CAPÍTULO 4
DESPERTAD
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Joseph tenía sus dudas con respecto a la chica. La fluidez con la que hablaba delató su lengua madre, un inglés americano que él conocía de sobremanera. Llevaba el cabello rubio lacio atado en una coleta, dejando escapar uno que otro mechón por delante de su frente y orejas. De nívea piel, tenía unos expresivos ojos azules que se clavaron en él, ávidos de respuestas.
— Desde cuándo posees un stand? —preguntó Joseph sin apartarle la mirada.
— ¿Un qué? —levantó una ceja. Su confusión parecía genuina. Se relajó por un segundo, tomando asiento nuevamente y cayó en cuenta del chico tendido sobre un edredón detrás de Jotaro y su madre.
Joseph aprovechó su distracción para dedicarle una mirada a su amigo Avdol.
— Un stand es la representación física del alma —Avdol era el mejor cuando se trataba de explicar las cosas—. No todas las personas tienen la capacidad de manifestarlo, menos aún de controlarlo.
— No sabía que alguien más podía verlo —dijo ella.
— Sólo un usuario de stand puede ver otro stand.
— ¿Desde cuándo tienes el tuyo? —Joseph seguía guiando el interrogatorio.
— Desde pequeña.
— ¿Y nunca habías visto a otro usuario de stand?
— Nunca —negó con la cabeza—. De hecho, creí que era un espíritu guardián o algo así.
Joseph bufó para sus adentros recordando que Jotaro creyó algo similar.
— Bien, señorita Blinker, no quiero pensar mal de ti, pero mi nieto tiene razón en desconfiar. ¿A qué te refieres con que podemos ayudarte? Explícate, por favor.
Ina apretó los labios, como si estuviera eligiendo con cuidado sus palabras.
— Mi hermano y yo somos americanos, nuestro trabajo es encontrar objetos de valor histórico —explicó—. Hace más de un año un hombre contactó a mi hermano desde Alemania, le dijo que buscaba una máscara de piedra. Una pieza singular. Y como yo estaba en Turquía, él viajó solo. Un mes después, perdí su rastro. Se suponía que sería un trabajo de un par de meses a lo mucho.
— ¿Cómo diste con DIO? —Jotaro no estaba interesado en historias personales. En cuanto una idea se colaba en su cabeza, no había poder humano capaz de quitársela.
— Lo último que supe de mi hermano era que estaba en Italia —continuó, mirando a Jotaro de reojo—. Partí desde allí y he estado investigando desde entonces. No tengo aquí los documentos, pero ahora sé que el hombre que lo contrató trabajaba para un tal DIO, él… él es un vampiro. Sonaba ridículo al principio, pero si existen estas cosas, estos stands como ustedes los llaman, creo que todo puede ser posible, ¿verdad?
Avdol asintió a sus palabras, Holy y Jotaro sólo escuchaban, y Joseph por su parte, la observó con prudencia.
— ¿Cómo diste con mi familia? —volvió a preguntarle.
— Averigüé cuanto pude sobre esa máscara. Libros de historia, relatos de arqueólogos, subastas clandestinas, inventarios de museos, gasté mucho dinero en ello —suspiró cansada sólo de recordarlo—, pero cuando mi investigación me llevó hasta Inglaterra, fue que di con datos verdaderamente útiles. Llegó a mis manos un periódico antiguo, de 1800 yo-qué-sé. El obituario de esa fecha tenía la fotografía de un tal George Joestar y en la pared de su despacho colgaba la misma máscara que le pidieron encontrar a mi hermano, lo sé, tengo las fotografías. Los Joestar eran una familia británica muy acaudalada y también muy conocida por lo que no fue difícil partir desde allí. Sé que usted es descendiente de ese hombre y que ese tal DIO tenía que ver con él —inclinó de manera leve la cabeza hacia Joseph—. Por favor, señor Joestar. Necesito saber en dónde está DIO, es la única pista que tengo para dar con mi hermano.
La primera idea que cruzó por la mente de Joseph fue que ese hermano del que ella hablaba ya no estaba con vida, que tuvo la mala suerte de encontrarse con DIO y una vez cumplido su propósito se deshizo de él. Su segundo pensamiento fue que sin duda era una chica perseverante.
— Sé lo que está pensando —señaló sensata y directa—. Sé muy bien que mi hermano puede estar muerto, sé que todo esto puede ser en vano, que es peligroso y demás, pero necesito saber qué ocurrió. Por favor, señor Joestar.
Ella tenía un punto. Incluso ante el peor desenlace, era trágico no tener una resolución, no saber si se hizo todo lo que estuvo al alcance. Después de todo, era su familia. La determinación que expresaba le hacía saber a Joseph que ella continuaría con su búsqueda aun si él no le ayudaba.
— DIO fue adoptado por el hombre que viste en la fotografía, pasó a ser entonces hermano adoptivo de mi abuelo, Jonathan Joestar. La Máscara de Piedra era una reliquia familiar que DIO usó y lo convirtió en vampiro. Mi abuelo se enfrentó a él, pero fue vencido y lo que es peor —apretó los puños—, ¡DIO robó su cuerpo! Ese miserable pasó un siglo entero en un ataúd en el fondo del océano, pero ahora está libre. Y ya que está usando el cuerpo de mi abuelo, mi stand y el de Jotaro se han manifestado de un momento a otro. A razón de nuestros lazos de sangre.
— ¿Sabe en dónde está?
— Lo siento —negó bajando los párpados—. Hay gente que me está ayudando a seguirle el rastro. Puedo mantenerte al tanto de cualquier información, pero es lo único que puedo ofrecerte.
Ella tensó la mandíbula ante otro callejón sin salida. Cerró los ojos para soltar un suspiro, pero volvió a mirarlo decidida, se puso de pie y caminó en su dirección. Aún sentado, Joseph miró hacia arriba.
— Gracias por su sinceridad, señor Joestar —le tendió la mano derecha—. Esperaré cualquier noticia, pero no lo haré de brazos cruzados.
Joseph también se puso de pie. No sólo para corresponderle el apretón de manos, sino también porque estaba harto de pasar sentado como acostumbraban los japoneses. «Lo que daría por una silla».
— Tengo que irme —anunció Blinker—. De nuevo, gracias por todo. Y lamento mucho el alboroto de hace rato.
Se dio media vuelta, pero Holy intervino antes que la chica recogiera sus zapatos.
— ¿Por qué no te quedas a cenar? —por supuesto, era una invitación.
— ¿A cenar? —preguntó como si no hubiera escuchado bien—. No señora, no se preocupe. Suficientes molestias les he causado ya.
— Tonterías —dijo sin importancia—. Estaba pensando hacer filete miñón.
Las cejas de la chica se elevaron expectantes. Era obvio, al menos para Joseph que no le había quitado la mirada de encima, que el sólo escuchar del platillo le abrió el apetito y ahora se debatía entre aceptar o no. Su actitud lo hizo sonreír ligeramente.
— ¿Está segura? No quisiera ser una molestia.
— Tarde para eso —escucharon a Jotaro.
Holy en cambio rió sutil y se puso de pie como un resorte, lista para encaminarse a la cocina. Modestia aparte, su comida era exquisita.
— ¡No es ninguna molestia! Puedes quedarte el tiempo que quieras.
Ina se lo pensó mejor, tenía la oportunidad de comer gratis y fastidiar al tipo que la noqueó de un puñetazo. Aún le dolía la cara.
— Gracias por su generosidad, señora Joestar —aceptó con una sonrisa—, pero por favor, permítame ayudarle.
— Claro —respondió con gusto.
La comida estuvo deliciosa, la carne suave y jugosa. Joseph Joestar era un hombre animoso con el que se podría charlar horas y horas sobre mil y un cosas. La misma Holy Joestar heredó tal cualidad, ambos igual de simpáticos, no les era difícil ser el alma de la fiesta. Avdol también era una grata compañía, a pesar de que la risa de Joseph siempre estaba un tono por encima de lo que él dijera. El chico Joestar, por otro lado, parecía encontrar más amena la comida que la conversación. Respondía lo justo y necesario, como si hubiese que sacarle las palabras a la fuerza. Miraba atento a su abuelo siempre que este hablaba, pero nada más que eso.
Una vez que la cena concluyó, Ina insistió en ayudar a lavar la vajilla. Holy se opuso en un principio, era su invitada, pero terminó cediendo al verla acaparar los platos de casi todos. Cuando ambas mujeres volvieron, Jotaro ya se había retirado a su habitación, sólo allí, Ina se fijó en la hora. No tenía intenciones de quedarse más tiempo. No porque fuese ingrata, pero quería irse a descansar de un día tan ajetreado. Joseph se ofreció a acompañarla hasta la entrada y durante el camino quiso dejar en claro que su palabra seguía en pie.
— He pedido un informe por escrito a mis fuentes —explicó—. Llegará mañana temprano. Así que espero tu visita.
— Estaré aquí antes del mediodía.
Siguieron caminando y él habló de nuevo.
— Señorita Blinker, puede parecer inoportuna mi pregunta, ¿no hay alguien más aparte de tu hermano? ¿Qué hay de tus padres?
— Fallecieron hace años —respondió sosegada—. Hemos sido Tony y yo desde entonces.
— Tu hermano mayor, ¿verdad? —levantó las cejas y ella asintió—. Ahora entiendo su cercanía. Debió hacerse cargo de ambos desde muy joven.
— Fue extraño —se llevó las manos a los bolsillos—. Cuando éramos pequeños, Tony era un despreocupado, fastidioso, le gustaba hacerme bromas o verme la cara, pero después de todo lo que pasó cambió bastante. Se esforzó mucho por los dos, a veces discutíamos porque no me dejaba ayudarle con su trabajo —se alzó de hombros—. Siempre cargando con más de lo que podía. No quería admitir que necesitaba ayuda.
— Bueno, los tiempos difíciles crean hombres fuertes —le dedicó una mirada.
— Pero los hombres fuertes no siempre crean tiempos fáciles —llegaron al portón principal—. Gracias por todo, señor Joestar —volvió a extenderle la mano—. Mi más sincera gratitud hacia usted y su familia.
Le correspondió el gesto y se despidieron. La vio alejarse a paso lento hasta que dobló en una de las esquinas.
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Quizás era porque contrastaba con todo el alboroto del día anterior, pero esa mañana estaba particularmente tranquila. Silenciosa. Kakyoin seguía descansando, y Jotaro salía a la hora de siempre para llegar a clases. «Qué extraño, siempre insiste en despedirse», no vio a su madre en la entrada de la casa, lista para darle su beso en la mejilla, por mucho que él se quejara y le dijera que ya no era un niño.
Fue Avdol, en otro lugar de la casa, impulsado por la sensación de zozobra en su pecho, quien buscó a Holy hasta encontrarla en la cocina.
— ¡Señora Holy!
La mujer estaba inconsciente tirada en el piso, cuando Avdol se acercó notó que algo sobresalía desde su espalda.
— ¿Pero qué…? No puede ser… —hizo la vergüenza a un lado y le bajó la blusa. No daba crédito a lo que sus ojos veían.
Un stand era controlado por la fuerza espiritual y el instinto de lucha de su usuario. Holy tenía una personalidad demasiado apacible, así que no era capaz de resistir la maldición de DIO, no tenía la fuerza suficiente para controlar un stand. Por ese motivo ahora la hiedra trepaba por su espalda atacándola como si de una enfermedad se tratase. Y cuando la cocina se oscureció, Avdol no tuvo que girarse para saber quiénes estaban detrás de él.
— Si esto continúa, sucumbirá al stand… y morirá.
Jotaro y Joseph se quedaron de piedra, sin apartar la mirada de Holy. El más joven tragó pesado sintiendo como si sus piernas flaquearan.
— ¿Qué hacemos? —intentó no escucharse descompuesto. Sabía que su abuelo era el único que podía tener una solución.
Joseph ni siquiera lo miró, suplió a Avdol, agachándose y tomando a su hija en brazos, la acercó a él y sintió que su corazón se endurecía, que pesaba hasta aplastar la boca de su estómago, dificultando incluso su respiración. Tenía que ser fuerte, hoy más que nunca.
— S-Sólo hay… una manera —levantó la mirada, desafiante y determinada, con el entrecejo fruncido—. DIO debe morir para deshacer la maldición. Tenemos que encontrarlo a como dé lugar.
Jotaro estaba al tanto del odio de DIO hacia la familia Joestar, pero ahora mismo sentía la urgencia de encontrarlo y molerlo a golpes. Cuando terminaron de instalar a Holy en su habitación, aún faltaba un par de horas para el mediodía. Decidieron dejarla descansar y los tres hombres se fueron a otra habitación para pensar qué hacer, ahora que estaban con la cabeza un poco más fría.
— En mis fotos, DIO siempre aparece entre las sombras —Joseph sacó la última de las instantáneas que había capturado—. Las llevé con Speedwagon para analizarlas, pero no tenemos ninguna pista.
Jotaro levantó el mentón para fijarse mejor en la imagen.
— Déjame verla… —tomó la fotografía de la mano de su abuelo y entrecerró los ojos por unos segundos—, quizás yo pueda hacer algo.
Entonces, su stand se manifestó, corpulento de tal forma que lo cubría como un manto, alto y ancho. Al igual que su usuario, fijó sus ojos en la foto, pero con tal concentración que el resto de su cuerpo quedó inmóvil, únicamente movió su mano para tomar un lapicero que Jotaro le extendió.
— Hay algo detrás de DIO —dijo sin apartar la mirada—. Con la precisión de mi stand, puedo sacarle un dibujo.
El sonido del roce del grafito contra el papel obligó a los otros dos hombres a ponerse de pie y asomarse para ver el bosquejo que poco a poco empezaba a tomar forma. Era el dibujo de un insecto.
— ¿Esa es…? —Avdol lo reconoció—. ¡Espera, yo sé qué es!
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Por la claridad del día, apreciada a través de la puerta corrediza, Kakyoin supo que el cansancio volvió a vencerlo a pesar de haber despertado parcialmente al amanecer. Todavía sentía su cuerpo un poco entumecido por los golpes del stand de Jotaro Kujo, pero nada serio. Y a pesar de no haber sido consciente de sus acciones, no podía olvidar que intentó matarlo en la escuela y él en cambio, le salvó la vida. Como si fuera poco, la noche anterior la señora Holy Joestar fue a cambiarle el vendaje de la cabeza. "Deja tu uniforme en la canasta de la esquina, eso me recuerda… ¡Jotaro!", el llamado respondió desde el pasillo, "trae un pijama para tu amigo". Kakyoin sentía la culpa sólo superada por la vergüenza. La dedicación de Holy sólo era aquella que una madre podía profesar y de repente sintió nostalgia por la suya. Sabía que debía dar noticias de al menos en dónde estaba, sus padres debían estar preocupados.
Vio su uniforme a los pies de las sábanas, llano e impecable. Se cambió de ropa y dejó doblando el edredón, las sábanas y el pijama antes de salir de la habitación. Caminó por el silencioso pasillo hasta notar la puerta entreabierta que daba al comedor y desde el umbral vio entrar a alguien. Debía tratarse de la chica que la señora Holy y Jotaro le habían comentado. "Una ladrona", en palabras de este último. Entró creyendo que ella ya se había percatado de su presencia, pero al llamarla con un breve saludo, ella dio un sobresalto y se alejó de él, subiendo los brazos como en una postura defensiva.
— ¡Por un demonio, que puto susto! —por supuesto, Ina lo reconoció, ya lo había visto el día anterior, así que pudo relajarse.
— Disculpa, no fue mi intención —a pesar del leve acento, el inglés de Kakyoin era claro y coherente—. ¿Estás bien?
— Sí, bueno… —respiró profundo, aún vacilante— dicen que lo que no te mata te hace más fuerte.
— De verdad, lo lamento. Soy Noriaki Kakyoin.
Ina lo recordaba del día anterior. Pelirrojo peinado de tal forma que le quedaba un largo mechón ondulado sobre el lado derecho de la cara y otros dos pequeños mechones en la frente, dejando el resto hacia detrás. Al presentarse, él hizo una corta reverencia mientras llevaba la mano hacia su pecho; sin embargo, estaba extendida de una manera que ella lo interpretó como un saludo.
— Mucho gusto —estrechó su mano, un apretón moderado y una sacudida tenue—. Ina Blinker.
Kakyoin se sintió ajeno por el gesto, pero lo consideró normal viniendo de una chica que hablaba inglés con un notorio acento americano. Le devolvió el apretón.
— ¿Sabes en dónde están todos? —preguntó al soltar su mano—. Le dije al señor Joestar que vendría antes del mediodía.
— No, de hecho, acabo de despertar —señaló su vendaje.
Ambos sabían parte de la historia del otro, del cómo terminaron involucrados con la familia Joestar, pero ninguno quiso ahondar en detalles y en su lugar, siguieron a la estancia contigua, la cocina. Pero ni bien entraron pudieron notar el pequeño desorden que los hizo mirarse el uno al otro con cierto recelo.
— Algo no anda bien.
— ¿Crees que los atacaron? —preguntó Ina.
— No —él se agachó a los pies del refrigerador, había restos de comida y un cuchillo de mantequilla—. Está desarreglado, pero no lo suficiente como para tratarse de una pelea con stands.
El ambiente no era para nada agradable. Como si tuviesen que estar alerta a cada paso, previendo cualquier ataque.
— Es bueno verlos de vuelta —Ina dio un respingo, similar al que hizo en el comedor—. Vengan conmigo —Avdol llevaba un libro de pasta dura en la mano, lo siguieron y mientras caminaban a su lado, los puso al tanto de toda la situación con la señora Holy—. Hay una especie de mosca en la fotografía de DIO —explicó—, si es la que creo que es, bueno, el señor Joestar querrá tomar un avión hoy mismo.
Blinker y Kakyoin saludaron al resto al entrar, tomaron asiento alrededor de una pequeña mesita de madera, y sobre esta, Avdol abrió el libro sacado de la biblioteca de la casa, la página en cuestión mostraba la imagen de una mosca: tenía dos alas posteriores a las dos principales, el cuerpo cubierto por numerosas sedas sensoriales y las patas rayadas que terminaban en almohadillas. Cuando Avdol comparó la fotografía con el dibujo a lápiz no quedó ninguna duda. Era la denominada Mosca del Nilo, autóctona del Valle del Nilo en Egipto, y que en la actualidad se la consideraba una plaga.
— Debí suponerlo —asintió Avdol—. Fue allí en donde lo encontré esa vez.
— Tiene sentido —concordó Kakyoin—. Hace tres meses mi familia y yo estuvimos de vacaciones en El Cairo, cerca del Nilo, fue allí que me puso ese brote de carne.
Kakyoin hizo una mueca de desagrado al recordarlo.
— Ahora mismo no se me ocurre un motivo claro —Avdol volvió su mirada al libro sobre la mesa—, pero debe quedarse allí por alguna razón.
— ¿Cuándo partimos? —por las miradas sobre Kakyoin, supo que los demás no se esperaban esa pregunta. Sin embargo, la voluntad de ayudar en lo que estuviese a su alcance se albergó en su mente desde que supo del estado de la señora Holy.
— ¿Por qué te importaría? —Jotaro lo miró suspicaz.
De nuevo, recordó su enfrentamiento en la escuela. Apenas y conocía a Jotaro Kujo, pero presentía que mostrarse arrepentido sólo provocaría que él lo mirara con desdén. Sí, la culpa seguía allí, pero muy dentro de sí, había algo más y nada altruista, un interés personal para querer acompañarlos. Se desentendió de sus pensamientos limitándose a encogerse de hombros para responderle con aplomo.
— A decir verdad, no estoy seguro —lo parafraseó cuándo él mismo preguntó por qué lo liberó del control de DIO—, pero estoy aquí gracias a ustedes.
Recordó la delicadeza que la señora Holy tuvo para con él. Era una mujer capaz de calmar los corazones más inquietos. Y estaba seguro que todos deseaban volver a ver su cálida sonrisa.
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Avdol, Blinker y Kakyoin estuvieron de acuerdo en darle privacidad a la familia Joestar y salieron al jardín de la casa. Ahora que Kakyoin observaba con detenimiento. Era una propiedad grande, un modelo similar a su casa, pero con más habitaciones, y más parecida a una parcela. Los alrededores estaban tapizados con un césped ralo y calado, a excepción del camino principal hecho de adoquines y delimitado con piedra roma. La brisa se escuchó fuerte, soplando entre las hojas de un árbol apenas vetusto, y el cielo se pintó de un gris entre naranja y violáceo, anunciando el atardecer.
— Ese stand del que hablan —Blinker empezó a hablar—, creo que lo vi ayer cuando la señora Joestar se desvaneció aquí en la entrada.
Avdol entendió entonces que no fue algo súbito.
— Tiene sentido. Es una Joestar después de todo —negó bajando la mirada—, fuimos muy descuidados.
— ¿Qué pasará con ella? —preguntó Kakyoin.
— Por ahora el stand se limitará a su espalda —suspiró antes de continuar—, pero con el pasar de los días envolverá su cuerpo, la hará padecer unas fiebres terribles, caerá en coma y finalmente morirá. Ya he visto casos similares de personas cuyos stands se convirtieron en una enfermedad.
Kakyoin presentía que ni Jotaro ni siquiera el señor Joestar estaban al tanto de tan terrible pronóstico. Se sintió mal por ellos, pero había algo que no terminaba de comprender.
— Tengo entendido que se debe a su conexión —casi pensó en voz alta—, entre DIO y los descendientes de Jonathan Joestar. ¿Cómo es que alguien puede tener un stand de un momento a otro?
— No se sabe a ciencia cierta —dijo Avdol—. Yo tengo a Magician's Red desde que puedo recordarlo.
— Igual con mi stand —acotó Blinker.
Era lo mismo para Kakyoin. Tenía su stand desde pequeño, pero hasta antes de DIO nunca había sabido de otro usuario. De cierta forma, fue una revelación para él.
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Dentro de la casa, Holy se repuso dentro de lo posible. Sentir que Jotaro no le quitaba la vista de encima, la hizo cuestionarse que la debilidad que sentía no era una simple gripe. Su hijo no perdía de vista ninguno de sus movimientos. También distinguía la atención que estaba recibiendo de su padre, él siempre era cariñoso, pero esta vez su ternura dejaba entrever tintes de inquietud. Le peinó el cabello, le dio de comer trozos de fruta y hasta le ayudó a cepillarse los dientes.
— No sé qué me pasó —intentó ignorar el elefante en la habitación—, pero ya me siento mejor. Jotaro, ¿qué quieres para cenar? —en el instante que intentó levantarse, o al menos reponerse sintió una corriente quemante a lo largo de su espalda, la misma sensación de los últimos días, pero mucho más lacerante.
— ¡No te muevas! —el grito de su hijo la puso en alerta, sus miradas se encontraron el tiempo justo como para que él quisiera retractarse—. D-Debes descansar, tienes fiebre… debes descansar hasta que te recuperes.
Holy no recordaba la última vez que lo había visto así de preocupado. Al punto de perder el temple que lo caracterizaba. Era ciertamente triste para ella, con cada día que pasaba menos quedaba del niño y era más un adulto.
— Sí, tienes razón —no iba a discutir, no tenía sentido, tampoco tenía energía para hacerlo—. Con tantos cuidados, no está mal enfermarse de vez en cuando.
— Holy —Joseph le tocó la frente de manera automática, se agachó para hablarle con la voz más cometida, apacible y amorosa de la que fue capaz—. Vas a estar bien. Haré todo lo necesario para que estés bien —terminó de despedirse con un beso en la frente.
Jotaro observó la escena sintiendo como si sus intestinos se hicieran un nudo, ni siquiera tuvo que pedirlo para que su abuelo los dejara a solas. Lo cierto era que no le apetecía que alguien lo viera así.
Sólo quería estar a solas con su mamá.
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Transcurrió cerca de una hora, cuando todos estuvieron listos. Desde la entrada de la casa vieron llegar un par de automóviles de color negro. De estos se bajaron unas personas vestidas de traje, algunos con las manos vacías y otros cargando equipos médicos.
— La Fundación Speedwagon se encargará de cuidar a Holy —explicó Joseph—, y también de ayudarnos a averiguar la ubicación exacta de DIO hasta que nosotros lleguemos a Egipto.
— Espere, señor Joestar —Avdol dio un paso adelante, deslizando una baraja de cartas del tarot de su manga larga—. Antes de irnos, me gustaría nombrar a los stands de Jojo y la señorita Blinker. Creo que usar el tarot explicará sus destinos y, además, les dejará más en claro sus poderes.
Ambos jóvenes aceptaron, extendiendo la mano y tomando una carta cada uno. Jotaro fue el primero en mostrarla: la figura era de un torso humanoide que llevaba dos jarras con agua, una en cada mano, y vertía el contenido de ambas en un vasto río mientras siete estrellas se divisaban en el firmamento.
— La Estrella —proclamó Avdol—. Pertenece a los arcanos mayores. Simboliza el optimismo, el discernimiento y la esperanza. Tu stand será ¡Star Platinum!
Ahora fue Ina quien enseñó su carta: era un joven con reluciente armadura sobre un caballo blanco, cabalgando a toda velocidad y empuñando una espada en su mano derecha, como si estuviera próximo a diezmar a sus enemigos.
— Ah, es un arcano menor, El Caballero de Espadas —señaló el adivino—. Todo en él es ímpetu y decisión, es un mentiroso inteligente y muy astuto, aunque algo impulsivo. Tu stand será ¡Frozen Knight!
— Me gusta —ella le devolvió la carta.
— Bien, entonces —Joseph atrajo la atención de todos—. Tenemos un avión que abordar.
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Hola, gracias por leer.
Como bien sabrán, los stands del arco Stardust Crusaders están inspirados en dioses egipcios, pero principalmente en la baraja de tarot; dicha baraja está compuesta por 78 cartas divididas en arcanos mayores, los cuales son 22; y menores, que son 56. Y ya que todos la mayores fueron utilizados por Araki, tomé un arcano menor para crear al stand de mi OC.
