Era un nuevo día en la Isla de los Desterrados, pero esta mañana era diferente a todas las demás. Los jóvenes seleccionados por los gobernantes de Auradon se preparaban para ingresar a la Academia del Reino, siendo los primeros en cruzar la barrera que los había mantenido aislados. Frente a la mansión, los chicos se reunían con sus padres, quienes les daban las últimas instrucciones: cómo comportarse, qué no olvidar, y, sobre todo, el plan que debían cumplir lo más pronto posible.
Cada uno llevaba su equipaje. Jay cargaba un bolso deportivo grande con lo esencial. Eve, por su parte, tenía una maleta lujosa, regalo de su madre, quien había insistido a su padre para conseguirla. Carlos, en cambio, llevaba una simple bolsa de basura, ya que su madre se negó a prestarle sus maletas de pieles de leopardo. Mal y Cassius apenas traían sus pertenencias en sacos viejos, probablemente sacos de papas que encontraron en la mansión.
Para su sorpresa, el lugar pronto se llenó de curiosos y de otros habitantes de la isla, incluidos algunos villanos, atraídos por la llegada de una elegante limusina que se estacionó frente a ellos. De ella bajó un hombre con gafas oscuras y traje, quien se encargó de abrir el maletero y colocar el equipaje de los chicos dentro. Luego, con un gesto, les indicó que subieran. Antes de hacerlo, los chicos se volvieron para despedirse de sus padres.
—Muy bien, hijo. Recuerda, enfócate en el objetivo principal y ve por él. Y, claro, si ves algo valioso... guárdalo para ya sabes quién —dijo Jafar a Jay, antes de que este subiera.
—Rostro relajado, maquillaje impecable en todo momento, y no olvides el espejo que te di. No es como el anterior, pero te ayudará en lo que necesites —le recordó la Reina Malvada a Eve, quien fue la siguiente en subir.
—Bien, cariño, ten cuidado con los cachorros de allí. En cuanto les des la espalda, te arrancarán los ojos y te destrozarán los dedos con sus dientes afilados —advirtió Cruella a Carlos, quien, temblando, subió a la limusina.
—El día ha llegado. Te has preparado para esto desde que naciste, así que no falles. ¿Quedó claro? —le dijo Maléfica a Mal, quien asintió y subió al vehículo, dejando a su hermano con su madre.
—Cassius, mi diablillo, supongo que esta será una oportunidad para demostrar lo que has aprendido de tus errores y tal vez logres sacarle provecho tus trucos con el fuego. No me importa si fallas, pero no toleraré que todo fracase por tu culpa. Así que ten presente las consecuencias, diablillo —le advirtió Maléfica a Cassius, haciéndo que recordara todas las veces que usó el truco de los ojos. Ante estas palabras, Cassius asintió y subió a la limusina.
El hombre de traje oscuro cerró la puerta, se sentó en el asiento del conductor y puso en marcha el vehículo.
Dentro de la limusina, los chicos aprovecharon todo lo que tenían a su disposición: dulces, bocadillos salados, refrescos, y más. Pero su atención cambió cuando cruzaron la barrera. Miraron por la ventana cómo se generaba un puente de magia sobre el océano que separaba las islas. Mal sintió una energía recorrer su cuerpo; sus ojos brillaron por un momento con un verde intenso, el mismo verde de los ojos de su madre. Ahora podía sentir cómo su magia se liberaba, estimulada por el reciente aumento de poder.
Mientras el vehículo se acercaba a tierra firme, pudieron ver a lo lejos el Castillo de los Reyes de Auradon, pero la limusina se dirigía a otro destino: la Real Academia de Auradon. Para su sorpresa, una banda los esperaba para recibirlos. Mal les indicó a todos que mostraran la mejor apariencia posible, pero esto duró poco. Carlos y Jay empezaron a pelear por una manta en la limusina, y en medio de la riña, salieron rodando por la puerta, interrumpiendo la música de la banda.
—¡Espabilen! Dejen la manta y no se lleven nada más —ordenó Mal. Con el caos bajo control, los chicos se formaron para enfrentar a la persona que los recibiría.
—Sean bienvenidos a la Real Academia de Auradon, chicos. Estoy muy emocionado de conocerlos en persona —dijo Ben mientras saludaba a cada uno. —He preparado un recorrido para que se familiaricen con el lugar, y también invité a algunas personas importantes que estarán con ustedes.
Los chicos, sin embargo, no quitaban los ojos de la chica que estaba a su lado.
—Claro, casi se me olvida. Ella es Audrey...
—Su novia —interrumpió Audrey, sonriendo a los chicos—. Hija de Aurora, la Bella Durmiente. Benipo nos sorprendió a todos cuando nos informó de su ingreso a la academia —añadió, antes de volverse hacia Mal y Cassius—. Así que quiero que sepan que no estoy resentida porque su madre intentara matar a todo el reino.
—Bueno, técnicamente no iba a matar a nadie —dijo Cassius, encogiéndose de hombros bajo las miradas de los demás—. Mi madre solo dejó a todos en un profundo sueño que duraría cien años. Así que... creo que no usaría la palabra "matar". Quizás... "arrebatar tiempo de vida", pero no, definitivamente no "matar".
—Lo que mi hermanito quiere decir —intervino Mal, sonriendo con una leve inclinación de cabeza hacia Audrey—, es que apreciamos que no haya resentimientos y que no nos juzgues por las acciones de nuestros padres. Gracias, de verdad.
Audrey forzó una sonrisa, pero antes de que pudiera responder, la tensión entre ambas chicas fue interrumpida por la llegada de una de las grandes entidades mágicas del reino: el Hada Madrina.
—Me alegra ver que dejan las diferencias a un lado desde el primer día y están dispuestos a mirar hacia un futuro más brillante —dijo la mujer con una sonrisa cálida—. Permítanme presentarme, mis niños. Soy el Hada Madrina, aunque los mayores me llaman Minerva, y para ustedes seré la profesora encargada de la nueva clase de "Reintegración al Camino del Bien".
—Vaya, ¿usted es el Hada Madrina? —preguntó Mal con curiosidad—. La de la túnica celeste, la varita poderosa y el "bibbidi-bobbidi-boo".
—Bibbidi-bobbidi... Sí, cariño, esa soy yo —respondió Minerva con una risita.
—Entonces, ¿usará su varita mágica para darnos un cambio de imagen? —preguntó Eve con entusiasmo—. Algo que diga más Auradon que Isla de los Desterrados.
—Oh, lo lamento, cariño, pero no llevo la varita conmigo todo el tiempo. Se guarda bajo la máxima seguridad del reino, en el Museo de Auradon, junto con todas las reliquias mágicas.
—¿Qué es un museo? —preguntó Carlos, levantando la mano.
—Bueno, un museo es un edificio donde se guardan antigüedades y objetos importantes del pasado, para que podamos aprender de ellos —explicó Minerva.
—Suena aburrido —dijo Jay, desinteresado.
—Tal vez para algunos la historia no sea emocionante, pero es crucial. Nos ayuda a cuidar nuestro futuro. Solo conociendo los errores del pasado podemos asegurarnos de que no se repitan. Pero bueno, ya basta de charla. Comencemos con el recorrido —añadió la Hada Madrina.
Los chicos quedaron pensativos por un momento, pero pronto reanudaron su marcha. Cerca de la entrada, Carlos se sobresaltó al ver una estatua del Rey Adam, la cual estaba encantada para transformarse en su antigua forma de Bestia.
—Tranquilo, Carlos, está encantada —lo tranquilizó Ben—. Mi padre pidió que cambiara de forma para recordarnos que la verdadera belleza está en el interior.
—Deja caer mucho pelo, ¿no? —comentó Mal en tono de broma.
—No lo dejan subirse al sofá —respondió Ben, siguiéndole el juego.
Al entrar al recinto, vieron a muchos estudiantes ocupados en sus propios asuntos.
—Así que esta es la academia. Lindo lugar. ¿Y qué clases tomaremos nosotros? Sé que han creado una clase especial para nosotros, lo cual es... halagador —comentó Cassius con un tono de interés.
—Tendrán las mismas clases que el resto: Historias Antiguas, Ciencias, Matemáticas, Lenguas y Escritura, Deportes... —respondió Ben—. Pero también pueden unirse a otras clases si les interesan. Tenemos Botánica, Costura y Sastrería, Gastronomía, Administración de Reinos, Cuidado de Criaturas...
—¿Administración de Reinos? —preguntó Eve, intrigada.
—Sí, es una clase que enseña a los futuros gobernantes los conceptos básicos para dirigir un reino. A medida que avance el año, el contenido se volverá más avanzado. Yo estoy en esa clase, es esencial si quiero ser un buen rey.
—Oh, reina. Bueno, como sabrás, mi madre es la Reina Malvada, así que, como princesa, creo que encajaría perfectamente en esa clase. Como dijo el Hada Madrina, debemos pensar en el futuro y todo eso —respondió Eve, con un tono encantador.
—La Reina Malvada no tiene ningún rango aquí, así que no creo que necesites esa clase. Técnicamente, eres como el resto de estudiantes —dijo Audrey, con una sonrisa forzada.
—Plebeyos —dijo Mal en dirección a Audrey, con una sonrisa desafiante.
—Bueno... pero las otras clases también son interesantes e importantes. ¿Qué te parece Costura y Sastrería? Si no recuerdo mal, dijiste en la entrevista que te gusta diseñar vestidos —intervino Ben, tratando de animar a Eve.
—Pero, no es obligatorio que tomemos esas clases, ¿verdad? —preguntó Jay con tono despreocupado.
—No, es su elección si quieren participar en alguna de ellas —explicó Ben con una sonrisa.
—Bueno, no suena muy conveniente para mí agregar más clases, así que paso —dijo Jay encogiéndose de hombros.
—Si alguno de ustedes está interesado o cambia de opinión, solo diganmelo y me encargaré de incluirlos —agregó Ben, mostrando su disposición.
—Por favor, Beni Po, no es necesario que te molestes. Alguien más puede encargarse, como... —Audrey buscaba una solución hasta que vio a alguien bajando las escaleras—. ¡Doug, ven aquí!
—Hola, chicos. Ben, justo necesitaba hablar contigo. El entrenador necesita que todo el equipo se reúna —dijo Doug apresuradamente, acercándose.
—¿Ahora? Pero estoy orientando a los nuevos estudiantes, ¿no puede ser en otro momento...? —Ben intentaba razonar, pero Audrey lo interrumpió con rapidez.
—Irás de inmediato. Doug puede encargarse de enseñarles sus habitaciones. Más tarde podrás hacerlo, el equipo te necesita ahora —dijo Audrey, llevándose a Ben sin darle oportunidad de replicar—. Está bien, chicos, Doug los ayudará. Nos vemos después.
Doug, un tanto desconcertado, sonrió tímidamente mientras se presentaba:
—Bueno, parece que me asignaron más trabajo. Soy Doug, encantado de conocerlos. Hijo de Tontín... ya saben, de los siete enanos: Tontín, Gruñón, Doc, Feliz, Tímido, Dormilón, y... —Doug perdió el hilo cuando Eve se acercó a él con una sonrisa encantadora-¿Tu eres?.
—Eve Queen, hija de la Reina Malvada —dijo ella suavemente, causando que Doug quedará completamente embobado, murmurando un tímido "Aiooo".
Doug se recompuso rápidamente al notar las miradas del grupo.
—Lo siento, me distraje un momento. Aquí tienen las habitaciones asignadas. Es sencillo, solo sigan el pasillo y busquen el número correspondiente. Más tarde les llevaré sus llaves, así que acomódense y luego les daré sus horarios —dijo mientras los guiaba.
—Chicos, es por el otro pasillo... —añadió Doug al ver que tomaban el camino equivocado. Al corregir la dirección, Carlos mencionó detrás de él:
—Estornudo. El enano que faltaba es Estornudo.
Cada uno de los chicos se dirigió a sus respectivas habitaciones. Eve y Mal compartieron una, mientras que Jay, Carlos y Cassius ocuparon una al otro extremo del pasillo. Tras desempacar, comenzaron a relajarse. Jay, fiel a su naturaleza, aprovechó una salida nocturna para "tomar prestado" algunos objetos. Carlos encontró un videojuego entretenido y se sumergió en él, mientras que Cassius se tumbó en su cama con un libro en las manos. Pronto, Eve y Mal se unieron a ellos, listos para poner en marcha su plan y compartir la información que habían recopilado.
—¿Jay, qué estás haciendo? —preguntó Mal al ver a Jay organizando sus "nuevas adquisiciones".
—Se llama robar, pero prefiero llamarlo tomar prestado —respondió él riendo.
—Claro, ¿y qué tal si aparentamos ser buenos chicos y luego tomamos todo cuando dominemos el mundo? —dijo Mal con sarcasmo.
—Suena igual que tu madre —comentó Eve, sentándose junto a Cassius.
—¿En serio? —respondió Mal con el mismo tono irónico.
—Sabes, Mal, tú haz las cosas a tu modo y yo a mi manera —dijo Jay con desinterés.
—¡Jay, tienes que probar esto! —exclamó Carlos, pasando los controles del videojuego a Jay.
—¡Chicos! —interrumpió Mal con firmeza—. ¿Se les olvida por qué estamos aquí?
—Hada Madrina, Merlín, varita mágica y bla, bla, bla... —dijo Jay provocando risas en Carlos y Eve.
—Estamos aquí para demostrarles a nuestros padres que no somos unos inútiles —continuó Mal, captando la atención de todos—. Y por si lo olvidaron, no podemos darnos el lujo de fallar, por nada del mundo.
Los chicos se acercaron a la mesa donde Mal había comenzado a organizar su plan.
—Bien, ¿qué sabemos hasta ahora? —preguntó Mal.
—Que la Hada Madrina no lleva su varita todo el tiempo y sin ella no puede hacer magia —respondió Cassius.
—Y que la resguardan en un museo junto con otros objetos mágicos —añadió Eve.
—Perfecto, eso nos da una ventaja. Podemos dejar al reino sin una de sus armas más poderosas: la varita de la Hada Madrina. Ahora, ¿qué sabemos de Merlín? —preguntó Mal, pensando en su siguiente movimiento.
—No mucho, solo lo vimos en persona el día de la entrevista —respondió Jay encogiéndose de hombros.
—Ese es un problema... Necesitamos saber cómo neutralizar a Merlín para poder romper la barrera —reflexiona Mal.
—Sí, pero, ¿cómo planeas romper la barrera? —preguntó Carlos—. Sabemos que ahora tienes toda tu magia, pero ¿cómo lo harás exactamente?
—Ya pensaré en eso. Lo importante es que podemos dejar al reino sin una de sus mayores defensas: la varita de la Hada Madrina —dijo Mal con determinación.
—¿Qué tienes en mente? —preguntó Cassius, intrigado.
—Hay un hechizo que encontré en el libro de mi madre. Me permite cambiar la apariencia de cualquier objeto. Solo necesitamos reemplazar la varita real con una falsa. Así, cuando la Hada Madrina intente usarla, no podrá. Ahora, Eve, saca el espejo y muéstranos la ubicación exacta de la varita.
Espejito, espejito, en mis dedos… La varita del hada madrina quiero ver.- Eve sostenía el espejo entre sus dedos mientras el reflejo comenzaba a distorsionarse, revelando finalmente la varita mágica del hada madrina.
—Genial, ¿cómo llegamos a ella? —preguntó Mal.
—¿Cómo llegamos a la varita? —repitió Eve. Ante la pregunta, el espejo mostró varias ubicaciones hasta detenerse en una imagen clara: la academia.
—Eso no ayuda mucho… ¿qué tan lejos está? —preguntó Mal, frustrada.
—A unos 2,7 kilómetros —respondió Carlos, quien había tomado la laptop que Jay había robado. Utilizando la computadora, había logrado calcular la distancia hasta el museo donde se encontraba la varita.
—Perfecto, ¡vamos! —dijo Mal, tomando la iniciativa.
Bajo las órdenes de Mal, el grupo dejó la habitación y se dirigió al Museo de Auradon, donde planeaban intercambiar la varita real por una falsa para avanzar en su plan. Al llegar al museo, se encontraron con un guardia vigilando la entrada, y era probable que no fuera el único. Mal sacó el libro de hechizos de su madre y comenzó a buscar algo que pudiera ayudarlos a neutralizar a los guardias. Después de ojear rápidamente, encontró lo que buscaba.
—Hechizo de sueño… Esto puede servir —dijo Mal, aclarándose la garganta antes de recitar el hechizo—. Mágica amiga, llegó la hora, que mis enemigos se duerman ahora.
Una brillante llama verde apareció en la punta de su dedo y voló directamente hacia los guardias. Uno a uno, comenzaron a bostezar y cayeron en un profundo sueño. Los chicos sonrieron.
—Sencillo —dijo Mal, intentando abrir la puerta, pero estaba cerrada.
—Dejen que Jay se encargue —dijo Jay, sonriendo mientras retrocedía para tomar impulso.
—No es necesario —intervino Mal, buscando en el libro nuevamente. Pronto, las puertas se abrieron por sí solas, provocando que Jay pasara de largo y cayera al suelo. Los demás se rieron mientras entraban al museo. Carlos y Cassius ayudaron a Jay a levantarse, pero él se soltó avergonzado y los siguió.
Siguiendo las indicaciones, el grupo llegó a la galería de villanos, donde había imágenes y objetos característicos de los villanos de las islas, incluidos los de sus propios padres. La curiosidad se apoderó de ellos, y comenzaron a explorar la sala mientras buscaban la varita.
—Oye, Jay, mira, el cetro de tu padre —dijo Carlos, señalando el objeto.
—¡Guau! Mi papá me contaba que lo usaba para hipnotizar a la gente, le ayudó mucho con el sultán de Agrabah —respondió Jay, antes de soltar una risa al ver otro objeto en la sala—. ¡Ey, Cassius, Mal! ¡Miren, la rueca de su madre!
Carlos también se rió al ver el objeto.
—Vaya, admito que es algo… tonto —dijo entre risas.
—Es mágica, no tiene por qué verse impresionante a sus ojos —refutó Mal.
—Sí, además lo importante es lo que hace. Esa cosa hizo que Aurora se pinchara el dedo por sí sola —agregó Cassius.
—¡Chicos! —Eve llamó la atención del grupo—. Creo que encontré la varita. Vengan.
Jay y Carlos siguieron a Eve emocionados, mientras que Mal y Cassius se quedaron mirando el retrato de su madre.
—Guau, sé que solo es una pintura, pero logra hacerme sentir como si estuviera frente a ella —comentó Cassius.
—Es lo que buscaba lograr el pintor —respondió Mal con una sonrisa irónica—. Es como si siempre nos tuviera en la mira.
—Sí… —asintió Cassius, antes de voltear hacia su hermana—. Oye, antes de irnos, ella te dijo algo que te cambió la cara… ¿Qué fue?
Mal vaciló por un momento antes de responder.
—Lo de siempre… que me ha preparado para este momento desde que nací y que no me atreva a fallar. Nada nuevo —dijo, evitando mirarlo a los ojos.
—Funcionará, tiene que funcionar. No dejes que todo ese peso te aplaste… mejor compártelo. Siempre nos hemos cuidado el uno al otro —la animó Cassius.
—Sí, lo sé, pero… a veces siento que no he podido hacer mucho por ti, cuando ella… ya sabes —dijo Mal, incómoda.
—Oye, ya te dije que fue mi culpa, me lo busqué. No tienes por qué atormentarte con eso —le respondió Cassius.
—Aun así, no puedo fallar por nada del mundo —dijo Mal, finalmente mirándolo. Su conversación fue interrumpida por la llegada de Eve, que había vuelto a buscarlos al no encontrarlos cerca.
—¡Chicos! ¿Qué esperan? Encontramos la varita, vengan —dijo Eve, y los hermanos la siguieron.
Llegaron a un mirador desde donde se veía una luz brillante. Abajo, estaba la varita. Todos sonrieron y bajaron las escaleras para acercarse al objeto más poderoso del reino.
—Genial, ahora solo necesitamos un modo de… —Mal iba a continuar, pero se detuvo al ver a Jay a punto de agarrar la varita con la mano—. ¡Jay, no!
Al intentar tocar la varita, Jay salió volando hacia atrás y se activó la alarma. Los chicos entraron en pánico. Cassius se apresuró a ayudar a Jay a levantarse mientras buscaban desesperadamente una salida. Escucharon a los guardias subir por una de las escaleras, así que optaron por tomar el camino contrario. Con cuidado de no ser vistos, lograron salir por la puerta principal y regresaron a sus cuartos.
—Bien hecho, Jay. Estamos donde empezamos —dijo Mal, molesta por su insensatez.
A la mañana siguiente, los chicos asistieron a su nueva clase, "Reintegración al camino del bien", impartida por el Hada Madrina. En la pizarra, la hada escribía una serie de situaciones y posibles acciones para que los estudiantes eligieran la correcta.
—Si una persona te acerca a su bebé que está llorando, ¿qué harías? —preguntó el Hada Madrina—. ¿A: lo maldices? ¿B: lo encierras en una torre? ¿C: le das un biberón? ¿D: le arrancas el corazón?
La mayoría de los estudiantes estaban confundidos por las opciones, excepto Mal, que no prestaba atención y se limitaba a dibujar en su cuaderno. Eve, en cambio, levantó la mano emocionada.
—¿Cuál era la segunda? —preguntó Eve, para decepción de la hada madrina, quien entonces dirigió su pregunta a Mal al verla distraída.
—La respuesta es C, le doy un biberón —dijo Mal, sin mucho entusiasmo.
El Hada Madrina la felicitó y dejó claro que no era la primera vez que Mal respondía correctamente.
—Hoy estás muy inteligente —dijo Carlos.
—Solo pienso en la que suena más aburrida —respondió Mal, lo que hizo que los chicos se dieran cuenta de la lógica.
—Tiene mucho sentido —afirmó Eve, mientras Mal seguía desinteresada, y los chicos veían la pizarra. En ese momento, una chica vestida completamente de celeste entró en el salón, soltando un chillido que los sacó de sus pensamientos.
—¿Acaso eso fue un ratón? —preguntó Cassius, sorprendido por el ruido.
La chica se acercó al hada madrina para entregarle algunos papeles importantes, y el hada, con una sonrisa, presentó a la chica como su hija, Jane. Jane parecía nerviosa, y su madre la animó a presentarse.
—Tranquila, Jane, ellos son nuevos —dijo el hada mientras empujaba a Jane al frente.
—Hola —dijo Jane, aún nerviosa—. Tranquilos, solo olvídenme.
Jane salió, soltando otro chillido al pasar cerca de los chicos. El hada decidió seguir con la clase.
—Bien, sigamos. Encuentras un frasco con veneno. ¿Qué harías primero?
A. Lo pones en el vino del rey.
B. Lo pones en una fruta.
C. Lo entregas a las autoridades.
La segunda opción hizo reír a Eve, mientras Carlos y Jay discutían sobre quién respondería primero. Jay logró responder y el hada lo felicitó con una sonrisa nerviosa. Jay se rió de Carlos por haber sido el primero en responder, lo que dio una idea al hada.
—Chicos, les sugiero que usen esa energía en el campo de Book Fall.
—Oh, descuide, sea lo que sea, yo no voy —dijo Carlos, recostado sobre la mesa.
—Oh, creo que sí irás, no como una sugerencia, sino como una orden de tu maestra y supervisora —dijo el hada, haciendo que Carlos y Jay tomaran sus cosas para ir al campo.
—¿Y tú, Cassius? No has dicho nada en toda la clase —dijo el hada al chico.
—Bueno, con todo respeto, no sé cómo ayudan estas preguntas. Una vez que sabes que es la opción más aburrida, cualquiera puede responder fácilmente —explicó Cassius. El hada pensó por un momento y luego sonrió.
—Tienes razón, Cassius. Fue muy bueno que señalaste el error en las preguntas. Cambiaré el método para la siguiente clase, pero por ahora, acompaña a los chicos y ve si te interesa el campo de juego —dijo el hada, despidiendo a los chicos.
Mientras salían del aula, Cassius recibió un palmetazo en la nuca por parte de Jay y un golpe en el hombro por parte de Carlos.
—Bien hecho, genio. Ahora esta clase será más difícil —dijo Jay.
—Sí, sé que hay que aparentar ser buenos, pero no hagas el trabajo más complicado, genio —añadió Carlos mientras los tres chicos se dirigían al campo de juego.
En el campo de juego de Book Fall, el entrenador les dio uniformes y les explicó cómo usar los accesorios de seguridad. Los chicos fueron lanzados al campo, pero ninguno sabía cómo jugar. Ben, que estaba cerca, se acercó a saludarlos.
—Chicos, qué sorpresa encontrarlos aquí —dijo Ben con una sonrisa emocionada.
—El hada madrina sugirió que usáramos nuestra energía en el campo de juego —explicó Jay con su característica sonrisa confiada.
—Corrección, nos obligó a venir —añadió Carlos.
—Sí, y ni idea de cómo jugar Book Fall—dijo Cassius.
—Ya veo —dijo Ben—. La verdad es muy sencillo. En el campo de juego hay dos equipos. La misión es llevar el libro a la posición contraria, es decir, al equipo contrario, mientras corres y derribas a los oponentes en el trayecto. Si logras llegar con el libro al otro lado, anotas un punto —explicó Ben, lo que hizo que Jay sonriera aún más al entender el juego.
El entrenador sonó el silbato, dando inicio a las prácticas. Los jugadores corrieron; uno de ellos tenía el libro y trataba de llegar al otro lado. Su misión se complicó al ser rodeado, por lo que lanzó el libro a Ben, que estaba más cerca. Ben, observando a sus compañeros y oponentes, decidió pasar el libro a Jay. Jay lo atrapó con precisión y comenzó a correr rápidamente, derribando a los jugadores contrarios. Siguió así hasta que estuvo a punto de derribar a Carlos, quien, asustado, corrió más rápido y saltó para evitar a Jay. Cassius, sin embargo, no tuvo la misma suerte y fue lanzado al suelo por Jay. Finalmente, Jay llegó a la meta y celebró su victoria. El entrenador sonó el silbato para terminar el entrenamiento y llamar a todos los estudiantes.
—Tú, el nuevo, el más fuerte, ¿qué hiciste ahí? —preguntó el entrenador a Jay.
—Eh... —fue todo lo que pudo decir Jay, confundido.
—Yo te diré lo que fue: talento crudo. Hay que pulirlo. Ve a mi oficina para que te enseñe el reglamento —dijo el entrenador emocionado—. Bienvenido al equipo, hijo. Jay sonrió por la noticia. Luego, el entrenador se dirigió a Carlos—. Tú, puedes probar suerte con el tenis —dijo, dando a entender que Carlos no era lo que buscaba.
—Yo lo apoyaré, entrenador, tiene potencial —dijo Ben defendiendo a Carlos.
—De acuerdo, Ben, pero eso es todo. No puedo permitirme más miembros en el equipo, así que el otro queda fuera —dijo el entrenador, volviendo a mirar a Cassius—. Suerte el próximo año, hijo.
—Oiga, espere, por favor... —Ben intentó protestar, pero fue interrumpido por Cassius.
—Descuida, Ben, al final creo que no es lo mío. Jay me mandó a volar como una hoja de papel —comentó Cassius, lo que hizo que todos se rieran. Luego se despidió y se fue a cambiar a los vestidores. Mientras el entrenador daba la orden para seguir con las prácticas, Chad miró a Jay con molestia por la decisión, chocando su hombro con el de Jay, lo que provocó que este quedara adolorido.
Más tarde ese día, mientras los entrenamientos seguían para algunos, especialmente los nuevos reclutas, la clase del hada madrina había terminado. Mal y Eve estaban en sus casilleros, guardando sus cosas para la siguiente clase y matando el tiempo en el poco rato libre. Cassius salió de los vestidores y fue a su casillero, al lado del de su hermana, para sacar su libro.
—¿Cómo te fue en deportes? —preguntó Mal a su hermano.
—Aparte de seguir adolorido por la barrida de Jay, sigo en una pieza —dijo Cassius con ironía mientras se quejaba—. Más o menos.
—Creo que los deportes cuerpo a cuerpo no son lo tuyo, Cassie —comentó Eve.
—No, no lo son. Prefiero esto, es menos doloroso, físicamente —dijo mientras se acomodaba a un lado para seguir con su lectura.
—Otra vez, te he visto leyendo ese libro más de mil veces. Juro que hasta duermes con él —dijo Mal.
—Creo que ya no te oye —dijo Eve mientras veía a Cassius concentrado—. Sí, definitivamente lo perdimos.
—Solo finge para que no lo molesten. Sin duda nos oye —dijo Mal mientras volvía a dibujar.
Detrás de los jóvenes villanos, llegaba otro trío de jóvenes: Chad Charming, hijo del Príncipe Encantador y Cenicienta, junto con Audrey y Ben. Estaban riéndose de unos chistes y palabras intercambiadas hasta que Chad cambió su expresión al ver a los chicos de la isla cerca de ellos.
—Esos chicos son un problema —dijo Chad mirándolos molesto.
—Por favor, Chad, no es para tanto —dijo Ben, mientras Audrey levantó sus gafas de sol mostrando indignación por el comentario.
—A ver, Benny Bo, sé que tu madre se enamoró de una enorme y espantosa bestia que resultó ser príncipe, pero con mi madre, la bruja mala, era solo una bruja mala, y era la madre de ellos —dijo Audrey mirando con disgusto a Cassius y Mal.
Ben, molesto por el comentario sobre su madre, solo pudo ver a su amigo y a su novia con una mirada desilusionada antes de decirles:
—Creo que se equivocan. Nos vemos luego.
Ben se acercó a los chicos mientras Eve se retiraba a su siguiente clase. Se apoyó cerca de Mal para saludarla.
—Hola, Mal, ¿qué tal tu primer día?
—Super, con una clase sencilla y aburrida —respondió Mal sin interés.
Ben miró el grafiti de Mal en su casillero, que decía "Long Live The Evil" con el diseño de su madre.
—Creo que deberías llevar tu talento a la clase de arte. Puedo inscribirte ahí si quieres.
—Lindo, pero no sería divertido, Ben —dijo Mal, antes de notar a Jane pasar a su lado y seguirla, dejando a Ben un poco decepcionado pero divertido por la respuesta de Mal.
—Buen intento, Ben —dijo Cassius desde el otro lado del casillero—. Pero necesitarás más que eso si quieres llamar la atención de Mal.
—Tal vez puedas darme un consejo, eres su hermano después de todo —dijo Ben a Cassius.
—Bueno, creo que podrías empezar por tratar de entenderla. Tus ideas son buenas, pero Mal es de las que dibuja en los libros. Si quieres conectar con ella, empieza a pensar como ella —sugirió Cassius.
—Lo que quieres decir es que trate de ponerme en sus zapatos —dijo Ben, a lo que Cassius respondió con una sonrisa, y Ben la imitó—. Lamento no poder lograr que entraras en el equipo.
—Descuida, te dije que no era para mí. Además, tengo suficiente con los saludos de Jay —dijo Cassius, haciendo reír a Ben.
—Sí, lo sé, aún me duele su saludo de ayer —dijo Ben riendo, mientras miraba el libro de Cassius—. "Romeo y Julieta", ¿no? El único libro de texto de la isla, por lo que nos contó Mal.
—Sí, creo que empieza a odiarlo. Bueno, no la culpo, creo que lo he leído más de mil veces —dijo Cassius, sorprendiendo a Ben.
—¿En serio? ¿Quieres decir...?
—Me lo sé de memoria. Puedo recitarlo al derecho y al revés hasta soñar con él. Soy un extraño entre gente simple de la isla —dijo Cassius riéndose—. Incluso en la isla sigo siendo distinto al resto.
Ben sintió empatía y un sentimiento familiar ante sus palabras, lo que le dio una idea.
—Sabes, en verdad quiero compensarte por lo de antes, también por el consejo. O sí, también el hada madrina me contó que aportaste ideas nuevas a la clase.
—Sí, acabé de transformar la clase más simple del mundo en una más difícil —dijo Cassius recordando su error—. Soy un idiota.
—Claro que no. Además, creo que lo que tengo en mente te alegrará el día —dijo Ben, y Cassius lo miró curioso. Ben le pidió que lo acompañara y Cassius aceptó seguirlo por los pasillos de la escuela hasta llegar a unas grandes puertas alejadas del resto de aulas. Ben las abrió para que la mirada de Cassius cambiara a una de asombro. Sus ojos no esperaban ver esto: libros, centenares de ellos apilados en grandes libreras que recorrían y cubrían el enorme espacio del cuarto, haciendo que llegara hasta tres pisos.
—¿Esto es una especie de bodega de libros? —preguntó Cassius.
—Algo por el estilo. Es una biblioteca. Aquí tienes todos los libros que se han escrito y publicado a tu disposición. Solo los tomas y los lees. También puedes pedirlos prestados para llevarlos por el campus o en tu habitación, con una credencial te darán una fecha para devolverlo, la cual puedes ampliar si aún no lo terminas. Son pocos los que vienen aquí. Doug solía encargarse de ella, pero está saturado de trabajos, así que pensé que podrías ser el guardián de los libros. Cuidarás cada uno de ellos y podrás leer los que quieras —le explicó Ben a Cassius todo lo necesario para ser un cuidador de libros, y le entregó su credencial y gafete junto con el horario—. Prueba a ser el encargado por este día y luego me cuentas si quieres el puesto.
—Genial, pero no quiero sonar mal agradecido, ¿pero no deberían haber más personas aquí si es público? —preguntó Cassius.
—Cierto, bueno, se debe a que la mayoría prefiere usar MirrorNet, y algunos prefieren leer los libros o estudiar en sus cuartos o áreas de gusto, por lo que el resto quedó olvidado. Pero, por así decirlo, tienes el lugar para ti solo —dijo Ben a Cassius con una sonrisa.
—Genial, bueno, creo que lo intentaré. Trataré de no quemar todo en mi primer día, mi príncipe —dijo Cassius mientras le daba una reverencia, lo que hizo reír a Ben, que se despidió y le deseó suerte.
Cassius no paraba de sonreír. No se había dado cuenta, pero esto era sin duda espectacular. No sabía por dónde empezar, así que decidió recorrer el lugar para ver si lograba decidirse por alguno de los libros. Hasta que vio un título que le llamó la atención: "Álgebra y Cálculos". Esto lo hizo volver a la realidad. Aun había cosas que no sabía; su madre solo le enseñó lo básico, al igual que Mal, y debían aparentar estar interesados en mejorar, lo que para su suerte incluía tener buenas notas. Así que debía seguir hasta que el plan se ejecutará. Se acercó para tomar el libro y sacarlo del estante, pero para su sorpresa, este no salía. Lo más raro era que el libro se contrajo hacia el lado contrario. Confundido, Cassius hizo más fuerza tratando de sacarlo, pero seguía sin ceder. Así que tomó ambas manos y comenzó a forcejear hasta que escuchó el sonido de algo que se caía. De pronto, el libro salió, pero la fuerza acumulada lo tiró de espaldas contra la repisa detrás suyo, causando que algunos libros cayeran encima de él, uno por uno, sacándole más de un quejido.
—¡Oh, por el hada madrina, no fue mi intención! —escuchó una voz venir del lado izquierdo.
Cassius volteó en dirección a la voz y vio a una chica rubia con un vestido rojo acercarse a él y ofrecerle la mano para levantarlo. Aceptó el gesto y se levantó para verse de frente. Cassius estaba sin palabras, no sabía qué decir. La chica, con una mirada gentil y mostrando preocupación, optó por ser la primera en hablar.
—No pensé que alguien estuviera tirando del otro lado. Pensé que se había atorado. Lamento mucho esto.
—Descuida, por lo que me contaron, el álgebra causa dolores de cabeza en algunos —dijo Cassius, buscando aligerar el ambiente, lo que hizo que la chica riera—. Em... ten —dijo Cassius, ofreciéndole el libro.
—Oh, descuida. Yo buscaré otra versión del libro por ahí. Tómalo como disculpa —dijo la chica.
—No es necesario. Lo tomaré como una señal para pausar el estudio. Además, es mi trabajo. Soy Cassius Thorn, el nuevo encargado de la biblioteca por hoy —dijo, haciendo una reverencia.
—¿Solo por hoy? —comentó la chica, divertida.
—Sí, me dejaron probar el cargo por hoy para ver si me interesaba el tiempo completo —comentó Cassius.
—Ya veo. ¿Cómo va tu cargo hasta ahora? —preguntó la chica, intrigada.
—Bueno, he aprendido que los libros pueden causar diversas emociones, sobre todo que duelen mucho —dijo Cassius, lo que hizo que la chica volviera a reír.
—Eres muy divertido. Nuestro último encargado no tenía tiempo para divertirse al estar absorto en sus cargos.
—Sí, eso me contaron. Pero tengo práctica; siempre hacía llorar de risa a mi hermana y a mis amigos. Soy bueno en eso, incluidos los adultos —dijo, recordando las burlas de su madre.
—No recuerdo haberte visto antes. Eres nuevo, ¿verdad? —preguntó la chica.
—Ah, sí. Vengo del otro lado del mar, de la isla de los desterrados, para ser preciso.
—Cierto, la propuesta de Ben la había olvidado. A veces suelo tener la cabeza en otra parte.
—Sí, de hecho Ben fue quien me sugirió la idea de la biblioteca.
—¿De verdad? ¿Te gusta leer? —preguntó la chica.
—Lo sé, no es muy común, pero tuve la suerte de tener el único libro de toda la isla y ese solo libro hizo que quisiera saber más. Aparte, ya tenía a todos hartos de leerlo siempre.
—Vaya, yo suelo hacer lo mismo a veces. ¿Cuál es tu libro?
—"Romeo y Julieta". Esos chicos sí tienen una vida dura.
—Vaya, también me encanta esa historia, pese a ser trágica. Creo que de algún modo te ayuda a pensar que...
—Tu vida no es complicada como la de ellos —dijeron al unísono, lo que los dejó sorprendidos.
—Lo siento, te dije mi nombre, pero no escuché el tuyo —dijo Cassius.
—No lo mencioné. Lo lamento. Empecemos de nuevo —dijo la chica—. Soy Apple White, hija de Blancanieves.
—Soy Cassius Thorn, hijo de Maléfica —dijo el chico, mostrando el mismo asombro que la chica.
