Disclaimer: Nada de esto me pertenece, la saga crepúsculo es propiedad de Stephenie Meyer y la trama es del webtoon y la novela "La emperatriz divorciada" de Alphatart y con arte de Sumpul, yo solo busco entretener y que más personas conozcan esta historia.


Capítulo 473. Era Mi Enemigo (2)

Sintiéndose más tenso que nunca, Edward tragó saliva. La saliva le quemaba al bajar por su garganta hinchada. No podía relajar los hombros. Cuando Bella le hizo aquel dibujo antes, no tenía ni idea de lo que significaba. Edward pensó que ocurriría lo mismo si fuera al revés, pero Bella nunca supo que no había podido interpretar su dibujo. De hecho, había escondido el malentendido debajo de la alfombra, para nunca resolverlo.

Edward amaba a Bella, pero no podían comunicarse sin palabras. Ahora no era diferente.

Frenéticamente, le había indicado que prefería que le cuidara McKenna. Pero Bella no le entendió en absoluto. Más bien, se sentó a su lado con una sonrisa.

—Comprendo. Cuidaré de ti. Me quedaré a tu lado todo el día de hoy, Edward.

Le temblaron las manos.

¿Se sentiría Bella profundamente decepcionada si supiera que su comunicación fallaba? Ella creía que se entendían con una mirada. Edward no quería ver su decepción. Así que, aunque le dolía tanto la garganta que le costaba respirar y el cuerpo le ardía de fiebre, se esforzó por hacerse entender correctamente.

—¿Edward? ¿Tienes frío?

Bella le agarró las manos temblorosas. La preocupación cruzó su rostro helado. Sus cálidas manos envolvieron suavemente las de él.

Edward se aferró a sus manos y miró por encima de su hombro a McKenna.

Ayúdame.

McKenna asintió sutilmente en señal de que lo entendía.

No obstante, un minuto después, Edward se desmayó. Cuando recobró el conocimiento, Bella lo miraba con preocupación. Al contemplar aquellos ojos fríos, rebosantes de amor, Edward pensó que era tonto por temer sus cuidados. Había renunciado a una guerra por la mirada de aquellos ojos. No podía creer que hubiera tenido miedo.

Culpándose de lo que había hecho antes, reunió todas sus fuerzas para sonreírle a Bella. Cuando Bella lo vio, frunció el ceño.

—¿De verdad vas a bromear en medio de todo esto?

Edward sacudió la cabeza. Pero debido a su enfermedad, los músculos de su cara no se movían. Relajó su sonrisa para no ofenderla. Pasaron unos treinta minutos. Edward sintió sed, quizá porque había sudado mucho, así que levantó una mano y se señaló la garganta.

Agua. Por favor, tráeme agua, mi reina.

Cuando pronunció su deseo, Bella volvió a fruncir el ceño.

—Realmente no puedo impedírtelo.

¿Qué hice?

Sin darle oportunidad de responder, ella besó su cuello. Cuando sus labios suaves y fríos tocaron su piel enrojecida, se sintió electrizado. Pero en cuanto ella se echó hacia atrás, le entraron ganas de llorar. Por encima de su hombro, vio a McKenna perplejo, con una botella de agua en la mano.

No, no me la des. No importa. Mi Reina se avergonzaría si me entendieras.

Edward habló con la mirada. McKenna dejó la botella en el suelo. Aliviado, Edward miró a Bella y le agradeció.

Pasó otra hora. Edward quería cambiarse de atuendo, así que agarró su ropa y la sacudió.

—¿Tienes calor?

Bella le abanicó de inmediato.

McKenna, que estaba a punto de traerle ropa, se sentó a regañadientes cuando Edward le hizo señas de que no importaba. Pasaron dos horas más y Edward sintió hambre. Se palpó el estómago. Bella le preguntó si le dolía y se lo frotó mientras le cantaba. McKenna estaba a punto de traerle sopa, pero observó la cara de Edward, preguntando en silencio.

¿Qué hago?

Esta vez, Edward no le dijo que no importaba. Estiró la mano hacia McKenna a espaldas de Bella, moviendo los dedos con desesperación.

Sálvame.


¿Dónde estoy? Miré a mi alrededor. Sin duda era el interior de un Palacio Imperial. ¿Era el Imperio Oriental? ¿O el Imperio Occidental? Por extraño que parezca, no podía distinguirlo. ¿Se ha deteriorado mi mente?

Estaba confundida, pero no sentía miedo. No importaría aunque lo tuviera, porque mis piernas seguían moviéndose independientemente de mis intenciones. Caminé durante mucho tiempo. Finalmente, llegué a la puerta del gran salón de banquetes. Estaba ligeramente entreabierta. ¿Por qué está abierta? Normalmente estaba cerrada. Oí un ruido alborotado dentro, pero no era el sonido de la música de una fiesta.

Tampoco era el sonido de personas charlando. Se escuchaba como una pelea... pero no estaba segura.

Me despertó la curiosidad, así que entré sin dudarlo. Justo entonces, vi a dos enormes pájaros aleteando en medio del salón. Ambos eran hermosos pájaros de plumas doradas, que chillaban y batían las alas, sus regordetas barrigas sobresalían. Luego se encararon con los picos bien abiertos y empezaron a picotearse el uno al otro.

¿Qué están haciendo? ¿Quiénes son esos pájaros?

Para ver con más claridad, me agarré a la barandilla y me incliné. Al mirar de cerca, vi una cosa brillante, dorada, entre los dos pájaros.

¿Qué será?

Miré con más atención. Era una corona. Los dos pájaros se peleaban por la corona.

—Mi Reina.

En ese momento, me interrumpió una voz. Mis ojos se abrieron bruscamente. No había Palacio Imperial, ni pájaros, ni corona. Todo lo que vi fue una suave manta... ¿de oro y marfil?

—Mi Reina.

Al levantar la cabeza, vi a Edward mirándome con preocupación.

Oh, no. Debo haberme quedado dormida. ¿En qué momento?

—¿Por qué duermes así? ¿Dónde está McKenna?

Ah, ahora recuerdo.

—Él parecía cansado, así que le dije que se fuera a dormir un poco.

Después de que McKenna se fue, me quedé observando la cara de Edward mientras dormía. Debió de ser entonces cuando me quedé dormida.

—¿Se fue porque tú se lo dijiste?

—Él no quería irse, pero se lo ordené. Siempre está muy ocupado.

Edward puso una cara intimidante. Su expresión decía que, en cuanto estuviera mejor, llamaría a McKenna y le reprendería. Puse mi mano sobre la de Edward.

—Más importante, ¿qué hay de ti? ¿Cómo te encuentras? Veo que has recuperado la voz.

—Estoy bien. Ya no me duele la garganta.

La expresión de Edward ahora decía, sé que estás cambiando de tema, pero lo pasaré por alto. Utilizó su mano libre para cubrirse la garganta.

—Me pasa desde que era joven. Me enfermo sólo un día y me recupero enseguida.

—Menos mal. ¿Sabes lo preocupada que estuve ayer?

Asintió con la cabeza.

—Sí, lo sé. Pero no imaginaba lo bien que me sentiría con mi reina cuidándome.

—Eso no es verdad.

—Es verdad. Sentía mi vida amenazada.

¿Qué?

Me quedé mirándole, confundida, pero Edward evitó mi mirada y se incorporó.

—Vaya, tengo hambre.

¿Qué pasa? ¿Qué significa esto?

—Debería desayunar un plato ligero. Sólo tomar sopa caliente. Puede comer un poco de pan, pero es mejor que no lo haga.

El médico del palacio dio el tratamiento y algunos consejos, luego se marchó. Una vez que trajeron la sopa de patatas y champiñones que pedí, le fui dando cucharadas a Edward, una a una.

Era incómodo, pero... a Edward le gustaban este tipo de cosas.

—Esto se siente raro, mi reina.

A él le gustaba darme de comer. ¿Le parecía raro que nuestros papeles se hubieran invertido? Edward abrió la boca.

Para el almuerzo, el médico aconsejó una comida completa, siempre que evitara los alimentos picantes. Así que nos sentamos frente a frente en una mesa dentro del grandioso jardín otoñal. Edward debía de estar muerto de hambre. Comió mucho más de lo habitual. Mientras comía, saqué a relucir las cosas que había querido decirle ayer.

—Edward, la próxima vez que llueva, cúbrete. No te quedes bajo la lluvia.

—Quise usar la fuerte lluvia como cobertura para recuperar la piedra de maná.

Las piedras de maná son un verdadero problema. Tanto para Edward como para el país. No sabía qué decir, así que cerré la boca.

Edward sonrió satisfecho y cambió de tema.

—De todos modos, fue agradable ver a mi reina tan preocupada por mí.

—Siempre me preocupo por ti, así que no te vuelvas a enfermar.

Era la verdad. ¿Creía que no me preocupaba por él?

Mi respuesta le gustó tanto que no dejó de sonreír.

Suspiré, arranqué un poco de carne de mi pescado y se la puse en el cuenco. Edward la devoró, luego arrancó un poco de su propio pescado y me lo acercó a la boca.

Se suponía que ahora debía cuidar de él. Estaba a punto de reprenderle de nuevo, pero me contuve. Abrí la boca y dejé que me diera de comer.

—Cierto.

Me acordé de una cosa que pensaba preguntarle ayer. Como se enfermó, no pude preguntárselo.

—¿Qué pasa?

Me aclaré la garganta.

—Edward, ¿tiene el Duque Tom algún tipo de rencor contra el Emperador Jasper?

—¿Tom?

Jasper había preguntado en una carta si Tom le guardaba algún rencor. Él había leído sobre eso en su diario. Ahora también sentía curiosidad. Cuando Jasper escribió en su diario, ¿acaso creía que Tom iba tras él, y no tras el puerto?

Edward frunció el ceño mientras mordía el tenedor.

—No lo sé. No estoy seguro de que le guarde rencor. Sí sé que lo odia, pero...

—¿Pero?

—Odia a mucha gente.

Edward se encogió de hombros.

—¿Así que esto pasa a menudo?

—Es un muñeco de vudú andante.

¿Podría su apodo ser intencionado, en vez de fortuito?


NOTA:

Amo demasiado este capitulo, pobre Edward.

Mañana habra actualizacion también.