Hace mucho tiempo, el rey Madara Uchiha ordenó escribir en su testamento que sus cuatro hijos heredarían una porción de sus tierras, tomando la decisión de dividir el reino de Kotoamatsukami en otros cuatro:
Amaterasu, reino del norte.
Izanagi, reino del oeste.
Izanami, reino del este.
Y Tsukuyomi, reino del sur.
El mayor, Naruto, se quedaría con Amaterasu, reinándolo al lado de su mujer, Hinata. Izumi, la segunda hija, obtendría Izanami. A Toneri, el tercero, se le dio Tsukuyomi. Y a la cuarta y última, Sakura, se le obsequió Izanagi.
Después del fallecimiento de Madara, cada uno estableció sus reglas, decidiendo si querían gobernar para la gente o para sí mismos.
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No recuerdo como se llamaba.
Solo que tenía como 16 años.
Y era apuesto.
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Temprano por la mañana, las gallinas comenzaron a andar de un lado a otro y picotear por ahí. Una vez que obtenían un gusano de la tierra enlodada, volvían a sus respectivos lugares en el gallinero. A menos que fueran perseguidas por un hambriento perro callejero.
Esos sonidos eran los que siempre despertaban a Sasuke, junto a los diminutos rayos de sol que traspasaban por las rendijas de la madera vieja de la puerta de su cabaña. Respirando, se sentó sobre el catre que usaba para descansar. Estiró los brazos hacia arriba y lanzó un sonoro bostezo.
En eso, escuchó como las cazuelas metálicas, que tenía arrumbadas en un rincón, se movían con escándalo, seguidas por los arrugados libros a un lado, y al final, unas vasijas.
Sonrió de lado. Se levantó, rascándose la cabeza y tomó una camisa de mangas cortas de un mueble cercano. Tanto esa prenda, como los pantalones que solía llevar siempre; estaban hechas con trozos de otras.
Esa era la vestimenta característica de su pueblo, señal de que a su gobernante no le interesaba en lo más mínimo lo que les sucediera. Solo que pagaran a tiempo el alquiler de sus cabañas.
Entonces, las cosas a su alrededor se movieron de nuevo, seguido de un fuerte golpe en la pared a su izquierda. Hizo una mueca de dolor y se aproximó, encontrando a la pequeña serpiente negra que hacía tanto alboroto.
-Buenos días, Aoda. – la saludó con una pequeña sonrisa, notando que su cabeza seguía aturdida por el buen golpe que se dio, pero teniendo en su boca una gran rata castaña.
La tomó con cuidado, llevándola a la mesa de madera de la que disponía, pegada a la pared a sus espaldas. La serpiente soltó a la rata.
Pero antes de poder examinarla, Sasuke la curó primero, poniéndole un ungüento especial que tenía para animales, tomándolo de la estantería arriba de la mesa. En cuanto comenzó a sentir alivio en la cabeza, Aoda se relajó, enroscándose.
El muchacho le sonrió. Y pasándose un banco de madera para sentarse, encendió una vela a su izquierda y la acercó para examinar al animal. Su serpiente le había clavado tan profundo sus colmillos que la mató al instante, lo cual, le había ahorrado el trabajo.
No obstante, para poder venderla, tenía que extraerle el veneno. Parándose para alcanzar la estantería, sacó una caja con instrumentos viejos, soplándole en la tapa para quitarle el polvo.
Aoda estornudó al recibirlo, viendo con curiosidad a su amo y lo que le haría a la rata muerta. Con varias jeringas, clavadas en diferentes venas, extrajo el veneno. Y al comprobar que ya no había ninguna gota, envolvió el cadáver con cuidado en una bolsa tejida a mano de color café. Las jeringas las metió en otra.
Ya con todo atado, buscó entre sus pertenencias una maleta de madera. Introdujo las bolsas en su interior. Apagó la vela. Se puso sus sandalias de bambú en la entrada y salió de su cabaña, seguido en todo momento por los brillantes y amarillentos ojos de Aoda.
A esa hora de la mañana, la mayor parte de los aldeanos ya estaban despiertos; aseando sus casas; tirando agua asquerosa en la tierra enlodada, alimentando a los animales; como cerdos, gallinas y caballos, bebiendo sake, abriendo sus negocios; igual de descuidados que las cabañas, con madera vieja, polvorienta y mohosa, o conversando sobre sucesos cotidianos.
-Ayer se llevaron a Heishin. – escuchó decir a un hombre, acompañado por otros dos, cuando pasó junto a un puesto callejero de fideos.
-¿Qué creen que suceda con quienes se van?
-Nada bueno. Escuché que los obligan a hacer trabajos forzados. Y a quienes llaman la atención de ciertos sujetos, los prostituyen.
-¿Cómo? ¿También se llevan a los jóvenes?
-La semana pasada lo vi. No recuerdo como se llamaba, solo que tenía como 16 años. Y era apuesto. Las mujeres lo adoraban por lo amable que era.
Sasuke siguió su camino, disimulando el horrible hueco que se le había formado en el estómago por aquellas palabras.
16 años. Y era apuesto.
Apretó con fuerza el asidero de su maleta de madera. Ojalá que la buena suerte siempre lo estuviera acompañando para evitar una desgracia como esa.
Unos minutos después, llegó al puesto callejero que le interesaba, perteneciente a una anciana mujer pelirroja de ojos oscuros y arrugada piel blanquecina, manchada por la inmundicia del pueblo.
-Buenos días. – lo saludó, sonriéndole complacida.
-Gusto en verla, señora Mito. – comentó, poniendo la maleta sobre la mesa del puesto y sacando de ella las bolsas de tela. – Aquí está el cadáver de una rata castaña y aquí se encuentra el veneno de la serpiente que la mató.
La señora, gustosa, recibió las bolsas en sus manos. A cambio, le entregó 10 monedas de oro, suficiente para poder comprar las tres comidas de ese día.
-¡S-Sasuke!
Al menos, ese era su plan inicial, hasta que cierto hombre de saltones ojos negros se le abalanzó, tropezándose en el camino y rodando hasta quedar bastante cubierto con lodo. Por ello, la anciana Mito hizo una mueca, sacándole la lengua con desaprobación.
-¡T-Tienes que ayudarme, muchacho! – exclamó desesperado, arrodillándose y reverenciándolo. Cada que se movía, manchaba de lodo los pantalones harapientos del menor. - ¡Ya tengo fila en mi puesto, pero no tengo fuego! ¡Necesito que cortes troncos de madera! ¡A cambio, te invitaré a ti y a tu novia dos platos humeantes de ramen!
-¿Mi novia? – preguntó, confundido.
-¡Claro! ¡La chica pelirroja que siempre te acompaña!
-Karin no es mi novia.
El hombre se carcajeó.
-¡Es lo que todos dicen! ¡Pero luego de cinco años, se terminan casando!
-A mí también me gustaría que mi nieta se casara con un chico tan atento como Sasuke. – dijo la señora Mito, dirigiendo su amable sonrisa hacia el aludido. – Pero esa decisión no me corresponde. Ambos deben conocerse bien para estar seguros de dar ese paso.
-¡Si! ¡De otra manera, se formaría otra maldición del odio!
Al escuchar esa última frase, la mujer tomó un frasco de los que tenía colocados cuidadosamente en su puesto callejero y se lo arrojó al aldeano, noqueándolo al instante con una nube de polvos violetas.
-¿"Maldición del odio"? – cuestionó Sasuke en voz baja. - ¿Qué es eso?
-Es el nombre que se le dio al resentimiento que tuvo cierta doncella cuando perdió a su más grande amor. – le explicó Mito, asegurándose de que nadie los estuviera escuchando. – Mató a tantas personas para vengarse que se le dio el nombre de la princesa sangrienta. Ocurrió en una época muy oscura, antes de que el reino de Kotoamatsukami se dividiera en los cuatro que conocemos.
De pronto, escucharon un grito al otro lado de la calle; envuelta en la neblina matutina. Una joven de piel blanca, cabello largo y ojos rojos corría asustada por el lodo, tratando de llegar con la señora Mito. Entonces, sus piernas y sus brazos fueron atados repentinamente por cuerdas, tirándola.
-¡D-Déjenme ir! – exigió, retorciéndose para intentar liberarse.
-¡Karin! – exclamó Sasuke, corriendo hacia ella, seguido por la anciana.
Cuando llegaron a su lado para ayudarla, fueron apuntados por las lanzas de los caballeros reales, montados en cuatro imponentes caballos blancos, rodeándolos en un círculo.
-¡¿Qué pretenden?! – preguntó la mujer con indignación. - ¡¿Por qué tratan así a mi querida nieta?!
-¡No se meta en lo que no le concierne, vieja bruja! – exclamó uno de los guardias, doblando su pierna izquierda para propinarle una patada en el rostro.
Sasuke se interpuso en su camino, cruzando los brazos frente a su cara para recibir el golpe. Para el guardia, su ceño fruncido significaba que quería pelear. Así que, sonriendo, alzó en alto su lanza para clavársela. Sin embargo...
-¡Alto!
...una voz lo detuvo en seco, llamando su atención y la de sus compañeros, moviéndose para romper el círculo. Un gran caballo negro apareció entre la neblina, haciendo temblar a los aldeanos; reunidos desde el otro lado de la calle para ver lo que sucedía con la señora Mito, su nieta y el muchacho al que siempre le compraba cosas para elaborar sus medicinas.
El caballero desmontó al gran animal oscuro. Lo tomó de las correas y lo condujo hacia el lugar del conflicto. Volteó sus ojos azules hacia Karin. Se arrodilló a su altura, tomando su mentón con fuerza y moviendo bruscamente su cabeza de un lado a otro, haciéndola quejarse hasta que se aburrió y la soltó.
-Tómenla y vámonos. – ordenó, sonriendo de lado y poniéndose de pie.
-¡NO! – la anciana Mito gritó desesperada, intentando detener a los cuatro guardias que sonreían con malicia.
-¡Espere! – bramó Sasuke, corriendo hacia el rubio caballero de ojos azules y deteniendo su andar, con los brazos extendidos a los lados. - ¡Llévenme a mí!
Aquellas palabras resonaron tan fuerte en los alrededores que provocaron un silencio abrumador entre los presentes.
El caballero vio inexpresivo al muchacho, escudriñándolo. Jamás ha visto en la colección de su majestad ojos de un negro tan oscuro como los suyos. Además, reunía los requisitos necesarios para ser vendido en "ese" lugar.
Bufando y esbozando una sonrisa desagradable, se acercó a su caballo negro. Sacó de la montura una cuerda y ató a Sasuke de los brazos. Acto seguido, lo subió con él al caballo y agitó las correas un par de veces, indicándole que corriera por la calle.
El resto de los caballeros, al ver aquello, retiraron sus lanzas. Soltaron las cuerdas que ataban a la pelirroja y lo imitaron, aterrando a la gente con su caravana desquiciada, desapareciendo en la neblina.
Ya liberada, Karin lloró, refugiándose en el pecho de Mito, quien no despegaba sus ojos oscuros del lugar donde desapareció el grupo.
Fin del capítulo.
Queridos lectores, me hubiera encantado saludarlos en el prólogo... pero no quería matar el suspenso jajaja XD
Espero les haya gustado el primer capitulo de esta historia! La tenía reservada desde hace un tiempo. Pero no quise publicarla hasta estar segura del rumbo que tomaría y, lo más importante, tener preparados, por lo menos, 10 capítulos.
La iré actualizando dependiendo del interés que genere. También, advierto que se irá poniendo más oscura conforme vaya avanzando (por favor, tómenlo en cuenta si son personas sensibles). Y si son menores de edad, por favor, dejen de leerla, no deberían estar aquí!
De todas formas, añadiré advertencias sobre cierto contenido, al principio del capitulo, si es que se requiere.
Muchas gracias por leer, saludos a todos!
