El terreno de entrenamiento número cuatro estaba bastante alejado de las oficinas del Hokage, de modo que tuvo que correr durante un buen rato hasta llegar a él. Naruto saltó de tejado en tejado a toda la velocidad de la que era capaz, hasta que la aldea se convirtió en un borrón de edificios, tejados de colores apagados por la noche y postes de madera sujetando marañas de cables como telarañas.
La fortuna quiso que no hubiera ninjas en su camino. Las calles estaban desiertas y no había más ojos acechando en los tejados que los de los gatos callejeros y las aves nocturnas descansando en las ramas de los árboles. Luego, cuando alcanzó los desgastados barrios de las afueras, donde la mirada del Hokage no llegaba con tanta claridad, a Naruto se le acabó la suerte: una patrulla de ninjas, todos con chalecos militares, venía en su dirección. Apenas le dio tiempo a maniobrar en el aire y aterrizar en el tejado de un edificio de apartamentos. Estaba ocupado por filas y filas de ropa tendida; con cuidado de no hacer ruido se perdió entre ella, agazapándose entre las sábanas que algún vecino había puesto a secar.
Sólo tenía que esperar a que pasaran, se dijo, y todo estaría bien. No contaba con que los ninjas saltarían al mismo tejado en el que él estaba. El corazón le dio un vuelco y se maldijo por su decisión. Trató de alejarse del grupo, pero ellos hacían lo contrario. Ellos iban hacia él.
Los ninjas hablaban en susurros. Sólo pudo captar algunas palabras, la más clara de ellas: "serpiente." No presto mucha más atención: tenía que salir de allí. ¿Pero cómo hacerlo? No había manera de que un grupo entero de ninjas no viera una sombra corriendo cerca de ellos, por muy rápido que ésta se moviera. Ya era bastante suerte que no le hubieran visto todavía. ¡Pero qué mala suerte tenía! ¿No había más tejados a los que subirse, o qué? Si me ven me preguntarán qué hago escondiéndome, pensó, nervioso, y entonces verán el pergamino. Se le ocurrió que tendría más posibilidades de salir de aquella si simplemente echaba a correr. Naruto era más ágil de lo que pudiera parecer, y no sería la primera vez que se escabullía de un adulto por estar en donde no debía.
Algo le decía que esa vez no saldría bien. Esto no era como las veces anteriores. Si un grupo de ninjas veía a otro huir de ellos en la noche, les saltarían las alarmas. No pararían de perseguirle hasta que le atrapasen...
Una mano enguantada apartó unas sábanas que colgaban a apenas diez metros de Naruto. La siguió un ninja musculoso, con la mandíbula cuadrada y barba de varios días. Era él quien iba hablando. Ahora que lo tenía cerca, Naruto podía oír lo que decía:
— Si fuéramos todos, no, escúchame... podría hacerse. Será todo lo poderoso que tú quieras, pero, imagínate esto: todos los jonin, incluso los Anbu, unidos. Acabaríamos con él de un plumazo.
— Tú no lo viste en la guerra, por eso lo dices. Ni con doscientos jonin podríamos...
— Aunque lo hagamos, morirían muchos —intervino otro—, ¿merecería la pena?
— Ya te digo yo que sí — respondió el de la mandíbula cuadrada, sonriendo con cierto sadismo en la cara—, daría lo que fuera por verlo hecho pedazos. Ese traidor...
— Espera — intervino alguien—, ¿ves eso? — Los ninjas quedaron en silencio.
A Naruto se le hizo un nudo en la garganta. ¡Mierda, me han visto...! A toda velocidad su cerebro empezó a pensar en un millón de posibilidades: invertarse una excusa, hacerse el tonto, correr como alma que lleva el diablo... confesarlo todo. Ninguna de ellas parecía que fuera a llevarle a buen puerto. Hiciera lo que hicera, estaba...
Entonces se dio cuenta de que los ninjas no miraban en su dirección.
— En ese tejado, a las seis, ¿lo veis?
— Lo veo.
Hubo un instante en el que todos se quedaron inmóviles. Luego, el ninja musculoso hizo un gesto con la mano y el grupo se desvaneció como si nunca hubiera estado allí.
Le llevó unos segundos recobrar el aliento, y no abandonó el tejado hasta pasados un par de minutos. Eso había estado demasiado cerca. Mucho más de lo que le hubiera gustado. No sé qué han visto pero, sea lo que sea, le doy las gracias. Naruto se limpió el sudor de la frente con el dorso de la mano, se ajustó el pergamino a la espalda y siguió corriendo, esta vez teniendo mucho más cuidado con sus alrededores.
El resto del viaje fue mucho más tranquilo. Nada que ver excepto algunos vecinos asomados a las ventanas. Ni uno de ellos le sintió cruzar los tejados a toda velocidad; cuando se lo proponía, Naruto era capaz de moverse como un auténtico ninja.
El terreno de entrenamiento consistía de una explanada de tierra en medio de un bosque más o menos espeso. Era uno de los terrenos más sencillos de la aldea donde encontrabas, como mucho, unas cuantas dianas para el lanzamiento de shurikens. No había ninguna fuente de luz más que las estrellas y una luna llena que empezaba a hacerse más visible y que bañaba todo con de un tenue brillo plateado.
Naruto se sentó junto a un árbol y apoyó la espalda en él, respirando pesadamente. Aquel estaba siendo un día muy largo, y todavía le quedaba toda la noche por delante. Tratando de aprovechar la poca luz que había, deshizo el nudo que mantenía el pergamino cerrado y lo abrió sobre sus piernas: estaba repleto de inscripciones, dibujos y explicaciones desde una esquina a la otra. Nada más verlo, su interior empezó a llenarse de emoción y sus ojos volaron de un lado al otro del pergamino, analizando cada uno de sus detalles.
Ese pergamino había sido escrito por varias personas. Aunque muchos se repetían, Naruto reconoció varios y muy distintos estilos de escritura, la mayoría de ellos elegantes, pero algunos tan apresurados como su propia letra. En uno de los lados rezaba "pergamino de sellos", seguido de una firma que no supo reconocer.
Allí había todo tipo de técnicas, la mayoría teniendo que ver con el fuinjutsu, el arte de crear sellos, algo totalmente desconocido para Naruto. Leerlas era como tratar de descifrar un idioma extranjero. No cabía duda de que se trataba de técnicas de alto nivel. "Esto no es para cualquiera", pensó, "podría pasarme horas leyendo lo que pone aquí y seguiría sin avanzar un solo paso."
Las frases pasaban en frente de sus ojos como abejas zumbando. Una tras otra, sin que ninguna tuviera mucho sentido. La cosa empezaba a parecerle perdida. ¿Qué era lo que se suponía que tenía hacer? El tiempo pasaba y ni siquiera había empezado a practicar... una creciente frustración empezó a apoderarse de él, y a medida que lo hacía, el pergamino le parecía más y más indescifrable... hasta que una técnica en particular llamó su atención. Estaba escrita de las últimas, y la acompañaba el dibujo de una silueta humana donde habían detallado, con un pincel muy fino, cada uno de los puntos de presión que componían el cuerpo humano. Junto al dibujo había algunos párrafos escritos en letra pequeña, ordenada y muy limpia. El nombre de la técnica los encabezaba. Naruto lo leyó en voz alta:
KAGE BUNSHIN NO JUTSU
¡Tenía que ser esa la técnica que buscaba! Prácticamente compartía nombre con la que le habían pedido en el examen, excepto por la palabra "kage", que significaba "sombra." Era la misma palabra que Danzo había escrito en la pared del callejón. Naruto se preguntó si tendrían algo que ver antes de ponerse a leer la técnica.
En un estilo escueto y directo, el texto explicaba cada detalle de la técnica de multiplicación de cuerpos, empezando por el Bunshin no jutsu. Todo estaba perfectamente explicado, desde los sellos a utilizar a la postura corporal, pasando por la manera exacta en la que uno debía de manipular su chakra para utilizar la menor cantidad posible. Nunca había visto algo así; nunca le habían descrito una técnica de tal manera que todo tuviera lógica desde el primer momento. Y no sólo era eso. Después de explicar el Bunshin no jutsu, el texto abordaba otra técnica. Una variación, o una evolución: Kage Bunshin no Jutsu.
"El usuario moldea el chakra, aplicando varias veces más cantidad que con la técnica anterior; entonces, utilizando el sello junto a este texto descrito, aplicará la máxima densidad al clon sin que éste estalle por la presión aplicada. Esto requiere de un ánimo particular; más que el del engaño, el usuario ha de acarrear el fuego, la intensidad, de la confrontación..."
— Siempre fue un buen profesor —dijo alguien—, aunque su estilo de escritura se hubiera beneficiado de un mayor refinamiento.
El sobresalto fue grande. Naruto rebotó en el sitio y el pergamino rodó por sus rodillas y sus piernas hasta caer abierto en la hierba, junto a los pies de Danzo Shimura, que le observaba apoyado en su bastón de madera.
No le había visto, ni oído, llegar. Tampoco sintió nada, ni una corriente de aire. La habilidad de Danzo para aparecer y desaparecer de la nada era espeluznante.
— Esa técnica la escribió Tobirama Senju— dijo—, el Segundo Hokage. Fue un gran hombre y un excelente shinobi. Esa técnica es una de sus creaciones.
— ¿El Segundo? ¿Tú... le conocías?
Danzo asintió.
— Luché junto a él en la guerra, al igual que Hiruzen. Ambos aprendimos muchas cosas de él, aunque quizá no las mismas.
— Tobirama Senju...
Naruto bajó la mirada al pergamino, sintiendo que poseía un significado más profundo de lo que había pensado.
— Este pergamino —dijo después—, Mizuki me pidió que lo robara. Que lo que había en su interior me ayudaría a convertirme en genin. Eso era lo que quería.
— ¿Te dijo algo más?
— No realmente. Que no estaba de acuerdo en cómo la Academia evalúa a los ninjas, que es un sistema anticuado... y que nos veríamos aquí al amanecer.
— ¿Qué piensas de él?
— ¿De Mizuki? — Danzo no le respondió, así que Naruto se detuvo a pensar. Se tomó unos momentos antes de responderle—: Supongo que quería este pergamino, pero no mancharse las manos para conseguirlo.
— Ya veo — Danzo estiró el bastón y lo apoyó sobre el texto que explicaba el Kage Bunshin no jutsu—, ¿la has leído? — Naruto asintió— Entonces quiero que me la enseñes.
— No lo he intentado todavía.
— Inténtalo ahora.
Algo en su voz no admitía discusión. Naruto echó un último vistazo al pergamino, tratando de grabar en su cabeza los pasos que describía. No los recordaba todos al pie de la letra, pero se hacía una idea de lo que tenía que hacer. Así que adoptó una pose de combate, alzó su chakra, e hizo el sello que había visto dibujado en el pergamino. Entonces cogió aire para pronunciar la técnica...
— Mal — le cortó Danzo, dándole un golpe en la pierna con el bastón—, empieza de nuevo.
— ¡Ay! ¿Por qué...?
— Empieza de nuevo.
Frunciendo el ceño, Naruto hizo lo que le pedía. Volvió a reunir su chakra, a dejar que impregnara cada parte de su cuerpo. Formó el sello y...
— ¡Kage...!
— ¡Mal! Otra vez. — Y volvió a darle con el bastón, esta vez con más fuerza.
— ¿Se puede saber qué estoy haciendo mal? — le soltó Naruto, irritado— ¡Sólo sigo lo que pone ahí!
— El pergamino no dice que deshagas tu chakra — le reprochó Danzo—, sino que lo mantengas. Que le des forma.
— ¡No estoy haciendo eso!
— Repite la técnica. Y esta vez presta atención a lo que ocurre en tu interior.
— Lo que tú digas... — refunfuñó Naruto. Volvió a formar el sello y tomó aire profundamente. Luego, con los ojos cerrados, acumuló todo el chakra que pudo. Lo sintió crecer en su interior como una marea azul— ¡Kage Bunshin...! — Su chakra se elevó súbitamente a la hora de formar la técnica. Su cuerpo quedó rodeado de un aura azul que crecía por momentos... y entonces lo sintió. Una sensación helada que venía de ninguna parte, un vacío, una oquedad en su interior. Un destello anaranjado.
Naruto deshizo el sello sin haber completado la técnica. Una gota de sudor le bajaba por la sien junto a sus ojos muy abiertos.
— ¿Qué diablos ha sido eso? — dijo, aunque más bien hablaba para sí mismo. Notó que la voz le temblaba. No era para menos: fuera lo que fuera lo que había sentido, le había erizado cada vello de su cuerpo.
— Una oportunidad — dijo Danzo. Con un gesto de la mano, calló la pregunta que Naruto iba a hacerle y prosiguió—: También es lo que te dificulta el ninjutsu. Has realizado la técnica correctamente... al menos hasta el último momento. Es posible que se trate de tu instinto, o quizá sea... no importa — Danzo apoyó ambas manos en el bastón y reflexionó en silencio—. Ahora escúchame. Como te dije, estás deshaciendo la técnica justo antes de completarla; esencialmente sueltas tu chakra en el último momento. Por ese motivo no se producen, o si lo hacen, están incompletas. ¿Lo entiendes, Naruto?
El chico tragó saliva. Porque lo cierto es que lo entendía.
— Sí.
— Bien, repite la técnica una última vez. Y sientas lo que sientas, no hagas ningún ajuste a tu chakra. No lo reduzcas. No retrocedas; no tienes nada que temer.
Las palabras de Danzo venían cargadas de una fuerza que, de algún modo, avivó los ánimos de Naruto. No tienes nada que temer. No estaba acostumbrado a oír palabras como aquellas. Y estaba cansado de fallar, cansado de verdad. Así que apretó los dientes y tensó los músculos y volvió a formar su técnica. Y esta vez, cuando la misma sensación volvió a asaltarle —la inquietud que, cuanto más la soportaba, más helada se volvía—, Naruto la resistió. Un fugaz tinte anaranjado cruzó su chakra cuando exclamó:
— ¡Kage Bunshin no jutsu! — Y no sólo uno, sino decenas de clones de sombras aparecieron por todas partes, uno tras otro, entre nubes de humo que esta vez no revelaron ningún defecto. La técnica había salido bien. Lo había conseguido.
Lo que no se esperaba era sentir cómo su chakra caía en picado, mucho más rápidamente que en cualquier otra ocasión anterior. Naruto perdió el aliento y tardó unos segundos en recuperarlo, mientras sus clones... ¿qué era lo que estaban haciendo? ¿Hablaban entre ellos? Eso era. Estaban celebrando lo que acababa de conseguir. Pero eso no tenía sentido. Sólo eran clones, ¿cómo...?
Danzo se acercó a él y le puso una mano en el hombro. Ambos intercambiaron una mirada; había un brillo de satisfacción en la del viejo.
— Buen trabajo, Naruto —dijo—, como habrás notado, el Kage Bunshin requiere una gran cantidad de energía. Por ese motivo es una técnica prohibida... la mayoría de los shinobis sólo pueden crear tres o cuatro clones antes de caer rendidos —Danzo se acercó a uno de los clones, y le golpeó suavemente el pecho con la punta de su bastón. El clon protestó en voz alta, apartándose de él— ¿Ves? A diferencia de un clon convencional, éstos tienen forma física... y también conciencia. Ese es el motivo por el que su coste es tan alto.
Mientras tanto, Naruto se dejó caer en la hierba, agotado. Los clones desaparecieron de un plumazo, todos soltando nubecillas de humo blanco. Eso estaba mejor. Notaba cómo su energía se recuperaba deprisa, ¡y menos mal! La sensación de perder todo ese chakra de golpe no era nada agradable.
— Normal que la gente no use esta técnica —dijo—, es agotadora.
— Sin embargo has sido capaz de crear un gran número de ellos. Como era de esperarse de un Uzumaki; sólo uno de los tuyos podría utilizar con tanta facilidad una técnica pensada por un Senju.
Aunque Naruto no entendía a qué se refería, asintió igualmente.
Como reflexionando, Danzo se dio la vuelta y alzó la mirada al cielo, donde la luna llena seguía visible. Hubo un silencio. Luego volvió a girarse.
— Aún queda tiempo para que amanezca —dijo—, tiempo que usaremos para que domines esta técnica. Tus reservas son amplias, pero las estás desperdiciando; me aseguraré de que seas lo más eficiente posible a la hora de utilizarlas. ¡Vamos, ponte en pie! Tenemos mucho trabajo por hacer.
— ¡Espera, espera! — protestó Naruto— ¡Dame un minuto!
El viejo alzó las cejas.
— No.
Naruto se puso en pie y se sacudió la ropa. ¿Este hombre va en serio?, pensó, formando otra vez el sello de la técnica. ¡Todavía quedan muchas horas para el amanecer! No creía que el viejo fuera a hacerle pasarse toda la noche haciéndole repetir la misma técnica. Seguro que antes de que amaneciera le daría un descanso o, con suerte, se quedaría dormido sobre su bastón.
Eso es lo que pensaba al principio. Pero pronto se le quitaron todas las ilusiones. Danzo no le dio ni un respiro. El viejo era incansable. Y cada vez que cometía un error se lo corregía de inmediato. Cualquier maldito error, por pequeño que fuera. Le corrigió la postura, su manera de moldear el chakra, la altura exacta a la que formaba sus sellos... su tono de voz. Aquí estuvo a punto de perder los nervios, pero se contuvo. ¡Y encima, no dejaba de darle golpecitos con el maldito bastón cada vez que se equivocaba con algo...! ¿Cuánto iba a durar esto? ¿Qué clase de tortura era aquella?
— Otra vez — le decía Danzo. Una vez y otra.
— ¿En serio?
— Sí.
Y aunque Naruto protestaba, y mucho, Danzo hizo caso omiso de él. Hasta que el chico dejó de hacerlo. Porque cuando pasó el suficiente tiempo, entendió dos cosas.
La primera era que con Danzo Shimura, las quejas no servían de nada.
Y la segunda, que el entrenamiento estaba funcionando.
