Capitulo 18

Cortocircuito

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...Flashback...

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Los tiempos de dulzura e inocencia habían quedado atrás, dejando al hombre herido, con sus viejas cicatrices, ocultas por nuevas experiencias, y una sonrisa socarrona en el rostro.

Aquella tarde, Milo estaba vestido con la armadura dorada de Escorpio, e iba a dar una vuelta por Rodorio, porque había descubierto que su porte y gallardía llamaban la atención, y a él le gustaba recibir ese tipo de recepción. Sin embargo, cuando iba de salida, una figura que recién llegaba, detuvo su marcha: Camus de Acuario había penetrado en ese momento en el templo de Escorpio. Algo un poco extraño porque se suponía que él estaba en ¿Rusia? Sí, algo así leyó de Mu en su última carta, así que no entendía qué estaba haciendo ahí, y ¿por qué iba como dueño del templo? Se suponía que, sin importar la circunstancia, todos debían solicitar el acceso a dicho recinto, y, sin embargo, él caminaba por ahí a sus anchas.

—Creo que estás olvidando algo importante...— Mencionó el escorpión dorado para frenar su marcha. El galo levantó la mirada, dirigiendo su atención al guardián del templo, con extrañeza.

—¿Qué haces aquí?— preguntó, ligeramente perdido. Milo se sorprendió.

—¿Yo?— soltó una carcajada, y se acercó desafiante al otro—. ¿Ahora eres el dueño del Santuario?— Camus admiró el lugar en donde estaba parado, descubriendo que se trataba del octavo templo. Pensó entonces que debería disculparse, ya que estaba distraído y olvidó los protocolos del recinto; no obstante, recordó que Milo siempre exageraba con su aversión por él, y aunque ya estaba acostumbrado a esa reacción, la verdad es que, en ese momento, no tenía intención de tolerarlo.

—No lo soy, y tampoco actúo como uno...— Contestó con estoicismo, provocando que el otro se le ría en la cara.

—Sí, seguro. Entonces solo es costumbre tuya olvidar tus obligaciones...— Ver esa sonrisa mordaz, solo provocó en Camus ganas de congelarlo, pero detuvo sus deseos apretando los puños.

—¿Acaso es tu misión en la vida ser tan irritante?

—Me ofendería si tu opinión fuera importante para mí...

—Si no lo es, ¿por qué pierdes el tiempo conmigo? Seguramente tienes mejores asuntos que atender—. Al escucharlo, Milo arqueó una ceja y se acercó a él.

—¿Te estás burlando?

—¿De qué exactamente?

—¡No lo sé! ¿Por qué no eres más claro?

—No te entiendo.

—¡Vamos, Acuario! ¡Deja la maldita inocencia a un lado!— Milo también apretó los puños mientras le robaba un poco de su espacio personal—. ¿O estás intentando provocarme?—. Volvió a sonreír de lado, levantando a Antares con la intención de tocarlo con ella de forma amenazante.

Por la cercanía, Camus debería turbarse, pero estaba tan enojado, que estar nervioso era la menor de sus reacciones.

—Athena prohíbe las peleas entre nosotros, ¿no lo sabes, caballero?

—Espera, ¿eres tú quién va a instruirme? ¿Tú, el aclamado maestro de maestros, quién olvida un simple protocolo?— se mofó nuevamente, volviendo a reír—. Ojalá que no olvides mostrarle a tus estudiantes lo que es el respeto, Acuario...— Camus, con los puños apretados contra sus piernas, formó una ligera capa de hielo entre sus dedos y bajo sus pies, que sorprendió al escorpión; sin embargo, más que eso, fue una pequeña sombra de dolor asomarse en aquella mirada fría, lo que quitó la sonrisa en la boca griega.

—No voy a darte el gusto...— Murmuró temblando de rabia.

—¿Eh?

—Solicito permiso para cruzar...

—¡Ja! ¿No era tan difícil, viste?

—¿Vas a responder o nos quedamos a beber el té?— preguntó el galo con fastidio. Milo hizo un gesto despectivo con la mano.

—Vete ya, no quiero verte un minuto más...— lo echó del templo sin vacilación. Camus copió el gesto repugnante de aquellos labios griegos, al moverse para salir de ahí.

—El sentimiento es mutuo,mon amie—. Emprendió la marcha ante la mirada desdeñosa del otro—. Como siempre hablar contigo es un placer—. Se despidió.

—Ni yo pude haberlo dicho mejor—. Concordó sarcásticamente el griego.

Admirando aquella espalda gala, con el cabello marino manchando la honrosa capa blanca, Milo le vio andar entre las sombras del templo para dirigirse hacia la casa de Acuario; y aunque de buena gana le habría provocado, y podría darle uno de sus pinchazos, finalmente hizo su propia capa a un lado, y marchó hacia el pueblo para sacarse de la boca el sabor amargo que él le había dejado con su presencia.

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Una noche después de esa desagradable situación con el aguador, el caballero de Piscis y Milo se encontraban bebiendo en un bar. Afrodita estaba tomando un daiquiri mientras coqueteaba a la distancia con un muchacho sentado del otro lado; el escorpión, por su parte, tenía un tarro de cerveza en la mano derecha e ignoraba a un grupo de muchachas que pululaban cerca de él.

Ambos santos mantenían una relación amistosa después de los duros entrenamientos de antaño, y ocasionalmente, salían juntos a beber.

—Por cierto, bombón, ¿viste ayer aMonsieur Glacé(1)?— preguntó Afrodita de la nada, poniendo repentinamente de mal humor al escorpión, porque sabía que así llamaba a Camus.

Eso oCamuscin.

—Agh, qué molesto—. Se quejó, sintiendo una especie de rabia nacer en el fondo del estómago con su simple evocación.

—Eso es un sí—. Se rio el hermoso caballero—. No entiendo por qué te desagrada, si es tan guapo...

—No es su atractivo físico lo que me irrita—. Protestó Milo, dando un sorbo largo a su cerveza. Afrodita sonrió, y aunque podría continuar molestando al escorpión, decidió ir al tema que le interesaba.

—¿Sabías que tiene dos pupilos?

—Sí—, rodó los ojos—, aunque quiera enterarme lo menos posible de él, siempre me llegan sus noticias...— El tono cansado de aquel, provocó que Afrodita riera suavemente.

—Bueno, entonces no dije nada—. Elevó delicadamente los hombros, haciéndose el interesante al sumergirse entre una lucha de miradas con el tipo con quien coqueteaba y su trago. Milo exhaló.

—Igualmente, me enteraré...— lo invitó a hablar, dejando la cerveza y mirándolo de costado. El caballero de Piscis también se acomodó hacia él, y en vez de sonreír, se mostró ligeramente lúgubre

—Escuché que uno de ellos murió hace unos días—. Confesó con pesar. Milo se sorprendió.

—¿Cómo lo sabes?

—El Patriarca no puede vivir sin mi belleza—, hizo un movimiento coqueto con el cabello—, así que estábamos en una audiencia, cuando lo escuché—. Realizó una pequeña pausa para beber del daiquiri, antes de continuar—. Camus tuvo que presentarse en persona para explicar la situación, y se veía realmente afectado. Como un zombi—. Milo no respondió, pero mientras bebía su cerveza, la imagen del santo de Acuario apareció en su cabeza.

La verdad es que no quería justificar lo sucedido ayer en la casa de Escorpio, pero, verlo llegar ahí, incumpliendo su deber, ¡fue tan molesto...! Sin embargo, oír la percepción de Afrodita, le hacía entender por qué lucía perdido.

De pronto recordó el intercambio de palabras que tuvieron, y su rabia cuando mencionó a los muchachos que entrenaba.

Debió ser doloroso para él sentir el dedo de Milo sobre la llaga, teniendo un luto así, haciendo mella en su corazón; pero, sobre todo, una vergüenza para alguien como él...

"Alguien igual a Saga".

No importaba cuánto tiempo hubiera transcurrido, la voz de Kanon continuaba haciendo estragos en su cabeza; pero entonces notó que si él mintió en sus intenciones, podría haber mentido sobre Camus y lo que representaba también.

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El reloj de fuego se encendió de golpe, llamando a los guardianes zodiacales a tomar su posición.

Según las indicaciones del Patriarca, cuando las llamas aparecieran, significaba el arribo de los traidores al Santuario.

En aquellas horas de incertidumbre, mientras esperaba a los caballeros de bronce, una presencia familiar se acercó al templo de Escorpio. Milo lo sintió transitar hacia la entrada del templo, por lo que él salió a recibirlo.

—¿Vas a alguna parte?— preguntó desde las sombras. Camus cerró los ojos, porque sabía que encontrarse con él, y tener que enfrentarlo, era riesgoso e inevitable.

Podría responder de mala gana que no era su asunto, pero de nada servía complicar las cosas.

—Uno de ellos es mi estudiante—. Respondió, parándose en la entrada del templo.

—¿Y?

—Voy a detenerlo—. Declaró con dureza, manteniendo los puños apretados. Milo torció una sonrisa.

—¿No puedes esperar tu turno?— El galo le dirigió una mirada fría.

—Si vas a burlarte...

—No voy a dejarte pasar, eso tenlo claro—. Cortó Milo con aspereza—. ¿Necesito recordarte tus obligaciones, Camus de Acuario?

—También tengo una con mi pupilo, pero eso es algo que tú nunca vas a comprender—. El griego mantuvo la sonrisa en sus labios mientras se acercaba a pequeños pasos hacia él.

—De acuerdo, entonces pelearemos, y solo así voy a dejarte pasar—. Camus se sorprendió, pero evitó demostrarlo cerrando los ojos.

—Hay cosas mucho más importantes en este momento, que tener contigo una lucha de egos.

"Pues me extraña que el tuyo quepa por la puerta...", pensó Milo con desagrado, sin embargo, no lo dijo en voz alta porque, en realidad, no quería tener una pelea verbal con él. ¡Lo que quería era romperle el porte perfecto!

—No creo que puedan pasar de tauro, ¿por qué te preocupas por eso?— preguntó finalmente, un poco curioso por las intenciones del otro. Camus volvió a mirarlo al sentir el cambio de tono.

—ComoSun Tzu(2)escribió:no subestimes a tu enemigo. Es mejor tener una estrategia, que ir al campo de batalla sin...(3)

—¡Agh! ¡No soporto escucharte! Eres tan petulante— gritó el griego, señalando a Camus de forma grosera con su dedo. El aguador, con la mirada fría, torció la boca.

—Pues conoces el precio de mi silencio...

"Simplemente déjame ir..."

—¿Ser peor que un grano en mi trasero lo aprendiste deSun Tzu?

—Qué vulgar...— espetó el galo con fastidio—. Escucha, sé que ser desagradable es algo natural para ti, pero ¿podrías considerar dejarme marchar?— Milo respondió esas palabras soltando una carcajada.

—No hablas en serio—. Se burló. El aguador lo observó en silencio, y aunque esa mirada fría borraría la sonrisa de cualquiera, el escorpión conservó ese gesto sardónico en sus labios.

Tras pensarlo un momento, el francés finalmente habló.

—Debe haber algo que te haga cambiar de opinión—. Propuso con seriedad.

—¡Por quién me tomas!

—No intento ofenderte—, aclaró, antes que él comenzara a gritar, porque sí—, solo quiero poner paz a esta situación. Tú obtienes lo que quieres, y yo pongo fin a esta situación con mi pupilo—. Milo entrecerró los ojos, considerando que Camus debía estar realmente desesperado por avanzar hacia ese muchacho, si es que estaba dispuesto a intercambiar algo con él. Lo que llevó al escorpión a contemplar si realmente quería algo de él.

Quizá, si hubiera sabido que su intención era morir en Libra, le habría pedido un par de cosas.

La verdad es que en ese momento no necesitaba algo de Camus, pero después de lo ocurrido cuando murió su primer alumno, supuso que ir por el traidor, el que todavía estaba vivo, era un golpe terriblemente difícil; y Milo, sin saberlo, contribuyó a su mal rato con esa vieja y absurda discusión, porque finalmente, con el tiempo, comprendió que Camus no se equivocó a propósito, solo estaba distraído porque perdió a su pupilo.

Finalmente, le dio la espalda, y volvió a la sombra del templo.

—Hoy hace calor, así que iré a beber una cerveza... lo que hagas cuando me vaya, es asunto tuyo...— Camus, sorprendido, admiró la capa del escorpión ondeando mientras caminaba hacia al interior del recinto.

"Nuestro Milo es dulce, te gustará...",recordó las palabras de Saga en ese momento.

El caballero de Acuario abrió la boca para expresar su agradecimiento, sin embargo, apretó los labios y marchó hacia las escaleras antes de que él cambiara de opinión.

«Gracias», dijo Camus, tras considerarlo, mediante el cosmos, cuando iba camino a Libra. Milo puso los ojos en blanco y meneó la cabeza, pensando que en realidad no necesitaba esas palabras; y aunque podría responder y restarle importancia al asunto, estaba ligeramente curioso por lo que haría el aguador con su alumno... ¿Hasta dónde llegaría por él? ¿Bajaría hasta Géminis para rogarle a Saga terminar él, con su pupilo?

Para sorpresa de Milo, Camus y su alumno tuvieron una batalla inesperada en Libra. Escorpio no pudo ver con sus propios ojos lo que ocurría, pero sintió el pequeño choque entre sus cosmos durante la media hora que duró el encuentro, hasta que uno de ellos se extinguió junto al fuego de Géminis.

Después de la batalla en Libra, Milo se quedó esperando que Acuario volviera, sin embargo, él permaneció en el séptimo templo más del tiempo necesario; y, cuando estaba perdiendo la paciencia, finalmente apareció con su porte y elegancia habitual, como si nada hubiera pasado...

Sin embargo, el escorpión celeste sabía que algo no andaba bien.

¿Debería preguntarle por ello?

Por primera vez no supo qué decir mientras lo veía avanzar.

No debería importarle, pero él se veía más sombrío que hace un par de años, cuando su otro discípulo murió. Sintió un poco de pena, ya que había perdido a ambos, a uno por accidente, y al otro por voluntad y deber.

No sabía que tan apegado era a ambos, pero por la forma en que Afrodita mencionó el asunto, supuso que era algo muy doloroso para él.

—¿Te gusta el vino?— preguntó inesperadamente el aguador.

—Prefiero la cerveza...— contestó el griego, ligeramente desconcertado. Camus asintió y detuvo sus pasos.

—Volveré a mi templo, si es que me permites pasar—. El escorpión asintió, señalando el camino. El galo agradeció con un pequeño gesto de cabeza, mientras caminaba por el pasillo hacia la salida del octavo recinto.

—¿Cuál es su nombre?— preguntó el griego, admirando la espalda del aguador—. Tu pupilo, ¿cómo se llama?— el galo se detuvo para mirar sobre su hombro.

—Hyoga. Es...— apretó con fuerza sus puños—... era el caballero del cisne.

—Tu pupilo tomó una decisión muy estúpida...— Milo siempre era directo, y no temía incomodar u ofender a quien tuviera frente a él, sin embargo, en ese momento, sintió que había hablado de más.

—Hyoga peleó aferrando a sus convicciones—, declaró Camus, mirando a Milo con inesperado orgullo—, y murió porque no era suficientemente fuerte. No tenía la capacidad, ni mucho menos la disposición de enfrentarse a su maestro—. El espartano pensó que él era demasiado estricto, pero tenía razón.

Y a pesar de eso, Milo notó un rastro de pequeñas lágrimas atorado en sus pestañas.

Ambos se quedaron en silencio, hasta que Camus volvió a caminar hacia la salida del templo.

—Te pagaré el favor con un vino, si estás de acuerdo—. Mencionó al alejarse. Milo se sorprendió.

—No es necesario, Acuario.

—Es un vino frutado—. Explicó sin detenerse—. Apostaría mi armadura a que va a gustarte—. El escorpión soltó una carcajada.

—Podrías equivocarte.

—Posiblemente...— Milo arqueó una ceja, observando a Camus a la distancia.

—Igualmente, no es como si fuera a aceptar un regalo de tu parte.

—¿Quién dijo que era un regalo?— hizo una seña de despedida mientras el escorpión lo seguía con la mirada.

La verdad es que el caballero de Acuario era desagradable, e inaguantable, pero justo en ese momento, aunque podría desear darle un golpe en la cara, y simplemente pelear, solo quería limpiar su propia culpa, confortando el dolor que si bien él no expresaba abiertamente, se asomaba en su voz.

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Aún era de noche cuando arribaron al onceavo templo zodiacal.

Las doce horas se habían cumplido, y el reloj de fuego se extinguió para abrir el camino de la verdad en labios del maestro Dohko, demostrando que Mu y Camus eran los únicos en el Santuario quienes (además de Aioria) conocían la verdad.

El frío de aquel templo traspasaba la piel, y solo gracias a Athena el hielo alrededor iba cediendo a la calidez de la Diosa, quien intentaba reanimar al cisne aferrado a la vida. A unos metros de ellos, el caballero de Aries se inclinó hacia el cuerpo inerte y profundamente congelado del acuariano.

—Camus, perdóname...— Susurró, apretando los puños y limpiándose las pálidas mejillas después con los dedos.

—Tranquilo, Mu—. Aioria fue quien se acercó a él para confortarlo. Aquel suspiró profundamente, y aunque sabía que la muerte para ellos era un destino inevitable, pensó también que perder a un compañero así, en una situación como esa, dejaba un dolor agudo en el pecho.

Por supuesto que perder a Shura o Afrodita también era difícil, pero con Camus mantenía un lazo especial porque él comprendía lo que era ser maestro de un pequeño niño.

—Yo le dije la verdad...— Sollozó el ariano—... Yo le dije que Saga...

—Camus entregó su vida por deber, Mu—. Declaró Milo con seriedad, llamando la atención de su amigo—. Él quería proteger a su pupilo, volviendo al cisne, un hombre tan fuerte capaz de poder derrotar a su propio maestro—. Aioria se sorprendió, porque no esperaba oír del escorpión palabras semejantes hacia el francés(4).

El primer guardián miró hacia el otro lado, dónde Kiki saltaba de felicidad al ver a su amigo Hyoga levantarse, con la ayuda de uno de sus compañeros de bronce.

Mu también se irguió.

—Gracias, Milo...— una vez recompuesto, y tras despedirse de Camus, caminó con el resto fuera del templo.

El escorpión se detuvo un momento, y admiró al difunto Santo de Acuario, con un ligero pesar.

—Cumplí mi palabra, caballero. Respeté la vida de tu querido pupilo, y lo combatí como a uno igual por decisión suya, pero tú... aún me debes ese vino...— sonrió amargamente, y le dio la espalda, despidiéndose a la distancia con una pequeña molestia en la garganta.

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Tras la batalla de las doce casas, la tarea más difícil para los caballeros que habían quedado con vida, fue recoger los cuerpos y pertenencias de los santos caídos.

Milo se encargó del templo de Capricornio, ya que quería ahorrarle a Aioria la pena de estar en un sitio donde le quedaban demasiados recuerdos.

Cuando la tarea se cumplió, volvió al templo de Escorpio para beber una cerveza y descansar un poco del asunto del luto y la tristeza que inundaba hasta los confines del Santuario; sin embargo, cuando estaba por volver a salir, Aioria de Leo fue a buscarlo.

—Creí que tú y Camus no se llevaban bien—. Expresó al entrar. Milo dio un largo trago antes de dejar la lata en la mesa.

—¿Lo dices por Hyoga?— Inquirió seriamente.

—En realidad...

—Hyoga es agradable, y es un muchacho que necesita aún orientación.

—Lo digo por esto—. Aioria sacó de una mochila marrón, una botella de vino, con una pequeña nota en caligrafía hermosa y perfecta.

"Con gratitud, para el caballero de Escorpio"

—Estaba sobre la mesa—. Añadió al dejarla a un costado de la lata de cerveza.

Milo sintió que el corazón se detenía.

—Imbécil...— murmuró con una sonrisa nostálgica, deseando poder detener al caballero de Acuario, mientras se iba aquella tarde de vuelta a su propio templo, para decirle que no iba a aceptar su vino sin importar cuánto le rogara.

Debería haberle dicho que bebiera una cerveza con él si estaba tan agradecido, pero luego recordó que nunca habían podido hablar sin chocar directamente.

Tal vez sí debió golpearlo, o discutir con él, al saber que morir era lo que realmente quería, porque esa era la prueba definitiva para el cisne.

Pensó que podría abrir la botella y quizá invitar a Hyoga a beber con él, pero, por alguna razón, no podía tocarla sin sentir una especie de vacío en el pecho, porque no tenía idea de que esa era su intención en primer lugar, cuando le pidió permiso para ir a Libra. Tal vez debió ser más amable, o comprensivo. Debería haberse disculpado por las cosas que le dijo, incluso darle un golpe...

Aioria lo vio suspirar y cubrirse los ojos con los dedos. Nunca pensó que Milo pudiera llorar por Camus alguna vez, pero supuso que era normal porque lo odiaba, porque competía con él de alguna forma, y ahora, él ya no estaba para llenarlo de rabia y amargura a la vez.

El león dorado le acarició suavemente la espalda, y aunque quería preguntar acerca del vino, el agradecimiento de Camus, y su relación con él, decidió darle espacio para hacer su pequeño duelo, y continuar después con la conversación...

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...End of flashback...

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Cuando abrió los ojos a la mañana siguiente, el sol aún no se levantaba por completo entre las montañas. Parecía dormir pacíficamente entre los brazos de la DiosaNyx(5), mientras a él le dolía la cabeza de tanto buscar la salida entre el laberinto de emociones y pensamientos que surcaban escaleras, puertas sin salida y callejones estrechos por dónde no podía ver la luz.

Generalmente, desde que Camus se había "mudado" a Escorpio, cada uno tenía su lado de la cama al dormir; sin embargo, en aquella noche de sombras y dudas para Milo, el aguador no se quejó cuando le pidió dejar que lo abrazara. No lo hizo en ese momento, ni en algún punto de la noche.

Debería haber protestado, o dicho que madure mientras lo empujaba lejos de su cuerpo, no obstante, Camus se movió ligeramente sobre la cama para darle el espacio que Milo necesitaba para acomodarse a su lado, y aunque estaba seguro de que más de una vez se sintió tentado a preguntar si estaba bien o si necesitaba hablar de lo ocurrido con Kanon, al final simplemente se quedó callado, y tras todo el tiempo de silencio, finalmente se durmió.

La verdad es que si quería hablar de ello, pero al mismo tiempo no, porque ya antes explotó contra Camus cuando Kanon estuvo ahí la primera noche que durmieron juntos; sin embargo, en esa ocasión, estaba superando el dolor que sentía por él, mientras que ahora, era Camus quien le hacía sufrir.

Dicen que el tiempo sana las heridas del corazón, y aunque Milo logró superar el amor juvenil por Kanon, nunca pudo olvidar que él fue su primer tormento, incluso ahora que había llenado de dudas su corazón.

Pasado el tiempo desde lo ocurrido en la playa, Milo consiguió su armadura dorada. Aioria también logró la suya, pero ambos se distanciaron desde que Shura se marchó. Mu también se alejó del Santuario diciendo a Milo que no estaba de acuerdo con algunas cuestiones con Arles y se iba a Jamir. Camus se fue a Siberia también porque se convirtió en maestro de dos futuros caballeros de bronce, así que la vida en el Santuario se volvió más solitaria, pero no menos aburrida con el paso de los años.

Había amado, y aprendido que duele hacerlo en cada forma y sentido. Tuvo experiencias, muchas de ellas con diversas personas; adquirió conocimientos de todo tipo, pero ninguno de ellos le sirvió para escapar de las garras de Kanon una vez más.

Llegó la batalla de las doce casas, y en ella, bastó con hacer un favor a Camus, la persona que él le enseñó a odiar, y verlo morir antes del atardecer a manos de su amado pupilo, para lograr tratarlo de forma diferente.

Algunos de sus compañeros también tuvieron a la muerte como destino, y Saga recibió su merecido. Después tuvo que luchar con ellos ante la maldad, encontrarse a Kanon de nuevo, odiarlo, cobrarle su traición, y la amenaza que le hizo en la playa, con la técnica que él le ayudó a perfeccionar. Tratarlo como un pecador antes de perdonarlo como compañero y entregarle la responsabilidad de proteger a su Diosa. Bastó con pelear a muerte, morir... volver a la vida... Ver a sus compañeros y amigos de la infancia, a Camus, a quien solamente trataba de forma cortés por su historia con Hyoga, y al gemelo otra vez; quedarse solos una noche y simplemente volver a sentir sus labios para caer rendido de nuevo con la magia del amor...

Pero el gemelo no quería comprometerse aún. Lo amaba, sí, siempre fue así, sin embargo, como antes, cada vez que estaban juntos, nacía en él esa sensación de temor, de no querer dejarle ir.

Así que hacía lo más lógico para él, intentando ser lo menos vulnerable posible; pero se equivocó al apartarlo, al dejarlo solo cada noche en su cama, porque Milo no era el mismo, y decidió darle una lección por su orgullo y por su amor propio, prometiendo hacerle pagar su dolor.

¿Qué podría resultar más efectivo que enseñarle que podía ser feliz con alguien que odiaba?

De todo el santuario, al único que parecía detestar con toda su alma era a Saga, por obvias razones. Al mirar, de casualidad, la triste despedida entre el gemelo mayor y su Acuario, entendió que no solamente era un problema suyo, y que ambos hermanos parecían insensibles al amor. Camus se quedó solo, y a él se le vino una idea a la mente.

Le propuso que tuvieran una relación, aunque fuera una treta contra ambos gemelos; sin embargo, jamás se imaginó que la inexperiencia y la 'misteriosa' conexión que ambos tenían, pronto lo llevaría a sentirse mayormente atraído y que su gusto de la infancia por Acuario se transformaría en amor...

Aquella tarde, en su cita, hizo el primer intento para conquistar a Camus, pero descubrió que podría continuar acrecentando ese sentimiento en su corazón de seguir juntos. Pero, sí, alguien le preguntaba a Camus... ¿Qué respondería este?

Kanon le trajo la respuesta aquella noche que llegaron juntos, así que Milo había pasado las horas siguientes intentando que el corazón no se rompiera por completo mientras pensaba en Camus y en Saga, disfrutando lo que él ansiaba compartir con el aguador.

Tal vez podría negarse, y aferrarse a su propia felicidad, pero ¿cómo podía ser tan egoísta para no darle al aguador lo que merecía? Nunca fue bueno con él, por el contrario, en cada encuentro siempre terminó soltando algo venenoso y nauseabundo. ¿Cómo podía Camus enamorarse de eso?

El escorpión guardó el hondo suspiro que estaba por abandonar sus labios, y se movió suavemente, intentando no despertar al aguador, quien se acomodó ligeramente sobre la almohada para seguir durmiendo. El griego lo miró un par de veces antes de levantarse y caminar hasta el armario para tomar una musculosa limpia, y salir de la habitación.

Había aprendido a no dormir desnudo desde que estaban juntos, y aunque la mayoría de las veces le molestaba y despertaba a media noche con ganas de arrancarse la maldita pijama, esa noche se fue a dormir con la misma ropa sin molestarse en tomar la de cama o quitarse la que traía puesta. Igualmente, no había logrado conciliar el sueño, ya sea abrazando a Camus, no haciéndolo o durmiendo desnudo como a él le gustaba.

Fue hasta la cocina para beber un poco de agua y asearse antes de planear lo que haría a continuación.

De hecho, tenía una idea de lo que iba a hacer, pero aún no estaba seguro, y sentía que sí se quedaba ahí, y Camus despertaba en algún momento, entonces se iba a aferrar a una vaga ilusión...

Decidió poner paz mental, abandonando el templo para caminar a cualquier otra parte del Santuario; tal vez el Coliseo, la ribera, el templo de Aioria, o quizá el templo de Acuario...

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Aquella mañana ambos iban caminando juntos, aunque sin nada importante que decirse, porque después de años de conocerse, de sanar cicatrices, y de llevarse tan bien como ellos dos, el silencio era cómodo e incluso reconfortante. Podrían pasar tranquilamente como un matrimonio de cincuenta años, y nadie notaría nunca que su amistad era tan pura y sincera como un cristal.

A pesar de eso, y de lo bien que ambos pudieran entenderse, una pregunta estaba sujetaba entre los labios de Aioros, sin saber si el otro estaría de humor para responder o desviar el tema como hacía cada vez que algo le incomodaba o no podía hablar del asunto; sin embargo, antes de poder pronunciarla, su atención fue atraída por la sombra fría del pasillo que tenía a un costado, y que conducía hacia una presencia que añoraba, pero a la cual aún no sabía si debía renunciar.

Es decir, tuvieron una tarde bastante agradable ayer, pero dudaba que él viera más que un amigo en Aioros, sobre todo cuando cierto caballero de Acuario estaba clavado como espina en su corazón, lastimado a Saga sin control.

—¿Por qué no vas a verlo?— lo animó Shura, empujando a su mejor amigo a mantener la esperanza en él. El centauro vaciló—. Demuéstrale que aún estás enamorado.

—Tal vez tienes razón...— soltó un suspiro profundo, evocando a Saga con el pensamiento—... yo debería ser más directo con él, pero siento que necesita tiempo para superar a Camus—. El español asintió, de acuerdo con lo que acababa de decir.

—Has esperado mucho para estar con él, ¿puedes tener más paciencia?— Aioros se rio.

—No, no puedo—. Reconoció con pesar. Finalmente, decidió que Shura tenía razón, y que si no peleaba ahora por su hombre, iba a arrepentirse después(6)—. Tienes razón. Lo haré—. El español le dio una palmada en la espalda mientras pensaba:

"Tal vez yo también debería intentarlo", sin embargo, aunque estaba motivado por su amigo, no quería enfrentar a Aioria y ser rechazado; tampoco quería hablar con Aioros sobre lo que sentía por su hermano porque pensaba que esa sería una conversación demasiado incómoda, que iba a arruinar su amistad.

El castaño sonrió, y de ese pequeño gesto de felicidad, pasó a suspirar con nerviosismo.

—Podría invitarlo a desayunar. ¿Vienes?

—¿Yo?— Shura se rio— ¡No me gustan los tríos! Pero si invitas a alguien más, podría pensarlo...— alzó las cejas provocativamente, y aunque era una broma para su amigo, Aioros decidió picarle.

—Milo y mi hermano se llevan muy bien, ¿estás pensando algo así...?— el español frunció el ceño.

—No creo que a Milo le guste llamar cuñado a alguien que se relacione con Saga...— Gruñó picado, realmente picado. Aioros se río de su comentario porque aunque no era la reacción que él esperaba, le divertía ver la expresión enojada de su amigo, y considerando que Saga estaba enamorado de Camus, comprendía el desagrado del escorpión.

—Lo tendré en cuenta cuando mi hermano me presente a su novio—. Shura iba a responder, pero en ese momento Saga se dirigía hacia ellos, y como Capricornio no quería ser un mal tercio, decidió irse.

—Gracias por acompañarme—. Se despidió elevando la mano. El castaño le devolvió el gesto.

—Cuando quieras, amigo mío—. Ambos se separaron con una sonrisa, antes que Saga se encontrara con Aioros.

Shura no tenía ningún problema personal con el geminiano, pero siendo amigo de Camus y el centauro, era difícil tomar partido por uno de los dos cuando ambos estaban enamorados de la misma persona; aunque, al menos Camus tenía a Milo, únicamente había que comprobar si el escorpión tenía el mismo interés en él o en Aioria, porque el gato parecía esperar pacientemente su turno para estar con él.

"Yo debería ser más directo con él...",pensó ligeramente envalentonado, sin embargo, imaginar un escenario donde le hablaba a Aioria de sus propios sentimientos, lo hacía entrar en una especie de pánico al que no tenía ganas de enfrentarse, porque no le gustaba sentirse incómodo, porque después de lo sucedido entre ellos cuando el felino era pupilo, más todo lo que le había ocultado sobre su pasado con Aioros, y el sexo desenfrenado que tuvieron tras la resurrección; las cosas entre ellos estaban en un punto frágil que podría romperse con el más leve movimiento.

Hasta ahora, nunca le dijo a Aioria que estaba enamorado de él, y ahora que el felino esperaba por Milo, ¿realmente era una buena idea meterse en ese triángulo amoroso?

Shura suspiró derrotado, y decidió continuar la marcha hasta su templo, intentando cruzar por Leo lo más rápido posible.

Mientras tanto, Saga se sorprendía al ver al centauro ahí.

—Buenos días, Oros, ¿vienes a entrenar?— el gemelo estaba atando las vendas en sus muñecas para iniciar la rutina de cada día, y creía que él iba a acompañarlo. Al menos eso insinuó ayer.

El castaño apretó ligeramente las manos a cada lado de sus piernas.

—¿Puedo ser honesto?— preguntó mirando intensamente al hombre ante él. Saga se sorprendió un segundo, antes de comenzar a reír.

—¿Estás bromeando?— el gesto de aquel fue ligeramente contagioso para el centauro, quien tenía una extraña sensación en el estómago que no podía calmar.

—Tienes razón...— contestó un poco abochornado—... Me gustaría entrenar contigo, pero haciendo otro tipo de ejercicio...— Saga admiró ante sus ojos como el hombre a quien alguna vez asesinó, y con quien tenía miles de recuerdos en su infancia, clamaba una segunda oportunidad, de una forma más sensual y consistente.

—¿Justo ahora?— preguntó el gemelo señalando su traje de entrenamiento— ¿Ves? Te dije que eras una mala influencia—. Bromeó, soltando una carcajada. El castaño sonrió.

—No me arrepiento—. Declaró el otro esperando aún, una respuesta. Saga lo miró a los ojos.

—Hablemos de esto después del desayuno—. Aioros se emocionó.

—Bien, vamos al pueblo—. Propuso, pensando en todas las cosas que podía invitarle a esa hora, y que no le fue posible ofrecer en la salida de ayer; pero, Saga alcanzó su mejilla con una caricia.

—Tengo una mejor idea...— sus palabras suaves y su mirada intensa, provocaron en el Centauro una sacudida, que liberó de su boca un suspiro entrecortado. Podría haber preguntado, o sugerido alguna opción, pero en realidad, en ese momento, solo quería hacer todo lo que él quisiera.

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Milo pensó que si Camus usaba cómodamente el octavo recinto, entonces él también podía andar a sus anchas por el templo de Acuario. Aunque, para ser más justo y sincero consigo mismo, al galo le había costado despojarse de sus modales para "adueñarse del lugar", y generalmente solo hacía limpieza o usaba la cocina.

Así que ahí estaba el escorpión celeste, huyendo de Camus y de lo que se suponía debía decidir, escondido en el sitio donde estaba su total esencia; sin embargo, una parte de él ya sabía la respuesta, mientras la otra se aferraba a una esperanza sin fundamentos.

"¿Qué me dices de ti, te agrado?",preguntó Milo aquella vez.

Pero Camus no había respondido esa pregunta mientras protestaba por huir del templo y volver al suyo, estando herido.

Y si, en cierto modo masoquista, le gustaba discutir, rabiar, y protestar con él y por él; pero por Eros, Dionisio, y la propia Athena, necesitaba desesperadamente una señal para saber si él sentía lo mismo. Quería con toda su alma un pequeño alivio a su agónica incertidumbre, sin embargo, hacia donde miraba, solo encontró señales de cenizas entre Camus y Saga.

Suspiró apesadumbrado, y llegó a la biblioteca sin pensarlo, porque en realidad no había estado en el templo salvo una ocasión, y esa única vez fue débil ante los besos y caricias que compartía con Camus, hasta el grado que lo acusó de tener un impulso mientras trataba de justificar lo injustificable; porque, la verdad, no podía decir cuando comenzó a enamorarse de él, pero podía distinguir dentro de su memoria, un revoloteo particular en ese momento, en esa hambre y ansiedad por hacerle el amor sobre ese escritorio.

Y, como si no fuera suficiente, el maldito escritorio continuaba desordenado, justo como lo dejaron, porque Camus había pasado aquellas semanas recuperándose en Escorpio, y después de la cita, volvió a dormir con Milo...

El escorpión entró por completo en la biblioteca, y recordó al aguador aquel día, cuando llegó a enseñarle cómo besar, sentado en el sillón largo que tenía en medio del lugar cerca de un pequeño escritorio, pero muy alejado de un telescopio. A Camus le gustaban tanto los libros, como los mapas, las manzanas y el café; y según Hyoga, nadar, el chocolate amargo y la aurora boreal.

Podía darle chocolate y ser feliz sabiendo que le sorprendería, pero Milo odiaba el café, y no estaba seguro de poder soportar el frío para pedirle viajar a Siberia a ver ese cielo nocturno, que mostraba un baile de luces imposible de describir.

¿Podría regalarle un libro que no tuviera aún? Ni siquiera sabía cuál era el tipo de lectura que disfrutaba más.

¿Podría darle poesía y no sentirse bobo y cursi mientras lo leía para él?

Suspiró nuevamente, y vagó por la biblioteca tratando de pensar.

Tomó asiento sobre la superficie desocupada del escritorio, mientras se devanaba los sesos. Exhaló otra vez con cansancio, se despeinó un poco el cabello, y volvió a ponerse de pie, dando vueltas de aquí para allá, hasta que de la nada, encontró un libro de pasta color azul:

"Te agradecería no maltratar mi primer regalo de cumpleaños", le explicó, cuando Milo, discutiendo por una estupidez, lo lanzó sin sentido al sofá.

Agh! ¡claro, ese se lo dio él, el estúpido de Saga...!",concluyó con irritación.

Intentó no golpearse la cabeza contra la mesa o la pared, sin embargo, mientras dejaba el libro con desprecio sobre el sofá, recordó a Camus besando a Saga en el templo de Géminis, y a sí mismo furioso intentando terminar su falso noviazgo y hacer que se fuera con el hombre de sus sueños; pero, entonces, él pronunció una palabra en francés mientras le pedía perdón...(7)

¿Qué había dicho? Y lo más importante, ¿qué significaba?

No lo había pensado hasta ahora, pero tenía curiosidad por saberlo, sobre todo porque él volvió a llamarlo así un par de veces más; nunca a solas, pero el tono siempre era el mismo.

—Un traductor...— Murmuró mientras volteaba hacia el estante donde podía ver más libros pequeños, suponiendo que pudiera tener ese tamaño; sin embargo, algunos estaban en francés, y ninguno tenía pinta de ser un traductor o algún libro que pudiera decirle su significado, y cuando abría uno en la lengua natal de Camus, no entendía absolutamente nada.

De hecho, mientras buscaba de aquí a allá, no logró encontrar ni un solo traductor, y eso que Camus dominaba de nueve a once idiomas diferentes. Milo sabía seis porque tenía mal oído para eso (al igual que Death Mask).

Tras varios minutos, y con un nudo en la cabeza, se dejó caer en el sillón, más frustrado que aliviado después de fracasar en su misión.

—Deben estar en Siberia...— Se quejó, pensando que su única oportunidad estaba a miles de kilómetros de ahí, porque, claro, había tenido que usarlos con Hyoga y el otro chico (cuyo nombre no le importaba y tampoco recordaba).

Debería sentirse mejor al estar ahí, recostado en su sillón, pero solamente sentía arrepentimiento por no haberse esforzado en tener un mínimo interés en él, aun cuando llamaba su atención, aun cuando le gustaba lo suficiente para odiar cada cosa suya, debería haber aprendido francés para, al menos, mandarlo al diablo...

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Shura volvía a Capricornio todavía pensando en Aioria y su idilio con él, cuando vio venir a Milo (sin armadura) en su dirección. Tenía un aspecto taciturno a diferencia del irreverente y entusiasta escorpión de siempre. El griego levantó la vista, y mientras Shura elevaba la mano para saludarlo amablemente, el otro parecía feliz de encontrarlo.

—¡Hey, buen día!— Lo saludó al caminar directamente hacia él. Parecía haber pasado la noche en Acuario, aunque Camus estaba en Escorpio cuando pasó por ahí hace un rato.

—¡Hola, Milo! ¿Cómo estás?

—Yo... quería preguntarte algo...— pero tan pronto como dijo esas palabras, algo en su cabeza pareció hacer un clic, porque, aunque casi nunca bajaba la mirada o se sentía abochornado por algo, esta vez tenía un lío de sentimientos y emociones que parecían hacerle vulnerable, y que se reflejaban en su mirada de un turquesa transparente.

—Dime—. El español lo invitó a hablar, pero él demostró haber cambiado de opinión.

—Creo que te lo preguntaré después...— Suspiró e hizo un movimiento para despedirse.

Shura se sorprendió, y mientras lo veía caminar hacia la entrada del templo de Capricornio a Sagitario, se preguntó si el tema en cuestión sería Camus, o quizá (improbablemente) Aioria.

Tras pensarlo un momento, se sintió ridículo por considerar la segunda opción, pero sus celos lo empujaron a creer que tal vez no estaba equivocado.

—También me gustaría preguntarte algo...— La voz del español detuvo los pasos de Milo, quien volteó hacia él.

—Pregunta—. Lo animó el escorpión amablemente. El otro se lo pensó un momento: sí hablaba de Aioria entonces le revelaría a Milo que el gato estaba interesado en él, suponiendo que no lo supiera; aunque, sí lo sabía, por eso no lo había usado para su juego con Kanon en vez de Camus...

Shura dudó ante los ojos de Milo, así que este volvió sobre sus pasos.

—¿Está todo bien?— preguntó, después consideró que tal vez no era él la persona indicada para dar un consejo—. Puedes hablar con Camus si lo necesitas. Ahora está solo, en mi templo—. Pensó que si era algo malo, necesitaría a su amigo para hablar como algunas veces él lo hacía con Aioria, sin embargo, Shura movió suavemente la cabeza.

—No. Es a ti a quien necesito preguntarle esto—. El escorpión se sorprendió ligeramente, pero se quedó en su lugar para esperar a que él dijera lo que necesitaba. El pelinegro tomó un poco de aire y finalmente habló: —¿Estás enamorado de Camus?— Para Shura ya era una suposición, pero necesitaba oír de Milo la verdad. Y si la respuesta era afirmativa, Aioria salía de cualquier posibilidad.

El escorpión abrió los ojos con sorpresa, pues no esperaba una "confrontación" directa de nadie sobre sus sentimientos por el aguador (sin contar a Hyoga), sobre todo cuando Shura conocía las verdaderas circunstancias de esa relación.

Sintió un tenue sonrojo en su cara, y odió sus propias emociones por provocarle esa inesperada reacción.

—¿Tú estás enamorado de él?— Le regresó la pregunta, a la defensiva. Shura se rio.

—¿Cómo llegaste a esa conclusión?— preguntó divertido. Milo forzó una sonrisa.

—No lo sé, ¿por qué quieres saber?— Indagó, imaginando mil escenarios posibles. Shura lo pensó un momento:

—Debería estarlo, ¿o no?— dijo como si eso fuese lógico— Ambos tenemos muchas cosas en común—, luego torciendo los labios, agregó—, pero si lo piensas bien, sería una relación basada únicamente en el sexo...

—¡Oye!— Milo lo tomó por la ropa y lo amenazó con los dientes. Shura volvió a reírse sin sentirse intimidado.

—Gracias por responder mi pregunta. No se lo diré a nadie—. Lo tranquilizó, conforme al saber que esa reacción significaba que sí, que sí estaba enamorado de Camus. Milo se sorprendió al principio, después se rio, y lo soltó; aunque enseguida volvió a sentirse miserable porque no podía dejar de pensar en él—. Y ¿qué querías saber?— El espartano lo consideró un momento: si Camus estaba enamorado de él, tal vez Shura podría darle la respuesta... pero ¡No! No quería saberlo por él, quería que Camus se lo dijera y él no se atrevía a preguntarlo sin rodeos, porque soportar el rechazo de Kanon fue doloroso cuando era joven, con todo y lo unidos que eran; y vivir con la respuesta del aguador, con quien tuvo un pasado difícil, causaría una herida tan profunda, que ni el tiempo podría sanar.

Tras lanzar un suspiro, finalmente se aventuró a buscar en él, un pequeño aliciente.

—Hay un mote que Camus usa para llamarme frente a otros, y en realidad no sé qué significa... Tenía curiosidad—. Shura se rascó el mentón con los dedos.

—¿Una palabra? ¿Francés?— Milo asintió.

—Sí. Tú lo hablas, ¿o no?

Oui, je parle français—. Contestó el español en la lengua natal de Camus. Sonrió, y Milo lo hizo con él (aunque no sabía traducir lo que acababa de oír)—. ¿Y qué palabra es?

—Ese es el problema...— suspiró—... No tengo ni puta idea de cómo se pronuncia. Quisiera haber puesto atención cuando lo decía—. Milo parecía realmente interesado y frustrado por no saber su significado, pero el pelinegro tenía la seguridad que esa no era la razón de su tristeza.

—¿Por qué no le preguntas?— Sugirió. El griego movió una vez la cabeza.

—Me sentiría como un idiota si lo hago... porque... tú sabes... nosotros no...— Shura se rio, porque ver a alguien tan seguro e irreverente como Milo, turbado por una situación así, era divertido. Apoyó la mano sobre su hombro pensando que podría ayudarlo.

—Te entiendo. Sí quieres, puedo preguntarle y te aviso después. Ya sabes... algo casual.

—¡Sí! ¡Gracias, Shura!— Milo rio con fuerza al sentirse más animado—. El gato tiene mucha suerte de tenerte, y ¡si no te aprecia lo suficiente, avísame y lo mataré a pinchazos!— el pelinegro volvió a reír, aunque la mención del gato no lo hacía feliz; sin embargo, escuchar al escorpión decirle eso, lo convenció de que para él, ambos tenían una relación...

—¿Quieres tomar café?— lo invitó, intentando seguir la conversación—. Tengo en la despensa un poco del que Camus me regaló en mi último cumpleaños—. Milo lo pensó un momento.

—Solo si tienes algo con que acompañar ese café—. Hizo una pequeña seña con la mano que el otro comprendió.

—Siempre— respondió alegremente, porque el café con licor era su favorito.

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No tenía noción de cuánto tiempo había estado lejos del octavo templo, pero se aseguró de no volver con las manos vacías. Quizá eso alejaría preguntas innecesarias, y el botín pondría feliz al aguador por no decirle que se iba, ni a donde... Eso, sí, es que le importaba.

Avanzó hacia el interior del templo, y decidió buscar a Camus en la cocina, porque, por alguna razón, ese era su lugar favorito. Quizá porque era ligeramente más fresco, o tal vez porque le gustaba demasiado cocinar.

—¿Dónde estabas?— preguntó el aguador cuando finalmente se encontraron en el pasillo—. Te he esperado hace como una hora—. Su expresión era estoica, y aun así, Milo podía sentir su reprimenda.

El escorpión formó una sonrisa, a pesar del dolor que tenía en el corazón.

—Shura me ofreció café y no pude decir que no, Camie—. Explicó con ligereza. El aguador elevó las cejas.

—Entonces, ¿desayunaste?— Milo negó con la cabeza.

—No, pero muero de hambre—. El otro exhaló.

—Perfecto... pues "Camie" volverá a calentar el desayuno...— murmuró, dándose la vuelta para ir a la cocina.

Camus no parecía dispuesto a pelear o debatir, y Milo casi sintió pena porque no lo hiciera, ya que era como romper su rutina. Suspiró también, y lo siguió hasta la cocina. Una vez ahí, lo vio buscar un par de tazas y preparar la cafetera.

—Shura me dio ese café exótico que le regalaste—. Declaró el octavo guardián, apuntando algo que llevaba en la mano.

—¿De verdad?— Camus pareció muy interesado en lo que Milo llevaba, así que le extendió el termo y lo vio quitarle la tapa para oler su interior. Notó que le gustaba, porque sonrió sutilmente y murmuró alguna cosa en francés.

Escucharlo, atrajo aquel sentimiento de derrota que experimentó en Acuario, porque no podía entender lo que decía.

—¡Agh!— exclamó con enojo— ¡No entiendo cómo puede gustarte tanto sí es tan amargo!— Camus levantó una ceja.

—¿Es una pregunta, o estás protestando?

—Pregunta,Camie, ¿por qué te gusta el café?— El francés se sirvió una taza, aspiró su aroma, y bebió un sorbo antes de responder.

—Me recuerda mi infancia...(8)— pero no añadió más información al respecto, y Milo concluyó que la única persona en esa etapa de su vida, era Saga, por lo cual, ese recuerdo de su vida era por él. Apretó el puño bajo la mesa y odió el café, su olor y todas las malditas memorias que Camus debía estar rememorando con el afortunado geminiano.

Y si algo podía empujar su decisión hacia el lado contrario, los celos que experimentaba en ese momento, y que quemaban las venas bajo su piel, lo hacían desear lanzar al caballero de Acuario lejos de su lado.

Camus se levantó de la mesa, y fue a traer las cosas que había estado calentando para que pudieran desayunar.

—Te fuiste temprano esta mañana—. Habló tras un momento de silencio, dejando un plato frente a Milo, y otro en su propio lugar. Parecía un tipo de tostada francesa con tomate, albahaca, huevo y una lámina de queso fresco.

—Necesitaba pensar...— respondió el griego, picando su desayuno con desgana. Camus pareció tentado a preguntar alguna cosa, pero apretó los labios y tomó un tenedor.

Hubo un silencio extraño entre los dos durante un par de minutos, hasta que el aguador finalmente volvió a hablar.

—No quiero ser entrometido, pero me di cuenta de que no dormiste anoche—. No parecía preocupado, pero aparentaba un interés sincero.

—¿Cómo puedes decir eso?— preguntó el otro, ofuscado— ¡Roncaste toda la noche!

—Yo no ronco—. Milo lanzó una falsa risotada.

—¡Ja! ¡Claro que sí!

—No, no es cierto.

—¿Cómo lo sabes? Nunca dormiste con alguien más...— El aguador se sonrojó delicadamente, y aunque Milo sintió un vuelco en su estómago porque en eso era el primero que tenía ese privilegio, al igual que en muchas otras cosas, el estúpido Kanon con su veneno apareció en ese momento:

"¿Cómo saber qué estar contigo es realmente lo que quiere, si nunca tuvo lo que antes quería?",dijo él.

"Él es el hombre de mis sueños...",expresó Camus.

"¿Nunca te has preguntado sí, él piensa en Saga cuando están juntos?"

—Si roncas...— Murmuró enojado consigo mismo por tantas cosas, que en ese momento no sabía, cuál maldecía más. El galo exhaló.

—Entonces sí estuviste despierto toda la noche oyéndome roncar—. Declaró con preocupación. Milo creyó que debería reírse al obtener esa victoria sobre él, cuando aceptaba su defecto (inventado por él), sin embargo, no era gracioso preocuparlo, ni saber que la curiosidad de Camus, lo llevaría a responder con la llave para terminarlo todo entre ellos...

Porque así debería ser...

No respondió, ni dio señales de querer hacerlo, así que su acompañante volvió a hablar:

—Llevé tu camisa de vuelta a la habitación, y te dejé un pantalón limpio sobre la cama por sí deseas cambiarte después de desayunar—. Ofreció Camus mientras colocaba el plato ya vacío a un costado.

El escorpión tragó saliva con dificultad, y lo odió por esa estúpida amabilidad que mañana, pasado y todos los otros días iba a extrañar cuando se fuera.

—Suenas como mi esposa—. Gruñó el griego, tomando una tostada de mala gana y comiéndose dos grandes bocados. El francés frunció los labios, pero verlo en ese estado vulnerable solo aumentaba su preocupación por él.

—¿Sabes...? Estaba pensando que podríamos salir hoy también...— la propuesta inesperada de Camus atrajo la atención del escorpión, quien, antes de tomar otro bocado de la tostada, lo miraba con sorpresa. Él, por su parte, bebía del café al mismo instante que encontraba entretenida la pared que tenía al lado, pensando, tal vez (y según Milo) en quitarle las telarañas.

—¿Hablas en serio?— preguntó, dejando a un lado el desayuno para concentrarse solamente en él. El francés levantó los hombros una vez

—¿Por qué no?— devolvió la pregunta, para sorber su café después—. La pasamos bien ayer, ¿o no?— pero Milo no podía responder porque, sin que Camus lo supiera, le costaba respirar.

Se hizo un silencio desolador.

Sí, quería salir con él. Por supuesto que se moría de ganas por compartir ese y todos los momentos del día en su compañía, pero ¿para qué continuar forjando ilusiones que después tendría que romper?

—Si no quieres solo dilo—. Agregó el francés para romper la tensión. Milo golpeó la mesa con su palma al ponerse de pie.

—¿Por qué me haces esto?— Apretó los ojos y le dio la espalda mientras trataba de calmarse, pero la verdad, le costaba no desmoronarse.

—¿De qué hablas?— preguntó Camus confundido, abandonando el café a un lado. Milo le dio la cara al apuntarle con su Antares.

—¡De eso que estás haciendo!— lo acusó. El francés lo miró con sorpresa, y le sostuvo la mirada como si buscara en el mar profundo de sus ojos, algo que no había visto todavía. Milo, por supuesto, traicionado por su propio corazón alocado, desvió la vista para no caer en la tentación que sentía por no renunciar a él.

—Entiendo—, comenzó a decir el francés, al levantarse—, vas a volver a actuar como antes...

—¿Qué dices?— preguntó el otro, confundido, encontrando el rostro inexpresivo del aguador.

—Yo diré algo, no importa lo que sea, y tú vas a ofenderte como siempre lo has hecho.

—¿Qué?— Milo no entendía a qué iba con eso— ¡No he dicho nada!

—Pues mejor, porque ya no quiero salir contigo—. Y alzando la nariz, decidió abandonar la cocina.

—¡Camus!— exclamó el griego, pero él continuó sin detener su andar.

—Fui un estúpido al preocuparme por ti después de esa conversación con Kanon, pero no lo haré de nuevo, así que haz lo que quieras...— declaró ofendido, saliendo al pasillo.

—Lo haré...— murmuró Milo, mordiendo su propio labio y yendo tras el aguador.

Camus caminaba por el corredor, en el momento que el escorpión lo jaló del brazo para darle la vuelta, empujándolo con fuerza de espaldas contra la pared. La impresión le robó el aliento, y el fuego de Milo acrecentó su confusión, cuando este lo besó; pero el contacto no era amable, o dulce, era una expresión salvaje que se alimentaba por una rabia que el galo no comprendía; y el espartano perdido entre el dolor, y la frustración que sentía, se dejó guiar por la sed de él que derretía toda su cognición. Camus, que estaba enojado y confundido, intentó empujarlo continuamente, pero su esfuerzo se opacaba con la ventaja que el otro aprovechaba con su propia experiencia para profundizar el beso, dejándole probar su hambre, su sed, y la ansiedad que lo poseía entre cada encuentro con su boca.

Parecía que ambos recreaban aquella caótica pelea labial en el templo de Leo cuando anunciaron que eran novios, sin embargo, ahora le ponían un punto final a todo, en medio de la hiel y la tensión que solo acrecentaba la fricción entre los polos opuestos.

El francés cedió ligeramente a sus demandas, quizá por curiosidad, tal vez por rabia o cansancio, pero cuando recuperó el control de sí mismo, finalmente lo empujó.

—¡No puedes...! ¡Eres un...!— Su lengua se trabó al protestar con mil insultos para expresar lo que sentía. Milo volvió a atacar, besándole la boca por segunda ocasión, haciéndole tragar sus réplicas y tomando todo el control de Camus con ese contacto; bajando tortuosamente por su piel fría, mordiendo y chupando esta vez su cuello para dejarle una marca: su marca.

Tal vez Camus no tendría un punto de comparación entre él y Saga, pero si con esa manifestación de intensas emociones conseguía que no se olvidara de él, que lo odie más allá de un intercambio verbal o una lucha de egos, entonces lo marcaría con su propio veneno para asegurarse de estar presente cada vez que estuviera con Saga. Entonces, si lo besaba, o lo tocaba, pensaría (aunque fuese con desprecio) en ese preciso momento de lucha entre voluntades.

Sintió sus propias ansias quemarle en la punta de los dedos con el deseo reprimido de tocarlo más allá de esos roces de manos o los pequeños juegos que a veces empleaban por diversión; porque quería más de él, quería saborear su piel por completo, escucharlo gemir y pronunciar su nombre con deseo, si es que Camus podría llegar a sentir anhelo por estar y pertenecerle solamente a él, y no un "impulso".

Sin embargo, Milo se alejó para darle el espacio que necesitaba mientras respiraba con dificultad.

—¿Quieres honestidad?— preguntó, recordando las últimas partes de su conversación— ¡Bien! ¡Responde a lo que pregunté ayer!

—¿¡De qué hablas!?

—¿¡Por qué lo amas!? ¿¡Qué te gusta tanto de él!? ¡Y no evadas la maldita respuesta otra vez!— Milo golpeó la pared para descargar su frustración, sin embargo, el aguador desvió la mirada del mismo modo que lo hizo en la cafetería.

—No quiero hablar de eso...— Murmuró.

—¡Camus!

—¡Déjame en paz!— Esta vez lo empujó para abrirse paso y poder alejarse de él, caminando lejos, lo más lejos que pudiera de Milo; porque dolía, porque no podía respirar, porque estaba siendo vulnerable ante alguien que podría no dudar en destrozarlo.

—¡Lo haré, maldita sea!— gritó este— ¡Te voy a dejar libre para que te vayas con él...!— Camus se detuvo, pero no encaró a Milo, quien aferró las uñas a su piel, al contraer los puños para calmar la ansiedad que sentía por detenerlo—. Terminaré esta farsa aquí... aquí y ahora...

Soltada la bomba solo quedaba esperar una respuesta, pero con Camus todo era inesperado y últimamente doloroso.

Se hizo un silencio entre los dos hasta que el galo habló, todavía de espaldas.

—¿De eso se trata todo?— preguntó con frialdad, como si hubiera encontrado por fin el clavo que rompía toda la farsa— ¿De irte conél...?

—¿Él?— Milo ni siquiera había mencionado a Kanon, pero el francés ya parecía saber por qué actuaba amargado, inseguro y sobre todo melancólico.

L'escargot(9)—. Pronunció el galo en su idioma, y con desprecio.

—No entiendo lo que...

—¡Búscalo en un diccionario!— gritó por fin, furioso, al darle la cara—. ¡No puedo creer que yo...!— se frenó, agarrándose el pecho—. ¡Soy un imbécil!—. De la nada comenzó a hablar en francés con frases que Milo no entendía.

—Camus...

—¡Y tú...!— apuntó al griego— ¡¿Cómo puedes siquiera considerar volver con él?! ¡No, tú no estás pensando! ¡Usas eso para pensar por ti!— Le señaló la entrepierna—. Pero está bien, sí, eso es lo que quieres, si estás tan desesperado por volver a ser suyo... ¡Allá tú! No pienso quedarme a recoger tus pedazos otra vez...

—¡Esto, no es por Kanon!

—Me da lo mismo—. Se dio media vuelta y emprendió la marcha para alejarse de toda esa locura—. Qué disfrutes tu falta de dignidad...

El escorpión respiró dolorosamente, admirando aquella espalda que más veces de las que quería admitir, siempre miró a la distancia; muchas veces con enojo, otras con indiferencia, pero sabiendo que esta podría ser la última vez...

Y no porque fuese a morir a manos de Hyoga, sino porque le estaba dando la oportunidad de ser feliz con el hombre que realmente amaba.

—¿No lo entiendes? ¡Es tu oportunidad para irte con Saga!— le gritó manteniendo la voz fuerte a pesar de los pedazos de corazón que escupía en ella. El galo se frenó en seco con la clara intención de responder; sin embargo, dejó el silencio como único protagonista en aquel nefasto escenario.

Milo sentía que la cabeza le iba a explotar, por lo que se apoyó en la pared y resbaló en ella para sentarse finalmente en el suelo.

—Lo hago porque te amo...— Murmuró, ahogándose en su propio dolor.

"Si no lo hago, jamás sabrás qué es lo que realmente quieres..."

Pero, ¿y si no volvía?

Maldijo mentalmente con angustia y desesperación, pensando en el cortocircuito que había provocado ese fuego entre los dos; un incendio imposible de apagar, al que con una gota de pasión podría hacer un enorme desastre...

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...Continuará...

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Notes:

(1)Monsieur Glacé: La traducción es señor helado, pero creo que Afrodita intenta decirle frío, aunque, suponiendo que lo encuentra guapo, si le dice helado, creo que es porque quiere chuparlo xDDD

Perdón! Me gusta jugar con los significados de las palabras en otros idiomas, aunque no sean exactos. Espero que nadie se ofenda.

(2)Tsu Tzu: se le considera como el autor de "El arte de la guerra",un influyente tratado sobre estrategia militar.

(3)Frases del libro "el arte de la guerra",aunque la más famosa es "Conoce a tu enemigo y conócete a ti mismo; en cien batallas, nunca saldrás derrotado".

(4)Mu se siente culpable porque sabe lo importante que es Saga para Camus, así que piensa que morir, fue una forma de protestar ante el dolor que sentía. Milo, por otra parte, le aclara que su muerte no es un suicidio, si no algo que deseaba hacer por su pupilo.

(5)Nyx: Diosa de la noche.

(6)es la autora intelectual de esa frase. Yo solo lo tomé para darle color a esta ship.

(7)La palabra que Camus usó, y que Milo no sabe qué significa ni como decir, esMa pomme.

(8)En fic iba a publicar el lunes de Saga y Camus, hablo sobre la procedencia y la pequeña infancia de Camus cerca de una cafetería. Era esto a lo que se refería, y no a lo que Milo pensaba, aunque Saga si forma parte de su pasado, ni siquiera estaba pensando en él.

(9)Cuando Camus conoce a Kanon, Saga se inclina hacia él y le dice algo que ni Milo ni Kanon escuchan, recuerdan?

Bueno, la palabra que Saga usó para referirse a Kanon fue Escargot.

En el fic que aún no publico también hay una mención sobre eso en el primer capítulo.

Notas de autor:

Puff!!! No sé qué decir... este capítulo ha sido muy difícil para mí, porque no puedo imaginar a Milo y a Camus llevándose mal, así que crear toda esta tensión fue agobiante y doloroso, y todavía más por tocar la muerte de Camus.

Antes Camus mencionó que nunca agradeció a Milo por el favor con Hyoga, y aunque le dejó el vino, en realidad nunca supo si lo recibió o no, y eso para él no cuenta como agradecimiento.

Respecto a Mu, mi marido dice que él no lo ve reaccionando a la muerte de nadie con dolor, pero yo recuerdo que enSoul of Gold, sufrió mucho la muerte de Milo, y como aquí ha creado un lazo con Camus a la distancia, y se siente culpable por su muerte, me pareció lógico añadir su sufrimiento. Milo mencionó que era sensible, así que el Mu de mi fic es compasivo y sensible a las emociones ajenas como enSoul of goldy el arco de hades Santuario, dónde sintió el dolor de Camus, Shura y Saga.

Finalmente, Afrodita

Después de tanto veneno se volvió muy cercano a Milo, así que va a salir por aquí algunas veces... espero que les agrade el resultado.

Y en cuanto a lo que sigue... prepárense!

Por favor disculpen el capítulo lleno de dolor y melancolía, pero era algo necesario para lo que viene... no me odien por favor.

Ahora sí...

Un abrazo , y gracias por leer! Espero que a pesar de todo, la lectura fuera de su agrado

Besos y abrazos.