Un caso de crisis de identidad.

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Existía un buen motivo por el cual Noppera-Bo era exitosa, y ese motivo era la planificación.

No le gustaba dejar nada al azar.

Cuando un mapache se transformaba para jugarle una broma a alguien, ¿lo planeaba?, pues no. El mapache hacía lo que hacía porque era parte de su naturaleza y a veces necesitaba defenderse de los humanos y una buena defensa era engañarlos, eso o simplemente lo hacía para gastarle una broma a alguien porque los mapaches no eran criaturas serias.

Cuando un zorro cambiaba de forma, ¿lo planeaba?, pues sí, pero eso era porque los zorros a diferencia de los mapaches eran más listos que juguetones, al igual que los gatos, las serpientes y una que otra araña.

Noppera-Bo también era lista al igual que los zorros, así que tampoco dejaba las cosas al azar. Por eso, sabía lo que sabía y ese conocimiento le permitiría alcanzar el éxito.

Estaba segura de que nadie más se daba cuenta de que su blanco no era ningún tonto, que todo aquello de ser un calvo simplón era un acto. Saitama era, de acuerdo a su investigación, una criatura más complicada de lo que cualquiera pudiese imaginar, con motivaciones ocultas y deseos superficialmente vanos que disfrazaban a alguien complejo con muchas capaz y matices.

Debía creer eso, convencerse de que no estaba perdiendo el tiempo cumpliendo el encargo de sus superiores porque de otro modo se vería forzada a admitir que no podía seguirle el paso a un tonto con aires de vagabundo y hobbies que francamente le parecían infantiles.

Acompañarlo a escondidas a comprar videojuegos había sido una experiencia perturbadora, en especial porque descubrió el terrible secreto de aquel otro héroe, el hombre más fuerte del mundo que en realidad no era otra cosa que un debilucho cuyo único talento era ser un mejor jugador que Saitama, lo que en realidad no era difícil de conseguir.

Además, el tipo era un pervertido y lo peor era que a Saitama no parecía molestarle.

Si sus gustos eran los mismos, entonces tendría que cambiar toda su estrategia y tomar riesgos nunca antes imaginados en el campo del romance.

La sola idea la hacía desfallecer.

–Ya olvidalo, ¿quieres?. Te provocarás una jaqueca si sigues así–

Suspirando, Noppera-Bo se volteó a ver a su para nada agradable carga especial que sentada en la repisa del mostrador examinaba su nueva adquisición con toda la curiosidad infantil que no debería existir en un ser tan siniestro.

–No creo que sea tan terrible–, murmuró la diosa maligna, –Esto no es nada comparado con las atrocidades que cometen los humanos contra otros humanos, hasta es cómico si lo piensas, es decir, ¿te diste cuenta de lo caricaturesco que es todo esto?. El hombre "más fuerte" del mundo jugando a tener citas con chicas virtuales de caricatura con voces chillonas y vestiditos cortos. ¡Hilarante te digo!–

Noppera-Bo frunció su inexistente ceño pues claro, ¡claro que eran caricaturas virtuales!. La idea de una mujer adulta, racional, con una profesión y un futuro enamorándose de un cochino pervertido como King de por si era estúpida, pero al menos, era mucho menos vulgar que eso de ser el nuevo maestro de la clase de chicas mágicas quienes por cierto, ¡usaban muy poca ropa!.

Honestamente, desde hacia años que no le tocaba un encargo tan complicado. Saitama o era el mejor actor del mundo o en realidad era el tipo más soso que uno pudiese imaginar.

–La forma en que murmuras todo el tiempo es muy molesta–, comentó la diosa maligna ya harta de lidiar con la creciente neurosis de Noppera-Bo, –No sé qué te preocupa tanto, me tienes a mi, ¿recuerdas?. Esas tontas no querían que viniera pero yo decidí hacer un espacio en mi ocupada agenda y ayudarte de todos modos, así que ya deja de preocuparte y comienza a divertirte como cualquier otro ser como tú lo haría, porque se supone que ustedes son divertidos, son "bromistas"–

Aquello último era falso porque nadie, absolutamente nadie le pedía ayuda a esa diosa. "Arma de doble filo", como le decían sus superiores, era una manera amable de referirse a ella porque el concepto aquel implicaba que existía al menos algo de control sobre sus acciones, cuando en realidad, nada ni nadie controlaba a aquella entidad. No por nada su nombre se hallaba prohibido y sepultado, manteniendo el conocimiento de su verdadera identidad un selecto grupo de entidades poderosas, místicos de renombre y uno que otro aficionado a los temas paranormales que de todos modos no podía pronunciarlo, lo que era bueno porque esa "arma de doble filo" era más bien una catástrofe andante que arruinaba vidas con su mera presencia.

–¿Necesitas ayuda con esa cosa?–, preguntó Noppera-Bo sintiéndose nauseabunda al recordar como aquella misma deidad siniestra que antaño devoraba almas ahora se entretenía con diversiones humanas, –Podríamos haber conseguido un juego distinto, ¿sabes?. Robamos más de una consola por si no te has dado cuenta–

La diosa maligna se levantó del mostrador y saltó al polvoriento piso sosteniendo su Nyntiendo DS.

–Estás muy preocupada para ser alguien que solo vino a perder el tiempo–, sentenció, –¿En serio crees que tus tontos planes van a funcionar?, pues adelante, haz el ridículo en cuanto una de esas cuatro descubra que usas una ilusión para esconderte. Mientras más pronto lo hagas más pronto podré repartir mis bendiciones y probar de una vez por todas que ese pelón no es peligroso–

–Por favor no desprecie mis habilidades–, se defendió Noppera-Bo, –Quizás no sea tan fuerte como usted, pero puedo ocultarme mejor que nadie y engañar a cualquiera, así que pido que no interfiera y me permita evaluar por mi cuenta a Saitama y decidir si es o no peligroso–

La diosa maligna ignoró al espectro, cogió su pequeña mochila de viaje y se internó en la oscuridad del local abandonado que haría las veces de base de operaciones para las dos. Desde el comedor, Noppera-Bo escuchó la irritante música del dating sim que King compró en la tienda y que ese pequeño demonio aterrador le robó a la salida.

Al menos así estará ocupada–, razonó la aparición suspirando.

Su éxito en esa misión no solo era importante para si misma, sino para todas las apariciones menores que tuvieron que ocultarse cuando los kaijin ganaron fuerza y comenzaron a demandar su sumisión. Si lograba establecer contacto y ganar la cooperación de Saitama para su bando no solo garantizaría la supervivencia de los suyos, sino que también lograría evitar que una deidad siniestra hiciese de las suyas en contra de los humanos, puesto que, a pesar de ser en su mayoría ignorantes y fáciles de engañar, Noppera-Bo reconocía que tenían algo de valor, y que perderlos haría de la vida algo menos interesante.

–Estúpidos humanos, no tienen idea de lo que se aproxima–

Y por el bien de esos mismos estúpidos humanos a los que acostumbraba a espantar, Noppera-Bo esperaba que Saitama, en el peor de los casos, al menos se dignase a darle una oportunidad y ayudarla, porque era un héroe, y eso era lo que se suponía hacían los héroes.

Ayudar a los que lo necesitan.

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Saitama no solía hallar mucha emoción en su vida desde que su motivación principal para ser un héroe fuese reducida a una suerte de empleo de medio tiempo que ya no le ofrecía desafíos, aún así, quedaban pequeñas cosas en su mundo que apelaban a su parte más humana y lo alejaban de la indiferencia en la que pudo haberlo hundido su inconmensurable poder.

Las actividades mundanas que antes veía como meras molestias ahora le resultaban atractivas, le permitían ceñirse a una rutina que lo mantenía cuerdo y a veces, hasta motivado.

–Espere un segundo, creo que tengo un cupón para esto–

Buscando en su pequeña cartera solo para darse cuenta de que había obviado un agujero, por ejemplo, le producía una ligera nota de angustia muy distinta a aquella que le provocaba enfrentar a un oponente débil.

El descubrir de inmediato que no había perdido nada la borró por completo aliviándolo, y luego, de vuelta a no sentir nada.

Esa era la extensión máxima de su rango emocional, o al menos así lo era hasta hace un tiempo.

Ahora podía darse el lujo de entretener a su aprendiz y a su propio club de fans, quienes por cierto nunca comentaban nada negativo sobre su traje, su apariencia física o su personalidad.

–Vaya lo siento, al parecer expiró hace poco–

Y nuevamente, angustia.

–Oh… Supongo que tendré que pagar el precio completo–

Preparándose a sacrificar sus preciosos ahorros se sorprendió al sentir la mano de la cajera posarse sobre la suya. La joven, viendo de un lado a otro le indicó que se acercase con un ademán de manos y le susurró al oído.

–Le diré un secreto. En el pasillo seis en donde guardamos el guacamole deshidratado se encuentra mi bolso, puede coger un par de mis cupones de empleado–

El pelón, ya acostumbrado a la desconfianza de los dependientes se sorprendió ante ese gesto de inequívoca bondad y sin poder creer su buena suerte procedió a cerciorarse de no estar soñando.

–¿Está segura?, no quisiera incomodar–

La cajera sacudió la cabeza, –No es molestia, además, lo reconozco. Usted es ese héroe que detuvo al ninja ese, usted salvó muchas vidas vidas ese día–

Eso había pasado hacía ya algún tiempo y a decir verdad, a Saitama le sorprendía que alguien todavía lo recordase, pero como se trataba de cupones no se detuvo a pensar en nimiedades.

–Iré por ellos, gracias–

Luego de encontrar su objetivo, sacar no más de lo necesario y regresar a la caja pagó su compra consistente más que nada en algunos artículos de primera necesidad y una lista de ingredientes para que una de las chicas preparase algo para la reunión semanal de su club de admiradoras. El héroe, que desde un inicio cuestionó hacer reuniones en su casa y además encargarse también de las compras terminó por ceder luego de acompañar a Ibitsu a buscar provisiones en una desafortunada excursión.

Pudrió toda la fruta con las manos y tuve que pagarlas de mi bolsillo, y además hizo que le comprase ese tonto oso de felpa que me costó casi todo el presupuesto de la semana–

–Aquí tiene su compra, gracias y que tenga un buen día–

El calvo héroe recibió sus cosas, agradeció a la cajera y se marchó de la tienda con una boba sonrisa.

La chica le había obsequiado más cupones con su bolsa de compras.

Dentro de todo, ha sido un buen día–, pensó Saitama al encontrarse más tarde con su séquito que lo esperaba en un restaurante de comida rápida.

En efecto, había sido un grandioso día desde las compras de la mañana, tan bueno que en lugar de celebrar en el pequeño departamento de Saitama se decidieron a visitar un nuevo lugar de comida rápida del que de seguro los correrían en cuanto la concentración de energía malévola que esas cuatro irradiaban asustase a los clientes.

Al fondo del local, el grupo de seis, siendo Saitama, Genos y su fan club, esperaba ansioso la comida

–Disculpe, creo que hubo un error. Pedí la porción pequeña de papas y una soda regular–

La camarera quien también era la cajera y al parecer la chef del lugar le obsequió una tímida sonrisa al pelón.

–Es que hoy limpiamos la freidora y estamos regalando papas extra–

Sin dejar de comer, Saitama asintió complacido de que su cartera no se hiciese más liviana.

–¿Y la soda?, ¿segura de que no me cobraran extra?–

La muchacha sonrió nerviosa al darse cuenta de que la mirada del resto de ese pintoresco grupo se clavaba en su persona. La intensión asesina de las otras apariciones era palpable en el aire, así como la desconfianza del cyborg que juzgaba cada uno de sus movimientos.

–¿Cortesía de la casa?–, murmuró incómoda, –Es día de inventario y bueno, recién estamos abriendo. Es buena publicidad para nosotros–

Sacudiéndose de hombros, Saitama se terminó el resto de su soda tamaño Jumbo.

–Gracias–

Bastó eso para que la joven escapase detrás del mostrador y hacia la cocina, dejando al grupo por su cuenta. No presintiendo nada peligroso, Genos decidió relajar su guardia.

–Sensei, todo mundo ha sido muy amable con usted el día de hoy–

–Y que lo digas–, respondió Saitama –Me regalaron cupones, papas extra, una camiseta e incluso un globo–

Sí de por si la bizarra presencia de cuatro apariciones y dos héroes ocupando espacio en un local de comida rápida que apenas unos días atrás estaba abandonado provocaba temor, el hecho de que todos tuviesen un globo de color rojo atado a las muñecas lo elevaba al campo de lo inquietante.

No por nada la camarera salió huyendo.

–No tenía ni la menor idea de que había un día del globo gratis–, comentó Ibitsu contemplando su premio con tal felicidad que apenas encajaba en su pálido rostro.

–Es una de esas celebraciones de las que nadie habla–, le contestó Hasshaku haciendo uso de su basta experiencia en cuanto a celebraciones, –Tuvimos suerte, generalmente tendría que colarme en una fiesta de cumpleaños para conseguir algo así–

Kushisake en tanto veía el suyo como si estuviese hipnotizada, era tan rojo y brillante, igual a los guantes de Saitama. Generalmente, no le importaría pinchar un obsequio tan soso, y si alguien se le hubiese ocurrido ofrecer uno como chantaje para escapar de su muerte se hubiese asegurado de cortar a esa persona muy lentamente, pero últimamente, ya ni deseos sentía de matar.

Estaba convencida de que se trataba del poder del amor, por eso no se dio cuenta de que esa bonita sensación que tenía de estar a solas con su héroe era un tanto más real de lo que imaginaba.

Lucrecia no podía darse tal lujo, desde que llegó sentía que algo andaba mal.

–El lugar se ve algo vacío, me pregunto por qué será–

Genos no había querido decir nada, mal que mal, era el día de descanso de su Sensei y a menos que hubiese una emergencia podían dejar que los otros héroes protegiesen a la gente, pero así como decía Lucrecía, el lugar se veía demasiado vacío, casi como si lo hubiesen preparado a último minuto para recibirlos.

–Es cierto–, contestó Hasshaku, –Solo está esa niña enojada–

Saitama ajeno a todo seguía comiendo mientras que el resto del grupo caía en cuenta de lo bizarro de la situación, por supuesto que la responsabilidad de ponerlo al tanto recaía en los hombros de su discípulo.

–Nos observan–, susurró el cyborg a su sensei.

El héroe calvo vio de un lado al otro sin dejar de comer, –¿Quién?–, preguntó un tanto confundido.

Apuntando a un rincón apartado de la tienda que antes estaba desierto, Genos respondió, –La niñita rara, lo está viendo fijamente a usted Sensei–

Saitama frunció el ceño, claro, estaba acostumbrado a que muchas personas lo viesen no de la mejor forma. Aquello de ser un héroe incluso estando ya registrado no cambió mucho de su vida diaria, pero siempre y cuando pudiese pasar el tiempo estaba bien, incluso si no todo mundo lo apreciaba.

De todos modos… No, no era nada. Solo una niña que quizás se sentía un tanto fastidiada de que nadie la estuviese atendiendo.

–No seas tan duro Genos, de seguro solo está molesta porque tiene hambre. Lo solucionaré en un instante–

Quizás fue porque las semanas de actividades en grupo lograron revitalizar el interés del héroe en la vida diaria que realizó ese gesto, a final de cuentas, había salvado a muchos niños antes pero casi ninguno de ellos lo había visto por más de algunos segundos mientras que eliminaba al kaijin de turno, de hecho, el que nadie lo conociese antes de que se hiciese parte de la Asociación de Héroes demostraba que sus acciones eran consistentemente ignoradas.

Cogió la cinta de la que estaba atada el globo y la sujetó a la muñeca de la chica sintiéndose bastante orgulloso, de seguro, pensó Saitama, se veía muy cool, como un héroe de manga. Mas como era de esperarse, tratándose de Saitama, no le duró mucho.

–No soy una niñita, soy una adulta–

Vio a la niñita en cuestión y al parecer, decía la verdad. Era muy baja pero no tanto como Tatsumaki y su cabello en lugar de ser de ese tono verdoso tan popular era castaño, estilizado en el espíritu hime que algunas chicas favorecían.

Los pequeños cuernos en tanto de seguro eran un accesorio, quizás la chica hacía cosplay o algo por el estilo.

–Sensei, imagino que se trata de alguien como Tornado–, sugirió el cyborg sintiendo la misma irritación de siempre que le provocaba la altanera heroína psíquica.

El calvo dio un paso atrás por precaución.

-¿Una mocosa descarada?–

–Peor sensei–, comentó Genos, –Una adulta engreída que actúa como mocosa descarada. Recomiendo marcharnos lo más pronto posible–

No, Saitama definitivamente no permitiría que alguien como Tatsumaki le arruinase el día. Simplemente la estaba pasando demasiado bien como para volver a casa sintiéndose frustrado por culpa de esa petisa.

–¡La cuenta!–, pidió mientras que sacaba el dinero de su cartera para pagar.

La pobre dependiente regresó apresurada de la cocina, recibió el pago y se quedó con la mano estirada al intentar dar el cambio.

–Es la propina, no se preocupe–

El grupo se levantó al unisono y salieron en fila, desde la más baja siendo esa Ibitzu hasta Hasshaku. Saitama se quedó atrás con Genos para supervisar la evacuación, después de todo, no iba a dejar que su club de fans se enfrentase a la molestia incesante de alguien como Tatsumaki.

Eso si, no pasó por alto que la chica a la que le dio el globo seguía observando, y cuando se dio vuelta para preguntar qué quería ella en vez de mostrarse altanera le guiñó un ojo.

El pelón sintió un escalofrío recorrer su espalda y arrastrando a su discípulo a la salida le pidió que para la otra, no fuesen a comer a ese lugar.

–¡Gracias y vuelva pronto!–, gritó Noppera-bo para luego esperar a que estuviesen a una distancia prudente y quitarse el disfraz.

Como temía, se había manchado con aceite. Esas manchas jamás se iban.

–¿Vas a seguirlo?–, preguntó la diosa maligna haciendo botar su globo como si fuese una pelota de ping pong.

–Es la idea, he estado mapeando su rutina durante toda la semana, memorizando sus gustos y reacciones con el objetivo de establecer una conexión significativa utilizando a mi siguiente personaje. Creo que tengo lo suficiente como para volverme parte de su vida sin levantar sospechas–

Era demasiado complicado en opinión de la diosa, tantos factores a considerar cuando un mero "hola" hubiese bastado, aunque siendo justas con Noppera-bo, no se trataba de engañar al héroe de turno que quedaba prendado de la primera cara bonita que le prestase atención, sino de un humano que era… Complicado no era la palabra, no aplicaba a Saitama.

–Ridículo, pero supongo que no se puede esperar más de alguien tan débil–, criticó la temible aparición mientras que Noppera-bo limpiaba.

La cambia caras apiló las bandejas y con una envidiable destreza limpió la superficie de la mesa.

–Si me permite preguntar, ¿por qué se abstuvo de atacarlo?–, cuestionó intrigada, –Lo tenía a su alcance y bueno, usted no es tan compasiva–

La diosa frunció el ceño, sus muy oscuros y profundos ojos enfocados en la superficie del globo en la que se reflejaba.

–Me dio un regalo, hace mucho tiempo que no recibo uno–

Noppera-bo asintió, ya habiendo lidiado con las bandejas y la mesa, solo le quedaba trapear y podrían irse.

–No tenía idea de que disfrutara de esos gestos, después de todo, usted no es la clase de deidad que pueda complacerse con ofrendas tan pequeñas–

–Me intriga–, explicó la diosa, –Intenté usar mi aura para destruir sus defensas emocionales y no dio resultado. Es la primera vez que sucede con alguien carente de poderes espirituales, y esos ni siquiera duran tanto–

Ahora, esto era algo que cualquier entidad, aparición o espanto hubiese querido escuchar. Existían múltiples seres que decían ser deidades y solo algunos de ellos de verdad poseían la fuerza como para respaldar esa postura, y en su pequeña agrupación solo esa diosa estaba dispuesta a cooperar con el resto.

–¿Qué hubiese pasado de haber sido exitoso su ataque?–, preguntó fascinada.

–Es difícil saberlo, quizás hubiese sido consumido por la manía, o le hubiese dado horrendas y vividas pesadillas–, explicó la diosa asintiendo para si misma, –Tal vez lo habría matado pero como es calvo, no tenía de donde agarrarme, si es que me entiendes–

–¿Calvo?–

La diosa rodó los ojos y se puso a bostezar, –Pues veras… ¿Si sabes que recibo ofrendas de cabello, verdad?, pues necesito una forma de sujetar a las personas y Saitama es una superficie lisa, no es como que no se pueda solo que cansa así que no le vi el sentido–

Noppera-bo frunció el ceño y sacudió la cabeza, de verdad que esperaba algo más sustancioso, algo mejor que enterarse de que la entidad más fuerte con la que se había topado era básicamente ineficaz en contra del humano al que debía ser capaz de contener.

–Debo limpiar y cerrar antes de movilizarnos a la siguiente base–, murmuró en tono lúgubre mientras que barría.

La diosa maligna se sacudió de hombros, para nada impresionada con la pobre imitadora.

–Estúpida aparición, dices cosas sin sentido–

Noppera-bo se quedó en la cocina un rato, sintiendo como su nuevo rostro comenzaba a picar. No estaba segura de estar haciendo lo correcto, involucrarse en la vida de ese pelón parecía ser una pésima idea.

Simplemente, no quería lastimar a nadie.

–Quizás, podría advertirle–

Jugando nerviosamente con los pliegues de su delantal, vio hacia la entrada esperando no estar siendo a su vez observada.

Estaba teniendo ideas peligrosas, de la clase que a nada bueno conducían.

–Decirle que una diosa maligna quiere maldecirlo, digo… Yo no mato personas y el tipo se ve decente, aunque sí que es insípido no por eso merece morir, si fuese así, imagina los millones de humanos que serían aniquilados–

–Esa es una idea muy tonta, Noppera-bo–

Dio un salto que casi la hace estrellarse contra el techo y luego comenzó a desvanecerse. Su rostro volvió a ser una superficie lisa carente de todo detalle.

–Te dieron este trabajo porque eres una de las pocas apariciones que no se cree invencible y por eso esperan que puedas evaluar que representa Saitama para nuestros intereses. A mi en cambio me tienen como carta del triunfo, en caso de que descubramos que el tipo de verdad es peligroso y haya que eliminarlo–

Noppera-bo buscó con que armarse, sujetando el mango de la escoba como si su vida dependiese de ello.

–¡No puede maldecir a alguien sin cabello!–

La diosa maligna frunció el ceño y sacudiendo sus propias hebras castañas contesto.

–Pues al menos yo no soy una acosadora rara, y da lo mismo si puedo o no maldecirlo. Solo significa que tendré que hacerlo a la antigua–

¿Qué significaba "a la antigua"?, pues Noppera-bo lo averiguaría pronto.

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Lo averiguaría pronto, ¡pero no tan pronto como para interrumpir la semana del héroe!, después de todo el calvito ese no iba a detenerse por nimiedades.

–¡Saitama!–

Era temprano pero no tanto como para no recibir visitas, incluso si era de la clase que llegaba sin avisar y se adueñaba del lugar como si no fuese la gran cosa.

–Oh, eres tu Fubuki, ¿qué quieres ahora?–

La escuchó parcialmente quejarse sobre esto y aquello, cosas de las que francamente no tenía idea y que de todos modos no eran su culpa. Fubuki debió haberse dado cuenta de que ya había perdido su atención por lo que hizo lo inteligente al lidiar con alguien que en realidad, no deseaba involucrarse en los problemas de los demás.

Se puso a resumir.

–Saitama, me he dado cuenta de que has comenzado tu propia "organización" de héroes a pesar de que sabes que es perfectamente aceptable que te unas al Grupo Blizzard–

Y era lo mismo de siempre, honestamente, ¿por qué esperar algo distinto de Fubuki?.

–Paso, y no he iniciado ninguna cosa, sigo trabajando solo–, aclaró el héroe que sin dejar de cortarse las uñas de los pies señaló a la puerta, –Pues si eso era todo… –

La iba a arrojar afuera, en serio que lo haría pero Fubuki no pensaba darse por vencida así nada más.

–¿¡Entonces quienes son esas cuatro que te siguen a todas partes!?–

Golpeando la mesa, un set de cuatro fotografías de calidad profesional con su fan club en diversas actividades.

¡Rayos!, ¿qué acaso lo habían seguido?, no era exactamente sutil a la hora de salir con las chicas y tomando en cuenta todos los incidentes que provocaban, Saitama no albergaba ilusión alguna de que otros héroes no fuesen a verlas, aunque esperaba ser capaz de manejarlo para cuando sucediese.

El problema de que Fubuki fuese la primera en descubrirlos no era solo lo que pudiese hacerle a esas cuatro, o que las cuatro quisiesen hacerle a Fubuki, sino que podían acabar involucrándose con Tatsumaki y la verdad no quería lidiar con ella.

–No tengo idea de a "quiénes" te refieres–, farfulló haciéndose el desentendido.

–¿En serio vas a negarlo? –

–Mira–, replicó Saitama, –No estoy intentando formar nada. Lo que dije sobre fortalecerte sigue siendo cierto. Debes trabajar en ti misma Fubuki para así no depender de tus subordinados–

–¿Puedes explicar esto?–, insistió Fubuki señalando a una sesión de entrenamiento que el club de fans de Saitama había celebrado en honor al héroe siguiendo su clásica rutina de acondicionamiento.

El calvo sacudió la cabeza apesadumbrado.

–¿Cómo conseguiste esto?–, dijo en un susurro.

Fubuki se mostró orgullosa, incluso soberbia al hacer gala de un elemento con el que Saitama y su grupo no contaban.

–Te confieso que no fue fácil Saitama, lo único que puedo decirte es que el Grupo Blizzard está bien distribuido en todas partes y contactos no nos faltan. Nada se nos escapa de la vista–, declaró sobre su red de información, –Por eso respondemos antes que cualquier otro, ese, es el valor del trabajo en equipo–

–Es mi fan club–, terminó por confesar el héroe ya a regañadientes.

Fubuki parpadeó repetidamente, luego, frunció el ceño, entrecerró los ojos y se puso a reír.

–Claro, porque de entre todas las personas tú tienes un grupo de admiradoras–, dijo la heroína psíquica en tono burlón.

–Es cierto, nos reunimos al menos una vez a la semana. Era una vez al mes pero las chicas insistieron en que no era suficiente–

Fubuki sacudió su corta y oscura melena. Pobre, pobre Saitama, pensó la menor de las hermanas esper, imaginando que el oprobio constante del público había sobrepasado al no muy listo pelón que tan solo deseaba ser reconocido por más personas que su poco sociable discípulo, y los otros igualmente desquiciados personajes que conocían su verdadero poder.

El hecho de que ese grupo la incluyese en cierta medida a ella lo pasó por alto.

–No tienes que mentir para impresionarme–, ofreció en tono amable, –Si de verdad tanto querías que te reconocieran podrías haberme pedido ayuda y ya. Cambiaría primero ese tonto traje que tanto te gusta, el amarillo no te queda pero conserva los guantes, los guantes se ven bien–

–Son de verdad–, insistió el pelón cogiendo las fotografías y sacudiéndolas.

La esper terminó por suprimir su risa burlona al darse cuenta de que Saitama hablaba en serio.

–Oh vaya, en realidad encontraste a un grupo de mujeres que quiere pasar tiempo contigo–, murmuró incrédula conforme esa nueva y particular idea presentaba todas sus implicaciones.

–¿Le preguntaste a Genos si les estaba pagando en secreto?–

Los hombros del héroe cayeron por pura decepción.

–No, y conociendo a Genos, no lo haría porque interferiría con su entrenamiento–

Claro, era evidente, pensó Fubuki, que la persona menos conforme con compartir el tiempo de Saitama con alguien más sería Genos.

–No lo entiendo, ¿por qué alguien querría ser tu fan?–

Saitama dejó caer las fotografías una tras otra, su día había sido arruinado.

–Heee como sea, ¿no estás tratando de formar tu propio grupo?–

–No, como ya te dije son mis fans. No están inscritas en la base de datos de la Asociación si eso es lo que te preocupa y tampoco trabajan de forma independiente. No le están robando el trabajo a nadie ni tienen la intención de hacerlo–

Fubiki, apenada por su falta de tacto cogió desde el piso las fotos y las ordenó.

–¿Cuántos miembros tiene tu club?–, preguntó en tono conciliatorio.

–Cinco incluyendo a Genos como el presidente–

Fubiki nuevamente soltó una carcajada burlona, Saitama no le estaba facilitando las cosas.

–No es gracioso–

–No dije que lo fuera–

La heroína psíquica suspiró para calmarse porque a final de cuentas, no era culpa de Saitama. Genos y su obsesión con la justicia y ser más fuerte enloquecería a cualquiera menos al pelón que lo soportaba todo de manera estoica. Era hasta casi tierno de ver, como un hermano mayor cuidando de su hermanito hiperactivo.

El grupo de fans de Saitama era… Bueno, no eran para nada comunes. Generalmente, un club de fans incluía de todo, absolutamente todo. La misma Fubuki tenía algunos cuantos e iban desde aquellos que eran normales hasta esos que cruzaban constantemente la barrera de la admiración, motivo por el cual evitaba cualquier mención de fan art que pudiese involucrarla a ella o a su hermana.

–Saitama, no sé si lo hayas notado pero esta persona aparece en todas tus fotografías–

El pelón se rascó la nuca al ver a la persona que por poco aparece fuera de foco, oculta convenientemente cerca de su club de fans.

–Espera un segundo, la reconozco–, murmuró el héroe fijándose en todas las fotografías, –Claro, es ella–

–¿Sabes quién es?–, cuestionó Fubiki intrigada.

–No realmente, es decir, nos vemos a menudo. No me había dado cuenta de que era la misma persona–

La esper la comparó en las cuatro imágenes, mismo rostro, misma altura, mismo tono de piel pero los peinados y la vestimenta variaban. La vestimenta lo entendía, las personas normales no usaban lo mismo todos los días a diferencia de los héroes, pero el cambio de peinado tan drástico era diferente.

–¿Cómo es posible que tenga tantos empleos al mismo tiempo?–, se preguntó a si mismo Saitama, –Cajera, mesera, payaso, modelo, periodista… Vaya, lo hace de todo–

–Y mira, hay alguien más–, señaló Fubiki apuntando a una esquina todavía menos notoria en cada una de las fotografías.

Saitama frunció el ceño sintiéndose preocupado.

–Es esa extraña niñita del restaurante de comida rápida–

Fubuki sintió que la temperatura a su alrededor disminuía y luego, de forma súbita, como si un ejercito de milpiés escalasen desde sus píes a su cabeza para luego desvanecerse.

–Siento como si me estuviese viendo–, murmuró con un nudo en la garganta.

–Ahora que lo mencionas yo también lo siento–, replicó Saitama, –Vaya, si no me lo dices nunca me hubiese dado cuenta. Gracias Fubuki–

Fubuki ya no escuchaba, la habitación se sentía gélida, la presión a su alrededor era enloquecedora y nada salvo aquella presencia siniestra existía a su alrededor, manifestándose desde los rincones oleada tras oleada, como brea, como hiel penetrando sus entrañas, violando su garganta con incontables horrores más allá de su imaginación.

Se vio a si misma siendo enterrada viva, sus gritos enmudecidos por una barrera invisible, sus brazos y piernas rotas y la tierra y el sudor entrando en sus ojos.

El horror creciente al darse cuenta de que había sido engañada, pues no existía nada más allá de la oscuridad.

El dolor palpitante en su cabeza que parecía partirse a la mitad y luego…

–¡Sentí un tirón en el pelo!–

El calvo reaccionó sin siquiera pensarlo, casi tocando la silueta de una mano conforme la espectral risa de alguien se desvanecía.

–¿Saitama?–, preguntó Fubuki confundida mientras que se abrazaba a si misma.

El héroe dejó caer sus brazos, algo también lo había tocado, y resbalado de su cabeza.

–No es nada–

Sacudiendo la cabeza, Fubiki exhaló sintiéndose ya menos incómoda. Ya ni frío sentía.

–Como sea, me alegra que hayamos resuelto este asunto–

Saitama se sacudió de hombros, como de costumbre, no hizo nada productivo por estar entreteniendo a una conocida. Al menos no vio ninguna catástrofe en televisión que requiriese de su ayuda.

–¿También quieres unirte a mi club de admiradoras?–, ofreció sin saber qué más decir.

Sonrojada, la heroína psíquica vio de un lado al otro retrocediendo.

–Mira la hora ya tengo que irme fue un placer verte nos vemos pronto–

Llegó a la puerta e hizo girar la perilla a gran velocidad, tirando de ella y haciéndola chocar de golpe, pero quedándose todavía dentro del departamento.

–Solo bromeaba, además de que si entras tus seguidores vendrán a quejarse y nunca acabará–, declaró Saitama al ver que Fubuki todavía no salía.

–No es eso–, susurró la esper para luego chasquear los dedos, –¿Qué tal si hacemos un trato?–

–¿Un trato dices?, ¿por qué querría hacer un trato contigo?–

Bien, puede que nunca tuviese a Saitama de su parte a pesar de que ya eran amigos, Fubuki podía vivir con eso, sin embargo, que el pelón le debiese un favor era conveniente.

–Es obvio que esa mujer y la niña son unas acosadoras y conociéndote, no serás capaz de descubrir lo que quieren por tu cuenta–

–Pues… ¿Quizás no sea nada malo?–, rebatió Saitama para quitarle peso al asunto.

Fubuki rodó los ojos pues a decir verdad, no podía esperar una mejor respuesta. El pelón no era exactamente la clase de persona capaz de acometerse a una investigación.

–Ya es sorprendente que tengas un club de admiradoras, ¿pero en serio quieres una acosadora?–, argumentó Fubuki disgustada, –Créeme Saitama, esa gente es de lo peor. Les das una pizca de atención y enloquecen y se vuelven una molestia–

Bueno, en eso podía concordar con Fubuki. Lo que menos quería Saitama era a alguien que se entrometiese en su vida y cambiase su rutina, eso no le gustaba para nada.

–¿Qué es lo que propones?–

–El grupo Blizzard puede seguirte desde las sombras, y averiguar quienes son esas dos y qué quieren contigo–, ofreció Fubuki, –Aunque antes debo saber, ¿estás seguro de que no son una ex novia tuya y tu hija perdida?, quizás ahora que no eres del todo un vago quieran tu ayuda en cuyo caso, no te ayudaré–

Saitama se mostró indignado, –Hey Fubuki ya dejá de decir disparates, si tuviese una hija lo sabría–

–… Cierto, qué clase de mujer se fijaría en ti y mucho menos tendría un hijo contigo–, dijo Fubuki para si misma viendo al pelón de píes a cabeza.

Eso fue la gota que rebalsó el vaso, había perdido toda la mañana por entretener a Fubiki y sus delirios, solo para que ella lo insultase una y otra vez

–¿Sabes qué?, quizás sí forme mi propio grupo de héroes –

–No te atreverías–, rebatió Fubiki imaginando las posibilidades, porque si de verdad se lo proponía, Saitama podía conseguir a héroes muy poderosos para unirse a su bando.

–Mis chicas son muy fuertes y tengo a Genos, podría hacerlo si quisiera–, sugirió el héroe cruzándose de brazos.

–¡Pero tú dijiste que depender de los otros te hacía más débil!–, le reclamó la esper fastidiada.

–No, te dije que deberías volverte más fuerte porque no siempre puedes depender de los demás, o algo así–

–Como sea–, le cortó Fubuki cruzándose de brazos, –De todos modos sé que no formarás tu propio grupo, así que dime, ¿quieres que te ayude o no?–

Saitama ponderó la respuesta por un momento.

–¿Vas a enviar a tus chicos a seguirme?–

–Hay que descubrir quienes son esas dos, podrían ser peligrosas–, declaró Fubuki ya más seria.

Saitama, habiendo experimentado ya la cercanía a la más profunda oscuridad tuvo que conceder que la esper no se equivocaba.

–Diles que tengan cuidado Fubuki, porque podrías tener razón–

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–¿Pero quién vigila a los vigilantes?–

–¿Dijiste algo?–, preguntó Noppera-Bo mientras que acababa con los últimos detalles de su disfraz.

–Quiero un abrigo, y un sombrero de detective–, replicó la deidad maligna arrojando la historieta a un lado, –Me los comprarás más tarde–

–Ah, ok–

Meciéndose de un lado al otro, la diosa esperó a que su contraparte acabase de pintarse para luego saltar sobre ella y treparse a su espalda.

–Tu plan va a fracasar–, sentenció de manera grave la diosa.

Noppera-Bo se recargó sobre el tocador sintiéndose cansada.

–Desearía que me tuviese un tanto más de confianza. He estado trabajando en esto sin detenerme desde que llegamos, apenas he descansado y mi energía casi se agota con tal de formular la mejor estrategia para hacernos parte de la vida de Saitama solo para detenernos en este punto. Simplemente no tenemos tiempo para cambiar de estrategia–

La diosa maligna sacudió la cabeza con un gesto triste.

–Noppera-Bo, el plan es muy bueno, es excelente, pero no va a resultar–

–¿Entonces que se supone que haga?–, murmuró la aparición conteniendo las lagrimas, –No puedo volver con las manos vacías y este trabajo se vuelve cada vez más complicado. Es imposible que me acerque sin que alguno de esos kaijin ataque u otro héroe se acerque a saludar o pase cualquier otra cosa–

–No volverás con las manos vacías, deja que te ayude–, ofreció la deidad.

Noppera-Bo resopló por la nariz, –¿Va a pelear contra Saitama?–, cuestionó ya irritada, –¿De eso se trata?, ¿usará la misión como excusa para medir fuerzas en contra de la misma persona que queremos convencer de ayudarnos?–

La diosa maligna entendía de dónde provenían las dudas de Noppera-Bo, a final de cuentas, su historial la delataba como una entidad caprichosa y cruel que difícilmente cumplía con sus promesas, y sin embargo, aquello había sucedido hacía ya tanto tiempo atrás que parecía ser parte de otra vida, mucho más lejana y borrosa que incluso su primera existencia.

Quizás por ello no quería seguir adelante con sus "bendiciones". Noppera-Bo, siglos atrás, hubiese aterrorizado a distritos enteros con su mera presencia, en aquella época que le pertenecía a los demonios. Ella misma había sido parte de ese periodo, contenta con recibir sus sacrificios y ejercer su influencia sobre cualquier pobre diablo lo suficientemente desafortunado como para nacer cerca de sus dominios hasta el día en que ya no quedó ni uno más. Todos se marcharon, todos se alejaron para vivir en las ciudades y las ciudades crecieron y crecieron, y a nadie le interesaba rendir pleitesía a una vieja estatua de piedra y mucho menos a la chica que fue sacrificada para que tal estatua fuese un tanto menos monstruosa.

La entidad original, la verdadera criatura era infinitamente peor. Por terribles que fuesen los nuevos kaijin, aquello que a ellas les faltaba de poder destructivo lo compensaban con pura malicia. No por nada el mundo entero les había temido.

Los humanos actuales eran afortunados de poseer héroes.

–No será necesario–, susurró la diosa maligna intentando sonreír.

A ella le hubiese gustado tener un héroe como Saitama en ese entonces…

–Ya pasen–, pidió al azotar la puerta y encontrarse con cuatro rostros nuevos.

Noppera-Bo sintió como parte de su disfraz se arruinaba de golpe, costaba mantener la concentración con todas sus preocupaciones y la aparición de esas cuatro problemáticas en nada ayudaba.

–Ustedes… ¿Desde cuándo nos están escuchando?–, demandó la aparición sin rostro apretando los puños.

–Recién llegamos–, susurró Hasshaku en su rasposa voz, –Perdón por espiar–

La deidad maligna apunto a un bulto oscuro desmayado contra una pared cercana.

–Les avisó uno de esos raritos de traje negro, ya sabes, los que nos han estado siguiendo–

–¡Pero eran pésimos en su trabajo!, ¿cómo pudieron dar con nosotras?–, se preguntó Noppera-Bo espiando hacia el exterior y viendo a otra persona vestida de negro a mayor distancia.

–Porque dejaron de seguirnos y se enfocaron en Saitama y compañía–, explicó la diosa apuntando al fan club del héroe, –Fue una buena estrategia, o al menos lo hubiese sido si tuviesen siquiera una idea de con quienes se metían. La cosa, Noppera-Bo, es que eres lo suficientemente lista como para evitar que te vean, pero aún así, tienes que acercarte a tu objetivo, tienes que ser visible en algún punto–

–Y notaron que no he cambiado mucho de cara, fue por eso que pudieron atraparme–, concluyó Noppera-Bo avergonzada, –¡Rayos!, descubierta por un error de novata…–

–Era un buen plan, aparecerse frente a Saitama todo el tiempo y hacer que relacionase algunas características de ese nuevo rostro tuyo con interacciones positivas–, mencionó la diosa palmeando la espalda de su amiga, –Eventualmente, cuando te conociera, se sentiría inclinado a corresponder tus peticiones, entonces te convertirías en parte de su vida y podrías manipularlo, bueno, en teoría–

La miasma siniestra del grupo de Saitama se expandió por varias cuadras a la redonda hasta ser ahogadas por la energía oscura de la diosa.

–Oh, entonces de verdad eras la competencia–, escupió Kuchisake blandiendo sus tijeras.

–Vamos a matarla y ya–, se le unió Ibitsu haciendo lo mismo con su motosierra, –Ya suficientemente malo es tener que compartir a mi pelón con estas tres–

–No puedes matarla, debes exorcizarla–, dijo Hasshaku irguiéndose lo más posible, –Sé donde conseguir un montón de amuletos, alguno ha de servir–

Lucrecia negó con la cabeza, –Yo digo que la arrojemos en una caja y arrojemos esa caja al océano–, sugirió, –Un par de cientos de años en una tumba acuática bastarán para que Saitama se olvide de ellas–

Noppera-Bo comenzó a golpearse de frente contra la superficie del tocador maldiciendo su pésima mala suerte, ¿¡por qué demonios le tocaban las peores labores!?, estaba muy bien en su pequeño lugar en las montañas asustando turistas, era pacífico y sencillo y sumamente cómodo a diferencia de las ciudades con todos los cientos de miles de locos que aparecían todos los días.

¡Solo hacía un par de días había visto a un kaijin devorar a veinte personas!, es decir, muchos otros monstruos podían comer incluso más humanos pero generalmente era capaz de ignorarlos, a diferencia de los kaijin que disfrutaban de mostrarse al público y hacer alarde de sus maldades.

–Claro, podrían hacer eso pero entonces Saitama se molestaría mucho–, rebatió la diosa maligna, –¿Qué acaso no se dieron cuenta?, si nos hacen daño sin motivo eso las haría malas y Saitama es un héroe, un héroe castiga a los malvados–

–No es que me haya vuelto buena, es que no le veo el caso a matar a nadie–, contestó Kuchisake, –Supongo que mutilar personas no es lo mío–

–Yo nunca quise ser mala–, añadió Asshaku, –No puedo hablar por las otras pero yo me considero buena–

Lucrecia se sacudió de hombros, cerrando la puerta tras de si para escudar a los inocentes afuera lo que dejó a Ibitsu por su cuenta.

–Oh, ya veo. De entre las cuatro la única que no ha dejado de ser malvada eres tú–, señaló la diosa maligna.

–Si me paso de la raya ya no querrá que salgamos juntos–, se justificó la siniestra aparición ladeando la cabeza de forma perturbadora, –Además no le importa que asesine a oros monstruos, y como nunca aprenden pues…–

Noppera-Bo dejó de golpearse la cabeza porque, primero que nada, seguía viva y coleando, y segundo, todavía podía cumplir con su labor y volver a casa con algo de dignidad.

–Las otras apariciones tienen miedo, creen que la presencia de Saitama ayudaría a disipar la incertidumbre por la que pasamos–, explicó el espectro sin rostro.

–¿De qué otras apariciones hablamos?–, preguntó Kuchisake intrigada, pues sabía que ella misma así como Hasshaku no eran exactamente únicas, pero aparte de eso desconocía mucho sobre el mundo espiritual.

Noppera-Bo buscó en su cartera las cartas de presentación que le habían sido otorgadas y las repartió entre el grupo.

–Pues de nuestra Asociación Secreta Sobrenatural–, dijo a modo de presentación, –Muchas otras presencias ya son parte aunque siempre buscamos a nuevos miembros–

–Nunca oí de ellos–, respondió Ibitsu partiendo la tarjeta a la mitad, –¿Tienes idea de lo ridículo que suena todo esto?, ¿por qué tendríamos una Asociación Secreta Sobrenatural?, a veces tenemos crossovers o eventos en los que nos entremezclamos pero eso es más por accidente, o cuando a algún humano se le ocurre hacernos pelear para ver si nos podemos destruirnos entre nosotras–

–¿Si sabes que las iniciales son un tonto juego de palabras, verdad?–, le siguió Lucrecia sonrojándose, –No sé que clase de estafa sea pero no queremos formar parte, ya tuve una mala experiencia de este tipo y no quiero que se repita–

La diosa maligna rodó los ojos y se hizo paso entre el fan club de héroe.

–… En fin, Saitama, ¿podrías escucharnos por favor?–

La puerta se abrió lentamente y el héroe se hizo paso.

–¡Saitama!–, exclamó su fan club.

Lo rodearon enseguida hablando todas a la vez, el héroe no les podía entender nada pero estaba contento de haber llegado a tiempo.

Le debía una a Fubuki, que molestia…

–Hey chicas–

Viendo una oportunidad de escapar del caos, Noppera-Bo avanzó entre el grupo, cogió al héroe del brazo y lo guió adentro.

–Saitama, toma asiento por favor–

El pelón, vistiendo su sudadera y jeans para pasar desapercibido se dejó caer sobre la destartalada silla, a su alrededor, un montón de diversos implementos que no tenían conexión alguna, desde letreros hasta disfraces, como si fuese el interior de un teatro.

–Aquí estoy, ¿quieren decirme qué está sucediendo?–

–¿Cómo nos encontraste?–, cuestionó Asshaku frunciendo el ceño, –¿Presentiste que estábamos en peligro?–

–Seguí el rastro de personas desmayadas hasta aquí, no fue difícil–, explicó Saitama como si no fuese la gran cosa, –Y por si les preocupa, aunque no creo que les preocupe, ya llamé a Fubuki para que se encargue de sus hombres–

–… –, hubo silencio colectivo de parte de las cuatro.

–Bueno, no veo motivo por el cual no entregarte esto–, resumió Noppera-Bo entregando la misiva oficial para Saitama.

El pelón vio la carta con algo de trepidación, después de todo, casi nunca recibía algo bueno del correo, o eran cuentas o correo basura o suscripciones a servicios que jamás usaría. Le sorprendía eso último porque ya casi todas esas estafas la hacían por internet pero no, a él le tocó alguien lo suficientemente dedicado como para intentar una estafa por correo.

–¿Y esto qué es?–, preguntó sacudiendo el sobre, tentado a romperlo.

–Una invitación oficial para ver a nuestras jefas–, aclaró la deidad maligna, –Noppera-Bo por favor…

–Claro–, continuó el espectro sin rostro, –Con la aparición de más y más kaijin, nos preocupa nuestro futuro. Fue por eso que buscamos conocerte. Eres tal vez la única persona que estaría dispuesta a ayudarnos si llegase a pasar lo peor y acabamos enfrascadas en una guerra en contra de otros monstruoso o alguna otra amenaza mayor–

–¿Entonces no querías salir conmigo?–

La presión que el club de fans de Saitama ejerció sobre Noppera-Bo fue terrible, el aire mismo se volvió denso y pesado, el suelo se sacudió, de las paredes comenzó a brotar cabello e incluso sangre, y un molesto y repetitivo llando surgió de la nada.

–Ehhh, ¿sabes?, no creo que sea el mejor momento para hablar de eso–, se excusó Noppera-Bo apartándose de todos los presentes.

La deidad maligna se apresuró a intervenir, –No sean tímidas, todas las aquí presentes sentimos lo mismo, ¿no?, además, creo que un muchacho fuerte como Saitama podría con todas nosotras–

Un tanto lento como para registrarlo, Saitama acabó apuntándose a si mismo, ligeramente sonrojado.

–Siempre quise tener devotos lindos, entonces, ¿qué dices?, ¿podrías hacer este pequeño favor para mi y tu harem paranormal?–

No, definitivamente no había salido de casa para eso. Tener un club de fans estaba bien, bueno, quizás no era el mejor club, quizás no eran las personas más estables pero al menos eran divertidas y de verdad apreciaban su trabajo, solo que…

–¿Harem?, ¿cuál…. –

Hasshaku se arrodilló frente al héroe tomándole de las manos.

–Por favor no corras–, pidió de forma amable.

Luego le siguieron Kuchisake e Ibitsu, una a cada lado.

–Quedate–, susurró dulcemente el fantasma de la mujer de la boca cortada.

–Sería muy cruel que te fueras–, añadió Lucrecia apoyándose sobre los hombros del héroe.

–Además es lo justo, es por tu culpa que estamos así–, concluyó Ibitsu suspirando, –Ya nadie nos tomará como amenazas serias por tu culpa–

Noppera-Bo perdió la concentración, su rostro volviendo a su estado natural salvo por un notable rubor en donde deberían ir sus mejillas.

–Yo la verdad sí quería salir contigo–

La diosa maligna sonrió complacida, no se arrepentía para nada de su pequeña excursión al mundo moderno.

Había hallado algo valioso entre los humanos, a una persona de inconmensurable valor.

–¿Lo ves?, lindo–

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–Entonces, ¿me presento y ya?–

Coordinar la visita no fue tan difícil como temían, pues con los constantes ataques de kaijins, muchas de las otras amenazas que plagaban al mundo fueron disminuyendo. Era difícil, por ejemplo, operar como una pandilla con el riesgo de que el bando contrario enviase a un monstruo a hacer el trabajo sucio. Como consecuencia de ello el crimen regular disminuyó y fue reemplazado por el súper crimen, más focalizado y dañino pero menos común.

Sin embargo, eso poco y nada tenía que ver con la reunión a llevarse a cabo más allá de justamente tenían el lugar gracias a una de esas pandillas que había desaparecido, un gran salón que solía ser utilizado para realizar reuniones criminales.

Ninguno de los presentes se cuestionó el que esos mismos criminales hubiesen desaparecido, porque villanos humanos habían en exceso, solo que desde hacía un tiempo no se veían.

En fin, aquel todavía no era un problema para Saitama que en esos instantes estaba más preocupado de no quedar en ridículo.

–Pues sí. Lo único que quieren es conocerte mejor para saber si pueden confiar en ti, quizás y hasta convenzas a más de una de dejar de perseguir a los humanos–

Fue una difícil decisión entre un traje formal o su traje de héroe y a decir verdad, la diosa maligna se arrepentía de haberlo dejado a votación en su afán por tranquilizar a ese extraño grupo de entidades.

Me estoy ablandando–, pensó un tanto incómoda, –¿A esto nos ha reducido el mundo?–

Cuando supo del héroe aquel se sintió genuinamente interesada, pues existían muchos otros humanos con ambiciones similares, con la sencilla idea de poder ayudar, y de ellos, muy pocos sobrevivían.

Era tonto querer ayudar a las personas porque las personas no deseaban en realidad ayuda.

Querían que otros también sufrieran y que el sufrimiento tuviese una causa.

Las personas añoraban su propia miseria.

–¿Cuándo te diste cuenta de que no eran normales?–, preguntó un tanto curiosa.

El héroe bostezó y se dio su tiempo para responder.

–Desde el inicio–

–Que raro–, murmuró la diosa, –No posees habilidades sobrenaturales, no eres un psíquico y careces de un aura mística, e incluso tu percepción es baja pero aún así eres invulnerable a nuestra presencia–

–A decir verdad a veces se siente raro, pero sé que no es culpa de las chicas–, confesó Saitama.

El humano lo hacía ver tan simple, tal vez para él lo era. No les temía porque ninguna de ellas podía dañarlo, lo que las reducía a personas normales.

Quizás por eso no sentían rencor en su presencia, pues su misma presencia las invitaba a ser humildes.

–Ya veo porqué se comportan tan bien contigo, eres alguien especial Saitama–

–No realmente, pero gracias–

Humildad era exactamente la causa de su inicio, el motivo por el cual poseía ese cuerpo y no la verdadera forma grotesca en la que había sido concebida.

Su cuerpo era el resultado de las plegarias de su pueblo que la había condenado para salvarse ellos mismos.

Ciertamente, los humanos merecían ser miserables, todos menos su héroe.

–Soy una de las apariciones más antiguas que existen dentro de nuestra asociación, de hecho, desconozco la fecha exacta de mi creación porque en realidad, soy el producto de dos cosas–

–No soy bueno con las historias–, se excusó Saitama tratando de no sonar tan desinteresado.

La deidad maligna rió cubriéndose la boca, –Me di cuenta, te cuesta prestar atención Saitama. A las mujeres no les gusta eso en un hombre–, le reprendió como si fuese alguien mucho mayor de lo que representaba.

Se quedaron en silencio, todavía faltaban algunos minutos para comenzar la reunión.

–¿Podrías aceptar la egoísta petición de esta diosa maligna?–

Saliendo de su estupor sintió sus dedos siendo constreñidos por una pequeña mano.

–Está bien–

La ancestral criatura se aclaró la garganta, sujetando fuertemente la mano del héroe,

–La deidad original que mi pueblo adoraba era mucho más antigua de lo que puedas imaginar, una presencia incomprensible para los humanos que solo entendía el hambre y el miedo, de hecho, ni siquiera debería decir que era adorada, más bien nuestra devoción provenía del miedo a lo que nos haría si le fallábamos–

–¿No habían héroes que pudiesen ayudar?–, preguntó Saitama inclinándose.

La diosa negó con la cabeza, –No, nadie era tan estúpido como para visitarnos y de todos modos estábamos aislados. Tampoco era algo de lo que se pudiese escapar, irse de la aldea significaba encontrar la muerte y bueno, es natural para los humanos aferrarse a la vida–, explicó.

Recordaba poco de lo que sucedió antes, porque poco había pasado. Su existencia humana no fue realmente placentera porque si lo era, aprendería a amar a la vida, y los aldeanos no necesitaban a alguien así.

–Crecí para ser un sacrificio, uno que de verdad complaciese a esa deidad. Pasé toda mi infancia encerrada y estudiando, sin tener amigos ni hablar con nadie para que de ese modo fuese pura al momento de mi muerte. Lamentablemente para los aldeanos el plan fracasó porque a pesar de mi entrenamiento estaba aterrada de lo que sucedería y eso arruinó las cosas–

Casi todas sus emociones habían desaparecido desde ese entonces, luego de esa tortura a la que sometieron su carne y el terror de una tumba imperecedera, no había mucho que de verdad quisiese recordar.

–No te aburriré con los detalles y de todos modos, no me gusta hablar de ello–, sentenció sin emoción alguna, –No pude apaciguar el mal y acabé siendo otra merienda, pero no le fue suficiente. Siguió comiendo y comiendo hasta que eventualmente me convertí en esa cosa y esa cosa se convirtió en mi. Soy una amalgama de algo incomprensible para los humanos y a la vez, sigo siendo esa chica que está aterrada de morir, incluso sabiendo que eso no sucederá–

–Por eso acepté seguir a Noppera-bo para conocerte, quería saber si de verdad existía un hombre que quisiera ser un héroe incluso para un ser como yo–, se justificó con un pequeño sollozo, –Suena bastante egoísta, ¿no crees?, y tan estúpido. Ya nadie puede salvarme–

Una campana fúnebre anunció la llegada de las otras presencias, había llegado el momento.

La diosa maligna no podía pensar en palabras de aliento, ya casi todas se las había gastado tratando de ayudar a Noppera-Bo a no humillarse mucho a si misma.

–El trabajo de un héroe es ayudar a los demás, así que si lo necesitas, yo seré tu héroe–, sentenció Saitama haciendo su mejor impresión de alguien cool, mal que mal, no había motivo para ser cruel con alguien que al parecer tenía tantos conflictos sin resolver.

Solo esperaba que la chica no se lo tomase tan en serio y no volviese a bromear con eso del harem.

Un amago de emoción humana que… La dejó anonadada, –Vaya, gracias Saitama. Eso es muy considerado de tu parte–, contestó con una leve sonrisa, –Por cierto, ¿podrías usar mi verdadero nombre?, las personas normales no pueden usarlo, se considera tabú, pero tú no eres normal, quizás, podrías usarlo, sería lindo…–

Saitama se limpió el sudor de la frente, había esperado algo más drástico o emotivo, ¿pero un nombre?, podía hacer eso. No era la gran cosa y además, sería mucho más sencillo que el larguísimo título que se había dado a si misma.

–Claro, así será más fácil recordarlo–

Había sonreído mucho los últimos días, más de lo que se pudo imaginar en los siglos pasaderos.

Le pidió que se inclinase más y le susurró en el oído para luego besar su mejilla.

–Yumi, ese es mi nombre. Úsalo por favor–

Noppera-Bo se hizo presente, mucho más formal y reservada de lo que recordaban.

–Parece que están listas, vas a impresionarlas–

Saitama se puso serio, despidiéndose de Yumi y recibiendo unas cuantas palabras de aliento de parte de Noppera-Bo.

Sé que la idea de esta reunión es lograr la paz, pero si son peligrosas y fuertes, quizás sean buenos oponentes. Después de todo me han pasado muchas cosas interesantes últimamente, tal vez, mi sueño se vuelva realidad–

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