Historias de amor para contar por la noche

Electric Touch


Sinopsis

Apuesto a que las cosas van a resultar mal. Tengo un historial de anécdotas con final triste, pero todavía espero que el fuego no me queme al menos una sola vez. En cada ocasión en la que me esfuerzo por amor, todo se derrumba. Estoy acostumbrada a que nadie me llame y dormir sola ya es una rutina. Tengo la esperanza de que esta vez, sólo esta vez, las estrellas se alineen y te pueda llamar "mío" y tal vez no necesitarás espacio o darme largas mientras te decides. Tengo la sensación de que tu toque eléctrico puede llenar de vida a este pueblo fantasma.

Disclaimer

Twilight y sus personajes le pertenecen a Stephenie Meyer. Queda prohibida la reproducción total o parcial de este trabajo, que solamente es publicado en Fanfiction /./ Net


Bella había pasado los últimos cinco minutos observando la pantalla frente a ella. Sin hacer absolutamente nada. Tenía cuarenta y cinco correos sin leer. La mitad de su lista de cosas por hacer seguía sin hacerse y ya se estaba imaginando que al abrir un correo más esa lista doblaría su tamaño. Un café rancio. Una galleta de mantequilla que ya había formado una laguna de grasa en la servilleta. Y un cansancio de diez mil mulas.

Bella prefería los lunes a los martes.

Los martes eran su infierno personal.

Sin contar los miércoles luego del almuerzo.

Los viernes no estaban tan mal, pero siempre se sentían como un episodio de relleno en la vigésima octava temporada de su vida.

Esperó a que la segunda canción se terminara antes de pausarla y mirar a su alrededor. Suficiente disociación para un martes a media mañana.

Su jefe no estaba en la oficina. Probablemente estaba metido en una interminable junta, en las cuales no resolvían nada.

La chica frente a ella tampoco estaba. Seguramente estaba en el baño o fingiendo estar ocupada en el otro extremo de la compañía, con tal de no estar en su asiento.

El resto trabajaba o simulaba trabajar diligentemente.

Era un martes tan desabrido.

Llevó el cursor a su correo y con un suspiro, presionó el primero.

No era malo. No era para ella. Bella sólo había tenido la mala fortuna de estar entre los miles de destinatarios de esa inmensa cadena de correos.

Un mensaje apareció en la parte inferior de su pantalla.

Alice: Estoy aburrida.

Bella medio sonrió.

Bella: Yo también. Quiero ir a casa.

Alice: ¿A hacer qué?

Bella: Nada. A tirarme en la cama. A ver una película. Aunque tengo que ir al super, mi refri está vacío.

Alice: Que flojera. Ordena una pizza o algo así.

Bella: Tengo que comer mañana. Y el día después de mañana y así sucesivamente hasta que muera.

Alice: Mal día, ¿eh?

Bella: Ni te lo imaginas. Odio los martes.

Alice: ¿Quieres ir al cine por la noche?

Bella: Si, seguro.

Al fin algo por lo cual emocionarse.

Alice: Ni siquiera sé qué películas están pasando.

Bella: Ni yo. Revisa la cartelera.

A Bella le había parecido raro que Alice la invitara a salir. Usualmente ella pasaba sus noches con Jasper. A menos que estuvieran peleando.

Si ese era el caso, esperaba que Alice le contara los detalles. A Bella le gustaba saber sobre las relaciones amorosas de sus amigas, le gustaba imaginarse el drama y sus sentimientos. Era algo entretenido, dado que ella no tenía nada con lo cual entretenerse.

El drama en la vida de Bella era de todo menos romántico. No había sido del modo romántico desde que tenía 23 años. Y ya tenía 28.

5 célibes y felices años.

Cuando era más joven, a Bella le había interesado tener un novio, tener a alguien a quien tomarle la mano o encontrarse con un mensaje de "te quiero" a media mañana.

Pero luego el tiempo se encargó de arruinarle las expectativas, de calmar sus ansias y de pausar sus sueños.

Jake la había lastimado. Había roto algo dentro de ella.

Y Bella se olvidó de él lo suficiente como para olvidar por qué necesitaba olvidarlo. Se olvidó de su presencia, pero también olvidó que para sanar una herida es necesario limpiarla.

Se concentró en sanar la herida cuando esta ya tenía pus y ya se carcomía el tejido sano.

Ahora simplemente no buscaba a alguien por simple costumbre.

La mayoría del tiempo no le molestaba. Se sentía en paz y compuesta. Los pensamientos intrusivos surgían cuando pasaba el día entero con sus amigas, las que estaban en relaciones comprometidas. Rose, Alice y Ángela.

Se sentía más comprendida y más ligera cuando pasaba el rato con Jessica. Porque el drama en la vida de Jessica Stanley era suficiente como para que no se le antojara tener a ningún hombre cerca. Le daban ganas de mantenerlos alejados con un palo… aunque, la verdad, no había nadie a quién mantener alejado.

Bella no tenía solicitudes de amistad nuevas. No tenía mensajes de chicos. No tenía una fila frente a ella, esperando su turno.

No tenía nada. Absolutamente nada.

Su bandeja estaba llena de mensajes de amigos y de trabajo.

Sus mensajes de Instagram estaban llenos de posts y reels compartidos.

Los únicos comentarios en sus fotos eran de amigos, que lanzaban fuegos si a ella se le ocurría subir alguna foto de cuerpo completo.

En cambio, Ángela, Rose y Alice lo tenían todo. Ángela ya había salido con Ben por dos años. Rose estaba comprometida con Emmett y Alice había estado saliendo con Jasper por catorce meses.

Todas ellas tenían una relación diferente. Vivían una etapa diferente. Y eso le entretenía a Bella.

El amor siempre es mejor cuando está lejos, pensó, alcanzando su bolígrafo y anotando de mala gana otra cosa por hacer en su lista.

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—Más cosas por hacer—Tanya dejó una pila de papeles frente a Edward. Él alzó la vista y dejó de escribir sobre el formulario.

—Jódeme—le dijo.

Tanya le dio una sonrisa y palmeó la pila.

—Feliz martes supongo.

Edward gruñó bajo su aliento y siguió rellenando círculos. Movió el pie al ritmo de una música imaginaria.

Tanya se detuvo en la puerta y lo miró sobre su hombro.

—¿Tienes comida contigo?

—¿Para el almuerzo? —él preguntó de regreso.

—Si.

—No, planeaba ir al Starbucks o algo así.

—¿Quieres sushi? —ella le alzó la ceja.

—Seguro. Pídeme unos rollos empanizados, ¿quieres?

—Claro, jefe—ella masculló.

—¡Por favor! —Edward gritó antes de que ella cerrara la puerta.

Suspiró y firmó los análisis.

No esperaba que el martes fuera así de ajetreado. Odiaba los martes, pero en especial este. En otras ocasiones eran aburridos sin muchas cosas por hacer. Hoy tenía mucho qué hacer. Tal vez un balance sería bueno.

Ahora tenía que analizar más muestras y tratar de ponerse al día con todos esos formularios.

Escuchó la estruendosa voz de Félix y supo que su día sólo empeoraría. Comenzaba a desagradarle Félix, pero sólo porque cada visita de Félix significaba más solicitudes de análisis médicos. Y Tanya tendría que agendarlos. Y luego Edward tendría que sacar sangre o saliva o lidiar con otros fluidos corporales y después de eso llenar formularios.

Su celular vibró en su bolsillo y lo sacó. Usualmente ignoraba sus notificaciones cuando tenía mucho trabajo en las manos, pero estaba de humor para procrastinar.

Era una notificación de Trundi. Una chica había mostrado interés en él. Edward abrió la aplicación de citas. Mmm, no era su tipo. Edward prefería a las chicas inteligentes, ratones de biblioteca y con gusto por el café. Esta chica era como la hija de Drácula. Demasiado gótica para su gusto.

Dejó ir la notificación y volvió a enterrar su celular en su bolsillo.

Edward había descargado la aplicación de citas hacía una semana. Desde entonces, veinte chicas habían mostrado interés en él. Había hecho match con cuatro, pero ninguna envió un mensaje. Él tampoco lo hizo.

Mike le dijo que se suponía que tenía que enviar un mensaje, no simplemente darle corazones a las personas, para que Trundi funcionara.

Edward estuvo a punto de enviarle un mensaje a la segunda chica, pero luego pensó que tendría que tener una cita pronto y Edward había tenido una semana muy ocupada.

Así que dejó pasar la oportunidad.

—Dejas pasar oportunidades, Wardo—le dijo Mike, golpeando su hombro—. Ya hombre, es hora de que te consigas un buen culo.

Edward se rio.

—Lo tendré en cuenta.

Edward había estado soltero por medio año. Podría decirse. Él y su última novia habían terminado hacía dos años y medio. Desde entonces, Edward había tenido un par de citas y casi logró formar algo con una. Hasta que la chica le dijo que necesitaba algo de espacio, que necesitaba pensarlo, que le diera algo de tiempo.

Edward resopló una risa sin humor al recordarlo.

Eso era lo que su ex novia le había pedido. Espacio y tiempo.

Edward comenzaba a creer que ocupaba mucho espacio, que tomaba mucho tiempo, que amarlo era demasiada molestia.

Pues bueno, ahora lo que le tomaba mucho espacio en su escritorio era la montaña de análisis y formularios y era eso mismo lo que le tomaría mucho tiempo.

—Me voy a la mierda, supongo—musitó para sí mismo antes de tomar la primera carpeta del montón.

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Alice no le escribió de vuelta a Bella y el tiempo voló entre su larga lista de pendientes, el almuerzo y la charla con sus compañeros de trabajo.

El debate de hoy había sido "¿por qué estamos tan solos?" Bella no opinó mucho al respecto, porque en realidad no lo tenía muy claro.

Se limitó a asentir a los comentarios del resto de chicas, que decían que tenían expectativas y parecía que ningún chico lograba cumplirlas.

Ellos decían que las chicas eran muy demandantes. Y complicadas.

Mientras Bella elegía algún cereal, su teléfono vibró con un mensaje. Se lo sacó del bolsillo.

Era Alice.

Alice: ¡Lo siento! Algo surgió. ¿Podemos salir después?

Bella suspiró y luego de arrojar la caja de cereal a su carrito de compras, tecleó una respuesta.

Bella: Seguro.

Bella ya sabía que Alice había discutido con Jasper y también sabía que "algo" era Jasper, así que probablemente ellos iban a arreglar las cosas.

Tal vez ella podía ver una película por su cuenta después de todo.

Feliz martes.

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Lo único que a Edward le emocionaba de los martes era su torneo de videojuegos con sus amigos de toda la vida.

Se reunían en casa de Mike y pedían pizza o alguna comida sabrosa que se les antojara.

Esta noche, Edward estaba ganando, así que no se había levantado de su lugar en el sofá gris rata de Mike. Y Benjamín era quien le pasaba la comida.

—¿Ya tienes una cita? —Mike lo codeó. Él ya había perdido, así que estaba sentado en el reposabrazos junto a Edward.

—No—él respondió—. He estado ocupado.

—¿Con qué? ¿Haciendo qué? —picó Mike.

—La semana pasada estuve ocupado—reformuló Edward.

—Bueno, esta semana no estarás ocupado, ¿por qué no lo intentas?

Edward alejó brevemente sus ojos del televisor para darle una mirada aburrida.

—Sólo digo—Mike ofreció las palmas. El resto los estaban ignorando. Mike y Edward hablaban en cuchicheos—. Piensa en las posibilidades.

Edward disparó, ensañándose contra Seth. Seth lanzó un grito de molestia mientras el resto vitoreaba.

—¿Qué posibilidades? ¿El sexo?

Mike sonrió cuando la partida terminó con Edward como ganador absoluto de la noche. Le agitaron los hombros y gritaban en su oído. Edward sólo reía y aceptó la última cerveza que le tendió Benjamín.

Cuando Edward alcanzaba su chaqueta en la entrada de la casa de Mike, este se acercó para despedirlo.

—Si, el sexo, hombre—siguió Mike, como si su conversación no se hubiera interrumpido—. Te hace buena falta.

—Puedo pagar por sexo cuando yo quiera.

Mike le sonrió, conspirador, antes de lanzar una carcajada.

—¿Conoces a alguien?

—No, hombre, hazte a un lado—Edward lo empujó por el pecho.

Mike rodó los ojos.

—Como sea. Nos vemos luego.

—Adiós—Edward salió de ahí y caminó por la acera hasta su auto.

Lo había dicho enserio. Él podía pagar por sexo cuando lo creyera necesario, cuando se encontrara demasiado necesitado, su sueldo le alcanzaba para algo elegante… sólo que Edward no se atrevería.

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Bella había ido a la cama temprano, pero no se fue a dormir. En su lugar, sólo encendió la televisión y le dio play a la segunda película de la noche.

Tal vez si tuviera otra amiga o algún novio hubiera salido esta noche, tal vez no estaría aburrida.

Algunas veces, Bella aceptaba que se engañaba a sí misma. Obviamente soñaba con el amor, con un chico lindo de ojos suaves y sonrisas ligeras, con manos fuertes y una boca rosa para besar, con brazos seguros y cabello sedoso en el cual pasar sus dedos.

Pero luego pensaba en que era mucha molestia y en que seguramente no estaba lista para eso.

¿Entonces cuándo?, se preguntó.

Luego, se respondió.

Se le antojaba dejar de pensar por un rato, así que decidió irse a dormir, pero eso no iba a funcionar porque aún no se sentía cansada.

—Bueno—murmuró y apagó la televisión, quedándose a oscuras.

Tanteó en su buró hasta encontrar lo que buscaba.

Su vibrador podría relajarla y, tal vez, así podría quedarse dormida.

No pasó mucho tiempo para que su respiración se acelerara y apuñara las sábanas con su mano libre. Abrió más las piernas, disfrutando de la sensación palpitante en su centro. Suave, luego más rápido.

Tal vez hablar con alguien no te mataría, pensó.

Y justo así, por un momento, sostén la sensación.

Gimió aliviada y suspiró. Sus extremidades cayeron a la cama sin fuerza, como desmadejadas.

Sólo intenta, nada malo pasará.

Sin pensarlo mucho, Bella alcanzó su teléfono.

Había escuchado a Jessica hablar de esta nueva aplicación de citas: Tundri.

Si no funcionaba o no la convencía, eliminaría su cuenta.

Sin daños a terceros.

Sin daños colaterales.

Nada malo pasaría.

Y parecía ser más fácil.

Bella no tendría que ir a lugares a conocer a nuevas personas, esperando que un hombre guapo cruzara la puerta y fuera directo a ella.

Un like no es nada comprometedor, pensó.

Eligió las fotografías perfectas concienzudamente, aunque las manos le temblaban por los nervios.

Desechó rápidamente la foto en donde usaba un bikini.

Bikini era igual a sexo casual. No que la idea no le pareciera divertida, pero no quería lanzar la idea equivocada. El sexo casual que sale bien sólo sucede en las comedias románticas.

Eligió algunas fotos que tenía en su Instagram y dos más de una sesión de fotos improvisada conducida por Jessica.

Tundri le ofrecía ideas de intereses y de cómo escribir las palabras correctas, así que Bella obedeció.

Pasó un rato leyendo su biografía antes de publicarla.

Era breve y no revelaba más de lo necesario.

28 años.

Cosas que me hacen feliz: libros, hornear, el vino, la lluvia, videojuegos, besar y los boneless.

Mis pros: Puedo comer treinta boneless en nuestra primera cita.

Mis contras: Puedo comer treinta boneless en nuestra primera cita.

Sólo quiero a alguien con quién compartir mi pay de moras mientras leemos poesía.

Bella se rió de ella misma.

—Eres asquerosa, Bella—masculló después de presionar "hecho" y de ir al baño a asearse.

No volvió a tomar su celular al volver, simplemente se enredó en su colcha y suspiró contra la almohada, así que no vio su primer "me gusta" ni que ya tenía un mensaje.

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Edward tomó una ducha al llegar a casa luego de la noche de videojuegos. Estaba cansado y su batería social del día se había agotado, aunque eso no le impidió de alcanzar su teléfono y entrar a su cuenta de Trundi una vez que ya estaba metido en su cama.

Revisó sus notificaciones y notó que había hecho match con tres chicas más.

Y, otra vez, nadie había enviado un mensaje.

Estiró la mano hasta su mesa de noche y encendió su vieja grabadora. La música lo arrullaba y lo hacía sentir menos solo.

Fue hasta Inicio y actualizó para ver qué chica parecía interesante y guapa ahora.

Había pasado a cuatro candidatas cuando la quinta llamó su atención.

"Nuevo en Trundi," el aparatoso sticker designado por Trundi era algo difícil de ignorar. Edward se rio entre dientes al leer su biografía.

28 años.

Cosas que me hacen feliz: libros, hornear, el vino, la lluvia, videojuegos, besar y los boneless.

Mis pros: Puedo comer treinta boneless en nuestra primera cita.

Mis contras: Puedo comer treinta boneless en nuestra primera cita.

Sólo quiero a alguien con quién compartir mi pay de moras mientras leemos poesía.

¡Oh, que sorpresa! Edward también tenía 28, le gustaban el vino, los videojuegos, los boneless, comer postres, la poesía y ¡oh! Besar.

La lluvia ni siquiera contaba. Vivía en el lugar más lluvioso de Estados Unidos: El gran Noroeste del Pacífico.

Presionó el corazón junto al nombre de esta nueva chica. Bella Swan.

Lucía dulce y sencilla. Tenía unos lindos ojos cafés y cabello largo castaño.

El dedo de Edward se tambaleó sobre el ícono de mensaje.

—Mmm—musitó en la oscuridad de su habitación.

Regresó a las fotos de Bella. Pasándolas una por una. Ella había subido dos selfies y tres fotos tomadas por alguien más. En la quinta, ella estaba en la playa, pero no usaba un bikini. Estaba sentada en la tumbona, luciendo guapa en un vestido playero rosado con transparencias.

Edward hizo zoom.

—Un buen culo, hermano—escuchó a Mike decir—. O buenas tetas, al menos una cosa.

Bella era sexy. Su cuerpo no era nada extravagante, pero parecía largo y esbelto. Su brazo apoyado en la tumbona hacía que su escote se marcara.

—Al diablo—Edward se dijo al tiempo que presionaba el botón de mensaje.

Edward Cullen: Te apuesto veinte dólares a que puedo comer más boneless que tú en una sentada.

Presionó enviar.

El usuario de Bella no marcaba que estuviera en línea, así que Edward ajustó el volumen de la música y se deslizó en la cama.

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Desde que despertó, Bella se había sentido ansiosa. Le echaba miraditas a su teléfono todo el tiempo, su mano picando para alcanzarlo y abrir Trundi.

No le había permitido a la aplicación que le enviara notificaciones, así que tenía que entrar para verificar si no había tenido ya un match. Si no era el caso, se sentiría fatal y estaba segura de que tendría un episodio de locura, como el de la noche anterior, y daría de baja su cuenta.

Había sido temeraria al descargar Trundi. Había sido valiente al elegir sus fotos. Algo, ajeno a Bella Swan, la había poseído.

Probablemente la calentura, se dijo.

—Eh, Bella…—la llamó Lauren, se había levantado de su asiento y la miraba sobre la mampara—¿comida? ¿quieres ir?

Bella se despabiló y miró la hora.

—Eh, seguro—le dijo con una sonrisa a la rubia guapa que tenía por compañera—. Tengo que ir al baño primero, ¿los veo en la cafetería?

—Claro—Lauren le sonrió, ajustando su lonchera en su brazo—. Allá te vemos.

Bella le regresó el gesto y tomó su celular, levantándose y saliendo de la oficina junto con Lauren. La rubia siguió caminando, mientras que Bella dobló en la esquina y corrió hacia el baño.

Ya era hora de que se atreviera a echarle una ojeada a Trundi.

—Whoa—dijo, sosteniendo su teléfono con ambas manos.

Tenía otro par de notificaciones, pero la más antigua era la que había llamado su atención.

El chico en la pantalla era increíblemente guapo. De ojos verdes y cejas pobladas, de cabello revuelto y sonrisa coqueta.

Su corazón se aceleró ante el prospecto de haber tenido un par de admiradores, pero ¿esto? ¿ese chico?

Por favor haz que no sea un idiota, pensó.

¡Y le había dejado un mensaje!

Si esto era lo que se iba a encontrar en Trundi estaba más que contenta por haberla descargado. Le permitió enviarle notificaciones.

Bella carraspeó antes de abrir su bandeja de mensajes con su pulgar tembloroso.

Edward Cullen: Te apuesto veinte dólares a que puedo comer más boneless que tú en una sentada.

Bella rio. Bien, de acuerdo, había roto el hielo de una forma graciosa y amigable.

Bella esperaba un "hola, sexy" completamente nefasto o un "¿por qué tan cubierta en tus fotos" Esto había sido bueno.

Bella Swan: Acepto. Y con esos veinte, compraría la siguiente ronda.

No sabía qué más responderle, así que sin pensarlo mucho presionó enviar y se lavó las manos.

Toda esa plática de boneless le había abierto el apetito.

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—Bien, ¿Napoleón o Iván El Terrible? —sugirió Tanya.

—Napoleón—resolvió Edward.

—Iván El Terrible—dijo Félix—, pero sólo porque me gusta esa pintura.

—¿Qué pintura? —Tanya frunció el ceño, agitó la pluma entre sus dedos.

Edward y Félix estaban apoyados en su mostrador, disfrutando de su rara tranquilidad de miércoles al medio día.

—Esa de Iliá Repin.

Tanya dirigió su mirada aburrida hacia Edward, esperando una explicación por parte de él. Edward le sonrió.

—Esa pintura grotesca en donde un tipo le sostiene la cabeza a otro—agitó la mano, explicando—, se supone que le cortó la oreja a su hijo.

—¡Oh! Creo que ya sé cuál es—Tanya exclamó, sonriente.

El celular en su bolsillo vibró, anunciando una notificación. Edward intentó ignorarla, pero se preguntaba si ya había obtenido una respuesta de Bella Swan en Trundi. Si ella no respondía, se sentiría terrible. Primera vez que se atreve a enviar un mensaje y quedaría como un tonto.

Félix fue interrumpido por el teléfono de recepción timbrando. Tanya le dio una sonrisa de disculpa y se giró a responder. Edward sacó su celular del bolsillo. Félix ya había regresado a su formulario, trazaba círculos incesantemente.

Sip, era una notificación de Trundi. Edward se alejó ligeramente del mostrador para abrirla. ¡Y si! Bella había respondido.

Bella Swan: Acepto. Y con esos veinte, compraría la siguiente ronda.

Edward sonrió.

Edward Cullen: Suena interesante.

Sus dedos dudaron sobre su teclado.

Edward Cullen: Y suena como a una cita, se atrevió a agregar.

—¿Entonces? ¿Sándwiches para el almuerzo? —Tanya preguntó, terminando de anotar en su agenda la siguiente cita.

—Si, pasaré por ellos—Félix se ofreció—. Me estoy volviendo loco aquí adentro.

—Dínoslo a nosotros—masculló Edward—. Como sea, los dejo, tengo trabajo que hacer.

—Viene alguien a las 12—le recordó Tanya cuando él ya había doblado el pasillo.

—¡Genial! —le gritó de vuelta.

Edward si tenía cosas que hacer antes de su cita de las 12, pero ignoró el trabajo por un momento y pasó 10 minutos viendo las fotos que Bella Swan había subido a Trundi. Luego intentó con Instagram, fue fácil encontrarla, pero su cuenta era privada, así que la siguiente media hora la pasó registrando análisis mientras esperaba una respuesta.

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Luego del almuerzo y luego de arrastrar su silla a su cubículo, Bella alcanzó su teléfono.

Sonrió.

Edward: Suena interesante.

Edward: Y suena como a una cita.

¡Oh! Él estaba pidiéndole una cita. A ella. Ya. Luego de intercambiar cuatro mensajes. Él ni siquiera le había preguntado su color favorito o si tenía algún hermano. Él había ido directo al grano.

Los pulgares de Bella dudaron sobre su teclado mientras consideraba una respuesta igual de sagaz y coqueta. ¿Por qué él lo hacía sonar tan fácil? ¿tan casual? Él si tenía experiencia, sabía cómo ligar. Por supuesto. Un tipo así de guapo como él y en Trundi arrastraba un laaargo historial. Muchas citas, muchas novias, muchas cosas de una noche.

Y ella no tenía mucho detrás de ella. Estaba fuera de su zona de confort y estaba oxidada. A su corta edad, estaba oxidada. Hizo un mohín.

Ya sabía cómo sonaba esto, ya sabía cómo acabaría: ella siendo una noche para él y ella deseando ser toda su vida.

Más de lo mismo.

Apostaba que las cosas terminarían mal. Todo terminaba mal para Bella, siempre sentía que era la que se llevaba la peor parte del acuerdo.

Pero ahí seguía. Ahí estaba.

Ya había dejado el teléfono sobre la mesa y ahora observaba el pequeño cactus en su escritorio mientras decidía.

Ella podía responderle a Edward y esperar el declive y la catástrofe. Estaba bien, ya estaba acostumbrada.

Bella: De acuerdo. Sólo di cuándo y dónde y ahí estaré, lista para verte perder.

No le dio tantas vueltas a su mensaje, así que bloqueó su teléfono y volvió al trabajo, sintiéndose apagada.

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Edward recibió una respuesta cuando estaba a punto de sentarse a comer. Félix ya estaba repartiendo los sándwiches y Tanya ya estaba sirviendo jugo y refresco en los vasos, la puerta del refrigerador seguía abierta.

—¿Cuchillo? —Edward preguntó al aire, agitándolo.

—Si, quiero partir mi sándwich—Tanya le respondió mientras cerraba el refrigerador con su pie.

Edward tomó asiento y mientras ellos comenzaban a comer, vio su teléfono.

Bella Swan: De acuerdo. Sólo di cuándo y dónde y ahí estaré, lista para verte perder.

Sonrió.

Edward Cullen: Bien. ¿Estás libre mañana? Es jueves de promociones, así no te sentirás tan mal de desperdiciar dinero por no haberte acabado todo.

—No sé cómo decirle a Leah que no quiero ir a cenar con sus padres—dijo Tanya.

—¿Por qué? —preguntó Félix.

Tanya se encogió de hombros mientras terminaba de partir su sándwich.

—No me agradan mucho—hizo una mueca—. Se esfuerzan demasiado y es doloroso de ver.

—¿Esforzarse a qué? —aventuró Edward—. ¿A que les agrades? Entendible.

Félix se rio al tiempo que Tanya lanzaba un quejido.

—Muy gracioso, Cullen.

—Tengo una idea—intervino Félix—. ¿Por qué no simplemente se lo dices? —rio ligeramente—. Puede funcionar.

—No esperaba menos—ella respondió.

—Dile que trabajarás hasta tarde, demasiado trabajo—ofreció Edward. Ignoró la notificación en su celular—. Y te vas al cine o finges no estar en casa.

—Eso sólo lo pospondrá.

Bella Swan: Estas muy ansioso para perder, ¿no? Mañana es un buen día.

Edward Cullen: Ja. ¿One Eyed Pete's?

Ella vio el mensaje tan pronto como él lo envió. Ya estaba escribiéndole una respuesta.

Bella Swan: ¿7pm?

Edward Cullen: Te veo mañana.

Bella Swan: Bien, Edward. Te veo mañana.

Con una sonrisa, Edward le dio la primera mordida a su sándwich.

—¿Entonces? —Tanya le alzó las cejas? —¿Mañana?

—¿Eh? —su corazón se aceleró. ¿Acaso había estado leyendo sus mensajes en voz alta?

—Los bolos, mañana.

Edward le entrecerró los ojos.

—¿Qué mañana no es la cena?

La sonrisa de Tanya se borró.

—Necesito tener un plan para no sentirme mal por mentirle a Leah.

Edward la miró aburrido.

—Lo siento, mañana no puedo.

Tanya gruñó.

—Sólo ve ahí y ya—finalizó Félix—. Paga la penitencia de tu pecado.

—¿Qué pecado? —Tanya rodó los ojos.

—Tener sexo lésbico pre marital con una ex católica—respondió Félix.

Edward no estaba para nada interesado en lo que Tanya haría.

Estaba deseando no quemarse esta vez, tenía que acertar una sola vez, con eso sería suficiente. Pero tenía que concentrarse en no parecer que estaba intentando demasiado (como los padres de Leah), porque cuando se esforzaba nada funcionaba.

Tal vez, sólo esta vez, las estrellas se alinearían, el Universo le diría que sí y tal vez Bella no le pediría espacio o tiempo, tal vez ella no tendría que pensarlo mucho o decidir, tal vez esta vez sí.

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Sólo respira, sólo relájate, todo estará bien, nada malo va a pasar, Bella se repitió.

—¡Agh! —gimió. Ya había pasado algo malo. Por estar pensando en su inminente cita había arruinado su delineado.

Bella, ya, detente, se regañó.

Se apresuró a limpiar el desastre.

Tal vez si debería decirle a alguien que iba a salir con un tipo. Él podía ser un asesino serial.

Tomó su teléfono. Ángela era su opción. Ella era toda una mamá. Cuando salían y se despedían y lanzaban el bien conocido "avísame cuando llegues a casa," ella era la única que parecía tomárselo en serio.

Ella si parecía medir los tiempos de cada una de ellas. Y siempre enviaba un mensaje.

Bella: Hola, Ang.

Ángela tampoco tardaba mucho en responder. Bella le sonreía a su delineado cuando recibió una respuesta.

Ángela: Hey, ¿cómo estás?

Bella: Bien, ¿qué estás haciendo?

Ángela: Nada. Estoy aburrida. Estoy esperando a Ben, fue a buscar algo para cenar. ¿Tú?

Bella: Ah, sólo estoy eligiendo un atuendo. Ayúdame a decidir,mintió.

Bella ya tenía su atuendo elegido, pero luego Ángela preguntaría y no parecería que Bella intentaba presumir.

Ángela: ¿Atuendo para qué? ¿A dónde vas?

Gracias, Ángela.

Bella: A One Eyed. ¿Suéter rosa o suéter azul? Usaré una falda.

Ángela: Espero que con medias porque está helando.

Bella: Si, con medias, linda.

Bella envió las fotos. Ya sabía que el suéter azul era el que combinaba.

Ángela: ¡Oh! ¡Que lindo! Suéter azul. Azul. Sí sí. ¿Con quién vas?

Esta era la parte difícil.

Si le decía la verdad, Ángela pediría detalles y luego la haría sentir más nerviosa y luego se le haría tarde.

De acuerdo, le diría una verdad a medias.

Bella: Con amigos del trabajo.

Ángela: ¿Amigos? ¿O amigo?

Ella añadió un emoji coqueto.

Lo sabía, Bella rodó los ojos.

Bella: Amigossss.

Ángela: Ash. Está bien. Te verás linda, demasiado linda como para ir con amigos del trabajo, pero como sea. Diviértete.

Bella: Bueno, gracias.

Bella se estaba echando un último vistazo en el espejo que tenía en su recibidor cuando su teléfono vibró con un mensaje.

Ángela: Avísame cuando llegues a casa.

Sonrió.

Bella: Lo haré.

—Lo pones todo demasiado fácil, Webber—dijo.

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One Eyed Pete's estaba a las afueras del centro comercial de Forks, Washington, así que Bella ingresó al estacionamiento subterráneo y le echó una ojeada al reloj en el tablero.

7:02 PM.

Estaba bien, no quería parecer muy desesperada tampoco.

Tardó un rato en encontrar un lugar para estacionarse y se quedó quieta.

—De acuerdo, sólo relájate, respira antes de hablar, no hagas algo para avergonzarte a ti misma, sonríe, pero no con comida en la boca, sólo… ugh—dijo.

7:07 PM.

Mejor se daba prisa.

Alcanzó su pequeño bolso del asiento del copiloto y salió del auto.

Caminó, rodeándose el cuerpo con los brazos y trató de controlar su respiración.

Estaba bien, todavía tenía tiempo de tranquilizarse antes de llegar a One Eyed Pete's. Tenía que entrar a la plaza comercial y llegar por uno de los accesos. Estaba perfectamente bien.

Alzó la vista antes de llegar a las puertas automáticas.

A menos que…

Ay, el Universo no la había preparado para eso.

Edward Cullen estaba ahí también, sólo que no la había visto.

Demasiado tarde, ya me vio.

Detuvo sus pasos y le sonrió.

Él estaba usando unos jeans que se ajustaban muy bien en sus muslos y un suéter azul oscuro debajo de una chaqueta de pana color verde olivo. Llevaba botas cafés.

Bella le sonrió de vuelta.

—Bella—la reconoció.

—Hey—ella dijo, tragó y luego ambos entraron—. ¿Cómo estás?

—Genialmente—respondió Edward. Era muy alto. Bella apenas le llegaba al bíceps—. Pensé que iba tarde.

—Pensé lo mismo—ella respondió, ajustándose su bolso. Se hizo a un lado para evitar que un niño de unos tres años se estampara en sus piernas. Rozó su costado con el de Edward. ¡Ah, él olía delicioso!

Tomaron las escaleras eléctricas y él se colocó frente a ella, sosteniéndose de la barandilla.

—Ni siquiera te pregunté en qué trabajabas—dijo él.

—Lo sé—ella asintió, seguía rodeándose con sus brazos—. Estabas demasiado interesado en perder.

Edward sonrió con una esquina de su boca. Se veía muy guapo al hacer eso.

—¿Sigues con eso? —avanzaron por el pasillo—. Detente, mujer.

—Lo haré en algún punto—ella aceptó—. Pero trabajo en logística, para Forks Crops.

Edward alzó las cejas.

—Oh, interesante—dijo y si sonaba algo interesado—. ¿Y es divertido?

Bella pareció considerarlo.

—Algunas veces. La mayoría del tiempo es entretenido, otras veces aburrido, cuando no tengo mucho qué hacer.

—Ay dímelo a mí—Edward abrió la puerta de One Eyed para ella y la campana que anunciaba un nuevo cliente sonó—. Mmm, ¿dónde deberíamos de sentarnos? Tú elige.

—Me gustan los asientos—dijo Bella.

—También me gustan los asientos—Edward murmuró, con sus manos dentro de los bolsillos.

Bella se detuvo junto a la mesa.

—Oh, ¿quieres el asiento?

Edward miró alrededor.

—Creo que no es muy socialmente aceptado que me quede con el asiento.

Bella lo miró con cara de circunspecta.

—No sabía eso.

Edward iba a decir algo, pero cerró la boca, rindiéndose.

—Adelante, toma el asiento—le señaló.

—O ambos podemos tomar el asiento—ella ofreció. Tal vez si se sentaba junto a él dejaría de sentirse tan nerviosa.

—Si quieres—él carraspeó, encogiéndose de hombros.

—¿Qué quisiste decir antes? —ella preguntó. Edward se volvió a ella, pero miraba la mesa, sólo inclinó ligeramente su cabeza para escucharla—. ¿Tu trabajo es aburrido? ¿qué haces?

—Ah, algunas veces es aburrido también. Cuando no hay mucho que hacer. Trabajo en un laboratorio, sacándole fluidos a la gente y analizándolos—rio.

—Ooohh—ella canturreó—, eso sí es interesante. ¿Hay muchas personas enfermas en Forks?

Edward sonrió ligeramente, considerándolo, tamborileó sus dedos en la robusta mesa.

—En realidad sí. Mucha gente se enferma.

Bella hizo un puchero triste y luego suspiró, mirando alrededor. Ya se sentía más relajada. No parecía que iba a ser tan malo. Y todavía no se había avergonzado a ella misma.

—¿Qué te gusta hacer? —Bella le preguntó—. Intenté ver en tu perfil, pero no fue de mucha ayuda. Deberías de cambiarlo—dijo como quien no quiere la cosa—. ¿O quieres parecer interesante?

Otra risa por parte de él.

—Nah, la verdad ni siquiera se me ocurrió qué escribir.

—Estoy algo sorprendida—admitió Bella, viendo como un mesero ya se acercaba—. Pensé que lo de las aplicaciones no funcionaba.

—Yo también lo estoy—fue todo lo que Edward dijo antes de que el chico los interrumpiera con el menú.

—¿Necesitas ver el menú? —Bella le pasó uno a Edward.

—No realmente.

—¿Estás listo para ordenar entonces?

—Si, claro.

—¿Puedes darme el de las 25 piezas? —Bella le dijo al mesero. El chico asintió. Escuchó la risita de Edward—. Parmesano, lemon pepper, BBQ, suaves y salsa de la casa, por favor.

Mientras el mesero escribía su orden, Bella miró a Edward. Él la veía con una sonrisita, le meneó las cejas. Bella tuvo que desviar la vista para no abrir la boca, como embelesada. Era muy guapo, en verdad, era muy muy guapo.

Ya quedó claro, Bella pensó.

—¿Qué les traigo de beber? —preguntó el mesero.

—Limonada natural… y agua.

El mesero se giró para ver a Edward, pero él seguía sin despegar la vista de Bella.

Ok, sí esperaba que ella fuera algo competitiva, pero no esperaba que ordenara las 25 piezas. Ella iba enserio. Quería ganar. Edward ya sabía que iba a ganar, pero aun así… Bella le estaba gustando demasiado.

¿Una chica competitiva que no tiene miedo de parecer una tragona en la primera cita? Eso era nuevo. Ya le estaba hormigueando el cuerpo.

—Lo mismo—le respondió al mesero—. Y las 25 piezas igual que ella.

—Oh—el mesero dijo—. ¿Dos paquetes de 25? —sonaba sorprendido.

—Si—Bella asintió—. Por favor.

—De acuerdo. Enseguida se los traigo.

Bella miró a Edward con una sonrisilla divertida.

—¿Qué?

—Nada—él incluso sacudió la cabeza sin perder la mirada brillante—. Veo que vas enserio.

—Vine a ganar—fue todo lo que respondió.

Él resopló una risa y ella lo vio otra vez.

—¿Has tenido muchas citas con Trundi?

—En realidad no—él dijo—. Eres la primera.

Bella bufó.

—Ay, por favor, no hay necesidad de mentir. Soy una chica grande. Puedo con ello.

—¡Enserio no! —Edward juró—. Tengo como dos semanas con la cuenta, sí hice algunos matches pero no hubo mensajes de por medio.

—¿Y por qué me enviaste uno a mí? De entre todas las candidatas—rodó los ojos.

—Porque tenemos cosas en común y porque quería ver si lo de los boneless era cierto—dijo él—. Te gusta leer, la lluvia… a mí me gustan los postres y los videojuegos—omitió la parte de besar—. Y además eres muy guapa.

Bella ignoró la última parte.

—¿Qué videojuegos? ¿Estás jugando alguno en estos momentos?

—Vieja escuela: Calabozos y Dragones, Zelda, Call of Duty…

—¿Te gusta Resident Evil? —ella preguntó.

Edward alzó las cejas.

—Si, también.

—¿Mario? —ella ofreció—¿Space Invaders? ¿Tetris?

Edward asentía.

—La primera vez que jugué Tetris miles de cubos se paseaban detrás de mis párpados al dormir.

—Creo que todos hemos pasado por lo mismo—él dijo—. Los martes juego con algunos amigos, vamos a casa de uno de ellos y se arma la fiesta.

—Debe ser divertido. Necesito amigos que jueguen. Mis amigas me miran raro—sacudió la cabeza—. ¿Tienes hermanos?

—No—Edward negó—. Sólo yo. ¿Tú?

—Sólo yo—Bella también asintió—. ¿Vives solo?

—Si, hace poco de eso—Edward dijo—. Vivía con un amigo, pero luego se consiguió una novia y fue a vivir con ella.

—Auch.

—Viva la amistad.

Bella rio y apoyó el codo en la mesa, girándose para verlo.

—Preguntaría lo mismo, pero no quiero que pienses que soy un asesino serial.

—De hecho, toda mi lista de contactos sabe en dónde estoy y con quién—ella dijo, alzando una palma—. Lamento si arruiné algún plan.

—Se me ocurrirá algo—él le restó importancia con un gesto de mano.

Bella no podía dejar de sonreír, ya le estaban doliendo las mejillas. Edward también volvió a sonreír y la miró sin decir nada más. Tenía una mirada suave y Bella recorrió su cuerpo con la mirada. Diablos, sus pantalones le abrazaban muy bien sus piernas. Subió su mirada, por su abdomen y su brazo y luego su pecho se expandió. Bella miró su cara.

Él estaba viéndole el regazo. La falda de Bella se había enrollado en su muslo y estaba sentada sobre el dobladillo. Buena suerte que llevaba medias, no quería que el asunto se pusiera incómodo al ajustarla en ese momento.

—También vivo sola—Bella murmuró.

—Genial—él pareció salir de su trance—. Acabo de darme cuenta de que ambos estamos usando azul.

—¡Es cierto! Aunque diferentes tonos—ella acercó su brazo al de él. El suéter de Edward era más oscuro, el de Bella más brillante.

No le pasó desapercibida la forma en la que parecía que sus manos se atraían. Era demasiada electricidad, sentía la presión de un imán.

Si sólo Edward acercara un poco la muñeca, podrían tocarse, aunque fuera unos pocos segundos.

Un segundo, tal vez dos, Bella pensó.

—Te ves bien de azul—él dijo. Aun no alejaban sus brazos.

Él ya le había hecho dos cumplidos y Bella no sabía cómo responder. Ni qué decirle de vuelta.

Tenía un par de cosas en la cabeza, pero esas no podía decirlas todavía. Tal vez lo haría en la cuarta o quinta cita, si es que no lo ahuyentaba al final de la noche.

Maldición, habían sido demasiados boneless, ¿verdad? Si su comportamiento patoso no lo ahuyentaba, tal vez ver que si podía comer 30 cosas de esas lo haría.

—¿Enserio? Gracias—dijo en su lugar—. Nadie me había dicho eso antes. Tú también te ves bien de azul. O de verde. Como que te van los colores otoñales… por tu pelo.

—Mi pelo es un desastre—él dijo, pasándose una mano. Bella siguió el movimiento—. Nunca se acomoda.

—A mí me gusta—se encogió de hombros.

Bella creyó que podría dejar de sentir la atracción de sus manos si hablaban de otra cosa, pero el imán seguía ahí y parecía que nunca se iría.

—Ese anillo está bonito, ¿es un topacio?

—Ah, este si—Bella agitó la mano, observándolo—. Fue un regalo de cumpleaños—y luego se lo mostró. Edward alcanzó sus dedos y bajó su mano, para verlo mejor.

Bella luchó contra las ganas de apretarle los dedos de vuelta. Demasiada electricidad, debía tener mucho control.

—¿Cuándo cumples años?

—En septiembre, el 13. El topacio es la piedra de septiembre. ¿Cuándo es tu cumpleaños?

—El 20 de junio—respondió Edward, que seguía viendo el anillo. Parecía no saber qué más hacer.

¿Qué tanto le ve de todas formas?, pensó Bella.

Nada. Edward ya no estaba viéndole nada, sólo intentaba ganar tiempo mientras le tomaba la mano. ¿Pensaría Bella que eso era demasiado? ¿Lo dejaría sostener su mano por unos minutos antes de sacarla casualmente?

Edward no podría lidiar con el rechazo.

Sin pensarlo más, Edward entrelazó sus dedos.

Bella siguió el movimiento.

Me está tocando, pensó ella, está sosteniendo mi mano. Quería tomarme de la mano, pero no sabía cómo.

Hizo un baile interno de la victoria.

—Creo que ya viene nuestra comida—dijo ella, llevando sus manos entrelazadas a su regazo.

No comentaría nada al respecto. Sólo lo dejaría ser.

Bien, no piensa que soy raro, pensó Edward.

—Ya había olvidado las bebidas—dijo.

Bella rio bajito y musitaron un "gracias" luego de que el mesero colocara sus limonadas, agua y papas frente a ellos.

—¿Comerás las papas? ¿O estás muy comprometida con tus boneless?—él preguntó.

—Seguro—Bella se encogió de hombros—. No hay boneless sin papas.

Él hizo un "mmhm" mientras mordía una.

—Vas a reventar, mujer.

—Ya veremos.

—Eres muy pequeña. Imposible que puedas comer todo eso. Apuesto a que nos vamos a ir con sobras por culpa de tu orgullo.

Bella tragó su bocado.

—Ya veremos eso también—dijo, sintiéndose demasiado valiente y llevando sus manos entrelazadas a su boca. Besó ligeramente la punta de los dedos de Edward.

Pareció que una corriente eléctrica había recorrido a Edward de la cabeza a los pies por la forma en la que la miró rápidamente. Bella fingió no sentir su mirada y ni siquiera lo volteó a ver. En su lugar, se concentró en sumergir una papa en el aderezo ranch.

¿Se había pasado de la raya?

Edward soltó una risita a su lado.

—¿Ya desbloqueamos el siguiente nivel, entonces?

—¿Eh? —Bella lo miró.

—Me besaste… los dedos—agregó cuando Bella no dijo nada. Su expresión tampoco había cambiado—. ¿Significa que ya podemos besarnos?

Bella se encogió de hombros casualmente.

—Porque pensé que primero eran los toques y luego los besos.

Otro encogimiento.

—No lo sé, lamento eso, beso a las personas que me agradan.

Él alzó las cejas, divertido.

—¿Te agrado entonces?

—Si, también beso a mi abuelita, a mi mamá…—él se rio de ella—. Y tal vez bese al mesero si es que esos que trae son nuestros boneless.

Edward rio más fuerte.

—Ah, bastardo afortunado—susurro Bella cuando el chico llegó a la mesa.

—Su comida—anunció. A Bella ya le rugían las tripas. De acuerdo, puede que haya hecho trampa y sólo haya desayunado. Se saltó el almuerzo para hacer espacio en su estómago. Ya se iba a desmayar, había sido una mala idea.

—¿Qué sobre el beso? —Edward aventuró cuando él se alejó.

—Se lo daré junto con la propina. Ahora, si me disculpas, tengo una apuesta que ganar así que necesitaré comer con mis dos manos.

—Por supuesto. Hazme los honores.

La mano de Bella se había puesto cálida.

Mientras comían (Bella lo hacía más lentamente que él), ella deslizó su pierna más cerca con cuidado, sutilmente. Unos momentos más tarde, sus muslos ya se rozaban y la falda de Bella ya se había subido más. Ahora ya tenía que acomodarla porque comenzaba a molestarle.

—¿Cuántos te quedan? —Bella se inclinó a ver la cesta de Edward—. Maldición, eres bueno.

Él rio.

—¿Qué, anciana? ¿No puedes masticar más rápido?

—Comer rápido no funciona. Tienes que comer lento.

—Como sea, tengo hambre—él dijo.

Y luego más tarde, él suspiró y apoyó su cabeza en el asiento.

—¿Te rindes?

—Mmhm—aceptó—. Tengo que eructar.

—Oh, hazlo, no me importa—dijo Bella—. Sólo no me lo eches en la cara.

—Pero creí que te agradaba—él la miró, frunciéndole el ceño. Ella lo empujó por el hombro, divertida.

Edward si eructó, pero lo hizo en silencio, girando la cara al otro lado.

Bella rio bajito y enterró otra pieza en el aderezo.

—No vas a poder con todo eso, Bella—le advirtió Edward—. Son muy grandes. Reventarás.

—Usualmente no me gusta que me digan que no puedo hacer las cosas—se aguantó un eructo—, pero te daré la razón. Estoy llena.

Edward volvió a apoyar la cabeza en el asiento, lanzando un quejido. Bella apoyó la suya en su hombro. Edward se deslizó para estar más cerca de ella.

—¿En verdad puedes comer 30?

—Seh—Bella suspiró—. Pero no de One Eyed.

—¡Eso es trampa!

—¡No lo es! —ella lo miró—. Nunca especifiqué de dónde.

—Ugh, ni siquiera tengo energía para discutir eso.

—Tendrás que rodarme por las escaleras—ella se quejó.

—Para tu suerte, son eléctricas.

Ella observó su canastilla.

—Pero sólo me quedan cuatro. Puedo con cuatro. Es más, te daré dos.

—Vaya, que suerte tengo—masculló Edward.

—No me hagas reír. No es momento de ser gracioso.

—El mesero se sorprenderá de que comimos todo esto.

—Estoy demasiado llena como para besarlo.

Edward alcanzó su mano y le besó el dorso mientras se reía entre dientes.

¿La electricidad y todo eso? Seguía ahí.

xxx

Ninguno había ganado la apuesta, pero Edward si perdió una: él había apostado a que se irían a casa con sobras.

Pero las sobras estaban en sus estómagos ahora, así que caminaron en silencio hasta el estacionamiento subterráneo.

—No puedo hablar—dijo Bella al salir por las puertas automáticas—. Si hablo, vomitaré.

—Te acompañaré hasta tu auto entonces—dijo Edward, como si eso tuviera algo que ver.

—Me la pasé bien—dijo ella, enterrando sus manos en los bolsillos de su falda.

—Si, yo también—él coincidió—. ¿De dónde son los otros boneless?

—Martin's.

—Oh, Martin's. Están deliciosos—dijo.

—Si, muy buenos. Tal vez luego podamos ir.

—Si, claro. Y sabré que ganaré la apuesta—aseguró Edward.

—Claro—Bella masculló—. Ese es mi auto.

Edward se apoyó en él mientras Bella rebuscaba las llaves.

—Maneja con cuidado entonces.

—Tú también—él terminó de abrir su puerta, pero Bella no hizo ademán de subir—. ¿Estás libre mañana?

—¿Mañana? Si, ma-mañana es-toy li-libre—él se trabó.

—¿Quieres hacer algo?

—Si, algo—asintió con todo y cabeza—. ¿Quieres ir al cine?

—El cine está bien—Bella aceptó—. Buscaré alguna función.

—De acuerdo. Hazmelo saber—Edward parecía luchar contra una sonrisa—. Bien, eh… descansa.

—Lo haré luego de que mi digestión termine—ella aceptó.

Se quedaron un rato en silencio. Ella apoyada y Edward rodeándola, con una mano en el techo del auto y la otra en la puerta. Bella se alisó la falda.

Él resopló una risa, parecía reírse de sus pensamientos, se vio los pies.

Si él se acercaba, haciendo ademán de besarla… ¿lo dejaría? ¿o quedaría como un total idiota?

Ella ya había propuesto una segunda cita, pero, aun así.

—¿Qué? —Bella frunció el ceño, pero sonreía.

—Nada, sólo… nada—resolvió.

—De acuerdo, Nada, te veré mañana—Bella se giró para entrar al auto—. Te haré saber lo de…

—¿Puedo besarte? —Edward la interrumpió.

Bella se incorporó lentamente y miró alrededor.

—¿Quieres besarme? —Edward asintió, ahora estaba serio—. ¿Ahora? ¿Con ADN de boneless en mi boca?

Edward se rio ante eso, los ojos se le enchinaron.

—Si quieres—se encogió de hombros.

—De acuerdo—Bella aceptó y tomó el rostro de Edward entre sus manos. La sonrisa de Edward se borró instantáneamente. Lo siguiente que supo fue que Bella estaba besándolo suavemente, amasando sus labios. Edward colocó su mano en la espalda baja de Bella y presionó, intentando acercarla a su cuerpo.

Ella rompió el beso brevemente para recuperar la respiración y Edward buscó su boca de nueva cuenta. Bella sólo acarició su labio inferior ligeramente con su lengua antes de alejarse.

Sintió como Edward volvía a buscarla, pero luchó contra ella misma y se alejó completamente. La mano de Edward seguía en su espalda.

Mañana podría besarlo un poco más.

Hacía mucho tiempo que no besaba a alguien.

Demasiado.

Años de eso.

No recordaba saber besar. No sabía si podía hacerlo bien.

Si Edward intentaba besarla mañana, tal vez quería decir que si sabía hacerlo después de todo.

—Te veré mañana—él accedió.

xxx

Había sido algo tonto no intercambiar números, así que Bella tuvo que enviarle un mensaje por Trundi a Edward, haciéndole saber los detalles para su cita de esa noche.

Edward se había ofrecido a pasar por ella a casa. Bella ni siquiera pensó en darle una negativa, sólo le hizo saber a Ángela sus planes de viernes por la noche (sin mencionar a Edward) y ahora estaba repitiéndose su discurso del día anterior.

Sólo respira, sólo relájate, estará bien, sólo falta una hora para que él venga.

Había salido de la ducha y ahora estaba de pie frente a su clóset, tratando de elegir algo para usar. Esta vez elegiría algo simple, no quería parecer que se estaba esforzando demasiado.

Eligió unos Levis y una sudadera verde oscuro. Iba a arreglar un poco su cabello y a usar menos maquillaje que el día anterior. Esta vez no optaría por el delineado.

Puso algo de música en un intento por calmarse y se entretuvo cepillándose los dientes. Luego pasó el rato recogiendo un poco del desastre alrededor de su departamento. Después, limpió la isla de la cocina y la mesada. Se alisó el cabello otra vez y se miró al espejo.

Entonces decidió que tenía que usar el baño en un último momento y se paso el rato frotándose la crema de manos.

Bella ya sabía lo que estaba haciendo: evitando ver el reloj.

Ya tenía su pequeño bolso listo, así que ya no había otra cosa con la cual distraerse.

Se acercó a la ventana.

Un auto se aproximaba por la calle y su corazón se aceleró.

Maldición, era Edward. El auto negro se había detenido justo afuera. Ya había apagado las luces.

Bella miró el reloj debajo de su televisión.

8:05 PM.

Luego su teléfono vibró en su mano con un mensaje (ya habían intercambiado números por Trundi).

Edward: Hey, B. Estoy afuera.

Eso era nuevo. Nadie la había llamado B antes.

Caminó rápidamente hasta su puerta y se acomodó la ropa frente al espejo.

Bella: Hey. Salgo en un minuto.

Usó el elevador y respiró antes de caminar por el pasillo. Podía ver a Edward de pie junto a su auto, con las manos dentro de los bolsillos mientras miraba alrededor.

Él le sonrió cuando Bella empujó la pesada puerta principal.

—Hola—lo saludó con voz suave cuando llegó a él—. ¿Cómo estás? —sin pensarlo mucho, estiró su brazo para acomodar el cuello de la chaqueta de Edward, lo tenía enrollado en la nuca.

—Muy bien, ¿tú? —él la estaba viendo con ojos brillantes—. Hace frío hoy.

—¡Lo sé! En la mañana estaba helando—coincidió Bella. Edward atrapó su mano antes de que ella tuviera oportunidad de alejarla. Enredó sus dedos con los suyos y luego les dio un apretón. Bella observó el contacto—. Pero estoy bien.

—Genial—él murmuró antes de envararse y acercarse mucho a ella. Bella ya sabía lo que seguía, así que sólo alzó el rostro y Edward bajó el suyo. Su beso fue suave, apenas se amasaron los labios por un momento antes de que él se alejara—. Mejor nos vamos.

—Si—coincidió Bella y Edward abrió la puerta del auto para ella.

—Nunca había estado por aquí—dijo él cuando arrancaron—. Ni siquiera sabía que había apartamentos por aquí.

—No los hay—respondió Bella—. Sólo somos tres ahí. Es un piso para cada quién.

—¿Enserio?

—Mm-hm. Yo tengo el segundo.

—¿Hace cuánto tiempo vives aquí?

—Hace tres años. Me gusta el vecindario y la vista desde mi habitación. Además, tengo buenos vecinos.

—Genial. Yo tuve horribles vecinos luego de regresar de la universidad.

—¿Tu familia es de Forks entonces?

—Desde mis abuelos. ¿La tuya?

—De hecho, viví la mayor parte de mi vida en Arizona. Hasta la preparatoria. En su momento pensé que era lo peor venir aquí justo cuando iba a empezar la prepa, pero fue divertido. Entonces a mis papás les gustó y ya echaron raíces.

—A mí también me gusta—dijo Edward—. Nunca nada pasa aquí.

—Mi papá es policía—comentó Bella. Edward alzó las cejas y se detuvo en un rojo—. Y dice que un guarda bosques tiene más trabajo que él.

Edward medio sonrió.

—Comprensible.

Bella rio bajito.

—Intentaba decir que las tasas de crimen son muy bajas aquí.

—Ah, eso era.

—Cállate.

Edward rio también y luego le preguntó sobre su día en el trabajo. Entonces Bella tuvo que explicarle lo que hacía en Forks Crops.

Para cuando llegaron al cine, Bella ya le había explicado la mayor parte de sus actividades.

—Eso ni siquiera es interesante. No sé por qué quieres saber eso—dijo, sujetándole la mano para caminar juntos. Edward entrelazó sus dedos.

—Quiero saber lo que haces para llevar el pan a tu mesa—se encogió de hombros—. Es algo simple.

—Claro.

—Espero que sea una buena película—dijo Bella cuando llegaron a sus asientos. Edward le pasó su refresco.

—Dicen que es buena—dijo él.

—Pues bueno.

Las manos de Bella y Edward se rozaban en ocasiones cuando ambos trataban de tomar palomitas y luego a media película, las entrelazaron sobre el reposabrazos. Edward trazaba patrones irregulares sobre el dorso de Bella y luego ella acariciaba el pulgar de él con su dedo índice.

Bella pensaba que de alguna forma se estaban moviendo demasiado rápido, pero se sentía bien. Se sentía bien sostenerle la mano y disfrutar de ese toque eléctrico.

Edward creía que tal vez esta vez sí, tal vez Bella no le diría que había sido un error, que tal vez llevarlo más lento sería lo mejor (o sea que no le daría el trato de los tres meses).

Ojalá ella lo aceptara. Ojalá ella fuera un "sí" en todos los "nos" de su vida.

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—Si estuvo buena—Bella dijo cuando salieron de la sala, rumbo a los baños—. Me gustó.

—A mí también. ¿Te espero aquí?

—¿Qué te hace pensar que saldrás antes que yo?

Edward le alzó la ceja.

—De acuerdo, aquí te veo—Bella aceptó.

Mientras esperaba en la fila para lavarse las manos, Bella consideró que si Edward era un asesino serial probablemente ya le habría hecho algo. Si es que era de los que no llevan un orden. ¿Qué clase de asesino era peor? ¿Los impulsivos o los que no escatimaban en los detalles?

—¿Estás en la fila? —una adolescente la sacó de sus pensamientos.

—Ah, sí, perdón—dijo, apresurándose para ir al lavabo.

Obviamente Edward ya estaba afuera cuando ella salió, apoyado en la pared, viendo a las personas.

—¿Quieres ir a cenar? —él le preguntó. Bella detuvo sus movimientos sobre su bolso.

—Estaba a punto de proponerte una partida de Mario.

Edward sonrió.

—Eso es incluso mejor.

—¿Quieres ir a mi casa un rato? —Bella ofreció—. Podemos comprar algo para comer allá.

—Claro. Estás llena de excelentes ideas.

—Ya me lo habían dicho antes—presumió falsamente—. No te había dicho que te ves bien hoy—continuó—. Me gusta tu chaqueta—Bella frotó la mezclilla cuando entrelazaron sus brazos.

—Gracias, Bella. Tú también te ves bien, pero tal vez ya sabías eso. Eres muy guapa.

—Bueno—ella tragó—. Tu eres el guapo, pero tal vez ya sabías eso.

—A veces lo dudo.

Bella medio frunció el ceño, pero no agregó nada más al llegar a los puestos de comida en el centro comercial.

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—¿A qué te referías antes? —preguntó ella luego de echarse una papa frita a la boca. Estaba sentada en el piso, con la espalda apoyada en su sillón. Siguió presionando botones.

—¿Antes de qué? —inquirió Edward.

—Cuando te dije que eras guapo y dijiste que a veces lo dudabas.

—Ah—Edward medio rio—. A nada, sólo bromeaba.

—Entonces lo sabes muy bien.

—¿Saber qué? —Edward le arrojó una cáscara de banana en Mario Kart.

—¡Hey! —ella se quejó—. Que eres guapo.

—Si, supongo que lo sé.

—¿Cuántas novias has tenido?

—Eehh…—él no dijo más.

—Soy una chica grande, puedo con eso—lo animó.

Pero Edward ya no dijo nada. Bella lo miró brevemente. Él masticaba.

—Yo sólo he tenido tres novios—dijo—. Y creo que dos ni siquiera cuentan.

Edward rio bajito.

—¿Por qué no contarían? —su voz sonó amortiguada, sostenía el bocado de comida a un lado de su boca.

—El primero lo tuve a los catorce. El otro a los 16 y el otro hasta los 19, entonces ya te puedes dar una idea.

Edward pausó el videojuego.

—¡Hey! —ella volvió a quejarse, pero alcanzó su hamburguesa y le dio una mordida.

—¿No tienes un novio desde los 19? Estás mintiendo.

Bella lo miró desde abajo.

—Bueno, no desde los 19 porque estuve más tiempo con él, pero sí.

—¿Desde cuándo entonces?

—Tenía 23 cuando terminamos.

Edward se quedó en silencio un rato, mordisqueando una papa frita.

—¿Y cuántas citas desde entonces?

Bella se hizo tonta con su comida, hasta que Edward le picó el hombro.

—Yo hice preguntas primero.

—Como cuatro novias oficiales—confirmó él—Y algunas citas.

—¿Desde cuándo no tienes una novia?

Otra papa frita.

—Desde hace casi tres años. Y a inicios de este estuve a punto de tener una, pero no funcionó.

—Genial—Bella le dio un último trago a su refresco y se levantó, llevando la basura con ella.

Caminó hasta la cocina y luego Edward la siguió, llevando su comida con él.

—¿Sueles tener citas? —le preguntó.

Bella se lavaba las manos, dándole la espalda.

—No en realidad—respondió finalmente Bella—. Sólo estaba jugando con Trundi. Ni siquiera creía que algo podía pasar.

—¿Entonces cuándo fue la última vez que saliste con alguien? —Bella se secaba las manos y se giró a verlo.

—Hace como… mmm… como cin-cinco a-años.

Edward se echó el último bocado de hamburguesa a la boca y se limpió las manos con su servilleta.

—¿Alguna razón para eso?

Bella sólo se encogió ligeramente de hombros y se giró para acomodar el trapo.

—No en realidad. No lo sé. No estaba buscando algo.

El corazón de Edward comenzó a acelerarse. Así era como todo terminaba.

—No te creo—le dio un ligero empujón y fue a tirar la basura. Sorbió su refresco.

Bella le alzó las cejas.

—¿Por qué no? ¿Crees que miento?

—No tiene sentido—continuó él—. ¿Enserio ninguna cita?

—No.

Más ojos entrecerrados por parte de Edward.

—No estoy intentando ser una mujer casta de 1950—él rio ante eso y ella se hizo a un lado cuando él hizo intento de lavarse las manos—. ¿Por qué es tan difícil de creer?

—¿Enserio estás preguntando eso?

—Si, acabo de hacerlo.

Edward rodó los ojos.

—Cualquier chico que tenga ojos pudo haberte pedido una cita.

—Nah, estás dándome mucho crédito—Bella regresó a la sala y Edward tras ella.

Tomó su control y se tiró en el sillón.

—No, enserio—continuó Edward—. O los tipos se han vuelto locos o estabas haciendo algo para alejarlos.

—Tal vez es mi aura—ella resolvió—. O mi perfume. Es contra chicos.

Con un suspiro, Edward se le unió en el sofá y cuando tuvo el control en sus manos, Bella reanudó la partida.

Se mantuvieron en silencio luego de eso, sólo con sonidos de victoria o quejas en medio.

—¿Trabajas mañana? —Bella preguntó luego de ganar una partida.

—Nah. Aunque ya es tarde—dijo Edward, viendo el reloj. Casi eran las 2 AM—. Debería de irme. ¿Estás cansada?

—Estoy bien. Puedes quedarte si quieres—ofreció Bella, sin detenerse a pensar mucho.

Edward le alzó las cejas.

—¿Enserio? ¿Qué si soy un asesino?

Bella detuvo sus movimientos y le alzó otra ceja en respuesta.

—¿Lo eres?

Edward pareció contemplarlo, incluso se frotó la barbilla.

—Nop.

—Asunto resuelto—dijo ella, dejando los controles sobre la mesa de centro—. Creo que tengo unos pijamas que te pueden quedar—se estaba levantando—. Y un cepillo de dientes.

—Bien. Me preocupa mi salud dental.

—Como todo adulto responsable—ella dijo desde el pasillo.

Edward se quedó en su asiento por un rato, contemplando la situación. Sentía que debía ahondar en el tema de Bella no buscando algo y enfrentarla sobre descargar Trundi si esa era la carta que iba a jugar. Merecía saberlo, Bella se lo debía de alguna forma… luego de besarlo.

Escuchó el sonido distante de la cadena del inodoro y se tomó la libertad de apagar la televisión y de caminar hasta la cocina para rellenar el vaso de agua que Bella le había dado cuando llegaron.

El apartamento de Bella era todo ella. Con colores y luces cálidas. Todo parecía colocado ahí concienzudamente.

Seguía en la cocina cuando Bella regresó, cargando unos pijamas y un cepillo de dientes nuevo. Lo colocó en la isla de la cocina.

A media luz, Bella se veía cálida. La televisión apagada había terminado por oscurecer la sala y sólo la lámpara del rincón y las luces debajo de los gabinetes de la cocina alumbraban el lugar.

Demasiado íntimo, pensó Edward.

—Sus pijamas—anunció Bella, ella ya usaba unas—. Ese de ahí es un baño—señaló—. Y te prestaré mi pasta.

—Vaya, gracias.

—Mh-mm.

Los pantalones de pijama le quedaban perfectamente y luego de cepillarse los dientes, Edward salió y se encontró con Bella sentada en un taburete. Ella deslizaba su dedo por la pantalla de su celular.

—¿De quién son estos pantalones? —Edward preguntó.

Bella le echó un vistazo.

—Te dije que te quedarían bien. Son de un amigo.

—¿Un amigo? —aventuró él, acercándose—. ¿No una cita?

Ella le dio una sonrisa, aunque le rodó ligeramente los ojos.

—No, no de una cita.

—Bien entonces—dijo Edward—. Quería hablarte de eso.

—¿De? —ella le frunció el ceño y dejó el teléfono, giró el taburete, así que Edward se sentó también.

—De citas—comenzó Edward—. Dices que no has tenido nada de eso en cinco años, ¿cierto?

Bella sólo hizo un sonido con su garganta y jugó con sus uñas.

—¿Por qué ahora?

Bella se rascó la frente y pareció considerarlo.

—No lo sé—dijo, viéndolo brevemente. Edward había apoyado la mejilla en su mano—. Es decir, no lo estaba buscando. No pensé que la app funcionaría y si nada pasaba, no me iba a sentir mal, sólo borraría la cuenta y ya.

—¿Y qué piensas ahora?

—Bueno, no busqué nada en todo este tiempo porque creí no necesitarlo. Estaba cómoda y bien así, luego sé que se volvió costumbre, pero ya estás aquí y… no lo sé—exhaló sonoramente. A Edward le llegó el olor a menta—. Me gustas y me caes bien, en verdad me agradas.

—¿Pero?

—No hay un "pero." No tengo peros… pero si quiero saber qué piensas tú.

Edward medio sonrió y borró su sonrisa, parecía tratar de encontrar las palabras.

—Yo si buscaba algo. Si quiero intentar algo—comenzó—. Me gustas también, creo que eso es algo obvio—exhaló una risa.

—Si, lo es—ella aceptó—. Y está bien. Ni siquiera esperaba algo, como dije, estaba cómoda… obviamente estaban esos pensamientos intrusivos de vez en cuando… que ganaron cuando me hice la cuenta de Trundi. Y ahora no pretendo detener esto.

—¿Quieres… quieres intentar algo entonces? —Edward preguntó.

Bella lo miró entre sus pestañas.

—Sí, creo que si—asintió con su cabeza—. Si quiero.

El corazón de Edward se aceleró por la emoción.

—De acuerdo, entonces… ¿quieres ver a dónde nos lleva esto? O…

—¿O qué?

—Creo que no es muy convencional, tal vez no tenga mucho sentido, tal vez es de locos.

—¿El que?

Edward ya no dijo nada. No quería arruinarlo, en verdad que no quería, aunque siempre pasara eso.

—El… salir… oficialmente.

—¿Ser tu novia?

—Si—parecía que él no quería ser escuchado.

—¿Ya?

—Es de locos, no sé qué hacer—medio se rio.

Ahora fue el turno de Bella de quedarse callada. Su mirada se quedó pegada a la luz debajo de sus gabinetes. Edward, un tanto desilusionado, se miró las manos. No tenía que ser su novia ya, claro que no, pero siempre se excedía.

Espacio y tiempo.

—¿Por qué no lo haríamos? —ella rompió el silencio—. El resultado será el mismo.

—¿Resultado?

—Si sólo esperamos a ver a dónde nos lleva esto y si no nos lleva a ningún lado, ser novia y novio no cambiara eso. Si esperamos y si dentro de… un mes o tres no funciona, tendremos que terminarlo. El resultado es el mismo. La diferencia es que terminaremos un noviazgo o algo que no pudo ser.

De acuerdo, ella tenía un punto.

—Me da algo de ansiedad hablar de finales sin siquiera haber comenzado algo—se sinceró Edward.

—Lo siento, no estoy en ese plan—se apresuró a resolver Bella—. Era sólo una ejemplificación del escenario desastroso.

—Bien.

—Bien.

Más silencio.

—¿Entonces? —ella inquirió luego de unos minutos.

—Creo que sólo sigue preguntarte si te gustaría ser mi novia.

Bella rio bajito.

—Si, eso me gustaría.

Edward sonrió y se levantó, acercándose. Tomó el rostro de Bella entre sus manos y lo alzó.

—Los novios ni siquiera necesitan preguntar si pueden besar a la chica, sólo lo hacen—dijo, antes de besarla. A Bella ni siquiera le dio tiempo de reírse o de prepararse.

Sólo correspondió los movimientos de Edward y llevó una mano a su nuca, mientras que le enredaba la otra en el antebrazo.

Edward lamió su labio inferior y, algo insegura, Bella le permitió entrar. Su corazón se aceleró cuando sus lenguas se rozaron. Ahogó un gemido. Él fue quien rompió el beso luego de un rato. Llevó su boca hasta su mejilla y finalizó con un beso en su quijada.

—Deberíamos de ir a dormir—dijo ella.

—Los novios duermen juntos.

—Por eso lo dije así—ella golpeó su pecho con su dedo índice y pulgar. Edward atrapó su mano y le besó el dorso. Bella bajó el taburete de un brinco y Edward la siguió. Antes de salir de la cocina, Bella apagó las luces.

—Esta es mi choza—dijo ella, entrando a la habitación—. Mi lado es el derecho.

—¿Por qué siquiera tienes un lado? Vives sola.

—Porque me duermo del lado derecho antes de moverme al centro. El izquierdo no me gusta. Es muy frío.

—Enterado.

Edward estaba terminando de ponerse cómodo en la cama cuando Bella se alzó repentinamente, tomó su rostro entre sus manos y lo besó. Edward llevó su mano a su espalda baja.

—Whoa—dijo cuando Bella se alejó brevemente.

—Lo siento—dijo ella—, es sólo que… en verdad quería besarte.

—Está bien.

Bella reanudó el beso, jalándole el cabello. Edward abrió la boca, dejando que sus lenguas se rozaran. Rodeó a Bella por la espalda, pegándola a él. Ella mordisqueó su labio superior antes de alejarse.

—Eh…

—¿Qué? —Edward exhaló, comenzó a avanzar por su mejilla.

Toda Bella ardía, de los pies a la cabeza. Era demasiado calor, demasiada electricidad.

—¿Podemos…? ¿podemos hacerlo?

Edward detuvo sus avances. Se alejó ligeramente para verle el rostro bajo la luz amarilla de su lámpara de noche.

—¿Quieres? ¿Ya?

Bella no respondió, sólo le rascó la mejilla.

—¿Tienes condones? O algo—preguntó Edward.

Ella frunció el ceño e hizo un puchero.

—No—suspiró, alejándose. Era mejor alejarse antes de morir electrificada. Tenía que calmarse.

—Ni yo—él dijo, aunque Bella ya sabía la respuesta.

—Está bien, no te preocupes—resolvió Bella, carraspeando—. Lo olvidé por un momento.

Edward seguía sujetándola por la espalda. Y ya tenía una erección.

—Hay una farmacia en la esquina—notó él.

Bella asintió con su garganta primero.

—Si, genial.

Edward salió de la cama rápidamente. Bella ocultó una risa. Estaba segura de que se reirían de esto después. Lo siguió hasta la puerta del departamento.

—No tardo—dijo él, que ya había alcanzado su billetera.

—¿Puedes eh…?

—¿Qué? —Edward le alisó el cabello.

—Comprar varios.

Edward se tambaleó en su lugar. Tragó y luego sus ojos comenzaron a mostrar diversión.

—Cállate, Edward, no he tenido sexo en años.

—No tardo—repitió con una risa.

Bella paseó por el pasillo. ¿En verdad lo iba a hacer? ¿Con Edward? Dios, era guapísimo. Tal vez todos esos años de espera estaban dando frutos. Se mordió el labio inferior y se abrazó el cuerpo.

Se apresuró a abrir la puerta cuando Edward llamó dos veces.

—Hace un frío del infierno—anunció a su llegada, arrojando la billetera a la mesa en el recibidor.

—El infierno no está frío—ella dijo.

—Vamos a la cama.

De acuerdo, él no tenía por qué sonar tan sexy diciendo eso. Bella estaba a nada de explotar.

Lo besó profundamente entre las sábanas. Edward sacó su playera y Bella observó su pecho ondular por las exhalaciones pesadas. Dejó que le sacara los pantalones, pero Bella se irguió para sacar su blusa. Lo observó desde arriba, tratando de memorizar su rostro mientras se desnudaba frente a él.

Había deseado tanto esto. Finalmente estar con alguien que le hiciera vibrar todo el cuerpo, después de tanto tiempo. Creía que la mirada oscura y sensual de Edward era suficiente para hacerla llorar de éxtasis.

Edward besó su cuello y trazó el camino hasta sus clavículas, con su mano libre atrapó un pecho y con su boca llegó al otro. Bella gimió, arqueándose completamente debajo de él.

Luego su boca besándole el abdomen y la cadera. Edward desanduvo el camino y Bella enterró su lengua en su boca mientras le rodeaba la cintura con las piernas.

—Eres preciosa, Bella—le dijo, mirándola completa mientras se sostenía con un brazo sobre ella—. Tienes un cuerpo espectacular.

—Si, yo también tengo muy buena vista—dijo, dejando que sus ojos cayeran en el regazo de Edward. Edward la atrapó viéndolo.

Estiró su brazo para alcanzar un condón. Bella lo detuvo.

—¿Qué? ¿No quieres…?

—¿Puedo probarte primero?

La boca de Edward se abrió.

—Eh… sí, sí, claro que puedes.

El centro de Bella latía y parecía retorcerse por la anticipación, pero desde que Edward quedó desnudo frente a ella, no había podido sacarse de la cabeza la idea de probarlo.

Su gemido se mezcló con el de Edward cuando exploró con su boca por primera vez después de todo ese tiempo. Edward sujetó su cabeza con ambas manos y Bella lo miró entre las pestañas. Tenía los ojos cerrados y el ceño fruncido. Bella lanzó otro gemido. Era una vista de ensueño.

Lo hizo lento al inicio, adaptándose, luego intentó hacerlo más rápido, pero perdió el ritmo y entorpeció por un momento.

—Está bien, bonita, tranquila—le dijo Edward, tomándola de la mano y enredando sus dedos.

Permaneció en él unos momentos más, mientras el sonrojo de vergüenza se le desaparecía de las mejillas, antes de regresar a su altura. Dejó un beso sobre la boca de Edward.

—Eso salió mal—dijo.

Edward abrió los ojos y la pegó a él.

—¿Qué? No, claro que no—meneó la cabeza—. Estuvo perfecto.

Antes de que ella pudiera hacer o decir algo más, la besó y apretó su trasero, atrayendo su regazo.

Esta vez Bella no lo detuvo cuando alcanzó un condón. En su lugar, deslizó las plantas de sus pies por la cama, dándole espacio.

Y finalmente Edward estaba en ella. Bella ahogó un gemido contra la boca de Edward. Él siseó. Ella le pasó las manos por la espalda, rascándola.

Dios—dijo.

—Eres… perfecta… Bella—embistió Edward.

Bella enterró sus talones en el trasero de Edward. Él tomó su pierna derecha y la colocó sobre su hombro. Bella gimió. Los embistes de Edward se aceleraron y la besó con un gemido en la garganta.

—Por favor… no pares—ella imploró, enterrándole las uñas en el omoplato.

Edward le besó el cuello, mientras ella se arqueaba y gemía en su oído. Bella apoyó la frente en su hombro y se mordió el labio mientras temblaba debajo de él. Otro gemido se le escapó y lo sujetó fuertemente sintiendo el placer ondular por todo su cuerpo e incapaz de controlar los temblores en sus piernas.

Edward le siguió, él enterró sus dedos entre toda su cabellera color chocolate y Bella sintió sus pesadas exhalaciones contra su mejilla. Detuvo sus embistes mientras temblaba y se descargaba.

Luego él cayó sobre ella, intentando sostenerse con un brazo. Bella lo abrazó, dejando que cediera y todo su peso estuvo en ella.

—Quería tanto esto—susurró Bella contra su oído.

Edward se alejó para verla a la cara.

—No sé si perdí o gané—dijo.

—¿A qué te refieres?

—No sé si perdí a la Bella ansiosa e implorante o no sé si gané al verla o no sé si sólo es algo de Bella.

Ella se removió ligeramente debajo de él, sintiendo todo su cuerpo contra el de ella.

—Es algo de Bella. Montaría todo un show para ti.

—¿Tienes planes este fin de semana? —peguntó con una sonrisa.

—Si—Bella respondió—. Mi plan es dejar de estos por todo el apartamento—le mostró el envoltorio abierto del condón.

Edward sonrió.

—¿Puedo unirme?

—Si, por favor—le pasó las manos por el cabello—. Sólo contigo. Y para ti.

Edward la sujetó por la mejilla y la besó.

¿La electricidad? Seguía ahí.

Y no se iría nunca.


¡Hola otra vez!

Les traigo una nueva historia para esta historia jaja.

Espero que les haya gustado, está súper delulu pero es como un abracito cálido.

¡Háganme saber qué piensan y nos leemos en la siguiente actualización!

Muchísimas gracias.