrar tus crímenes, ¿no lo crees?
¿Qué otra cosa quería?
El Marqués Ketron, que parpadeaba sin comprender, miró a Edward sorprendido. Esto era algo que ni siquiera McKenna sabía, así que también estaba sorprendido.
—Qué más quieres...
—Tu cuerpo.
McKenna dejó caer los papeles que sostenía en sus manos al instante, mientras que el Marqués Ketron dio un paso atrás.
—¿Qué?
