"Olvidando la Promesa"

En los confines del Infierno, donde el caos y la desesperación reinaban como señores indiscutidos, Alastor y Charlie se erguían entre las ruinas de un universo destrozado, cada uno con una expresión de vacío que no concordaba con sus personalidades usuales. El Demonio de la Radio, siempre afable y con su perpetua sonrisa, lucía una máscara de desdén que apenas lograba ocultar la confusión en sus ojos. Charlie, por su parte, con su entusiasmo apagado y su fervor disminuido, se tambaleaba como un faro cuyo brillo había sido apagado por las tormentas.

La batalla entre ellos había sido monumental, una colisión de ideales y recuerdos desvanecidos que había resultado en la destrucción de planetas, estrellas y vidas. Ni siquiera sabían por qué habían empezado a luchar, pero la pérdida de identidad y el dolor de no reconocerse mutuamente había encendido una chispa que rápidamente se convirtió en un incendio incontrolable.

Alastor, con su voz resonante de locutor de antaño, rompió el silencio que los envolvía. —Qué espectáculo, ¿no es así, mi encantadora bella demoníaca? —dijo con una falsa jovialidad que apenas ocultaba la amargura—. Destruimos todo, y aún así... aquí estamos. ¿Recuerdas por qué empezamos todo esto?

Charlie lo miró, sus ojos nublados por una mezcla de tristeza y confusión. Habían olvidado mucho, pero había algo en su mirada que todavía luchaba por encontrar un propósito. —No lo sé... No sé por qué comenzamos. Solo sé que había algo, algo que prometimos en algún lugar... pero no puedo recordarlo.

Alastor se rió, una risa hueca que resonó como un eco sin alma. —Una promesa... Qué concepto tan mundano. —Sacudió la cabeza, como si intentara despejar la neblina de su mente—. ¿Cómo se supone que una promesa pueda detener algo tan... absoluto como lo que hemos hecho?

Ambos sabían, en lo profundo, que alguna vez habían sido algo más que enemigos. Se habían complementado, como dos piezas de un rompecabezas cósmico. Pero ahora, esa conexión estaba rota, y la brecha entre ellos parecía insalvable. Los recuerdos de la promesa se desvanecían como humo, apenas perceptibles en el caos que ellos mismos habían creado.

—Alastor... —Charlie habló con la voz cargada de nostalgia—. ¿Y si... y si intentamos recordar? No tiene sentido destruir todo si no sabemos siquiera qué estamos tratando de olvidar.

El Demonio de la Radio ladeó la cabeza, observando a Charlie como si la viera por primera vez. Había una frágil vulnerabilidad en su propuesta, una grieta en su idealismo que apenas lograba mantenerse unida. —Intentar recordar... —repitió, como si probara las palabras en su lengua—. ¿Crees que algo bueno saldría de eso? ¿Después de todo lo que hemos destruido?

Charlie asintió lentamente, su resolución aún titilante. —Sí. Porque si olvidamos lo que nos hacía especiales, lo que nos unía, entonces todo esto... —hizo un gesto hacia el vacío desolado a su alrededor—. Todo esto no tendrá sentido.

Alastor permaneció en silencio, sus ojos observando las estrellas apagadas y los restos de mundos que flotaban en el abismo oscuro. Había algo en su expresión que delataba una lucha interna, una que no estaba dispuesto a admitir. Finalmente, se giró hacia Charlie con una sonrisa menos jactanciosa, más reflexiva.

—Siempre has sido una soñadora, Charlie. Y yo... siempre he sido el cínico. —Sus palabras fueron suaves, casi melancólicas—. Pero quizás, solo quizás, recordar podría ser nuestro único salvavidas. Si es que podemos encontrar algo en todo este caos.

Mientras las palabras de Alastor resonaban, ambos comenzaron a escarbar en lo profundo de sus mentes, buscando fragmentos de memorias que aún pudieran estar intactos. Los ecos de risas, de viejas melodías y promesas compartidas comenzaron a emerger, aunque difusos y distorsionados. La imagen de la Tierra, un lugar donde habían hecho una promesa, surgió como un faro en la oscuridad.

—La Tierra... —Charlie susurró, aferrándose a esa memoria frágil—. Hicimos una promesa allí, ¿recuerdas? Algo sobre cambiar, sobre encontrar una forma mejor...

Pero mientras luchaban por recordar, también se daban cuenta de lo que habían perdido. La Tierra, el lugar donde se habían prometido no rendirse, había sido uno de los primeros en caer bajo la furia de su batalla. En su desesperación por olvidar, habían borrado el único punto de conexión que los definía.

—Lo destruimos, Charlie. Destruimos nuestro punto de anclaje. —La voz de Alastor se quebró por primera vez, un indicio de la angustia que había estado ocultando—. Ya no queda nada.

Charlie negó con la cabeza, la desesperación haciendo temblar sus palabras. —No... no tiene que terminar así. Podemos... podemos encontrar otra forma. No todo tiene que ser destrucción y olvido. Podemos hacer algo diferente.

Pero Alastor, por primera vez sin su sonrisa habitual, la miró con una expresión sombría y vacía. —No sé si podemos, Charlie. Tal vez ya hemos ido demasiado lejos.

Charlie apretó los dientes, su determinación desmoronándose poco a poco. —Tiene que haber algo... Algo que podamos salvar...

Alastor simplemente la observó con resignación. —No hay nada más que destrucción. Y tú lo sabes. —Una sombra de su sonrisa habitual volvió, esta vez con un matiz de tristeza genuina—. Hemos perdido tanto que incluso si intentáramos recordar, no significaría nada.

Charlie, sin respuestas, dejó que el silencio los envolviera, como una manta pesada que sofocaba cualquier atisbo de esperanza. La realidad de sus acciones finalmente se hundió en ellos. Habían destruido tanto que incluso su conexión más básica había sido destrozada. Se dieron cuenta de que su promesa había sido una frágil ilusión, incapaz de soportar el peso de su propia naturaleza destructiva.

Alastor suspiró profundamente, cerrando los ojos. —Tal vez lo único que nos queda es terminar lo que empezamos.

Charlie asintió con tristeza, y por primera vez, sin un atisbo de su eterno optimismo. —Sí... tal vez esto es todo lo que somos.

Juntos, decidieron finalizar el ciclo de destrucción que ellos mismos habían iniciado. No por odio, ni por ira, sino porque comprendieron que a veces, incluso las promesas y las conexiones más fuertes no podían sostenerse en medio de tanta devastación. En su último acto, se desvanecieron junto con las estrellas apagadas y los planetas muertos, dejando solo un vacío eterno, un reflejo del olvido al que tanto temían.

La promesa quedó en silencio, rota y olvidada, en un universo donde nada ni nadie recordaría jamás quiénes fueron y qué alguna vez significaron el uno para el otro.