Cuando Anna escuchó aquella noticia, recordó todo el panorama, aún faltaba la exposición del tratado. Si bien es cierto, tenía el tema de su hermana pendiente, pero aquella reunión también era importante, así que no dudó en responderle

- Ok, estaré ahí enseguida – dijo haciendo contacto visual con la castaña. Luego de un asentimiento por parte de ella, esta salió y ambas hermanas quedaron nuevamente solas.

El silencio las embriagó, pero no era igual a los otros, no habían terminado de hablar completamente. Aquel momento tan íntimo entre ellas se vió interrumpido de tal forma que, aunque fue corto e intenso, fue suficiente para que Anna supiera lo que tenía que hacer a continuación.

Buscaron sus miradas y ante eso; la pelirroja le dio un beso suave en la frente, acariciando su mejilla que aguardaban sus lágrimas secas. – Prometo que será rápido – ahora su tacto tenía ternura y firmeza, aquello le había quitado los miedos y la tensión por completo. Sintiéndose imponente y fuerte; ahora más que nunca conocía su misión. Tenía una motivación y no podía fallar. – Lo lograré ya verás.

- Creo en ti Anna... – la mirada de Elsa era de total admiración, anhelo, adoración, necesidad, amor.

La observó unos segundos más y, dejándose llevar por todo ese conjunto de sensaciones, la llenó de tenues besos en su rostro, bordeando cada peca, como si llenarlo con sus labios fuese lo único que deseara en este mundo. Diciendo sin palabras que se moría por ella, abrazándola aún más fuerte, dándole las fuerzas que necesitaba.

Anna, por su lado, se dejó hacer sintiendo el afecto de su hermana, parte de ella lo necesitaba. Para cuando se dio cuenta, pudo ver que los ojos de Elsa se hallaban pesados debido al llanto, amenazaban con cerrarse.

Así que, con cuidado, optó por cargarla en sus brazos y recostarla en la cama. A los pocos segundos, vio a Elsa caer finalmente rendida. Anna la arropó y, luego de besar su frente, le dijo suavemente al oído – Descansa Els, volveré pronto.

Se acicaló lo mejor que pudo y, sin más, partió para llevar a cabo la famosa reunión. Llevaba puesto aquel vestido verde, el moño bajo que usó el día de su coronación y todos los documentos pertinentes al caso.

Sus pasos firmes resonaron en la estancia, y cuando ingresó, pudo ver a Rapunzel toda elegante con uno de sus mejores vestidos, a su esposo que tomaba asiento junto a ella y a los señores del consejo de Corona.

Al cruzar miradas con la castaña, pudo notar la calidez implícita y la seriedad que estos desprendían. Era algo que ella entendía perfectamente, pues sabía que debía de mantener la compostura.

- Bienvenida Anna – la castaña se paró y logró hacerle una reverencia junto con su esposo y todos los presentes.

- Buenos días a todos - Anna lo recepcionó de igual forma haciendo una vénia también.

Luego de una breve presentación y de que Anna se posicionara en su lugar, Rapunzel finalmente dió las palabras:

- Bien Anna, puedes empezar.

Con firmeza y determinación, la pelirroja empezó su tan ansiada exposición, frente a todos los ahí presentes, fueron arduas horas, el día se convirtió en noche y luego de ello, vinieron las preguntas y el debate, en los cuales, Anna respondía con todo para lo que se había estado preparando a lo largo de esos meses. Cuando la exposición y el debate acabó, los del consejo salieron de la estancia dando las gracias y despidiendo a todos los presentes.

Anna los veía salir sin entender absolutamente nada, no habían dado su confirmación y por lo pronto Rapunzel y Eugene tampoco, aquello la extraño demasiado, sabía que su barco zaparía en unas horas.

Cuando Rapunzel notó sus gestos, se acercó a su marido y le susurró algo al oído, y este, al entender su petición, no hizo más que acatar con una sonrisa y hacer una venia a la prima de su mujer como despedida.

Cuando ambas mujeres se hallaron solas, Rapunzel intervino con una sonrisa – Estuviste estupenda Anna.

- Gracias…- dijo sin más – Pero no entiendo…

- Tranquila – la calmó – Es parte del proceso – la animó – Todo saldrá bien ya verás. – volvió a regalarle una de sus tantas sonrisas y, al llegar a su altura, la miró con calidez y curiosidad. Aquello logró extrañar a la pelirroja.

- ¿Qué pasa? ¿Dije algo malo? – pensó que tal vez había dicho algo que no cuadrara, algo que la descolocara o que la hiciera declinar su oferta, aun no estaba nada dicho.

- ¿No es solamente un tratado cierto? – preguntó ya sin poder contenerse, esperando que Anna no lo tomara a mal, necesitaba confirmarlo por sus labios.

- ¿Cómo? – Anna sintió tensarse y bajó ligeramente la mirada.

- Luego de ver como Elsa me encaró y la forma en cómo las hallé abrazadas… logré atar cabos sueltos y…- le levantó el rostro para que pudiera verla a los ojos - ¿Se aman cierto?

- Pues claro es mi hermana y...

- Anna – la cortó sutilmente – Sabes a lo que me refiero

- Yo…- Los nervios le ganaron, ocultar no era su fuerte. Aun así, intentó defenderse, no podía echarlo a perder - Rapunzel escucha lo que sea que estés pensando esto no es…

- Anna tranquila – en ese momento, la castaña le tocó el rostro y la miró con calidez para que se calmara – Yo no he venido a juzgarte, no soy quien para hacerlo.

- ¿No?

- No Anna – Rapunzel volvió a sonreír – Yo me privé de la vida por muchos años y de no ser por mi marido nunca hubiera podido comenzar a vivir – aquello lo recordó con una sonrisa – Puedo entenderte de algún modo.

- Punzi…

- Ven, abrázame fuerte – Ante aquella oferta, la pelirroja no dudó en abrazarla y finalmente pudo liberarse de aquel otro peso que cargaba, la castaña en respuesta, la abrazó también, bordeándola de calidez.

Cuando se separaron, le regaló un beso en la mejilla – Haré lo mejor que pueda, lo prometo.

- Gracias…

Al escuchar eso, Anna finalmente pudo ver ese rayito de esperanza, le supo bien sentirse apoyada.

- No agradezcas - dijo suavemente – Supongo que ya debes irte – soltó apenada.

- Pues sí...- soltó apenada ella también – Tengo que informar a mi consejo sobre esto y….

- No te preocupes – Rapunzel le dirigió una de sus tantas sonrisas – Es comprensible que te necesiten allá.

- Gracias Punzi – recalcó – Por todo, en verdad yo...

Cuando quiso continuar con sus palabras, un guardia ingresó interrumpiendo su charla, parecía agitado - Majestad disculpe – al notar su completa atención de ambas prosiguió – El barco que zarpará a Arendelle saldrá en unos minutos.

- ¿Tan rápido? – Anna se extrañó, aún ni se había alistado – Pero se suponía que saldría en unas horas.

- Sí, pero fueron órdenes del capitán, por eso corrí a avisarle.

- Dios...

- Ve Anna – soltó Rapunzel intentando tranquilizarla – Las del servicio te ayudarán a empacar al vuelo, yo no puedo moverme de aquí, aun debo esperar la respuesta del consejo.

- Gracias Punzi cuídate – al notar que tenía el tiempo medido, aligeró el paso – Perdona.

- Descuida, buen viaje.

- Igualmente.

Haciendo caso, salió al vuelo y las del servicio al verla así de apurada corrieron a ayudarla. Elsa al despertar y darse cuenta de la situación también optó por hacerlo. Cuando finalmente lograron empacar todo salieron a prisas, pudiendo abordar aquel barco al fin. A medida que el barco avanzaba, pudieron darse cuenta del porqué había zarpado tan rápido. Había aguas turbulentas y una fuerte tormenta se avecinaba.

En todo el viaje, ambas se mantuvieron en silencio actuando con cautela y timidez. Habían ligeros gestos, pero no habían podido soltarse del todo debido a que aún tenían esa conversación pendiente, y cada vez que lo querían llevar a cabo, la turbulencia las ponía nuevamente en alerta. Se había convertido en una tormenta fuerte, incluso más fuerte que la que Elsa tuvo que pasar al llegar por primera vez a Corona.

Por lo que, el resto del viaje, se enfocaron en eso y, sobre todo, en llegar sanas y salvas para poder hablar cuando estuvieran en casa. Apenas hablaron del tratado y cómo había ido la exposición. El oleaje era tan fuerte que las tuvo preocupadas la mayoría del tiempo.

Luego de aquel extenuante viaje y de haber sopesado la tormenta, a duras penas lograron arribar. Al ser de noche y conocer lo que Anna tendría que afrontar, a Elsa no le quedó más que dejarla tranquila y esperar.

Sabía que estaría ocupada, y por la cantidad de gente con la que se reuniría, sabía que no podrían usar el despacho. Estarían los señores de la milicia, los del consejo y mucha gente importante, por lo que optaron por la sala de reuniones del palacio.

Luego de largas horas de espera, Anna finalmente pudo salir ya menos agitada, pues había cumplido su cometido y había llegado a tiempo. Relajando un poco las sienes, se encontró con Gerda en el camino, quien al verla la recibió con un fuerte abrazo de bienvenida.

- Es bueno tenerte de nuevo en casa hija – sonrió la mujer - ¿Cómo te fue? – preguntó Gerda, era una de las pocas personas además de Elsa que sabía las verdaderas razones de la sucesión.

- Bien, si todo marcha en orden ya pronto podré salir de esto – dijo esbozando una sonrisa, a Gerda le hizo bien verla sonreír después de mucho.

- Qué bueno hija – le devolvió el gesto - Justo acabo de dejar una bandeja de chocolates en tu despacho, Elsa te está esperando ahí.

- Gracias Gerda

Luego de darle un corto abrazo a la mujer, se enrumbó a su despacho. Cuando entró, vió a su hermana sentada en la silla principal, esta comía sus chocolates negros con parsimonia, tamborileaba los dedos con ligero nerviosismo y al parecer leía algo para aplacarlo.

- Hola Elsa… - saludó con cautela

- ¡Oh! hola.

Cuando sintió su presencia saltó del susto, ante eso la pelirroja no hizo más que observarla en silencio, manteniendo sus ojos fijos en ella. Aún tenían esa conversación pendiente y, al fin, tenían ese momento a solas para hablar.

- ¿Cómo te fue? – trató de aligerar el ambiente.

- Bien… - dijo cerrando la puerta tras de sí – Pude informarle a los del consejo sobre el estado de la corona, están conformes… solo queda esperar.

- Qué bueno…- articuló Elsa viéndola a los ojos. Tener a su hermana viéndola de ese modo no ayudaba, se sentía pequeña. Sin embargo, luego de unos segundos se atrevió a hablar.

– Anna en verdad…yo… - sintió tensarse un poco.

- ¿Si?

- Lamento haber pensado mal sobre ti y…- ahora la nerviosa era ella – Bueno… en realidad por todo… yo…

- Supongo que luego tendrás que hablar de eso con ella – dijo manteniendo el semblante – Por mi parte ya sabes mi respuesta.

- Si…- De inmediato bajó la mirada, sintiendo enrojecer, sintiéndose tonta. Sus piernas empezaron a fallarle y su corazón a latirle duro.

Al levantar la mirada, pudo ver que Anna estaba frente a ella, se hallaba muy cerca y sus ojos la observaban detenidamente. Después, fue testigo de cómo la agarró del mentón, para luego besarla suavemente después de mucho tiempo.

Al separarse, Elsa notó en sus ojos algo indescifrable, notó aquella intensidad y que la miraba con detalle, como si fuese capaz de desnudarla con los ojos. Ante eso, Elsa sintió derretirse.

- Anna que…

- Quiero quitarte esta inseguridad Elsa – habló segura de sí misma sin quitar su mirada – Quiero que no vuelvas a dudar de ti, de lo que siento por ti.

- Yo… - bajó la mirada de nuevo.

- Mírame. – le levantó el rostro y la instó a mirarla. Las yemas de sus dedos recorrieron cada facción, sus ojos, su boca. Elsa estaba taciturna, sintiéndose a morir por su tacto. Pudo notar que los ojos de su hermana desbordaban seguridad, una como aquella noche que la tuvo abrazada – Quiero que me sientas, que te quede claro lo que significas para mí y quiero que me dejes demostrártelo ¿Está bien?

- Si…

- Bien – inmediatamente llegó a cargarla y, sentándola en el filo del escritorio, ordenó suavemente – Derrite tu vestido.

- ¿Qué?...- ante aquella petición, Elsa sintió quemarse por dentro.

- Derrite tu vestido por favor. – pidió una vez más.

- Ok…

Acatando la orden, Elsa lo derritió, y su cuerpo, quedó por completo desnudo, en bandeja después de mucho. El saberse desnuda de esa forma luego de tanto, hizo que su cuerpo y su piel se estremeciera, que tiritara anhelante, que se escarapelara de tal forma, que Anna pudo notarlo.

Luego de observarla unos segundos, Anna empezó a tocarla con la yema de sus dedos, delineando cada peca, cada parte de su ser, sus mejillas, labios, cuello, clavícula, el arco de sus senos, sus curvas, su ombligo, todo lo que, en su belleza, Elsa tenía que ofrecer.

Recordó como antes cogían, pero ahora, era distinto, muy distinto, la amaba, le iba a hacer el amor a su hermana, le iba a quitar esa inseguridad.

Elsa se estremeció unos segundos ante su tacto y, finalmente, pudo sentir los labios de su hermana besarla, primero lento y de ahí subiendo la intensidad. La rubia, al sentirlo, aferró sus manos a su cabello y le correspondió con ganas, sintiéndose entera por primera vez, en el mismo cielo, logrando juguetear con su lengua después de tanto.

Su cuerpo se aferró de tal forma, que sus piernas desnudas la acorralaron y sus manos se perdieron acariciando su ser, queriendo quitarle el vestido también, pero Anna no se lo permitió, era ella quien quería saborearla, hacerla suya, marcarla, que supiera lo que significaba, que no olvidara nunca, quien era para ella.

Al terminar con su boca, las manos de Anna se perdieron acariciando su cuerpo, cada parte de su ser, y sus labios, volvieron para atenderla detalladamente, en lo que articulaba:

- Anna… - susurró esta, había extrañado tanto esos labios.

- Shh… - musitó suave la menor – Déjame amarte Els…déjame convencerte de esto.

- Si…

Bajó hasta su cuello, otorgándole besos salpicados, demostrándole solamente con sus atenciones todo lo que sentía, dándole esa seguridad que tanto anhelaba. Continuó con sus pechos y los saboreó, tenuemente, con suavidad, propiedad, enfocándose en sus pezones, atendiendo el borde, y con eso, logró sacarle el primer gemido después de tanto a la platinada.

Elsa estaba tan inmersa en aquellas atenciones, que su cuerpo se arqueó dejando que esa boca la tocara, que la tomara a su antojo, sus ojos se cerraron sintiéndose perder, y sus manos, agarraron la cabellera rojiza, aquella que tanto había extrañado.

- Ah…Anna…

Anna al escucharla prosiguió con su labor, no quería dejar de escucharla, eran gemidos que quería guardar para siempre en su memoria.

- Ah – h… - volvió a jadear una vez más y, ante eso, Anna continuó, sus labios siguieron recorriendo su cuerpo con parsimonia y, cuando llegó a su centro, le abrió las piernas, empezando a hacerle un cunnilingus, uno que la hizo retorcerse sin más, contrayendo las piernas, gimiendo su nombre en alto después de mucho, soltando sin poder contener cuánto la amaba entre gemidos, susurros tenues.

- Ann-a… ah… - dejó que se entretuviera un rato con su centro, y, luego de tanto, con sus manos la hizo incorporarse para volver a besarla, añoraba tanto esos labios…

Ante eso, Anna no rechistó, por el contrario, reclamó sus labios de igual manera perdiéndose con parte de su esencia, besándose con suavidad, intensidad, necesidad, amor, sentimientos contenidos. Sus lenguas jugaron unos segundos más y Elsa volvió a sentirse en el mismo cielo, cada toque la reconstruía, le devolvía aquello que había considerado perdido, pero no fue hasta que escuchó aquello de la boca de Anna, que finalmente se sintió a morir, fue lo que terminó por derretirla, desbocarle su corazón sin más:

- Te amo Elsa – habló con suavidad, manteniendo toda la seguridad y el amor del mundo en sus palabras, aquello, logró que el corazón de la rubia latiera duro, que su ser temblara entre sus brazos y parte de su pecho se fundiera con el de ella. – Te amo y te amaré siempre – continuó – Eres el amor de mi vida y no habrá nadie más.

- Anna… - ante esa confesión la platinada sintió su ser estremecerse tanto, que la abrazó aún más fuerte con el arco de sus piernas, sus manos blancas se aferraron a su cuello, mientras que ligeras lágrimas cayeron de su rostro. Su corazón bombeaba tan duro que sintió como pudo unirse con el de su hermana, haciéndose una después de tanto, completándose después de tanto – También te amo… te amo tanto…

En aquel fuerte, intenso pero significativo abrazo Anna volvió a susurrar, a recalcarle, para que ella lo supiera, para que no vacilara.

- No vuelvas a dudar Els – susurró segura de si – No lo hagas nunca mas.

- No, no lo haré... - habló apenas, sin contener las lágrimas y abrazándose más a ella con todo el amor del mundo, tocando su cuello, sus hombros, todo lo que sus manos alcanzaban. Anna podía sentir claramente el latido desesperado de su corazón, aquel latido que ahora se igualaba con el de ella por las veces que no habían podido tenerse – no lo haré…

Volvieron a besarse una vez más con necesidad, atendiendo con amor cada facción, cada parte, uniendo frentes, jadeando juntas.

Anna volvió a atender con sus labios sus lágrimas secas y, finalmente, fundió sus dedos en la intimidad de su hermana para masturbarla y hacerla llegar. Luego de un par de movimientos, susurró a su oído aquello que había estado estancado en su garganta, lo necesitaba.

- Córrete. – susurró suave – hazlo para mí.

- Si –i... – apenas logro jadear la mayor por sus dedos. Después del toque suave pero intenso en su intimidad, Elsa lanzó el grito, todo eso sin dejar de ver a Anna, solo a Anna. Necesitaba que la viera entera, que se regocije de su cuerpo desnudo, de aquel cuerpo, que ahora clamaba solo por ella – ¡Ahh!

Fue tan placentero que tuvo que aferrarse a ella una vez más, jadeante, sin dejar de observarla, adorarla. Anna repitió la acción y, luego de acariciar su mejilla una vez más con la yema de sus dedos, la abrazó fuerte, apretándola a ella para que finalmente pudiera sentirla. No le hizo falta decir nada más, porque a veces las acciones, dicen más que simples frases, palabras u oraciones.

Mas, siempre dicen más…

En un determinado momento, Anna sintió el cuerpo de Elsa tensarse, muy contrario de lo relajada que estaba disfrutando de su tacto, le pareció raro. ¿Qué le pasaba?

Cuando busco su rostro en busca de una respuesta, la halló igual de tensa, con los músculos duros, tenía los ojos fijos en un punto, parecía petrificada. - ¿Elsa?... – pero ella no respondía, cuando giro el rostro en busca de la respuesta, se dio cuenta.

Era el capitán de la milicia y el consejo de Arendelle, lo habían visto todo.