Nota: El español no es mi lengua materna, por lo que puede haber algunos errores gramaticales. Intenté hacerlo lo mejor posible utilizando un traductor en línea. Si encuentras algún error o algo que no tiene sentido, envíame un mensaje en twitter /sorato_fan.

Espero que disfrute de la historia. Los comentarios son bienvenidos.

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Día 7 - Free Day: Intervención de Amistad
Yamato y Jou se reúnen para regalarle a Sora un día muy especial que le recuerde que no debe olvidarse de sí misma.

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– ¿Qué estás haciendo? – Yamato miró por encima del hombro de Sora para ver qué estaba escribiendo con tanto entusiasmo.

– Estoy enviando un mensaje a Taichi para que mañana no se olvide lo trabajo de matemáticas.

– ¿Cómo sabes que tiene que entregar un trabajo de matemáticas?

– ¿Porque él me lo dijo? – Sora miró a Yamato con la expresión más obvia y supo de inmediato que no creía ni una palabra de lo que había dicho.

– Sora.

– Vale, se lo oí decir a un compañero de clase.

– Sora. – Yamato repitió y la miró con intensidad.

– Vale, está bien. – Ella puso los ojos en blanco. – Superviso algunas de sus actividades para asegurarme de que no las olvidan.

– ¿Sus? ¿Quiénes?

– Ya sabes… ellos.

– Eh… no, no lo sé. ¿Ellos quiénes?

– Todos… nosotros. – La última palabra salió tan baja que era casi inaudible para él, pero aún fue capaz de oírla.

– Quieres decir todos los Niños Elegidos?

Sora se mordió el labio inferior y bajó la mirada. Sabía que estaba a punto de recibir un sermón por esta acción.

– ¿Por qué has hecho eso?

– En mi defensa, sólo intento ayudarles. No quiero que tengan problemas en la escuela.

– Son perfectamente capaces de saber cuándo tienen que entregar sus trabajos por sí mismos.

– Lo sé, lo sé. – Dijo Sora disculpándose. – Te prometo que no lo volveré a hacer.

– Creía que sólo me hacías esto a mí… y a Takeru, a veces.

– Al principio, sí. Pero luego empecé a disfrutar haciéndolo y una cosa llevó a la otra y… Bueno, ahora estoy aquí.

– ¿Y tú?

– ¿Qué? – Ella le miró sorprendida.

– ¿Y tú? – Repitió Yamato. – Siempre estás pendiente de los demás, pero ¿cuándo vas a priorizarte a ti misma?

– Me doy prioridad a mí misma… cuando estoy pendiente de los demás.

– Eso no es priorizarte en absoluto.

– Pero así me siento útil.

– Eso sigue siendo no darte prioridad a ti misma.

– Prometo hacerlo en cuanto Taichi termine su trabajo y lo entregue.

– De alguna manera no te creo.

– Te lo juro.

– ¿Vas a cumplirlo?

– ¡Sí, absolutamente! – Dijo ella con cierta desesperación y le sujetó el antebrazo. – Puedes confiar en mí, nunca antes te he roto ninguna promesa.

– Eso es verdad. – Tuvo que admitir que ella tenía razón. Suspiró, derrotado. – De acuerdo, tan pronto como le dé su tarea a su profesor entonces.

– ¡Trato hecho! – Exclamó Sora feliz y se puso de puntillas para besar a su novio en la mejilla antes de ir a su clase. – Te prometo que no te defraudaré.

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Jou volvía a casa en bicicleta después de las clases cuando vio a Yamato saliendo de una peluquería y consultando algo en su teléfono, suspirando profundamente y rascándose la nuca.

– ¿Yamato?

– Jou, hola. – Miró a su amigo mientras se acerca a él.

– ¿Te estabas arreglando el pelo?

– Más o menos. Estaba concertando una cita para cortarme el pelo y hacerme las uñas.

– Qué bien, es bueno cambiar a veces. No sabía que te gustaba pintarte las uñas.

– No me gusta. Son para Sora. – Yamato lo miró y vio si expresión de confusión. – Últimamente no se cuida mucho.

– Comprendo. A veces lo hace.

– Sí, me prometió que se daría prioridad a sí misma, pero no creo que lo haga. Al menos, no del todo. Así que pensé que tal vez podría sorprenderla con un fin de semana especial con hacerse las uñas y el pelo y una sesión de masajes, ¿sabes? Cosas así.

– Ya veo. Así que querías hacer algo tú mismo en caso de que ella no cumpliera su promesa.

– Así es. Además, todo lo que ha pasado últimamente la tiene un poco más estresada de lo normal. Quiero decir, nos tiene a todos así, pero esta vez la afectó más a ella que a nosotros. Así que también quiero que tenga un fin de semana relajante y aleje su mente de estos pensamientos.

– Eso es muy bonito. Estará muy contenta contigo y con lo que has hecho por ella.

– Eso es lo que espero. – Hizo una pausa de unos segundos. – Tengo miedo de que se enfade conmigo.

– Nunca podría enfadarse contigo, sobre todo por algo tan especial que le hiciste. Le encantará, estoy seguro. - Le tranquilizó Jou. - Entonces, ¿qué tienes en tu lista?

– De momento sólo pelo y uñas. – Yamato miró la lista en su teléfono. – Yo también estaba pensando en un día en un SPA. Planear estas cosas es muy difícil. Nunca he hecho esto antes, así que no tengo ni idea de qué incluir.

– Déjame ver. – Cogió el móvil de su amigo. – SPA es una buena idea. Hay unas cosas muy chulas allí.

– ¿Has estado antes en un SPA? – Le preguntó lo rubio enarcando una ceja.

– No. – Dijo Jou rápidamente, pero sabía que su sonrojo le delataba por completo. – Eso dicen a veces las internas del hospital.

– Cierto. – Yamato asintió y volvió a coger su teléfono de la mano – Así que tenemos peluquería, manicura y SPA. ¿Qué más deberíamos incluir?

– Creo que a ella le encantaría tener la mejor cita de su vida para terminar su fin de semana especial.

– Probablemente. – Se quedó callado mientras tecleaba "llévala a la mejor cita que pueda darle" en su móvil y luego se apretó la mano en la cara con fuerza. – Soy un novio terrible porque no se me ocurre nada más que hacer por ella.

– No te preocupes, ya se nos ocurrirá algo. Estoy seguro de que estará encantada y feliz con todo lo que gane.

– Eso es cierto. – Yamato asintió. – Pero Jou, no quiero meterte en esto. Ya tienes mucho que hacer.

– No seas tonto. – Jou le sonrió. – Quiero hacerlo. Además, también creo que necesita descansar de todo de vez en cuando. Vamos, conozco el SPA perfecto en Odaiba.

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Sora estaba haciendo una tarea escolar en su portátil cuando Yamato entró con Jou con bastantes bolsas de algunas tiendas. Ella tenía una mirada confusa en su cara.

– Hola. – Yamato la saludó con una sonrisa mientras ponía las bolsas en su sofá. Jou lo copió.

– Hola. – Dijo en un tono bajo mientras se dirigía a su sala de estar. – Hola, Jou.

– Hola, Sora. ¿Cómo estás?

– Estoy bien, gracias. – Ella le sonrió cálidamente. – ¿Para qué son?

– Son para ti.

– ¿Para mí? ¿Por qué?

– Es algo que queríamos comprar.

– ¿Algo? Hay tanta ropa por aquí. – Sora dijo todavía sorprendida por la cantidad de bolsas y empezó a revisarlas. De una de las bolsas sacó un vestido azul oscuro liso y lo miró con una sonrisa. - Este me gusta mucho.

– Me alegro.

– Eh… Yamato?

– Sí?

– ¿Hay eventos a los que tenemos que asistir próximamente? Esa es la única razón para tanta ropa.

– No, que yo sepa no hay ningún evento nuevo. Pero tú eres el que siempre controla estas cosas.

– Creo que ahora lo entiendo. – Ella puso su vestido de nuevo en la bolsa. – Se trata de la promesa que te hice el otro día, ¿no? Crees que no voy a cumplirla.

– Sora, yo… – Yamato dijo nervioso. – Yo…

– Hay algo más, ¿verdad?

– No te enfades con él, Sora. – Jou intervino para apoyar a su amigo. – Yamato tenía buenas intenciones. Sólo quiere que tú también te cuides.

– Lo sé, sólo creo que esto es tal vez un poco demasiado. Quiero decir… – Volvió a centrarse en las bolsas de su sofá. – Mira esto.

– No es ni la mitad de lo que te mereces.

– A veces es bueno que te mimen.

– Supongo que sí. – Se sentó en el espacio vacio que no estaba ocupado por las bolsas. – Bueno, ya que obviamente hay algo más, ¿que más has hecho?

– Bueno, Yamato te programó una cita en una manicura y peluquería y después fuimos a un SPA cercano para reservar una sesión de masaje relajante para ti.

– Me vendría bien una sesión de masaje. Realmente lo necesito en este momento.

– Estupendo.

– Aunque hay una condición.

– Sabía que era demasiado bueno para ser verdad. – Jou puso los ojos en blanco.

– Diga.

– Quiero que ustedes dos vengan conmigo.

– ¿Qué?

– Así es. Quiero que tengáis el mismo masaje relajante que yo.

– Pero Sora, esto debería ser para ti. - Yamato protestó.

– Yamato tiene razón. Podemos ir en otra ocasión juntos, pero esta es solo para ti.

– Trato hecho.

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Sora salió de casa a las 9 de la mañana de aquel sábado para hacerse las uñas. Había recibido un mensaje de texto de Yamato no hacía mucho con la dirección a la que debía ir. Aún se sentía un poco insegura, pero en el fondo sabía que tanto Yamato como Jou sólo se preocupaban con ella. Y también sabía que lo necesitaba, y que probablemente sólo lo haría cuando no tuviera más opción que hacerlo.

Tan pronto como se detuvo frente a la peluquería, se dio cuenta de que era uno de los lugares más caros para estas cosas en Odaiba. Sora no pudo evitar reírse, pensando en cómo Yamato no tenía ni idea de los precios de esas cosas y buscar lugares más baratos. Pero aún así, ella apreciaba mucho su actitud y sabía que tenía buenas intenciones, así que empujó la puerta y entró.

Todo el lugar estaba extremadamente limpio y impecable. Sin duda valía lo que costaba. El equipo era muy amable y simpático y la hicieron sentir como en casa. Primero se cortó el pelo, pero no demasiado, ya que quería que le creciera un poco más.

– No creo haberte visto aquí antes. – Dijo la manicura después de terminar de preparar las uñas de Sora para el esmalte.

– Sí, no es habitual que me pinten las uñas.

– Es una pena, tienes unos dedos y unas uñas tan bonitas. Todos los colores te quedarían genial.

– Gracias. – Sora le sonrió amablemente.

– Entonces, ¿qué color vas a elegir?

– Hmmm. – Miró los esmaltes de uñas que había en una estantería. – Creo que quizá uno rosa claro. No estoy segura de cómo me sientan los tonos brillantes o oscuros.

– ¿Qué te parece el rojo? Te quedaría genial.

– Eh… no sé. Existe la posibilidad de que tenga una cita con mi novio por la noche y probablemente lleve un vestido azul oscuro, así que ¿quizá un tono azul claro?

– Azul claro también quedaría bien, pero ¿por qué no pruebas con azul oscuro? – Sugirió la manicura. – Combinaría perfectamente con tu vestido.

– De acuerdo, ¿por qué no?


Cuando Sora salió de la peluquería, no podía dejar de mirarse las uñas. La manicura tenía razón, los tonos oscuros le quedaban genial. Dejó escapar una sonrisa antes de sacar su teléfono del bolsillo con mucho cuidado para no dañarse las uñas recién pintadas para enviarle un mensaje a Yamato, sólo para sorprenderse al descubrir que él le había enviado uno nuevo.

¡ Hola , baby! Espero que no sea demasiado tarde, pero te envío la dirección del SPA. ¿ Cómo te fue en la peluquería ? ¿ Sigues allí ?

Hola, baby. Has escrito justo a tiempo, acabo de salir de allí. Las cosas fueron muy bien allí, y realmente no puedo esperar para mostrarte el resultado. Estoy segura de que adorarás mis uñas. No te enviaré una foto porque quiero que sea una sorpresa. Así que tendrás que esperar hasta esta noche para verlas.

Finalmente, volvió a guardar el teléfono en el bolsillo y se dirigió al SPA que Jou le había reservado, que no estaba muy lejos de donde se encontraba.

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Nada más entrar, se quedó maravillada con todo lo que había allí y supo de inmediato que Jou había elegido ese lugar. El SPA tenía un ambiente elegante, con mucha decoración roja, que contrastaba perfectamente con los tonos oscuros del suelo. El otro extremo del lugar daba a un hermoso y amplio jardín con al menos una docena de árboles y algunas flores en algunas partes del mismo. Sora estaba maravillada por el escenario y no pudo apartar la vista durante un rato.

En la recepción había un mostrador muy grande donde los clientes podían elegir el color y la talla de sus batas y bandas antes de ir a sus salones de masaje. Sora se lo pensó un momento, pero al final acabó eligiendo una bata blanca clásica con una banda roja.

– Aquí tiene. – El hombre le entregó la bata y la banda. – Su habitación es la número 7, a la izquierda. Allí mismo hay un vestidor donde puede dejar su ropa y recógela más tarde. Puede llamar a la puerta cuando esté lista.

– ¡Genial, gracias! – Sora las cogió con una sonrisa y se dirigió al vestuario para cambiarse.


La habitación era bastante grande y más luminosa que la recepción en la que se encontraba anteriormente, con algunos tonos blancos en las paredes y la decoración. También era muy acogedora, se dio cuenta Sora, y había una camilla casi en medio de la habitación con una sábana blanca encima.

– Buenos días.

– Buenos días. Usted debe de ser Sora, ¿verdad?

– Así es. – Sora le ofreció una sonrisa.

– Yo soy Naomi. ¿Es su primera vez aquí?

– Sí.

– Muy bien. Bueno, primero vamos a empezar poniéndote unas piedras calientes en la espalda. Le ayudarán a relajarse antes de continuar con el masaje.

– Genial.

– Puede colgar su bata aquí y tumbarse en la camilla boca abajo.

– De acuerdo. – Sora hizo lo que le dijo y sintió cómo le cubría el trasero y las piernas con una sábana más gruesa.


Unas dos horas después, Sora se encontró de nuevo en el vestuario del SPA poniéndose su propia ropa. Aunque acababa de terminar su sesión de masaje, ya se sentía más relajada y también más ligera. Hizo una nota mental para dar las gracias a Yamato y Jou por un sábado tan estupendo; no se había dado cuenta de que lo necesitaba tanto.

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Sora regresó a su apartamento muy agotada y pensó en cancelar su cita con Yamato esa noche por ese motivo. Pero luego pensó que él había hecho todo aquello por ella y quiso compensarle. Así que rebuscó entre las bolsas que él y Jou habían comprado el día anterior y cogió el elegante vestido azul, lo colgó en una percha y la colgó en la puerta de su armario.

Cuando Sora salió del baño envuelta en una toalla rosa claro y con otra alrededor del pelo, se miró en el espejo mientras se quitaba la toalla del pelo y se lo soltaba. Luego sonrió genuinamente a su reflejo mientras pensaba en todo lo que había pasado ese día y el día anterior y en cómo se sentía agradecida por tener a dos personas tan maravillosas a su alrededor. No podía evitar sentirse afortunada por tener a los mejores amigos del mundo.


– Hola. – Yamato dijo suavemente, apoyado en el marco de su puerta.

– Hola. – Sora le dedicó lo que a él le pareció la sonrisa más bonita que había visto en su vida. – Creía que sólo íbamos a vernos dentro de un par de horas.

– Así era. – Se acercó a ella y se detuvo justo detrás de su silla, colocando las manos sobre sus hombros. – Pero no podía esperar hasta entonces para verte. ¿Qué tal el día?

Ella cerró los ojos por un momento; los acontecimientos aún sonaban en su mente. – Fue el día más increíble de todos.