Disclaimer: Crepúsculo es de Stephenie Meyer, la historia de Silque, la traducción es mía con el debido permiso de la autora.

Disclaimer: Twilight belongs to Stephenie Meyer, this story is from Silque, I'm just translating with the permission of the author.

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Edward POV

Un año después

Río de Janeiro, Brasil

Pasar nuestro primer aniversario de bodas en Isle Esme fue la mejor idea que tuve.

Habíamos llegado hacía una semana y pasamos nuestro tiempo en la isla remota corriendo por la jungla, nadando en el océano cristalino y haciendo el amor en la playa.

Era el cielo.

Hoy era nuestro aniversario y quería invitar a mi esposa a cenar. Ella había probado su primer Jaguar y lo encontró delicioso, un poco más picante que los pumas del noroeste del Pacífico.

Cenar y dar un paseo por la playa aquí en la ciudad sonaba romántico. La música llegaba de los hoteles por los que pasábamos, con los zapatos en la mano, y sonreíamos al ver a los ocasionales grupos de personas reunidas alrededor de fogatas en la arena.

―¿Estás feliz, amor? ―murmuré.

Bella me sonrió y me preguntó.

―¿Cómo puedes preguntar eso?

Balanceé nuestras manos entrelazadas entre nosotros.

―Solo quería asegurarme de que no extrañes... ser humana.

Ella resopló.

―No. Y aunque lo hiciera, que no lo hago, no importaría. Si no me hubieras cambiado, estaría muerta.

No me importó pensar en eso.

―Oh, vamos, debe haber algo que extrañas ―dije con evasiva.

Ella me frunció el ceño y dijo.

―Bueno...

Se me encogió el corazón. ¿De qué la estaba privando?

»...quizás chocolate. Pero ese Jaguar estaba bastante rico, así que...

Alivio instantáneo. Qué provocadora. Le encantaba hacerme enojar. Resoplé.

―Miserable. Me mataste del susto. Di que lo sientes.

―Lo sientes.

―No, di que lo sientes.

lo sientes.

Resoplé.

―No. Di "yo lo siento".

—¡Eso es lo que dije ! Tú lo sientes. —No pudo contener la risa cuando la agarré para hacerle cosquillas severas. Nuestras risas resonaron sobre el agua y, honestamente, no podía recordar haber sido tan feliz como en ese momento. Cada día con mi Bella era mejor que el anterior. Podíamos "conquistar el mundo" fácilmente cada vez que estábamos juntos y aún así nos las arreglábamos para que cada vez fuera fresca, nueva y tan emocionante como la primera vez. La eternidad nunca se vio tan bien.

Por supuesto, una vez que tuve a mi esposa en mis manos, mis labios tuvieron que seguirla. Besos largos, lentos y profundos; mi tipo favorito. Mi hermosa esposa hizo lo que sabía que me volvía loco y hundió sus pequeñas manos en mi cabello. Me aparté el tiempo suficiente para decir.

―¿Estás lista para volver a la isla?

Me interrumpió una voz que decía.

―¿Amigos? ¿Puedo acercarme?

Giré la cabeza de golpe y en una fracción de segundo Bella estaba detrás de mí. Me agaché, preparado para cualquier cosa, escudriñé el lugar con la mirada y divisé una figura a una milla o así de la playa.

Vampiro.

Un vampiro no vegetariano además.

Extendió las manos, con las palmas hacia nosotros, como para demostrar que no tenía malas intenciones.

―Por favor, necesito ayuda. ¿Puedo acercarme? ―repitió.

Miré a Bella, que inmediatamente apretó los labios, me dio una palmada en el hombro y dijo.

―Necesita ayuda, Edward. Tranquilízate.

Sí, su compasión la siguió también en esta vida. Me levanté de mi posición agachada, pero mantuve a Bella detrás de mí mientras le hacía un gesto con la cabeza al extraño.

En un instante estuvo a nuestro lado. Sus pensamientos estaban extrañamente confusos y solo podía captar una imagen aquí y allá: una chica rubia, una casa. No mucho más, como un programa de televisión que no puedes sintonizar.

Era casi tan alto como yo, pero más robusto, con cabello castaño y ojos rojos. Parecía Castellano y, obviamente, había tenido la piel clara en vida, ya que ahora era tan pálido como mi Bella. Su cabello era rizado, no muy diferente del de Emmett, y lucía hoyuelos cuando nos regalaba una sonrisa vacilante.

Su parecido con mi hermano mayor no me tranquilizaba, había algo en él que no me hacía fiar. Solo por el bien de mi bondadosa esposa, vería lo que quería.

Finalmente hablé.

―¿Cómo podemos ayudarle?

El extraño hizo una reverencia, un gesto muy antiguo, y dijo.

―Mi nombre es Santiago. Tengo una casa pequeña, aquí en Río y... los acontecimientos recientes... se han salido de mi control. ―Hizo una pausa y miró sus zapatos, luciendo incómodo por primera vez.

—Soy Edward. Ella es mi esposa, Bella. Adelante. —No me molesté en decir mi apellido, ya que la mayoría de los vampiros no los usan activamente. Además, cuanta menos información tuviera, mejor. Sus cejas se alzaron levemente ante mi uso de "esposa" en lugar de "compañera". Aparentemente no lo suficiente como para cuestionarme. Lo que sea que lo tenía molesto debía ser malo.

Respiró profundamente.

―Conocí a una joven humana y nos hicimos amigos. ―Miró a Bella con los ojos, como si quisiera disculparse por la grosería de sus acciones. Parecía... falso, poco sincero.

»Ella quedó embarazada —continuó, Bella jadeó detrás de mí, y sentí que deslizaba su mano en la mía. Le di un apretón tranquilizador mientras Santiago continuaba con su relato—. Yo... pensé que tal vez había estado viendo a un humano a mis espaldas, pero... su gestación fue... extraña. Lenta. Ella llevó al... niño, durante más de un año. No pude llevarla a un médico humano, ¿comprenden? Los Volturi... —Se estremeció una vez, y asentí con la cabeza en comprensión. Los Volturi habrían acabado con ambos por sus crímenes—. No sabía que los vampiros podían procrear con humanos. ¡No lo sabía! —gritó, y por primera vez, sentí algo de lástima por el hombre.

―¿Qué pasó? ¿Ha dado a luz?

—Sí, pero... no como se imaginan. El niño... está fuera. —Dejó caer la cabeza entre las manos—. El niño... destruyó a su madre. Yo estaba fuera, cazando, cuando llegó su momento de dar a luz. Se... se abrió camino a mordiscos.

Los dedos de Bella se clavaron en mi mano. Estaba claramente molesta por la historia.

―¿Cuándo ocurrió todo esto? ¿Qué pasó con el niño? ―preguntó detrás de mí. Aun así, no la dejé moverse hacia delante. De ninguna manera pondría en riesgo a mi esposa.

Santiago levantó la cabeza para mirarla.

―Esta noche.

Ambos jadeamos y dije.

―¿Quieres decir... que el niño y el cuerpo de su madre todavía están...

—En mi casa, sí. ¿Vendrán? Puedo disponer de la madre, pero del niño...

Bella se puso a mi lado, pero no le solté la mano.

―¿Qué pasa con el niño?

Santiago negó con la cabeza.

―Sinceramente… no sé qué hacer con él.

Los ojos de Bella se encontraron con los míos, la ansiedad y la preocupación se reflejaban claramente en su rostro. Me hubiera gustado agarrar a Bella y correr. En realidad no necesitábamos ningún problema, pero... ya sabía que Bella no sería capaz de dar la espalda.

Me giré de nuevo para mirar a Santiago y le dije.

―Llévanos.

Lo seguimos durante toda la noche, usando la velocidad de los vampiros cuando podíamos, hasta que llegamos a una pequeña casa en una parte no tan agradable de la ciudad. Estaba en ruinas, pero por lo demás parecía normal. Nadie podía decir desde fuera que era la casa de un vampiro. El interior estaba escasamente amueblado, con un sofá y una mesa auxiliar. Había una lámpara sin pantalla y la cubierta de la luz del techo estaba rota, dejando un agujero irregular por el que brillaba la débil luz. Mis sospechas aumentaron aun más. Estuve muy tentado de pedirle a Bella que esperara afuera, pero sabía que se opondría a ello. Y para ser completamente honesto, estaba nervioso por tenerla fuera de mi vista. Todavía no estaba seguro de con qué nos estábamos enfrentando aquí.

Nos condujo por un pasillo oscuro hasta la habitación del final, y no escapó a mi atención que había una cerradura pesada en el lado exterior de la puerta.

Dentro, mis ojos se sintieron atraídos por el cuerpo de la pobre chica en la cama, y luego, de inmediato, por el niño de aspecto muy humano que yacía en un charco de sangre. Me volví hacia Bella y le dije.

―¿Estás de acuerdo con esto? Vuelve a la habitación principal si te sientes...

Ella me detuvo.

―Estoy bien, Edward. ―Su rostro era una máscara de compasión por la chica rubia, y me disgustó que el hombre ni siquiera se hubiera molestado en recuperar al bebé de las ruinas del cuerpo de su madre. Cuando me acerqué, me sentí repugnado al descubrir que la pequeña criatura todavía estaba unida al cordón umbilical de su madre.

Bella jadeó.

―Oh, Edward. ―Su voz sonó extrañamente apagada, sin ningún eco. Esto era extraño, ya que no había alfombras en el piso y solo había una ventana cubierta con una pesada cortina oscura.

La habitación estaba insonorizada.

Miré de reojo a la chica muerta y vi las marcas de agujas en sus brazos y cuello. Antes de que Santiago pudiera darse cuenta de lo que estaba haciendo, corrí hacia la ventana y bajé la cortina de un tirón.

La ventana estaba tapiada y cubierta con material insonorizante...

Y atrancada.

Bella gritó una advertencia, pero Santiago se me echó encima antes de que pudiera darme la vuelta. Me estrelló contra los barrotes de la ventana, doblándolos para que adoptaran la forma de mi cara.

—¡No podías coger al maldito bebé y marcharte! ¡Tenías que fisgonear! —me gritó al oído—. Ahora ahogaré a ese cabrón y terminaré. ¡Después de quemarlos a los dos!

Era muy fuerte... pero no más fuerte que mi Bella. Apenas había terminado de gritar, cuando ella estaba sobre sus hombros, arrancándole la cabeza. La escuché caer al suelo y, así de simple, todo terminó y estábamos en una habitación anormalmente silenciosa con un humano muerto, un vampiro muerto y un bebé híbrido muy vivo.

Solté un suspiro.

―Pensé que tu fuerza de neófita se había ido.

—Sí, bueno, no contaste con la fuerza de mi-compañero-estaba-en-peligro. Nadie toca a mi marido —gruñó.

Si no tuviéramos que lidiar con un desastre tan grande, la habría tomado ahí mismo, en el suelo. Esa mujer me hacía temblar las rodillas.

»¿Y ahora qué? ―Me miró y su ira desapareció.

―Espera. ―Volví al pasillo y entré en el baño casi vacío. Debajo del lavabo había una cesta con varios artículos femeninos y encontré unas pequeñas tijeras para uñas. En un cajón encontré un antiguo carrete de hilo dental. Tendría que servir. Agarré la única toalla de baño que colgaba junto a la ducha al salir de la habitación. ¡Gracias a Dios por la formación médica que había recibido de mi padre!

Envié a Bella a buscar algo en la casa que pudiera servirnos mientras me ponía a trabajar. Puse al bebé boca arriba con cuidado y descubrí que era un niño. Usé el hilo dental para atar el cordón umbilical y las tijeras para uñas para cortarlo. Me eché la toalla sobre el hombro y lo llevé al baño para lavarlo. Estoy seguro de que él estaba tan contento como yo de salir de esa horrible habitación.

Lo que me impactó en ese momento fue el hecho de que no había llorado durante todo el tiempo que estuvimos allí. Sus ojos azules estaban un poco desenfocados, pero me siguió con ellos durante su baño improvisado en el lavabo. Sus pensamientos eran tan vagos y confusos como los de su padre. Bella regresó con una bolsa de pañales, nada menos.

―Supongo que a pesar de tener prisionera a la chica, él estaba haciendo planes para el bebé. Maldito enfermo. Encontré algo de ropa, biberones y mantas. También un paquete de pañales desechables. Ella debe haberle dicho lo que necesitaría. Dios, Edward. Esa pobre niña...

―¿Hay alguna señal de identificación de ella? Tal vez podamos encontrar una manera de avisarle a su familia… ―Me quedé en silencio mientras Bella sacudía la cabeza con tristeza.

—Nada. Entonces... ¿qué hacemos con...? —hizo un gesto hacia el pasillo.

―Quemaremos la habitación, con suerte los bomberos podrán salvar el resto de la casa, pero lo dudo. Los vampiros arden con fuerza. Tal vez descubran quién era ella por sus registros dentales. Quién sabe, pero no se puede evitar. No se la puede encontrar en su estado actual, y a él no se lo puede encontrar en absoluto ―terminé con tristeza.

—Y... ¿el bebé? —Miró al pequeño mientras yo le cambiaba el pañal y lo vestía.

―Lo llevaremos con nosotros. Tengo un hombre que puede conseguirnos los papeles para que pueda volver a Estados Unidos.

―Edward, cariño, sé que esto acorta nuestro viaje de aniversario, pero habrá otros aniversarios. Llevémoslo a casa lo antes posible. Me gustaría que papá lo examinara y luego...

―¿Y luego? ―Levanté una ceja.

—Y luego... necesita una madre. Y un padre —le temblaba la voz.

Tuve que aceptar. De repente, estaba tan ansioso como mi esposa por llegar a casa.

Le envié un mensaje de texto rápidamente a Alice.

Mantén la boca cerrada, estamos en camino a casa. -E.

Recibí una respuesta casi inmediatamente.

¡Por supuesto! ¡Buen viaje para los tres! -A.

No tuvimos ningún problema para conseguir que se redactaran los documentos falsificados y Bella se vistió con ropa holgada, lo que dio a los de seguridad la impresión de que había dado a luz inesperadamente antes de tiempo y que éramos padres primerizos que volvían a casa a toda prisa con nuestro nuevo bebé. Nadie cuestionó nada.

Habíamos comprado un portabebés antes de ir al aeropuerto y el pequeño se portaba muy bien, solo se quejaba un poco cuando tenía hambre o tenía el pañal sucio. Incluso en el avión, durmió la mayor parte del viaje, a pesar de que los asistentes lo arrullaban. Conociendo a mi padre, se divertiría mucho con este pequeño.

Bella estaba fascinada con él, lo revisaba a menudo, le hablaba, se aseguraba de que estuviera alimentado y cómodo.

—¿Estás segura de esto, Bella? No es demasiado tarde para cambiar tu decisión.

―Estoy segura, Edward. Es lo correcto.

Una vez más tuve que estar de acuerdo con ella.

Llegamos a la entrada de nuestra casa y pude ver a través de la ventana que Alice había reunido a la familia. Era muy útil tener a esa duende cerca. Mantuve a Bella y al bebé a resguardo de la ventana, ninguno de los dos quería arruinar la sorpresa.

En cuanto entramos en la sala de estar, donde todos estaban reunidos, las sonrisas relajadas en los rostros de mi familia se transformaron en jadeos de asombro y luego en silencio. Bueno, de todos, excepto Alice, que se puso de puntillas, con las manos apretadas en pequeños puños bajo la barbilla y un pequeño chillido que luchaba por reprimir. Intentaba y no lo conseguía. Sonaba como una tetera silbando en la cocina.

Por segunda vez desde que los conocía, sus pensamientos quedaron en silencio por la conmoción.

Bella no perdió tiempo, dejó el portabebés en el suelo y tomó tiernamente al bebé envuelto en pañales en sus brazos. Con pasos seguros y firmes, cruzó la habitación hasta que estuvo directamente frente a Rosalie.

—Rosie, cariño, te presento a tu hijo. —Dejó al pequeño en brazos de Rosalie y volvió a mis brazos. La miré a los ojos en busca de algún signo de arrepentimiento, pero no tenía ninguno.

Ella tenía razón, como siempre, fue la decisión correcta.

Por una vez, Rose se quedó sin palabras. El resto de la familia, por supuesto, recuperó la voz y se inició un murmullo a nuestro alrededor.

Carlisle interrumpió la charla y exigió silencio.

―Chicos, ¿les importaría decirnos dónde consiguieron un bebé? ¿Y por qué suena raro su latido?

Me reí entre dientes mientras mi esposa observaba cómo la cara de sorpresa de Rosalie pasaba del bebé a Bella, luego a Emmett, que estaba igualmente sorprendido, y volvía a mirar al bebé.

―Nació en Río hace tres días. Su madre era humana, su padre un vampiro. Ambos están muertos, y este pequeño necesitaba padres. Bella y yo hablamos de ello, y no pudimos pensar en nadie mejor para él que Rose y Em. Incluso se parece un poco a Emmett cuando era humano, ¿no crees? Su padre tenía el pelo castaño y rizado. Y mira sus ojos azules, Rose. Bastante parecidos a los tuyos, ¿eh?

Rosalie se puso de pie con dificultad y caminó lentamente por la habitación hacia nosotros, acunando tiernamente a su bebé. Se detuvo justo frente a Bella, con los ojos llenos de veneno.

―Gracias, hermana. No puedo... no sé...

Bella le rodeó los hombros con el brazo.

―Lo decía en serio. No puedo imaginar una mejor madre para él.

Ella asintió, demasiado emocionada para decir algo más, pero sus pensamientos daban vueltas. Pensamientos felices, muy felices.

Toda la familia se reunió alrededor del nuevo miembro de nuestra familia y aprovechamos la oportunidad para escaparnos, corriendo a través del bosque hacia nuestra pequeña cabaña, donde pasamos el resto de la tarde sin pensar en nada más que en nosotros.

Para eso estaban los aniversarios.