Capítulo 15 Movimientos en las sombras

POV Halys Hornwood

297 AC

Hornwood

- ¡Ve despacio Daryn! ¡Vas muy rápido! – Gritó, cuando su entusiasmado hijo espoleo su caballo.

La velocidad de su montura acelero su marcha para alcanzar a Daryn, por los nuevos e interminables campos fértiles.

- Padre, como una cosa tan simple puede resultar así… – Escucho maravillarse a su heredero al ver los campos – Ahora sabemos por qué tantos malditos campesinos rogaron por un pedazo de tierra en los dominios Bolton – Dedujo cuando vio los pequeños brotes salir de la tierra.

Su vida siempre fue tan honorable hasta que la curiosidad lo tentó, robar herramientas agrícolas fue el un paso hacia la deshonra. Tenía que ver con sus propios ojos si lo que le decían los granjeros era cierto.

El acero mejor gastado en mucho tiempo - Pensó, al ver el resultado de los arados Bolton, campos duros imposibles de remover, ahora eran fértiles.

Los densos bosques de su dominio estaban en la mira de su vecino del norte, esta era la impresión que tenía al ser testigo del inusitado comercio maderero de los Bolton. Por supuesto, el fallecido carnicero, Roose Bolton, había afianzado dicha premisa con sus constantes saqueos. Fue así que su esposa, Donella, escribiría constantemente a su primo, el actual Lord de White Harbor. Probamente pidiendo ayuda para la seguridad de su casa.

- Deberíamos hacernos con más sorpresas de los Bolton – Dijo su hijo cuando detuvo su caballo. – Robar es malo, aunque en este caso las cosas pueden ser distintas – Respondió cuando pensó en todo el saqueo perpetrado en sus tierras.

Unos instantes después una comitiva relativamente pequeña se vio en la distancia. Los caballos galopantes lentamente hicieron su aparición junto con el portentoso estandarte del sol del invierno.

- Padre, llegaron, deberíamos regresar – Escucho a su hijo, cuando se acercó cabalgando a su lado.

Miro a su primogénito y luego a sus invitados, por ingenuo que parezca sabía que su heredero era consciente de lo que estaba por suceder. El estandarte del sol del invierno llego a sus tierras para una unión, poco a poco las cosas tomaban forma, los Karstark se lo prometieron.

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Se decía que las casas del norte eran honorables y que las tradiciones muchas veces importaron más que el progreso. Esto era verdad, pero muchas veces solo era la imagen que la casa Stark proyecto al resto de Westeros.

Miro con recelo a sus invitados, ambos parados en el centro de salón empedrado, esperando sus palabras.

- ¡Veo que Lord Karstark no se dignó en venir! – Dije efusivamente, al ver la ausencia del Lord de Karhold.

- Lord Hornwood también es un hombre ocupado, seguro entenderá las dificultades de mi tío – Cregan Stark se adelantó, cuando respondió con algo de preocupación – Además, la situación dificulta el viaje de nuestro Lord, en territorio Bolton.

- El mocoso Bolton me aseguro que respetaría las fronteras, y así lo hizo - Dije al recordar el primer mensaje que recibió del mocoso Bolton – Sin embargo, eso no detuvo a los malditos campesinos de correr a besarle el culo. La gente y el ganado, cuando se juntan, siempre avanzan sin importar el destino.

- Es innecesario suponer que nuestra situación es distinta Lord Hornwood, porque no lo es – Intervino el otro Karstark, Arthor Karstark – Ambos estamos perdiendo de algún modo, y solo uniéndonos podremos superar este revés – Vio con merito las palabras del Karstark más bajo.

- Estoy de acuerdo – Respondí al caminar lentamente al encuentro de sus nuevos amigos.

Un frio abrazo con los Karstark sello el destino de sus casas. Miro el duro rostro barbudo de Cregan Karstark y el suave y redondo rostro de su hermano, Arthor Karstark. Tan distintos como la noche y el día. Pensó al ver a sus futuros parientes.

- Mi heredero, Daryn Hornwood, y Alys Karstark unirán nuestras casas en matrimonio. Dijo cuándo volteo a ver al distraído sirviente parado en una esquina. – ¡Muchacho! ve a llamar al maestre, y dile a uno de tus amigos que traiga el mejor vino para nuestros invitados. ¡Tenemos un compromiso que celebrar!

El niño asintió y corrió enseguida, lo vio desaparecer en alguna esquina.

POV Ramsay

297 AC

Frontera: Hornwood - Bolton

Era la tercera vez que sucedía, probablemente no estaría en contra si estuviese acompañado de veteranos férreos; sin embargo, se encontraba dirigiendo un grupo de niños indisciplinados. Eran hijos de alguna espada jurada o peor aún, con algún vínculo en el gremio de comerciantes. No pensé que el maldito reclutamiento terminaría con el haciendo de niñera.

- ¡Ven todo aquello, son los incuestionables Hornwood caídos en la deshonra! – Escucho balbucear a uno de ellos, los fértiles campos Hornwood en la distancia llamo la atención de los mocosos.

- El bastardo Rivers dijo que varias herramientas agrícolas desaparecieron cerca de la frontera. ¿Talvez terminaron aquí? – Pregunte, sabiendo que así fue.

- ¡Debemos regresar con pruebas de este ultraje! – Grito uno de los mocosos, tan seguro que pareciese ser el, el que sufrió el robo.

- ¿No saben lo que es el honor? – Preguntó airadamente otro –. ¡Es cierto! – Un tercero asintió con vehemencia, a todo el que hablara.

- ¡Deberíamos ahorcarlos por su atrevimiento! – Declaró sabiendo que los mocosos tendían a parlotear cual gallina sin cabeza.

Talvez algo de la matanza no haría daño a estos tipos. Pensó, al ver la inocente emoción ferviente en sus jóvenes acompañantes.

Aunque su misión, en un principio, fue reconocer el terreno, recolectar pruebas del robo seguramente también le serviría como moneda de cambio para hacerse notar.

- Bien, Vamos a por esas pruebas…Dijo lánguidamente.

- ¡Si!

- ¡Verán el filo de mi espada!

- ¡Por los Bolton! Escucho cuando el grupo se le adelanto raudamente.

Los caballos galoparon rumbo a un remoto pueblo, donde con seguridad se encontraba su nuevo objetivo, unos miserables arados. Era curioso, de alguna forma pensó que era la forma más estúpida de perder el tiempo.

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Fue una experiencia tediosa adentrarse en los frondosos bosques Hornwood. Viéndolo desde una perspectiva diferente, sería una pesadilla despejar los árboles y cultivar. Hace tiempo que los caballos fueron relegados a acompañantes de a pie por la dificultad del bosque.

Después de mucho tiempo de caminata el grupo llego a su destino, un pueblo remoto escondido en el bosque, como un lunar en la cabeza; sin embargo, el lugar era muy productivo. En el horizonte se pudo ver el campo despejado, aunque inesperadamente su atención derivo en las herramientas agrícolas utilizadas.

Unos jornaleros azuzaban a las bestias que, con determinación, tiraban un arado con ruedas robustas. Como una carreta en pleno movimiento, el arado con ruedas surcaba rectamente la tierra, dando pie a líneas de cultivo perfectamente paralelas. Así comenzaría una revolución agrícola hasta hace poco propia de los Bolton. Ya no eran los únicos.

- Robaron los arados de ruedas…

- ¡Ladrones! – Escucho un grito rencoroso.

- ¡Silencio! – Silencio rápidamente – No queremos alarmarlos. – Susurro, cuándo pensó en matar a uno de estos bastardos, si su propia estupidez no lo hacía primero.

El arado de rueda era una introducción reciente, lo que decía mucho de los Hornwood. Con seguridad lo robaron y replicaron, ya que la mayoría de estas preciosas herramientas estaban contabilizadas en todo el dominio de Domeric.

- ¡Seamos silenciosos, hemos venido a llevar pruebas, no ha iniciar una maldita guerra! Hizo recordar a los mocosos.

Lentamente amarraron los caballos y continuaron a pie para evitar mayores percances.

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El olor a humedad inundo el recinto. Estaban en una de las tantas casas que encontraron vacías en el pueblo. Tenían que agradecer a los dioses, ya que el pueblo estaba escaso de gente, aunque tenían que ser rápidos ya que no tardaría en regresar después de la jornada diaria.

- No creo que encontremos nada aquí, esta casa debe estar abandonada – Escucho el comentario –. Deberíamos quemar el pueblo como castigo – Agrego otro.

- Deberíamos llevarnos a unos cuantos y hacerlos confesarse delante de Lord Bolton.

- Cállense, ahora estamos en territorio enemigo – Sus nervios estresados lo llevaron a plantearse la retirada.

En la distancia sonidos de ladridos se escuchaban, una razón más para pensar que su plan tal vez no sea el adecuado.

- Al próximo que diga una estupidez, lo convertiré en eunuco personalmente – Amenazo cuándo su paciencia empezaba a mermar. Para su consternación, el grupo de mocosos se tapó sus partes discretamente.

En una esquina escondido de todas las miradas, un gato atigrado observaba al grupo de humanos que invadió su hogar, era la choza donde se encontraban. Por supuesto, su hogar estaba aislado del pueblo, lo cual era no era raro, ya que, para su mala suerte, una pandilla de perros local lo acosara usualmente. Con este detalle en mente el gato abandono su hogar momentáneamente, un retorcido plan se fue gestando en sus pensamientos felinos.

- Digo que este maldito lugar está vacío, probablemente estén utilizando todos los arados.

- Ser Ramsay, deberíamos esperar a que anochezca, talvez haya más suerte entonces.

- Talvez…Respondió pensativo, por obvias razones parecía que tendrían que irse.

- Nunca había visto un gato tan agitado, siempre andan tan tranquilos, incluso parece que quiere vomitar. Inesperadamente escucho farfullar a uno. – Así son, tenía uno, siempre eructaba bolas de pelo.

- Dejen de hablarle al gato, parecen niñas. Regresaremos de noche – Ordeno en ese instante, viendo también al gato atigrado, que por algún motivo parecía exhausto.

Por unos instantes parecía que las cosas seguirían estando bajo control, eso fue hasta que unos ladridos lejanos se hicieron cada vez más fuertes, y más fuertes.

Súbitamente el gato maulló fuertemente, por otro lado, una bestia de cuatro patas llego rápidamente. Fue así que un enorme perro apareció deteniendo a todos en ese instante. El perro pareció confundirse por un instante, aunque al siguiente instante sus ladridos empezaron a cobrar fuerza atronadora.

- ¡Mátenlo! – Ordeno sabiendo que podían ser descubiertos. – Mátenlo rápidamente! Grito nuevamente, viendo la duda en el rostro de los mocosos.

Parecía que su grupo aun guardaba algo del decoro que por años el mismo intento aprender, lamentablemente para el animal, nunca llego a comprenderlo del todo.

- ¡Ustedes y sus sentimientos maricas! Maldijo en voz alta, cuando se acercó al animal.

Su espada fue empuñada y apunto al animal, que seguía ladrando. De un tajo la vida del perro termino; aunque no fue el último.

- ¡au! ¡auuu!

- ¡auuu!

- ¡Mierda! ¡Larguémonos!

El sentimiento de intranquilidad aumento al ver como más perros aparecían en la distancia y sus aullidos por su compañero caído alertaron a todo el poblado y más.

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Como diablos acabaron así – Se preguntó.

- ¡Sigan adelante! ¡No paren si no quieren morir!

Grito a todo pulmón, viendo como el frenesí de su huida continuo a pesar del tiempo. Rápidamente llegaron a los caballos.

Alterados por el ambiente tenso algunas monturas se encabritaron, no tardaron en calmarlos y continuar su huida.

El incesante galope llego a sus sentidos en el siguiente instante, sin embargo, la tranquilidad no duro mucho, absolutamente nada lo preparo para escuchar el sonido de los cuernos y retumbar del suelo.

- ¿Qué diablos fue eso?

- ¿Cómo voy a saberlo?

- ¡Muévanse no se detengan! Grito nuevamente, un mal sabor de boca lo llevo a dudar de sus sentidos. ¿Por qué sonó un cuerno? ¿Era lo que pensaba?

Su pregunto no tardó en responderse, en la lejanía, el estandarte del sol del invierno ondeo flameante. Casi como una maldición o una broma de la vida, una enorme partida de jinetes Karstark dio marcha hacia su persecución. Liderados por dos jinetes raudos que vestían los típicos atuendos del norte.

El maldito momento lo desconcertó como nada en la vida lo hizo.

Seguidamente vio como sus esperanzas empezaron a ser extinguidas. El enemigo los asfixio lentamente. Primero fueron los rezagados, quienes la inexperiencia los llevo a caer de sus monturas de formas inhumanas. La crudeza de la matanza se debió en gran parte al ser superados en números.

Después de mucho tiempo de persecución parte de su grupo logro salir del bosque, varios con flechas en los muslos.

- ¡Mierda! ¡Mierda!

Se maldijeron y miraron a su alrededor. Tal vez la mitad incluso menos que eso. Pensó al contar sus números. Solo los dioses sabrían si algún seguía vivo en el bosque. Lejos habían quedado los aullidos, pues habían sido reemplazados por el sonido de los cascos de los caballos Karstark.

Azuzaron sus monturas, y se lamentaron en silencio. Reprocharon su estupidez, pues nunca debieron hacer otra cosa, que no sea la misión. Ahora tendrían que responder por la muerte de sus compañeros. Sin pensarlo la situación los llevaría a dar inicio a un final insospechado.

POV Ben Snow

297 AC

Braavos

Su solitario trote en los nocturnos callejones de Braavos, era el preludio de una sensación fría y de mal augurio.

El incesante sonido de sus pasos fluctuaba ocasionalmente con el sonido de alguna rata quejosa. No estaba de paseo, eso se podía deducir; además, sus ojos rápidamente atentos volteaban en todas direcciones, como buscando una sombra que no sea la suya. Así era la situación en aquella inesperada noche en Braavos.

- Eres lamentable…Escucho como un susurro, cuando sus latidos acelerados dieron paso a una ansiedad que jamás experimento, ni siquiera cuando huyo del maldito Karhold.

En la oscuridad de la noche, la sombra que le hablo fue tomando forma en una recóndita esquina, a la luz de la luna. Un tipo vestido de mendigo apareció lentamente. Talvez con la confianza conferida de años su oficio, el tipo, ni siquiera se dignó a terminar el trabajo rápidamente, estaba siendo cazado lentamente.

- Hola extranjero, siento decirlo, pero, el banco de hierro envía sus saludos – Dijo el mendigo –. Lo que no daría por renunciar a este maldito trabajo – Dije en voz alta, en ese instante.

Sus pensamientos cayeron en cuenta que tal vez no había sido buena idea jugar con la paciencia de los banqueros.

- Solo sigo ordenes… Intento, de manera errática, razonar con su asesino.

- Díselo al dios de muchos rostros…Dijo el mendigo, cuando una determinación fría inundo su rostro.

En aquel instante diría que sus recuerdos no llegaron a cuadrar. Su vida estaba por terminar; sin embargo, un último segundo antes de ser estrangulado por la daga fría del hombre sin rostro, una irrazonable fuerza lo arrastro hacía atrás. Choco de espalda contra la pared cercana y, con la cabeza aun pegada al cuerpo.

Sus ojos recorrieron el lugar solo para ver al mendigo parado como una estatua. El tiempo pareció hacerse lento, aunque termino cuando una fina línea sangrienta apareció en el cuello del mendigo. Este cayó al suelo en un charco de su propia sangre, como una marioneta sin hilos, parecía ser que sus días aún estaban por escribirse.

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Las horas de la noche se acortaron cuando intentaron acabar con su vida. Por otro lado, la seguridad del día no fue tan reconfortante como el tipo que tenía a su lado. Su simple existencia generaba dudas, tantas que se olvidó por unos instantes de la horrible experiencia que vivió anoche.

Con el tiempo llego a comprender una o dos cosas de la casa Bolton. Lo primero que diría es que la búsqueda de beneficios era el motor principal de todo lo que esa casa representaba.

Un simple posadero se convirtió en magister – Fue una historia poco común en ese rincón del mundo; sin embargo, con un ejemplo tan centellante como ese, muchos se animaron a buscar oportunidades en esas tierras. Fue así que no dudo en obedecer las órdenes, a pesar de su momentánea duda, cuando dejo a sus hijas al cuidado de aquella casa.

Poniéndolo en perceptiva, su sin igual, valentía, le había jugado en contra en Braavos, donde una secta de lunáticos sin rostro lo había predispuesto a comprender la segunda cosa más importante de su, ahora Lord – Parece que los hombres sin rostro tienen competencia. Pensó.

- ¿No tienes nombre? Pregunto inquietamente a su salvador.

- Hubo un tiempo en que me llame Alaric…Escucho atentamente como si se tratase de una revelación extraordinaria.

Lo miro cautelosamente, pero por alguna razón la mirada de su salvador le produjo temor. Desvió su vista hacia las costas de Braavos y seguidamente a la gigantesca institución con la que por muchos meses intento negociar.

- ¿Estás seguro que es necesario tanto dramatismo? Puedo valerme por mismo… Intento decir cuándo su salvador se le adelanto y empezó a caminar, rumbo a las puertas del banco de hierro.

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¿Era una silenciosa espera o una simple muestra de superioridad? – La típica larga espera de los banqueros se fue haciendo cada vez más larga. Al punto que el eco de sus nerviosos pasos llegó a perturba a su salvador, Alaric.

- Deja de hacer eso…Fue lo que le dijo, y fue ese momento en el que decidió sentarse en las cutres sillas de los invitados.

La luz del día dio paso a la oscuridad de la noche; fue así que, por primera vez desde que llego a Braavos, vio como unos sirvientes llegaron a encender los candelabros del lugar.

En la noche brumosa, el retumbar de las puertas le dio la esperanza de acabar con su angustiosa espera, pues en ese instante tres personas entraron al lugar caminando coordinadamente. La distancia, los gestos e incluso la postura; parecía como si de un movimiento arreglado se tratase.

- Bienvenido al banco de hierro Ben Snow, ¿y? – Indago el banquero de en medio.

- Este es ser Alaric… Presento a su salvador, sin saber el resto de su nombre –. Solo Alaryc. Corrigió su salvador tajantemente, parecía que no era el único cansado de esperar.

- Por supuesto que es Alaric. – Replico el sujeto de en medio – Cuando escuche que la Casa de Blanco y Negro presentaba excusas, mi primera impresión fue decantándose por una… ¿Traición? Al parecer tenía razón – Asevero el banquero, cuando vio como el ceño fruncido del mismo se desdibujaba extrañamente.

Había perdido la cuenta de la cantidad de reuniones que tuvo con el Banco de Hierro. La misión de ganar tiempo posiblemente era una excusa fortuita para Lord Bolton, ya que después de todo, solo había un modo de ganar justamente el próximo conflicto con los Karstark, con una excusa.

- De darse el caso que aceptáramos el pedido, Lord Karstark no estaría feliz con nuestro servicio – Un suave suspiro se escuchó del banquero de la izquierda.

- La compra de la deuda Karstark no significa nada para el Banco de Hierro – Continuo el de en medio.

- Sin embargo; tenemos una reputación que mantener…Culmino el de la derecha.

- Los entendemos, pero, existe una deuda de sangre, mi amigo aquí presente – Dijo cuándo apunto a Alaric – Es la prueba viviente de ello.

Aunque el Alaric este sirviendo al actual Lord Bolton, nadie sabrá que tan implicados estaban los Karstark en aquel asesinato dramático. La muerte del Carnicero Bolton, fue tan dramática que posiblemente incluso se hallan hecho canciones en honor a la bruja que lo maldijo.

- ¡Mi Lord solo quiere castigar a los responsables! – Dijo apasionadamente, como había aprendido en las recientes obras que vio en el mercado.

- Tu Lord ya puede hacer eso, tu amigo aquí presente es la prueba viviente de ello. Dijo el banquero de la izquierda.

- Tu lord solo quiere excusas – Afirmo el banquero de en medio.

- ¡Y subvertir a cuanto esté por delante de sus planes! – Acuso el banquero de la derecha.

El frio aire del salón fue acompañado de las campanadas lejanas, apenas perceptibles. Podía ser por el tiempo que espero, pero sintió que el ambiente calmante fue transformándose en ese mismo instante.

- ¡Tenemos derecho a justicia por la muerte nuestro amado Lord! – Imploro a los presentes.

- La Casa de Blanco y Negro no puede detenernos…Inesperadamente Alaric se sumó a la conversación.

¡Qué mierda dijo! No parecía que su salvador comprendiera las implicaciones de sentenciar a toda una banda de lunáticos, menos aun cuando había un banco de hierro respaldando las espaldas de los sujetos.

- Mi amigo está muy exhausto y no sabe lo que dice. Solo queremos justicia y conservar la paz…

Sabiendo que las cosas no marchaban bien se dispuso a mirar a su salvador que inesperadamente se puso a beber de una botella roja como un poseso… ¿Qué diablos hace?

- ¡Mis más sinceras disculpas! – Se inclinó. Posiblemente no había mucho que pudiera hacer, más que disculparse en nombre de Alaric.

Aunque no llego a completar sus intentos de paz; ya que los banqueros, uno por uno, levantaron el velo de la cruda realidad, para su desconcierto y su ya traumática experiencia.

Los rostros de los banqueros, antes firmes, ahora eran flácidos, desprovistos de vida, pues las máscaras de piel no tenían otro modo. Cayeron rebelando un nuevo rostro.

La sorpresa fue tal que acabo por caerse de su asiento. Con la vida nuevamente en juego solo podía gatear en dirección contraria. Sus ojos no pudieron velar por nadie más que el mismo. Dentro de su rango de visión vio con ansiedad como uno de los asesinos corría en su dirección, daga en mano.

Lamentándose de su infortunio vio con sorpresa como este asesino era fulminado por una daga voladora que, con una precisión sobrehumana, socavo sus sesos por la cuenca de sus ojos. Alaric había lanzado esa daga con tal precisión que el tipo dejo de moverse en ese mismo instante y cayó como un saco de papas.

- ¡Es eso todo lo que tienen! – Escuchó a Alaric despotricar.

En respuesta, uno de los banqueros asesinos se animó a jugar el mismo juego. La velocidad y precisión de la daga fue la misma, pero al parecer no fue suficiente. Cuando daga fue lanzada a los ojos Alaric, la mano del mismo la detuvo en el aire, todo era demasiado rápido.

Fue así que Alaric acuchillo a un segundo asesino con su nueva daga. El tercero, en vista que no podía realizar su servicio con el más hábil, fue a por el objetivo más fácil, en otras palabras, el.

- Parece que no te enseñaron a no dar la espalda al enemigo – Escucho, cuando una daga atravesó la nuca del ultimo asesino, para salir por la frente del mismo.

Alaric motivado por su superioridad, empezó a rebuscar entre los cuerpos con algún propósito. Aunque no paso mucho tiempo antes que nuevamente las puertas retumbaran. Alertados, ambos decidieron resguardarse en una esquina.

Sin sorpresa en el asunto, nuevamente tres banqueros con pasos coordinados avanzaron a los asientos más lujosos.

- Bienvenidos al Banco de Hierro, soy Tycho Nestoris. ¿En qué podemos servirles?