El tiempo seguía su curso en ambas islas, y los vientos del cambio se percibían en el aire. En el reino de Auradon, a través de los majestuosos vitrales del castillo, se divisaba al antiguo príncipe que alguna vez fue una bestia, cegado por la ira y la desesperanza, pero redimido por una joven campesina con sueños de aventura que solo podía vivir a través de las páginas de un libro. Este era ahora el rey Adam, uno de los gobernantes de Auradon.

Adam se encontraba en la sala de estar junto a su esposa, la reina Bella, ambos acomodados en sus sillones favoritos junto a la chimenea. Cada uno sostenía un libro entre las manos, disfrutando de una de las muchas tardes que dedicaban a pasar tiempo juntos. A pesar de estar inmersos en la lectura, de vez en cuando se lanzaban miradas cómplices y comentarios juguetones, provocando risas que llenaban el ambiente de calidez.

Tras su hora de lectura, llegaba el momento de abordar los asuntos del reino: revisar propuestas, calcular presupuestos, y preparar la llegada de los nuevos estudiantes a la escuela de Auradon. Mientras se sumergían en el papeleo, su concentración fue interrumpida por un suave golpe en la puerta.

—Adelante —dijo el rey Adam. Cuando la puerta se abrió, una sonrisa iluminó su rostro al ver que se trataba de su hijo.

—Ben, hijo, ¿qué te trae por aquí? —preguntó con curiosidad.

—Hola, mamá. Hola, papá —saludó el príncipe de Auradon, entrando con confianza—. Bueno, recuerdan la conversación que tuvimos hace unos días…

—Por supuesto, cariño. Tu propuesta, la que planeas llevar a cabo antes de la coronación —dijo Bella con entusiasmo, recordando la idea de su hijo.

—Me alegra que lo estés tomando en serio, hijo —añadió Adam con una mezcla de orgullo y humor—. Con el ingreso de los nuevos estudiantes tan cerca, ya estaba empezando a preocuparme un poco.

—Sí, bueno, lo he estado pensando mucho —comenzó Ben—, y pedí varias opiniones. Hablé con Chad, Doug, e incluso con Audrey... —Al notar las expresiones de sus padres, se dio cuenta de que la mención de su novia no les agradaba demasiado—. Pero al meditarlo, no llegué a ninguna conclusión. Así que recordé algo que ustedes mencionaron cuando yo era pequeño. —Esto captó la atención de sus padres aún más—. Así que, yo, Ben Beauty, el siguiente en la línea de sucesión al trono de Auradon, ante las autoridades presentes, propongo una idea para unir nuestros reinos: este año, la escuela de Auradon aceptará nuevos estudiantes provenientes de la Isla de los Desterrados.

La declaración de Ben impactó a sus padres, quienes se levantaron rápidamente de sus asientos y se acercaron a él.

—Ben, ¿tienes idea de lo que estás proponiendo? —exclamó el Rey Adam, sorprendido por la idea—. ¿Quieres traer a Auradon a los hijos de los villanos que intentaron destruirnos por razones tan absurdas como no ser invitado a una fiesta?

—No quiero traer a todos, solo a algunos, para dar un ejemplo de que es posible coexistir juntos —replicó Ben, defendiendo su propuesta con firmeza.

—Hijo, lo que propones es noble, pero fue increíblemente difícil confinarlos en la isla en primer lugar. Fue necesario una guerra para lograrlo, no podemos esperar que de la noche a la mañana olviden lo que hicimos y se mezclen con nosotros, fingiendo que todo encaja perfectamente —añadió Bella, intentando que comprendiera lo delicado de la situación.

—Conozco la historia y sé que ustedes la vivieron, pero también ustedes más que nadie entienden lo que significa no encajar en ningún lugar —respondió Ben, dirigiéndose a sus padres. Sus palabras los hicieron recordar fragmentos de su propio pasado—. Entiendo sus preocupaciones, pero sé que nunca estuvieron completamente en paz con la decisión del destierro. Los escuché esa vez... cómo la idea de que los futuros hijos de secuaces, criminales y villanos crecieran en esa isla, sin otro futuro que ese, los inquietaba. —Mientras hablaba, Ben señaló a través del gran ventanal hacia la isla que se veía a lo lejos.

—Es cierto —dijo Bella suavemente—, ni a tu padre ni a mí nos gustó la idea del destierro. Lo meditamos mucho, hasta aceptar de que no había otra opción... pero incluso después de llevarlo a cabo, la idea de que niños nacieran en esa isla, criados solo con los ideales de sus padres... —Bella soltó un profundo suspiro y miró a su esposo. Él tenía la misma expresión al recordar las noches llenas de incertidumbre.

—Somos los gobernantes de Auradon. Se suponía que nuestra unión debía asegurar que todos nuestros habitantes obtuvieron su final feliz. La Guerra que llevamos a cabo fue para que no tuvieran que soportar años de sufrimiento hasta que una hada madrina apareciera para darles una oportunidad, o que alguien con un alma excepcional viera más allá de una horrenda bestia —dijo Adam, dándole una sonrisa a su esposa—. Esta propuesta, hijo, sin duda generará debate, y no será fácil. ¿A quién tienes en mente?

—Bueno, no fue sencillo. Pedí un poco de ayuda a Merlín para conseguir los registros de algunos de los habitantes de la Isla de los Desterrados y de sus hijos. Me ayudó a reducir el número a uno manejable, y creo que encontré a los candidatos perfectos para llevar a cabo el plan —dijo Ben, mientras se acercaba a un espejo y sacaba un pequeño pergamino de su bolsillo, el cual, al desplegarlo, se detalló mágicamente, proyectando su contenido en el espejo grande de la habitación—. La primera sería Evie Queen, la hija de la Reina Malvada. —Mostró una imagen de Evie Queen—. El segundo sería Jay Al'Sadiq, el hijo de Jafar. El tercero es Carlos de Vil, hijo de Cruella de Vil. —Adam y Bella miraron las fotos, asintiendo lentamente ante los candidatos—. Por último, en mi opinión, los candidatos principales: Mal Thorn y su hermano Cassius Thorn, hijos de Maléfica.

Al escuchar esto, los padres de Ben se sobresaltaron.

—¡¿Maléfica?! —exclamaron ambos al unísono—. Ben, si alguien está más resentido con nosotros, esa es Maléfica. Y créeme, si no se tomó bien que no la invitaran a una fiesta, no querrás saber cómo se tomó el destierro y que la despojáramos de su magia —dijo el rey Adam, visiblemente preocupado al recordar a la temible villana.

—Tu padre tiene razón, hijo. Maléfica es, sin duda, muy rencorosa, y fue quien más se esmeró en arruinar nuestros planes cuando se enteró del destierro —añadió Bella, con el mismo tono de preocupación.

—Lo sé, lo sé. Pero también piensen en sus hijos. Tal vez ella siga molesta con nosotros, pero puede que haya seguido adelante con su vida, como el resto. Además, no podemos cargarles a sus hijos los pecados de sus padres —dijo Ben, logrando calmar a sus padres—. Y creo que podemos resolver nuestras dudas con una llamada. —Esto captó la atención de ambos reyes—. Puedes entrar, Merlín.

El hechicero más poderoso del reino hizo acto de presencia, inclinándose respetuosamente ante los gobernantes.

—Majestades, un placer verlos hoy. Parece que el plan del joven príncipe ha tenido el impacto que esperaba —comentó el anciano mago, acariciándose la barba con una sonrisa.

—Bueno, Merlín, Ben dijo que esto podría resolverse con una llamada. ¿Qué quiso decir exactamente? —preguntó Adam.

—Majestad, no podemos simplemente aparecer en la Isla y llevarnos a los muchachos. Pensamos hacer una entrevista con los padres primero, y luego con los futuros candidatos, para conocerlos mejor —explicó Merlín—. Usaré mi magia para establecer contacto con ellos en forma astral. Esto será seguro para todos; ellos estarán aquí de cierta manera, pero nunca saldrán de la Isla, y lo mismo ocurrirá con nosotros.

Los dos reyes se miraron y susurraron entre ellos. Después de un minuto, llegaron a un acuerdo.

—Está bien, Merlín. Informales sobre la entrevista y que se preparen. Ellos decidirán la hora de inicio —dijo Bella.

—Como deseen, Majestad —respondió Merlín mientras recitaba unas palabras y desaparecía.

Mientras tanto, en la Isla de los Desterrados, Maléfica y el resto de los villanos se entretenían con una partida de póker. Apostaban fichas y, lo más importante, las tareas del hogar: lavar los platos, limpiar la casa, o, en ocasiones, redecorar. Maléfica tenía una sonrisa confiada, pues ya había ganado varias veces ese juego y esta vez no parecía ser diferente. Las miradas de desesperanza de sus compañeros le indicaba que estaba a punto de ganar otra vez. Cuando decidió doblar la apuesta, vio el nerviosismo en sus contrincantes, lo que la deleitó momentáneamente. Pero justo cuando estaba a punto de mostrar su mano ganadora, un destello azul iluminó la sala, poniendo en alerta a todos, excepto a Maléfica, quien se acercó al brillo con una sonrisa burlona.

—Vaya, vaya, pero si la tarde no hace más que mejorar. ¡Compañeros, muestren respeto! Estamos ante el vejestorio de magia más longevo de todo Auradon: ¡el maravilloso Martin! —exclamó Maléfica entre carcajadas, a las que el resto se unió, provocando que Merlín frunciera el ceño, molesto por el error en su nombre.

—Merlín, Maléfica. Mi nombre es Merlín, y usted lo sabe mejor que nadie. Le agradecería que no cometa ese error de nuevo —respondió el hechicero con calma.

—¡Oh, mis disculpas, querido! No quise ofenderte... Claro que no volveré a cometer tal error —dijo Maléfica con un tono de burla inconfundible—. Pero ya que estamos hablando de enmendar errores, ¿qué tal si tú y tus "reales" amigos enmiendan su error de habernos encerrado en esta isla, Martin?

—Sabe bien por qué están aquí, todos ustedes —contestó Merlín mirando al resto de los villanos—. Pero dejando de lado el resentimiento y la rivalidad, vengo a informarles que los gobernantes de Auradon desean una audiencia con ustedes. —Las palabras de Merlín captaron la atención de todos, especialmente la de Maléfica—. En esta audiencia se discutirá la posibilidad de que sus hijos ingresen a la Real Academia de Auradon. Me enviaron para que definan la hora de la reunión y, posteriormente, entrevistar a sus hijos.

El anuncio dejó a todos los presentes sorprendidos, con más preguntas que respuestas. Sin embargo, Maléfica, con la seguridad que la caracterizaba, respondió de inmediato:

—En una hora —dijo, dejando a los demás villanos boquiabiertos—. Nosotros y nuestros hijos estaremos listos en una hora. Informaselo a tus gobernantes, Merlín.

Merlín, confundido por la rapidez de la respuesta, observó a Maléfica por un instante. Ella lo miró con desdén y añadió con impaciencia:

—¿Qué esperas, viejo vetusto? —Merlín, sin decir una palabra más, desapareció en un destello, dejando tras de sí un rastro de polvo brillante que comenzó a formar un contador.

—Una audiencia... ¿Qué querrán con nosotros? ¿Y eso de que nuestros hijos vayan a su escuela? —preguntó Jafar, desconfiado e intrigado.

—Están locos, ¡completamente locos! Si creen que van a llevarse a mi querido Carlos lejos de mí... —protestó Cruella de Vil—. ¿Quién más se encargará de pintar mis uñas y lavar mis abrigos? ¡Nadie los deja tan suaves como él!

—Y mi Evie no irá a ningún castillo hasta que domine todos mis trucos de belleza. No permitiré que se cruce con un príncipe hasta que esté completamente preparada —agregó la Reina Malvada con firmeza.

—¡¿Acaso se oyen a sí mismos?! —exclamó Maléfica, incrédula por lo que escuchaba—. Todos estos años me he dedicado a enseñarle a Mal cómo canalizar su magia para romper esa condenada barrera. El plan que tardaría años en completarse ahora puede lograrse en mucho menos tiempo con esta oportunidad. ¿Acaso no ven el panorama completo? —Las palabras de Maléfica comenzaron a calar en los demás—. ¡Nuestra libertad está a la vuelta de la esquina!

Jafar, más reflexivo, aceptó la importancia de la situación, pero planteó una duda:

—Es una oportunidad que no podemos dejar pasar, ni muertos. Pero dime, ¿cómo esperas que los chicos rompan la barrera desde afuera? Además, no olvides que Merlín y el Hada Madrina estarán vigilando muy de cerca.

—Oh, mi pobre Jafar, no estás viendo más allá —dijo Maléfica, con una sonrisa astuta—. Afuera de la barrera, la magia de Mal estará en su máximo potencial, y creo que estás familiarizado con lo que sigue —añadió, llamando la atención de todos.

—Nuestros hijos irán a la dichosa escuelita, vivirán día a día como estudiantes modelos, se ganarán la confianza de todos y, poco a poco, irán debilitando sus defensas. Los chicos solo necesitan negarles su magia a las mayores amenazas del lugar: Merlín y el hada madrina. Con ellos fuera de la ecuación, romper la barrera y liberarnos será pan comido —continuó, mientras una sonrisa de satisfacción se dibujaba en el rostro de Jafar, imaginando el escenario.

—Por Fin nos vengaremos de Blancanieves y sus ridículos enanos —recordó Maléfica a la Reina Malvada, que se tensó al escuchar el nombre—. Y no olvidemos a cada condenado dálmata y a ese odioso músico —dijo mientras Cruella rompía la copa que llevaba en la mano con un potente agarre—. Es el mejor regalo que se nos ha podido dar y, sin duda, lo aprovecharemos al máximo. Así que prepárense y alisten a sus hijos.

Cada uno de los villanos fue en busca de sus respectivos hijos para explicarles el plan y prepararlos para la entrevista.

En la habitación de los hijos de Maléfica, Mal estaba dibujando en su cuaderno, echando de vez en cuando miradas a la puerta para asegurarse de que nadie entrara inesperadamente. Su hermano Cassius estaba al otro lado de la cama, absorto en la lectura del libro que había encontrado años atrás. Mal no entendía cómo podía leer la misma historia una y otra vez sin aburrirse, pero no lo culpaba; era el único libro completo en toda la isla. A veces, Cassius se sumergía tanto en la lectura que no notaba lo que sucedía a su alrededor, y Mal se encargaba de que su madre no lo descubriera, pues no le gustaba cuando se ensañaba con él.

De repente, unos pasos familiares alertaron a Mal, y advirtió a su hermano. Cassius, sorprendido, escondió el libro y cerró los ojos para aparentar que dormía.

—Buenas noticias, mis diablillos —anunció Maléfica al entrar en la habitación, mirando a sus hijos con una mezcla de emoción y malicia—. El momento que hemos esperado durante años ha llegado de la manera más poética posible. Viene del bando enemigo.

—¿Te refieres... a escapar de la isla? —preguntó Cassius, aún confundido.

—Respuesta correcta, Cassius. Me alegra ver que tienes en cuenta nuestras prioridades —dijo Maléfica, sonriendo maquiavélicamente—. Esto significa que tu momento ha llegado, Mal. Cada hora de entrenamiento durante todos estos años finalmente dará frutos. Levántense, quiero verlos frente a mí.

Ante la orden, los hermanos obedecieron.

—Mamá, me halaga que creas que estoy lista para usar mi magia para romper la barrera, pero... —Mal trató de expresar sus dudas, pero su madre la interrumpió colocando un dedo en sus labios.

—Déjenme darles el contexto. Verán, no hace mucho se nos informó que en aproximadamente cuarenta minutos tendremos una audiencia con los gobernantes de Auradon. En esa audiencia entran ustedes, ya que, luego de hablar con nosotros, quieren entrevistarlos para ver si tienen la oportunidad de entrar a "La Real Academia de Auradon" —dijo, con un gesto burlón—. Una vez dentro, aprovecharán esta oportunidad para debilitarlos desde adentro y así romper la barrera. Mal, tu magia aquí con suerte hace cosquillas, pero afuera serás igual de poderosa que yo. Al sacar a los defensores mágicos más fuertes de la ecuación, solo necesitarás un chasquido para romper la barrera. Este es el momento para el que te has preparado toda tu vida; es tu propósito de ser, mi niña —concluyó Maléfica, emocionada. Mal correspondió con una sonrisa, disimulando su propia emoción.

—¿Pero qué pasa si no logramos entrar? —preguntó nervioso Cassius, causando que su madre lo mirara y se acercará más a él.

—Bueno, cariño, entonces el plan se extendería quién sabe cuántos años más, tal vez veinte, cuarenta o más, hasta que tu hermana alcance el poder necesario. Y sin mencionar que aún correríamos el riesgo de ser encerrados de nuevo —terminó la frase con los ojos brillando en verde mientras miraba más de cerca a su hijo, causándole dolor—. Así que quiero que borres esa idea de "y si no logramos entrar" de tu cabeza porque no podemos darnos ese lujo, hijo —dijo con un tono frío y severo, intensificando el efecto del hechizo. Para su sorpresa, Mal se puso frente a ella con el mismo hechizo, desafiándola.

—No cometeremos tal error a propósito, solo estoy siendo precavido, asegurándose de que tengamos un plan de respaldo —dijo Mal con cierta dificultad, esforzándose por mantener el duelo de miradas con su madre.

—Pues no hay plan de respaldo. Por ende, no se les ocurra fallar a ninguno, sea cual sea el caso, y mucho menos por alguien —dijo Maléfica con firmeza y enojo mientras Mal apartaba la mirada, derrotada. Maléfica luego miró a su hijo—. Quiero que se alisten y luzcan presentables. Más les vale causar una gran impresión y ganarse la confianza de los reyes.

Sus hijos se dirigieron a sus respectivos lados para buscar sus mejores ropas, pero Maléfica retuvo a Mal para susurrarle algo.

—Vuelve a defender a tu hermano y me encargaré de sacarlo de la ecuación —dijo, con una amenaza implícita que hizo que Mal soltara una leve mirada de temor. Ella sabía que Cassius era, por así decirlo, blando. Sus mejores recuerdos eran junto a su hermano y amigos; siempre la hacía reír de alegría, y eso no le gustaba a su madre.

Maléfica, al notar que su hija captó el mensaje, salió de la habitación, diciéndoles que, al estar listos, fueran a la sala de estar donde se llevaría a cabo la reunión.

—¿Estás bien? —preguntó Cassius a su hermana.

—Sí, estoy bien. Solo me dejó claro que debemos entrar en esa escuelita —dijo Mal, tratando de aligerar el ambiente.

El tiempo límite comenzaba a llegar a cero y los villanos esperaban en la sala el inicio de la asamblea con sus hijos sentados al fondo. Cada uno repasaba lo que debía decir y cómo comportarse. Casi al instante apareció Merlín, quien anunció que primero iniciaría la reunión con los padres y, al terminar, seguiría la entrevista de los jóvenes. Sin perder un minuto más, Merlín usó su magia para crear un domo brillante que cubrió a los villanos. Al otro lado, los gobernantes de Auradon y su hijo aparecían frente a ellos, con un aura azul que los cubría y volvía su piel transparente.

—Un hechizo de proyección astral, nada mal, anciano —comentó Maléfica, observando a Merlín—. Pero dónde están mis modales, compañeros, estamos ante los gobernantes de Auradon y su descendencia. Majestades, nos postramos ante su presencia —dijo Maléfica mientras ella y el resto hacían una reverencia—. Me complace que se hayan tomado la molestia de enviarnos una invitación.

—El gusto es nuestro. Nos complace que hayan aceptado tener esta audiencia con nosotros. Soy el príncipe Ben de Auradon; es un placer conocerlos, aunque sea de esta forma. Solo había escuchado historias sobre todos ustedes —decía Ben, tratando de sonar formal y hacer sentir bienvenidos a los villanos.

—De verdad, cariño, espero que tus padres te hayan contado cosas buenas sobre nosotros —comentaba Maléfica—. Así que, majestades, nos dijeron que estaban interesados en nuestros hijos.

—Así es, Maléfica. Han pasado varios años desde el destierro y, creanlo o no, jamás nos sentimos bien con la idea de encerrarlos de tal manera —comentaba Bella—. No era justo que sus hijos no tuvieran más oportunidades.

—Claro, no les importó enviarnos a la peor prisión que se les pudo imaginar, pero sintieron compasión por nuestros pobres niños, destinados a convivir con criminales desalmados y traicioneros. Me imagino todas esas noches en las que no pudieron conciliar el sueño en su lujosa cama real —decía Maléfica en tono burlón ante las palabras de la reina.

—Sí, pobres de los reyes, tener que ser atormentados sin poder disfrutar de su enorme palacio con sus finas decoraciones —decía la Reina Malvada.

—Sin poder gozar de los privilegios que da el estar al mando de un reino que seguirá sus órdenes sin dudarlo —añadía Jafar.

—Oh, poder disfrutar de todas esas comidas finas o vestir esos caros y finos ropajes con sus relucientes joyas, sin la necesidad de rezar para que al día siguiente aparezca algo de comida —decía Cruella.

—Sí, tienen razón —respondía el Rey Adam—. No somos los más indicados para comparar nuestras situaciones, siendo quien dio la orden de desterrarlos. Pero nuestro hijo nos convenció de que esta idea era lo mejor para que, al fin, todos pudiéramos compartir esta felicidad y que cada uno encontrará su final feliz. Ustedes siguen resentidos al igual que nosotros, pero nuestros hijos son el medio para construir un mejor futuro para todos nosotros. Por eso queremos que ellos asistan a nuestra escuela y demuestren que esa idea es posible, y que con el tiempo lleguen más, pudiendo dejar atrás la isla y la barrera.

—Tiene razón —decía Maléfica—. Jamás olvidaremos todo lo que nos hicieron, pero nuestros hijos sin duda son el medio para lograr el futuro que más anhelamos —decía Maléfica, soltando una leve sonrisa al recordar su gran plan—. Nuestro tiempo ya pasó; ahora es el turno de ellos para escribir sus historias.

Ante la frase, algunos se sorprendieron, pero Ben sonrió al ver que ella estaba de acuerdo con la idea.

—Bueno, me alegra que lo entienda, su señoría —decía Ben a Maléfica—. ¿Qué me dicen ustedes? —preguntaba al resto de villanos.

—Sí, Jay merece más que trabajar en mi tienda de baratijas —dijo Jafar, con la misma sonrisa que Maléfica.

—Eve sin duda encajará entre las princesas del sitio y demostrará de qué está hecha —dijo la Reina Malvada, compartiendo la sonrisa.

—No me imagino mis días sin mi pequeño Carlos, pero creo que debe llegar el día en que las aves dejan el nido y encuentren un mejor futuro —terminó Cruella, siendo la última en soltar la sonrisa.

—Me alegra que entiendan y hayamos llegado a un acuerdo —dijo Bella—. Así que supongo que sería hora de entrevistar a los jóvenes, Merlín.

—A la orden, majestad —respondió Merlín—. Volveré enseguida con los jóvenes candidatos, los entrevistaremos uno por uno.

El primero en ser entrevistado fue Jay. Al aparecer, soltó al instante su sonrisa confiada, que tanto lo caracterizaba. Miraba lo que lo rodeaba y trataba de tocar las cosas, pero estas solo lo atravesaban, lo que lo divirtió. Seguía probándolo, hasta que su diversión fue interrumpida por una tos disimulada proveniente de Ben. Jay se volteó para acercarse y darle su característico saludo.

—¿Qué hay, viejo? Soy Jay, hijo de Jafar —se presentó Jay ante Ben, para luego dirigirse a los gobernantes—. Oh, cierto, su majestad reina Bella, luce linda esta noche, un gusto conocerla —se presentó ante la reina haciendo el signo de amor y paz con los dedos—. Su majestad rey Bestia, viejo, es genial conocerlo sin pelo —dijo mirando al rey mientras le hacía las señas de Rock 'n' Roll.

—El gusto es nuestro, Jay, y mi nombre es Adam, por favor, llámame así a partir de ahora, viejo —dijo el rey, haciendo que Jay asintiera, aún sonriendo.

—Bueno, yo soy Ben, es un placer conocerte, Jay. Tenemos una serie de preguntas que hacerte para así hacernos una idea de quién eres en verdad y llegar a conocerte mejor —le explicó Ben a Jay.

—Genial, porque no estudié para nada, así que solo dispara, viejo —dijo Jay, manteniendo su sonrisa confiada.

—Nos alegra que cooperes. Bueno, Jay, ¿cuáles son tus pasatiempos? ¿Qué haces comúnmente en tu día a día, tus tareas o cosas para divertirte? —preguntó Ben primero.

—Fácil, me la sé. Salgo todas las mañanas desde que era niño a conseguir cosas para la tienda de mi padre y a veces también me da la tarea de limpiarlas o arreglarlas, pero me zafó fácilmente jugando a los golpes con Cassius y Carlos —dijo Jay sonriendo.

—¿Disculpa, dijiste golpes? —preguntó Bella.

—Sí, cuando no queremos hacer ciertas tareas, jugamos a los golpes. Quien da el golpe más fuerte en el hombro gana y se zafa de la tarea, mientras que el perdedor, el que se queja del golpe, tiene que hacerla.

—Me imagino que siempre ganas —preguntó Adam.

—Sí —dijo Jay sonriendo confiado—. Bueno, no siempre. En raras ocasiones los chicos ganan de milagro y yo tengo que hacer sus tareas.

—Ya veo, y ¿disfrutas golpear a tus amigos? —preguntó Ben.

—Claro que no, viejo. ¿Qué clase de tipo disfruta de golpear a sus amigos? Los que se atreven a meterse con mis amigos se llevan sus dientes de collar para recordarles que no lo vuelvan a hacer —dijo Jay, ofendido por la pregunta.

—Así que aprecias a tus amigos y no te gusta que nadie se atreva a abusar de ellos —dijo Ben, mirando a sus padres con una sonrisa.

—De acuerdo, Jay, cuéntame. Conocemos a tu padre y tenemos una leve idea de lo que hace. ¿Qué tal si nos cuentas un poco de tu madre? —preguntó Bella.

—Oh, es súper sencilla. Me lo dijo mi papá cuando tenía 5 años. Mi madre es bailarina en un club nocturno de la isla. Solía ser una de las mejores bailarinas de Agrabah en su tiempo —respondió Jay.

—Vaya, eso es interesante —dijo Bella, un poco sorprendida—. ¿Cómo se llama?

—Ok, esto es opción múltiple, lo tengo —dijo Jay con una sonrisa. Ante estas palabras, todos mostraron una cara de confusión—. Es Cleo, Parvana, Shauzia o Fattema.

—¿Y ellas son? —preguntó Adam.

—Oh, una de ellas es mi madre. Cuando le pregunté a mi papá a los 5 años si tenía una madre, me dijo que sí, pero no sabía cuál de las cuatro era, así que me dijo el nombre de todas —explicó Jay, mostrando su confiada sonrisa por sentir que estaba respondiendo bien.

Mientras Bella escuchaba, quedó sorprendida por la inocencia o tal vez inmadurez del chico. Si tenía una madre, el hombre que tenía por padre no se molestó en saber con seguridad cuál era, lo que la descolocó—. Ya veo, gracias por contarnos esta parte de tu vida, Jay.

—Cuando quiera, Majestad —dijo Jay.

—Bueno, Jay, aquí va otra pregunta. ¿Qué esperas hacer al entrar en la Real Academia de Auradon? —preguntó Adam.

—Ummm... —Jay no sabía qué decir. Su padre le dijo que sonara cautivador, amigable y confiable. La verdad no entendió nada, así que a lo mejor solo debía decir lo que tenía en la cabeza—. No lo sé, no conozco el lugar y solo me han dicho que es como una escuela, un lugar donde te enseñan.

—¿No hay escuelas en la Isla de los Desterrados? —preguntó Bella.

—No, la verdad es que lo que sé lo aprendí de papá: leer, escribir, sumas y esas cosas —respondió Jay, levemente inseguro al no estar seguro si su respuesta era la adecuada.

—Bueno, en Auradon aprenderás muchas cosas, Jay, y quizás encuentres algo a lo que quieras dedicarte el resto de tu vida, algo más que simplemente conseguir cosas para tu padre —le dijo Ben, logrando que Jay adoptará una expresión pensativa—. Creo que ya tenemos suficiente información. Gracias por hablar con nosotros, Jay. Merlín, ¿puedes traer al siguiente candidato, por favor?

Merlín asintió y se llevó a Jay mientras traía al siguiente candidato.

—No puedo creerlo, Jafar ni siquiera se molestó en presentar a su madre o en averiguar quién era. Prácticamente dijo "elige a cualquiera" —dijo Bella, exaltada por la revelación—. Tampoco puedo creer que no tengan escuelas. Solo les enseñan lo básico y los instruyen para que ayuden con las tareas o los manden a trabajar en lo que sea.

—Estoy igual de sorprendido que tú, cariño —dijo Adam—. Pero seamos honestos, era de esperarse. Básicamente los enviamos a un sitio desolado; para ellos, establecer estos sistemas nunca fue una prioridad. Básicamente, es cada uno por su cuenta.

—Exactamente. ¿Vieron cómo reaccionó cuando le preguntamos qué esperaba hacer aquí? No sabe qué responder y apuesto a que el resto tiene la misma idea. Ellos no saben que pueden ser más de lo que son hoy. Merecen esta oportunidad —dijo Ben, validando sus razones para incluirlos en el reino.

Los reyes se miraron; Ben tenía razón, pero aún faltaban algunos candidatos por entrevistar. Merlín apareció con la siguiente candidata, Evie, hija de la Reina Malvada. A diferencia de Jay, Evie se presentó cortésmente, demostrando una vasta educación en los modales aristócratas y dignos de una princesa. Los reyes hicieron las mismas preguntas clave que usaron con Jay. Evie les comentó que sus días giraban en torno a practicar su comportamiento y aprender los secretos de su madre para inmortalizar su belleza. También les contó que su padre era un banquero en la isla, pero que el hombre casi nunca le hablaba y temía salir del banco, dado que, al ser un gran contador, era un estafador siempre buscado por sus víctimas.

Evie también mencionó que disfrutaba pasar tiempo con Mal y el resto de sus amigos, así como de la costura y el diseño de vestidos. Al preguntarle si había algo más que esperará hacer en la academia, Evie puso el mismo rostro que Jay y respondió con una pregunta: qué más podía hacer, pues su madre le inculcó que ser una princesa era todo lo que necesitaba. Ante la respuesta, los reyes y Ben agradecieron su cooperación, y Merlín fue a buscar al siguiente candidato.

Ahora era el turno de Carlos. Apenas apareció, soltaba unos saludos tímidos y temerosos, siempre evitando la mirada del rey, que notó esto. Carlos respondió a la primera pregunta contándoles su día a día, que consistía en ayudar a su madre con sus necesidades, lo que los presentes interpretaron como ser el sirviente de Cruella. También les contó que se llevaba bien con su padre y que siempre que lo visitaba, le mostraba simpatía, aunque perdonaba que no estuviera cerca de su madre, ya que, si se hubiera quedado más tiempo con ella, se habría vuelto loco.

Ben le preguntó a Carlos si le temía a algo, ya que el joven príncipe notó la mirada del chico. Carlos respondió que le temía a los animales y, sobre todo, a los perros. Su madre le había dicho que en Auradon abundan los perros, que son criaturas de ojos rojos, dientes afilados y que escupen espuma de rabia de sus bocas, y que disfrutan devorar a los niños de la isla de los desterrados, como él. Esto hizo que los presentes llegaran a la misma conclusión: Cruella, en vez de infundirle su odio por los perros dálmatas, optó por hacer que Carlos temiera a todos los caninos, probablemente para mantenerlo siempre a su lado como su sirviente. Cuando le preguntaron qué esperaba hacer en la academia, respondió que le gustaría descansar de su madre y tener tareas que no fueran ordenar abrigos por orden alfabético. Esta respuesta les sacó una sonrisa divertida, y procedieron a despedirse de él y traer a la siguiente candidata.

Antes de que el último candidato se presentará, Ben se acercó a la joven para dar la bienvenida a la entrevista. Sin embargo, cuando sus ojos se encontraron con los de Mal, quedó mudo por un breve momento. Tras recomponerse, continuó con la presentación:

—Bienvenida, Mal. Soy Ben Beauty, hijo de los reyes de Auradon. Quiero agradecerte de antemano por presentarte.

Mal observó el gesto y, con una sonrisa, dijo:

—Estás tan nervioso que olvidaste que solo soy una imagen sin tacto.

Ben bajó la mano, sonrojándose levemente.

—Es un honor conoceros, sus Majestades —dijo Mal, aún con una sonrisa divertida.

—El gusto es nuestro, Mal. Queremos hacerte las mismas preguntas que les hicimos a tus amigos para tener una idea de cómo eres y conocerte un poco más —dijo Bella.

—Lo entiendo, solo pregunten y yo responderé —respondió Mal, tranquila y manteniendo su sonrisa.

—Bueno, Mal, ¿cuáles son tus pasatiempos o actividades diarias? —preguntó Adam.

—Mamá me enseña lo básico de magia y alquimia. Cuando no estoy con ella, paso el tiempo con mis amigos y mi hermano. Cuando no, mato el tiempo dibujando —respondió Mal con cautela, sin perder su sonrisa—. Dibujo las cosas que veo, soy buena en eso.

—Vaya, eso es increíble. Eres una artista. Bueno, ¿qué tal si nos cuentas un poco sobre tu padre? —preguntó Bella con una sonrisa.

—No hay mucho que contar. Prefiere pasar el resto de su vida lamentándose por sí mismo en lugar de pasar tiempo con Cassius y conmigo —respondió Mal.

—Ya veo. ¿Y eso cómo te hace sentir? —preguntó Ben.

—No lo sé. ¿Que es un llorón vanidoso? —dijo Mal, logrando que Ben se riera.

—Bueno, Mal, ¿qué esperas hacer en la Academia? —preguntó Adam.

—La verdad no tengo idea. Es más, sigo sin creer que ustedes muestren interés en nosotros ahora —respondió Mal.

—Bueno, Mal, lo creas o no, siempre estuvimos pensando en ustedes de cierta forma, pero ahora es cuando decidimos actuar, aunque algo tarde... —trataba de decir Ben.

—¿Algo tarde? —preguntó Mal en tono burlón—. Por favor, la mayoría de los chicos en la isla solo saben trabajar o matar el tiempo en otras cosas. Nadie sabe más allá de lo que les enseñan sus padres, y hay casos peores que el nuestro. El único libro de texto en la isla es uno que mi hermano encontró flotando en el mar, prácticamente algo que ustedes desecharon.

—Lo sé, y por eso te prometo que queremos que eso cambie. Ustedes pueden ser los pilares del cambio, la posibilidad de que todos descubran algo más que lo que sus padres les dicen, y tal vez que lleguen más estudiantes de la isla aquí —dijo Ben, dándole a conocer a Mal su idea—. Ahora más que nunca, estamos interesados en ustedes porque solo ustedes pueden demostrar que el cambio es posible. Nosotros... yo solo soy el impulsor. Lograr la idea depende de ustedes.

Mal lo miró por un breve momento.

—Vaya, sin duda tienes claros tus valores. Supongo que solo me queda creer en tu palabra, mi príncipe —dijo Mal, haciendo una reverencia y sonrojando a Ben por el tono que usó al decir "mi príncipe"—. Supongo que espero descubrir lo que quiero hacer en la academia.

—Eres muy elocuaz y encantadora de cierta forma, Mal. Espero que logres encontrar lo que buscas en la academia. Gracias por tu paciencia y por darnos una oportunidad —dijo Bella, a lo que Mal solo sonrió.

Mal procedió a abandonar el área junto con Merlín para dar paso al último candidato de la entrevista. Ante los presentes apareció Cassius, un tanto nervioso. Tomó un poco de aire, exhaló para calmarse y saludó cortésmente a los gobernantes y al joven heredero del reino.

—Sus Majestades, es un honor conocerlos. Soy Cassius, aunque supongo que ya lo sabían —dijo nervioso.

—Es un placer conocerte, Cassius. Soy Ben—se presentó, volviendo a darle la mano por instinto.

—Estás nervioso, ¿no?—dijo Cassius soltando una leve risa.

—Curioso, Mal dijo lo mismo—dijo Ben divertido.

—Sí, no me sorprende. Somos gemelos, aunque ella nunca deja de refutar que es la mayor—dijo Cassius aligerando el ambiente.

—¿En serio? ¿Y eso es verdad?—preguntó Ben.

—Sí... pero solo por 5 minutos—dijo Cassius defendiéndose—. Además, no dejes que te afecte; yo también estoy nervioso y apuesto a que ella también, pero sabe mejor cómo ocultarlo.

—Bueno, Cassius, queremos que respondas algunas preguntas para hacernos una idea de cómo eres—explicó la reina.

—Ok, ustedes mandan—dijo nervioso.

—Bueno, Cassius, ¿cómo son tus días en la isla? ¿Cuáles son tus pasatiempos o tareas?—preguntó el rey.

—Bueno, voy temprano a trabajar de vez en cuando en el barco del Capitán Hook. Luego suelo hablar con los chicos del puerto, a veces ayudo a Jay a conseguir cosas para la tienda de su padre y me divierto con ellos por ahí cuando no tenemos tareas.

—Bien, ¿qué me dices de tu padre? Mal nos contó algo, pero queremos conocer tu punto de vista—preguntó la reina.

—Bueno... papá... él estuvo un tiempo cuando Mal y yo éramos pequeños, pero se fue. Él y mamá tenían las mismas ambiciones, pero no se toleraban al fin y al cabo.

—Vaya, ¿cómo te hizo sentir eso?—preguntó la reina una vez más.

—Yo... bueno, no hay mucho que decir por mi parte. A Mal le dolió más y solo hice todo lo posible para animarla. Lo logré, pero no le gusta hablar del tema.

—Ya veo. Quieres a Mal, ¿no es así?—preguntó Ben.

—Claro, es mi hermana y mi gemela. Básicamente, es como si sintiéramos cuando el otro no la pasa bien, y no es lindo que ese sentimiento se multiplique por dos, así que siempre nos hemos cuidado el uno al otro junto con los chicos.

Esto hizo que Ben sonriera ante las palabras de Cassius. Parecía ser muy honesto con lo que sentía; se notaba que era el más susceptible a mostrar emociones del resto de los chicos.

—Bueno, Cassius, ¿qué esperas hacer en la academia?—preguntó Ben.

—Bueno, hasta donde sé, para mí es algo desconocido y jamás me he preguntado...—Antes de seguir, paró y cambió su respuesta—. Yo... solo sé que los chicos estarán ahí y, siendo honesto, los retos que se nos han presentado los hemos superado juntos y esta no será la excepción. Quiero estar ahí para ellos—Esto hizo que los presentes sonrieran. Las entrevistas parecían haber dado en acierto en los candidatos.

—Una última pregunta, Cassius—dijo la reina—. Mal nos comentó que tú tenías un libro. ¿Lees?

—Sí, bueno, para ser justos... leo un libro—dijo, logrando que la reina riera—. Lo leo desde que lo encontré a los 9 años. Hasta sueño con él.

—¿Cómo se llama tu libro?—preguntó el rey, igual de intrigado.

—Romeo y Julieta—dijo Cassius—. Esos chicos sí que la tienen difícil. Es una historia rara, por así decirlo. A veces, cuando siento que mi vida es realmente pesada, recuerdo su historia y me hace sentir que no estoy tan mal. Y... lo siento, es algo tonto. Me hace querer que su final sea distinto, pese a que sé que al llegar al final de la página será el mismo final.

—No lo es. Tal vez no puedas cambiar el destino de Romeo y Julieta, pero sí el tuyo y el del resto. Hay veces en las que te sientes atrapado y pierdes la esperanza. De cierto modo, te haces a la idea de que sabes cómo terminará la historia, pero es en el momento menos oportuno cuando se da el giro a la trama y el final se vuelve desconocido, devolviéndote la esperanza—dijo el rey, mirando a su esposa, la cual le devolvía la mirada con una sonrisa—. Gracias por tu cooperación, Cassius. Daremos nuestro veredicto en unos instantes.

Ante estas palabras, Cassius se despidió de los presentes y procedió a regresar con Merlín, dejando a los gobernantes y a su hijo para decidir el veredicto.

—Me sorprende que sea hijo de Maléfica. Es muy honesto con sus palabras y bastante empático—dijo el rey.

—Sin mencionar que cada uno posee sus propias cualidades. Tal vez no lo sepan, pero es posible que las desarrollen a fondo aquí y quizás encuentren eso que no sabían que poseían—dijo la reina.

—Ninguno de ellos sabe de qué es capaz y demostraron que son muy unidos. No podemos dejar a ninguno fuera; tienen que ser ellos—decía Ben, mirando a sus padres—. Sé que ellos pueden. Tengo esperanza en eso.

Ambos reyes se miraron y estuvieron de acuerdo al decir lo siguiente:

—Tienes razón—dijeron al unísono.

—Hijo, esto generará mucho debate y habrá quienes no estén de acuerdo, pero merecen una oportunidad. Te apoyo en esto—dijo el rey.

—Estando aquí, tendrás que estar pendiente de ellos, tratar de ayudarlos y motivarlos. También tendrás que hacerlos sentir bienvenidos, hijo. Teniendo eso claro, también tienes mi apoyo—dijo la reina.

—Gracias. Yo les prometo que no se arrepentirán de ello. Sé que ellos pueden—dijo Ben abrazando a sus padres.

Con la decisión finalmente tomada, el proceso se puso en marcha de inmediato. Merlín se encargó de la tarea crucial de informar a los villanos que sus hijos habían sido admitidos en la Real Academia de Auradon. Mientras tanto, los reyes y su hijo se sumergieron en la meticulosa planificación del ingreso de los jóvenes, organizando horarios, asignando clases y preparando habitaciones. Cada detalle se ajustaba con cuidado para asegurar una ceremonia de bienvenida que hiciera sentir a los nuevos estudiantes como en casa. Este era el primer paso hacia un nuevo capítulo, uno lleno de esperanza y posibilidad, que prometía cambiar el destino de los hijos de los villanos para siempre.