Cap 8

Akane ocultó su rostro en el pecho de Ranma mientras avanzaban por el jardín, su cuerpo aun temblando ligeramente. La frescura de la noche y el suave murmullo de las hojas bajo la luz de la luna contrastaban con la calidez envolvente del abrazo de Ranma. Akane sentía una mezcla de vergüenza y emoción, temiendo que alguien pudiera verlos en esa situación tan íntima y expuesta, ambos prácticamente a torso desnudo bajo la tenue luz de la luna que les bañaba.

Cuando finalmente llegaron a la habitación, Ranma colocó a Akane con delicadeza sobre el futón. La tela del futón era suave y acogedora, creando un contraste agradable con la tensión palpable en el aire. El espacio estaba bañado en una luz cálida y suave que proyectaba sombras danzantes sobre las paredes.

Con movimientos precisos y controlados, Ranma desabrochó el sostén de Akane, que aún se encontraba inútilmente en su cintura. Sus dedos, hábiles y seguros, deslizaron los broches con una suavidad que contrastaba con el ardor de sus acciones. Ranma había aprendido a manejar esas prendas con destreza, un conocimiento adquirido durante su experiencia transformándose en mujer, y utilizó esa habilidad para deshacer el sujetador sin dañar la tela como realmente le hubiera gustado.

Mientras Ranma trabajaba en desabrochar el sostén, sus ojos seguían a Akane con una mezcla de ternura y deseo, admirando cada detalle de su figura expuesta. La luz tenue de la habitación acentuaba las curvas de su cuerpo y el brillo en sus ojos, mientras Ranma se aseguraba de que cada movimiento fuera suave y respetuoso, sumergiéndose en la delicadeza del momento compartido.

Akane observó con una mezcla de sorpresa y vergüenza la entrepierna de Ranma, notando que su pantalón estaba empapado debido a los roces y fluidos que ella estaba segura provenían de ella misma. Recordaba claramente lo húmeda que se había sentido hacía unos momentos atrás y cómo esa sensación resbalosa aún permanecía entre sus piernas. Un profundo rubor se extendió por sus mejillas.

Ranma, al notar la dirección fija y preocupada de la mirada de Akane, bajó la vista hacia su propia entrepierna, descubriendo la aureola de humedad que enmarcaba su erección. La tela estaba oscura y tensa, un testimonio de la intensidad del momento que habían compartido. Su expresión cambió de sorpresa a una comprensión tranquila, mientras una ligera sonrisa, mezcla de orgullo y ternura, se dibujaba en su rostro.

—Perdón por… por el estado de tu pantalón… —murmuró Akane, visiblemente avergonzada, con sus mejillas enrojecidas mientras intentaba ocultar su rostro con las manos. Su voz era apenas un susurro, como si la vergüenza la estuviera sobrepasando.

Ranma, sin dejar de sonreír, se inclinó suavemente hacia ella y, con un tono tranquilizador, le dijo:

—No te preocupes. Es lo que pasa cuando estamos así… juntos. —Sus palabras, calmadas y cargadas de calidez, aliviaron ligeramente la tensión de su prometida.

Se levantó del futón y con una facilidad que solo él podía mostrar, se deshizo de su pantalón húmedo y de los calzoncillos, dejando al descubierto su cuerpo sin un atisbo de duda o inseguridad. Siempre había estado orgulloso no solo de su destreza en las artes marciales, sino también de su físico, y en ese momento no iba a ocultar ninguno de sus atributos.

Akane, con el corazón desbordado de palpitaciones, observó cada osado y libre de pudor movimiento de Ranma. Maldito presumido, pensó envidiando la autoconfianza de su prometido.

Ranma permitió que Akane lo mirara sin restricciones, sintiendo una mezcla de ternura y satisfacción al ver cómo ella intentaba, sin éxito, desviar la mirada, visiblemente avergonzada y sorprendida por su erección persistente. Aunque Akane había visto a Ranma desnudo en algunas ocasiones accidentales, esta era la primera vez que lo veía en ese "estado".

Ranma disfrutaba al ver a Akane tan conmocionada, al punto de que ella parecía haber olvidado cubrir su propia desnudez, permitiéndole a él deleitarse con la visión de su sorpresa, curiosidad y de su cuerpo. Finalmente, se sentó a su lado, completamente desnudo, y tomó una de sus manos. Sus dedos se entrelazaron mientras se miraban a los ojos, compartiendo un instante de conexión íntima. Se acercó lento a su rostro, y se besaron tiernamente en los labios mientras la otra inquieta de mano de Ranma comenzó a acariciarle su azulado cabello.

Luego de unos momentos de caricias y dulces besos, Akane, aún dudosa pero decidida, interrumpió el beso. Soltó su mano de la de Ranma y comenzó a explorar su brazo. Su tacto era suave y tembloroso, ascendiendo lentamente hasta su pecho. Cada caricia, palpación y amasamiento de sus músculos era acompañado por jadeos suaves y entrecortados de ambos. La sensación de su piel contra la de él era nueva para ella, y Ranma se dejaba tocar con una mezcla de paciencia, expectación y excitación.

Con la otra mano libre, Akane continuó su exploración, añadiendo un nuevo nivel de atención a cada detalle del cuerpo de Ranma. Él disfrutaba de cada toque en su torso, pectorales abdomen, comprendiendo que Akane estaba descubriendo algo completamente nuevo para ella: su cuerpo, al que por primera vez tenía acceso para tocar. No pensaba detenerla; al contrario, esperaba con ansias que ella quisiera explorar aún más, dejando que la curiosidad y el deseo guiaran sus acciones y sus manos.

A medida que las manos de Akane descendían, Ranma experimentaba una creciente sensación de placer, mientras ella parecía estar abrumada por una mezcla de emociones. La erección de Ranma, sin embargo, se volvía dolorosa y demandaba atención urgente. Con un movimiento deliberado, abrió un poco las piernas y se inclinó hacia atrás, ofreciendo a Akane una visión completa de la zona entre sus piernas, invitándola a mirarlo y tocarlo donde más lo necesitaba.

Akane quedó paralizada, su mirada fija en la erección de Ranma que se alzaba ante ella, visiblemente necesitada de atención. La visión era tan nueva y abrumadora que su osadía anterior parecía haberse desvanecido por completo. Sus manos quedaron suspendidas en el aire, temblando ligeramente, incapaces de avanzar.

Ranma, con un gesto de invitación y paciencia, movió suavemente la mano de Akane hacia su erección. Sus dedos suaves guiaron la mano de Akane con una mezcla de ternura y necesidad.

—¡Ranma! —gimoteó Akane, exaltada por la maniobra. Su voz temblaba con sorpresa y emoción.

—Parece que necesitabas un poco de ayuda —contestó él, con una sonrisa ligera que reflejaba tanto ternura como complicidad, diversión y deseo.

Su virilidad, que estaba completamente erecta y visiblemente muy entusiasmada. Akane, ahora sintiendo una mezcla de asombro y curiosidad, comenzó a explorar la textura de su falo. Lo encontró blando en algunos puntos, pero en general muy duro, con la punta más blanda y húmeda. Sentía su piel palpitante y extremadamente caliente, respondiendo favorablemente a su toque. Estaba agradecida de poder descubrir el cuerpo masculino con total libertad. Para Ranma cada movimiento estaba cargado de un deseo silencioso y una espera expectante, permitiendo que ella se familiarizara con la sensación y la textura, mientras él se mantenía en una posición abierta y vulnerable, ofreciendo su cuerpo a su prometida para que saciara su curiosidad con completa confianza.

Mientras Akane intentaba grabar cada sensación en su memoria, Ranma se inclinó hacia ella, buscando sus labios para un beso que encendió una corriente de gemidos compartidos. La pasión entre ellos se intensificó y Ranma la ayudó a masturbarlo posicionando una mano por sobre la de ella, guiando sus movimientos con una suavidad que hablaba más que las palabras. Él le enseñó, a través de gestos, caricias y jadeos, indicándole dónde y cómo aplicar mayor presión para estimular sus lugares más sensibles y complacerlo de la mejor manera.

Cuando Akane tomó el ritmo, Ranma, sintiendo una mezcla de orgullo por su pupila, la dejó continuar por su cuenta mientras su pene y sus labios eran atendidos por su prometida. Cuando creía que no podía sentir más placer, y la situación no podía ser más erótica, Akane, con su otra mano, tomó sus testículos delicadamente sin dejar de bombear su pene.

—¿Te duele? —preguntó, interrumpiendo el beso con preocupación cuando escuchó un bufido de Ranma, retirando la mano de sus testículos de inmediato. Sabía que esa zona podía ser delicada.

—Claro que no —murmuró con un ronroneo que vibró en su pecho—. Puedes apretar un poco más fuerte si quieres. Se siente increíble. —Sus palabras, cargadas de deseo, tranquilizaron a Akane, quien volvió a sumergirse en la pasión, sus labios reclamando los de Ranma mientras sus manos volvían a su minuciosa tarea, arrancando gemidos de placer profundo de su garganta. Luego de unos momentos, Ranma comentó:

—Tienes un control impresionante sobre tu fuerza cuando quieres —susurró él, con una sonrisa de lujuria y complicidad en su rostro.

—Eres insoportable… incluso ahora no puedes evitar burlarte —respondió Akane, su tono cargado de mezcla entre irritación y pasión, mientras sus manos exploraban cada centímetro de su virilidad con determinación.

—No es una burla… —murmuró Ranma entre gemidos, mientras su sonrisa se mezclaba con la lujuria en su mirada. Sus labios apenas rozaban los de Akane, su respiración entrecortada por el deseo—. Estoy muy agradecido de que trates mis partes más vulnerables con tanto... exquisito cuidado.

Akane, excitada por sus palabras, dejó escapar un suave gemido, casi involuntario. El calor subió por su cuerpo, sintiendo cómo su piel reaccionaba ante la intensidad del momento, mientras sus manos seguían explorando con una combinación de curiosidad y deseo. El pulso acelerado de Ranma bajo su tacto y las reacciones de su cuerpo eran una confirmación más de que lo estaba haciendo bien, y eso la embriagaba de una sensación de poder y deseo. Cada caricia se volvía más intencionada, más segura, buscando extraer cada gemido, cada jadeo de placer de él.

Luego de unos momentos en los que el placer parecía consumirlo por completo, Ranma se dio cuenta de que había dejado desatendida a su prometida. Un error imperdonable. Con un destello de determinación en sus ojos, decidió que era hora de cambiar aquella situación.

Con suavidad, recostó a Akane sobre el futón, sintiendo cómo su cuerpo se relajaba bajo el suyo. Sus manos, ahora más ansiosas, se dirigieron a retirar la molesta ropa interior de su pareja. Al deslizar la tela humedecida de su cuerpo, sus dedos rozaron suavemente su piel, provocando un ligero temblor en Akane.

Ranma se detuvo un instante, su respiración se hizo más pesada al contemplar lo empapado que estaba su centro. La visión lo embriagó de orgullo y una excitación casi salvaje al saber que era él quien había provocado ese deseo en ella. La humedad en su piel era un testimonio irrefutable de la pasión que habían compartido, y la idea de que Akane se derritiera de placer por él encendió algo aún más profundo en su interior, alimentando su ego y propia necesidad de continuar explorando cada rincón de su cuerpo.

Ranma se posicionó entre sus piernas, con el anhelo y la atracción palpitando en cada parte de su cuerpo. La mirada de él recorría con avidez cada curva, cada rincón ahora expuesto ante sus ojos, como si estuviera viendo la deidad más hermosa que jamás hubiera contemplado. La visión de su prometida, completamente desnuda y entregada a él, despertaba en su interior un deseo voraz, casi incontrolable.

Con manos ansiosas, pero temblorosas por la intensidad del momento, comenzó a deslizar sus dedos suavemente sobre su piel, explorando cada centímetro con adoración, deleitándose en la calidez que emanaba de ella. Los suspiros entrecortados de Akane, apenas audibles, lo incitaban a seguir, haciendo que la emoción creciera a cada segundo.

Con una mezcla irresistible de erotismo y lujuria, Ranma tomó su miembro, guiándolo con cuidado hacia el centro de Akane. Comenzó a rozarlo contra su clítoris, creando pequeños y calculados movimientos de vaivén que hacían vibrar el cuerpo de Akane y el suyo con cada roce. El simple acto de tener control sobre el placer de ella encendía una llama aún más intensa en su interior, llenándolo de una excitación que jamás habría imaginado.

Cada movimiento de cadera enviaba ondas de calor a través del cuerpo de Akane, que se estremecía ante el contacto. Superada por el torrente de sensaciones, Akane, en un acto lleno de deseo y entrega, tomó las manos de Ranma y las guio hacia sus pechos. Él, sintiendo cómo su propia respiración se volvía más entrecortada, apretó suavemente sus pezones, disfrutando de cómo el cuerpo de ella respondía al instante, arqueando la espalda en un gesto de puro éxtasis, con un gemido que llenaba el espacio.

—R... Ranma... quiero... que estés adentro... —susurró Akane, su voz cargada de una urgencia palpable, cada palabra despojada de toda vergüenza. —por favor.

Ranma se sorprendió ante la petición de Akane, sus ojos se agrandaron en un reflejo de sorpresa, pero pronto, una chispa de satisfacción y orgullo iluminó su interior.

—Cl... claro —respondió, su voz temblando con la misma intensidad que su corazón, que latía a mil por hora. Nunca había imaginado que Akane le rogaría algo así, pero la súplica en su voz y la confianza innegable en su deseo le fascinaban.

El chico se irguió de la comodidad que le brindaba estar sobre su prometida, retiró una de sus manos del cuerpo de Akane, dejándola con una breve y momentánea sensación de abandono. Confusa, lo observó mientras él se inclinaba hacia uno de los bolsillos de su pantalón, que estaba cerca. ¿Qué estará buscando? pensó Akane confundida.

Ranma finalmente sacó un preservativo del bolsillo, y una chispa de comprensión iluminó los ojos de Akane.

—Creí haber perdido el que se cayó de tu bolsillo —comentó Akane con un toque de timidez, recordando el incidente anterior.

—Al parecer, esos idiotas me pusieron dos —respondió Ranma con una sonrisa, mientras comenzaba a enfundar su miembro. —Lo noté en el camino a casa.

Con movimientos seguros, Ranma se colocó sobre su prometida, apoyando su peso en un brazo para no presionarla. Con la otra mano, tomó suavemente el mentón de Akane, levantándolo con ternura hasta que sus labios se encontraron en un beso dulce y lleno de promesas.

Con su falo en posición, y el glande presionando suavemente contra el acceso de Akane, Ranma sintió una oleada de claridad repentina. Miró a Akane a los ojos, y en ese momento, la realidad de lo que estaba a punto de suceder lo golpeó con fuerza. Sabía que lo que estaban a punto de compartir los marcaría para siempre. Si avanzaba, no habría vuelta atrás, y la última cosa que deseaba era que Akane mostrara algún signo de arrepentimiento. No quería que este momento, tan íntimo y significativo, se convirtiera en una experiencia de la que Akane pudiera lamentarse.

Respiró profundamente, su pecho subiendo y bajando por el deseo contenido. —Aún no es muy tarde, Akane... No pasará nada si no quieres seguir... Yo lo entendería. No quiero que hagamos esto si sientes alguna duda —Gimoteó con voz ronca. En ese instante, su corazón latía con fuerza, su deseo se mezclaba con un cuidado profundo hacia ella. Esperaba en silencio por su respuesta, dispuesto a detenerse si así lo deseaba, aunque le costara toda la voluntad del mundo.

—¿Acaso... tú no quieres? —preguntó Akane con melancolía, cubriendo nuevamente su cuerpo con un gesto instintivo. Habría juntado las piernas para protegerse más, de no ser porque Ranma estaba entre ellas, impidiéndoselo.

Una corta risa irónica escapó de los labios de Ranma, suavizando el ambiente tenso.

—Yo quiero cogerte desde que te vi desnuda en la bañera cuando nos conocimos —aclaró con una sonrisa pícara, aunque sus ojos brillaban con un cariño sincero.

Akane sonrió, y en ese momento, Ranma sintió que estaba viendo a la mujer más hermosa y cómplice del mundo. Se ve tan linda cuando sonríe ¡Cuánto amaba esa sonrisa! pensó, su corazón latiendo con fuerza ante la expresión que tanto adoraba.

Se besaron románticamente, con una pasión que parecía encerrar todo lo que no se habían dicho hasta ese momento.

—Por favor, no vuelvas a ocultarte —susurró Ranma, mientras su lengua acariciaba suavemente el cuello de Akane, provocando un escalofrío que recorría su columna.

Ranma se detuvo un instante, sus pensamientos desviándose hacia algo que necesitaba confirmar, aunque en el fondo ya sabía la respuesta.

—Una cosa más, Akane… ¿Es… tu primera vez? —preguntó con cierta timidez, a pesar de que sabía que era innecesario, pero sintiendo la necesidad de escucharla decirlo. Nunca la había dejado sola, siempre estaba al tanto de dónde estaba y con quién, y jamás la había visto mostrar interés en otro hombre. Sin embargo, necesitaba estar seguro para tratarla con el cuidado que merecía, y, por supuesto, para sentir la satisfacción de ser el primero y único en su vida.

Akane sintió una mezcla de emociones al escuchar esa pregunta. La idea de que Ranma pudiera dudar de ella, la hizo reflexionar sobre lo que significaba para él. Con una ligera confusión en su voz, respondió: —Si no lo fuera... ¿ya no me querrías?

Ranma la miró con una sinceridad profunda, sus ojos reflejando el amor incondicional que sentía por ella. —Si no lo fueras, creo que estaría muy celoso del que estuvo antes que yo, y sinceramente, me gustaría molerlo a golpes. Pero... no podría dejar de quererte, Akane. A fin de cuentas, eso no importa y lo que siento por ti es más fuerte que mi orgullo—. Sonrió con ternura y le dio un suave beso en la frente, como una promesa silenciosa de su devoción.

Akane sintió un calor en su pecho, una mezcla de alivio y amor al escuchar las palabras de Ranma. —Sí, lo soy, Ranma...— confesó con suavidad, su voz cargada de emoción. —Creo que inconscientemente, desde hace mucho, quise que fueras tú—

Ranma sonrió con una chispa de lujuria en sus ojos, dejando escapar una risa suave. —Entonces ya es hora de cumplir algunos deseos—. Luego, con una expresión más seria, añadió: —Para mí también eres mi primera mujer. Ruego que me perdones si hago algo mal—

Akane, con una sonrisa reconfortante, se acercó a él y buscó sus labios. —Hasta ahora lo has hecho todo muy bien... no veo por qué debería preocuparme— lo tranquilizó.

Totalmente entregado Ranma empujó su miembro lentamente en la entrada de Akane. Ella emitió un gemido de dolor que quedó ahogado en sus labios mientras sus bocas se entrelazaban en un beso apasionado. Aunque en sus fantasías había imaginado embestirla con salvajismo, sabía que este momento era especial. Era la primera vez para ambos, y no podía permitirse comportarse como un animal en celo.

Ranma avanzó con cuidado, su ritmo pausado y deliberado, prestando atención a cada sutil reacción de su prometida. Sentía cómo ella contenía la respiración y descargaba su dolor arañando su espalda en un gesto de incomodidad y deseo. Cada movimiento era un acto de paciencia y amor, mientras él se esforzaba por ofrecerle una experiencia que, aunque intensa, fuera lo más suave y placentera posible.

—¿Duele mucho? —preguntó Ranma con preocupación, depositando un tierno beso en su frente. En su mente, una frustración silenciosa se alzaba. Era injusto, pensó, él estaba al borde del desfogue mientras ella, la persona que más quería sentía dolor en el momento más mágico y ansiado de sus vidas. ¿Qué daría él porque ella no sintiera más que placer?

—U... un poco... supongo que es normal —respondió Akane, su voz temblando ligeramente por el esfuerzo de contener el dolor.

—¿Quieres continuar? —preguntó Ranma, su voz baja y llena de cariño.

Akane asintió, sus ojos vidriosos reflejando una mezcla de determinación y vulnerabilidad. No quería que este momento se detuviera, a pesar del dolor.

—Si en algún momento quieres parar... solo dímelo. No quiero hacerte daño —insistió Ranma, con una preocupación palpable en su tono.

—Está bien... continúa... yo aguanto —respondió Akane con valentía, decidida a seguir adelante. Sus palabras eran un reflejo de la confianza y el amor que sentía por Ranma, sabiendo que él haría todo lo posible por cuidarla en ese momento tan íntimo.

"Aguantar" no era precisamente la palabra que Ranma deseaba escuchar. No permitiría que el recuerdo de la primera vez de Akane estuviera marcado solo por el dolor. Con determinación, hizo un espacio entre ellos y dirigió una mano hacia la entrepierna de Akane y comenzó a estimular suavemente su clítoris, que estaba notablemente lubricado por los juegos previos. Akane se relajó un poco ante el nuevo estímulo y Ranma aprovechó la oportunidad para volver a avanzar, con una suavidad y lentitud calculadas. Finalmente, logró introducirse completamente, sintiendo cómo su miembro se acomodaba en la calidez y la estrechez de su prometida.

El placer lo envolvió con una intensidad que lo desbordó; el calor que lo abrazaba y la forma en que Akane se ajustaba perfectamente a él lo obligaron a respirar hondo para no correrse en la primera arremetida. Necesitaba mantener el control, más que nunca, y lo consiguió tras unos segundos de concentración.

Volviendo su atención a Akane, le preguntó con voz preocupada:

—¿Estás bien? —La pregunta llevaba consigo una mezcla de ternura y deseo, una expresión de su profundo amor y el deseo de asegurarse de que ella estuviera cómoda en ese momento tan íntimo.

—Sí— respondió ella, pero esta vez con una sonrisa traviesa en los labios. Sin esperar más, empujó con la pierna el trasero de Ranma, indicando claramente que quería que continuara.

—¡Pero qué impaciente, señorita Tendo! —bromeó Ranma con una sonrisa pícara, antes de comenzar a darle pequeñas estocadas, retirándose apenas para luego hundirse de nuevo en ella. La respiración de Akane era una mezcla de dolor y gozo, pero con el paso de unos minutos, el dolor se transformó en un placer puro. Ranma sintió cómo su cuerpo le pedía aumentar las embestidas, así que empezó a intensificarlas gradualmente. Ambos se dejaban llevar por la pasión, con sus gemidos apagados solo por los besos ardientes que se intercambiaban.

Ranma dejó los labios de Akane para explorar y saborear otras partes de su cuerpo, besando con devoción su cuello y sus hombros, mientras mantenía un ritmo constante y apasionado en sus movimientos. Los suaves gemidos de placer que Akane emitía eran música para sus oídos, alentando su deseo de continuar. Ella, por su parte, sentía cómo el miembro de Ranma se hacía cada vez más grande dentro de ella, intensificando el placer hasta un punto que le hacía perder la cordura. Sus gemidos se volvieron más incontrolables, resonando por toda la habitación, llenándola con una atmósfera de pura lujuria.

Impulsado por el deseo de profundizar la conexión, Ranma levantó lentamente las piernas de Akane hasta sus hombros. Sorprendido por la flexibilidad que demostraba, las levantó aún más hasta que Akane quedó con ambas rodillas a los lados de su torso.

—Dios mío, Akane —murmuró, incrédulo.

—¿Qué pasa? —preguntó ella, con preocupación y curiosidad—. ¿Hay algo mal?

—No sabía que eras tan flexible —admitió él, maravillado.

—¿Te gusta? —preguntó Akane, un toque de timidez en su voz.

—¿Que si me gusta? ¡Me encanta! —dijo Ranma, intensificando sus movimientos y logrando penetraciones más profundas y satisfactorias para ambos.

Akane sintió cómo su cuerpo reaccionaba, su vagina contrayéndose en respuesta a las embestidas que también estimulaban su clítoris. La sensación de éxtasis comenzó a inundarla, llevándola al borde de la locura. Sin poder contenerse, un orgasmo intenso la sacudió por completo. Su cuerpo se convulsionó con fuerza, sus gemidos se transformaron en gritos de placer, y lágrimas inesperadas comenzaron a brotar de sus ojos. Era como si hubiera perdido el control total de su propio cuerpo, lanzándose sin reservas al placer abrumador que la envolvía.

Por otro lado, Ranma, al sentir las rítmicas contracciones vaginales del orgasmo de Akane alrededor de su miembro, más sus eróticos gemidos orgásmicos, no pudo contenerse más. Con un gruñido gutural, eyaculó con una fuerza tal que lo dejó sin aliento. Ese sonido profundo y primitivo hizo que Akane lo encontrara aún más atractivo en ese momento de vulnerabilidad compartida. Finalmente, Ranma se dejó caer agotado sobre su amante, liberando sus piernas para que volvieran a su lugar. Ambos estaban con la respiración agitada; Akane, aún con lágrimas en los ojos, trataba de procesar la intensidad de lo que acababa de suceder, su cuerpo temblando ligeramente mientras el éxtasis se desvanecía.

—¿Qué ocurre? ¿Por qué lloras, Akane? —preguntó Ranma, alarmado al ver las lágrimas en el rostro de Akane.

—No lo sé... simplemente salieron. Creo que fue muy intenso —respondió ella, con una sonrisa que contrastaba con las lágrimas, mostrando que se sentía bien, abrumadoramente bien.

Ranma suspiró, aliviado. —Me has asustado. Creí que te había hecho algo malo. —La envolvió en un abrazo protector, tratando de calmar sus propios miedos. Akane, en un gesto de ternura, se estiró para besar a su prometido.

—De hecho, creo que lo hiciste muy bien —añadió ella, sus palabras cargadas de sinceridad.

—¡Claro! Estás con el increíble Ranma Saotome —bromeó él, con una sonrisa pícara, mientras con suavidad limpiaba las lágrimas que aún surcaban el rostro de Akane, para luego acariciar su espalda con suaves vaivenes a lo largo de toda su extensión.

—Eres un tonto presumido —refunfuñó ella, pero no pudo evitar sonreír ante la broma.

—La verdad es que me alegra mucho que te haya gustado —confesó Ranma, su tono volviéndose más serio y afectuoso.

—¿Y tú?... ¿A ti te gustó? ¿Te gusté? —preguntó Akane, con una voz que denotaba cierta timidez, como si temiera la respuesta.

Ranma la miró intensamente y susurró entre besos: —Eres increíblemente sabrosa, preciosa —sus palabras llenas de pasión y deseo, dejando en claro que lo que acababa de suceder había sido tan placentero para él como para ella.

Unos momentos después, Ranma retiró el preservativo, lo anudó en un extremo y lo lanzó con precisión al pequeño papelero en su habitación. Pero en cuanto lo hizo, un pensamiento lo asaltó . Debo recordar botarlo en otro lado, se dijo a sí mismo, consciente de las consecuencias que podrían surgir si alguien, especialmente Nabiki o el mismísimo señor Tendo, encontrara semejante evidencia. Es más, si él fuera el señor Tendo, definitivamente no le gustaría encontrar un preservativo usado y con vestigios de sangre en una casa llena de hijas. La simple idea de que eso ocurriera le causaba escalofríos, así que decidió que se desharía de la prueba de manera mucho más discreta.

Ranma volvió hacia Akane para abrazarla y besarla, disfrutando del relajo que acompañaba una sesión de sexo. Parecía que cualquier timidez que alguna vez sintieron, al intentar expresar sus emociones, había desaparecido. Ambos desnudos, ninguno tratando de esconder su piel, como si siempre se hubiesen visto y sentido cómodos sin ropa. Debían agradecer a la calentura, la pasión y al placer de nublarles el sentido común y haberles permitido tener esta experiencia.

Los besos que habían comenzado tiernos y dulces se volvieron más profundos y apasionados, acompañados de caricias que pronto se transformaron en corridas de manos hacia zonas más privadas.

—No puedo evitar tocarte —murmuró Ranma, masajeando el trasero de Akane con una sonrisa maliciosa.

—¿Eso crees? —respondió ella juguetonamente, mientras sus labios se deslizaban desde los de Ranma hacia su cuello y pecho, disfrutando de cada centímetro de su piel.

Sin perder tiempo, Akane lo empujó suavemente hacia el futón hasta que quedó recostado boca arriba.

—¿Qué estás tramando ahora? —preguntó Ranma con un tono divertido, observándola mientras ella trazaba un rastro de besos suaves sobre su pecho.

—Shh... ya lo verás —respondió ella con una sonrisa traviesa, provocando pequeñas risas en él.

Pero mientras sus labios continuaban bajando lentamente, más allá de su abdomen, Ranma no pudo evitar que la curiosidad lo invadiera.

—Akane... ¿qué... qué tienes en mente? —preguntó con una mezcla de nervios y anticipación, mientras su cuerpo comenzaba a tensarse ante la expectativa de lo que Akane podría hacer.

Ella solo sonrió, disfrutando de mantenerlo en suspenso.

—Confía en mí.

No tardó mucho en obtener su respuesta. Akane, con una mezcla de timidez y hambre, comenzó a besar su miembro. De inmediato, Ranma sintió cómo su excitación regresaba con fuerza, endureciéndose nuevamente al contacto de su prometida. La incredulidad lo invadió al darse cuenta de lo que estaba sucediendo, pero eso solo lo encendió más.

Cuando Akane envolvió su virilidad con los labios, el calor de su boca y la suavidad de su lengua dejaron a Ranma sin aliento. Ella saboreó el sabor salino que emanaba de la punta de su glande, dejando que cada sensación se grabara en su memoria. Con un ritmo lento pero decidido, comenzó a deslizarse hacia abajo, tratando de llegar lo más profundo posible, mientras su mano acariciaba y estimulaba la base del falo con movimientos coordinados. Ranma se sintió en el cielo, agradecido no solo de que Akane le estuviera haciendo una felación, sino también por la sorprendente habilidad que demostraba a pesar de ser su primera vez. Lo tenía al borde del desfogue.

—¿Dónde aprendiste a hacer esto? —preguntó con voz ronca, apenas capaz de contener su asombro, mientras se incorporaba ligeramente para tener una mejor vista de la escena—. Lo haces... muy bien.

Akane liberó el miembro de Ranma de su boca, sintiendo orgullo por haber recibido semejante elogio. Aunque al principio le había dado pena, ahora se alegraba de que Ranma estuviera disfrutando tanto. Además, acababa de descubrir lo increíblemente erótico que podía ser estimular a un hombre de esa manera.

—Emm... pues... de la revista para "chicas grandes" que me regalaste —confesó con una voz tímida.

Ranma se quedó boquiabierto, incapaz de contener una sonrisa divertida.

—¿Mi revista? —repitió, sorprendido y un poco avergonzado —¡Vaya, nunca pensé que realmente la verías!

Akane sonrió, su mirada llena de complicidad.

—Bueno... pensé que podía aprender algo útil —respondió con un toque de malicia en su tono antes de volver a concentrarse en su tarea.

Ranma se felicitó a sí mismo en silencio por haberle dado esa bendita revista. Aunque verdaderamente pensó que Akane jamás la leería, ahora no solo estaba convencido de que no había sido una pérdida de tiempo, sino que ahora estaba seriamente considerando comprarle más de esas con regularidad. Con una mano temblorosa por el placer, la colocó suavemente sobre la cabeza de Akane, acompañando sus movimientos, acariciándola mientras sentía el vaivén de su boca y mano sobre su miembro. Ranma la miraba con profunda excitación y adoración, el contraste entre la dulzura de sus caricias y la intensidad del placer que le brindaba lo abrumaba. La escena ante él era tan excitante, tan íntima, que no creía que fuera a durar mucho más tiempo.

—Akane, detente... —pidió Ranma con voz entrecortada, sintiendo cómo se acercaba al límite. Pero ella solo lo miró con ojos desafiantes, sin intención de detenerse.

—Akane, me voy a correr —sentenció, luchando por mantener el control. En el último instante, la apartó abruptamente de su pene, eyaculando sobre su rostro y pechos. La visión de Akane, desnuda, cubierta de su semen y con las mejillas ruborizadas, superaba cualquier imagen de revista que hubiese visto.

—Perdón, no quería que tuvieras que tragarlo, mucho menos que te ensuciaras —se disculpó Ranma, visiblemente avergonzado por la situación.

Akane, sin embargo, desestimó el comentario y lamió un poco de semen que había salpicado en su labio. La reacción de Ranma fue una mezcla de sorpresa y fascinación: Akane demostraba una disposición notable para explorar y experimentar con nuevas sensaciones.

Casi ignorando la presencia de Ranma y con un aire de curiosidad y audacia, Akane tomó un poco del semen que había caído sobre sus pechos y empezó a jugar con él entre sus dedos, como si intentara entender cada aspecto del fluido. Ranma observaba con atención, cautivado por la forma en que Akane parecía evaluar la consistencia, viscosidad y el color del fluido. Incluso el gusto parecía ser parte de su exploración ya que Akane volvía a lamerse el labio otra vez. La escena se convirtió en un espectáculo sensual de descubrimiento y deseo. Ranma no podía apartar la vista, embelesado por la forma en que Akane se sumergía en la experiencia.

—Parece que estás muy interesada en mi semen —comentó Ranma, intentando mantener un tono casual, aunque la escena le resultaba increíblemente erótica.

Akane se sonrojó al escuchar el comentario. —Es solo que… esto es nuevo para mí, y es… interesante —respondió, tratando de justificar su curiosidad.

—Si te gusta tanto, podría darte un poco cada día para que juegues—bromeó Ranma con una sonrisa traviesa, mientras tomaba su camisa roja y comenzaba a limpiar las manos, pechos y rostro de Akane.

Akane se ruborizó aún más al imaginar más días como estos en el futuro. Sin embargo, su rostro pronto se iluminó con una sonrisa cómplice, y sin poder evitarlo, añadió con un tono seductor que no sabía que poseía: —Quizás sí me gustaría… pero por ahora, quiero otra cosa.

Se abalanzó lentamente sobre él, retomando la iniciativa mientras lo besaba apasionadamente. Akane posicionó cada pierna a un lado del cuerpo de su prometido, lista para buscar un segundo asalto. Sus caderas empezaron un suave vaivén que hacía que sus intimidades se rozaran intensamente. Sin embargo, Ranma, con un esfuerzo evidente y contra todos sus deseos, la detuvo.

—Akane… —la interrumpió colocando sus manos firmemente sobre sus caderas para detener el movimiento. Sus ojos reflejaban una mezcla de deseo y desilusión—. No tengo más preservativos… debemos ser responsables.

El rostro de Akane se nubló de decepción al comprender la verdad en las palabras de Ranma. —Es verdad… —se limitó a decir con un suspiro frustrado que escapó de sus labios mientras giraba lentamente hacia la pared, su cuerpo tensado por la interrupción inesperada. El desánimo se dibujaba claramente en su postura, y su expresión revelaba una mezcla de anhelo no satisfecho y resignación.

Ranma observó la tristeza en los ojos de Akane, y una punzada de culpa y preocupación lo recorrió. No podía soportar verla así, tan desalentada. Quería hacerla sentir deseada y satisfecha, como merecía.

—No pongas esa cara… no quiero dejar a mi prometida insatisfecha —murmuró con suavidad, inclinándose hacia ella mientras la acomodaba con delicadeza nuevamente sobre el futón. Sus manos recorrían su cuerpo con una ternura palpable, hasta que una de ellas encontró su clítoris. Con movimientos suaves, empezó a acariciarlo, buscando brindarle el placer que su mirada pedía a gritos.

Akane, quien al principio parecía abatida, pronto se rindió nuevamente al placer. Sus suspiros crecían en intensidad mientras se entregaba por completo a las hábiles caricias de Ranma. Él la observaba con devoción, decidido a compensar la interrupción. —Mañana compraré más, te lo prometo —añadió con un tono reconfortante, mientras sus dedos continuaban su rítmica danza, logrando que la frustración de Akane se desvaneciera poco a poco, reemplazada por una ola de placer que la hacía estremecer.

—Es mi turno de devolverte el favor —susurró Ranma, su voz ronca y cargada de deseo, antes de sumergirse en su tarea con una determinación que prometía borrar cualquier rastro de decepción.

Ranma comenzó con un beso suave en la rodilla de Akane, y, lentamente, trazó un camino ascendente de besos por el interior de sus muslos, acercándose cada vez más a su monte de Venus. Akane, con la respiración entrecortada y su cuerpo en tensión, no podía contener el torbellino de emociones que la embargaba. ¡Hazlo de una buena vez! pensaba, desesperada por más. Estaba tan cerca de aquella zona tan íntima que cada segundo se volvía una tortura exquisita, su cuerpo completamente fuera de control, rendido al deseo.

Ranma, saboreando cada reacción de Akane, al llegar a su destino, separó los pliegues de su vulva con una delicadeza calculada, consciente de cómo esa suavidad aumentaba la ansiedad de su prometida. La respiración de Akane se hizo más profunda, su necesidad era palpable, y el toque de Ranma, suave pero implacable, la llevó al borde de la desesperación, incrementando su deseo hasta hacerlo casi insoportable.

La agonía que había estado consumiéndola finalmente se desvaneció al sentir la lengua de Ranma acariciar su entrepierna. El primer contacto fue como una descarga eléctrica de puro éxtasis, y Akane no pudo reprimir un gemido profundo que escapó de lo más hondo de su ser. La intensidad de la sensación la abrumaba, cada movimiento suave y preciso de su lengua era como una caricia de fuego húmedo, recorriendo con devoción cada rincón de su intimidad. El contraste entre la delicadeza de los labios de Ranma y la firmeza de su lengua hacía que su piel se erizara. Definitivamente, la sensación era infinitamente más placentera que cuando la estimulaban solo con los dedos, incluso podría compararse a cuando estaba siendo penetrada. Akane se encontraba atrapada en un mar de placer creciente, mientras él la saboreaba como si fuera el néctar más exquisito, saboreando cada gota de su esencia sin la más mínima vergüenza o duda.

Ranma, sintiendo cómo su cuerpo respondía, en especial cuando daba pequeñas succiones a su clítoris, intensificó su ataque al deslizar un dedo en su interior, seguido inmediatamente por otro, moviéndolos en un ritmo lento y tortuoso que enviaba oleadas de placer a través del cuerpo de Akane, empujándola cada vez más cerca del borde de la locura.

Akane podía sentir cómo su cuerpo se acercaba al clímax, cada caricia, cada movimiento de Ranma la llevaba más allá de lo que podía soportar. Hasta que finalmente, un intenso orgasmo la recorrió como una tormenta, haciendo que apretara a Ranma entre sus piernas sin escapatoria mientras su cuerpo se convulsionaba con olas interminables de placer. Su mente quedó en blanco, perdida en la intensidad del momento, mientras su cuerpo temblaba bajo el peso de la experiencia recién vivida.

Cuando finalmente la tormenta de sensaciones cesó, Akane quedó rendida, jadeante, sus ojos entreabiertos y su cuerpo aun temblando por la intensidad del orgasmo. Cada fibra de su ser parecía relajarse lentamente, mientras la calma reemplazaba al éxtasis. Ranma se recostó junto a ella, y, con un gesto tierno, los cubrió a ambos con la manta del futón, envolviéndolos en una calidez íntima.

Frente a frente, con las respiraciones aún agitadas y sus rostros ruborizados, compartían un silencio cargado de emociones. Sin necesidad de palabras, se acercaron lentamente y sus labios se encontraron en un beso apasionado, suave pero lleno de la conexión profunda que ambos sentían. Akane pudo saborear el rastro de su propia excitación en los labios de Ranma, lo que hizo que una corriente de deseo remanente recorriera su cuerpo.

—T... te... amo... —tartamudeó Ranma en un susurro, su voz entrecortada por la sinceridad que llenaba cada palabra, como si confesara un sentimiento que llevaba mucho tiempo guardado.

Aunque el balbuceo de Ranma no pasó desapercibido, el corazón de Akane latía a mil por hora. Escuchar esas palabras nuevamente de los labios de su prometido llenó su corazón de una felicidad tan intensa que sus ojos comenzaron a brillar involuntariamente, reflejando la emoción que la embargaba.

—¿Eeehh? ¿Qué pasa? ¿Te duele algo? —preguntó Ranma, alarmado por el repentino cambio de emoción en Akane.

Ella, en lugar de responder de inmediato, se acurrucó contra su pecho, abrazándolo con fuerza como si quisiera fundirse con él. —Es la segunda vez que me lo dices. —murmuró con dulzura, su voz suave pero cargada de significado.

—¿¡Qué!? ¿Cuándo fue la primera? —preguntó Ranma, sorprendido, mientras su mente buscaba en vano un recuerdo que parecía haber desaparecido.

—Cuando creíste que moría en el Monte Fénix, cerca de las pozas de Jusenkyo —explicó Akane, su tono serio pero cargado de una cierta nostalgia.

Ranma frunció el ceño, visiblemente confundido. —No recuerdo haber dicho algo así antes... —admitió, con sinceridad.

—¡Claro que lo hiciste, torpe! —replicó Akane, su voz teñida de frustración y afecto, como si no pudiera creer que él no lo recordara.

La expresión de Ranma se volvió sombría. El día de la boda fallida ya le había mencionado algo parecido, pero era evidente que Ranma realmente no recordaba haber dicho esas palabras en el Monte Fénix. Quizás el trauma de esos momentos fue demasiado fuerte, enterrando ese recuerdo entre la confusión y el miedo.

El silencio se alargó entre ellos, pesado pero lleno de emociones no dichas, hasta que Akane, incapaz de soportar más la tensión, levantó ligeramente la cabeza para mirarlo. —Yo también te amo, bobo —dijo finalmente, rompiendo el incómodo silencio con una sonrisa que suavizó el ambiente.

El rostro de Ranma se relajó, sus ojos suavizándose mientras la cercanía entre ambos aumentaba. Akane, con una sonrisa tierna, se acurrucó aún más cerca, recibiendo un beso suave en la cabeza, seguido de tiernos besos en los labios que encendían una chispa de calidez entre ellos. Los besos eran delicados pero cargados de una profunda conexión, como si en ese instante todo lo que importara fuera el latido de sus corazones en sincronía.

Ranma, volvió a acariciar la espalda de Akane descubriendo que era algo que al parecer inconscientemente le gustaba mucho hacer. Sus manos descendían lentamente, recorriendo su piel con suavidad, hasta que llegaron a sus firmes glúteos. Los apretó con un toque que mezclaba cariño y deseo, un gesto que hablaba de su creciente confianza y del profundo afecto que sentía por ella.

La conexión entre ambos se intensificó, envolviéndolos en una atmósfera de amor y tranquilidad, donde las palabras eran innecesarias. En ese instante, todo lo vivido y lo compartido parecía converger en una sensación que ambos atesorarían para siempre, un vínculo que iba más allá de lo físico, profundo y sincero.

—Ranma... ¿Dónde fuiste cuando saliste corriendo? —preguntó Akane en un susurro, interrumpiendo el cómodo silencio que se había instaurado entre ellos. Sus palabras eran suaves, pero cargadas de curiosidad y dolor.

—Solo corrí mucho hasta que me calmé —respondió él, su voz teñida de sinceridad—. Finalmente, caminé y reflexioné sobre todo lo que había ocurrido, en mis sentimientos... y en ti. El que me besaras me hizo darme cuenta de que ambos sentíamos lo mismo, solo que yo no lo había aceptado todavía.

El corazón de Akane se apretó al escuchar la honestidad en sus palabras. Sin embargo, no pudo evitar recordar el dolor que sintió al verlo huir. Se acurrucó más profundamente contra su pecho, escondiendo su rostro en él mientras decía en voz baja: —No lo vuelvas a hacer, fue muy desolador. Me sentí muy mal.

Ranma la envolvió con más fuerza, como si intentara protegerla del recuerdo de ese dolor. —Ya no correré como un cobarde otra vez, te lo prometo —dijo con una firmeza que solo pudo encontrar después de haber enfrentado sus propios miedos.

—¿Akane? —murmuró después de unos momentos de silencio, su tono más vacilante ahora.

—¿Sí? —respondió ella, levantando la vista para encontrar su mirada.

Ranma respiró hondo, luchando por dejar de lado el orgullo y la vergüenza. La excitación que antes lo había impulsado y envalentonado ya se había calmado, menos seguro ahora sobre cómo actuar, finalmente, con el rostro encendido por la incertidumbre, dijo: —Prométeme que se repetirá.

Akane lo miró fijamente, algo confundida por la petición. —¿Repetir qué? —preguntó sin entender.

Ranma la observó unos segundos antes de responder, su tono cargado de vergüenza y deseo. —Volver a hacer el amor.

El rubor que cubrió el rostro de Akane fue inmediato, extendiéndose hasta su cuello. —¡Tú eres el que debe prometerme que se repetirá, idiota! —exclamó, su voz mezclando timidez y reproche—. Yo... yo quiero ser tu novia —añadió, su voz quebrándose en un sollozo que llevaba consigo todo el peso de lo que había estado sintiendo.

Ranma la miró con una mezcla de ternura y diversión, sin poder evitar una sonrisa juguetona. —No creo que podamos negarnos que somos novios después de esto, Akane —bromeó, aunque sus palabras llevaban un tono serio, casi protector—. Yo también... quiero ser tu novio. Aunque técnicamente somos más que novios. Somos prometidos. —añadió riendo.

Akane lo observó en silencio, sus emociones a flor de piel, mientras una lágrima solitaria caía por su mejilla. —Es cierto. Somos más que novios.

Ranma, obligándose a dejar de lado cualquier inseguridad, se inclinó hacia ella y la besó suavemente en los labios. —Te prometo que se repetirá —susurró contra su boca, sellando el momento con un beso tierno y lleno de amor.

De repente, como un balde de agua fría, el recuerdo de la noche del viernes invadió la mente de Ranma, llenándolo de una culpa que había logrado dejar de lado debido a los recientes acontecimientos. La sensación lo abrumó, y el ambiente íntimo y cálido que los envolvía comenzó a desmoronarse a su alrededor. No podía esperar más.

—Akane… me temo que debo contarte algo antes de que todo esto continúe —dijo Ranma, su voz teñida de gravedad. La seriedad en su tono y la incomodidad en su postura reflejaban la magnitud de lo que estaba a punto de revelar. Lentamente, se apartó un poco de Akane, como si intentara poner distancia entre ellos y la verdad que estaba a punto de confesar.

Akane se alarmó al instante al notar el cambio en su voz. El aire, que momentos antes era denso de pasión y ternura, se había vuelto tenso, casi sofocante. Ella, visiblemente inquieta, se ajustó el futón para cubrirse mejor, su mente ya anticipando algo que no le gustaría. Las posibilidades comenzaban a pasar por su cabeza como ráfagas rápidas y agobiantes.

—¿De qué hablas, Ranma? —preguntó, su voz apenas un susurro tratando de sonar calmada, temerosa de la respuesta que estaba por llegar.

Ranma tomó aire profundamente, como si estuviera preparándose para una batalla interna. Su voz salió temblorosa, cargada de vergüenza y miedo —¿Te acuerdas de la noche del viernes? La noche en que vimos esa película de terror.

—Sí, claro... —respondió Akane, su tono ahora tembloroso y lleno de inquietud. Sus ojos se fijaron en él, buscando alguna señal que le indicara qué era lo que lo tenía tan afectado.

El silencio que siguió fue casi insoportable. Ranma, sintiendo el peso de su confesión aún sobre sus hombros, evitó su mirada, sabiendo que lo que estaba por decir podría cambiar todo entre ellos.

Ranma bajó la mirada, su expresión reflejaba la carga que sus palabras estaban a punto de traer. Con un nudo en la garganta, comenzó a relatar lo ocurrido esa noche, describiendo cómo, en un momento de debilidad, había tocado a Akane sin su permiso y cómo había cruzado límites que nunca debió haber cruzado. Su voz temblaba al recordar la manera inapropiada en la que se había comportado y el profundo arrepentimiento que sentía por sus acciones. Cada palabra que pronunciaba parecía hundirlo más en su propia vergüenza.

Akane lo miró, incapaz de procesar lo que estaba escuchando. Sus ojos reflejaban una mezcla de dolor y decepción. La revelación de Ranma dejó un vacío emocional en el aire, creando un silencio tan pesado que parecía oprimirlos.

Akane lo observó fijamente, tratando de asimilar sus palabras. La incredulidad era palpable en su rostro, y antes de que Ranma pudiera decir algo más, ella levantó la mano y lo abofeteó con fuerza. El sonido de la cachetada resonó en la habitación, un golpe que dejó un ardor inmediato en la mejilla de Ranma. Pero él no protestó, aceptando el castigo como algo merecido, como si el dolor físico pudiera redimir el dolor emocional que había causado.

La tensión en la habitación era palpable tras la bofetada. Ranma, con la cabeza gacha y el rostro enrojecido, sentía que todo lo que recién habían construido se había desmoronado. El silencio que siguió estaba cargado de dolor y decepción.

Ranma no se atrevía a levantar la vista, esperando que Akane expresara su furia. Sin embargo, el silencio era aún más abrumador. Sabía que había arruinado algo valioso y estaba dispuesto a aceptar las consecuencias, incluso si eso significaba perder a Akane para siempre. Su arrepentimiento era profundo, lamentaba haber hecho lo que hizo y lamentaba aún mas no habérselo confesado antes, antes de que fuera demasiado tarde. Ahora temía que su comportamiento le estuviera causando más dolor o incluso repulsión ahora que ella se había entregado a él sin saber la verdad previamente.

Finalmente, Ranma se atrevió a mirar a Akane. Su corazón se hundió al ver la expresión en su rostro con expresión acusadora. Akane lo miraba intensamente, esperando respuestas.

—¿Cuántas veces me has hecho eso? —preguntó Akane, su voz firme pero cargada de dolor y confusión.

—Solo fue esa vez… lo prometo —respondió Ranma, temblando mientras intentaba mantener la calma.

—¿Por qué lo hiciste? —La pregunta salió con una mezcla de angustia y necesidad de comprensión.

Ranma suspiró profundamente, reflejando una profunda decepción en sí mismo. —T… te veías muy linda… tu pijama se había corrido y podía ver tu abdomen y tus pezones se marcaban en la camisa… Sé que no es excusa, pero me excitó mucho verte así y en ese momento tocarte no parecía tan malo. Después de que "todo" ocurriera, me di cuenta de lo mal que estaba, pero ya no podía revertir lo que hice.

Akane, con el rostro aún tenso, continuó con su interrogatorio. —¿A cuántas más le has hecho eso?

—¡A ninguna más! —exclamó Ranma con desesperación, herido al ver que Akane pensaba que era algo que hacía con frecuencia. —Me duele profundamente, porque tú eres la mujer más importante para mí. Me siento horrible y como un cobarde por lo que hice, y sé que suena terrible, pero solo tú has despertado en mí el deseo de hacer algo así —añadió, su mirada fija en ella, temeroso de cómo podría reaccionar.

Ranma permaneció en esa posición, su cuerpo rígido y su corazón palpitando con fuerza, esperando el castigo o el rechazo de Akane. Si tenía suerte, ella lo golpearía hasta hartarse. Si no, podría no querer saber nada más de él. Su mente estaba llena de temores sobre lo que podría suceder a continuación.

Akane, con una seriedad imperturbable, tomó las manos de Ranma y, para su sorpresa, las llevó a sus pechos. Ranma, confundido y sin saber cómo reaccionar, permaneció inmóvil mientras sus manos eran depositadas en esa zona. Akane guio sus manos para que él comenzara a masajearle los senos. Justo cuando Ranma empezaba a hacerlo por su cuenta, Akane, con una rapidez sorprendente, retiró una de sus manos y le dio otra cachetada, aún más fuerte y dolorosa que la anterior.

Ranma intentó decir algo, pero antes de que pudiera articular palabra, una tercera cachetada cruzó su rostro.

Ranma se quedó atónito, con sus manos aún sobre los pechos de Akane, respirando agitadamente y con una expresión de total desconcierto. Su mente estaba en blanco, incapaz de procesar lo que acababa de ocurrir. La tensión en el aire era palpable, y él se quedó congelado, sin saber cómo manejar la extraña situación.

Se quedaron en silencio, Ranma no se atrevía a mencionar ninguna palabra ni a mover ningún músculo.

—No lo vuelvas a hacer... no sin mi permiso —dijo finalmente Akane con una voz firme y seca. Luego, retiró las manos de Ranma de su cuerpo, suavizando su expresión mientras lo guiaba por los hombros y lo recostaba en el futón. Se acomodó a su lado, cubriéndolos con la manta y colocando el brazo de Ranma alrededor de su cintura, invitándolo a abrazarla.

Ahora se encontraban muy cerca, mirándose a los ojos. Ranma, aún en estado de shock, apenas podía hacer otra cosa que respirar pesadamente, tratando de procesar sin éxito lo que acababa de suceder. Akane acarició suavemente el lado de su rostro enrojecido por los golpes con el dorso de su mano, provocando un gemido de placer en él. Luego, acortó la distancia entre ellos y lo besó dulcemente en la mejilla magullada y apasionadamente en los labios, un gesto que Ranma respondió de manera muy torpe, todavía sin comprender del todo la situación.

—Buenas noches, Ranma —susurró Akane antes de cerrar los ojos.

Ranma, completamente desconcertado, intentaba descifrar si realmente había sido perdonado. Lo que menos comprendía era cómo, a pesar del dolor punzante en su mejilla, su cuerpo respondía con una prominente erección.